Capítulo: 7

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Curiosidad

Aquel lunes el sol brillaba orgulloso en ese cachito de cielo que cubría california. En los Ángeles las nubes no quisieron ser vista así que, inteligentes ellas, no aparecieron. Y todo lo que pudieron ver los habitantes de esa ciudad al mirar hacia el cielo que les cubría era el sol brillando en el celeste de los cielos. A Dafne aquel color pintado en lo más alto le resultaba relajante y muchísimo más entretenido que lo que su profesora de biología le contaba. Así que, desde aquel asiento perdido al final del aula se dedicaba a mirar aquel celeste en el cielo.

Cuando el timbre anunció el fin de la clase, la mayoría de los alumnos se apresuraron a coger sus libros y salir del aula sin mirar atrás, seguían su camino. Dafne se lo tomó con calma eso de cambiar de clase pues no tenía prisa alguna por entrar en matemáticas. Emma si se apresuró en coger sus cosas, pero no en salir del aula. Se acerco hacia Dafne segura de sí misma, como siempre.

—Tenemos que hablar.

Dafne miro aquellos ojos tan azules como el mar y terminó de colgar su bolso negro en su hombro. Esas palabras eran nuevas, Emma nunca antes se las había dicho. Ellas no solían tener conversaciones largas, nunca eran largas pero ese "tenemos que hablar" parecía gritar que Emma pretendía hablar más de unos segundos como era habitual en ellas.

—Ahora mismo tenemos clase. — Dijo Dafne mientras empezaba a avanzar hacia la puerta.

La rubia le siguió y cuando estuvo lo suficiente cerca de ella, ya en el pasillo, tiró con fuerza de su brazo haciendo que Dafne se girara y la mirara. A Harry no le gustó nada la acción de la rubia, y dominado por un impulso avanzó con prisa por aquel pasillo, casi vacío, hasta las dos muchachas. La rubia seguía sosteniendo con fuerza el brazo de Dafne cuando Harry llegó a ellas.

—Suéltala ahora mismo. — El odio acompañaba a cada una de sus palabras.

Emma miró hacia su derecha para dar con el dueño de aquella penetrante voz, Harry estaba allí, atravesándola con la mirada, matándola despacio y dolorosamente en su mente. Asustada soltó el brazo que agarraba y dio un paso hacia atrás alejándose de Dafne. La mirada de la chica despeinada iba de Harry a Emma y de Emma a Harry sin entender la situación en el que se encontraban. Mucho menos entendía el enfado de aquel que rápidamente se colocó delante de ella dejándola detrás de su fornida espalda. Quiso tacar los músculos frente a ellos, quietar del medio la tela que los tapaba, pero no lo hizo.

—Lárgate.

Emma no necesitó nada más que aquella palabra para huir de allí. Harry nunca fue de su agrado, el muchacho estaba de muy buen ver Emma era consciente de ello, como también lo era de los peligros que lo rodeaban a él y a todo aquel que estuviera cerca de él. Mentiría si dijera que nunca tubo curiosidad por saber más de aquel que muchos consideraban un mostro. Aquel para él cual ninguna chica de aquel instituto era lo suficiente buena como para estar en su cama. Aquel que se dedicaba amedrentar a todo aquel que se le cruzara en su camino. Un camino difícil, que ya había aceptado como suyo y no trataba de abandonar.

Emma no era la única a la que la curiosidad por aquel ser semejante a un dios picó. A todos le había picado en algún momento después de todo era lo normal, Harry no era como los demás, él parecía venir de algún otro mundo, un mundo en el que fue rey de la tortura y experto en el dolor. Como a todos a Dafne también le picó la curiosidad, no porque pareciera proveniente de un mundo cruel y despiadado donde el reinaba. Le picó por la oscuridad que sus ojos claros guardaban, por el dolor que le corrompía, por esos labios suyos que nunca sonreían, por su risa silenciada y su alma que aún podía ser salvada.

Harry miró de una manera fugaz a Dafne antes de desaparecer por pasillo. Fue cuando dejó de verlo cuando recordó que estaba en el instituto y que tenia clase de matemáticas, así que corrió hasta aquella clase. Cuando la jornada de clases termino y todos se marchaban a casa Dafne esperó a la rubia cerca del elegante coche rojo que esta poseía. Cuando la rubia estuvo junto a su coche y sin compañía Dafne se acerco a ella.

— ¿Vienes sola o traes a tu guardaespaldas?

Emma habló sin molestarse en girarse para mirar a la que estaba a su espalda. Abrió su coche y dejó caer un par de libros dentro.

—No sé lo que pasó. — La rubia se giró a mirarla. — Ni siquiera sé de donde salió.

—Mira imbécil, no me caes bien pero tampoco mal y además tengo la esperanza de que me digas que sí este año asique, yo solo quería decirte que te alejaras de él.

— ¿Qué sabes de él?— preguntó Dafne apretando el asa del bolso que colgaba de su hombro.

—Que es peligroso estar cerca de él.

Ahí terminó la conversación, Emma subió a su coche y con prisa comenzó a conducir. Dafne se quedó allí mirando como aquel coche rojo se alejaba de ella, con miles de preguntas en su cabeza y la curiosidad por saber algo de aquel dios expulsado del Olimpo creciendo.

Harry conducía camino su piso de lujo cuando vio a la figura de Dafne avanzar en dirección contraria, entonces cambió el rumbo, dio un volantazo cuando no debía hacerlo y acabó conduciendo lentamente junto a la chica que caminaba a casa. Dafne miró el coche junto a ella. Vio como la ventanilla del conductor se bajaba y por ella se asomaba Harry.

—Puedes recoger eso que tienes por coche cuando quieras. — Y sin más dio otro volantazo para cambiar el sentido de nuevo y hizo que el vehículo se alejara con prisa.

Esa misma tarde fue en busca de su coche, se podría decir que lo echo de menos, al igual que echo de menos conducir en el hasta la playa y que la esperara mientras ella bailara. Dafne no era de cogerle cariño a las cosas pero a aquel coche, pequeño y viejo, le había cogido cariño, muy probablemente por quienes fueron sus dueños antes de pertenecerle a ella. Entró en el taller y como siempre estaba invadido por los ruidos propios de cualquier taller así como de ese olor mezcla de gasolina y aceite.

Harry salió de debajo de un coche, una vez más su pecho estaba desnudo y cubierto de una fina capa de sudor que lo hacía brillar. Había alguna mancha en sus brazos y manos y su pelo estaba recogido en una pequeña coleta. Lo primero que vio aquel ser de cuerpo perfecto cuando salió de debajo del coche que ya casi tenia arreglado fueron las inconfundibles zapatillas negras de puntera blanca de Dafne. Su mirada fue subiendo por los pantalones desgastados de la chica y por su jerséis burdeos dos tallas más grandes que la que su cuerpo tenía hasta llegar a su rostro. Su perfecto rostro estaba enmarcado por el pelo oscuro que caía sobre los hombros de Dafne, sus ojos abiertos miraban a Harry allí tumbado frente a ella, sus labios rojizos se mantenían pegados.

Harry se levantó de aquella tabla con ruedas, cogió el trapo que descansaba sobre el coche que arreglaba y limpió la grasa de sus manos en este.

—Vienes a por él trasto ese tuyo ¿no?— Dijo mientras andaba. Dafne lo seguía.

—Coche, es un coche.

—Pues aquí lo tienes. — Dijo señalando el pequeño escarabajo azul. — No sé cuánto durará, la verdad no creo que mucho.

Harry abrió la puerta del conductor del pequeño vehículo, del interior cogió las llaves que acto seguido le entregó a Dafne. Las cogió y miró atenta los ojos verdes de Harry mientras que decía " dile a Henry que mi padre se pasará a pagarle" y sin una palabra más la muchacha se subió a su coche y comenzó a conducirlo.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora