Treinta y tres.

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―Arriba, Kale. ―dije levantando al castaño del suelo. Desde que Holland Riggs se me había aparecido en el incendio del coche, había tenido terribles dolores de cabeza y no recordaba nada que se remontara hacia horas atrás. Mi compañero estaba sollozando en el suelo con un arma en sus manos y abrí mis ojos como platos― Mierda hermano, ¿qué has hecho?

―Cassie... Cassie...

―Sí, ¿qué hiciste con ella? ―pregunté nervioso. No la veía desde que el coche ardió en llamas. Y si lo había hecho, no lo recordaba. Pero esperaba que sea la primera opción. No quería ni pensar que mi hermana estaba muerta.

―¡Intenté matarla! ―gritó disparando hacia el cielo. Lo cubrí por un buen rato hasta que la bala cayó en mi pie― Intenté matarla, porque tú me lo pediste.

Fruncí el ceño retrocediendo lentamente.

―¿Qué?

―Anoche, mientras dormía. Viniste y me dijiste que la asesinara. Que mi vida sería mejor sin ella. ―se calló apenas escuchamos un grito de mujer. "¡Qué han hecho contigo, hermano!". Miré a Kale y salí corriendo hacia la dirección de donde provenía la voz. Al llegar al lugar, nadie estaba allí. Pero no cabía duda que había sido Cassandra.

Kale apareció rengando a mis espaldas y apoyó una mano en mi hombro. Observé su pierna vendada y levanté la mirada hacia sus ojos. Él estaba mirando hacia el lugar donde minutos atrás, nuestra chica había desaparecido.

―Ricitos de oro, lamento decir que ambos fuimos hipnotizados.

(...)

Kale bebió de mi sangre para poder curarse de su pierna ya que realmente era un dolor en el trasero tenerlo quejándose todo el tiempo.

Creía que su sangre humana rechazaría la mía, pero no fue así. Era como si su parte sobrenatural nunca hubiera existido y me imaginé a mí siendo uno de ellos.

No es que amara ser vampiro porque sinceramente lo odiaba, pero ya me había acostumbrado a serlo. No me veía sentimental, sin la fuerza y la velocidad que yo tenía ahora. Ser vampiro se había convertido en un estilo de vida para mí.

Moví la cabeza disipando aquellos pensamientos de mi mente. Miré a Kale ahora caminaba sin problemas. Sabía que se sentía culpable sobre lo que le había hecho a mi hermana, pero no había sido su culpa. Yo lo había hipnotizado, porque el primer vampiro del mundo me había hipnotizado a mí.

Además, Cassandra estaba viva. Eso era lo único que debía importarnos.

Con el paso de las horas, ambos pudimos recordar completamente todo. Después de la explosión, Holland Riggs me había escondido en una pequeña choza que se cayó a pedazos con la tormenta, y me había obligado a asesinarla a Cassie. Pero como sabía que eso sería imposible, me pidió también que hipnotizara a Kale. De los tres él era el más débil y no pondría resistencia a la efedra.

―¿Y ahora? ―preguntó mi compañero con las manos guardadas en los bolsillos de sus pantalones negros y me encogí de hombros.

―Cassandra me dejó en claro que quería estar sola. ―afirmé acomodándome el gorro de lana que tenía en la cabeza― Así que ayudaremos en la distancia.

Kale soltó una carcajada que resonó en todo el bosque.

―¿Haciendo qué? ―soltó con indiferencia. Mordí mi labio inferior hasta que brotó la sangre de él. Me coloqué frente al castaño e intenté controlarme.

―Tu comportamiento humano me está dando ganas de ―puse dos de mis dedos en su cuello y desvié la mirada― clavarte mis colmillos. ¿Podrías tomarte algo en serio? Cassandra corre el peligro de morirse sola. Por eso, pondremos a todos los vampiros de nuestro lado para protegerla desde lo lejos.

―Eso no servirá. ―continuó caminando pero lo tomé de la camiseta y lo estampé contra un árbol. Él gimió al caer al suelo y lo ayudé a levantarse― ¡Oye, Byron!

―Salvaremos su vida cueste lo que cueste. ¿De acuerdo? Estás a tiempo de echarte para atrás. ¿Quieres proteger a tu novia? ―me miró extrañado― Sí imbécil, a simple vista la tratas como si lo fuera.

Kale esquivó mi mirada por un buen rato. Eché a reír a carcajadas y continuó caminando. Esta vez, se lo permití y lo seguí hablando en voz alta.

―Dejemos el teatro y hablemos seriamente. ―continué tan sólo para hacerlo rabiar. Sabía que le incomodaba hablar de este tema y bueno, a mí también. Pero nunca estaba de más molestar al idiota que está tras tu hermana― ¿Ustedes dos... ya...?

Kale gritó lanzándome un puñetazo. Recordó que no tenía la misma fuerza que yo, y se volteó con furia.

―Es un sí o un no. No pido más que eso.

―No.

―¿Aún no han ―pensé en algo que hacían siempre― hablado?

―Vete al infierno.

―Hey, hey. ―repuse borrando la sonrisa de mi rostro― Soy el que puede terminar con cualquier relación de mi hermana. Deberías respetarme.

Reprimí una carcajada y continuamos caminando hasta que dos personas cayeron de uno de los árboles más grandes del bosque. Me paré en seco al ver que los dos eran vampiros y escondí a Kale detrás de mi espalda.

―Me haces ver como un marica. ―masculló y lo ignoré.

―¿Quiénes son ustedes? ―les pregunté al hombre y a la mujer que teníamos en frente.

―Soy Ainee. ―dijo la pelirroja. Parecía de veinte o veintiún años, igual que yo. Sus ojos eran negros y no supe distinguir si eran de ese color o porque no tenía encendido el estúpido interruptor de la humanidad― Él es Blad, mi hermano.

―Ambos son vampiros. ―observó Kale estúpidamente. La pelirroja lo miró de pies a cabeza con las cejas en alto y sonrió.

―Y tú un humano. Estamos muy hambrientos. ―contestó ella. Me giré y levanté la manga de la camisa del castaño dejando a la vista su muñeca. Con el paso del tiempo me había acostumbrado a controlar la sed de sangre, pero no era inmune, claro. Mi amigo me miró con los ojos abiertos como platos.

―No lo permitirás, ¿verdad? ―me susurró. Miré a los dos vampiros y les entregué la muñeca de Kale― Byron, dios mío.

―Qué agradable eres, Byron. ―dijo Blad. Sentía que el pulso de Kale se aceleraba y más ganas de clavarle mis colmillos me daban.

―No te harán daño. Tengo más fuerza que estos dos. ―lo tranquilicé. Ainee frunció el ceño.

―¿Cómo sabes eso? ―preguntó ella.

―Un vampiro de la segunda o la primera generación no se presenta tan rápidamente. Creo que ustedes necesitan clases. ―mascullé con firmeza.

Ainee enseñó sus colmillos pero su hermano la calmó, interponiéndose entre nosotros. Extendió su brazo pidiéndome que no me ponga loco. Solté el brazo de Kale, quien instantáneamente se alejó bajándose la camiseta.

―¿Dónde está la chica? ―preguntó Blad.

―Ella se fue. ―contesté firmemente. Ainee apartó a su hermano y quiso clavar su mano en mi pecho, pero lo hice yo con ella. Blad abrió los ojos como platos y negó con la cabeza― Si tú matas a mi hermana, mataré a la tuya.

―De acuerdo. ―dijo el morocho― Hagamos un trato.

―¿Cuál? ―habló Kale― ¿Dejas que matemos a tu hermana así tú encuentras a Cassie?

―Cá...lla...te maldito humano. ―masculló Ainee haciendo fuerzas para hablar.

―No. Nosotros cuidaremos de tu hermana, pero tú nos enseñarás las tácticas de un vampiro. ―sonreí tomando el corazón de Ainee entre mis manos y ella se desesperó― Por favor. Prometemos hacerlo. Tú eres más rápido que nosotros, puedes alcanzarnos y asesinarnos en dos minutos.

―Puedo hacerlo en menos tiempo.

―Como sea. Pero suéltala. ―la solté y ella cayó al suelo. Estreché mi mano con la de Blad y sonreí apretándola con fuerza.

―Trato hecho.


A PositivoWhere stories live. Discover now