A Positivo

By julesrvl

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Llevaba cuatro meses desaparecida. ¿La ironía? Es que no recordaba cómo había pasado todo. Cómo me había olvi... More

Parte uno.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Recuerdo uno.
Siete.
Ocho.
Nueve.
Recuerdo dos.
Diez.
Once.
Doce.
Trece.
Recuerdo tres.
Catorce.
Quince.
Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Diecinueve.
Parte dos.
Veinte.
Veintiuno.
Veintidós.
Veintitrés.
Veinticuatro.
Veinticinco.
Veintiséis.
Veintisiete.
Veintiocho.
Veintinueve.
Treinta.
Treinta y uno.
Treinta y dos.
Treinta y tres.
Treinta y cinco.
Treinta y seis.
Treinta y siete.
Treinta y ocho.
Treinta y nueve.
Cuarenta.
Cuarenta y uno.
Epílogo.
NO LEER SI NO LLEGASTE AL EPÍLOGO.
Kale...

Treinta y cuatro.

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By julesrvl

Sabía que Byron y Kale me estaban siguiendo. Luego de gritar inconscientemente la furia hacia mi hermano, había escuchado sus voces y sus pasos a la distancia.

¿Y qué querían que crea? Las palabras de Byron me habían dolido muchísimo. Las había sentido como si me clavaran un puñal en el corazón. Lo mismo que Kale. ¡Él había intentado matarme!

Dejé de correr y jadeé por la falta de aire. El cielo se estaba despejando dejando a la vista un color celeste puro. No llovería más, y eso me parecía fascinante. No tenía lugar donde dormir, no tenía ropa para reponer, nada. Aunque la desventaja del buen tiempo, era que este pueblo tenía mucha humedad. Debía alejarme de ahí lo más rápido posible, o terminaría muerta en un intento de escape.

Ahora mi único plan era destruir la base de datos (la cual estaba a millas de aquí) y poner de mi lado a todos los vampiros que pueda.

Así que mi única opción ahora era hacerle dedo a los coches que pasaban por la carretera.

Di un paso adelante quitándome un mechón de pelo de la cara, extendí mi brazo y levanté el pulgar. Un Jeep Willys, del color de un tanque de guerra, frenó a mi lado. Examiné con lentitud al conductor, quien era un joven de veintitantos años y me subí con cierta desconfianza.

―Querida, yo no tengo rumbo alguno. ―dijo con la mirada concentrada en la carretera. Lo miré alzando una ceja y bufó― Es decir, puedo ir hacia donde tú quieras.

―Si te pido ir a Nebraska, ¿me llevarías? ―abrió los ojos como platos y frenó el coche de golpe.

―¡Tardaríamos tres días! ―exclamó y me sobresalté― No tengo nada de dinero para la gasolina, ni para la comida, nada.

Volqué los ojos.

―Por favor. ¿Cómo te llamas?

―Dante. Dante Spausky. ―sonrió estrechando su mano con la mía.

―Soy Cassandra Dawson. ―contesté esbozando una sonrisa. Agradecí que Dante no haya abierto los ojos como platos, ni me hubiera asesinado. Él era un simple humano y me encantó― Escucha, Dante. Tengo todo bajo control. Tú conduce hacia Nebraska.

El joven pisó el acelerador y retomamos la marcha. Dante tenía el tanque lleno y nos alcanzaría hasta la siguiente estación de servicio, dentro de seis horas. El aire chocaba contra mi rostro y maldije por no haber esperado a otro coche con techo. El jeep era un vehículo nada apropiado para usar en pleno invierno. Habíamos salido del pueblo y dejamos atrás la humedad, lo que significaba que ahora mis ojos se derretían del frío. En realidad, todo mi cuerpo lo hacía.

―¿Qué edad tienes? ―pregunté sosteniéndome de un caño a punto de salirse. Al parecer, Dante y el Jeep habían hecho Rally Dakar antes de encontrarse conmigo. Lo que tampoco tenía el coche, eran los cinturones de seguridad.

―Diecisiete. ―silbé sorprendida― No digas que aparento más años, por favor. Todo el mundo lo dice.

Alcé las manos a la altura de mi cabeza.

―Iba a decirte lo contrario. ―bromeé y él negó con la cabeza riendo― ¿Por qué dicen eso sobre tu edad?

Se encogió de hombros.

―Desde que atropellé a esa mujer... ―abrí los ojos como platos y volvió a reír― Bien, desde que mi hermano mayor murió tuve que asumir responsabilidades. Éramos sólo nosotros dos. Comencé a trabajar, me compré esta chatarra y ando haciendo viajes gratis por la carretera.

―Wow. ―espeté― Y... ¿cómo murió tu hermano?

Dante tragó saliva. Creo que fui muy directa.

―Perdona, Dant...

―Vampiros. ―comentó con seriedad. Cerré mi boca al instante y lo observé con detenimiento. No encontré ni un rastro de gracia en sus ojos y caí en la cuenta de que hablaba en serio― No me crees, ¿verdad?

―No es eso, claro que te creo. ―podría fingir no saber nada de ellos, ¿no?― Pero... ¿cómo sabes que fueron vampiros?

Me miró incrédulo.

―Íbamos viajando hacia nuestra casa. Él se bajó del coche a abrir el portón y ¡BAM! Un hombre vino y le clavó sus colmillos. ―apretó con fuerza el volante del Jeep y temí por nuestras vidas― Yo estaba dentro. El vampiro se alejó apenas me bajé gritando. Es más, lo perseguí, y realmente me preguntaba por qué no me había lastimado.

―Siempre misteriosos... ―mascullé cruzándome de brazos con ira. Dante frenó el coche y me di la cabeza contra el parabrisas. Me sostuvo del brazo antes de que me caiga y me miró frunciendo el ceño.

―¿Qué dijiste?

Tragué saliva nerviosa. Creí que no lo había escuchado.

―He visto series y películas... ―comencé a decir pensando cuidadosamente las palabras― y los vampiros siempre se hacen los misteriosos. ¿No es así?

El morocho negó con la cabeza retomando la marcha.

―Esto no es una serie ni una película, Cassandra. Es la vida real. ―ya lo sé. Me encantaría que sepas que lo sé.

(...)

―Quédate aquí. ―le dije a Dante bajando del Jeep. Él miró el marcador de gasolina y le quedaba muy poco. Suspiré y agregué:― No te preocupes. Me encargaré yo.

―¿Puedo bajar?

―Sólo para ir al baño. ―mordí mi labio inferior― No querrás ver lo que haré.

Hipnotizar a los empleados.

―He visto muchas de esas escenas.

Alcé una ceja, divertida.

―¿Qué te hace pensar que haré eso que tienes en mente? ―se encogió de hombros y caminó a mi lado.

―Dijiste que lo tenías todo bajo control.

―Pero no de esa manera. ―murmuré empujando la puerta de cristal del shop. Me aseguré que Dante se haya metido al baño y giré la cabeza hacia el mostrador donde un joven alto de gorra naranja masticaba chicle.

Él estaba mirando su celular, así que aproveché y me dirigí a las góndolas. Tomé una botella de agua de tamaño pequeño, la abrí y puse un poco de efedra en ella. Bebí un trago y sentí que me quemaba. Genial. Guardé la botella en mi mochila y luego tomé una gran cantidad de galletas, bebidas y snacks.

Caminé hacia la caja y el joven me vio venir. Sonreí y él también lo hizo. Leí en la placa de su atuendo naranja su nombre, Phillips.

―Bien Phillips, tú me darás todo esto ―señalé lo que llevaría― gratis.

Su sonrisa se ensanchó aún más. Di un paso adelante y lo miré fijamente a los ojos. Debería salirme, tenía que salirme.

―Vas a dejar que lleve toda esta comida sin pagarte ni un centavo. ―susurré captando toda su atención. Phillips retrocedió chocándose contra el estante donde reposaban las tazas de porcelana, y una por una cayó al suelo. Me apresuré a guardar todo y salí corriendo hacia el Jeep de Dante. Él no estaba allí y maldije todo lo que pude.

Corrí hacia el baño y lo encontré mirándose al espejo. Bufé tomándolo del brazo y lo arrastré hasta el coche con toda la velocidad del mundo.

―¡Hey! ―exclamó pisando el acelerador. Lo ignoré sin apartar los ojos del autoservicio donde había hipnotizado al cajero. Aunque no podía afirmar con certeza que lo había hecho.

Tenía muy en claro que aquella escapada nos había salido mal.

Unos kilómetros más adelante, el Jeep comenzó a emitir sonidos extraños y fruncí el ceño mirando a Dante. Él bufó tomándose la cabeza con las manos.

―El Jeep se quedó sin gasolina. ―masculló.

―Oh, mierda. ―respondí. Había olvidado la gasolina.

―No me digas que la olvidaste.

Bajé de un salto y pensé qué podíamos hacer. La carretera estaba oscura y sólo se iluminaba cuando un coche pasaba.

Hasta que unos gruñidos llamaron nuestra atención.

―¿Qué demonios...? ―comenzó a decir Dante confundido. Los lobos estaban rodeándonos y no había escapatoria. Mi corazón se aceleró y tragué saliva nuevamente. El morocho se escondió a mis espaldas pero negué con la cabeza.

―Tienes que apartarte. Van a hacerte daño.

―¡A ti también!

―¡Hazme caso! ―él bajó la mirada y se alejó unos cuantos pasos. Regresé la mirada hacia los lobos que no paraban de gruñir y extendí los brazos a la altura de sus cabezas. Apreté los ojos con fuerza, decidida. Si no me salía bien, pues todo mi sacrificio había sido en vano. Y si lo lograba...

Ya tenía la venganza servida. 

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