Joshifer: "...a very differen...

By laurwrence

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Colección de one-shots sobre Josh Hutcherson y Jennifer Lawrence. No tienen un orden cronológico. More

Berlín
Pillow talk
87,1 millas
Bienvenida
Frágil
Home, sweet home
A broken promise (I)
A broken promise (II)
Easter eggs
Liam's wedding
Del verbo querer
Miedos
Inevitable (I)
Inevitable (II)
New York City
Sunday morning
Unexpected
Little peanut
Our first time
Farewell
Twelve O'Clock
Swear words and Lies
Us against the world
A little chaos

Kentucky rain

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By laurwrence

Ese día en Kentucky diluviaba. Las gotas de agua caían en abundancia mientras chocaban contra el tejado y provocaban el ruido relajante que me encantaba escuchar por las noches antes de dormir. Observé cómo las nubes opacas de un color gris oscuro decoraban el cielo a través de las ventanas de la cocina, recubiertas de infinitas chispas de agua. Pensé que lo describiría como el típico día dónde lo único que te apetece es estar en el sofá con una manta y una buena película. Pero nada de eso, nada de tranquilidad. Imposible con todo lo que tenía encima.

Bufé desesperada al divisar todas las cajas de cartón que había a mi alrededor. Pippi había estado mordiendo una de ellas y la había dejado hecha un desastre. Volví a taparla con la cinta aislante puesto que ahí se encontraba parte de mi ropa y la tenía que llevar arriba. La verdad es que sólo quedaban unas siete cajas de la mudanza pero aún las tenía esparcidas por toda la planta inferior de la nueva casa. Y es que tenía tan poco tiempo que me era imposible organizarme de manera efectiva. Al menos las habitaciones principales estaban perfectamente colocadas, a excepción de mi ropero en dónde solamente se encontraba la poca ropa de mi marido.

Al coger el vaso de plástico rosa con leche con cacao y el paquete de galletas, escuché una pequeña risa que provenía del salón. Rápidamente llegué al lugar del dulce sonido y la busqué con la mirada para ver qué era aquello que le hacía tan feliz. Sonreí al divisar dos coletas rubias con ondas naturales cerca de una de las sillas de la mesa. Se apoyaba sobre la superficie del asiento con una de sus diminutas manos para aguantar el equilibrio y así poder llegar a su destino.

Nunca me cansaría de observarla. Inquieta, alegre, coqueta y nerviosa. Justo como yo a su edad, según mi madre. Intentando correr de un sitio para otro, con su juguete favorito en la mano. No lo soltaba aunque de vez en cuando se lo llevaba a la boca, simplemente para calmar el dolor de la encía. Los dientes le estaban empezando a salir y era algo que ni le dejaba dormir. Por eso todas las noches, la pasábamos a nuestra cama para que pudiera descansar tranquila en nuestros brazos. Al menos en ese día lluvioso no lo estaba pasando tan mal con el dolor porque no cogió ni una vez el mordedor helado que le calmaba. Vi como tiró el juguete al suelo ya que le estaba estorbando y volvió a su ingenioso plan.

Acababa de despertarse de la siesta y ya estaba provocando un huracán en el salón de casa. A veces se entretenía con las cajas de la mudanza y las abría y cerraba sin parar haciendo que la cinta aislante se despegara. Para ella era lo más divertido del mundo mientras yo sufría por si se hacía daño con el cartón. Intenté explicarle más de una vez que aquello no se podía hacer, pero era incluso más cabezota que yo. Pocas veces se enfadaba y pocas veces lloraba, sin embargo era tan testaruda que a veces se me hacía imposible lidiar con ella. Un carácter intranquilo muy parecido al mío, según Josh. Aunque estaba segura de que yo era más fácil de impresionar que ella.

Cuando dejé su merienda en la mesita y la llamé para que se acercara, ella se iba paseando por la alfombra intentando seguir el ritmo de la cola de Driver sin hacerme caso. Aquel era su objetivo, aquella parte del animal que se movía de un lado para otro a causa de la excitación. Al ver que no conseguía lo que quería ya que era muy difícil para ella, hizo un gesto de enfado frunciendo el ceño que me recordó bastante a su padre. Sonreí cuando vi que corrió torpemente hacia a mí para abrazar una de mi piernas. Señaló a nuestro animal y en sus labios se formó un pequeño puchero.

"Cariño, deja descansar a Driver. Lo tienes agotado." susurré poniéndome a su altura.

Coloqué bien su sudadera azul cielo sin capucha, porque ella las odiaba, y subí sus mallas para que estuviera más cómoda, metiendo su camiseta interior dentro de éstas. Llevaba las mismas Adidas que un día Josh nos regaló a ambas, de color blanco y algunos detalles azul pastel. Aunque la única diferencia es que las suyas eran sin cordones debido a su número diminuto de pie.

"¿Quieres una?" dije mientras cogía una de las galletas de chocolate y me la llevaba a la boca.

Negó con la cabeza moviendo las coletas. Decidí que aquello había pasado a ser el mejor manjar del mundo y produje ruidos con la boca como si tuviera la sensación de estar comiendo algo realmente bueno. El plan funcionó y llamé su atención. Así que no tardó en coger la misma galleta que tenía en mi mano. Podía tener un carácter difícil pero era muy manejable y con cualquier cosa la convencíamos al instante.

Llevó la galleta a su boca y se alejó de mi pierna para comenzar a caminar de nuevo en dirección a su amigo. Más que morderla, la chupeteaba y después, la masticaba con lentitud haciendo que su baba cayera por un extremo de sus comisuras. Con los dedos manchados, acarició a Driver que la miraba con ojos de clemencia. La verdad es que el pitbull tenía bastante paciencia con ella, no obstante sabía que nunca podría hacerle nada porque Driver tenía un cierto instinto protector con ella. Éste le olisqueó la mano pero se apartó rápido cuando fui a cogerla y llevarla al sofá para limpiarle las manos y la boca con las toallitas húmedas de bebé.

"Daive, mami daive..."

"Driver, sí. No puede comer chocolate, le hace daño."

"¿Pupa?" preguntó llevándose una de sus manos a la barriguita.

"Exacto." respondí orgullosa mientras le acercaba el vaso para que bebiera la leche con la pajita.

Juliet era igual de sabia que su padre. A pesar de su corta edad no hacía falta explicarle ciertas cosas porque ella misma lo entendía a su manera siempre de forma correcta. Y eso era lo que más nos sorprendía. Era un regalo ver como cada día aprendía y hacía algo nuevo.

Como esa misma mañana, cuando intentaba ponerse las botas rojas de agua al ver que llovía fuera y uno de los juguetes de Pippi y Driver se mojaba en la terraza. Observé cómo intentaba abrir la cristalera como si fuera una puerta normal, es decir, empujando hacia fuera. Hasta que ella misma se dio cuenta de que lo hacía mal, entonces la empujó hacia uno de los lados. Tal y cómo se abría ésta para llegar al patio. Sonreí mientras me tomaba el café orgullosa de lo lista que era. Obviamente no llegó a abrirla porque el cerrojo estaba echado y tampoco tenía la suficiente fuerza. Al final la única que se tuvo que mojar era yo porque no me había dejado tranquila hasta entrar el dichoso juguete.

Josh no paraba de enviarme mensajes o de llamarme por teléfono para preguntarme por ella. Estaba en Los Ángeles trabajando así que hasta la madrugada no llegaría. Se había ido hacía un día y ya lo echaba tanto de menos que dolía. Desde que tuvimos a la niña todo se me hacía más cuesta arriba y sabía que sin Josh no podría hacerlo sola. Dejé durante un tiempo el trabajo y aplacé los proyectos en cuanto me quedé embarazada. Siempre había querido ser madre y quería dedicar mi tiempo completo a Juliet. Josh trabajaba de productor en algunos proyectos con su madre pero poco más. Según él, el único proyecto que le interesaba en estos momentos era nuestra hija y yo. No obstante no podía dejar que rechazara grandes oportunidades sólo por querer cuidarnos. No estaba sola, tenía a mi familia a unos treinta minutos de casa. Mis padres y Michelle a partir de ahora me ayudarían más al tenerlos más cerca.

La idea de mudarnos fue un hecho al ver que Juliet podía comenzar la guardería dentro de poco. Al principio de su nacimiento nos negamos y esperamos a que fuera algo más grande, así que nos quedamos en Los Ángeles. No obstante, después de un par de años, nos encontrábamos en la casa de nuestros sueños. Hacía dos semanas que habíamos hecho la mudanza oficial, aunque con la niña teníamos que ir lentos puesto que nos robaba la mayoría del tiempo. Es por eso que aún teníamos algunas cajas con los objetos menos importantes, como libros, discos y otras chorradas. Lo único imprescindible era el ropero que faltaba por acabar.

Y mi ropa. Sólo de pensarlo me daba una pereza terrible.

La tarde pasó bastante rápido ya que mi hermano Ben se acercó para hacernos una visita. Sabía que estaba sola con la niña así que trajo a mis preciosos sobrinos. Al ver a Bear, Juliet se puso como loca. Estaba enamorada de su primito mayor. Theo estaba enorme y también sentía debilidad por su prima pequeña de cabellos parecidos al suyo. Rizos de ondas naturales y rubios como el sol.

Juliet tenía una mezcla de ambos. Se parecía a mí al ser rubia pero la verdad es que cada vez me recordaba más a Josh. Sus ojos eran más verdes que los de su padre pero tenían la misma forma, almendrados y con unas pestañas largas. Físicamente podría tener más semblanza conmigo pero los gestos y la forma de moverse eran de Josh. Sus piernas regordetas con pliegues eran igual que las de su padre, con un culo respingón que mordía cada vez que la cambiaba. Tenía una pequeña mancha de nacimiento que le había salido como una reacción alérgica por el pañal. Estaba situada justo al lado de su ombligo, aunque ahora no era tan grande como al principio.

Las manos y los pies eran igual que los de su padre, también sus brazos gorditos que hacían que se le formara una estrecha línea entre la muñeca y el antebrazo. Me daban ganas de darle un mordisco cada vez que la sujetaba en brazos y me rodeaba el cuello con sus diminutos dedos.

Podría proclamarme como una adicta oficial de mi propia hija.

Y Josh, bueno. A Josh se le caía la baba con ella. Sabía que era la niña de sus ojos y a mí se me caía el alma a los pies al verlos a ambos cuando estaban juntos. Eran mi vida, mi pura felicidad. No pude evitar que una lágrima se me cayera aquel medio día, mientras Juliet intentaba explicarle a su padre a través del teléfono que lo extrañaba mucho. Sus palabras no fueron exactamente esas porque Juliet aún no se expresaba con facilidad. Aunque su padre la había entendido perfectamente y le respondió rápido con un 'Yo te extraño más, mi vida.'

Los dos eran unos exagerados porque sólo llevaban veinticuatro horas separados, pero los entendía. Nuestra hija tenía cierta debilidad por Josh. Era su payaso particular, el que la tenía consentida casi la mayor parte del tiempo. Todo lo que su padre decía era un hecho y nadie podría llevarle la contraria. Lo defendía a capa y espada cuando yo le recriminaba alguna cosa. Muchas veces se ponía celosa cuando le veía dándome un beso. Le reclamaba que ella también quería uno de su padre tan guapo. Yo me hacía la indignada y ella se reía sin parar cuando conseguía que su padre la cogiera en brazos y repartiera lengüetazos por sus mofletes.

Y así todos los días.

Los días más felices de mi vida.

Mi hermano decidió quedarse a cenar con los pequeñajos y después, mientras yo acostaba a Juliet ya que se estaba durmiendo por los rincones, él recogía la cocina. Al acabar se despidió y se marchó dejándome sola. Aún era temprano así que decidí reorganizar y guardar las cajas que faltaban de la mudanza. No podía ser tan vaga con eso, tenía que acabarlo sí o sí.

Después de guardar todo y quedando una sola caja con mi ropa, decidí que lo haría al día siguiente ya que esa la tenía que subir al piso de arriba y tenía miedo de despertar a la bella durmiente. Me dejé caer en el sofá muerta del cansancio y encendí la televisión para ver algún capítulo antiguo de Keeping up with the Kardashians.

...

No sabía si estaba soñando pero noté como unos brazos me levantaron del sofá y me llevaron hacia su torso robusto para cogerme con más fuerza.

Supe de quién se trataba nada más acercar mi nariz a la tela de su camiseta. Incluso a una distancia de cientos de kilómetros, podría saber quién era. Inhalé y expiré un par de veces para encontrar la paz que estas últimas horas había echado tanto en falta.

Ronroneé algo que ni yo misma entendí y me aferré más a su cuello para no caerme. Aún con los ojos cerrados, mi marido depositó un beso sobre mi cabellera cuando subíamos las escaleras. Sonreí perezosa aunque todavía no era consciente de que ya había vuelto. Seguramente me habría dormido en el sofá esperándolo y ya era la madrugada. Al entrar a la habitación, me recostó sobre la cama y comenzó a desabrochar mis jeans. No sé si lo hacía para torturarme pero sus movimientos eran demasiado lentos. Fruncí el ceño al ver que descendía la prenda con cierta calma y escuché una de sus risitas burlonas que me hacían temblar. Sólo eché un vistazo para ver su rostro, habían pasado demasiadas horas sin verle. Abrí uno de mis ojos y vi como se perdía bajo la cama para coger los pantalones del suelo.

Me apoyé en los codos sobre el colchón y esperé a que se incorporara. Al hacerlo, me miró sorprendido pero satisfecho.

"Sabía que estabas despierta..." murmuró mientras doblaba mis tejanos y los dejaba en el sillón individual de color gris.

"Bueno, ahora me haré la dormida para que sigas desvistiéndome como lo estabas haciendo." hice un puchero que sabía que lo debilitaba.

Dicho y hecho, me dejé caer para atrás y volví a la posición en la que estaba. Cerré los ojos y comencé a reír al escucharlo carcajear tapándose la boca para no despertar a Juliet, que tenía como un sexto sentido cuando sabía que su padre se encontraba cerca.

"Jen, no hace falta que te hagas la dormida. Lo hago encantado igualmente."

"Ah vale, pues entonces nada."

Abrí los ojos y Josh ya se encontraba sobre mí. Sus piernas rodeaban mi cintura y sus manos estaban puestas cerca de mi pecho. Desabrochaba los botones de mi camisa con torpeza y con la misma lentitud que antes. Eso era injusto y sabía lo mucho que me hacía perder la cordura.

"No sabes lo que me gusta que te pongas mi ropa..." susurró en mi oído.

Se me había olvidado que la camisa de cuadros que llevaba era de él, pero me gustaba cómo me quedaba ya que se veía holgada. Además, a mí también me gustaba ponerme su ropa. Era cómoda y ancha y lo mejor de todo, el aroma de su piel incrustado en la tela.

"Y a mí que me la quites..." dije mientras me levantaba para darle un acceso mejor al momento de quitarme la prenda.

Aún seguíamos como al principio. Como adolescentes que se buscan y se encuentran en cualquier sitio. Que se necesitan desesperadamente, como el aire para poder respirar. Era un poco patético pero era una necesidad básica en mi vida. El haber tenido una hija no había cambiado nada de todo aquello. Josh seguía poniéndome igual de boba nada más rozarme con una de su manos.

Nada más escuchar lo que dije, me besó acercándome aún más a él. Me encontraba en ropa interior bajo su cuerpo y le pedía a gritos con mis manos inquietas que se quitara la camiseta y los pantalones en seguida. En una de las caricias, me paré justo donde cinturón y metí uno de mis dedos dentro de los pantalones, justo donde se encontraba el botón. Reí al notar su erección bajo mi dedo y él suspiró nervioso sobre mi boca.

"Entiéndelo, te he echado de menos..."

"Josh, no han pasado ni dos días."

"¿Y te parece poco?" murmuró mordiéndome el labio inferior.

Negué con la cabeza cuando llevé mis manos a su pelo para despeinarlo mientras me besaba sin control. No tardé mucho en desnudarlo y llevarlo dentro de las sábanas para que me tocara de todas las formas posibles y me hiciera suya toda la noche si era posible.

Justo cuando luchaba contra el broche del sujetador negro, escuché un ruido proveniente de la puerta. Me aferré a su espalda pensando que era Pippi o Driver, sin embargo no tardé en percibir una cabellera rubia que me hizo saltar de la cama de golpe. Me puse rápidamente la camiseta de Josh y di las gracias al ver que aún llevaba las bragas negras de encaje puestas.

Juliet se frotaba los ojos con sus rizos despeinados, como tantas noches había aparecido a los pies de nuestra cama. Todavía no había hallado el cuerpo de su padre bajo las sábanas ya que estaba parcialmente dormida.

"Mami...boca, duele musho."

Debí de imaginarlo.

"Ven, cariño."

La sujeté y la abracé para que a Josh le diera tiempo de ponerse los bóxers.

"Mira quién ha venido..." susurré en su oído mientras le acariciaba el pelo.

Juliet abrió más sus ojos cuando vio a Josh tras de mí. Abrió la boca y subió a la cama para tirarse a los brazos de su padre. Josh no paraba de darle besos por todo el rostro y la niña reía sin parar.

"Hola princesa..." murmuró mientras la cargaba y la llevaba a su pecho.
"Te he echado mucho de menos."

"¡Papi!" lo abrazó ella escondiendo su rostro en el hombro izquierdo de Josh.

"Vaya, le has quitado todo el dolor que tenía hace unos segundos." dije mientras me colocaba dentro de las sábanas y sonreía como una tonta.

Mientras Juliet le intentaba explicar a Josh que sus primos habían venido esa misma tarde, yo me acomodaba a su lado y los miraba embobada. Josh estaba recostado sobre el cabezal y rodeaba con el brazo a Juliet que se encontraba en medio de los dos. Después de varios minutos de conversa, decidí que ya era hora de dormir.

"Mami, aquí... papi." dijo mientras se tumbaba y se aferraba al cuerpo de su padre.

Puso sus manos justo donde el tatuaje del costado de Josh y lo resiguió con sus pequeños dedos, como si lo estuviera dibujando.

"Está bien..." murmuré dándole una ojeada a Josh mientras me miraba con una sonrisa burlona.

Sabía perfectamente que lo que habíamos empezado lo íbamos a terminar mañana. Le guiñé el ojo coqueta y me acerqué para besarle en los labios. Intenté que durara algo más de lo que había deseado pero mi hija se interpuso en mi camino, estirándome de la camiseta para que volviera a mi sitio.

"Juliet, tu mami quería darme un besito de buenas noches." dijo Josh mientras le acariciaba la cabeza.

Ella asintió y cerró los ojos cuando su padre le dio un beso en el moflete.

Al ver que la respiración de nuestra hija ya se había tranquilizado, supe que había caído en un profundo sueño. Miré a Josh esperando a que se levantara y cogiera a nuestra hija para llevarla a su habitación. Pero nada de eso sucedió. Me incorporé mejor para ver el cuerpo de mi marido que ya dormía con unos ronquidos sonoros, pero no molestos, que escapaban de sus finos labios. Observé por último momento la imagen de mis dos personas favoritas en el mundo agarradas como si tuvieran miedo de despegarse.

Me tumbé, cerré los ojos y me concentré en los sonidos que me envolvían.

La respiración de mi hija, acompañada del ritmo de la de su padre y por supuesto, las gotas de la lluvia que chocaban contra el tejado de nuestro aún nuevo hogar.

Con la composición de aquellas tres perfectas melodías, no tardé en caer en los brazos de Morfeo.

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