Kathery y el Único Chico de l...

By ClaudiaaCS

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- Tú... -comienzo a hablar con la respiración entrecortada, sin saber que decir en realidad-. Tú... - Yo... Y... More

Sinopsis.
Capítulo 1: El Milagro.
Capítulo 2: Ethan.
Capítulo 3: No hay pájaros en el alambre.
Capítulo 4: Podía sentir tu mirada.
¡Feliz Año Nuevo!<3
Capítulo 5: Carlos.
Capítulo 6: No dejes que las pesadillas ganen.
Capítulo 7: Yo no soy tu enemiga.
Capítulo 8: No hables mientras masticas.
Capítulo 9: Tu rendimiento fue lastimoso.
#PGP2016
Capítulo 11: No sé qué demonios está pasando.
Capítulo 12: No te preocupes, no te violaré.
Capítulo 13: Nos van a encontrar.
Capítulo 14: Portate bien, Kathery.
Capítulo 15: ¿Qué fue lo que hiciste?
Capítulo 16: Quita esa cara de chiquilla imbécil.
Capítulo 17: Tiene cara de conejo asustado.
Capítulo 18: Haces cosas terribles y eres una persona peor.
Capítulo 19: Golpeas bien para ser una niña.
Capítulo 20: Tienes una chica mala dentro tuyo.
Capítulo 21: Palabras son palabras.
Capítulo 22: Es tan culpable como las demás.
Capítulo 23: No podrías estar más equivocada.
Capítulo 24: Los ojos de esa mujer estaban vacíos.
Capítulo 25: Aquí nada se soluciona, Kath.
Capítulo 26: Te quiero... Te quiero mucho.
Capítulo 27: Esta no es la manera en la que quiero acabar.
Capítulo 28: ¿Y cuál es el plan, entonces?
Capítulo 29: Lo lamento tanto.
Capítulo 30: He hecho algo imperdonable, Kath.
Capítulo 31: ¿Cómo pudiste hacerme esto, Milagro?
Capítulo 32: Mejor que te lo diga él.
Capítulo 33: Solo me puedo culpar a mí.
Capítulo 34: Ojalá este proyecto de mierda me lo permita.
Capítulo 35: Un milagro las hizo cambiar de opinión.
Capítulo 36: Y yo no sabía...

Capítulo 10: Tiene que ser idiota o unineuronal.

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By ClaudiaaCS

¡Gracias por leer!<3

Capítulo dedicado a HadassHernndez ¡gracias por tu apoyo! :*


Si hay algo que deteste más que hacer ejercicio, es hacer tarea. Tonta, torpe, estúpida tarea. Es lo más tedioso del planeta. Si la escuela no es para dormir, entonces el tiempo libre no es para hacer tarea.

―Quiero golpear a mi maestra en la cara ―refunfuño.

―Golpearla no hará que dejes de tener tareas. No seas floja, castaña.

Ruedo los ojos. ¿Desde cuándo le dio por decirme castaña?

―Disculpa, señor Existencia Desconocida, ¿alguna vez te encargaron tareas? ―le pregunto y él sonríe perezosamente sin responderme―. Entonces no opines.

Le doy la espalda con la intención de seguir completando el código genético para encontrar la dichosa mutación. Llevo dos horas, noventa y ocho renglones y aún no la encuentro. Y antes de esto completé otras tareas. Siete horas seguidas de mi vida que nunca serán recuperadas. Estoy apunto de rendirme.

―Si no duele, no sirve ―susurro para mí misma.

―Entiendo que sea tu primer año, pero ni en la Universidad, ni en la vida entera hay descansos. Tendrás que acostumbrarte.

―Ya lo sé ―replico de mala gana―. Quejarme me ayuda a desahogarme. Me quejo porque quiero y puedo, ¿tienes algún problema con eso?

El chico levanta las manos en señal de paz y aprieta los labios. Buena decisión.

―Oye, ―interrumpe la concentración que había reanudado―, Kathery, oye...

― ¿Qué quieres?

―Necesitas un descanso ―dice, como si no lo supiera.

―No voy a descansar, entre más rápido acabe, mejor.

―Sí vas a descansar ―me contradice y puedo escuchar la sonrisa en sus labios―, y hasta te vas a divertir.

― ¿Qué planeas? ― Alzo las cejas con genuina curiosidad.

Su sonrisa se ensancha y se levanta de la cama, para dirigirse hacia mi ventana, deslizar las persianas y abrir ésta sin vacilar.

― ¿Qué estás haciendo? Alguien podría verte ―Me paro rápidamente y lo alcanzo, dispuesta a cerrar la ventana de nuevo.

― ¿Sabes qué hora es, Kathery? ―pregunta, a la vez que toma mi muñeca para evitar que cumpla mi intención.

―No lo sé, ¿las diez? ―contesto sin el menor interés.

―Son las dos y media de la madrugada. ―Un brillo raro pasa por sus ojos y los míos se abren como platos. ¿Tan tarde es?

―Vaya, el tiempo se me pasó volando ―comento sorprendida.

― ¿Sabes lo que eso significa?

― ¿Un café cargado y una futura cruda del sueño, más un terrible humor irritante por la mañana?

―Significa libertad, Kathery.

Desde qué conocí a Ethan, sus ojos no han expresado más que indiferencia y dolor, una que otra vez. Pero en este momento, su mirada transmite adrenalina, emoción y euforia. Parece prometer un montón de cosas. Resulta incluso escalofriante verlo con esa expresión en el rostro.

―Vamos a salir.

― ¿Estás bromeando, cierto? ― La sorpresa e incredulidad se apoderan de mi rostro y no puedo evitar soltar una ridícula carcajada.

Él me guiña un ojo pero no responde. Acto seguido, se trepa en mi ventana y salta. Así como lo leyeron, simplemente salta. La respiración se me atasca en la garganta y me asomo con el Jesús en la boca para asegurarme que esté bien. Ethan está de cuclillas y se levanta sin el menor esfuerzo. Gira hacia mi posición y sonríe como loco.

― ¡Es tu turno, castaña!

Tiene que ser idiota o unineuronal si piensa que voy a saltar.

―Estás loco ―respondo cruzándome de brazos.

Él me mira como si me tuviera en la palma de su mano y pudiera hacer que haga lo que él quisiera. Eleva una ceja y sonríe de lado, también cruzándose de brazos.

―No seas cobarde, aquí te atrapo yo. ―Suelto una carcajada.

―Sí, claro. Y después se te rompen las extremidades.

― ¡Vamos, Kathery! ¿Cuándo volveremos a tener una oportunidad así?

―Uhm, ¿mañana a las dos y media de la madrugada? ―Él frunce el entrecejo con molestia.

―Anda ya, deja de poner excusas que me hago viejo aquí.

― ¡No quiero y ya, superalo! ―Él suspira.

―Kathery, sólo por esta noche, deja de seguir las reglas. Tu casa no se moverá, tu madre no despertará, nadie sabrá que hay unos chicos rondando por la calle. ¿Quieres, sólo por hoy, tomar la libertad que te ofrezco, castaña?

Debo admitir que ese fue un discurso demasiado persuasivo. Sobre todo porque usa la palabra libertad. Aunque, honestamente, no sé qué es lo que ésta implica o significa siquiera. Tal vez deba descubrirlo esta noche. Suspiro un poco asustada por la altura y me dispongo a saltar por la ventana.

―No pienses, sólo hazlo ―dice Ethan en un tono insistente. Y le hago caso. Sólo salto.

Cuando me doy cuenta, estoy sobre mis pies en el césped, mientras Ethan me agarra de la cintura.

―Dije que te atraparía. ―Me guiña un ojo. No soy consciente de si lo que dice es verdad, pero da igual, el punto es que ya estoy aquí.

― ¿Entonces qué sigue? ―pregunto deshaciendo su agarre.

―Vamos. ―Comienza a caminar y le sigo el paso. Pasamos por el vecindario, por el parque de la siguiente cuadra y finalmente nos detenemos frente a la heladería.

―Si querías un helado, pudiste pedirlo cualquier día y te lo habría traído de regreso de la Universidad.

― ¿Y dónde queda la libertad? ―Al igual que en mi habitación, se trepa por la ventana y la abre, para después saltar dentro del local―. ¿Sabor, señorita Likson?

―Chocolate ―contesto inmediatamente desde el otro lado de la pared.

― ¿Sólo uno? No seas aburrida.

―Bien, ya. ―No puedo evitar sonreír―. Chocolate, malvavisco y fresas con plátano.

―Buena elección.

― ¡Y ponle chispitas de chocolate!

Pasan unos minutos y el chico regresa conmigo, sosteniendo ambos conos tamaño jumbo llenos de tanta azúcar que ya puedo sentir la energía insana. El suyo tiene de vainilla, chocolate y algodón de azúcar.

― ¿Lista para la siguiente parada?

∞∞∞∞∞∞∞∞

― ¡Oh por Dios, estamos en un parque de diversiones!

¿Pueden creer que, en mis dieciocho años de vida, jamás había visitado la feria de la ciudad? Mi madre nunca pudo llevarme de niña, pues siempre estaba ocupada. Y durante los siguientes años, simplemente no surgió la ocasión. ¿Quién diría que la primera vez que lo visitaría sería con un chico, a las tres de la mañana?

Tal vez ya lo dedujeron ustedes mismos, pero en caso de que no lo hayan hecho, debo comentar que no hay medidas de seguridad ni nada parecido en la actualidad. Debido a la escasa población con la que contamos y la situación de posible extinción que hemos vivido por más de cien años, la confianza se volvió vital entre nosotras. No hay alarmas, ni cercas electrificadas, ni sensores de movimiento. Fueron retirados hace más de medio siglo. Sólo las hay en lugares importantes como las oficinas oficiales de Gobierno o el Hospital. Por lo tanto, no tenemos problema alguno cuando entramos corriendo al parque y nos dirigimos inmediatamente a la montaña rusa.

Siempre quise subirme a una. ¡No puedo esperar!

― ¿Estás lista? ―pregunta él cuando ya estamos sentados y con los cinturones abrochados.

― ¡Por supuesto que sí! ¿Qué esperas para presionar el botón? ―Mi sonrisa no podría ser más grande y siento la emoción y adrenalina correr por cada vaso sanguíneo.

Ethan parece tener la misma expresión en el rostro que yo cuando presiona el botón que está al lado del carrito eléctrico. Estamos en la primera fila y comenzamos a movernos. Primero va lento, avanzando en línea recta. El aire choca contra mi persona y el frío solo aumenta la euforia que siento. La pista comienza a tomar altura y nos elevamos a una velocidad escalofriantemente lenta. Siento los nervios en el estómago y quiero brincar de la impaciencia.

―Levanta los brazos, castaña ―dice Ethan y, acto seguido, el carrito eléctrico baja por la pista a toda velocidad.

Casi sin darme cuenta, comienzo a gritar a todo pulmón y mi garganta arde. El frío que antes sentía se intensifica pero a la vez se combina con una cálida sensación de adrenalina. Mis manos se aferran a las barras de seguridad que me sujetan en mi lugar junto con el cinturón y no estoy dispuesta a moverlas de ahí.

Ethan toma mi mano y, contra mi voluntad, logra que levante el brazo izquierdo. La sensación me agrada, así que hago lo mismo con el derecho. Seguimos cayendo y avanzando, y el remolino de emociones que crece dentro de mí me encanta. Siento adrenalina, euforia y poder. ¿Esto es a lo que Ethan se refería con libertad? Porque de ser así, me fascina.

Finalmente, la pista baja y, poco a poco, llegamos de nuevo a la línea de inicio. Mi respiración se encuentra agitada y juro que hay un ligero temblor apoderándose de mis manos. ¡Me encantó, me fascinó, lo amé!

― ¿Otra vez? ―sugiere Ethan con la voz entrecortada, como supongo debe estar la mía también.

― ¡Buklot, sí!


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