MEDIANOCHE |BTS y Tu|

By Skinny____love

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PROTAGONISTAS: TN: Una chica mitad vampiro, mitad humano Taehyung: Un caza vampiros experto en lo que hac... More

CAPITULO I:
CAPITULO II:
CAPITULO III
Capitulo IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
NOTA:
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
CAPITULO XVI
CAPITULO XVII
CAPITULO XVIII
NOTA
CAPITULO XX
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV

CAPITULO X

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By Skinny____love

Nunca había prestado demasiada atención al modo en que la pareja se abrazaba: el hombre se inclinaba hacia ella, desde lo alto, como si una fuerza inexorable lo empujara hacia la mujer.

Ella tenía la cabeza echada hacia atrás, como en un desvanecimiento, abandonándose a la fuerza de la gravedad. Los labios resaltaban sobre la palidez de la piel ruborizada. No obstante, lo más bello de todo era que el fondo rutilante había dejado de parecer algo ajeno al hombre y la mujer, era como si se tratara de una cálida y densa bruma que su amor hacía visible y que convertía en oro el mundo que los rodeaba.

El cabello del hombre era más oscuro que el de Taehyung, pero de todos modos estaba intentando imaginarlo en el cuadro. Sentí las mejillas encendidas, había vuelto a ruborizarme, aunque con un rubor distinto. Regresé a la realidad de golpe: era como si me hubiera quedado dormida y hubiera empezado a soñar. Me arreglé el pelo rápidamente y respiré hondo un par de veces.

En ese momento oí el String of Pearls de Glenn Miller en el equipo de música. Cuando sonaba jazz era señal de que mi padre estaba de buen humor. Sonreí a mi pesar. Al menos a uno de nosotros le gustaba la Academia Medianoche.

Ya casi era hora de comer cuando por fin acabé de hacer la maleta y salí al comedor, donde todavía sonaba la música. Me encontré a mis padres bailando abrazados, haciendo el tonto: mi padre fruncía los labios en una mueca que supuestamente debía hacerle parecer seductor y mi madre se sujetaba el borde de la falda negra con una mano.

Mi padre la hizo girar entre sus brazos y luego la inclinó hacia atrás. Mi madre ladeó la cabeza casi hasta el suelo, sonriendo y me vio

. —Ya estás aquí, corazón —dijo, todavía boca abajo. Mi padre la enderezó

—. ¿Ya has acabado de hacer la maleta?

—Sí. Gracias por echarme una mano. Y por la lámina, es preciosa. Se sonrieron, aliviados de haberme hecho al menos un poquitito feliz.

—Menudo festín que te ha preparado tu madre.

—Mi padre hizo un gesto con la cabeza en dirección a la mesa—. Esta vez se ha superado. Mi madre no solía cocinar grandes platos, por lo que era evidente que se trataba de una ocasión especial. Había preparado mis favoritos, más de lo que podría comer nunca de una sentada. Me había saltado la comida, así que descubrí que estaba muriéndome de hambre, razón por la que mis padres tuvieron que entretenerse el uno al otro durante la primera parte de la cena. El apetito voraz me impidió colar ni una sola palabra con la boca tan llena.

—La señora Bethany dijo que por fin habían acabado de reacondicionar los laboratorios —dijo mi padre entre sorbo y sorbo

—. Espero encontrar el momento de echarles un vistazo antes que los alumnos, no fuera a ser que el equipo sea tan moderno que no sepa utilizarlo.

—Por eso enseño historia —contestó mi madre

—. El pasado no cambia, solo se alarga.

—¿Os tendré de profesores? —pregunté, con la boca llena.

—Con la boca llena no se habla —me reprendió mi padre de manera automática

—. Tendrás que esperar a mañana, como los demás.

—Ah, vale. No era propio de él cortarme de esa manera y me quedé un poco desconcertada.

—Tenemos que acostumbrarnos a no darte demasiada información extra —se explicó mi madre con delicadeza

—. Cuantas más cosas tengas en común con el resto de los alumnos, tanto mejor.

No lo dijo con mala fe, pero me sentí herida.

—¿Y con quién se supone que he de tener cosas en común de todos lo que estudian aquí? ¿Con los chicos de Medianoche cuyas familias estudian en esta escuela desde hace siglos? ¿Con los marginados que encajan aquí aún menos que yo? ¿A qué grupo se supone que debo parecerme?

TN_, sé razonable —dijo mi padre, con un suspiro—.

No vale la pena volver a discutirlo. Ya era demasiado tarde para soltarlo, pero no pude remediarlo.

—Sí, ya lo sé, hemos venido aquí «por mi propio bien». ¿Se puede saber qué bien va a hacerme abandonar mi hogar y a mis amigos? Vuelve a explicármelo porque no acabo de entenderlo.

Mi madre cubrió mi mano con la suya.

—Es bueno para ti porque puede decirse que nunca has salido de Arrowwood, porque apenas te alejabas del barrio si no te obligábamos nosotros y porque los cuatro amigos que tenías no iban a durarte toda la vida. Tenía razón y yo lo sabía. Mi padre se quitó las gafas.

—Debes aprender a adaptarte a los cambios y hacerte más independiente. Tal vez sea lo más importante que tu madre y yo podamos enseñarte. No puedes seguir siendo nuestra niñita para siempre, TN_, por mucho que nos pese. Creemos que esta es la mejor manera que hay de prepararte para la persona en que vas a convertirte.

—¿Queréis dejar de fingir que todo esto tiene que ver con madurar? —protesté

—. No es por eso y lo sabéis. Se trata de lo que vosotros queréis para mí y estáis decididos a saliros con la vuestra tanto si me gusta como si no. Me levanté y me aparté de la mesa.

En vez de meterme en mi habitación en busca de mi sudadera, cogí la chaqueta de punto de mi madre que había colgada en el perchero y me la puse. A pesar de que apenas estábamos en otoño, en los terrenos de la escuela hacía frío cuando se ponía el sol. Mis padres no me preguntaron a dónde iba.

Era una vieja norma: aquel que estuviera a punto de enfadarse tenía que hacer una pausa en medio de la discusión, salir a dar una vuelta y luego volver y decir lo que tuviera que decir.

Por muy disgustados que estuviéramos, el paseo siempre funcionaba. De hecho, fui yo quien creó la regla. Se me ocurrió con nueve años, por eso sabía que el tema de la madurez no era el verdadero problema.

El desasosiego que me producía el mundo que me envolvía, el profundo convencimiento de que no existía un lugar para mí, no tenía nada que ver con ser adolescente. Formaba parte de mí y así había sido siempre.

Tal vez siempre sería así. Mientras paseaba por los alrededores, eché un vistazo en torno a mí, preguntándome si volvería a ver a Taehyung en el bosque. Era una idea tonta, ¿por qué iba a pasarse todo el tiempo fuera?, pero me sentía sola y fui a comprobarlo. No estaba.

A mis espaldas, la intimidante Academia Medianoche parecía antes un castillo que un internado. Era fácil imaginar princesas encerradas en sus celdas, príncipes luchando con dragones en las sombras y brujas malvadas sellando las puertas con conjuros. Nunca antes le había encontrado menos sentido a los cuentos de hadas.

El viento cambió de dirección y trajo consigo una ráfaga entramada de voces. Las risas procedían del oeste, cerca del cenador del prado occidental. Estaba claro que se trataba de los que estaban celebrando la comida campestre.

Me arrebujé aun más en la chaqueta de punto y me adentré en el bosque, aunque no tomé el camino que se dirigía hacia el este, hacia la carretera, el mismo camino que había hecho esa mañana, sino el del pequeño lago que quedaba al norte.

Era muy tarde y todo estaba demasiado oscuro para ver algo, pero disfrutaba con el susurro del viento entre los árboles, el aroma vigorizante de los pinos y el ulular de los búhos, cerca de allí.

Llené los pulmones de aire y dejé de pensar en los que estaban de picnic, en Medianoche y en todo lo demás. Me abandoné al momento.

Segundos después, oí unos pasos cerca de mí que me sobresaltaron. Pensé que sería Taehyung, pero se trataba de mi padre, que se acercaba tranquilamente con las manos en los bolsillos por el mismo camino que yo había tomado. Sabía dónde encontrarme.

—Esa lechuza está cerca. Qué raro, tendríamos que haberla asustado.

—Seguramente huele una presa. No se irá si cree que puede caerle algo.

Como si quisiera darme la razón, un aleteo veloz estremeció las ramas por encima de nuestras cabezas y la silueta oscura de una lechuza se lanzó en picado hacia el suelo.

Unos chillidos espantosos nos convencieron de que un ratoncito o una pequeña ardilla acababa de convertirse en su cena.

La lechuza remontó el vuelo demasiado rápido para poder verla. Mi padre y yo nos quedamos mirando. Sabía que debía admirar las dotes de cazadora de la lechuza, pero no pude evitar sentir lástima por el ratón.

—Siento si te he parecido demasiado brusco —se disculpó mi padre

—. Eres una joven muy madura y no debería haber sugerido lo contrario.

—No pasa nada. Además, yo también he perdido los estribos. Ya sé que no vale la pena discutir lo de venirnos aquí. Al menos a estas alturas.

Mi padre me sonrió cariñosamente. —TN_, ya sabes que tu madre y yo jamás creímos posible que pudiéramos tenerte.

—Ya lo sé. Por favor, otra vez la charla sobre la «niña milagro» no.

—En cuanto apareciste en nuestras vidas, empezamos a dedicarnos a ti en cuerpo y alma. Tal vez demasiado. Y eso es culpa nuestra, no tuya.

—Papá, por favor.

—Adoraba a mi familia, solo nosotros tres ante el mundo

—. Te ruego que no hables de ello como si fuera algo malo.

—No, no es eso.

—Parecía triste, y por primera vez me pregunté si en realidad a él le gustaba este lugar

—. Pero todo cambia, corazón, y cuanto antes lo aceptes, mejor que mejor.

—Lo sé... y lo siento, es que todavía estoy haciéndome a la idea.

—Me rugieron las tripas y arrugué la nariz

—. ¿Puedo volver a calentarme la cena? —pregunté, esperanzada.

—Tengo la ligera sospecha de que tu madre puede haberse encargado ya de eso. Efectivamente. Pasamos una velada agradable. Decidí que más me valía pasármelo bien mientras pudiera.

Tommy Dorsey sustituyó a Glenn Miller y luego le llegó el turno a Ella Fitzgerald. Charlamos y bromeamos sobre cosas sin importancia: películas, programas de televisión y todo eso en lo que mis padres no perderían ni un minuto si no fuera por mí, aunque intentaron bromear sobre la escuela en un par de ocasiones.

—Vas a conocer a gente maravillosa —me prometió mi madre. Sacudí la cabeza pensando en Courtney. Apenas habían pasado unas horas y ya era una de las personas menos maravillosas que había conocido en toda mi vida.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo sé.

—¿Cómo? ¿Ahora ves el futuro? —me burlé.

—Cariño, no me lo habías dicho. ¿Y qué otras cosas predice la adivina? — preguntó mi padre, levantándose para cambiar el disco. El hombre seguía conservando su colección en vinilo

—. Me gustaría oírlo. Mi madre le siguió el juego y se llevó los dedos a las sienes como una gitana prediciendo el futuro.

—Creo que Bianca conocerá... chicos. El rostro de Taehyung apareció en mi mente y se me aceleró el pulso. Mis padres intercambiaron una mirada. ¿Es que mis latidos se oían desde la otra punta de la habitación? Tal vez era eso.

—Pues espero que sean guapos —bromeé.

—Pues yo espero que no demasiado —dijo mi padre, y todos nos echamos a reír: mis padres con ganas, yo tratando de ocultar las mariposillas que revoloteaban en mi estómago.

Me sentía extraña por no hablarles de Taehyung. Siempre les contaba todo lo que sucedía en mi vida. Sin embargo, Taehyung era diferente y hablar de él habría roto el hechizo.

Quería que Taehyung siguiera siendo un secreto por el momento, así podía guardármelo para mí sola. Quería que Taehyung me perteneciera solo a mí.


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