Mériac

Oleh valakya

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Durante veinticinco años de vida inmortal acompañaremos a Mériac en un recorrido donde conocerá las fuerzas m... Lebih Banyak

Tarde de café
El número
Anime, manga y bytes
Un extraño en la noche
Último viaje
Abrazando la vida
Oscuro despertar
Natael
Familia de sagre
El camino de los dones
La presentación
Extrañas amistades
Los cruzados
Hogar
Reflexiones en la noche
Preludio a la invasión
Preparativos de una guerra
Guerra
Una decisión difícil
Recompensa
Una noche normal
Dos extraños en el viñedo
Dracko Dürsten
Cambios en el río
El barón Oscuro
Adios al hogar
El extranjero
Reflexiones en la noche II
Una larga noche
Estaremos juntos esta noche
Vetas negras
El amanecer
Curando heridas
El juicio
Reflexiones en la noche III
El Obispo Oscuro
El Bhurak
Un viejo escrito
Venganza
Prisioneros
La odisea
Outis
Cambiando el futuro
Reflexiones en la noche IV
Trabajo en sigilo
Remedio casero
En el interior
Trabajo pendiente
Entrar y ver
Una vieja ley
Saldando cuentas
Un nuevo orden
Preparando el cambio
Reflexiones en la noche V
Email de un conocido
Viajando al extranjero
Arkansas
Luca Sanderti
La Legión
Una prueba contundente
Escapando
Secretos al descubierto
Un poco de compasión
Escape
Perdida en el desierto
Regreso a Little Rock
Yo te absuelvo
El exorcismo
Posesión
El Visitante
Apología
Un nuevo trabajo
Renacimiento
Hada Azul
Sino alterno
Reflexiones en la noche VI
FRONTERA
EL DESTINO DE GABRIEL
Hibernación
Charla entre amigas
N-0
El vino inmorta
El N-0 puesto a prueba
Amistades
Cae el velo
Prototipo
Descanso
Ratas y drenaje
Enemigo al descubierto
Encuentros
Acuerdos
Amigas
Reflexiones en la noche VII
Protocolo
Un favor especial
El Mármara
Estambul
Hanev Kal
El ayuno
Tres minutos antes
El Demonio Interior
Batalla interior
Reflexiones en la noche VIII

Confrontación

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Oleh valakya

Las horas avanzan lentamente, el sonido de una guerra anunciada inundó la ciudad; la policía estaba intrigada, iniciaron infructuosos operativos para detener la hecatombe; Valdus contemplaba arder el viñedo invadido por los cruzados, representaban una cantidad inferior a los contrarios, pero las manadas rebeldes eran fuertes, si había que hacer algo, debía hacerse ya.

***

Beto corría por las calles pero no importaba qué tan rápido lo hiciera, tarde o temprano sería alcanzado, no hay forma de escapar, ella lo huele, percibe su miedo, la adrenalina que fluye en él, no hay forma. Huir sólo alargaría la agonía provocada por el miedo.

Da vuelta a una esquina y queda frente a ella. Se detiene y decide aceptar el destino, siente una garra en el cuello, una mano similar a una prensa de hierro frío. Corta la respiración, fauces que se abren para mostrar cuatro alargados incisivos; usualmente sólo usan los colmillos superiores para causar una herida directamente en alguna vena importante; sin embargo, cuando son poseídos por el Demonio Interior usan los cuatro, un vampiro en ese estado no razona, simplemente desea alimentarse, los convierte en monstruos despiadados. Morderá y será el fin, sólo pide a Dios que no sea muy doloroso.

***

El renegado escuchaba por quinta vez el tono de ocupado en el aparato. El nerviosismo iba en aumento.

—¡Maldita bruja! —maldijo aterrado mientras colgaba el teléfono.

Hacía cerca de una hora que el edificio en Enrique Díaz de León estaba incomunicado, ningún tipo de información salía o entraba. Toda línea de comunicación estaba truncada. Varios renegados estaban ya extintos, sólo quedaba él en pie. Parados sobre los edificios aledaños, como una macabra parvada de cuervos, un grupo Volvalio rodeaba el edificio, pero no se decidían a entrar.

«¿Qué esperan esos brujos para entrar?", pensó nervioso.

La puerta comenzó a crujir, cada vez más fuerte, hasta que cedió por completo. Era ella, seguida de un séquito de cuatro inmortales.

—Hace siglos que no te veía Andreé —comentó con una sonrisa lacónica.

—¡Mónica, qué placer verte! —repuso con miedo.

—Nunca en mis ochocientos años me imaginé que te volverías un renegado, sabes que siempre te tuve cierto aprecio.

Buscaba una salida, pero solo había dos: se tiraba por la ventana o la enfrentaba, y la primera opción era más tentadora.

—Bueno... tú sabes, el regente quería mi cabeza y nadie estaba dispuesto a ayudarme.

—Andreé yo te hubiera ayudado —respondió afligida—. Ahora eres un traidor, pero... yo puedo ayudarte a revindicarte, dime algunas cosas que quiero saber y tendrás mi ayuda.

—Tú sabes que no puedo... el pacto me lo impide —tartamudeó presa de los nervios.

El pacto cruzado era un ritual que dio inicio años después de la noche llamada la Gran Revuelta en Estambul, cuando el movimiento rebelde nació; al ser un grupo de renegados inmortales sin principios o pilares que mantuviera la cohesión entre los miembros la unidad de los rebeldes se veía comprometida. Antonio de Casares tuvo contacto con un libro antiguo, de el aprendió las runas y el proceso para uno de los secretos más celosamente guardados del Gran Consejo: El yugo.

Durante miles de años sólo una elite de vampiros tuvo acceso al ritual; usado para someter a los inmortales y reducirlos a meros esclavos sin voluntad; Antonio de Casares tuvo a bien idear un ritual —parecido al yugo, que generó el odio que desató la gran revuelta—, se vertió la sangre de cada vampiro rebelde en un caldero previamente preparado con las runas del rito que sometió a Natael a una esclavitud de un siglo en Sippar, al final todos bebieron de ella, el proceso se repitió durante varias noches. No había tradiciones o pilares, sólo un lazo de hermandad duro e inflexible; una variante eficaz del yugo; la diferencia era que todos estaban atados a todos, como hermanos de sangre. Lo que una vez odiaron ahora los mantenía firmes y fuertes ante sus enemigos.

Ella colocó la mano en la frente del atribulado vampiro.

—No te preocupes, Andreé... yo te ayudare a cooperar.

La sonrisa paralizó por completo al cruzado.

***

Cerca del parque Montenegro, ubicado en la salida de Guadalajara hacia Chapala, una mujer miraba avanzar a un grupo de enormes criaturas, abrirse paso entre camiones apilados por los enviados de Valdus.

—Mi señora, el Obispo ha entrado a la ciudad y ha tomado la Avenida López Mateos.

—El Obispo nunca me ha defraudado —sonrió, el comentario la satisfizo— ahora sólo nos fal...

Un zumbido distante interrumpió la frase; cada vez más cercano, después una explosión ensordecedora, los vehículos volaron en pedazos, fuego en todas direcciones, gritos de terror y aullidos de agonía. El fuego, esa lengua que muerde fuerte y profundo en las pieles vampíricas, como la vid que cede ante esa caricia; cuerpos secos y enjutos caían destruidos, los preternaturales usaron una bazuka.

De entre despojos y restos se incorporaron los sobrevivientes, llenos de furia y de una ira irracional.

—¡Se acabaron las concesiones, denles fin a todos! —Gritó Sarah llena de odio— ¡Sobre ellos!

***

El llanto carmesí rodaba por las mejillas, un punzante dolor, más agudo que esa quemadura que la dejó ciega; abrazaba con vehemencia el cuerpo de Beto, se maldecía una y otra vez, permitió que el Demonio Interior se apoderara de ella, ahora su amigo agonizaba. Solo quedaba una cosa por hacer si quería evitar que muriera: convertirlo.

Pero no tenía permiso del regente, además, sería ella capaz de arrastrarlo a un mundo de oscuridad en el que ella misma se odiaba por estar inmersa. Debatía entre qué hacer: dejarlo morir o darle vida oscura.

—Perdóname por lo que voy a hacer —musitó en medio del llanto.

Mordió la muñeca y la acercó a la boca de Beto, pero una mano la detuvo. Giró para ver quién era aquella persona.

—No lo hagas, no envíes su alma a las sombras como han hecho contigo; has cometido un error, no cometas otro.

Era una mujer cercana a los cuarenta, rubia, vestida de blanco; miró el cuerpo inerte de Beto y pasó las manos sobre él. Tras un par de minutos —que parecieron una eternidad—, el color volvió a la piel, estaba vivo.

—¿Quién eres tú? —preguntó Mériac intrigada.

—Una amiga, alguien que busca la paz y anhela el perdón, alguien que ha encontrado la redención.

Después desapareció entre las sombras de las calles.

***

Fernando sonreía, era el final sin lugar a dudas, pero no mostraba temor. Ante lo inevitable, sólo queda la resignación. Un par de engendros lo sujetaban, mientras Sarah se paseaba frente a él, lo contemplaba como quien ve un trofeo.

—Una bazuka, muy ingenioso ¿En realidad pensaste que nos detendrías con algo tan burdo como eso?

—En realidad no. Lo que deseaba era estrenarla, la compré hace un mes y no había tenido la oportunidad.

Los engendros apretaron sus garras, Fernando hincó una rodilla. Estos seres eran una transformación que usaban los diávolos. Alteraban sus cuerpos por medio del legado, crecían más de dos metros, enormes garras, una piel oscura y aceitosa recubría los cuerpos con un par de muñones extraños en la espalda a la altura del omóplato. Era muy desagradable el proceso de la transformación, pero valía la pena. Al final, se convertían en máquinas de combate equiparables al poder de ciertos lupinos. Se creía que eran la personificación de Dalhan, el demonio devorador, ya que todos los engendros tenían una enorme cicatriz en el tórax, similar a la descrita por Natael en los antiguos escritos cuando conoció a Dalhan.

—Eres gracioso mojigato, pero se acabó el show, voy a devorarte.

—¡Ni se te ocurra Sarah! —advirtió una voz poderosa y llena de autoridad.

Fernando giró el rostro y vio al recién llegado.

—¡Su Excelencia, cómo me alegra verlo!, ya comenzaba a preocuparme.

***

—No puedo creer lo que me dices, pese a que lo estoy viendo—Beto estaba conmocionado.

—Pues es verdad, Sofía lo sabe y está atada ahora al mundo oscuro, ahora lo sabes tú, pero conozco a varios vampiros que pueden borrar este recuerdo de tu mente, me deben algunos favores y puedo cobrárselos.

—Pero eso significaría que ya no volveríamos a vernos de nuevo.

—Todo tiene un precio, es demasiado peligroso que nos volvamos a ver.

***

Sarah sonrió. Había esperado ese encuentro desde hacía siglos, ahora tenía a un par de metros al objetivo de aquella incursión; vibraba de excitación, la verdadera razón de esa invasión estaba frente a ella.

—¡Vaya, vaya!, pero si es Su Excelencia Valdus, pensé que estarías escondido en tu madriguera, como todos los de tu calaña.

—He venido a ponerle fin a tu invasión —la señaló con el índice— ¡No voy a permitir que los renegados tomen mi ciudad!

—Entonces la conservarás —mostró uñas alargadas— ¡O dejarás de existir al defenderla!

***

—¿Un sirviente? —preguntó confundido.

—Así es, sólo si eres mi sirviente podrás permanecer a mi lado.

—¿Y eso significa qué... ? —preguntó con interés.

—Verás, a nosotros nos permiten tener una especie de viñedo particular, hay algunos que llegan a tener hasta cien según sus recursos e influencias, en mi caso no podría tener a más de tres—hizo una pausa—. Un sirviente es un esclavo mortal. Nos alimentamos de ellos, sin asesinarlos, cuidan nuestro refugio y hacen las cosas que nosotros no podemos hacer durante el día.

—¿Sería tu esclavo? —preguntó dubitativo— Bueno no sería nada nuevo, con lo que me pagabas ya casi estaba en esa categoría.

Mériac sonrió, tras esa expresión, Beto descubrió a su amiga, no al monstruo, sino a la chiquilla alocada, despistada y solitaria que conocía.

—Puedo salvarte de este destino, tendrías una vida normal. No sabrías de nosotros y serías más feliz.

Era un momento determinante, regresar a la ignorancia o entrar en un mundo lleno de terror y horror. El tiempo pasaba y tenía que tomar una determinación al respecto.

***

Mónica separó la mano de Andreé; terminaba de leerle la mente.

—¡¿Todos ustedes están locos?! —Mónica estaba furiosa; sacó un celular y marcó— Duarte, ven rápido a Enrique Díaz de León 1526, es un edificio, tengo que darte información que necesitarás, hay una bomba que tienes que desactivar.

***

Mériac dejó de beber de Beto, parte del ritual para convertirlo en un sirviente había terminado. Procuró sólo beber de manera casi simbólica, estuvo a punto de asesinarlo y no deseaba repetir el error.

—Oye, eso se sintió bien —Beto se sujetó el cuello.

—Pero aún no terminamos —suspiró—, ahora, beberás de mi sangre, te hará sentir más simpatía hacía mí, es un yugo esclavizante, pero te protegerá contra otros vampiros que intenten dominarte.

Abrió la muñeca con una mordida y el vino preternatural brotó, lo acercó a Beto con una mirada de seriedad.

—Aún puedes arrepentirte. Yo te protegería aunque tú ya no me recuerdes, velaría siempre por ti y los tuyos.

—Es mi decisión —respondió Beto con firmeza.

—Entonces, bienvenido a mi mundo de oscuridad... y sangre.

Bebió y miró extrañado a Mériac; la sangre tenía el sabor de un merlot. No era versado en vinos, pero pudo percibir la tesitura suave y delicada que da la madera al vino cuando es añejado en barricas de roble blanco, suave tanto en la entrada como en la salida. Cada vampiro según edad y forma de vida genera un sabor diferente en la sangre, algunos amargos como el ajenjo, otros suaves como un clericot o sofisticados como el pinot noir, cada preternatural avanzaba de forma distinta en el mundo de la oscuridad y eso se veía reflejado en el sabor de la sangre. La vida eterna no llegó a Beto, pero el yugo se realizó, a partir de ese momento andaría por un mundo donde las pesadillas que tenía de niño caminaban entre los humanos.

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