Guardianes de la Ascensión

By lorena_sanz

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(PRIMER BORRADOR) ❝Identidades secretas, una joven dispuesta a realizar justicia y un amor que pondrá en pel... More

Aclaraciones + Glosario
Parte I: La Orden
Prólogo
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Parte II: Los Guardianes
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By lorena_sanz

Tras escapar de las ruidosas calles, Cristal no se sentía contenta con lo que había ocurrido en los inmensos tejados de una tienda de Buenos Aires. Solo podía degustar el amargo sabor de lo que significaba ser derrotada ante los ojos del público, solo siendo ridiculizada porque existía una persona con más poder que ella.

Deseó en un momento tener la victoria arrebatada. Haberle demostrado a toda una muchedumbre que los Guardianes eran igual de egoístas que alguien que era uno de los Trascendidos, habría sido otra historia que contar. Y tal vez hubiera demostrado que los que estaban de su lado decían la verdad.

Sin embargo, el crujido de unas hojas secas alrededor del suelo hizo que se alertara de inmediato. Sabía que alguien estaba siguiéndola en plenas veredas brumosas y que alejarse del todo para regresar a su hogar no sería demasiado fácil después de no haber recuperado la daga que su líder necesitaba.

Se detuvo a modo de alerta y procuró esconderse, cabizbaja, cerca de lo que conocía como la Avenida de las Viejas Fábricas. Aunque en realidad no era más que un lugar repleto de tachos metálicos (útiles en caso de que buscase recursos para mantener la Eterquimia en su cuerpo) alojada en las esquinas de varias fábricas de paredes amarillentas, llenas de musgos que caían a pedazos.

Los ruidos incrementaron a medida que los pasos se acercaban de a poco a Cristal, y en medio del casi borroso ambiente, notó la fornida y reconocible silueta de un hombre joven que le parecía bastante familiar. En definitiva no era Sombra, ya que su cabellera no era dorada, por lo que trató de ocultarse un poco más, pero ya era tarde.

Igni, descubriendo donde trataba de esconderse la muchacha, se sentó a su lado sin hacer mucho ruido. Ella solo se dio la vuelta, en un esfuerzo por ignorarlo, y dejó escapar un débil bufido de incomodidad.

En un instante, y a pesar de sus fallidos intentos, su corazón palpitó rápido, pensando que Igni planeaba hacerle daño y pretendió correr. A pesar de que no tenía heridas grandes provenientes de la pelea, no podía evitar desconfiar de él. Pero para su sorpresa, Igni solo reaccionó llevándose una mano a la cabeza, confundido y luego se encogió de brazos.

-¿Sos Cristal, de La Orden? -el preguntó con una voz apenas entrecortada -Pensé que en realidad ibas a matarme delante de toda esa gente.

-Prefería perder ante un tonto como vos antes que darle poder al verdadero crimen -explicó, para luego ponerse de pie -Ellos jamás me dieron otra opción que obedecer sus reglas. Y si Llamarada me descubre...

-¿Qué pasará si ese tipo te descubre?

-Él me matará si no cumplo su deseo de recuperar lo que necesita.

El Guardián se quedó atónito al escucharla, pero también no podía prevenir sentir un nudo seco en la garganta al estar sentado cerca de lo que la sociedad había acusado de ladrona, sin importarle que era una simple joven que buscaba distraer a su propio bando para huir.

«¿Era esta muchacha la verdadera Trascendida que podía herir gente con un solo toque? ¿O eran mentiras que escuché durante estos años?» Igni pensó, reprimiendo una queja. No quería sentirse culpable, pero su peor enemigo era la realidad que lo rodeaba.

Cristal solo volvió a mirar hacia el lugar cubierto de intensas y oscuras neblinas que obstaculizaban su deseo de poder alejarse de allí. Apenas podía notar las brillantes estrellas a lo lejos, pero no eran una aviso avivador. Sin embargo, no evitaba el hecho de que comenzara a sentir un pequeño cosquilleo que crecía en su pecho.

Estaba al lado de un Guardián que podría haber sido alguien que la ayudase a salvar el objeto, si no fuera porque eran de bandos contrarios, destinados a luchar hasta la muerte y a no verse nunca los rostros.

«Debería ser una vergüenza de parte mía el tener que aguantar una derrota. De todos modos, solo reaccionaré si este chico intenta pelear de nuevo» se dijo a sí misma.

Tomó un poco de aire, y con Igni todavía quieto, ella se dirigió a él de nuevo.

-¿Por qué viniste hasta aquí? - reclamó de nuevo -¿No sería mejor si te alejaras de mí y volvieras a hacer tu trabajo de siempre?

-Puedo ayudarte a recuperar la daga perdida -él murmuró.

-¿Una fuerza de seguridad puede ayudar a alguien a quienes los Ascendidos no consideran como admitidos por sus habilidades? Porque es algo loco.

-Te ayudaré a recuperarla, solo si realizas una alianza. Sí, no suena bien y ya veo por qué no te convencería, pero sería la única opción que tengo para evitar que el líder te trate de peor manera, te dará una manera de huir de él.

Las manos de Cristal temblaron ante el desafío inesperado. Intentó abrir la boca, pero no pudo decir nada.

«¿Una alianza? No dejaré que él me haga caer en una nueva traición, él debería ser un enemigo, jamás un allegado» Cristal se susurró a sí misma. Si bien no se habían visto siquiera sus identidades reales, el hecho de que él le ofreciese algo así le parecía una propuesta demasiada irreal.

A pesar de la propuesta, seguía conservando su misma idea. Estuviera o no con un antifaz, su corazón se mantenía tan duro como cuando era Laila.

-Eso no parece un buen plan -bufó en descontento -A menos que aceptes el trato de que tengas que cederme tu poder.

-Solo te estoy dando una oportunidad para que te salves a vos misma. Podes tomar o dejar, pero es todo bajo tu decisión.

-Muy bien, Igni, pero tu propuesta solo me va a poner en riesgo. La única suerte que tendré, es cuando tu vida como Guardián termine en manos de otro.

-No creo que eso sea posible -él soltó con una risita leve y nerviosa -Pero lo mejor para nosotros será que finjamos ser conocidos para distraerlos.

Cristal no tomaba sus palabras en serio.

-Si me permites dar a conocer qué esconde Llamarada tras sus planes. Quizás conozcas más de él que yo.

-¿Sabes qué clase de daga metálica él está buscando? -Igni le interrogó, casi como un susurro -¿No será una de color azafranado, con un toque de plateado que es fácil de confundir con el mismísimo platino?

Ella movió con confusión la cabeza. Apenas se daba la idea de cuál podía ser, ya que había crecido en Buenos Aires con un conocimiento tan limitado que solo podía identificar lo ordinario, como aquellos tachos grandes de hierro que abundaban por los alrededores y que ni siquiera le eran útiles. Lo único que podía usar en su defensa, era agua congelada de nitrógeno.

-Sospecho que es uno de los metales menos existentes en la nación de Argentina, ¿es lo que se denomina como Éter?

-Ese mismo, Cristal. Lo dijiste muy bien -Igni le respondió, asintiendo con la cabeza -Pero su nombre biológico es etirium y Llamarada parece que desea usarte para que sin darte cuenta, le estés entregando un poder peligroso. Algo que podría corromper más de sus ideales. Y eso podría poner en peligro a mucha gente.

A Cristal se le iluminó la mente al reconocer de lo que se estaba refiriendo. Igni, al ser un Guardián, no estaba mintiendo. O quizás era la primera vez en la que uno de ellos no falsificaba su conocimiento: Él entendía a la perfección el uso de la Eterquimia, sus clasificaciones y sus finalidades. Y por suerte, ella tampoco se encontraba equivocada.

Mientras se dirigían dentro de la enorme y vieja avenida, Igni fue el primero en avistar la presencia de más hogares abandonados, que se extendían a lo largo de angostas veredas todavía cubiertas por tachos de basura, pero en vez de contener metales, ahora eran de químicos. Sus pulmones se percataron del pesado aroma a nitrógeno explosivo y aluminio sucio se podían hallar de un lugar a otro, y para no asfixiarse, exhaló el aire para deshacerse de aquella sensación.

No había nadie en esos momentos, pues tras los escándalos que habían ocurrido al mediodía, todos los civiles se habían marchado a sus casas.

Aprovechando que las calles estaban vacías, Igni examinó el ambiente de los hogares para encontrar alguna que otra reserva de azufre. Cristal también procuró a hacer lo mismo, pero para su desafortunada suerte, no quedaban más reservas de agua, a menos que sucediera una Gran Lluvia de nuevo.

-No va a haber mucha lluvia por lo visto. Me temo que me quedaré sin recursos para generar más Eterquimia.

-Dentro de poco, aquel fenómeno volverá -él le murmuró con suavidad -Es cuestión de que vuelva gracias a la contaminación más reciente que arrojan las fábricas sobre la Capital.

-Tal vez ni siquiera vuelva dentro de un largo tiempo. A este punto Llamarada hará de las suyas... Y no posea más opción que deshacerse de los que no estén de acuerdo con los Trascendidos.

Igni quedó desconcertado ante sus duras palabras. Sin embargo, recordaba que las personas como él deberían de estar lejos. No debía de estar deambulando en las calles en medio del peligro. Y menos con una muchacha tan opuesta a lo que él era.

«¿No era que Cristal era la tan mencionada Trascendida que podía destruirlo todo con un toque helado y por esa misma razón incluso las reporteras la odiaban? ¿O era solo una simple historia falsa construida a través de cimentos dudosos?»

Otra vez, la duda volvía a apoderarse de él. Otra vez, la duda quería que él se aferrase a lo suyo, con lo que había aprendido. Pero si no se conformaba, solo le iba a garantizar el ser acusado de traidor.

«Al parecer, si no vuelvo a la Sede tan pronto como pueda tras el incendio en que no pude intervenir, mi jefe me terminará echando, todo porque lo ocasionó alguien que no es de los míos, y que no debería ayudar» pensó, volviendo a arrimarse a los variopintos tachos con polvo de azufre para guardar una porción de su recurso.

Los Guardianes poseían habilidades. De hecho, casi toda la población lo tenía. Pero dependían exclusivamente de aquel fenómeno y de la contaminación, las cuales se llevaban no solo la vida de muchas personas, sino que también les daba singulares habilidades a otros. Pero Cristal no se mostraba demasiada alegre debido a que todo se veía restringido por las leyes.

Igni contuvo las ganas de volver a pensar en sus temores y volvió a caminar, pero se detuvo de nuevo, esta vez ante una enorme fábrica abandonada. Yacía escondida entre vastos árboles de roble oscuro. Se detuvo con las manos alrededor de sus propias caderas y esbozó una leve sonrisa, que aunque parecía falsa, hizo que Cristal mirara confundida.

-Ven aquí -él le dijo, señalando la entrada al lugar -Por suerte, está vacío, así que aquí podré contarte más verdades sobre lo que sucede.

-Sé que no me vas a creer en nada.

-¿Creerte? -Cristal le interrogó en un susurro de incredulidad, casi risueña -¿Acaso escondés un secreto o qué?

-Mira, en mi obligación de Guardián, realizo investigaciones. Y por cómo me lo cuentan mis allegados, la conclusión es que Llamarada quiere tomar el control de nuestras tierras -él explicó, tomó una breve pausa y luego continuó -Tengo pruebas, pero revelarlas me condenaría. Así que prefiero crear una propia asociación para contrarrestarlo, ya que ni siquiera mi jefe me da una mano.

-¿De qué trata? ¿Sabrás cómo manejarla? -volvió a dudar, haciendo que cada vez más se convenciera con sus palabras -Espero entenderte.

-Esto va a servir bastante si me escuchas, Cristal. Sé que la sociedad cree que sos una especie de villana, incluso yo mismo me lo creo, pero tengo varias ideas. Si lo aceptas, procuraré infiltrarme en tu organización de cualquier forma e intentaré recolectar la mejor información para ayudarte a escapar. También podrías aprender mis técnicas, pero lo mejor es que las observes antes de tratar de emularlas.

-¿Nada más?

-Cada vez que me busques, te abriré las puertas y si te entrego la información precisa, sabrás que soy yo. Y sí así lo deseas, también robarme un beso es válido para que confirmemos que estamos fingiendo ser buenos compañeros.

-Qué idea más estúpida -Cristal soltó, para luego echar una leve carcajada -Lo único que vas a lograr con fingir, ¡es desaparecer de la faz de este mundo!

-Pero no soy invisible, así que no va a pasar eso. Y creo que, al igual que yo, vos tenés una buena experiencia para infiltrarte sin que te vean, ¿no es así?

Cristal rodó los ojos y acurrucó sus mejillas entre las palmas de sus manos, entusiasmada con su presencia.

-Esto es tan bueno como el tamaño de tu cintura ¿verdad?

ÉL bufó ante la respuesta ridícula, y de repente, su rostro se tornó de color rosado.

-No hagas chistes raros, Cristal... ¿Qué vas a hacer ahora?

Cristal se movió delante de él y tomó sus caderas. Igni pensó que de nuevo estaría tratando de empujarlo o matar, por lo que se movió un poco brusco, en un intento de detenerla.

-Esto es algo que deberíamos cumplir -ella le respondió, poniéndose de puntillas, todavía sosteniendo su rostro.

Y cuando lo supo, ya se le había hecho muy tarde, al menos para él: Cristal estaba besándolo sin que siquiera se lo pidiera.

Él sintió el cálido roce de sus finos labios contra los suyos, casi estremeciéndose como ante el primer contacto que había tenido en la anterior pelea.

En cambio, ella solo dejó que el beso se apoderase del momento. No pretendía que Igni la acorralara ni la asustase, así que soltó sus manos de sus ancho pecho y la neblina que los rodeaba se convirtió en la compañera invisible de ambos. Entretanto, Igni tomó las riendas, empujándola contra la pared más cercana a pesar de que le resultaba un tanto desconcertante. Sus labios, a pesar del poco tiempo, quedaron húmedos, pero Cristal decidió morderlo un poco y el soltó un chillido débil, haciendo que dejara el acto de la nada.

-¿Esto es una broma? -reclamó cuando Cristal lo dejó de pie, todavía con sus mejillas enrojecidas -Lo que menos tenía que hacer, era permitir que una desconocida me besara. Y menos una Trascendida.

-Solo es una advertencia -le respondió con firmeza, apartándose de su formidable cuerpo -Espero que no desees más que un acuerdo. A los ojos de los demás, tendremos que ser opuestos, nunca lo olvides. Pero si nos pasamos información, fingiremos eso: Ser amigos.

-¿Pero esto era parte del plan?

-Me lo habías dicho y tenía que cumplirlo.

Cristal se rio con bastantes ganas mientras él la atisbaba y se frotaba el cabello con suspicacia, teniendo en cuenta que podían sancionarlo. Ella echó un vistazo rápido hacia una vereda musgosa. Internándose allí, se desvaneció de los ojos de aquel Guardián de fuego a quien le había efectuado la promesa, en medio del ocaso.

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