Salvatore ➳The Vampire Diarie...

By lynmex

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❝A lo largo de mi vida he aprendido que no hay que prometer cosas que no vas a cumplir; porque lo único que l... More

Prólogo.
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By lynmex


Katherine estaba harta de que pensaran que no sabía nada del plan que tramaban contra ella, sabía que el que estuviera en esa fiesta solo era nada más que una emboscada para distraerla, pero ya estaba harta, iba a conseguir esa piedra lunar. Y no le importaba si mataba a todos los presentes en la fiesta.


No lo estaba haciendo porque ella quería, lo hacía porque debía de hacerlo.


Tenía que conseguir esa maldita piedra antes de que terminara la noche o terminaría en una bolsa negra quemándose en el infierno.


Sus ojos escanearon el lugar y siguió la cabellera rubia de Caroline cuando la vio a lo lejos. El antifaz le picaba la cara y quería quitárselo, pero si lo hacía posiblemente alguno de los Salvatores la reconocería y todo su plan se iba a ir por el desagüe, así que se apuró en alcanzar a la rubia. A la cual empujo contra la pared, tomándola por el cuello, cuando dobló en una esquina de la casa.


—Caroline, hola –saludó con gracia, la contraria abrió los ojos con sorpresa–. Verás, diría que es un placer verte dos veces en un día pero estaría mintiendo, así que iré al grano –presionó más su agarre– Presiento que esto es una emboscada contra mí, lo cual me esta haciendo enfadar y que las repentinas ganas de matar a quien sea crezcan casa vez más, por eso vas a decirme quien tiene la piedra lunar –ordenó–. Ahora.


—Yo no sé quien la tiene –respondió.


Katherine soltó una carcajada. —Casi me la creo, cariño. Pero vamos, no hay que mentirle a alguien mayor –gruñó–. Dime quien la tiene.


— ¡No lo sé! –chilló la rubia, tratando de quitar las manos de Katherine de su cuello.


La morena apretó más el agarre, alzándola unos centímetros del suelo.


—Voy a matarte si no me dices –golpeó su cabeza con la pared, causando un quejido de dolor en la rubia–. ¡Dime!


— ¡La tiene Bonnie! ¡La tiene Bonnie!


—Así que ella la tiene –murmuró–. Ahora, ¿en dónde está la bruja Bennett?


—No sé –escupió con rabia.


Volvió apretar el agarre en su cuello, dejándola sin aire. —Otra vez con lo mismo, Caroline. ¡Dime en donde esta!


— ¡Bien, te lo diré!


La doppelganger sonrío y soltó a la contraria, quien tomó una bocanada de aire, pero no alcanzo a tranquilizarse, pues Katherine la había tomado del brazo, obligándola a caminar. Rodó los ojos cuando escucho los sollozos de la chica mientras subían las escaleras de la mansión Lockwood.


— ¿En qué habitación está? –le preguntó.


—En esa de en frente –murmuró.


Soltando el brazo de la rubia, Katherine abrió la puerta de la habitación, entrando sin mirar atrás. Apenas puso un pie en la habitación su cuerpo tembló levemente y algo en su estómago se contrajo. Volteoó cuando escucho la risa que soltaron detrás de ella, notando que era Caroline quien reia sin parar.


—Lo logre –dijo limpiándose el maquillaje–. No puedo creerlo. Engañe a la gran Katherine Pierce.


La vampira corrió hacia donde estaba la rubia, dispuesta a atacarla, pero grande fue su sorpresa cuando chocó con una pared invisible.


— ¿Qué diablos?


—Creo que has caído en la trampa, Katherine.


Se detuvo, girando sobre sus pasos y quedando de frente con el hombre.


—Stefan –saludó en un gruñido.


—Puedes irte, Caroline –ordenó el castaño, la mencionada no rechisto y se fue de ahí.


Stefan jugó con el arma que tenía en las manos, mientras Katherine se acercaba a él, recargándose en el sofá.


—Déjame adivinar –hizo una mueca pensativa–. Vas a matarme.


—Si.


—En realidad, ¿crees poder matarme con eso? –miró el arma burlona.


—No –señaló atrás de ella–. Pero el sí.


La morena se dio vuelta, mirando a Damon con una ballesta en las manos.


—Perfecto –rió–. Ambos hermanos quieren asesinarme, debo de sentirme halagada –se paró correctamente–. Bien, que empiece el juego, a ver quién sale herido.


— ¿Esto es un juego para ti, verdad?


— ¿Para ti no lo es, querido? –respondió con burla.


Damon gruñó, disparando la estaca en dirección a la mujer. — ¿Para qué quieres la piedra, perra?


Katherine se movió con velocidad vampírica, rompiendo un pedazo de silla y cuando estaba dispuesta a acercarse a Damon, Stefan la detuvo, quebrándole el brazo y lanzándola contra la pared.


—No puedo creerlo –dijo la vampira en medio de un gemido e ignorando su pregunta–. Los tres otra vez juntos, atrapados en esta habitación, como los viejos tiempos –se paró del suelo–. El hermano que me ama de más y el que no me ama lo suficiente. Solo falta la pequeña Dena ¿dónde está ella?


—Y la zorrita vampiro que se ama así misma –gruñó el ojiazul.


— ¿Que paso contigo, Damon? –preguntó burlona–. Solías ser cariñoso y amable.


—Ese Damon murió hace muchos años –se volteó a mirarla.


— ¿Junto con la dulce Dena? –picó provocando que los dos vampiros se tensaron–. Sabes, el antiguo tú me aburría.


—Katherine –advirtió Stefan.


—Eres una perra –Damon gruñó lanzándole otra estaca, la cual dio justo en el estómago de Katherine–. Responde, loca ¿para qué quieres la piedra?


—Yo... ugh... –gimió sacándose el pedazo de madera–. La necesito...


— ¿La necesitas? Já –rió sin gracia–. ¿Para qué quieres tú una piedra que está vinculada con los perritos del bosque?


—Para muchas cosas, cariño. Esa piedra vale más de lo que piensas, muchísimo más.


—Katherine, eso no fue lo que te pregunto Damon –dijo Stefan–. Solo dinos para que la quieres, que es eso tan importante que tiene de especial aparte de estar vinculada a los licántropos –sus ojos se oscurecieron–. Dinos para que podamos pasar a lo más divertido y te mate con mis propias manos.


Alzó las cejas divertidas, escuchando con su oído vampiro como alguien corría por las escaleras y supo que ya se habían dado cuenta. —Mejor pasemos a lo divertido.


Damon soltó otro gruñido y se lanzó en si dirección dispuesto a atacarla, romperle el cuello o en todo caso, sacarle el corazón. Sin embargo, antes de que si quiera llegara a tocar a la vampiro con sus propias manos, una voz hizo eco en la habitación, obligándolo a detenerse a escasos centímetros de Katherine.


— ¡No! ¡Paren! –Jeremy se detuvo en la entrada, mirándolo afligido–. ¡Está vinculada a Elena!


Tanto Damon y Stefan voltearon hacia el humano antes de mirar a la doppelganger, quien tenía una genuina sonrisa en su rostro, una que decía que les había ganado una vez más.


—Sorpresa –murmuró con gracia.


— ¿De que estas hablando?


—Están vinculadas –Jeremy respondió–, lo que hacen a Katherine le pasa a Elena.


—Eres una perra astuta –gruñó Damon.


—Gracias, Jeremy –le dijo Stefan–. Ve a ver como esta Elena.


Jeremy asintió, yéndose de ahí, para ver a su hermana sin decir ninguna protesta al respecto.


—En cuanto el hechizo este roto voy a arrancarte el corazón, perra.


Se podía sentir la tensión en el aire. —Dios, estoy excitada –acomodó su cabello–. ¿Desde viendo te volviste tan sexy?


Stefan frunció el ceño. —Deja de jugar.


—No estoy jugando, Stefan –miró sus uñas–. ¿Acaso estas celoso?


—Katherine –interrumpió la voz de Lucy, la bruja que había manipulado para hacer el hechizo que la vinculaba con Elena, en la habitación, con la pierda de luna en su mano–. El hechizo está roto, puedes irte.


La vampira se acercó a ella, extendiéndole la mano. —Primero dame la piedra.


—Si te la doy ya no te debo nada.


Katherine lo pensó, esa piedra significaba el fin para su larga vida huyendo, si la entregaba a quien debía de dársela, podría por fin ser libre. Fue por eso que asintió energéticamente, saboreando con la punta de sus dedos la libertad que anhelaba.


—Hecho, ahora dámela.


Lucy miró de reojo como los dos hermanos Salvadores estaban parados a unos cuando metros de ella, implorándole con la mira que no le diera la piedra. Pero se la daría, aunque esta tuviera un hechizo esperando por ella. Katherine al tocarla se sintió extraña, el aire empezaba a faltarle se estaba ahogando, no sabía lo que pasaba. Miró a la bruja, quien tenía una pequeña sonrisa en su cara.


—Debiste decirme que había otra bruja involucrada en esto, una Bennett –rumió entre dientes–. Pero de seguro ya lo sabias.


—Espera, detenlo, Elena está vinculada a ella –pidió Stefan.


—Elena está bien, rompí el hechizo –dijo–. Bonnie esta con ella, les pido disculpas por involucrarme en esto.


Les regalo una sonrisa a ambos vampiros y salió de la habitación. Damon y Stefan miraron como Katherine caía al piso inconsciente, la piedra lunar a un lado de su cuerpo.


—Bueno, ¿ahora quien terminó herida? –murmuró Stefan con una sonrisita.


Sin embargo, ninguno de los dos fue capaz de ver la sombra de una persona escondida entre una vitrina y la pared, quien les estuvo mirando atentamente todo ese tiempo. La sombra cerró los puños, ignorando por completo el cuerpo de Katherine en el suelo, sus ojos centrados en los dos vampiros que estaban ocupados arreglando el desastre que habían hecho. Hay estaba, dispuesta a entrar, golpear a ambos vampiros, tomar la maldita piedra de luna e irse.


Soltó un suspiro, dando media vuelta para irse de ahí.


—Supongo que nos vamos a quedar un poco más en Mystic Falls.


Supones bien, amor mío.




















El cuello y todo el cuerpo le dolían a montones, abrió los ojos y miró a todos lados. Estaba tirada en el frío suelo de alguna clase de cueva. Se levantó gimiendo por el dolor y maldiciendo en su mente a Lucy, esa bruja traicionera se las vería con ella. Iba a matarla nada más encontrara la salida de ese espantoso lugar.


Camino recargándose en la pared hasta que pudo visualizar la puerta, a duras penas pudo llegar hasta ella, pero la misma sensación de estar atrapada le impedía salir. Abrió los ojos al reconocer el lugar.


La iglesia en ruinas.


— ¿Qué diablos? –gimió golpeando su puño con la pared invisible.


—Hola, Katherine –Damon salió de las penumbras, mirándola con una sonrisa.


— ¿Dónde estoy?


—Donde siempre debiste de estar –le sonrió con sorna–. Creí que habías aprendido a respetar a las brujas Bennett.


—Debiste matarme.


—La muerte sería un regalo para ti –escupió–. Intentaste engañarme, le dijiste a Caroline que nos dijera que alguien quería matar a la familia de Elena. Yo solo sé quién quiso hacerlo, Katherine –frunció el ceño, la vampira simplemente se mantenía callada–. Eso fue caer bajo incluso para ti, te creí capaz de todo, menos de utilizar a Dena como amenaza cuando ya no está aquí. Y yo sé que ella está muerta, la vi morir.


—No la viste morir, tú la mataste –rumió con fiereza. El corazón de Damon se oprimió ante las palabras que él sabía que eran verdaderas–. Al igual que tu amigo.


— ¿Cómo sabes eso? –preguntó endureciendo la cara.


—Se muchas cosas, Damon. Dena era importante para mí, la quería como una hija.


—Dices puras estupideces, todos sabemos que a la única persona quien quieres es a ti misma –sonrió–. Por eso tendrás mucho tiempo para amarte mientras te secas.


Damon agarró la puerta de piedra, dispuestos a encerrar a la morena ahí.


—No, Damon, no –chilló–. Me necesitas, Elena está en peligro.


El vampiro se detuvo, proseando lo que dijo Katherine.


— ¿De quién? –inquirió–. Olvídalo, estas mintiendo, siempre lo haces.


— ¿Por qué crees que no la he matado? –habló con desesperación–. Ella es el doppelganger, necesita protección.


—Entonces yo la protegeré –empujo la puerta.


— ¡No! ¡No puedes protegerla de ellos, no puedes protegerla de ellos! –gritó–. ¡No puedes protegerla de ella!


—Vete al infierno.


—Damon, haré lo que sea, tú me necesitas –imploró golpeando la pared–. ¡Me necesitas! ¡Damon!


No la escuchó, simplemente la ignoro y termino de cerrar la puerta, encerrándola donde merecía estar después de ciento cuarenta y cinco años de mentiras.


Donde debió de haber estado todo este tiempo.




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