Cautivo "KookV"

By Minminta95

53 1 0

Dos reinos enemigos, uno es considerado un héroe, mientras que el otro, alguien frío, despiadado y manipulado... More

Resume
Prólogo
I-1
I-2
I-3
I-4
I-5
I-6
I-7
I-8
I-9
I-11
I-12
I-13
Extra 1
Gambit
II-1
II-2
II-3
II-4
II-5

I-10

1 0 0
By Minminta95

Kook había sobrevivido a las convocatorias de TaeHyung antes. No tenía ninguna razón para la tensión que se instaló en sus hombros y la ansiedad en su estómago, enroscada y caliente.

Su viaje se hizo en total privacidad, dando la falsa apariencia de una cita secreta. Excepto que, sea lo que sea que pareciera y a pesar de lo que le hubieran informado, se sentía como un error. Si pensaba demasiado en ello, la inquietud lo invadía: TaeHyung no era de la clase que pasaba de contrabando hombres a sus habitaciones para gratificaciones de medianoche.

No era de lo que trataba todo esto.

No tenía sentido, pero con TaeHyung era imposible adivinar. Los ojos de Kook recorrieron el pasillo y encontró otra incongruencia. ¿Dónde estaban los guardias que habían estado apostados a lo largo de esos pasillos la última vez que los había recorrido? ¿Se retiraban por la noche? ¿O habían sido retirados por alguna razón?

—¿Utilizó esas palabras... su cama? ¿Qué más dijo? —preguntó Kook y no recibió respuesta.

El cuchillo en su espalda lo pinchaba hacia adelante. No había otra cosa que hacer más que avanzar por el pasillo. Con cada paso que daba, la tensión apretaba, la inquietud aumentaba. Las ventanas enrejadas a lo largo del pasaje lanzaban cuadrados de luz de luna que ascendían por los rostros de su escolta. No había ningún otro sonido salvo el de sus pasos.

Había una fina línea de luz bajo la puerta de la habitación de TaeHyung.

Solo había un guardia en la puerta; un hombre de cabello oscuro llevando la librea del Príncipe y en la cadera, una espada. Asintió con la cabeza a sus dos compañeros y dijo brevemente:

—Él está adentro.

Se detuvieron ante la puerta el tiempo suficiente para abrir las correas y liberar completamente a Kook. La cadena cayó formando una espiral pesada y simplemente se dejó abandonada en el suelo. Quizás fue en ese momento en el que lo supo.

Empujaron las puertas para abrirlas.

TaeHyung estaba en el sofá reclinable, con los pies metidos debajo de él en una postura relajada, juvenil. Un libro con páginas ornamentadas estaba abierto delante de él. Una copa descansaba en la pequeña mesa junto a su figura. En algún momento de la noche, un sirviente debió haber soportado la media hora necesaria para desatar sus austeros vestidos puesto que TaeHyung solo llevaba pantalones y una camisa blanca de un material tan fino que no requería bordado para declamar su coste. La habitación estaba iluminada por la lámpara. El cuerpo de TaeHyung se traslucía en una serie de elegantes líneas bajo los suaves pliegues de la camisa. Los ojos de Kook se alzaron hacia la pálida columna de su garganta, y más allá, al cabello de oro que se distribuía alrededor del lóbulo de una oreja sin joyas. Parecía una figura damasquinada, como de metal repujado. Estaba leyendo.

Levantó la vista cuando las puertas se abrieron.

Y parpadeó, como si enfocar sus ojos azules fuera difícil. Kook miró de nuevo la copa y recordó que ya había visto una vez a v con sus sentidos nublados por el alcohol.

Podría haberse aferrado a la ilusión de que aquella convocatoria fuera real durante unos segundos más, después de todo, un TaeHyung borracho era, sin duda, capaz de todo tipo de locas demandas e impredecibles comportamientos. Excepto que fue manifiestamente claro, desde el primer momento en que alzó la mirada, que no esperaba compañía. Y que no reconocía a los guardias tampoco.

TaeHyung cerró con cuidado el libro.

Y se puso en pie.

—¿No podías dormir? —preguntó.

Mientras hablaba, se movió y se detuvo ante el arco abierto del pórtico. Kook no estaba seguro de que una caída directa desde la segunda planta hasta los jardines sin iluminar pudiera ser considerada como una vía de escape. Sin embargo, teniendo en cuenta el desnivel de tres escalones para subir a la altura donde él se encontraba, y la pequeña mesa finamente tallada entre otros objetos decorativos que proporcionaban toda una serie de obstáculos, esa era, tácticamente, la mejor posición de la habitación.

TaeHyung sabía de qué se trataba aquello. Kook, que había observado el largo corredor vacío, oscuro, silencioso y sin guardias, lo sabía también. El guardián de la puerta había entrado tras ellos; allí estaban los tres hombres, todos armados.

—No creo que el Príncipe se encuentre de humor para asuntos amorosos —soltó Kook, imperturbable.

—Me toma un tiempo entrar en calor —dijo TaeHyung.

Y entonces estaba ocurriendo. Como si fuera una señal, el sonido de una espada siendo desenvainada a su izquierda.

Más tarde, él tuvo que preguntarse qué lo hizo reaccionar de esa manera. No sentía aprecio por TaeHyung. Si se hubiera tomado tiempo para pensar, seguramente él se habría dicho, con voz endurecida, que la política interna de Vere no era asunto suyo, y que cualquier acto de violencia que cayera sobre TaeHyung era totalmente merecido.

Tal vez era una extraña empatía, pues había vivido algo como aquello: la traición, la violencia en el lugar en el que creyó estar a salvo. Tal vez era la manera de revivir esos momentos, de reparar su fracaso, porque no había reaccionado tan rápido como debería en aquel entonces.

Debió de ser eso. Debió haber sido el eco de aquella noche, el caos y la emoción de lo que había encerrado en sí mismo con candado.

Los agresores dividieron su interés: dos de ellos se dirigieron hacia TaeHyung mientras que el tercero se mantuvo, cuchillo en mano, vigilando a Kook. Obviamente no esperaba ningún problema. Su control sobre el cuchillo era flojo y casual.

Después de días, semanas, en las que se pasó esperando una oportunidad, se sentía bien al fin tener una, y tomarla. Sentir el pesado, satisfactorio impacto de carne contra carne en el golpe que entumeció el brazo del otro y le hizo soltar el cuchillo.

El hombre llevaba librea y no armadura, un desacierto. Todo su cuerpo se curvó alrededor del puño con que Kook desbarató su abdomen, e hizo un sonido gutural que era mitad ahogo, mitad respuesta al dolor.

El segundo de los tres hombres, jurando, se volvió hacia él, probablemente decidiendo que un solo hombre sería suficiente para despachar al Príncipe y que su diligencia tendría un mejor uso si la aplicaba para someter al inesperadamente problemático bárbaro.

Desafortunadamente para él, pensó que bastaba con tener una espada. Arremetió velozmente, en lugar de acercarse con cautela. Su espada de doble filo, con gran empuñadura, podía clavarse en el costado de un hombre y continuar su camino hasta cortarlo por la mitad, pero Kook ya estaba en guardia y forcejeando a distancia.

Hubo un estrépito en el lado opuesto de la habitación, pero Kook solo fue vagamente consciente de ello, toda su atención estaba en intentar inmovilizar al segundo de sus asaltantes; no tenía pensamientos para malgastar en el tercer soldado y TaeHyung.

Uno de sus compañeros jadeó: —Es la perra del Príncipe. Mátalo —esa fue toda la advertencia que Kook necesitó para avanzar. Arremetió con todo su peso contra el espadachín, invirtiendo sus posiciones.

Y eso significó que el filo alcanzó el esternón no blindado del espadachín.

El hombre del cuchillo se había alzado y recuperado su arma; era ágil, con una cicatriz que descendía por su mejilla bajo la barba, un superviviente. No era alguien que Kook quisiera a su alrededor con un cuchillo. Kook no dejó que sacara la hoja de su espantosa vaina, sino que empujó hacia adelante, de modo que el hombre se tambaleara retrocediendo y soltara su agarre. Luego, simplemente alzó su cuerpo tomándolo de la cadera y el hombro, y lo lanzó contra el muro.

Esto fue suficiente para dejarlo aturdido, sus facciones se aflojaron, incapaz de reunir alguna resistencia instintiva cuando Kook lo retuvo, aferrándolo.

Hecho esto, Kook examinó el resto, medio esperando ver a TaeHyung resistiendo, o vencido. Se sorprendió al ver, en cambio, que este estaba vivo e intacto tras haber despachado a su oponente, y que se levantaba desde una posición inclinada sobre el cuerpo inmóvil del tercer hombre, mientras alejaba un cuchillo de sus dedos sin vida.

Supuso que V había tenido, al menos, el ingenio para aprovechar el familiar entorno.

Los ojos de Kook quedaron cautivados por el cuchillo.

Desvió la vista hacia el espadachín muerto. Allí también, un arma. Una cuchilla de punta dentada terminada en una empuñadura con el inquietante diseño característico de Sicyon, una de las provincias del norte de Akielos.

El cuchillo que TaeHyung sostenía tenía las mismas características. Observó que estaba ensangrentado hasta la empuñadura mientras que TaeHyung descendía los escalones poco empinados. Parecía incongruente en su mano, ya que la camisa blanca y fina había sobrevivido a la lucha en perfecto estado y la luz de la lámpara era tan favorecedora para él como lo había sido antes.

Kook reconoció la fría y apretada expresión de TaeHyung. No envidiaba al hombre que sufriera el interrogatorio que se avecinaba.

—¿Qué quieres que haga con él?

—Mantenlo quieto —dijo TaeHyung.

Se acercó. Kook siguió sus órdenes. Sintió que el hombre hacía un nuevo intento de liberarse por lo que aumentó la presión, abortando aquel impulso de lucha.

TaeHyung levantó el cuchillo aserrado y, con la calma de un carnicero, abrió la garganta del hombre bajo la barbilla.

Kook oyó un sonido ahogado, y sintió los primeros espasmos del cuerpo dentro de su agarre. Lo soltó, en parte por la sorpresa, y las manos del moribundo se acercaron a su garganta en un desesperado gesto instintivo demasiado tardío. La fina media luna roja que atravesaba su garganta se amplió. Se desplomó.

Kook ni siquiera pensó antes de reaccionar; cuando TaeHyung dirigió la mirada hacia él, cambiando su agarre sobre el cuchillo, se impulsó instintivamente para neutralizar la amenaza.

Un cuerpo chocó con fuerza contra el otro. El puño de Kook se cerró sobre los finos huesos de la muñeca de TaeHyung, pero en lugar de controlar rápidamente la situación, se sorprendió al encontrarse con una musculosa resistencia. Aplicó mayor presión. Sintió la potencia en el cuerpo de TaeHyung empujando su límite, aunque aún estaba muy lejos del propio.

—Suelta mi brazo —ordenó TaeHyung, con voz controlada.

—Suelta el cuchillo —replicó Kook.

—Si no sueltas mi brazo —dijo el otro— no va a ser fácil para ti.

Kook aumentó ligeramente la presión hasta sentir que el estremecimiento de su resistencia cedía y el cuchillo caía al suelo. Tan pronto como eso sucedió, liberó a TaeHyung. Como parte del mismo movimiento, Kook se alejó de su alcance. En lugar de seguirlo, TaeHyung también dio dos pasos hacia atrás, ampliando la distancia entre ambos.

Se miraron el uno al otro sobre los restos de la habitación.

El cuchillo se encontraba entre ellos. El hombre con la garganta cortada estaba muerto o muriéndose, su cuerpo apagado con la cabeza girada hacia un lado. La sangre había empapado la librea que llevaba, cubriendo el emblema de explosión de estrellas doradas sobre azul.

La lucha de TaeHyung no había sido tan reducida como la de Kook; la mesa estaba derribada, pedazos rotos de fina cerámica estaban esparcidos por el suelo y una copa rodaba por las baldosas. Parte de los cortinados se habían desgarrado parcialmente hacia abajo. Y había gran cantidad de sangre. El final de la primera víctima de TaeHyung había sido, incluso, más desordenado que el de la segunda.

La respiración de TaeHyung era un poco superficial debido al esfuerzo. Así como también la de Kook. En medio del cauteloso y tenso momento, TaeHyung dijo, de manera firme: —Pareces vacilar entre la asistencia y el asalto. ¿Qué pasa?

—No me sorprende que haya tres hombres que quisieran matarte, solo estoy sorprendido de que no hubiera más —dijo Kook, sin rodeos.

—Hubo —precisó TaeHyung —más.

Comprendiendo su significado, el esclavo se sonrojó.

—Yo no me ofrecí. Me trajeron aquí. No sé por qué.

—Para cooperar —aclaró TaeHyung.

—¿Cooperar? —preguntó con total repugnancia—. Estabas desarmado. —Kook recordó la forma indolente con que su agresor había sostenido el cuchillo sobre él; ellos habían esperado que cooperara o, por lo menos, que esperara y viera. Observó con el ceño fruncido al más cercano de los rostros inanimados. No le gustó la idea de que cualquier persona lo creyera capaz de atacar a un hombre desarmado con una ventaja de cuatro a uno. Incluso si ese hombre era TaeHyung.

Este se lo quedó mirando.

—Al igual que el hombre que acabas de asesinar —añadió Kook devolviéndole la mirada.

—En mi lado de la lucha los hombres no estaban amablemente matándose entre ellos —dijo TaeHyung.

Kook abrió la boca. Antes de que pudiera hablar, se oyó un ruido en el pasillo. Ambos, instintivamente, se giraron para enfrentar las puertas de bronce. El sonido se convirtió en estrépito de armaduras ligeras y armas cuando soldados portando libreas del Regente entraron en la habitación: dos, cinco, siete; las probabilidades comenzaron a ser desalentadoras. Pero...

—Alteza, ¿está herido?

—No —informó TaeHyung.

El soldado a cargo hizo un gesto a sus hombres para que aseguraran la habitación y verificaran los tres cuerpos sin vida.

—Un sirviente encontró a dos de sus hombres muertos en el perímetro de sus apartamentos. Se le comunicó de inmediato a la Guardia del Regente. Su guardia aún no ha sido informada.

—Me he dado cuenta —dijo TaeHyung.

Fueron más rudos con Kook, zarandeándolo con un implacable agarrón como los que había sufrido en los primeros días tras su captura. Se rindió a él, porque ¿qué otra cosa podía hacer? Sintió que sus brazos eran sujetados a su espalda. Una carnosa mano se estrechó en la parte posterior de su cuello.

—Llévenselo de aquí —ordenó el soldado.

TaeHyung habló con mucha calma.

—¿Puedo preguntar por qué estás arrestando a mi sirviente?

El guardia a cargo lo miró sin comprender.

—Alteza, se produjo un ataque...

—No de su parte.

—Las armas son Akielenses —informó otro de los hombres.

—Alteza, si ha habido un ataque por parte de Akielos contra usted, puede apostar a que él participó.

Era demasiado conveniente. Kook cayó en la cuenta; esa era exactamente la razón por la que los tres agresores lo habían llevado hasta allí: para culparlo. Por supuesto, esperaban sobrevivir al ataque, pero su propósito se cumplió a pesar de todo. Y TaeHyung, quien dedicaba cada momento de vigilia a buscar nuevas formas de humillar, herir o matar a Kook, la excusa que necesitaba en una bandeja.

Pudo verlo –pudo sentirlo– que TaeHyung le advirtió aquello. Pudo también percibir cómo TaeHyung deseaba terriblemente aprovecharse de ello; anhelaba ver como se lo llevaban, quería triunfar sobre Kook y sobre su tío. Kook lamentó amargamente el impulso que le había llevado a salvar la vida de TaeHyung.

—Estás mal informado —dijo TaeHyung. Sonó como si estuviera saboreando algo desagradable—. No ha habido ningún ataque contra mí. Estos tres hombres atacaron al esclavo, sostenían algún tipo de controversia bárbara.

Kook parpadeó.

—¿Ellos atacaron... al esclavo? —preguntó el soldado, que al parecer estaba teniendo casi tanta dificultad para digerir aquella información como Kook.

—Suéltale, soldado —ordenó TaeHyung.

Pero las manos sobre él no desaparecieron. Los hombres del Regente no recibían órdenes de TaeHyung. El oficial al mando, de hecho, sacudió ligeramente la cabeza al hombre que sostenía a Kook, negando la orden de TaeHyung.

—Perdóneme, Alteza, pero hasta que no pueda garantizar su seguridad, sería negligente si no lo...

—Tú ya has sido negligente —confirmó TaeHyung.

Aquella declaración, expuesta con calma, provocó un silencio que el soldado a cargo soportó estremeciéndose solo un poco. Probablemente era por eso que estaba al mando. El agarrón sobre Kook se aflojó notablemente.

TaeHyung continuó: —Has llegado tarde y has maltratado lo que es de mi propiedad. Desde luego, a tus faltas se le debe sumar el arresto del regalo de buena voluntad del Rey de Akielos. Contra mis órdenes.

Las manos que apresaban a Kook desparecieron. TaeHyung no esperó un reconocimiento del guardia al mando.

—Necesito un momento de intimidad. Puedes utilizar el tiempo hasta el amanecer para despejar mis apartamentos e informar a mis propios hombres sobre el ataque. Enviaré por uno de ellos cuando esté listo.

—Sí, Alteza —acató el soldado a cargo—. Como lo desee. Lo dejaremos en sus habitaciones.

Mientras los soldados hacían los primeros movimientos hacia la salida, TaeHyung preguntó: —¿Tengo que arrastrar yo mismo a estos tres vagabundos?

El que estaba al mando enrojeció.

—Los retiraremos. Por supuesto. ¿Hay algo más que necesite de nosotros?

—Prisa —dijo TaeHyung.

Los hombres obedecieron. No pasó mucho tiempo antes de que se enderezara la mesa, la copa volviera a su lugar y las piezas de fina cerámica fueran barridas en un montón ordenado. Los cuerpos fueron retirados y la sangre fregada, en su mayor parte, ineficazmente.

Kook nunca antes había visto a media docena de soldados rebajados a tareas de limpieza por la pura fuerza de la arrogancia personal de un hombre. Era casi educativo.

A mitad del proceso, TaeHyung dio un paso hacia atrás para reclinar los hombros contra la pared.

Finalmente, los hombres se fueron.

La habitación había sido puesta en condiciones superficialmente, pero no había regresado a su antigua tranquila belleza. Tenía el aspecto de un santuario perturbado. No había solamente un quiebre de la atmósfera, había manchas tangibles sobre el paisaje también. Los hombres eran soldados, no sirvientes domésticos. Habían pasado por alto más de un detalle.

Kook podía sentir cada latido de su pulso, pero no podía darles sentido a sus propios sentimientos y, mucho menos, a lo que había sucedido. La violencia, los asesinatos y las extrañas mentiras se habían sucedido de manera demasiado brusca. Sus ojos se desplazaron por la habitación, inspeccionando los daños.

Su mirada se enganchó en la de TaeHyung, que lo observaba a su vez con bastante recelo.

Pedir que lo dejaran solo por el resto de la noche, ciertamente, no tenía mucho sentido.

Nada de lo que había sucedido esa noche tenía sentido, pero hubo algo que, mientras los soldados realizaban el trabajo, Kook llego a percibir gradualmente. La postura un tanto despreocupada de TaeHyung era, tal vez, un poco más exagerada que la habitual. Kook inclinó su cabeza a un lado para darle una larga y escrutadora mirada de arriba hacia abajo, y de vuelta arriba otra vez.

—Estás herido.

—No.

Kook no apartó sus ojos. Cualquier otro hombre excepto TaeHyung se hubiera sonrojado y apartado la vista, o hubiera dado alguna pista de que estaba mintiendo. Kook medio se lo esperaba, incluso de TaeHyung.

TaeHyung le devolvió la mirada, y algo más.

—Supongo que excluyes tu intento de romperme el brazo.

—Quise decir, excluyendo mi intento de romper tu brazo — confirmó Kook.

TaeHyung no estaba, como había pensado sospechado en un primer momento, borracho. Pero si uno miraba de cerca, notaba que estaba controlando su respiración, y que tenía una tenue y ligeramente febril mirada en los ojos.

Kook dio un paso adelante. Se detuvo al encontrarse con unos ojos azules fijos en él, como con una pared.

—Preferiría que te mantuvieras alejado —subrayó TaeHyung; cada palabra finamente cincelada, como en mármol.

Kook dirigió sus ojos hacia la copa que había sido derribada y su contenido derramado durante la lucha, la cual los hombres del Regente, sin pensarlo, habían levantado. Cuando volvió a mirarlo, supo por la expresión del rostro de TaeHyung que lo había descubierto.

—No herido. Envenenado —dijo Kook.

—Puedes reducir tu deleite. No voy a morir por ello —aseguró.

—¿Cómo sabes eso?

Pero TaeHyung, lanzándole una mirada asesina, se negó a dar detalles.

Se dijo, sintiéndose extrañamente distante, que no era más que justicia: Kook recordaba perfectamente la experiencia de ser rociado con una droga y luego arrojado a una pelea. Se preguntó si la sustancia en cuestión sería también chalis, ¿podría ser tanto bebida como inhalada? Eso explicaría por qué los tres hombres habían estado tan despreocupadamente seguros de su propio éxito al luchar contra TaeHyung.

También ponía la culpa más firmemente sobre sus propios pies. Kook se dio cuenta de que era sórdidamente verosímil que él intentara vengarse de TaeHyung usando los mismos métodos que TaeHyung había usado contra él.

Aquel lugar lo asqueaba. En cualquier otro sitio, simplemente matabas a tu enemigo con una espada. O le envenenabas, si se tenían los instintos deshonrosos de un asesino. Pero aquí, eran capas y capas de doble juego maquinado, enigmático, minucioso y desagradable. Podría haber asumido que lo de aquella noche había sido planeado por la propia mente de TaeHyung, si este no hubiera sido, sin duda, el blanco.

¿Qué estaba pasando en realidad?

Kook se acercó a la copa y la levantó. Hubo un deslizamiento superficial del líquido remanente en el fondo. Sorprendentemente era agua, no vino. Debido a ello, el fino borde de color rosado en el interior del recipiente fue visible. Era la marca distintiva de una droga que Kook conocía muy bien.

—Es una droga Akielense —indicó Kook—. Es dada a los esclavos de placer durante el entrenamiento. Les provoca...

—Soy consciente de los efectos de la droga —cortó TaeHyung con voz de cristal siendo tallado.

Kook lo examinó con otros ojos. La sustancia, en su propio país, era infame. La había probado él mismo una vez por curiosidad a los dieciséis años. Había tomado solo una fracción de la dosis normal; sin embargo, le había provocado un exceso de virilidad durante varias horas, debido al cual extenuó a tres parejas hasta que, alegremente, se desplomaron. No había vuelto a probarla desde entonces. Una dosis más fuerte conduciría de la virilidad al abandono. Para dejar residuos en la copa la cantidad debía haber sido generosa, aunque se hubiera tomado solo un trago.

TaeHyung difícilmente parecía desenfrenado. Aunque no hablaba con su habitual facilidad y respiraba superficialmente, aquellas eran las únicas señales.

Kook comprendió, de pronto, que lo que estaba presenciando era un ejercicio de puro autocontrol, una voluntad de hierro.

—Se desvanece —informó Kook. Luego, sintiéndose muy capaz de disfrutar de la verdad como una forma de sadismo menor, agregó: —Después de un par de horas.

Pudo leer en los ojos de TaeHyung enfocados hacia él, que TaeHyung habría cortado su propio brazo antes de que cualquiera conociera su condición; más aún, justamente él era la última persona que TaeHyung hubiera deseado que se enterase o con quien hubiera querido estar a solas. Él era muy capaz de disfrutar de ese hecho también.

—¿Crees que voy a tomar ventaja de la situación? —preguntó Kook.

Porque lo único bueno que había salido del enredado complot Vereciano que se había desarrollado aquella tarde, era el hecho de que ahora estaba libre de restricciones, libre de obligaciones y sin vigilancia por primera vez desde su llegada a ese país.

—Lo haré. Estuvo bien que despejaras la recámara —dijo Kook—. Creí que nunca tendría la oportunidad de salir de aquí.

Se dio la vuelta. Detrás de él, TaeHyung juró. Kook ya estaba a medio camino de la puerta antes de que la voz de TaeHyung le hiciera volverse.

—Espera —exclamó, como si odiara decirlo y forzara la voz para hacerlo—. Es demasiado peligroso. Irte ahora sería tomado como una admisión de culpa. La Guardia del Regente no dudaría en matarte. No puedo... protegerte, tal como estoy ahora.

—Protegerme —dijo el esclavo con categórica incredulidad en su voz.

—Soy consciente de que me salvaste la vida.

Kook se limitó a mirarlo.

TaeHyung se explayó: —No me gusta sentirme en deuda contigo. Cree eso si no confías en mí.

—¿Confiar en ti? —dijo Kook—. Has desollado la piel de mi espalda. No te he visto hacer otra cosa más que engañar y mentir a toda persona con la que te has cruzado. Utilizas cualquier cosa y a cualquier persona para promover tus propios fines. Eres la última persona en quien podría confiar.

La cabeza de TaeHyung se inclinó hacia atrás contra la pared. Sus párpados habían caído a medias, por lo que miró a Kook a través de dos rendijas entre doradas pestañas. Kook estaba medio esperando una negación o una discusión. Pero la única respuesta de TaeHyung fue un soplo de risa que, curiosamente, mostró más que nada qué tan cerca del límite estaba.

—Ve, entonces.

Kook miró de nuevo hacia la puerta.

Con los hombres del Regente en alerta máxima, el peligro era real, pero escapar siempre significaría arriesgarlo todo. Si vacilaba ahora y esperaba otra oportunidad... si se las arreglaba para encontrar la manera de liberarse de las continuas restricciones... si mataba a sus guardias o los superara de alguna manera...

En ese momento, los apartamentos de TaeHyung estaban vacíos. Era un buen comienzo. Conocía una forma de salir del palacio. Una oportunidad como esa podría no volver a presentarse en semanas, meses o nunca más.

TaeHyung se quedaría solo y vulnerable como consecuencia del atentado contra su vida.

Pero el peligro inmediato había pasado, y TaeHyung había sobrevivido a él. Los agresores, no. Kook había matado aquella noche; también fue testigo de un asesinato. Kook apretó la mandíbula. Cualquiera que fuera la deuda que había entre ellos ya había sido saldada. No le debo nada, concluyó.

La puerta se abrió bajo su mano ante un pasillo vacío.

Salió.

Continue Reading

You'll Also Like

16.5K 2K 8
❬ 柔软 ❭ ─ Persona C es perfecta y cree que persona A también lo es; juntos se verían bien. Aunque, claro, podría existir posibilidad de ellos juntos s...
11.1K 1.3K 13
Las madres de Taehyung y Jungkook habían sido las mejores amigas desde la infancia, por esa misma razón deseaban que sus hijos fuesen los mejores ami...
21.5K 2K 9
𝐌𝐈𝐍𝐈 𝐅𝐀𝐍𝐅𝐈𝐂❥ "Jeon Jungkook desapareció de la vida de su amor de la niñez Kim Taehyung, años después se vuelven a reencontrar y eso causó a...
97.4K 14.6K 42
❝Kim TaeHyung sólo era un niño que quería ser artista y terminó enamorándose del mar.❞ • Capítulos variables; algunos cortos, otros largos • • No co...