El amante del príncipe

De sakurasumereiro

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En un reino cruel donde la homosexualidad está prohibida, el príncipe se enamora de un esclavo. **... Mai multe

Antes de leer
Glosario y Mapas
Capítulo I: "El goce está en hacer lo prohibido"
Capítulo II: "Te prepararé para ser rey"
Capítulo III: "Estoy para serviros"
Capitulo IV: "Prométeme que jamás la tocarás
Capitulo V: "No nací para esto"
Capítulo VI:"el príncipe Karel: quince jabalíes, ocho liebres, dos ardillas"
Capítulo VII: "Sois magnánimo"
Capítulo VIII: Por más que quería, no podía zafarse, no podía escapar
Capítulo IX: Es un rey y a su muerte se convertirá en un dios
Capitulo X: Mi nombre es Karel
Capítulo XI: Es un extraño
Capítulo XII: "¿Quieres que sea él?"
Capitulo XIII: "El rey será el último que quede de pie"
Capitulo XIV: "Yo nunca..."
Capitulo XV:"Que termine pronto"
Capítulo XVI: Tierra del mal
Capítulo XVII: ¡Vesalia planea atacarnos!
Capitulo XVIII: " Es noche de subasta"
CapituloXIX: "De ahora en adelante son libres"
Capítulo XX: "Continuaré buscando"
Capítulo XXI: "Me gustaría que te nos unierais"
Capitulo XXII: "Era el dueño de su destino"
Capítulo XXIII: "Todo se trata de ambición"
Capítulo XXIV: "Sois muy bueno con la espada"
Capítulo XXV: "Me salvaste"
Capítulo XXVI: Era él (I/II)
Capítulo XXVI:"Era él" (II/II)
Capítulo XXVII: "Ravna, mi consejera"
Capítulo XXVIII: "Tú serás mi perdición"
Capítulo XXIX: "¿Qué estoy haciendo?"
Capitulo XXX: "Eres una vidente"
Capítulo XXXI: "Eres extraordinario"
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte I/II)
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte II/II)
Capítulo XXXIII: "Cada día te amo más"
CAPITULO XXXIII: "Y siempre vuelve a levantarte"
Capítulo XXXIV: "¿Qué queréis de mí, Su Alteza?"
Capítulo XXXV: ¿Obtendré mi venganza?
Capitulo: XXXVI: "Pronto serás libre de nuevo"
Capítulo XXXVII: "No lo necesito"
Entrevista
CAPITULO XXXVIII: "Te cubriré"
Capítulo XXXIX: "No permitáis que muera"
Capítulo XL: "Para mí valen porque me los diste tú"
Capítulo XLI: "Permíteme estar a tu lado"
Capítulo XLII: "Gracias"
Capítulo XLIII: "Os esperan en Beremberg"
Capítulo XLIV: Demasiados recuerdos dañinos
Capítulo XLVI: "Estáis vivo y de vuelta"
Capítulo XLVII: Para mí es un honor serviros
Personajes
CAPITULO XLIX: "Creí que eras diferente"
Capitulo XLIX: ¿Estás enamorado de alguien más?
Capítulo L: Debemos prepararnos, Majestad
Capítulo LI: "No eres rival para mí"
Capítulo LII: "Ni siquiera sé qué sientes por mí"
Capitulo LIII: "¿De qué le sirve vuestro amor?"
Capítulo LIV: "Tuyo nada más"
Capítulo LV: "¡Viniste a rescatarme!"
Capítulo LVI: "¿Le crees?"
Capítulo LVII: "Mátalos a todos"
Capítulo LVIII: "Vuestros días están contados"
Capítulo LIX: "¡Vergsvert paga la afrenta!"
Capitulo LX: "Siempre te voy a amar"
Capítulo LXII : "No voy a dejarte"
Capítulo LXIII: "¡Tengo que ir por él!"
Capítulo LXIII: "Tenemos que salir de aquí"
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (I/II)
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (II/II)
Capítulo LXVI: "Hasta mi último aliento". FINAL I/II/
Capitulo LXVI: "Hasta mi último aliento" FINAL II/II
Del modo de creación y otras cosas random
EXTRA: Lysarel (I/III)
EXTRA: Lysarel (II/III)
EXTRA: Lysarel (III/III)
Extra de San Valentín: El perfume
Extra de San Valentín: Brianna y Arlan
Extra Halloween: Exhibicionismo
Extra M-Preg: "¿Qué pasaría si Lysandro se toma la píldora roja?"

Capítulo LXI: "¿De qué se me acusa?"

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De sakurasumereiro

Se estrelló contra el suelo de piedra húmeda y fría al ser arrojado a la celda escasamente iluminada por la luz proveniente de las antorchas en el pasillo. La reja vibró e hizo un estrépito cuando el soldado la cerró con fuerza.

Lysandro miró a su alrededor y fue como regresar en el tiempo, como estar en el calabozo del Dragón de Fuego: solo, a oscuras, esperando el castigo que a Sluarg se le ocurriera. La ansiedad fue todavía peor, no quería retroceder a aquellos horribles días, no quería estar allí.

—¡No, no, no! —gimió mientras se arrastraba hasta la reja—. ¡No me dejen aquí, por favor! ¡No me gusta estar encerrado! ¡Malditos! ¡Sáquenme de aquí!

Le parecía que en cualquier momento el protector de esclavos entraría. Incluso sintió náuseas, como si el brebaje vomitivo que usaban para reprenderlo estuviera deslizándose por su garganta.

Gritó; estrelló los nudillos contra los barrotes una y otra vez hasta rompérselos; pero nadie acudió.

Helaba adentro, el aire enrarecido debido al olor a moho le producía tos. No había camastro, ni letrina, apenas un balde que el escudero intuyó, sería para depositar allí sus desechos.

En la penumbra le pareció ver sombras que se arrastraban hasta él desde los oscuros rincones. Estaba confundido y por momentos, incluso, creyó escuchar afuera la música de las liras y las panderetas. Tal vez en cualquier momento vendrían a buscarlo para hacerlo bailar o para follarlo. El estómago empezó a dolerle y sin más se giró y vomitó en uno de los rincones.

Fue ingenuo y estúpido, confió en Viggo y perdió. No solo se trataba de su encarcelamiento, había entregado a Jensen, había dejado solo a Karel y ya no podría protegerlo.

Quiso vengarse y terminó siendo pieza clave en el juego del príncipe. Viggo ganaría mientras él era encarcelado. Abatido, se tumbó de costado en la piedra fría del suelo y allí estuvo, en la misma posición, sin saber por cuánto tiempo, hasta que un alboroto proveniente del pasillo lo sacó de la pesadilla que creaba en su mente.

—¡Soltadme! —reconoció la voz de Jensen—. Soy vuestro superior, soldado. ¡Os ordeno que me soltéis!

Lo único que se escuchaba era la reprimenda airada del general y el sonido que producían sus botas al ser arrastrado por el pasillo. Los soldados no le contestaban.

Un ruido metálico al lado de donde él se encontraba, le indicó a Lysandro que habían dejado a Jensen en la celda junto a la suya. Cuando los soldados se marcharon, el joven escudero se acercó a la reja y se agarró a los barrotes de hierro.

—¡General Jensen, ¿sois vos?!

—¡Lysandro! ¡También te ha apresado a ti! ¡Ahora nada se interpone en el camino de Viggo!

Lysandro exhaló, apenado. Al parecer, Jensen desconocía que quien lo había delatado era él.

—No te preocupes, muchacho —lo alentó el general—, buscaremos la manera de salir de aquí.

Sí, tenía que encontrar una forma de escapar si quería alertar a Jonella y salvar a Karel. Sin embargo, aquel día no ocurrió nada que le diera la oportunidad de hacerlo, nadie lo visitó ni siquiera un guardia. Pasó lo mismo con el general, por lo que los dos hombres estuvieron conversando todo el rato, intentando dilucidar cuáles serían los próximos pasos de Viggo y cómo podrían escapar. Lysandro no se atrevió a contarle la verdad, que por su insensatez ambos se encontraban en esa celda.

Sin darse cuenta cuándo, el sueño lo venció. Despertó sobresaltado debido al chirrido de la reja al abrirse. No obstante, no era de su celda, sino de la de Jensen de donde provenía el ruido.

Entre gritos, el general fue sacado del calabozo. Lysandro también vociferaba que dejarán al hombre en paz, pero los carceleros hicieron caso omiso de ambos y a empujones se llevaron a Jensen.

El alboroto que hacía el hombre al oponerse, poco a poco, se volvía lejano, hasta que cesó del todo y Lysandro quedó sumido en el silencio, la oscuridad y la desesperación. No podía dejar de pensar que Jensen sería ejecutado debido a su terrible error. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen del último momento de su padre antes de ser decapitado venía a él, se mezclaba e intercambiaba con Jensen hasta el punto en que ya no era su padre quien se despedía de él, sino el general.

El remordimiento lo atormentaba, era su culpa lo que estaba sucediendo, producto de su impulsividad.

No tener idea qué pasaba afuera también lo enloquecía. Necesitaba saber si Karel seguía con vida. El tiempo transcurría como si fuera agua a través de una pequeña gotera. Le era imposible determinar cuántos días llevaba prisionero. Si tomaba en cuenta las veces que le habían dado comida, tenían que ser dos días, pero no podía estar seguro.

Hasta que algo diferente ocurrió en su rutina, los pasillos de la prisión se llenaron de actividad. Nuevos prisioneros fueron arrojados a las celdas aledañas a la suya. En medio de los gritos y las protestas alcanzó a escuchar algunas palabras como La sombra del cuervo, traición y Jensen.

Cuando los soldados se marcharon, Lysandro se acercó a los barrotes de su celda.

—¿Quién sois? —preguntó—. ¿Sois del Tercer Regimiento?

—Así es —contestó uno de los prisioneros—. ¿Vos quien sois?

—Soy Lysandro Tor...

—Lysandro. Os conozco, erais el escudero del general Jensen. Soy el coronel Knut Gormsson.

El coronel Gormsson era uno de los oficiales más cercanos al general. Tenía a su cargo dos compañías del Tercer Regimiento y solía reunirse bastante a menudo con Jensen. Lo consideraba un buen hombre, siempre lo había tratado con respeto.

—¿Por qué os apresaron, coronel?

—El príncipe Viggo ha acusado a Jensen de la masacre, está convencido de que nosotros lo ayudamos, ha encarcelado a todos mis hombres, también a otros que apoyan a Jensen. Imagino que estáis aquí por lo mismo, al haber sido su escudero, Viggo sospechará de ti.

—Pero no fue así —dijo Lysandro, cabizbajo—, el general no mató a nadie, fue el propio Viggo, él me lo confesó.

—¡¿El príncipe?! ¡Já! ¡Razón tenía el general en aborrecerlo, entonces!

—¿Dónde está el general, ahora?

El coronel permaneció en silencio lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, luego habló en un tono ominoso.

—A estas alturas debe estar muerto. —Ante sus palabras, el corazón de Lysandro se constriñó. Esperaba que el coronel se equivocara en su deducción—. Ellos dicen que el general confesó y nos delató, pero sé que no es así. Es un hombre honorable, hubiera preferido la muerte antes que decir algo.

«Delatar». Lysandro concluyó que se refería a La sombra del cuervo. El coronel Gormsson y el resto de los hombres apresados debían pertenecer a la organización insurrecta de Jensen.

—¿Ivar? ¿Qué fue de él?

—Nadie lo sabe. Espero que el hijo del general haya logrado huir muy lejos.

—Tenemos que salir de aquí, Debemos liberar a Jensen.

Pero en ese instante se escuchó el rumor de pasos por el pasillo. Dos soldados entraron a su celda portando antorchas que colgaron de soportes en la pared. También traían cubetas de agua.

—¡Quítate la ropa! —ordenó uno de ellos con aspereza, dejando el balde con agua en el suelo.

—¿Qué? —Lysandro dio varios pasos hacia atrás, hasta las sombras en el fondo del calabozo.

—¡Vamos, no tenemos todo el tiempo, debes bañarte!

Tragó, sentía el retumbar ansioso de su corazón. No quería desvestirse, no mientras ellos lo miraban. Sin embargo, sin esperar a que se quitara las prendas, le arrojaron la cubeta de agua helada.

—¡Apresúrate! —Volvieron a ordenarle—. ¿Acaso quieres que sea yo quien te desvista? —le contestó con asco uno de los soldados.

En el rincón más oscuro de la celda, se quitó la ropa, mientras evitaba mirar a los soldados. Una vez desnudo, volvieron a arrojarle agua fría sobre el cuerpo.

—¡Báñate! —Uno de ellos le aventó una pastilla de jabón.

La tomó tiritando de frío. Un soldado vaciaba agua helada sobre su cuerpo mientras el otro vigilaba la puerta. Aunque pensó en atacar al que tenía más cerca, se dio cuenta de que no sería lo suficientemente rápido como para neutralizar también al guardia que esperaba cerca de la reja. Así que, sin más opción, no opuso resistencia y terminó de bañarse.

Cuando los soldados lo creyeron conveniente, le lanzaron una muda de ropa sencilla: camisa y pantalón de lana, ropa acorde para el frío.

—¡Vamos, camina! —lo empujó uno de los soldados cuando se hubo vestido—, tienes una cita.

Ambos guardias rieron por el comentario y Lysandro se sobresaltó.

—¿Una cita? ¿A dónde me llevan?

—Se me hace que pronto visitarás el geirsgarg.

Los dos volvieron a reír.

El soldado que esperaba en la puerta caminó hasta él con grilletes y cadenas en la mano. Lysandro analizó la situación y se dio cuenta de que no tendría mejor oportunidad para escapar que esa. En lo que el soldado se acercó a colocarle el grillete en el cuello, le dio un cabezazo, mientras le lanzaba una patada en el pecho al que tenía a un lado. Ambos guardias quedaron aturdidos y el joven aprovechó para correr fuera de la celda.

El pasillo estaba mejor iluminado que el calabozo, pero el suelo de piedra, resbaloso a causa de la humedad, hacía que correr sin patinar fuera casi imposible. Antes de poder alcanzar el final del pasillo, varios soldados aparecieron con las espadas desenvainadas. No había ningún otro sitio por donde huir, el corredor no tenía puertas ni intersecciones, era un trayecto lineal, en el que atrás lo perseguían el par de soldados que lo habían bañado y adelante lo esperaban otros tantos con las espadas en ristre.

Sin más opciones, Lysandro se detuvo, vencido.

—¿Crees que eres muy listo? —El soldado al que le había dado el cabezazo se acercó, tenía la nariz rota y la sangre escurría por ella.

También llegó el otro soldado al que había pateado. Sin previo aviso, uno lo abofeteó con fuerza y el otro le dio un puñetazo en el abdomen que lo dejó sin aire. Entre los dos lo sujetaron y le colocaron los grilletes y las cadenas en el cuello, las muñecas y los tobillos.

Así, encadenado, fue llevado fuera de las mazmorras. Cuando salió al patio de armas, la luz del sol lo deslumbró y el viento invernal lo hizo tiritar, pues todavía tenía el cabello mojado del baño reciente. Los soldados lo encaminaron hacia un edificio del palacio en el cual no había estado antes. Lysandro se preguntó cuál sería su destino. ¿Acaso lo llevaban con Viggo? ¿Lo ejecutarían? Lo que fuera que le esperaba, lo único que lamentaba era no saber qué había sucedido con Karel.

Cuando se atrasó un poco, el soldado que llevaba sus cadenas tiró de ellas. Avanzó a trompicones, intentando no caer.

Entraron al edificio y caminaron por suelos alfombrados. A cada lado de la galería había delicadas estatuas de piedra blanca, representaciones de seres hermosos que podían ser tanto hombres como mujeres.

Los soldados se detuvieron frente a un par de macizas puertas de madera clara, desde arriba y hasta abajo había infinidad de símbolos labrados en ellas. Uno de los guardias entró mientras el otro permanecía con él afuera. Al cabo de lo que tarda una brizna de paja en consumirse al fuego, el guardia regresó y a Lysandro lo llevaron adentro.

Se encontró en un lujoso salón, cuyas paredes de piedra clara cubiertas de colgaduras rojas y doradas se reflejaban en el suelo pulido. Sobre una plataforma, en asientos dorados, se sentaban dos sacerdotes de vestiduras prístinas. En la pared que estaba detrás de estos, colgaban tapices que tenían dibujados con tinta negra los mismos símbolos de las puertas. Viggo se hallaba sentado en un nivel inferior al de la plataforma de los sacerdotes y un poco más abajo estaban varios hombres investidos con los broches que los identificaban como funcionarios reales.

—¡Arrodillaos! —exigió con voz grave uno de los sacerdotes desde su lujoso asiento.

El guardia que tenía más cerca le dio una patada en la parte posterior de las piernas, Lysandro cayó al suelo, de rodillas.

—Decid vuestro nombre.

El joven tragó. Todo parecía indicar que sería juzgado. Conocer cuál sería la acusación en su contra, qué elaborada mentira había planeado Viggo, lo llenó de curiosidad.

—Lysandro Thorlak.

—Decid quién fue vuestro padre.

Uno de los funcionarios se sentaba delante de un escritorio pequeño. Cada vez que alguien hablaba, el hombre escribía muy rápido con pluma y tinta sobre un pergamino.

—Elverh Thorlak. —respondió desafiante.

De inmediato, los murmullos entre los funcionarios se esparcieron.

El sacerdote que llevaba a cabo el interrogatorio, miró hacia el escriba:

—Anotad y dejad constancia que este es hijo de un traidor.

—¡Mi padre no fue un traidor! —gritó Lysandro y luego señaló a Viggo—. Fue incriminado por este hombre, el príncipe es el verdadero traidor, fue él...

Los soldados que estaban detrás de él lo golpearon de manera repetida, uno en el rostro y el otro en el abdomen, impidiéndole de esa forma que continuara con la acusación.

—El prisionero solo contestará lo que se le pregunte —respondió el sacerdote sin inmutarse ante la violencia ejercida—. Si no obedece, perderá el derecho de poder explicar las acciones de las que se le acusa y será setenciado.

Lysandro escupió sangre. Entrecortado por la falta de aliento, preguntó:

—¿Y de qué se me acusa?

—Lo sabréis a medida que avance el interrogatorio.

Por un momento pensó en no contestar ninguna pregunta o en seguir gritándoles a los hombres allí presentes que Viggo era el verdadero traidor y el culpable de la masacre. Giró y miró al príncipe, los ojos oscuros de ambos se encontraron. Las ropas de Viggo eran elegantes y lujosas. Que no llevara el uniforme del ejército, como era usual en él, le pareció raro, al igual que el hecho de que portara la corona de su principado. Los sacerdotes y los funcionarios también vestían con formalidad. Tanto protocolo para juzgarlo a él, que no era nadie, era extraño. Llegó a la conclusión de que ese juicio tenía un propósito importante. Así que decidió seguir el juego y averiguar de qué se trataba.

—Ahora, decid, Lysandro Thorlak, cuando vuestro padre fue ejecutado, ¿qué fue de vos?

—Fui vendido como esclavo.

—¿A quién fuisteis vendido?

Lysandro no contestó. Empezaba a sentir la garganta seca.

—Haced pasad a la testigo —le ordenó el sacerdote al guardia de la entrada.

La puerta se abrió y al chillido de esta le siguió primero una ola de murmullos sorprendidos y luego el sonido de tacones sobre el suelo y el frufrú que hacía la tela de los pesados vestidos que usaban las damas. Hubiera querido girar el cuello y ver de quién se trataba, pero el grillete de bronce no se lo permitía.

La mujer se detuvo a su lado, el perfume que la envolvía lo hizo temblar sin control, así como el tono dulce de su voz, y la cantarina forma de hablar.

—Hola, dulzura. Me hiciste perder mucho dinero.

Nunca le había visto el rostro y, sin embargo, Lysandro sabía quién era. Con terror levantó el rostro para contemplar las facciones de la mujer que le jodió la vida.

Cabellos castaños oscuros, ondulados y brillantes, y por increíble que pareciera, la mujer que debía rondar los cuarenta tenía un rostro plácido y agraciado. ¿Quién podía imaginar que ella regentaba el burdel más costoso del reino?

Una lágrima cayó sin darse cuenta desde su ojo derecho. La respiración comenzó a faltarle. Miró de nuevo a Viggo, imperturbable frente a él. ¿Qué pretendía al exponer su pasado? ¿Qué ganaba el príncipe humillándolo delante de todos?

—¡Decid vuestro nombre! —exigió el sacerdote a la recién llegada.

—Lienna Erlingr, viuda del general Aassen Erlingr, quien en vida luchó al lado de Su Majestad el rey Daven.

Desde los asientos del resto de los funcionarios llegaban los comentarios en voz baja.

«¿Qué hace esa mujer aquí?»

«¿Cómo es posible que le hayan permitido la entrada a esta sala sagrada?»

«Ella se ha vuelto muy poderosa a pesar de no tener un marido, no es extraño que esté aquí».

—Contad ante todos lo que nos dijisteis a Su Alteza y a mí.

La ansiedad que sentía llevó a Lysandro a marearse, la sala empezó a dar vueltas, el estómago le dolía y por momentos perdía la visión. Pronto todos conocerían su pasado vergonzoso, no había manera de escapar. A pesar de que continuaba arrodillado, sentía las extremidades muy pesadas, estaba seguro de que no podría levantarse. En realidad, no quería levantarse, quería que la humillación terminara, deseaba morir cuanto antes.

—Respetadas excelencias, como sabéis, la vida de una mujer es muy dura y más si no tiene la dicha de tener un marido a su lado. Después de la muerte de mi amado esposo, no tuve más opción que regentar un establecimiento para el esparcimiento de los varones de este ilustre reino. Se llamaba el dragón de Fuego y se ubicaba en las afueras de Feriberg. Este dulce chico a mi lado, es uno de mis esclavos.

Los murmullos de asombro recorrieron la sala. La Señora hablaba y Lysandro la escuchaba distante, como si su voz viniera de lo profundo de una cueva. Sentía la cabeza pesada, la mente y el pensamiento embotados, como si él ya no se encontrara en la sala, sino lejos

—Durante mucho tiempo lo estuve buscando. Mi establecimiento se quemó y muchos esclavos escaparon —continuó la mujer con sus maneras elegantes y su voz cantarina—, me llegó el rumor de que había terminado como guardia personal de su Alteza, el príncipe Karel, sin embargo, no me atreví a reclamar lo que es mío. ¿Cómo podría hacerlo con un príncipe?

—¿Cómo podéis estar segura de que este hombre es quien decís y os pertenece? —preguntó el sacerdote.

—Pues, aunque todos los esclavos llevan en el dorso de la mano derecha la marca de su amo, sé que Lysandro la borró.

El guardia que tenía a su lado le levantó la mano para que la audiencia observara la quemadura.

Pero aquí está su contrato. —La mujer extendió varios folios de pergamino, que un sirviente tomó y lo acercó a los funcionarios—. Además, Lysandro es fácil de reconocer, tiene un pequeño lunar en el pómulo derecho.

Uno de los soldados se acercó a él y lo haló del cabello para que echara la cabeza hacia atrás y mostrara el rostro. Apartó el mechón que le cubría la mejilla derecha.

—Lysandro Thorlak, explicad cómo es posible que de hoors os convirtierais en soldado y luego en parte de la guardia del príncipe Karel

En ese momento, los funcionarios volvieron a cuchichear entre sí:

«¿Cómo es posible que un esclavo, un hoors haya llegado a ser un soldado?»

«Lo más increíble es que se convirtiera en parte de la guardia personal del cuarto príncipe».

«Escuché que Jensen fue quien lo puso allí. Seguro, era parte del plan desestabilizador de ese traidor».

El sacerdote carraspeó y los murmullos cesaron.

—Señora, os podeis retirar, muchas gracias.

—¡Oh! Ha sido un enorme placer colaborar con vuestras excelencias. —La mujer hizo una reverencia pronunciada—. Por favor, recordad que este joven me pertenece, quisiera que me fuera devuelto después del juicio.

—Se tomará en consideración —dijo Viggo con voz profunda.

La mujer salió acompañada por el ruido de sus tacones y el frufrú de sus sedas. Luego de que la puerta se cerrara tras ella, el juicio continuó.

—Hablad, Lysandro Thorlak —apremió de nuevo el sacerdote.

Lysandro inhaló profundo, parpadeó varias veces tratando de aclarar la mente. En realidad no deseaba contestar. Otro golpe en el abdomen lo obligó a hacerlo.

—Yo, yo hui del Dragón de fuego cuando se quemó. Encontré al general Jensen por casualidad, yo... —Decidió mentir en caso de que quisieran implicarlo en el complot—. Le pedí unirme a su regimiento, él no sabía que yo era un esclavo fugitivo.

Con la siguiente pregunta del sacerdote, Lysandro entendió que la finalidad del interrogatorio no era asociarlo con Jensen.

—¿Es cierto que el príncipe Karel conocía vuestro pasado? ¿Qué debido a él os pidió convertíos en su guardia personal con el propósito de haceos en su amante?

Por un momento, el escudero dejó de percibir el exterior. El mundo se volvió negro, no podía escuchar a quienes le hablaban. Quizás era la ansiedad o la falta de comida, pero sentía que iba a desmayarse.

—¡Contestad! —El soldado le tiró del cabello hacia atrás y lo abofeteó.

—¡No! ¡El príncipe y yo no éramos amantes! —contestó de prisa, con las palabras atropellándosele en la boca, haciendo un esfuerzo para evadir el aturdimiento y no perder el conocimiento.

El sacerdote le hizo una seña con la cabeza al soldado de la puerta. Se escuchaban los pasos de otra persona acercándose.

—Decid vuestro nombre —conminó el sacerdote a la persona que se detuvo junto a él. Cuando Lysandro lo vio, entendió que todo estaba perdido.

—Urdiel Vasyed.

—Decid delante de todos lo que nos dijisteis a Su Alteza y a mí.

¡No podía ser cierto! Viggo no podía estar haciendo eso. ¿Cómo era posible que Urdiel se prestara a los planes de Viggo? ¿Era su espía?

—¡Lo que este hombre tiene qué decir es mentira! —gritó Lysandro—. ¡El príncipe Viggo desea ensuciar al príncipe Karel porque quiere apoderarse del trono! Viggo es...

De nuevo fue golpeado por el soldado a su lado y de nuevo recibió otra amonestación. Lysandro miró con horror a los hombres en la sala: los sacerdotes, los funcionarios y Viggo, ninguno de ellos iba a ayudarlo, ni ayudarían a Karel. Lo que querían era quitarle cualquier opción para reclamar el trono denunciando el romance que ambos mantenían.

A su mente acudió aquella conversación que tuvo lunaciones atrás con la princesa Jonella: cuando el momento se presentara, él prometió asumir toda la culpa. Ese momento había llegado.

—Lysandro era el escudero de Su Alteza Karel —comenzó a hablar Urdiel cuando el sacerdote lo indicó—. Tenía una habitación junto a la suya, pero no dormía en ella. Casi todas las noches las pasaba con el príncipe, en la habitación de él.

Entonces, los murmullos se hicieron más profusos y más altos. Los funcionarios abandonaron el recato y comenzaron a criticar el comportamiento profano y licencioso del príncipe. ¿Cómo era posible que se rebajara de esa forma?, ¿que mantuviera relaciones sexuales con otro hombre? Porque, ¿qué otra cosa podía hacer el escudero en su habitación por las noches? Era obvio que alguien con su pasado, un hoors, solo podría estar corrompiendo al príncipe.

—¡No es cierto! —volvió a gritar. Necesitaba desesperadamente que lo escucharan—. ¡El príncipe y yo no éramos amantes, este hombre miente! ¡Su Señoría, Alteza, debéis creerme! Este hombre también fue un esclavo y no es más que un sirviente, ¿cómo puede ser tenida por cierta su acusación?

De nuevo los murmullos. Uno de los funcionarios se puso de pie.

—Si me permitís, Su Alteza y Sus Excelencias —dijo el hombre—, el acusado tiene razón. No hemos, sino escuchado declaraciones de esclavos, sirvientes y la de una mujer con una reputación cuestionable. No olvidemos que es una acusación gravísima contra Su Alteza, la que el príncipe Viggo está haciendo. Creo que estos testimonios no deben ser tomados en cuenta y menos en ausencia del príncipe acusado.

—Os agradezco vuestra intervención, Su Señoría Percival. —La voz grave de Viggo resonó en el salón—. Es verdad lo que decís, solo hemos tenido testimonios de personas cuya moral no es del todo respetable. Sin embargo, es importante que conozcáis todo el panorama. Por desgracia mi hermano menor agoniza y no podemos contar con su testimonio. Este tribunal se ha reunido, no para condenar a este joven esclavo desafortunado, sino para darle la oportunidad de absolverse.

«¿Absolverse?» Lysandro parpadeó, extrañado, al escuchar las palabras de Viggo. ¿Había escuchado bien o su mente le jugaba trucos? ¿Acaso el primer príncipe no quería condenarlo?

—Siendo mi hermano de la familia real —habló Viggo para todos—, un representante de autoridad muy por encima de este joven, y además, hechicero, ¿no es posible que al conocer el pasado de Lysandro se aprovechara de él para satisfacer sus perversos y más bajos deseos?

—Esto, esto es... —Perciva, el hombre que había hablado antes enrojeció y parecía no encontrar palabras para refutar el argumento de Viggo debido al enfado—, una grave ofensa, Alteza. ¿Insinuáis que vuestro hermano obligó a este esclavo?

—Así es. Mi hermano se aprovechó de su posición y obligó a Lysandro a cometer actos vergonzosos contra natura. Es un esclavo de placer, ha sido obligado a ello desde que fue vendido hace más de diez años.

Viggo lo miró y en sus ojos, Lysandro halló determinación.

—Fue así, Lysandro, mi hermano te obligó, ¿verdad? Te obligó como antes lo hizo Lienna en su burdel.

Lysandro estaba confundido. ¿Qué buscaba Viggo? ¿Qué toda la culpa del romance que mantenían recayera en Karel? Esa conclusión le trajo algo de esperanza. Si Viggo estaba tan desesperado por culpar a Karel, quería decir que el hechicero vivía y no solo eso, continuaba siendo una amenaza para su ansiado reinado.

—No es así —dijo con voz clara y firme—. El príncipe y yo no éramos amantes.

Viggo suspiró mientras negaba con la cabeza.

—Lysandro, os doy la oportunidad de reivindicaos y la rechazáis —Viggo se dirigió al guardia que custodiaba al escudero—. Traedme el medallón en su cuello.

Lysandro estaba estupefacto. ¿Cómo era posible que supiera del medallón? Luego recordó el bosque de Naregia y a Viggo hablándole sobre el significado de la flor de Lys cuando vio el colgante en su pecho mientras él se lavaba. Además, Ravna fue una vidente.

El soldado metió la mano por dentro de su camisa, sacó la cadena de plata y la deslizó por encima de su cabeza. Luego se la entregó a Viggo con una reverencia.

—Este medallón es la representación de la flor de Lys, símbolo de los sorceres. —Viggo dio el medallón a los funcionarios y estos fueron examinándolo mientras lo pasaban de mano en mano—. Por favor leed la inscripción en el reverso.

—«Siempre tuyo, Karel».

Lysandro se desesperó.

—¡No! ¡El príncipe no me lo obsequió! ¡Yo, yo lo hurté! ¡Se lo robé a la princesa, era de ella! ¡El príncipe se lo regaló a ella!

—No mientas, Lysandro. —lo reprendió Viggo, manteniendo la actitud serena—. No sigas defendiéndolo. Mi hermano va a morir a causa del veneno, pero tú puedes vivir si aceptas que Karel te obligó a relacionarte con él.

—¡No me obligó a nada, por qué no teníamos nada!

—Alteza —suplicó Percival—, no hay pruebas suficientes de que ese romance haya sido real.

Viggo observó a Lysandro en silencio, chasqueó la lengua después de un rato y apartó la mirada.

—He aquí la prueba final. —Sacó de entre los pliegues de su túnica un pergamino doblado. Lysandro se estremeció, creyó saber qué era—. Esta carta fue encontrada en la habitación de la princesa Jonella, al parecer algo o alguien impidió que ella la enviara a Oria. Me atrevo a creer que mi hermano mantenía a su esposa bajo coerción. Os doy la carta, podéis verificarla, incluso tiene el sello y la firma de la princesa.

Los funcionarios examinaron minuciosamente la carta y en ese momento, Lysandro comprendió que todo estaba perdido, no valía de nada continuar negando su relación con Karel.

—¡Escuchad, Señorías! —gritó desesperado, era su última oportunidad—. Es cierto, el príncipe y yo sí tuvimos algunos encuentros esporádicos, pero en cada ocasión fui yo quien lo sedujo, él no me obligó. Yo usé todo lo que sé, lo que aprendí mientras fui un hoors en el Dragón de fuego, lo seduje para obtener obsequios de él.

—¡Lysandro! —exclamó Viggo y lo miró decepcionado—. ¡No hagas esto! ¡Tu padre no querría que enlodaras su apellido de esta forma!

Lysandro hizo caso omiso a sus palabras.

—¡Yo soy el culpable! ¡Yo y solamente yo! Seduje al príncipe, él no quería, él ama a su esposa.

—¿Estás seguro, muchacho? —preguntó Percival.

—¡Así es! —reafirmó Lysandro—. ¡Yo soy el culpable!

—Pues, Alteza, creo que no hay nada más qué decir.—concluyó el sacerdote—. De acuerdo a los preceptos que los enviados de Oria nos dejaron y en los cuales se prohíbe las relaciones homosexuales. Lysandro Thorlak deberá ser ejecutado en el término de siete días a partir del amanecer.

—¿Y mi hermano? —insistió Viggo—. También él ha ofendido a los dioses.

—Así es, Alteza —volvió a hablar el sacerdote—, y hasta que el príncipe Karel no testifique ante este jurado y aclare la situación, no podrán reclamar ni él ni su descendencia el trono de Vergsvert.

Lysandro cerró los ojos y suspiró. Había valido la pena su sacrificio. Si Karel sobrevivía, podría presentarse ante ese juzgado y pedir para sí la corona. Lo único que tenía que hacer era continuar afirmando que la culpa había sido suya. Karel llegaría a ser el rey. Lamentó un poco no poder verlo, pero no importaba. Y era mejor así, que él estuviera muerto cuando Karel se presentara a reclamar el trono, porque estaba seguro de que de estar con vida, el hechicero jamás consentiría en negar lo que ambos sentían. 

Mientras era llevado fuera del salón, la sensación de irrealidad regresó. Tenía la impresión de que su vida no había sido otra cosa que una ilusión. No había nada real en ella, todo se había convertido en recuerdos velados por la niebla del pasado.

Su madre, el más antiguo y borroso, ya no tenía rasgos su cara; apenas era una emoción, una sensación de calidez. Después, su padre; era una espada brillante, luz, valentía. Solo los ojos negros perduraban y la sonrisa que le dirigió un instante antes de que todo acabara. Cordelia era la risa cristalina, el sol por la mañana, el olor de guisos exquisitos y panecillos dulces.

Luego llegó Karel.

El joven se dobló por la cintura, durante un instante las piernas le fallaron y se encontró incapaz de seguir. El dolor le oprimía la garganta, no podía respirar. Karel se había convertido en dolor, uno agobiante, absoluto, que invadía cada una de sus extremidades. Su risa, dolor; los besos, dolor; las caricias, dolor; sus ojos verdes, dolor.

Los soldados tiraron de él hacia arriba para que se levantara. A rastras lo hicieron avanzar por corredores y espacios abiertos. A sus ojos llegaban manchas que no importaba definirlas si tampoco eran reales, si acabarían siendo parte de un recuerdo. Oía los sonidos que acompañaban a esas manchas: voces, risas, cuencos que caían, espadas que chocaban con un ruido metálico.

Después todo quedó silenciado por el eco de las campanas. Cualquier ruido fue absorbido en el clamor grandioso del metal que repicaba.

La cadena en su cuello y en sus manos se tensó. Lysandro se detuvo al igual que los soldados que lo llevaban. Una bandada de cuervos se hizo al vuelo, los graznidos se sumaron a las campanadas.

—El rey ha muerto. —La voz del soldado le llegó dispersa como si viniera de todas partes y a la vez de ningún sitio.

Lysandro yacía en el calabozo con la espalda apoyada en la fría pared de piedra, mientras sus brazos le abrazaban las rodillas pegadas al pecho. El único calor de su cuerpo era el que provenía de las lágrimas que corrían por sus mejillas. No estaba seguro de si había sido un instante o días antes, pero alguien le dijo que el príncipe Karel y el rey habían muerto.

La reja chirrió al abrirse y una figura oscura absorbió la poca luz que llegaba del pasillo. La silueta llenó el umbral. Otra vez las sombras se paseaban en la celda, pero esta vez no estaban en la periferia, no lo eludían cuando, después de mirarlas con el rabillo del ojo, trataba de encontrarlas de frente. Esta sombra era distinta.

—Lysandro. —La sombra se agachó a su lado, le agarró de la parte posterior de la cabeza y le dio a tomar agua fresca en un cuenco de barro. Cuando él dejó de beber, el hombre habló de nuevo—. No tiene por qué ser así. Karel no volverá y vos todavía podéis libraos de esto. Hablaré con los sacerdotes de Oria, les diré que deseáis declarar de nuevo.

Lysandro no contestó. Cuando Viggo lo sostuvo del mentón para mirarlo, él se apartó.

—Aunque no lo creáis, no deseo vuestra muerte. Quiero hacer esto por mi maestro, quiero salvaos.

De pronto unas profundas ganas de reír invadieron al prisionero, no las pudo contener y estalló en carcajadas. Tenía la impresión de que hacía mucho no usaba su voz y que la risa era disonante y extraña.

—Si existe otro mundo después de este y tenemos la capacidad de contemplar a los vivos desde él, mi padre debe estar repudiándoos. ¿Cómo podéis ser tan mentiroso? No tenéis honor.

—Yo no quería dañar a mi maestro, nunca quise que vos y vuestra hermana sufrierais. Cuando os busqué después de la ejecución ya os habían vendido, no pude hallaros.

Lysandro volvió a reír. Cuando paró de hacerlo, giró y miró al príncipe de frente.

—No pudisteis hallarnos, pero conocíais a Lienna, la dueña del Dragón de fuego. No mintáis, vos siempre supisteis donde estábamos Cordelia y yo.

—Os equivocáis, no lo sabía. Lienna acudió a mí de manera espontánea.

—Claro —contestó Lysandro sin creerle—. Si de verdad sentís remordimiento por lo que le habéis hecho a mi padre, abdica. No aceptéis la corona, después de todo, la que vos llevaréis estará hecha con la sangre de vuestro maestro. La culpa os perseguirá por siempre.

Viggo lo miró a los ojos un instante, pero luego apartó la mirada y se levantó.

—Los dioses son testigos de que os busqué a vos y vuestra hermana y no os hallé, de que no quería traicionar a mi maestro y son testigos de que he intentado libraos de la culpa en este instante. Solo debéis declarar que Karel os obligó y me aseguraré de que seáis exiliado, nada os faltará, me ocuparé de vos.

—No lo haré.

—¡¿Por qué sois tan terco?! —El príncipe dio una patada al suelo, molesto—. ¡Mi hermano se ha ido para siempre, no volverá por vos!

—No me importa. Yo solo quiero que el momento de mi muerte llegue pronto y no volver a veros nunca más.

—¿El momento de tu muerte?

La pregunta fue formulada con cierto tono de sarcasmo que a Lysandro le erizó el vello. Miró a Viggo de pie frente a él; sin embargo, la luz no iluminaba sus rasgos, le era imposible contemplar su expresión.

—No vais a morir, Lysandro. Parece que habéis olvidado que seguís siendo un esclavo y vuestra dueña os ha reclamado. Yo solo he retardado lo inevitable. Pero si cambias vuestra declaración, os ayudaré a escapar, me ocuparé de que nunca os falte nada. Lienna nunca más volverá a dañarte. Todavía podéis ser feliz.

No lo iba a ejecutar. ¡Qué ingenuo fue el suponer que tendría el dulce consuelo de la muerte! Lo iba a devolver a Lienna y ella se encargaría de que pagara por haber arruinado su negocio. ¿Cuán perverso podía ser Viggo?

La idea de la muerte había sido un bálsamo en medio del horror y ahora Viggo también se la arrebataba para mostrarle un futuro todavía peor, volvería a ser un esclavo.

—No, Lysandro —continuó Viggo—. Vos viviréis, será mi expiación mantenerte con vida y cuando decidáis cambiar la declaración, entonces os libraré del peor de los destinos: la esclavitud. Estoy seguro de que Karel os obligó a hacer cosas indebidas, él debe pagar por ello, así sea con su memoria y reputación.

Cuando Viggo caminó fuera de la celda, Lysandro le gritó antes de que saliera:

—¡Nunca obtendrás esa confesión de mí! ¡Antes de mentir prefiero regresar con Lienna

—¿Y ser usado cientos de veces? Te advierto que ella ha vuelto a regentar su negocio, aunque ya no tiene el antiguo esplendor, te obligará a acostarte con borrachos, campesinos y criminales.

Lysandro pasó saliva por una garganta que raspaba como lija.

—Qué así sea.

El príncipe asintió, no volvió a mirarlo cuando la reja se cerró a sus espaldas.


Hasta ahora creo que este es el capítulo mas largo de la novela, casi 5 mil palabras y espero que no los haya aburrido, es bastante psicológico, Lys está bastante afectado. Mañana trataré de publicar otro capitulo, si no puedo mañana, entonces el domingo. Ya el final ya esta escrito, será difícil decirle adió a esta historia. T-T 

06/08/23: 6000 palabras. Este es el capitulo mas largo y aparece la Dueña del Dragon de fuego (antes de esta edición no sabíamos de ella) Espero que haya aclarado las dudas.

El capítulo va dedicado a saulortizrios que ha sido un lector increíble y un caballero de brillante armadura, el cual ha prometido vengar con el filo de su espado todas las afrentas que han sufrido nuestros bebés.


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