Capítulo:16

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La playa

Era jueves y hasta el momento Harry no se había dejado ver por Dafne. El muchacho se había metido en alguna que otra pelea que, aunque había salido victorioso, le habían dejado alguna que otra marca en su piel. También había salido de caza. Empezó el domingo, continuo cazando el lunes y ya que estaba también el martes, para terminar. Cada mañana se despertaba con una chica desnuda en su cama diferente. Cada mañana echaba de mala manera a la chica cazada la noche anterior. Pero el jueves se despertó solo en la cama, la noche del miércoles no quiso ir de caza.

El miércoles decidió tomarse una tregua en eso de salir de caza y quedarse en casa. Así que el jueves llego puntual al instituto y no tres horas tardes como el resto de la semana. A la clase de historia no quiso ir. A donde sí que quiso ir fue a la cafetería en la hora del almuerzo. Con su bandeja de comida en sus manos caminó seguro a la mesa, la mesa compartida. Con la fuerza y la seguridad que no había tenido durante la semana se sentó delante de Dafne. Esta jugaba entretenida con los guisantes de su plato y no lo miró. Supo que alguien se sentó frente a ella y dedujo quien fue, pero aquel guisante al que hacia rodar con el tenedor la tenía fuera de aquella cafetería.

—Dafne.

Harry trató de llamar la atención de la muchacha, esta había escuchado perfectamente su nombre pronunciado por los labios que una noche beso pero no dejó de hacer lo que hacía con el tenedor y el guisante. Lo ignoró y Harry probó otra vez sin tener suerte. Así que perdiendo toda la fuerza y seguridad con la que se sentó estiró su brazo y sujetó, con delicadeza, la mano que agarraba el tenedor. Dafne le miró.

— ¿Estás bien?— Harry, soltó la mano de Dafne quien asintió y volvió a dedicarse a jugar con los guisantes. —No pareces estar bien.

—Y a ti qué. — Habló sin mirarlo. — Déjame en paz.

A Harry no le gustó nada aquellas palabras. Quiso levantarla de la silla agarrando con fuerza su delicado brazo, estamparla con la pared más cercana y gritarle, gritarle hasta hacerla temblar, hasta que se arrepintiera de haberle hablado así.

Esa hubiera sido la reacción normal, lo hubiera hecho con cualquier otra persona o si hubiera sido una persona del sexo masculino, le hubiera golpeado hasta que su víctima no se hubiera podido levantar del suelo. Pero era Dafne y con ella todo era diferente. Así que apretó los puños todo lo que pudo al igual que las mandíbulas e hizo su mejor intento de tranquilizarse antes de hablar.

—Tengo una buena noticia. — Dafne lo ignoró. — Tu coche está arreglado.

Levantó la cabeza, dejó el tenedor en la mesa y miró los ojos verdes de Harry. El de pelo rizado esperaba la reacción de la chica, no dejaba de mirarla, sabía que algo iba mal.

—Ya era hora.

— ¿Qué coño te pasa?

Harry gritó a todo pulmón al mismo tiempo que golpeó la mesa con sus dos puños bien apretados. Dafne saltó asustada en la silla y miró fijamente a Harry. El muchacho se esforzaba por dejar de apretar los puños y cuando lo hizo habló.

—Lo siento. — Se disculpó y él nunca se disculpaba. —Pero reconoce que no me lo estás poniendo fácil.

—Vale, lo reconozco. — Esas palabras hicieron a Harry reír.

—Bien ¿Qué te toca ahora?— Preguntó él.

—Biología. — Respondió ella poniendo mala cara.

—Ven conmigo. — Dijo Harry mientras agarraba la mano de Dafne y tiraba de ella.

Dafne corría tras el definido cuerpo de Harry porque no le quedaba otra, era arrastrada por él a lo largo del pasillo. Se pararon en la puerta, la enorme puerta tras la cual estaba la calle. Ambos se miraron, Harry sonreía y Dafne solo miraba los ojos del de pelo rizado.

— ¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa.

Volvió a tirar de ella, volvió a tirar de Dafne hasta llegar a su coche negro. Ambos se miraron antes de entrar en el vehículo. Una vez dentro Harry condujo por lo que parecieron horas. Los dos iban en silencio mientras el coche iba por una carretera cercana a la playa. El olor del mar entraba por sus fosas nasales pero no lo veían y tampoco lo escuchaban, solo lo olían. La ventanilla del conductor estaba abierta, el aire entraba impaciente para jugar con su pelo rizado. Llevaba puestas sus gafas de sol y a través de ella miraba al frente cuando de vez en cuando desviaba la vista hacia ella.

Ella llevaba los ojos cerrado y su pelo recogido en una coleta desecha, como siempre. Abrió los ojos cuando reconoció el olor a mar y miró como su dedo índice pulsó el botón que hizo que la ventanilla junto a ella bajara. Primero sacó su mano derecha por el hueco en la puerta, después dobló el brazo derecho posándolo sobre el borde de la ventanilla, siguiendo colocan el brazo izquierdo sobre el derecho para después apoyar su cabeza en ellos y cerrar los ojos. Sentía como el aire le daba en la cara, le acariciaba. Abrió los ojos y vio el mar, sonrió mientras levantaba la cabeza y ya no estaba en contacto con sus brazos. Harry sonrió al verla sonreír.

Habían dejado sus zapatos en el coche y se dedicaban a caminar por la orilla del mar. El vaivén del agua del mar mojaban sus pies, la brisa bailaban con sus cabellos y el mar les cantaba solo a ellos dos. Se habían ido a la playa más lejana para que el mar solo les cantara a ellos dos. Se acabaron por sentar en la arena, lejos de la orilla, y se dedicaban a mirar el baile del océano y al sol brillando feliz en lo alto del cielo celeste despejado de nubes.

— ¿Qué te pasa?— Preguntó Harry sin mirar a Dafne.

—No quiero hablar de eso. — Ella tampoco le miró al contestar.

No se dieron cuenta del tiempo que pasaron allí sentados mirando el horizonte cuando se miraron de golpe. Sin planearlo, se miraron. Miraron cada milímetro del rostro del otro. Pensando que el rostro que miraban era perfecto, sus ojos brillaron y Dafne, tímida, fue acercando su rostro al de Harry. Debía alejarse. Se lo habían ordenado, a Dafne le dieron aquella orden. Pero hay órdenes que no se tienen que obedecer y Dafne había decidido que alejarse de Harry era una de esas órdenes. Así que siguió acercándose. Sus rostros estaban cerca, muy cerca, y antes de poder pensarlo Harry besó a Dafne. No fue Dafne quien empezó a besar, no, esa vez fue Harry que echaba de menos el exquisito sabor de los labios de Dafne y la besó cuando ella se acercó.

Ni él ni ella tuvieron suficiente con aquel beso que Harry empezó y la necesidad de respirar terminó. Y volvieron a besarse, esta vez ambos empezaron el beso. Las manos de Harry viajaron al rostro de Dafne, sujetaba su cara con delicadeza. Era la cara de Dafne así que la sujetaba con delicadeza. Las manos de Dafne fueron al cuello de Harry. A esos dedos les encantaba enredarse en los pelos que tapaban la nuca del de ojos verdes. Sus lenguas habían empezado una conversación a la que ellos no estaban invitados. Mientras ellas hablaban ellos callaban lo que no entendían y pasaba dentro de sus pechos.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora