Dieciocho.

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Kale y yo observamos a Cassandra perderse en el pasillo. No dijimos nada, porque hoy de seguro no era su día y ella estaba furiosa. Tomé un cigarro de mi bolsillo y le compartí uno a Kale, quién lo rechazó. Me encogí de hombros y decidí que sería mejor ir afuera antes de que venga el director a regañarme.

Levanté la mirada al cielo gris y bufé. Desde que llegamos a Dakota del Sur no tuvimos ni un maldito día soleado. ¿Karma? Podría ser. Le di una calada al cigarro y solté el humo en círculos. El castaño se sentó a mi lado en el pasto y ambos nos miramos a los ojos. Esto era realmente incómodo.

―¿Quién crees que envía las cartas? ―le pregunté para cortar la tensión. Kale echó a reír dando por entendido que iba a preguntar lo mismo y bajó la mirada negando con la cabeza. Iba a contestar pero fue interrumpido por una voz chillona.

―Yo también pienso lo mismo. ―habló Ryan con dos jeringas en sus manos. Me levanté al mismo tiempo que Kale y clavé el cigarrillo en su cuello haciéndolo gemir de dolor, pero al voltear fuimos sorprendidos por Riggs y Jon clavándonos aquellas jeringas que tenía el castaño. Mis piernas se adormecieron al instante al igual que cada parte de mi cuerpo. Sentí que caía sobre los brazos de Holland y mi mundo quedó en penumbras.

(...)

Abrí los ojos mientras caía en la cuenta de que estaba atado a una silla. Ya ni sentía mi trasero y bufé al ver a Ryan con su repugnante sonrisa arruinando su rostro. Muchos dirían "decorando su rostro", pero en mi caso esto era diferente. Ryan era un ser humano desagradable.

Vi una sombra a sus espaldas y la esperanza creció en mí. Tenía la misma altura que Cassie y por los pequeños rayos de luz que entraban por las paredes, pude notar que el color de su cabello era el mismo.

Dio un paso adelante y mis expectativas cayeron por la borda, una vez más. Aquella persona que tenía frente a mis ojos no era nada más ni nada menos que mí adorable melliza: Megan.

La fulminé con la mirada e intenté librarme de aquellas sogas que no me dejaban fluir mi sangre muerta. Ella echó a reír y me lanzó un vaso de efedra en la cabeza. Grité y maldije todas las malas palabras habidas y por haber. Ésta zorra me las pagaría pronto.

―¿Qué pasa, campeón? ―bromeó Ryan. Lo escupí logrando que nuevamente una jarra de efedra líquida caiga sobre mi cabeza. Pensé en mi hermana menor: no quería que la atrapen y la lastimen de la misma forma que a Kale y a mí.

Eso es, ¿dónde está Kale?

Giré mi cabeza y lo encontré sentado a unos tres metros de mí con el cuello roto. Regresé la mirada hacia el mundano y sonreí antipático.

―¿Por qué le rompieron el cuello a mi querido cuñado? ―pregunté. Megan alzó las cejas sorprendida― Oh, ¿tú no lo sabías? Qué pena que tu hermana menor le cuente cosas bastante íntimas a su hermano que lo conoce hace siete meses.

―Vete al infierno Byron. ―masculló tirándose sobre una silla. Ryan dio tres pasos hacia adelante y tensé la mandíbula.

―Él insultó a mi padre. ―murmuró con la mirada perdida. Estaba hipnotizado. Fruncí el ceño.

―¿Y tu padre es...?

―Holland Riggs. ―respondió mi hermana por él. Tosí y comencé a reír a carcajadas.

―¡Tu propio padre te hipnotizó! ―grité muerto en carcajadas. El humano me dio un puñetazo logrando que salga sangre de mi nariz y no se cure al instante como siempre sucedía. Seguramente era un efecto de la inyección.

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