Capítulo 2: Karin
Por fín llegó el sábado. La estación estaba a tope, llena de actividad y de trenes que llegaban y se iban con la rapidez de un guepardo.
Judy estaba en el andén, esperando con ansias la llegada del exprés, proveniente de Bunny Burrow. Su pie no dejaba de golpear el suelo al ritmo de su propio corazón. De verdad tenía ganas de ver a su hermanita... pero en el fondo estaba aterrorizada de no saber llevar la situación; segura de que sus padres contaban con ella para "deformar" la idea tan optimista que Karin se había hecho de su trabajo.
De pronto, el sonido del audífono la sacó de sus pensamientos.
—Tren proveniente de Bunny Burrow con destino Zootrópolis, fin de trayecto. Entrando. Andén 5.
En cuanto la locomotora se detuvo, Judy avanzó, esquivando los pies de otros peatones, hasta un lugar donde controlar todas las puertas del vagón donde su madre había dejado a Karin.
No pasó mucho tiempo hasta que el risueño y dulce rostro de la niña apareció entre la multitud. Judy corrió a su encuentro y la pequeña se lanzó a sus brazos con toda la ilusión.
—¡Judy!
—¡Oh, mi pequeña! —Judy la abrazó con fuerza y se la llevó en brazos hasta un rincón donde pudieran estar tranquilas. La dejó ir y dio un paso atrás para verla bien. La niña iba vestida con una camiseta y un chaleco tejano a juego con su falda. Los ojos se le llenaron de lágrimas. —¡Pero mírate, cuánto has crecido ya!
—¡Sí! ¡Ya soy más alta incluso que Ted, Billy, John, Peter, Carline, Simina, Charlote, Daisy y Violeta!
—Ya veo... —Judy sonrió para sus adentros, recordando el gran número de hermanos y hermanas que tenía, y pensando que tarde o temprano todos llegarían a la edad adulta. Al fin y al cabo, algunos de ellos ya lo eran, pero habían preferido trabajar en el campo o incluso comenzar a formar una família. Recordaba que su madre le había hablado de Juno, una de las mayores. Ya tenía varios críos y una floristería propia en el centro del pueblo. Lamentaba no poder haber conocido todavía a sus sobrinos... pero ya habría tiempo para ello.
—Bueno, supongo que tendrás hambre.
—¡Oh, sí! ¡Mucha!
La hermana mayor le sonrió y le tomó la maleta, bastante ligera.
—Conozco un lugar donde hacen unas ensaladas buenísimas y puedes escoger los ingredientes que quieres. Incluso fruta fresca. ¿Te apetecería comer allí?
A la pequeña se le iluminaron los ojos.
—¡Si, por favor!
Judy rió, más relajada.
—Vamos, te lo has ganado.
Fresco's no era más que un buffet libre para los animales de ciudad, pero para una conejita de campo con el hambre de un león, era el paraíso. Lechugas de todos los tipos, maíz tierno, zanahorias en rodajas, tomates de un vermellón intenso, berenjenas empanadas, manzana al horno, salsa al pesto con un toque de nuez moscada... pequeñas exquisiteces que la muchachita no estaba acostumbrada a degustar y que la deleitaban más que cualquiera de las verduras de casa, al contrario que su hermana, quién habría dado lo que fuera por volver a probar el delicioso cocido de calabacín de su madre.
Y hablando de eso...
—Bueno, cuéntame... —le dijo cuando ya estaban sentadas con dos platos bien llenos en la mesa —, ¿cómo están todos? ¿Qué tal les va a papá y mamá?
—Oh, muy bien. Ya sabes, lo habitual. Conrear verduras, cuidar que los ratones no las roben, llevarlas al mercado, cocinar... nada ha cambiado realmente desde que te fuiste, excepto...
—¿Sí? —Judy iba a beber un sorbo de su zumo de zanahoria y se quedó a mitad.
—Bueno, ¿recuerdas que mamá y papá estaban trabajando con Gideon Grey, el zorro? —Ella asintió y Karin palpó la lechuga con su tenedor. —Bien, poco después de que te fueras tuvieron un pequeño desacuerdo con los pedidos... al parecer Gideon se había confundido con los números o no sé qué historia y... en fín, acabaron rompiendo la relación. Supongo que en el fondo siguen desconfiando de los zorros.
—Ah... ya...
Judy bebió un sorbo del zumo sin mirar a su hermana a la vez que su mente pensaba a gran velocidad y sus orejas se encogian. ¡Rábanos! Si sus padres habían roto su "amistad" con Gideon le resultaría mucho más difícil convencerlos de que Nick era de fiar.
"Vale, Judy, cálmate." Se dijo a sí misma. "No es como si fueras a casarte con él... sólo trabajáis juntos. Tus padres tienen que entender que eres mayorcita y que trabajar con un zorro no es lo peor que existe..."
—Cambiando de tema, ¿cuándo me llevarás a ver el distrito de policía?
—¿Eh? —De vuelta a la realidad, Judy se quedó mirando a su hermana con una expresión que distaba mucho de ser serena.
—Te preguntaba que cuándo podré ver el sitio donde trabajas. —Repitió la niña.
—¡Ah, eso..:! Pues... bueno verás... —se rascó la mejilla distraídamente —es difícil encontrar un momento para... quiero decir, los chicos están muy ocupados. Es fín de semana y hay mucho turista y robos, y...
—¡Pero me prometiste que me lo enseñarías! —La azuzó Karin. —Sólo he venido para dos días. ¿De verdad me vas a dejar sin ver cómo trabajas?
—Estoy de fiesta estos dos días. —Respondió Judy. —Y es bueno, así puedo estar contigo. ¿No es mejor pasar un tiempo con tu hermana antes que ir a una aburrida comisaría llena de testoste...? Oh no, no no no no! ¡No hagas eso! —Karin la miró con ojitos tristones, brillantes e irresistibles, y Judy se tiró inconscientemente de las orejas. —¡Para, por favor! ¡Ya sabes que no puedo...! —Aguantó todo lo que pudo, pero al final no le quedó más remedio que ceder. —¡Argh, está bien! Iremos esta tarde...
Los ojitos llorosos se transformaron en dos pupilas risueñas acompañadas de una sonrisa de dientes blancos.
—¡Eres la mejor, hermanita!
—Sí... ya lo sé... —Judy dejó caer la cabeza en la mesa mientras su hermana se abalanzaba de nuevo sobre su ensalada.
—¡A comer!
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Eran las cuatro. Muy temprano para los que tenían turno de tarde, y muy tarde para los que habían comenzado a primera hora de la mañana.
Karin daba saltitos de emoción frente a la puerta mientras Judy pensaba en todas las razones por las que deberían dar media vuelta. No es que no confiara en Nick... pero viendo el entusiasmo de su hermana, bien sabía que no sería fácil convencerla de que este no era su lugar. Eso, esperando además que el jefe no le largara el sermón por haber traído a una menor sin pedir permiso.
Los nervios le dieron ganas de atrapar a Karin en brazos y salir corriendo, pero la pequeña ya estaba entrando al edificio. Se apresuró tras ella y la alcanzó cuando ya estaba a mitad del hall.
—¡Wooooow! ¡Esto es enorme!
—Sí, y te aconsejo que no te muevas de mi lado si no quieres perderte.
La niña la miró con una ceja arqueada.
—Por favor, tengo doce años. ¿Crees que me da miedo perderme?
Cuando Judy iba a replicarle con un argumento sobre la diferencia entre la edad y la madurez, una voz lejana la dejó muda.
—¡Judyyyyyy! ¡Yuhuuuuuu!
Karin miró al frente, viendo a un guepardo regordete que las saludaba desde la recepción.
—¿Es amigo tuyo?
—Sí... más o menos.
Avanzaron a paso ligero para evitar que Benjamin continuara llamando la atención.
—Hey... —Lo saludó sin mucho entusiasmo.
—¡Por todas mis manchas! ¿Qué estás haciendo por aquí hoy? —Le preguntó él. —¿No tenías el día libre.
—Sí, es cierto. Es que... —miró a la conejita de reojo y Benjamin se elevó por encima del mostrador.
—¡Oooooh! —Sus ojos se enternecieron. —¡Qué cosita más cuqui...! —Cuando Judy le dirigió una mirada de advertencia, se corrigió. —¡Uy, perdón! Quiero decir... ¿encantadora?
La niña tomó la palabra.
—Soy Karin, la hermana de Judy.
—¿Su hermana? No sabía que tuvieras una hermanita tan linda. —El guepardo miró a la policía y ella se encogió de hombros.
—En realidad tengo muchos hermanos.
—Pues yo soy Benjamin. —Se presentó él, sonriéndole a la pequeña. —Benjamin Clawhauser. Encantado de conocerte.
—Igualmente. —Karin alargó la pata para estrechársela y Judy quedó impresionada por la naturalidad con que lo hacía. Era como si su hermanita no tuviera miedo de los depredadores, lo que le dio cierta esperanza y miedo al mismo tiempo. No quería que pensara mal de los otros animales, pero... con esa seguridad en sí misma no podría hacerle cambiar de idea respecto a su futuro.
—¡Ah, por cierto! —Añadió Clawhauser, dirigiendo su atención a Judy. —Si buscas a Nick, ha salido a buscar café. No tardará en venir.
—¿Quién es Nick?
La pregunta de Karin no pasó desapercibida para ninguno, pero Judy fue más rápida. Le dio las gracias a Benjamín y empujó suavemente a su hermana para alejarla de la recepción.
Con un poco de suerte, Nick se entretendría por el camino con alguno de sus conocidos como hacía siempre, regresando con una pequeña propina a su favor y dándole el tiempo suficiente como para dar un garbeo rápido con su hermana y salir pitando antes de que apareciera. Había cambiado de idea respecto al plan. Sería mejor si Karin no conocía a su compañero, no fuera caso que se lo dijera a sus padres. De ser así, en menos que canta un gallo los tendría encima, intentando arrastrarla hasta la vieja "seguridad" de casa.
—Bueno, ya estamos aquí. —Le dijo a su hermana sin soltarla de la mano. —Este es el hall y por allí está la oficina, pero hay mucha gente trabajando hoy, así que será mejor que no los molestemos.
—Quiero ver tu mesa. —Karin le sonrió con inocencia y la otra suspiró.
—Cariño, estoy cansada hoy y... —de repente, los ojos de la pequeña se hincharon como dos globos y sus orejas perdieron la rigidez a la vez que su naricilla temblaba. Una sombra las cubrió a ambas, y cuando Judy giró la cabeza, sus temores se hicieron realidad.
Nick Wilde estaba de pie, con sus gafas de sol cubriéndole los ojos, dos vasos humeantes de café intenso y una sonrisa picarona en los labios.
Judy se maldijo mil veces.
"¡¿Por qué a mí?!"