Ella {EDITANDO}

By Basileia_Alisa

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Su cuerpo se mueve ágil rodeado de la melodía desprendida de un piano, su corazón late en su pecho, sus recue... More

Prólogo.
Capítulo: 1
Capítulo: 2
Capítulo: 3
Capítulo: 4
Cápitulo: 5
Capítulo: 6
Capítulo: 7
Capítulo: 8
Capítulo: 9
Capítulo: 10
Capítulo: 11
Capítulo: 12
Capítulo: 13
Capítulo 14
Capítulo:15
Capítulo:16
Capítulo: 17
Capítulo: 18
Capítulo: 19
Capítulo:20
Capítulo: 21
Capítulo: 22
Cápitulo: 23
Capítulo:24
Capítulo:25
Capítulo:26
Capítulo:27
Capítulo:28
Capítulo: 29
Capítulo: 30
Capítulo: 31
Capítulo: 32
Capítulo: 33
Capítulo: 35
Capítulo: 36
Capítulo:37
Capítulo:38
Capítulo:39
Capítulo: 40
Capítulo: 41
Capítulo: 42
Capítulo: 43
Capítulo: 44
Capítulo: 45
Capítulo: 46
Capítulo:47
Capítulo: 48
Capítulo: 49
Capítulo: 50
Capítulo: 51
Capítulo:52
Capítulo: 53
Capítulo: 54
Capítulo: 55
Capítulo: 56
Capítulo: 57
Capítulo: 58
Capítulo: 59
Capítulo: 60
Epilogo.
Dos meses

Capítulo:34

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By Basileia_Alisa



¿Jugamos?

La pelota salió en la canasta con la misma facilidad con la que entró. Harry la cogió antes de que tocara el suelo, la votó para volver a lanzarla y cogerla en el aire nuevamente.

Aquella mañana de viernes, Harry, había decidido saltarse una de sus clases para irse a la cancha de baloncesto. Se había puesto un pantalón corto deportivo, era ancho, negro y le llegaba por las rodillas. Su perfecto torso lo cubrió con una camiseta de tirante blanca, también era ancha, y algo larga.

Cuando el timbre sonó Dafne salió corriendo de la clase de Biología. Corrió por los pasillos sin importarle a que o quien golpeaba con su enorme bolso colgando de su hombro derecho. Su piernas se movían metidas en aquel pantalón vaquero, ancho y roto, hasta que Emma se puso frente a ella y no la dejó seguir avanzando.

—Está en la cancha de baloncesto.

Sin que Dafne preguntara, la rubia le dijo el paradero de aquel buscaba. Trató de correr hacia allí pre Emma se lo impidió al agarrar con fuerza su brazo desnudo. Ambas se miraron, una sin expresión alguna en su rostro y la otra sonriéndole.

—Deberías entrar en el equipo de animadoras. — Dafne negó y corrió hacia la cancha de baloncesto.

Abrió las pesadas puertas y allí estaba Harry, tirando a canasta de nuevo. Comenzó a correr hasta él, dejando caer su enorme bolso por el camino, sintiendo como su pelo largo daba en su espalda.

—Harry. — gritó y el nombrado se volteó.

Antes de poder reaccionar él ya tenía sus manos colocadas a los costados de Dafne, sobre sus costillas, y a ella colgada de su cuello. Movió una de sus manos y pudo tocar la piel de Dafne, aquella que la camiseta ancha de tirantes no tapaba.

—Gracias. — comenzó a separase de él que se negaba a soltarla.

—Vas a tener que explicarme qué coño está pasando. — Dafne rio.

—Aprobé el examen de biología.

—ah eso, yo ya sabía que lo aprobarías.

La levantó del suelo y comenzó a dar vuelta con ella entre sus brazos mientras disfrutaba de su risa. Cuando la soltó, Dafne fue hasta la pelota abandonada y con ella entre sus manos miró a Harry. Ambos sonreían.

— ¿Jugamos?

Harry asintió y el juego comenzó. Era un juego extraño, un juego en el que no se respetaban las reglas, donde ganar consistía en ver reír al otro. Un juego al que ellos llamaron baloncesto, pero que no lo era.

"Eso es trampa" se quejó Dafne cuando Harry la cogió por la cintura. "También lo es correr con la pelota en la mano sin botarla y tu lo has hecho" le dijo mientras metía la pelota en la canasta.

—Yo puedo hacer trampa porque no conozco las reglas. — dijo Dafne cruzándose de brazos.

—Yo tampoco. — le contestó Harry acercándose a ella.

Harry dejó caer la pelota de sus manos y esta botó en el suelo sin que ninguno fuera a cogerla. Los brazos de Dafne dejaron de estar cruzados y los de Harry se enrollaron en la pequeña cintura de ella.

Lentamente los brazos de Dafne se posaron sobre los hombros de Harry. Sus labios se pegaron, temerosos de lo que sucedería cuando ya no estuvieran en contacto. Comenzó siendo un beso tímido y delicado, pero pronto la timidez se fu siendo sustituida por la pasión, la delicadeza siguió ahí.

Tal vez fue porque la delicadeza estaba allí, que cuando se separaron no pudieron evitar volver a unirse.

— ¿Me contaras porque no te la follaste?— preguntó Louis.

La arena fina y clara se metía en sus zapatillas deportivas, no eran capaces de aumentar el ritmo pero si mantenerlo, tal vez si no fuera porque iban hablando podrían correr con más velocidad.

Louis no terminaba de entender el motivo por el que Harry paró. Ella estaba dispuesta a seguir, Harry se lo contó, y desde que lo hizo trataba de entender a su amigo pero no lo conseguía, a pesar de saber que lo habitual en Harry con las chicas no era aplicable a Dafne.

Durante sus años de amistad habían aprendido mucho el uno del otro, Louis sabía que Harry era un monstruo con corazón, y Harry sabía era un payaso sin maquillar.

—Creía que ya habías dejado el tema.

Louis había entendido, y bastante antes que Harry, porque Dafne era tan diferente. Comprendió que con ella, Harry, fuera menos Harry.

—Es que no lo entiendo, besarla si, pero fallártela no, no a ella porque a una rubia que no conoces se la metes sin problema.

Harry dejo el rítmico movimiento de piernas que tenia, Louis lo imitó y miró la cara con la cual su amigo lo miraba, y no le gustó. Sus cejas estaban más juntas de lo normal, sus dientes apretados los unos con los otros tras la línea recta que formaban sus labios y sus puños ya formados a sus costados.

—Si no se me la metí a Dafne y a la rubia sí, es porque a Dafne la quiero, a la otra no. — gritó antes de volver a correr.

— ¡Eso no tiene ningún sentido!— le gritó Harry levantando sus brazos mientras lo veía correr.

Louis trató de volver a correr junto a Harry, pero no lograba alcanzarlo, corría cada vez más rápido, quería escapar, no de Louis, pero queria escapar, y Louis cansado de seguirlo decidió dejarlo escapar solo y cambió el rumbo, corrió hasta el piso de Harry y allí lo esperó.

Pasaron casi dos horas hasta que el dios griego quiso volver a casa. Louis ya se había dado una ducha, le había cogido, prestada, algo de ropa a Harry, sabiendo que no se la devolvería y se había acomodado en el sofá tras prepararse un sándwich y coger una cerveza.

Cuando Harry entró los pies de Louis descansaban sobre la mesa, su boca masticaba y su mirada no se despegaba de la televisión cuando Harry entró.

— ¿Qué coño haces aquí? ¿No tienes casa? ¿Y cómo has entrado?

—Me he hecho una copia de la llave. — Habló sin dejar de mirar la pantalla frente a él. — por cierto tienes que hacer la compra.

— ¿Llevas puesta mi ropa?

—Te la devolveré.

—Los dos sabemos que no lo harás. — dijo Harry comenzando a caminar hacia el baño.

El agua caía incasable tratando calmar la presión de aquellos músculos esculpidos, pero no servía. Harry mantenía sus músculos en tensión, mientras recordaba cada uno de los orgasmos que le regaló a la compañera de piso de Natalia.

No se sintió culpable, no se arrepintió de lo que pasó en aquel diminuto piso, no hasta que Louis se lo reclamó, entonces algo parecido a la culpa apareció.

Estuvo demasiado tiempo con sus las palmas de la manos apoyadas en la pared de la ducha y el agua cayendo sobre él, y cuando salió quiso volver a entrar, pero no lo hizo. Se vistió y fue a sentarse junto a Louis.

—No quiero que sea como las otras. — Louis lo miró.

—Supongo que hablas de Dafne y de las putas con las que te acuestas. — El de pelo rizado asintió. — Yo tampoco que quiero que sea como las otras. — dijo volviendo a mirar la televisión.

—Creo que por eso paré, porque no quiero tirármela y que se acabe todo.

Louis miró a su amigo mientras quitaba los pies de la mesa.

—Ahora empieza a tener sentido esto.

— ¿Enserio? ¡Porque yo no se lo encuentro! ¡Es una tía, solo una tía! No lo entiendo.

—Suele pasar con el amor.

Harry comenzaba a ver el amor de la misma forma que Louis siempre lo vio, como un juego sin reglas, donde cada uno puede hacer lo que quiera, todo menos decidir no jugar. Puedes tratar de huir, tal vez, solo tal vez tengas éxito, te puedes esconder, enfrentar al contrincante o unirte.

Harry había tratado de no jugar, pobre iluso, tenía la esperanza de poder decidir y no se daba cuenta de que el juego había empezado el día que la vio y ella no lo vio a él.



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