Lo que mas temía se volvió realidad.
Landó desapareció antes de que yo despertara y es como si su vida desapareciera de la mía. No contesta llamadas, no hay ninguna publicación indecente de él en ninguna red social y los chicos parecen no saber de su paradero.
—Estará bien. Es Lando, cuando algo lo abruma sale corriendo a casa de su hermano —Carlos responde con simplicidad mientras caminamos por las calles de Monaco disfrutando de los últimos días de vacaciones—. Por alguna razón se habrá ido.
Me siento fatal.
Mi mente sólo piensa en lo que pudo haber pasado cuando me vio a su lado. ¿Se arrepintió? ¿Le di asco? ¿No quiero volver a verme?
No lo sé, pero nada me hace sentir bien. Porque recuerdo como se sintió mi cama esa mañana y él ni siquiera dijo algo, como si fuera una chica cualquiera.
—Como sea, donde esté ojalá le vaya bien —murmuro, devorando mi gelato, fingiendo que no estoy devastada por dentro—. Iremos a la playa con los demás, ¿vienes?
—¿Y perderme de la oportunidad de hacer sufrir a Charles con su bronceado? Jamás —se burla, haciéndome reír porque su risa es contagiosa—. Pero acábate eso antes de entrar a mi auto, no quiero que lo manches.
—Sólo paso...
—Todas las veces que te subes —me regaña con una mueca de enojo que me hace reprimir una sonrisa—. Anda, apúrate.
Quiero replicar pero ya se ha llevado medio gelato con su cuchara para ayudarme. Empezamos a pelear por ver quien acaba mas rápido y claramente me gana.
Cuando llegamos al muelle, mis hermanos, sus novias y mi madre están esperando, esta vez no invito a Chris porque no tengo ganas de sentir mi sagrado espacio invadido y por eso Carlos es mi opción favorita.
—Carlos, haz bien tu trabajo, por Dios —golpeo sus manos para que me ponga bien el bloqueador pero es tan flojo y distraído en la plática de Charles que lo esta haciendo todo mal—. Voy a golpearte.
—Inténtalo —me reta, entre risas—. Ya, ya. Quejica igual que tu hermano.
—¡Avery, cuidado!
—¿Cuidado?
Tan pronto pregunto a Charles, siento que el agua entra por mi boca cuando caigo. Arthur me ayuda a salir a la superficie y se ríe como tonto, mientras golpeo su cabeza tratando de no ahogarme en el intento.
Cuando los chicos se avientan, salpican mi cara y empezamos a jugar a los clavados. Es tan divertido que por la tarde, estoy tan cansada admirando el atardecer.
Papá solía traernos en verano al muelle a ver los atardeceres, mientras comíamos donas con helado. Los seis en una fila, yo siempre a su lado. El fue quien me regaló mi primera cámara para tener bonitas fotos familiares de momentos como esos.
Lo recuerdo tan bien y me llena de felicidad, porque aunque ya no esté con nosotros, a dejado esa marca en nuestras vidas que repetimos cada fin de vacaciones.
—¿Quien tomara la foto? —Lorenzo llega hasta nosotros, ofreciendo su cámara.
—Yo, yo la tomo —Carlos se ofrece mientras se pone de pie.
Lorenzo, Arthur y Charles parados detrás de mi madre y yo. Es una preciosa foto en un atardecer en Monaco. Mi ciudad, mi hogar y mi lugar seguro.
Las chicas luego se toman unas cuantas con nosotros y esta vez yo me encargo de tomarlas porque me encanta la idea de tener una foto perfecta.
—Es lindo, ¿no? —Lorenzo se sienta a mi lado esta vez, ya con la noche acaparando el cielo, por lo que regresamos a casa—. Estar todos juntos, disfrutar del mar y rodearnos de personas que nos aman.
—Sí, me encanta. Es como regresar a nuestra infancia —sonrio, poniendo mi cabeza en su hombro—. Cuando mi madre los vestía igual a los cuatro ¿Lo recuerdas?
—¿Como no hacerlo? Parecíamos uniformados, no se como mamá se las arreglaba para tenernos a los cuatro bien peinados antes de las cuatro —comenta con una sonrisa y una mirada como si lo estuviera reproduciendo en su mente.
—O que papá con un solo tronar de dedos nos hacía dejar de pelear. Pobre Arthur, siempre se llevaba las peores reprimendas.
Seguimos hablando de las tardes de nuestra infancia y cuando por fin podemos llegar a la bahía, salimos del yate para darnos un baño y no llenar los autos de sal de mar.
Pero las malas decisiones siempre llegan cuando Carlos esta cerca y antes de que den las 10, todos estamos bebiendo tragos con música a todo volumen en un lugar lleno de gente que no conocemos.
—¡Pensé que llamarías a Chris! —grita Charles fingiendo moverse al ritmo de una canción en español—. Ya no lo he visto llegar.
¿Cómo explicarle que después de besar a Lando no quiero tener a ningún hombre con interés amoroso hacia mi en mi mismo espacio?
—No lo sé —grito de vuelta, tomándome el trago con fuerza para olvidar esa sensación de tristeza que he estado postergando.
Bailo, bebo y me divierto. Pero su rostro sigue rondando en mi mente.
La manera en que me miro esa noche, como si me amara de verdad, abrazada de él y su desesperación por atrapar mis labios es algo que por siempre recordare.
A tropezones voy al baño, riéndome porque no quiero caerme y parece tan difícil porque tengo la percepción del mundo movida.
—¿Estás bien? —una chica lindisima me ayuda a sentarme en una banca—. ¿Vienes con alguien?
—Uhm, Charles Leclerc —susurro, llevando una mano a mi cabeza—. Eres linda.
—Gracias, ¿Avery, entonces? —asiento y me alarmo porque me imagino que es una fan y no quiero meterme en problema—. Soy Alexandra Saint Mlaux, los conozco porque Charlotte es mi amiga.
Oh... entiendo, entiendo.
—Casi corro —bromeo, respirando con tranquilidad—. Estoy un poco borracha, ¿me llevas a casa?
Asiente, tirando de su bolso para ponerse de pie y luego me ofrece la mano para que la tome. Quiero avisarle a los chicos que me voy pero sinceramente los perdí, supongo que cuando este en casa le diré a mi madre que les llame.
—¿Te sabes tu dirección? —asiento. Dios, es tan linda, me recuerda a Char por lo dulce que es.
Hablamos un poco durante el viaje y me doy cuenta que es menor que yo por casi dos años, y nos reímos porque parece un poco mayor. Durante la peligrosa misión de llegar a mi habitación sin tirar algún jarron, ella me ayuda.
Pero la detengo justo en la puerta.
No quiero entrar, no cuando ahí estuvo Lando Norris junto a mi, besándome toda la noche, con el silencio de nuestra mente pero con el deseo de tenernos por primera vez.
—¿Estas bien, Avery? —susurra la mexicana, mirándome con preocupación y me abraza cuando la miro con los ojos inundados en lágrimas—. Oh...
—Va-vamos a la habitación de huéspedes. Puedes quedarte para que no te regreses en un taxi a estas horas —explicó y no espero su respuesta cuando con terquedad me adentro a la fría habitación que tiene dos camas.
Me arropo y puedo verla acostarse en la otra cama, totalmente tímida pero le deseo buenas noches, sabiendo que estoy tranquila porque una chica no se ha ido sola por mi culpa.
Pero no dejo de pensar en Lando y lágrimas silenciosas salen de mi.
Él también fue malo conmigo, ¿es que acaso no me merezco que me amen con fuerza?
where were in the morning - shawn mendes