Salvatore ➳The Vampire Diarie...

By lynmex

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❝A lo largo de mi vida he aprendido que no hay que prometer cosas que no vas a cumplir; porque lo único que l... More

Prólogo.
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By lynmex

— ¡Damon! –gritó Stefan por toda la casa–. ¡Damon!


Él pelinegro se giró hacia su hermano cuando entró en la biblioteca. — ¿Qué quieres? –preguntó bebiendo de la botella.


—Elijah desapareció –murmuró–. Y Dena no está en la habitación.


La botella que tenía en las manos cayó al suelo, rompiéndose en pedazos.


— ¡¿Qué?!










—Mi padre era un terrateniente rico de Europa Oriental y mi madre dio a luz a siete hijos –se miró en el espejo–. Tras la pérdida de uno de nuestro hermanos mi madre nos volvió inmortales –volteó hacia la morena–. Ahora somos la familia de vampiros más antigua en el mundo, somos los originales. Todos los vampiros descienden de nosotros.


— Entonces a tus padres están muertos.


Elijah no respondió al instante. —De la familia solo quedamos Klaus y yo, claro está que también queda su cónyuge –sonrió a medias–. De todos nosotros solo uno está casado –murmuró viendo a Dena tocar el piano–. Ese es Klaus.


—Espera, espera –Elena lo detuvo–. ¿Klaus está casado?


Elijah asintió. —Exactamente.


—Entiendo, pero si Klaus es tu hermano y está casado... ¿Por qué lo quieres matar? –habló.


El sonido desafinado de una tecla del piano hizo que ambos alzaran la vista hacia la vampira, quien miraba a Elijah.


¿Qué?


— ¿Qué dijiste? –preguntó la ojiazul a Elena. No la dejo contestar cuando volvió hablar–. Me perdí en la parte en que decías que quería matar a su propio hermano. ¿No hablas enserio, verdad, Elijah? –gruñó hacia él, poniéndose de pie.


— ¿Por qué luces sorprendida?


Dena hizo un movimiento con su cabeza. —Eh, porque eres tú de quien estamos hablando. ¿No es obvio?


—Las cosas con los años suelen cambiar –dice con voz ronca–. Amo a mi hermano, pero lo odio aún más por lo que hizo. Dena, tú sabes por qué lo hago.


¡Si, bueno! ¡Maldición, lo sé! –chilló con voz sobria llegando hasta él y golpeándole el pecho–. No vas hacerlo, no lo lograrás, no vas a arruinar mis planes, bastardo –espetó–. No vas a tocarlo antes que nosotras.


Elijah la tomó del brazo mientras una sonrisa de autosuficiencia nacía en sus labios. — ¿Quién me lo dice? ¿Ustedes? –negó agarrándola con fuerza–. Mírame.


Las risas se escucharon con fuerza en la cabeza de Dena y se removió, no era idiota, sabía lo que Elijah iba a hacer.


—No te atrevas a hipnotizarme –gimió tratando de soltarse.


—Acabas de despertar de la muerte y no has comido –le recordó, haciendo que la vampira se moviera con más fuerza–. Si puedo hacerlo, puedes servirnos, Dena Salvatore, pero todos sabemos que juegas al bando con mayor apuesta. No voy a arriesgarme.


— ¡Suéltame! –gritó–. Elena, por favor, no dejes que lo haga.


La morena se mantuvo callada. La hipnosis de un original serbia en cualquier vampiro, ella no era la excepción, pero de ordenarle quedarse en un lugar a olvidar era una abismo de diferencia. Elijah sabía lo que iba a pasarle, sabía que al hipnotizarla, solo dudaría poco tiempo, pero con cada segundo de su memoria borrado, sería una tortura para la vampira el recuperar los recuerdos. Dena era un oráculo sometido, pero al final un oráculo. Su esencia se basaba en ver en futuro, pasado y presente, y si esto se borraba, sería una locura de dolor.


—Lo siento, Dena –la obligó a mirarlo–. Vas a olvidar que estuviste aquí, que me viste y de lo que hablamos –murmuró–. Cuando recuerdes, va a dolerte demasiado la cabeza cada vez que intentes decir algo de esto –sonrió de lado antes de soltar un susurro apenas perceptible para la mujer–. Espero que ustedes lo consideren. Ahora, vete.


Dena dio un paso hacia atrás, parpadeo un par de veces y arrastro los pies descalzos hasta la puerta. Desapareciendo a velocidad vampírica.













No fue a su casa, no le importaba ver a su familia en ese momento. Simplemente se detuvo a mitad de la carretera. Sin saber qué pasaba, ni a dónde ir. No recordaba cómo siquiera había salido de su casa o cuando había despertado. Lo único que pasa por su cabeza es un cálido beso siendo depositado en su frente y ya. Era lo único.


Su cabeza era un desastre de sonido, sentía una extraña opresión en su pecho, sentía que algo le habían hecho, que algo le había pasado para llegar a donde estaba. No recordaba nada y solo pedía e imploraba a dios que ningún vampiro la hubiera hipnotizado. Lo cual era casi imposible porque no se había topado con ninguno.


Su mirada fue a parar al otro lado de la carretera, donde se podía apreciar una figura masculina parada igual que ella, mirándola y contemplándola.


Frunció el ceño ante tal escena, pero cuando tomó un respiro del aire, pudo olerlo. Pudo sentirlo. Después de tanto tiempo. Su cabeza estalló en gritos y el dolor paso a segundo plano cuando una sonrisa aprecio en su rostro.


Dio un paso hacia delante, luego otro y otro al igual que la persona parada del otro lado. Obligó a sus ojos a llorar, las lágrimas caían conforme avanzaban, mientras el corazón empezaba a latirle con fuerza. Se detuvo a un paso de él. Tratando de asimilar si lo que veían sus ojos era realmente cierto y no una tonta alucinación.


Entonces cuando le sonrió con esa hilera de dientes blancos y aquellos ojos verdes le miraron, su cuerpo se sacudió extasiado ante la última pieza que faltaba para juntar las piezas de su juego.


—Hola, ángel.



—Me han dicho muchas cosas a lo largo de mi vida, llamado de otras tanta más y he de decir que he vivido bastante tiempo –comentó, aceptando con esa confesión que no era precisamente una humana–. Pero ángel jamás entro en ese diccionario.


—Siempre hay una primera vez –lo vio inclinarse hacia atrás, en el respaldo del taburete–. Sin embargo, aunque me gustaría llamarte ángel toda la noche también me gustaría saber tu nombre.


Hizo un gesto como si estuviese pensando y considerando si decirle su nombre o no cuando sabía cuál iba a ser la respuesta. Si abría la boca eso iba a significar el inicio de muchas cosas, el inicio de su juego, el inicio de lo que tanto tiempo pospuso.


—Dena –ronroneó mirándolo directamente a los ojos–. Mi nombre es Dena Salvatore.


Un placer, Dena –susurró con voz ronca–. Tienes un hermoso hombre.


—Gracias –dijo, su lengua picando por hacer la misma pregunta–. ¿Y tú? ¿Cuál es el nombre del guapo caballero que me ha invitado una deliciosa bebida?


El hombre dejó su copa en la mesa, estirándose para agarrar la mano libre de Dena con la suya para llevársela a los labios, depositando un delicado beso en esta. Dena siguió el movimiento con atención, anticipando el nombre que canturreaban las voces en su cabeza a bases de gritos, sabiéndolo mucho antes de que si quiera hubiera llegado a Nueva Orleans.


Klaus Mikaelson, a tus servicios.



Cada una de sus extremidades actuaron por si solas cuando se arrojó contra Klaus, aferrándose al cuello de la persona con la que compartió muchos años de su prolongada vida. El mismo cosquilleo en su cuerpo la hizo temblar de anticipación y sonrió tan grande como sus labios pudieron.


Se sentía extrañamente feliz y ansiosa, por el mismísimo le hecho de estar abrazando a quien no había visto por un largo tiempo. Las emociones que pasaban por su pecho eran más que indescriptibles. Lo había extrañado aun si eso le costaba aceptarlo en voz alta, pero la verdad era que después de todos esos años los sentimientos en su pecho se sentían tan reales que incluso ella estaba empezando a creérselos, todo era tan extraño y surrealista que le aterraba . Había pasado por lo menos medio año que no lo veía y simplemente se enviaban mensajes de texto o recurrentes llamadas todos los días desde que había llegado a Mystic Falls, pero nada de eso se comparaba con tenerlo frente a ella.


Era emocionante.


Se acurrucó más hacia él, y fue hasta que sintió sus mejillas mojadas que sorprendente estaba llorando contra su cuello, dejando salir toda frustración que tenía, explotando por particularmente por todos los jodidos inconvenientes que se habían presentado arruinando sus planes y por los problemas en los que se había metido.


Pero muy dentro de su cabeza, donde existía ese bichito que no la dejaba en paz, sabía que lloró más al saber que estaba ahí, junto a ella, lloro de alegría aun si trataba de mentirse. Klaus Mikaelson había sido la persona con quien había estado la mayor parte de su vida después de Damon, sabía lo bien que él le hacía al estar ahí y eso era imposible. Dena era una mujer fuerte, pero él había sido un pilar en el cual apoyarse cuando todo sucedió. Un pilar que la fortalecía, que le brindaba el amor y apoyo incondicional de una pareja, y ella estaba completa e infinitamente agradecida con ello.


Patético, amor mío. Recuerda quien eres y por qué estas aqui.


—Dena –murmuró para romper el silencio que los rodeaba–. Deja de llorar. Vas a arruinar mi chaqueta, ángel.


Arrugó el ceño antes de reírse con aparente tono tonto mientras Klaus la apretaba más contra él y un silencio cómodo los envolvía. Pero en su cabeza nada estaba tranquilo.


¿Por qué tienes que ser un idiota? –susurró.


—Porque necesito a una reina que me ponga en mi lugar –le besó el pelo–. Ya sabes, un complemento.


Dena negó. —Te eche mucho de menos.


—Yo igual, ángel –se separó un poco de ella, lo suficiente para mirarla a la cara–. No sabes cuánto.


Sonrió de nuevo, sintiendo como las lágrimas salían de sus ojos. Pero entonces su ceño se frunció cuando las imágenes en su cabeza la desequilibraron y tuvo que sostenerse con fuerza de los brazos de Klaus.



—Stefan es muy negativo –habló–. Piensa que en verdad estas muerta, pero yo sé que tú no puedes morir. Así que será mejor que no tardes tanto y cuando despiertes lo primero que hagas sea recompensarme por no haberme visto durante estos meses –se inclinó para depositar un beso en la frente de la vampiresa—. Tenemos una maldición que romper, Ángel.



Dena parpadeó y antes de que el vampiro reaccionara, ya tenía la mano alzada y le había golpeado la cara con fuerza, incluso mucha más que cuando golpeó a Elijah, provocando que el rostro del vampiro se hiciera hacia un lado.


Su ceño se frunció aún más, ¿Qué? ¿Golpear a Elijah?


—Supongo que me merecía eso –Klaus murmuró con voz ronca, levantando la cara hacia ella.


— ¡Claro que te lo merecías! –chilló dando un paso atrás–. Por idiota irracional.


— ¿Qué es lo que te sucede? –preguntó con el ceño fruncido.


Dena no respondió puesto que ni ella sabía por qué actuaba así, simplemente le habían entrado ganas de golpearlo, y bueno, lo golpeó.


— No lo sé –alegó llevándose una mano al pecho. Tomo una bocanada de aire, intentando llevarlo a sus pulmones, pero al tragarlo, solo le dolía.


Gimió al sentir el dolor de su cabeza, era como si le estuvieran apuñalando con un millón de cuchillos llenos de verbena. Cerró los ojos fuertemente, tratando de no caer al piso.


—Dena...



Las palabras murieron en su boca cuando las voces en su cabeza dieron un grito eufórico y un escalofrió le recorría la espalda. Abrió los ojos hasta el tope, saltando en su lugar al escuchar el cálido y elegante acento decir su nombre. Giró la cabeza, mirando a la única persona que podía pronunciar su nombre de tal manera.


—Esto debe ser una maldita broma –exclamó con irritación.


Elijah Mikaelson estaba parado a un metro de ella, con la ropa quemada, despeinado y con una expresión totalmente seria en la cara.



—Hey, ángel. Dena –escuchó la voz preocupada de Klaus. Abrió los ojos lentamente, mientras el dolor en su pecho y cabeza disminuía–. Jesús, ángel –la atrajo hacia el–. Está bien, no pasa nada.


La vampira volvió a llorar cuando la impotencia lleno su pecho y descifró que era lo que le pasaba. —Elijah –susurró.


— ¿Qué? –preguntó sin comprender–. ¿Qué dices?


—Elijah. Lo vi y me vio –alzó la cabeza del pecho del vampiro, para mirarlo a la cara–. N-no recuerdo nada.


Klaus apretó la mandíbula y para Dena fue fácil descifrar que era lo que estaba pensando; ese maldito de su hermano. Él mismo lo iba a matar. Todos los Mikaelson sabían que le pasaba a Dena si la hipnotizaban. Sufría al recordar, porque al ser lo que ella era, le era imposible olvidar. Por eso la hipnosis no funcionaba muy bien con ella, a menos que estuviera débil.


Y a pesar de que no tenía mucho que la hipnotizara, el hechizo se iba rápido con ella.


—Tranquila, ángel –se agachó un poco, tomándola de las piernas para cargarla al estilo nupcial–. Voy a llevarte a casa.


Dena no respondió, simplemente se dejó llevar por Klaus. Ella confiaba en él, lo amaba y sabía que el sentimiento era mutuo.














— ¿Por qué la hipnotizaste? –Elena preguntó no aguantándose las ganas.


Elijah alzó una ceja. — ¿Qué tanto sabes de Dena, Elena?


—Solo... Solo unas cuantas cosas que me contó cuando el veneno estaba en su sangre.


—Típico –se rio sin gracia–. Dena Salvatore es una tumba si hablamos de sus propios intereses, es la mujer más difícil de leer que puede existir. Aunque el veneno de licántropo parece neutralizar todo eso.


—Tu... ¿Cómo sabes eso?


—Bueno, hace casi un siglo atrás fue mordida por uno –explicó–. Me dijo un par de cosas interesantes en ese entonces, a decir verdad.


Elena abrió los ojos, sorprendida. —Tú eres de quien se arrepiente de haberle contado cuando se enveneno por primera vez, ¿no es así?


—Sí. Dena es alguien que tiene bastantes cartas a su favor y cuando algo le sale mal, tiende a volver todo a su favor una vez más –pausó recordando a la mujer–. Ciertamente la hipnotice, pero lo hice a propósito, Dena va a recordar nuestra platica en algunas horas o días.


— ¿Entonces por qué lo hiciste?


Elijah alzó la esquina de su labio mientras rodeaba el sofá. —Porque no hay mejor aleada que Dena Salvatore –movió su mano con gracia–. Pero no hablemos más de ella, estoy seguro que tienes algunas preguntas mas.


—Si... –dijo no tan convenida–. ¿Cuál es la maldición de Klaus? –preguntó cambiando de tema, intentando borrar de su cabeza la imagen de Dena.


—No es complicado de explicar –Elijah murmuró.


Elena ladeó la cabeza. — ¿Por qué lo dices?


—Mi familia era muy unida, Elena –se sentó frente a ella–. Pero Klaus y mi padre no se entendían, mi padre tenía algún extraño sentimiento de odio hacia él –hizo un ademan–. Todos creíamos que era el menos favorito, ya sabes –Elena lo escuchó atenta–. Cuando nos convertimos en vampiros, descubrimos la verdad. Klaus no era hijo de mi padre. Ese era el secreto más oscuro de mi madre –miró a la doppelganger–. Mi hermano pertenecía a otro linaje. Por supuesto, cuando mi padre se enteró, mató y casó al padre de Klaus y a toda su familia sin saber que estaba iniciando una guerra entre especias, que continúa hasta el día de hoy.


— ¿Qué? ¿Guerra de especies? –preguntó la morena.


—Si –asintió–. Entre vampiros y licántropos.


— ¿Qué? –repitió–. ¿El verdadero padre de Klaus descendía de un linaje de licántropos? –el original volvió a asentir-. ¿Qué es Klaus entonces? ¿Hombre lobo o vampiro?


Elijah sonrió de lado, levantándose del sofá. —Ambos –respondió–. Es un híbrido, un híbrido que es el ser más peligroso, tanto para licántropos como para vampiros –hizo una mueca–. La naturaleza no tolero tal desequilibrio y mi madre maldijo a Klaus para ocultar su lado licántropo. Utilizando la sangre de Tatia, tu antepasada.


— ¿Por eso soy la clave, verdad? Por eso él me quiere.


—Si –confirmó lo que ya sabía, pensando bien lo que iba a decir–. El problema querido, es que esto va más allá de la maldición de Klaus. Tú no eres solamente la clave de una maldición.


Elena frunció el ceño, un tanto confundida. — ¿Qué quieres decir? –inquirió.


—Lo que quiero decir es que aquí es donde entra Dena –hizo un ademán, acercándose a ella–. No hay solo una maldición.


La doppelganger sintió como los vellos de los brazos se le erizaron. —Elijah...


—Me temo, Elena, que hay dos.






















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si no me aman por actualización triple, no se que voy a hacer.

gracias por leer

besooos<3

lyn


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