Salvatore ➳The Vampire Diarie...

Galing kay lynmex

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❝A lo largo de mi vida he aprendido que no hay que prometer cosas que no vas a cumplir; porque lo único que l... Higit pa

Prólogo.
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Galing kay lynmex

5 de noviembre 1857. Mystic Falls, Virginia.


— ¿Seguro que quieres quedarte sola? – Damon pregunta por décima vez en cinco minutos.


La joven delante de él rueda los ojos.


—Ya te dije que sí –responde–. Hoy es el cumpleaños de tu pequeño hermano, Damon. Casi nunca lo ves por estar conmigo y no quiero que Stefan me empiece a odiar por tenerte todo para mí.


Damon hace una mueca, mirando a Lena con sus intensos ojos azules. —Stefan no podría odiarte –granza chasqueando la lengua–. El entenderá si no me presento en su fiesta, sabe que tu salud en estos momentos es muy delicada y que estás a punto de dar a luz.


—Cariño –sonríe con diversión–. Pasaste toda la semana hablando del cumpleaños de Stefan –posa una mano en la mejilla del hombre–. No has visto a tu hermano desde que estoy embarazada por cuidarme y mimarme. Sé que hoy día es uno especial para los dos, así que me puedo cuidar bien por algunas horas.


—Pero, Lena...


—Nada de peros ni de peras, ve y diviértete. Yo me quedare aquí hasta que regreses –empuja levemente su pecho, separándose unos centímetros.


Damon observa inseguro a la mujer. En realidad no quería dejarla sola, pero también tenía ganas de ir a ver a su pequeño hermano que cumplía diez años. Una decisión bastante difícil, a decir verdad, ya que su hijo o hija podría nacer en cualquier momento.


Suelta un leve suspiro antes de sonreír.


—Bien, tu ganas –habla decidido–. Iré, pero promete que no vas a ir a ningún lado y solo te quedaras reposando.


La pelinegra rueda los ojos. — ¿Qué más puedo hacer con una sandía dentro del vientre? Pero está bien, lo prometo –hace un gesto, pidiendo que la ayudara a levantarse–. Ahora largo, se te va hacer tarde.


—Cuanto amor –ríe cuando una vez de pie Lena lo empuja por varios minutos hasta la puerta de la casa–. ¿Segura que quieres que vaya?


Lena vuelve a rodar los ojos divertida. —Vete ya, Damon.


El pelinegro la toma de la mano y la atrae hacia el para depositar un dulce beso en los labios de su amada. Cuando se separan, Damon se hinca y deposita otro beso en el vientre hinchado de la mujer.


— Los amo –susurra volviendo a su postura normal y empezando a bajar las escaleras del pórtico.


—Nosotros a ti –responde acariciando su vientre.


Lo ve caminar por el pasto del jardín hasta uno de sus carruajes que se encuentra en la entrada del recinto, deteniéndose unos segundo Damon se voltea antes de subirse, mandándole un beso cuando sus miradas chocan. Lena sonríe haciendo que toma el beso en el aire y lo guarda en el bolsillo de su vestido, provocando una negación divertida por parte del pelinegro.


Cuando el carruaje parte y apenas puede verlo, Lena suelta un suspiro cansado, perdiendo completamente de vista para dar media vuelta y entrar a la casa.


—Oh, cariño –murmura cuando siente un ligero golpe en su vientre al cerrar la puerta–. Yo igual voy a extrañar a tu padre.


Ríe ante la siguiente patada que el bebé le da en el vientre y talla el lugar con delicadeza.


— ¿Y Damon?


Gira la cabeza hacia la izquierda, donde al inicio de las escaleras que llevan hacia las habitaciones en la segunda planta, esta parada una menuda figura que lleva un ostentoso vestido.


—Acaba de irse a la casa de su padre –responde hacia a su prima.


La castaña frunce la nariz. — ¿Y te dejo sola? ¿Qué clase de persona deja a su mujer embarazada sola y en una casa a las afueras del pueblo?


Lena rueda los ojos, divertida. —Es la fiesta de Stefan, Lenne. Estamos hablando de su hermano, a quien no ha visto por casi nueve meses.


— ¿Y eso qué? –inquiere con una ceja alzada, acercándose a ella–. Él sabe de tus condiciones, no debió de haberse ido de tu lado por una tonta fiesta.


—Si supiera realmente no se hubiera ido.


Lenne se queda en silencio mientras examina el rostro de Lena.


— ¿Qué quieres decir con eso?


—Él sabe que soy, lo supo desde el principio –murmura–. Pero no le he dicho sobre el nacimiento del bebé. No puedo hacerlo. Tuve una visión hace semanas de este día.


—Lena –susurra, sabiendo a lo que eso conllevaría.


—Sea cual sea la decisión que tome, Damon no merece pasar por esto ni estar presente –suelta un suspiro–. Quiero que él tenga algo de felicidad en su día al ver a su hermano.


—Eso es egoísta.


Lena aprieta los labios. —Las personas como yo nos condenamos a ser egoístas desde el momento en que nuestro óvulo es fecundado. Tú lo sabes.


—Por supuesto –niega con la cabeza–. Si has tenido la visión de este día, significa que hoy vas a tener a ese bebé –Lena asiente rápidamente–. De acuerdo, iré al pueblo a buscar lo necesario y regresaré lo más pronto que pueda.


No responde, simplemente se queda callada a la par que Lenne le da un apretón en el hombro para luego caminar y salir por la puerta principal. Suelta otro suspiro, girando para ir hacia la dirección contraria a buscar algún aperitivo a la cocina.


La casa se sentía repentinamente sola, generalmente a ella no lo molestaba eso, le gustaba la tranquilidad del lugar cuando no había ningún ruido, incluso era agradable, sin embargo, el silencio que reinaba en esa ocasión era diferente, se sentía completamente sola y tensa.


Y su situación no aligeraba las cosas.


Amaba a Damon con todo su corazón a pesar de sólo ser una tonta chica de quince años en plena flor de la juventud y no saber absolutamente nada de la vida. Lo quería como su único y primero amor.


Se habían conocido cinco años atrás, cuando ambos tenían diez años y ella estaba mudándose al pueblo por razones familiares junto a Lenne. Aquella primera ocasión en que vio a Damon, se dio en el lago que estaba en los terrenos de los Lockwood, Lena había tenido una visión meses antes de conocerlo y estaba ahí por esa misma razón. Ciertamente no pensó que su visión fuese a cumplirle, pero lo hizo y ella quedó flechada a primera vista con Damon. Se hicieron amigos de infancia y al poco tiempo eran inseparables a tal grado de contarse todo. Lena lo hizo, confío en Damon el más grande de sus secretos y él la entendió, la apoyo y la amo mucho más.


Lena provenía de una familia especial, descendía de un linaje único y sin igual. Su familia sólo consistia de dos personas; su prima Lenne y ella. Ambas eran prácticamente huérfanas con un peso en sus hombros que debían llevar por razones de lazos sanguíneos ya que descendía de una línea directa de seres sobrenaturales fantásticos, únicos en el mundo, a los cuales algunos les llamaban destinos otros oráculos.


Eran los encargados de ver el futuro, mantener el orden y manipularlo a s antojo pero de la manera correcta, también incluía otras habilidades como la transformación de cuerpo, ya que al ser quienes eran y ser buscados por brujas, demonios, vampiros y lobos, debían de cambiar su apariencia constantemente para no ser capturados.


Lena le explicó a Damon que ella no tenía padre, tíos o abuelos porque los únicos de su linaje que debían existir era al oráculo y la bruja que iba a procurar de protegerlo, siendo ella quien llevará el cargo más grande y su prima Lenne el de la bruja.


Damon guardo su secreto como si fuera un último respiro de su parte y eso hizo que el sentimiento cálido que poco a poco florecita en su pecho explotara hasta convertirse en un caos de emociones. Lena recuerda que desde el momento en que vio a Damon pescando en el lago como lo hacía en su visión, supo que ese niño todo inmaduro de diez años iba a ser su condena al mismo tiempo que su primer y último amor.


Su amistad duro tres años, hasta que en el cuarto, ambos se confesaron los sentimientos recíprocos que cada uno tenía hacia el otro. Empezaron como novios a escondidas, pues Lena no era santa de la devoción del padre de Damon por el hecho de no tener familia y la misma posición social que ellos tenían, sin embargo, con el paso del tiempo las cosas empezaron a tornarse serias en el momento de Damon quiso formalizar y no seguir haciendo todo a escondidas de sus padres.


Fue cuando tenían quince años que las cosas se dieron, los sentimientos intensos invadieron sus cuerpos y Lena quedó embarazada. Al principio nadie había reaccionado ante la noticia, pero Guisuppe –el padre de Damon-, decidió que tenían que casarse a la voz de ya, pues su hijo no iba a tener primogenitos fuera de un matrimonio. Lena lo supo desde el momento que su ser le dijo que estaba embarazada que nada bueno iba a salir de eso, tener un bebé era una condena para ella o para la personita que estuviera formándose en su vientre, puesto que su linaje era especial y sólo podía existir una de su especie.


Era ella o su pequeño bebé.


La más difícil que pensó tomar veinte años más tarde, no ahora, a los quince.


—Ya, ya –murmura tomando una manzana del frutero y con su mano libre soba su vientre–. ¿Tienes hambre, cariño?


Un golpe más fuerte fue lo que recibió de respuesta, el cual le sacó un pequeño jadeo. Sale de la cocina caminando despacio y se sienta en uno de los sofás en la sala de estar cuando llega hasta ahí.


—No estés inquieta, deja de patear, a mami le duele –le da una pequeña mordida a su manzana, agarrando el libro que descansaba en uno de los muebles a un lado del sofá–. Sé que ya quieres salir, pero por favor, espera.


Abre el libro para empezar a leer mientras mastica el pedazo de manzana, cuando siente otra punzada, pero está más fuerte y dolorosa. Su respiración y ritmo cardíaco se disparan a mil cuando un pensamiento cruzo por su mente. Seguidamente el pánico floreció desde lo más profundo de su pecho en cuanto otra punzada la invadió. Aventó el libro hacia algún lado de la sala junto a la manzana, poniéndose de pie con dificultad. Una vez de pie, sintió como algo espeso y caliente se deslizaba por sus piernas, no le hizo falta mirar hacia abajo para saber qué era eso.


—No, no, no –negó con la cabeza–. Todavía no es tiempo. No puedes nacer ahora, Lenne acaba de irse, no puedes.


Sabía que era estúpido si quiera decir eso. Él bebe iba a nacer en los próximos minutos aun si ella no quisiese.


La desesperación la invadió en el momento justo que el dolor se extendió por su columna vertebral, no sabía qué hacer, estaba completamente sola en la casa y Lenne no iba a llegar por arte de magia. En su visión vio el día justo en que iba a nacer él bebe, pero no espero que fuera tan pronto como estuviese sola y quiso reír por eso, porque si las cosas fueran diferentes, si fuera una simple humana sin el peso de una linaje poderoso, tendría a Damon a su lado para apoyarla y finamente vivir una tonta vida normal.


Imposible, eso era, no podia regresar el tiempo atrás, no podía no ser hija de la persona que le dio vida porque esa no era su elección y ahora, tenía que aceptar que ella misma había evitado el hecho de que Damon estuviera ahí por miedo a la decisión que iba a tomar.


Tiene que nacer ya.


Asiente ante la voz melodiosa en su cabeza, que logra traerle un poco de paz. Se desliza hacia el piso mientras se sostiene del respaldo del sofá, apoyando todo su peso en sus rodillas, el dolor se hacía cada vez más constante mediante los segundos pasaban, acelerando su respiración a tal grado de hacerla hiperventilar.


No estaba entrenada para ese momento y quizás fue su instinto, que cuando una contracción punzo en su parte baja, pujo con todas las fuerzas que pudo, sosteniéndose de la mesa de centro y del cojín del sofá. Perdió la cuenta de cuantas veces repitió el proceso por el dolor desgarrador que estaba sintiendo, sin embargo, jamás dejo que eso le venciera ya que la pequeña satisfacción de que su bebé naciera florecía en su pecho con grandes olas de sentimiento.


Un grito salió de su garganta al mismo tiempo que gotas de sudor rodaban por su cara y una sacudida casi la hace caer. Fue entonces cuando lo escucho.


Llanto.


Alzo su vestido y se hizo hacia atrás, cayendo sentada con cuidado de no aplastar al bultito que estaba sobre la alfombra. Sus ojos se nublaron al presenciar al hermoso bebe quien lloraba con intensidad acelerando los latidos de su corazón ante la impresionante imagen. Sintió la unión que se estaba forjando a través de ese lazo mágico que ambas compartían; como el cosquilleo en todo su cuerpo era fusionado con el llanto que soltaba su hija y viéndola ahí, indefensa, llorando a un mundo desconocido su corazón se encogió. Ahí estaba su destino, frente a ella estaba la raíz de su decisión, una que era demasiado difícil o egoísta.


Esa era la condena con la que cargaba su linaje; la regla estrictamente necesaria que tenía que seguir aún si prefería no hacerlo. Un oráculo estaba destinado a ser uno mismo, generaciones y generaciones desencadenaban un poder inigualable que se iba otorgando al primer primogénito de cada una de ellas, haciendo que la persona quien poseía el poder antes de concebir muriera a la hora que parto del nuevo ser, que ocuparía su lugar en la tierra, llegara. No existía oráculos hombres, siempre habían sido puras mujeres quienes llevaban ese honor, ya que el lazo que era el punto crucial en si vivía o moría era el cordón umbilical junto a el primer llanto del recién nacido.


Tenía que decidir si iba a heredar sus poderes a su hija provocando su propia muerte o conservarlos y que, quien muriera, fuera la bebé.


Ambas decisiones eran fatídicas, porque que si ella moría -como tenía que hacerlo- Damon iba a sufrir y si su hija lo hacía, el duelo iba a ser compartido entre los dos.


Viera por donde le viera ninguna de las dos opciones eran menos peor que la otra.


Tienes que elegir ya.


Se tensó sintiendo la desesperación, sostuvo en cuerpo del bebé con cuidado de no lastimarla, poniéndola sobre la tela de su vestido y manchando sus manos de sangre. Ante el toque el bebé instantáneamente dejo de llorar, acurrucándose contra el calor que le brindaba el toque de su madre.


—Lo siento –murmuro con la voz entrecortada.


Había tomado su decisión.


Sostuvo al bebé con más fuerza, tratando con todas sus fuerzas de modular su respiración.


Ha az utód jön veréb énekel hajnalban –recito entre sollozos, su voz cargada de poder y sintiendo como el lazo que las mantenía unidas mágicamente se hacía cada vez más fuerte–. És Lena meghal hajnalban.


La habitación se vuelve fría en cuestión de segundos, sin embargo su cuerpo parece estar en llamas, llamas que la estaban quemando lentamente.


Mira el bebé entre sus manos y se mueve lentamente para quedar con la espalda apoyada en los pies del sofá, atrayendo ahora al bebé hacia su pecho, susurrando palabras entrecortada.


—S-Solo tenemos que esperar a que llegue tu papá, cariño.





















—Shh –Damon murmura poniendo un dedo frente a sus labios, mirando a Stefan con una sonrisa–. No hagas ruido.


Stefan intenta cruzarse de brazos fallando en el intento y luciendo levemente divertido con la situación. Los rayos del sol perdiéndose poco a poco en el horizonte, haciendo resaltar el cabello castaño del niño.


—Lena probablemente nos escuchó llegar, Damon –dice mientras baja de la pequeña cabina móvil con ayuda de su hermano–. El carruaje no es el más silencioso que digamos.


El pelinegro rueda los ojos. — ¿Por qué eres tan aguafiestas? Eres tú quien quiso venir y darle una sorpresa a Lena.


—Yo sólo vine porque quiero robarte a tu esposa –sonríe juguetón, ganándose un leve golpe por parte de Damon–. ¿Qué? Ella es muy linda.


—Lo sé –se gira hacia el jardín–. Pero es mía y nunca podrás quitármela. Por lo que sólo puede ser tu cuñada y tú debes conformarte, así que cállate para que la sorprendemos.


Stefan se ríe en voz alta para después asentir silenciosamente ante la petición de su hermano.


Cuando llegan al pórtico y Damon esta por subir el escalón que separa el jardín del piso de cemento; un vacío en su estómago le hace fruncir el ceño repentinamente. Y apenas pone un pie en el escalón, su corazón se acelera provocándole un sentimiento amargo en la boca.


— ¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes? –el menor pregunta mirándolo–. ¿Damon?


—Algo anda mal.


— ¿De qué hablas? –inquiere confundido–. ¿Te sientes bien? –se acerca, tomándolo del brazo–. No debiste beber el whisky de papá a escondidas, te lo dije.


Damon hace odios sordos ante el comentario, subiendo completamente el escalón. Voltea hacia su hermano, sus ojos azules luciendo preocupados.


—Quiero que te quedes aquí ¿de acuerdo? –ordena rápidamente–. No entres hasta que yo te lo diga.


— ¿Que está pasando?


— ¿De acuerdo? –repite.


—Pero no entiendo nada...


—Stefan –granza con voz ronca, tomándolo de los hombros–. Quédate aquí y no entres ¿De acuerdo?


El niño se remueve ante el agarre fuerte en sus hombros. —Sí, está bien.


Damon lo suelta como si el simple toque quemara y se gira hacia la puerta, apurando toma el pomo en su mano y lo gira, haciendo que la puerta haga un leve chillido cuando la abre. Le lanza una mirada de reojo a Stefan y entra a la casa, percatándose de que todo estaba medio oscuro, apenas unos pocos rayos del atardecer colándose dentro.


Su cuerpo tembló ante en frio abrazador que se podía sentir dentro.


— ¿Lena? –exclama en voz alta, la preocupación siendo evidente.


—Damon –apenas fue un susurro y los pelos de la nuca se le erizaron al nombrado, la manera en que la voz que conocía había pronunciado su nombre lo puso más alerta.


Camino a paso rápido hacia la sala, de dónde provenía la suave voz. Sus ojos viajaron por todo el lugar, intentando divisar a Lena entre la bruma que se estaba creando por falta de luz. Y cuando dio algunos pasos más cerca, apenas pudo percatarse de una sombra moviéndose en el suelo por donde los sofás estaban, su alma cayó al suelo.


Quizás la luz en esos momentos fuese escasa, pero lo que veía no era algo de su imaginación o una mala pasada de su mente. No, el podia ver el carcho de sangre que manchaba la alfombra bajo sus pies, y que rodeaba todo el cuerpo de su amada.


— ¡Lena! –no espero ningún segundo para lanzarse al piso, quedando a un lado de la mujer–. ¡¿Qué pasó?! –inquiere–. Vas a estar bien, vas a estar bien.


—Damon –susurra forzando una pequeña sonrisa en sus labios–. M-Mira –con cuidado, mueve sus brazos, dejando ver al pequeño bebe encuentro en la tela que pertenecía al sofá. Su respiración se atasca en su garganta cuando la ve–. Es nuestra hija.


Las palabras no salían de su boca, estaba perdido en la imagen que me brindaban.


— ¿E-Ella? –pregunta entrecortado.


Lena asiente despacio. —Es una niña.


—Es hermosa –dice, sus ojos brillando.


— ¿Verdad que lo es? –cierra los ojos, reprimiendo las ganas de llorar por las llamas que sentía su cuerpo, cansada completamente–. E-Estoy segura de que tiene tus ojos.


—Si... –sonríe–. Pero tiene tu nariz y pelo.


—L-Lo sé. La he estado mirando desde que nació. Quiero conservar su recuerdo grabado en mi mente.


—Estoy seguro de que lo conservaras –le dice, tocándole la magilla.


Lena se tensa ante el toque. —Tienes que cuidarla, Damon.


Al escuchar lo que dijo, voltea a mirarla con pesar. — ¿De qué hablas? Ambos vamos a cuidarla.


Niega suavemente. —No, Damon –abre los ojos y posa su mano en la de él–. Yo he tomado mi decisión.


—No, no, no –quita la mano, atrayéndola hacia él, no sabía a lo que ella se estaba refiriendo, pero no le gustaba el tono con el que lo dijo, parecía que ya se había rendido–. Tú no vas a morir, Lena, no vas a morir.


El pánico en la voz del pelinegro le provoco un sentimiento amargo.


—Damon –solloza finalmente–. L-Lo siento mucho, ¡lo siento mucho! –las lágrimas nublan su vista–. Quiero que por favor cuides a nuestra hija. Quiero que le des el amor que ella merece que la ames como si tu vida dependiera de ello, dale la vida que se merece, una vida normal aunque sea especial –él iba a interrumpirla, per Lena se apuró a continuar–. H-Háblale de mí, siempre mantén mi recuerdo presente en ella, quiero que me recuerde como alguien q-que la amo con toda su alma a pesar de ser una chiquilla de quince años –ríe entre lágrimas–. Que a pesar de solo verla por un par de horas me enamore completamente de su ser –toma aire, cerrando de nuevo los ojos–. Y lo más importante, quiero que ambos sean felices. P-Prométemelo.


—Lena...


—Prométemelo, por favor, Damon.


—Te lo prometo –susurra entre lágrimas que sin darse cuenta habían empezado a caer.


Tiene que hacerlo.


Lena sonríe de lado, su cuerpo cada vez a punto de colapsar. —Tienes que cortar el cordón –pide en un susurro.


— ¿Qué? –sus ojos se abren completamente alarmado. Lena mueve la tela de su vestido ensangrentado, revelando el cordón que todavía las unía.


—T-Tienes que cortarlo.


— ¡Demonios! –exclama con fuerza.


Mueve la cabeza a todos lados intentando vislumbrar algo con lo que pueda cortarlo y su primera opción es la botella de licor que descansaba en la mesa de centro. Con rapidez la toma y la deja caer al suelo con un fuerte impacto, rompiéndola en pedazos. Sus manos tiemblan cuando toma un pedazo de cristal entre estas, acercándolo a las piernas de Lena, quien aprieta los ojos con fuerza, sosteniendo contra su pecho al bebé.


—Damon –dice en medio de un pequeño sollozo, el nombrado se detiene abruptamente–. P-perdóname por hacerte esto. Te a-amo con todo mi corazón. A los dos.


No responde y posa en pedazo de cristal entre el cordón, haciendo en tres agiles movimientos y cortándolo.


El cuerpo de Lena explota en llamas internas para luego reducirse en causes fríos a la par que el bebé suelta un llanto. Su vida poco a poco estaba siendo absorbida por la personita en sus brazos y la sostuvo con fuerzas, manteniéndola junto a ella hasta el último momento.


Por qué su decisión fue dar su vida para que su hija viviera. Y sin embargo no importaba si fuese egoísta, ya que si le pidieran volver a elegir mil veces, elegiría la misma opción. Preferiría que tanto Damon como su hija vivieran felizmente después de unos meses de luto a que ella viviera, su hija muriera y eso terminará condenándolos a ambos.


Ella va a estar bien, lo prometo.


Sonrió con los ojos cerrados, susurrando un muy quedó gracias en su cabeza. Tal vez su hija cargará con el peso de un linaje prometedor, pero ella iba a estar bien, tendría a su padre, a su familia y a un Dios cuidando de ella, no podría asegurar una vida sin que alguien quisiese capturarla, pero por lo menos no iba a estar sola. Y con ese último pensamiento dio un suspiro, cediendo al suelo eterno: quedando con una sonrisa en sus labios junto a un corazón tranquilo.



Damon sollozo dejando caer el pedazo de cristal al suelo cuando vio como la cabeza de Lena caía hacia un lado, anunciando un destino que ya no iba a incluirla. Todavía temblando, acerco sus manos para tomar a su pequeña hija en brazos, sollozando más fuerte ante la imagen de Lena sosteniendo hasta su último aliento.


—Nosotros también te amamos –dijo al aire, inclinándose para depositar un beso en sus fríos labios–. Siempre lo haremos.


— ¿Damon? –su cabeza se giró rápidamente hacia la voz de Stefan, quien estaba parado en la entrada de la sala con una vela en sus manos, sus ojos soltando lágrimas al igual que el–. ¿L-Lena está... está muerta?


Con un poco de esfuerzo se puso de pie, caminando hacia el cuerpo temblante de su hermano menor.


—Lo siento, Stefan.


El niño al oírlo se soltó a llorar, dejando caer la vela al suelo, esta apagándose ante el movimiento. Damon le regaló una sonrisa triste, tomándolo de la mano para regresar a la salida.


— ¡No! ¡No podemos dejarla!


—Tenemos que buscar a papá.


Negó, tirando de su brazo. — ¡Damon! ¡Ella está embarazada! ¡No podemos dejarla! ¡Suéltame!


Damon no respondió a sus llamados ni cedió ante el niño. Simplemente camino en automático hacia el carruaje en el jardín, subiéndolos a ambos con esfuerzo.


Fue entonces, una vez sentados y con el carruaje andando, cuando Stefan logró ver bien a su hermano y el corazón se apretó en su pecho.


Damon llevaba entre sus manos un bulto envuelto con tela manchada de sangre y lo miraba con adoración mientras una sonrisa triste permanecía en sus labios.


Entonces lo comprendió:; si el sentía que había perdido a alguien importante en su vida, no se imaginaba como debería de sentirse Damon; no solo había perdido a su mejor amiga sino también a su compañera, a su esposa, a la madre de su hija y al amor de su vida.


Se prometió desde ese mismo momento, al acercarse y contemplar a la hermosa bebé que con bellos ojos azules, que iba a cuidarla en honor a Lena, que iba a protegerla con su propia vida si eso fuese necesario y que jamás, jamás iba a dejarla sola.


Y no hizo falta decirlo o hacer que Damon lo prometiera en voz alta, porque sabía que su hermano pensaba lo mismo que él.


Ambos habían hecho una promesa silenciosa con la luz de la luna colándose por la pequeña ventana del carruaje.


Una promesa que iban a cumplir aun cuando está se ocultara y el sol saliese.


Una promesa para siempre.




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