Salvatore ➳The Vampire Diarie...

Galing kay lynmex

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❝A lo largo de mi vida he aprendido que no hay que prometer cosas que no vas a cumplir; porque lo único que l... Higit pa

Prólogo.
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Galing kay lynmex

1953.


"Lo más triste de la traición, es que nunca proviene de tus enemigos"



— ¿No entiendo por qué estamos aquí? –pregunta Dena caminando a la entrada del lugar.


— ¿Podrías, por favor, callarte un momento? –Pide tallando el puente de su nariz–. Has pasado todo el camino hasta aquí haciendo preguntas.


—Preguntas que no te has dignado a responder, Damon.


El nombrado gruñe. —Soy tu padre, mocosa, no me digas Damon.


—Me niego a llamarte papá si estas con la humanidad apagada –sonríe de lado–. Así que confórmate, Damon.


—Se lo que intentas hacer y no va a funcionar.


Dena resopla, cruzándose de brazos. —No estoy intentando hacer nada, deja de joderme.


— ¿Desde cuándo te volviste tan grosera? –inquiere deteniéndose en la entrada, tomando el pomo de la puerta y girándolo.


—Desde que vivo con un padre dramático e idiota que apaga su humanidad en una familia disfuncional –responde adentrándose a la casa cuando Damon abre la puerta. No había necesidad de invitarlos lo que causo cierta curiosidad en ambos.


—Si trabajas de bufón te mueres de hambre.


—Y si tú trabajas en hacer interruptores, te vuelves millonario.


Damon frunce el ceño. —Recuérdame porque no te he matado.


—Porque soy tu hija y no tienes los suficientes huevos para hacerlo –le sonríe, deteniéndose en el pasillo principal del lugar–. Ahora tú recuérdame porque no me he ido de tu lado para preocuparme de mis propios asuntos.


—Porque soy tu padre y no tienes los huevos para dejarme.


Dena alza una ceja, escéptica. —Créeme, los tengo, incluso más que tú. Pero sé que algún día me voy a ir, a su debido tiempo voy a dejarte y cuando eso pase, espero que la vida te joda sin lubricante, Damon.


Rueda los ojos, una diminuta sonrisa dibujándose en sus labios. —Gracias por los buenos deseos, hija mía.


—De nada.


"Así es como está el mundo desde su servicio local de noticias, hoy 11 de junio de 1953. Buenas noches, Mystic Falls."


Una mujer limpiaba los muebles con delicadeza mientras en el radio se empezaba a reproducir una melodía alegre al término de las noticias más recientes. Dena mira con una mueca pintada en toda su cara como estaba decorada la casa, tenía un aspecto diferente, muy diferente que como estaba la última vez que vino.


Estaban en ese lugar por razones desconocidas, o por lo menos para ella, ya que Damon se había negado en decirle por que iban a Mystic Falls después de tantos años sin poner un pie en ella. Le jodia, porque ella estaba demasiado bien haciendo las cosas importantes que no pudo terminar en Nueva Orleans y el simple hecho de irse de la ciudad le molestaba a ella y a las voces en su cabeza, aunque claro, lo buscaba ya no estaba en esa ciudad en especial.


—Hicieron la decoración más horrible que mis ojos jamás pudieron ver –bisbisea el vampiro y Dena asiente de acuerdo.


—Totalmente de acuerdo.


—Oye tu –Damon alza la voz para llamar la atención de la mujer que limpiaba. Esta da un giro brusco, asustada por la repentina voz.


— ¿Quiénes son ustedes? –inquiere asustada, causando que Dena rodará los ojos.


—Busco a Joseph Salvatore –se apoya en el marco que separa el pasillo de la sala de estar, ignorando completamente su pregunta.


—Pues has terminado tu búsqueda –una voz fría se cuela por los oídos de ambos vampiros, quienes voltearon, encontrándose con un hombre de unos treinta y seis años aproximadamente–. Puedes retirarte, Arly. Yo atiendo a las visitas.


La mucama asiente, saliendo disparada de ahí.


— ¿Que le han hecho a este lugar? –pregunta Dena frunciendo el ceño–. Lo han arruinado.


—A mí me gusta lo que veo ahora –sonríe sarcástico Joseph.


—Claro, si la casa de huéspedes no funciona, podrías convertirla en un burdel.


—Apoyo a mi hija –Damon se cruza de brazos–. Si fuera un tipo que le gusta tener sexo en un lugar como este, seguro que invertiría en unas buenas señoritas.


—Eso es irrespetuoso, ¿sabes? No puedes decir algo como eso en frente de tu hija, Damon.


El nombre alza una ceja hacia el hombre. —Como si ella fuera puritana, já –Dena frunce el ceño cuando le mira–. Pero tienes prohibido acostarte con alguien a partir de ahora.


Joseph sonrío de lado, acercándose a una mesita donde habían distintas botellas de licor, toma un vaso, sirviéndose un trago.


—Veo que has resido mi telegrama –le dice cambiando de tema–. Le envié uno a Stefan, no sé nada de él, pero espero y este por llegar. ¿Hace cuánto no hablan?


—Pues... –mira al horizonte–. Tengo mala memoria, ¿podrías recordarme, bebé?


Dena gruñe. —Desde que lo invitaste a beber sangre, convirtiéndolo en el destripador, otra vez –responde, omitiendo el hecho de que ella lo había visto en los años 20's, cuando paso algunos años lejos de Damon en compañía de cierto vampiro original–. Exceptuando la vez que bebieron hasta quedar completamente borrachos en 1940, en el hermoso Nueva Orleans.


—Ah, Nueva Orleans, todavía recuerdo cuando fuimos por primera vez en 1878 –suelta un suspiro, para después rodar los ojos, desinteresado—. ¿Otra vez vamos a sacar a relucir las cosas que le he hecho a Stefan? ¿Siempre?


—Tú me has dicho que te lo recuerde y no, claro que no –murmuró sarcástica–. No queremos darle una mala impresión de ti a nuestro pariente.


—Stefan nunca llama, nunca escribe –sonríe mirando de reojo a su hija, ignorándola–. Claro que yo tampoco. Pero lo que dice mi bebé grandota no fue la última vez que lo vi –la pelinegra vuelve a gruñir por el apodo–. Hay que admitir que lo abandone en una plataforma de tren a la mitad de la Segunda Guerra Mundial.


— ¿Lo viste por última vez y no me dijiste?


Damon se encoje de hombros. —Nah, se me olvido.


—Tú en serio eres....


—Supongo que hay demasiado tiempo para hablar sobre eso y para ser un buen hombre –Joseph les interrumpe acercándose demasiado a ellos y tendiéndoles un vaso con bourbon a cada uno–. Sin embargo –Dena se lleva la bebida a la boca, Damon de imita–. No estoy seguro que yo sea uno.


Damon y Dena intercambiaron miradas pero esa distracción bastó para que Joseph sacara dos inyecciones de alguna parte de su ropa y les inyectará verbena en el cuellos de los dos.


Dena suelta un grito ante el veneno corriendo por sus venas, soltado el vaso, este cayó al piso con un golpe sordo, rompiéndose en mil pedazos.


—Qué demonios –susurro Damon, tosiendo.


—Perdón por la verbena, pero la paga era muy buena –Joseph bebe de su trago, mirando cómo Dena caía al piso y se retorcía en este.


Damon no dudo romper el su propio vaso para acercarse al hombre con velocidad vampírica y enterrarle en el cuello un pedazo de vidrio, haciendo que este jadeara para después caer al piso, muerto.


La puerta fue abierta de repente y un hombre apareció luciendo un traje.


—Creo que ya no tendré que pagarle –habla mirando a Joseph muerto.


— ¿Quién eres tú? –Damon inquiere, sus ojos entrecerrándose.


—Desde ahora seré su doctor –camino hasta ellos, sacando otra inyección con verbena, girándose hacia Dena–. Solo algo de verbena.


Sintió el pinchazo en su cuello y lo último que vio fue a su padre, susurrando en voz baja que todo estaría bien.


No lo estará.

















—D-Dena –susurra Damon hacia ningún lugar en particular cuando fue aventado a la celda, todo el cuerpo le dolía–. Dena.


—Ella está bien –una voz hablo en algún lugar.


Damon mira a todos lado, tratando de ajustar su visión, pero solo veía paredes. — ¿Qué?


—Ella está durmiendo –mira al hombre sentado en el suelo, a través de los pequeños barrotes de la pared–. Desde que llegaron han estado experimentado con ella, tú, en cambio, habías estado inconsciente hasta que te llevaron a ti.


Damon se tensa ante las palabras del desconocido, el golpeteo de su corazón vibrando en sus oídos como no lo hacía desde años atrás, la preocupación golpeándolo tan fuerte como cada una de las emociones que había estado reteniendo. El solo pensamiento de que habían hecho lo mismo a Dena que le hicieron a él, que la torturaron, hizo que todo terminara de encenderse.


— ¿Dónde está mi hija? –inquiere con preocupación.


El hombre le mira fijamente. —Cálmate ¿quieres? está ahí enfrente –mueve la cabeza señalando la celda frente a ellos.


Era igual que en la donde estaba él, salvo que el piso había una figura tirada en el piso, toda desangrada y con la ropa desgarrada


— ¡Dena!


— ¡Hey, hey, hey! –lo para.


— ¡Dena, cariño! –intenta moverse para golpear las celdas, pero lo unció que logra es que todo su cuerpo duela más.


—Tranquilízate, hombre –le dice–. Déjala dormir. Va a estar bien.


Lo mira. —Pero...


—Déjala dormir, ella ha pasado por mucho hoy.


Lo piensa bien, su hija se veía demacrada y con infinitas lastimadas en la cara que todavía no sanaban. Debía dejarla descansar para que se recuperase, sin embargo, quería ir hasta ella y abrazarla, sacarla de ahí y matar a todo ser que se metiera en su camino. Por eso, aun en el suelo, su mirada baja por todo el lugar, buscando una, manera de salir de ahí.


—Por cierto, bienvenido –el hombre sonríe–. Al docto Whitmore jamás le aburre ver a un vampiro curarse, eh –le dice con gracia sobre la tortura que acabada de pasar, tratando de aligerar el ambiente–. Pero nos da un vaso de sangre al día, lo suficiente para sobrevivir –se levanta, acercándose a los barrotes en la pared–. Ahora, levántate soldado –Damon no rechista, se paró con esfuerzo y dolor–. Me llamo Enzo –dijo tendiéndole la mano.




















Habían perdido la cuenta de cuánto tiempo había pasado ahí, en esa celdas.


—Lo están haciendo mal –gruñe Enzo mirando a ambos vampiro atragantarse con la sangre. Estos se detuvieron–. Viven para el momento –mira si pequeño vaso–. Deben vivir para el futuro.


— ¿Cual futuro, Enzo? –inquiere la chica–. ¿En el que estamos todavía aquí encerrados?


Alza las cejas en su dirección. — ¿Qué tú no deberías saber que hay un futuro fuera de esas paredes? –Dena gruñe ante la referencia a su naturaleza, demonios, ella sabía que si había un futuro que les esperaba, pero sabía que cuando este estuviese tocando sus fuerzas, las cosas iban a ir por el rumbo que ellas querían, el camino que había elegido–. No un futuro en el que todavía estemos aquí, sino uno en el que logran vengarse –le dirige una mirada a la ojiazul–. Por ejemplo, mi venganza empieza matando al perro Whitmore y enviándoselo por correo –ríe–. De paga.


—Patético –Dena se acurruca hacia la pared, tirando el pequeño vaso de sangre como si el apetito se le hubiera ido, después de todo, no podía morirse de hambre porque era inmortal.


—No, no lo es –bebe el ultimo poco de sangre–. Piensen en su venganza, eso los mantendrá cuerdos y con un propósito para salir de aquí.


—Ya hay algo por lo que estamos motivadas a salir de aquí –cierra los ojos, pensando en aquella persona–. Y va más allá de la venganza, Enzo.


Enzo se para, recargándose en el los barrotes y mirando a la castaña con curiosidad, le parecía demasiado curioso que en algunas ocasiones hablara en plural, como si se estuviera refiriendo a alguien que ellos no podían ver. Damon parecía acostumbrado a ello, pero para él era nuevo, sin mencionar que había algo en ella que le atraía.


— ¿Qué puede ir mas allá de la venganza?


Dena simplemente lo ignora abrazando su cuerpo, dispuesta a descansar un poco más.


—La promesa que hizo–Damon responde por su hija, sentándose derecho.


Enzo lo mira. — ¿Una promesa?


Asiente. —Demasiado estúpido, pero si, una promesa.


Dena aprieta los ojos cuando escucha el ruido de las voces en su cabeza riendo estruendosamente por el comentario.


Enzo parece la mira de reojo, notando como se remueve, por lo que solo se concentra en el murmullo que provoca la radio que lograba escucharse desde la sala donde el Doctor experimentaba con ellos.


— ¿Eres fan de los deportes, Damon?


—No.


—Tampoco yo, sabes –gira la cabeza–. A mí en realidad me gusta gozar de lo no ordinario, ya sabes, los vinos, los viajes, los autos –rie volviendo a mirar al frente–. Me gustan los jaguares convertibles, los que llevas a un paseo un domingo para impresionar a una linda chica. ¿Lo has hecho?


—Un par de ocasiones.


Dena suelta un leve gruñido al escuchar decir eso a su padre. Damon solo sonríe un poco.


—A la chica que quería impresionar mi padre era más de carruajes y caballos –habla Dena aun con los ojos cerrados–. Sin mencionar que se follaba a mi tío cuando no lo estaba haciendo con él –Damon mira a su hija, con un sinfín de emociones desbordándole por los ojos, Enzo en su lugar se queda callado–. Pero, la llego a amar más que a mi propia madre y a veces, ella no era tan mala como me lo planteaba.


Damon sonríe triste, recordando a la Lena. —Yo me refería a tu madre, cariño, ella era a la única chica que quería de esa forma –se acomoda en el suelo–. Jamás conocí a alguien como ella.


—Te comprendo –Enzo dice.


— ¿Y qué me dices tú?


—Solo hubo una –responde recargándose en las barras de la celda.


— ¿Dónde se conocieron?


—Aquí, ¿puedes creerlo? –Damon frunce el ceño–. Trabajaba para el doctor Whitmore.


—Que linda –la voz de Dena se cuela por sus oídos, había sarcasmo en su voz.


—Por supuesto –sonrió–. Era amable conmigo, se sentaba todos los días en el pasillo, tomando notas mientras me observaba. Sabía que ella no era parte de los experimentos y torturas que me hacían, ella no tenía idea de nada –su tono de voz disminuye, Dena solo escuchaba atenta lo que decía, intentando meterse en su mente y lográndolo casi al instante–. No tenía corazón para decirle, por eso solo disfrutaba de su compañía, ¿entiendes? –Damon asiente–. Cuando por fin se dio cuenta de lo que ocurría aquí, no lo soporto, me pidió disculpa y desapareció.


—Una completa perra.


Enzo frunce el ceño. — ¿Por qué?


Damon siente el repentino cambio de aire, por lo que está a punto de hablar, sin embargo, Dena abre los ojos antes de que alguna palabra salga de sus labios, revelando un bonito color café que sorprende a Enzo, seguidamente un siseo se escucha y la apariencia completa de Dena cambia al de una mujer totalmente diferente frente a sus ojos.


Damon aprieta los labios y Enzo suelta un jadeo, dando un paso hacia atrás de la impresion.



—Porque esta mujer, te dejo aquí sin mirar atrás, querido –responde con voz dulce.


—Dena –Damon le advierte.


La nombrada rueda los ojos, cambiando a su forma original. —Aburrido.


— ¿Qué fue eso? ¿C-Como?...


—Es una de sus habilidades aparte de ver el futuro –murmura con voz calmada, él sabía que podría llegar a ser difícil de procesar–. Puede cambiar su apariencia como quiera.


Enzo estaba a punto de responder, pero se detuvo cuando la puerta del calabozo se abrió, Dena y Damon quienes estaban en el piso, se pararon rápidamente. Dena da un paso hacia atrás cuando ve que se detiene frente a su celda, mirándola con una sonrisa perversa.


— ¿Quién sigue? –sonríe hacia ella–. Tal parece que 24754 tiene mucha energía.


— ¡No te atrevas a tocarla! –gruñe Damon.


—Tomo eso como un insulto –lo interrumpe Enzo–. Tengo más energía que mi vecina de enfrente, ¿acaso no lo ves? –sacude los barrotes violentamente.


— ¿Déjame pensarlo? –hace una mueca como si en verdad lo estuviera pensando–. No.


— ¡Tómame a mí! –gruñe–. La has torturado a ella más que a nosotros, déjala en paz.


—Uhm... No.


Muy pronto vamos a matarlos, amor mío.


Abre la celda en donde se encontraba Dena, quien estaba completamente pegada hacia la pared mirándolo con miedo y pidiendo ayuda a su padre, anqué cuando la vio, noto que el miedo no le llegaba a los ojos, en cambio, estos parecían aburridos e irritados.


—No, por favor –ruega.


—Vamos, hermosa –la toma del brazo, empujándola–. Tenemos todo el día para entretenernos.


— ¡Suéltala! –le grita Damon.


— ¡Papá!


—Camina, hermosa –la empuja de nuevo por la puerta, tirando de su cabello.


— ¿Por qué nos haces esto? –inquiere con rabia.


—Por qué, querido, 21051. Busco la unidad individual de su comportamiento y cuando lo tenga, los podré utilizar –dice sacando una sonrisa socarrona–. Y porque también me gusta ver como sufre ella cada vez que clavo una estaca cerca de su corazón, y los gemidos de dolor que provocó cuando quito cada uno de sus órganos.


Y sin más, salió de ahí.


La respiración de Damon era demasiado agitada, que incluso podrían escucharla fuera de ahí. Al igual que Enzo, quien también estaba lo bastante enojado como para matar a quien se acercase.

—Voy a matarlo cundo salgamos de aquí –Damon golpea el barrote.


—Estamos de acuerdo, hermano.


El grito que se escuchó por todo el lugar puso sus pelos de punta. Conocía demasiado bien esa voz, la voz que ponía su hija cuando sufría. Y odiaba no poder hacer nada.


Sin embargo, Dena solo podía escuchar los gritos de la voz sobre los suyos, estaban riéndose de ella, de su desgracia que estaba cada vez más cerca y no se referían a que un hombre sacara todos sus órganos.

























Habían pasado un pasado un par de horas, cuando el Doctor Whitmore entro cargando el cuerpo inconsciente de Dena. Damon al ver cómo iba su hija se para de inmediato del suelo, observando como abría la celda de ella y la dejaba caer al suelo bruscamente.


El hombre sale de la celda dejando un pequeño vaso de sangre enfrente de cada una y luego desaparecer por la puerta. Damon y Enzo miraban con horror como en cuerpo de la pequeña Dena estaba lleno de sangre y rasguñado, se veía peor que otras veces.


—Dena...—Déjala descansar, Damon.


El ojiazul se da media vuelta y patea la pared con fuerza. — ¡Odio esto! –grita en un susurro–. ¡Odio ver como mi hija sufre!


—Lo sé, Damon, lo sé –habla Enzo–. Pero tengo una idea.


— ¿Cual?—Ya casi se acerca la fiesta de año nuevo, ¿verdad?


—Si.


—Bueno, el asunto con la ración diaria de sangre –mira los tres pequeños vasos en el suelo–. Nos dan un vaso, que es la ración suficiente para que un vampiro pueda sobrevivir. Pero, si un vampiro bebiera la ración de tres personas todo un año y cuando fuera año nuevo, ese vampiro pudiera pelear.


— ¿A qué te refieres?


—A que uno de nosotros tiene que beber las tres raciones para que en la fiesta de año nuevo nos saque de aquí


— ¿Seguro que va a funcionar? –pregunta.


—Solo sé que no puedo hacerlo sin su ayuda.


—En ese caso que Dena lo beba.


—No... –se escucha un leve susurro.


— ¡Dena!


—No... –repite, girándose con cuidado–. Que alguno de los dos beba dos raciones... y yo comparto la mía con el otro.


—No, claro que no –se niega rotundamente Damon.


—Enzo... –susurra, llamando la atención de vampiro. Este solo se dedicó a mirarla. La mujer estaba tan blanca como la nieve con demasiadas manchas de sangre que hacían contraste, sus ojos seguían siendo fríos, salvo que ese diminuto brillo de burla había desaparecido por completo.


—Dena tiene razón –declara–. Bebe las dos raciones y yo comparto con ella, Damon.


— ¿Acaso están idiotas ambos? –pregunta enfadado.


—Padre –se tensa ante la voz de su hija, voltea a mirarla porque hacía mucho tiempo que no le decía padre de esa manera, solo eran contadas las ocasiones y siempre eran cuando Dena sabía que debía de hacer algo porque sí. Por eso mismo le fue fácil entender lo que su mirada decía y aunque se negara al final iba a terminar cediendo–. Por favor, lo necesitamos.


—Bien –suelta.


Enzo toma dos de los vasos y se los paso al ojiazul.


—Salud, hermano.


—Salud.


























La noche de año nuevo había llegado por fin y todo era un caos, personas gritando y corriendo por sus vidas de aquí y allá, mirando como el vampiro se comía a los invitados. Dena y Enzo intercambiaron miradas al ver a Damon matar a todas las personas y también como el fuego que se extendía en la habitación.


Llego el momento.


—Damon, tenemos que salir de aquí –pide Enzo, tratando de llamar su atención. Pero Damon solo estaba concentrado en beber toda la sangre que pudiera.


— ¡Papá, vamos ya! –grita la ojiazul impaciente.


Damon voltea y camina hasta ellos para tratar de romper los barrotes de la celda, sin embargo, apenas los toca su piel se quema a la par que hacían un siseo. —Verbena –susurra mirándolos.


—Vamos, jala, tú puedes –Enzo ruega.


— ¡Jala! –chilla Dena ayudándolos.


Damon quita las manos de los barrotes y miro a ambos con una mueca. Su cuerpo entero cosquilleando por lo caliente de la habitación y el pánico junto con el miedo invadiéndolo. No podía hacerlo, no había manera de sacarlos de ahí sin que todos murieran en el intento, los barrotes tenían demasiada verbena y el apenas tenía fuerza suficiente.


—Damon.


—Padre.


—No puedo...


— ¡Si puedes! –gime Enzo–. Inténtalo.


—Perdóneme –susurra bajando la mirada.


Dena lo mira atenta mientras todo en ella se alarma, sabía lo que estaba a punto de hacer su padre y se suponía que las cosas no iban a pasar así, ella tenía que salir de ahí sí o no, no importaba la manera y la única opción en esos momentos era su padre.


— No –dice en voz alta–. No te atrevas... –Damon no contesta, por lo que pequeñas lágrimas de impotencia salen de sus ojos–. ¡No te atrevas!


Pero este solo alza la mirada ante las palabras y Dena se da cuenta que todo ya estaba perdido, que Damon lo había hecho porque sus ojos no demostraban sentimiento alguno. Sólo tenían el azul intenso que poseían pero diferente, sin emociones, sin sentimientos, sin nada.


—Damon, por favor.


Enzo vuelve a implorar mientras este se daba la vuelta, percatándose de la situación.


— ¡Damon Salvatore! –gime viéndolo caminar hacia la puerta, siente su cabello cambiar y el dolor tan común que le provocaba eso.


— ¡Damon, Damon!


— ¡No puedes dejarme aquí! –solloza agarrando lo barrotes, sin importar si se queman con la verbena–. ¡No te vayas, por favor!


Sin embargo, las palabras no son escuchadas porque ya era muy tarde, Damon había salido de ahí, cerrando la puerta tras él y dejándolo a ellos dos encerrados en aquella celda, en un cuarto repleto de llamas.


Dejándolos morir.


Dejando a su hija morir.


Había roto la promesa.



























+++

Cada que leo esto me duele el kokoro ;(

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