Capítulo 34: Ojalá este proyecto de mierda me lo permita.

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NARRA ETHAN:

La impotencia me recorre las venas cuando veo a Kathery alejarse y cerrar las puertas de la cafetería detrás de ella.

Maldita sea, Kath. Malditas sean las que te rompieron de esa forma.

Maldito sea yo, porque yo le di la última patada.

—Ethan, déjalo. —Apenas escucho a Nicolás detrás de mí—. No te tortures de esa manera.

—Nunca me va a perdonar, Col —le contesto, sintiendo mis uñas encajarse en la piel de las palmas de mis manos—. Y no merezco que lo haga. Por mi culpa está aquí...

Siento la mano de mi amigo sobre mi hombro y aprieto la mandíbula. Ni siquiera me siento merecedor de su simpatía. No me siento merecedor de nada bueno.

—Brianna habría dado con ella sin importar nada —dice Nicolás—. Tú solamente aceleraste lo inevitable, Ethan.

—De la manera más egoísta y asquerosa posible.

—De la única manera en la que alguien que no conocía el amor de ningún lo podría haber hecho —continúa él—. Ethan, cualquiera de nosotros hubiese hecho lo mismo... Cualquiera al que le hubiesen prometido alejarse del fuego después de tantos años de tortura.

Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo y doy media vuelta para encarar a mi amigo.

—Voy a arreglar lo que hice —susurro y siento la adrenalina dar descargas por todo mi sistema.

Nicolás se ve sorprendido por mis palabras unos segundos, pero se reincorpora rápidamente.

— ¿Y qué vas a hacer, según tú? —pregunta luciendo preocupado—. Ethan, tú sabes tan bien como yo que no vas a poder sacarla.

Suspiro con fuerza y recuerdo como, una vez más, le he mentido a Kath al prometerle que la sacaría de aquí.

—Tal vez eso no... Pero puedo hacer de su vida un poco menos de un infierno.

No dejo a Nicolás responder cuando me marcho de la cafetería. Camino a grandes zancadas y, en el proceso, busco a la castaña por los pasillos. Y mi pulso se acelera cada segundo que no la encuentro y me empiezo a hacer ideas de lo que podrían estarle haciendo.

Llego en poco tiempo a las grandes puertas que observé con rencor por muchos años, antes de haber sido secuestrado por mi propia madre. La oficina de la directora del hospital. Toco con fuerza y espero con impaciencia, ira y terror.

Se abren las puertas y Brianna me permite pasar. A su lado, se encuentra Brythel. Y como siempre, me ve con un poco de incredulidad. No llevamos mucho tiempo de conocernos.

— ¿Está todo bien, hijo?

Se me retuercen las entrañas cada vez que la escucho llamarme así.

—No, nada está bien —escupo sintiendo el enojo recorrerme la piel—. Pero eso a ti realmente no te importa, Brianna.

Ella sonríe sin separar los labios. Deja de lado la tableta en la que estaba escribiendo y se levanta de su escritorio para acercarse un poco más a mí.

—Tampoco me importan las peticiones estúpidas y estoy segura que harás una ahora mismo pero, aun así, me estoy tomando la molestia de escucharla. —Se cruza de brazos—. ¿Qué es lo que quieres?

Ninguno de los dos parpadea. Ella nunca pretendió demasiado tiempo que yo le importara y ahora no se toma la mínima molestia siquiera. Pero no interesa, yo tampoco me tomo la molestia en ocultar el asco que le tengo.

Kathery y el Único Chico de la Tierra.Where stories live. Discover now