Veintisiete.

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Sentía que el tiempo se me acababa más rápido de lo normal. Habían pasado ya tres días desde que estábamos durmiendo en el Hospital y por suerte no tuvimos ningún ataque de nadie: ni de científicos, ni vampiros, ni lobos.

Kale comenzaba a agonizar y cada vez más seguido, estaba perdiendo sus fuerzas y temía que en poco tiempo muriera. Le daba un día más y yo no había podido conseguirle la cura.

Mientras investigaba el Hospital en busca de medicación o algún otro tipo de cosa para calmar aunque sea un poco la fiebre de Kale, me había encontrado con una pila de papeles sobre un escritorio. Era de día y la claridad se colaba por las ventanas. A decir verdad, el edificio estaba totalmente limpio y no emanaba nada de terror, así que supuse que hace poco tiempo había sido deshabitado.

Tomé una hoja y comencé a leerla. No era nada interesante ni referido a lo sobrenatural de nuestras vidas, sólo un antiguo expediente de algún humano con...

Con una hemorragia cerebral.

Fruncí el ceño y me senté en una silla detrás del escritorio. Observé el cielo y luego mi reloj, 10:00 AM. Todavía tenía tiempo, y no podía dejar pasar algún dato que sea importante.

Lunes, 10 de Agosto de 2015.

Frederick Johnson padece una hemorragia cerebral luego de un intento de transfusión de sangre. Hace ya dos meses sucede esto y es imposible evitarlo.

Atentamente, Holland Riggs.

Ahogué un grito, abriendo los ojos como platos. Miré a mí alrededor de una forma estúpida, ya que nadie podía escucharme, y me volví a concentrar en la hoja. El tal Frederick iba a convertirse en un vampiro luego de la transfusión de sangre. Si yo me convertí a mediados de Junio... eso significaba que el joven era uno de los casos fallidos.

Comencé a buscar más expedientes, pero no había ninguno. Me tiré exhausta sobre la silla y recorrí con la mirada la enorme estantería que tenía aquél doctor en su oficina. Resultó ser, que ese "doctor" era Riggs, y supuse que los libros era lo que menos le importaban en ese momento.

Entrecerré los ojos leyendo el título de uno de ellos. Descrucé los brazos y caminé hacia la estantería. Lo saqué de su lugar y pasé la mano sobre la tapa quitándole la fina capa de polvo que tenía.

Híbridos. Todo lo que no sabes de ellos. ―leí en voz alta. Me reí de mí misma por haber leído el título como un representante de propagandas y abrí leyendo con detenimiento la primera página.

No había nada interesante y comencé a pasar las páginas hasta que una me llamó la atención. Era un párrafo bastante largo, y resaltado con marcador.

Pero había dos oraciones que llamaron mi atención y lograron erizar mi cuerpo entero.

"Todo híbrido es capaz de salvar a ambas especies por las que está hecho. Y si el enemigo lastima, el enemigo tendrá la sanación."

Abrí los ojos como platos. No podía ser cierto. ¿Aquello que me había tomado un día y medio, estaba pura y exclusivamente en un libro?

Me maldije por haber sido tan estúpida. Tomé el libro y un par de jeringas por si acaso. No tenía la respuesta envuelta con moño, pero de algo que estaba segura era que yo misma...

Era la cura al vampirismo.

Y que los lobos mismos eran su propia cura.

Bajé las escaleras corriendo ya que los ascensores no funcionaban. Grité el nombre de Byron unas veinte veces y como nadie contestaba, corrí con más velocidad.

Vamos Byron... contesta...

Llegué al primer piso donde estábamos acogiéndonos los tres. Pero al ver aquella escena, lo único que deseé fue correr y regresar a mi lugar.

Había dos lobos frente a mí. Busqué con la mirada a mis compañeros, pero no alcancé a encontrarlos, ya que dos vampiros cayeron del techo con una sonrisa tétrica en sus rostros. Los animales que antes me gruñían, ahora lo hacían con sus dos enemigos.

―Van a tener que dejar de lado sus ganas de asesinarme, porque ellos los asesinarán a ustedes.

―¿Qué mierda dices? ―preguntó uno de ellos. Era de ojos verdes y alto, muy alto. Llevaba una gorra en su cabeza y no pude distinguir su color de cabello (si es que tenía). Suspiré sacando con cuidado una de las jeringas de mi bolsillo. Ésta era mi oportunidad de probar que los enemigos eran la cura a sus daños.

―Son lobos, Harrison. ―dijo el otro, asustado. Lo miré alzando una ceja― Fueron diseñados para asesinarla a ella, pero Holland Riggs modificó todo y ahora matan vampiros.

Regresé mi mirada hacia los lobos. Ya no había lugar para retroceder y lo único que se podía esperar era que los animales se tiraran sobre nosotros.

Entonces, Byron silbó y los lobos se voltearon hacia él. Comenzaron a gruñirle y aproveché para clavar las jeringas en su cuello, mientras éstas se llenaban de su sangre.

―¿Qué haces? ―preguntó con desesperación Harrison. Lo ignoré mientras Byron le disparaba en la cabeza a uno de ellos. No había visto morir a ninguno jamás y cuando estuvo a punto de hacerlo, me sobresalté. Emitió un sonido metálico, como si de la voz de un robot se tratara. El otro animal, se giró hacia el vampiro más petizo y clavó sus dientes en el cuello de éste― ¡Andy!

Apreté los ojos con fuerza antes de que Harrison lo asesinara cortando su cabeza.

Me aseguré de que ambas jeringas estén en mis manos. Mi hermano me miró frunciendo el ceño y se secó el sudor de su frente con la manga de su chaqueta.

Caminé hacia Andy, quien agonizaba en el suelo. Me agaché a su lado y observé la mordida del lobo.

―¿Qué haces? ―preguntó nuevamente su compañero. Byron se me adelantó y plantó un puñetazo en su nariz, logrando que el preguntón trastabille.

―Hazme el favor de callarte. ¿De acuerdo? ―le dije. Él asintió con la cabeza y se sentó en el suelo. Armé la inyección nuevamente y suspiré antes de clavarla con sutileza en el medio de la mordida. Andy gimió de dolor y yo me aseguré de haber descargado toda la sangre en su cuerpo.

―¿Cassie? ―gritó Kale desde la otra habitación. Le dirigí una mirada de urgencia a Byron, quien salió corriendo. Regresé mi atención hacia la herida, y me sorprendí de lo rápido que los tejidos cicatrizaban. La cura de los lobos era la sangre de ellos.

Andy se recompuso al instante y su compañero me observaba con los ojos abiertos como platos. Me levanté y caminé hacia Kale, quien temblaba. Estaba pasando por las últimas etapas de la mordida: la hipotermia.

Inyecté la otra jeringa en su muñeca y se mordió los labios para no gritar en cuanto lo hice. Ésta vez, la cicatrización tardó mucho más tiempo.

―Lo encontré. ―sonreí besando la frente de Kale. Byron estaba sorprendido al igual que los demás.

―¿La sangre de los lobos es la cura de su mordida? ―preguntó Andy y asentí con la cabeza.

―¿Vas a asesinarme ahora?

―Claro que no. Has salvado mi vida.


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