El amante del príncipe

Oleh sakurasumereiro

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En un reino cruel donde la homosexualidad está prohibida, el príncipe se enamora de un esclavo. **... Lebih Banyak

Antes de leer
Glosario y Mapas
Capítulo I: "El goce está en hacer lo prohibido"
Capítulo II: "Te prepararé para ser rey"
Capítulo III: "Estoy para serviros"
Capitulo IV: "Prométeme que jamás la tocarás
Capitulo V: "No nací para esto"
Capítulo VI:"el príncipe Karel: quince jabalíes, ocho liebres, dos ardillas"
Capítulo VII: "Sois magnánimo"
Capítulo VIII: Por más que quería, no podía zafarse, no podía escapar
Capítulo IX: Es un rey y a su muerte se convertirá en un dios
Capitulo X: Mi nombre es Karel
Capítulo XI: Es un extraño
Capítulo XII: "¿Quieres que sea él?"
Capitulo XIII: "El rey será el último que quede de pie"
Capitulo XIV: "Yo nunca..."
Capitulo XV:"Que termine pronto"
Capítulo XVI: Tierra del mal
Capítulo XVII: ¡Vesalia planea atacarnos!
Capitulo XVIII: " Es noche de subasta"
CapituloXIX: "De ahora en adelante son libres"
Capítulo XX: "Continuaré buscando"
Capítulo XXI: "Me gustaría que te nos unierais"
Capitulo XXII: "Era el dueño de su destino"
Capítulo XXIII: "Todo se trata de ambición"
Capítulo XXIV: "Sois muy bueno con la espada"
Capítulo XXV: "Me salvaste"
Capítulo XXVI: Era él (I/II)
Capítulo XXVI:"Era él" (II/II)
Capítulo XXVII: "Ravna, mi consejera"
Capítulo XXVIII: "Tú serás mi perdición"
Capítulo XXIX: "¿Qué estoy haciendo?"
Capitulo XXX: "Eres una vidente"
Capítulo XXXI: "Eres extraordinario"
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte I/II)
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte II/II)
Capítulo XXXIII: "Cada día te amo más"
CAPITULO XXXIII: "Y siempre vuelve a levantarte"
Capítulo XXXIV: "¿Qué queréis de mí, Su Alteza?"
Capítulo XXXV: ¿Obtendré mi venganza?
Capitulo: XXXVI: "Pronto serás libre de nuevo"
Capítulo XXXVII: "No lo necesito"
Entrevista
CAPITULO XXXVIII: "Te cubriré"
Capítulo XXXIX: "No permitáis que muera"
Capítulo XL: "Para mí valen porque me los diste tú"
Capítulo XLI: "Permíteme estar a tu lado"
Capítulo XLII: "Gracias"
Capítulo XLIII: "Os esperan en Beremberg"
Capítulo XLIV: Demasiados recuerdos dañinos
Capítulo XLVI: "Estáis vivo y de vuelta"
Capítulo XLVII: Para mí es un honor serviros
Personajes
CAPITULO XLIX: "Creí que eras diferente"
Capitulo XLIX: ¿Estás enamorado de alguien más?
Capítulo L: Debemos prepararnos, Majestad
Capítulo LI: "No eres rival para mí"
Capitulo LIII: "¿De qué le sirve vuestro amor?"
Capítulo LIV: "Tuyo nada más"
Capítulo LV: "¡Viniste a rescatarme!"
Capítulo LVI: "¿Le crees?"
Capítulo LVII: "Mátalos a todos"
Capítulo LVIII: "Vuestros días están contados"
Capítulo LIX: "¡Vergsvert paga la afrenta!"
Capitulo LX: "Siempre te voy a amar"
Capítulo LXI: "¿De qué se me acusa?"
Capítulo LXII : "No voy a dejarte"
Capítulo LXIII: "¡Tengo que ir por él!"
Capítulo LXIII: "Tenemos que salir de aquí"
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (I/II)
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (II/II)
Capítulo LXVI: "Hasta mi último aliento". FINAL I/II/
Capitulo LXVI: "Hasta mi último aliento" FINAL II/II
Del modo de creación y otras cosas random
EXTRA: Lysarel (I/III)
EXTRA: Lysarel (II/III)
EXTRA: Lysarel (III/III)
Extra de San Valentín: El perfume
Extra de San Valentín: Brianna y Arlan
Extra Halloween: Exhibicionismo
Extra M-Preg: "¿Qué pasaría si Lysandro se toma la píldora roja?"

Capítulo LII: "Ni siquiera sé qué sientes por mí"

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Oleh sakurasumereiro

A media mañana ya habían desmontado el campamento e iniciaban la marcha. Karel intentó que Lysandro viajara en uno de los carruajes para evitar que sus heridas pudieran abrirse, pero el escudero, terco como siempre, no aceptó, así que cabalgaba un poco más atrás que él.

Arlan azuzó el caballo y se puso junto a Karel.

—Escuché lo del atentado. Es lamentable lo del coronel. —El tercer príncipe giró la cabeza hacia atrás, en dirección de Lysandro—. Espero que él esté bien.

—Por fortuna lo está —le respondió Karel sin quitar la vista del frente.

—Veo que la esquiva doncella y tú han mejorado las relaciones, me alegró por ti, hermanito. ¿La llevarás a Illgarorg?

—Así es. Me gustaría que pudiéramos visitarte próximamente.

Arlan lo miró perplejo y luego dibujó una enorme sonrisa

—¡Eso sí que es una sorpresa! Envíame un haukr cuando decidas ir, así podré preparar un gran banquete de recibimiento. ¡Tantas guerras e intenciones fratricidas!, para variar vendría bien alguna celebración. Eso, si Viggo no nos mata a todos antes ... O nuestro padre.

La sonrisa de Karel acompañó a la carcajada de su hermano.

—Si sobrevivimos iremos a visitarte, creo que a la esquiva doncella le encantaría ver a tu dama dorada —le dijo Karel refiriéndose a Gylltir.

Arlan celebró el apodo y ambos hermanos pasaron el resto del viaje conversando hasta que el atardecer llegó y con él la hora de montar el campamento de nuevo.

Los dos días de viaje que siguieron fueron similares. El Príncipe pasaba el día conversando con Arlan o con su madre, esta última insistiendo en sus planes de aliarse con Augsvert y tomar Vergsvert antes de que Viggo pudiera hacerlo.

Todos continuaban alerta luego de lo sucedido con Fingbogi, esperando que en cualquier momento pudiera surgir de las sombras algún ataque sorpresa por parte del primer príncipe o los supuestos rebeldes vesalenses. Cada día asistía a una larga reunión con el rey y sus consejeros.

Como si todo eso fuera poco, las noches no representaban un alivio, Jonella seguía insistiendo en seducirlo. Entonces Karel tomó la costumbre de demorarse en regresar a su tienda hasta bien entrada la madrugada para, de esa forma, encontrarla dormida. Como consecuencia, durante el día cabalgaba como un sonámbulo, a riesgo de caerse de su montura.

Lo que más lamentaba, sin embargo, no era la insistencia de Jonella o de su madre o las largas reuniones con su padre y sus hombres, diseñando estrategias en caso de que Viggo decidiera atacar. Lo que lo frustraba era no poder estar con Lysandro como quería. Ni siquiera había tenido tiempo de verificar el estado de sus heridas y aunque el sanador le notificó que curaban de manera adecuada, él no se confiaba, lo había visto cojear en varias oportunidades.

Además, disimular sus sentimientos se le hacía difícil y estar tan cerca de él sin poder ni siquiera abrazarlo, tomaba tintes de tortura. En todo momento ambos se trataban con formalidad porque Karel casi siempre se hallaba en compañía de alguien. Por fortuna, la frontera estaba próxima y también, Illgarorg. El príncipe a menudo fantaseaba con el momento de llegar a sus dominios y poder tener al escudero en sus brazos, como quería.

El momento de entrar en Vergsvert llegó cinco días después de haber salido de Beremberg.

Para ese entonces no había ocurrido ningún ataque y los informantes del rey le habían hecho llegar cartas diarias donde informaban las acciones de Viggo. El primer príncipe había entrado dos días atrás a Vergsvert, no había tenido contacto con los hombres de su batallón, ni había llevado a cabo ninguna acción que pudiera ser peligrosa para el reino. Sin embargo, no había acatado la orden del rey de trasladarse a Eldverg, la capital del reino. El príncipe se dirigió a su castillo en Roca Negra y se mantenía en él.

Lara Bricinia había insistido en que Karel fuera con ella y con el rey a Eldverg, pero al príncipe lo que menos le apetecía era ir al palacio real. Estaba cansado del ejército, del protocolo y las intrigas. Así que una vez la caravana cruzó la frontera, el cuarto príncipe se separó de ella y tomó rumbo hacia Illgarorg.

Jonella había viajado en todo momento en el carruaje con lara Bricinia y lara Arawen, pero al separarse de ellas, hubo de montar a caballo junto a Karel y Lysandro. A pesar de que al inicio de la campaña, Karel había salido de Illgarorg acompañado por el batallón de arqueros, ahora regresaba sin ellos, pues por orden del rey estos debían quedarse resguardando Vesalia.

La brisa cálida cargada de salitre proveniente de la costa cercana les azotaba el cabello mientras cabalgaban. Al anochecer arribaron a Laungerd. Apenas entraron, Frey y Hallvard los recibieron con un pequeño banquete. El príncipe se sentía feliz de estar de nuevo en su casa.

Era poco lo que había vivido en ese castillo antes de ser convocado a la conquista de Vesalia. Al principio le pareció feo y falto de gracia. Cuando cruzó por primera vez sus puertas, se encontró con una construcción austera al punto de la lobreguez, árido como el resto de la región que gobernaba. Pero ahora que volvía sentía que retornaba al hogar. La frialdad de la piedra negra dejaba de ser importante para él

Jonella y él cenaron mientras charlaban amenamente y luego, cuando ella bostezó en señal de cansancio, Karel aprovechó y le insistió para que se retirara a reposar a sus habitaciones, al día siguiente visitarían las salinas.

El príncipe salió del comedor rumbo a sus aposentos, había mandado a preparar un baño y deseaba dormir, pero antes quería ver a Lysandro, quien había ido a comer a las barracas. No le agradaba la idea de que durmiera con el resto de los soldados en un catre incómodo, así que habló con Frey para que solucionara el asunto.

Acababa de ponerse un pantalón de seda de araña negro luego del baño, cuando uno de sus ayudas de cámara anunció la llegada de Lysandro. Karel se colocó una bata a juego con decorados dorados y dio la orden de que dejaran entrar al escudero.

—Alteza. —Lysandro hizo una reverencia mientras los ayudas de cámara iban de un lado para otro recogiendo los utensilios del baño—, ¿habéis enviado por mí?

—Así es —contestó el príncipe con voz neutra, mientras se sentaba a la mesa de madera tallada de la antecámara, sobre la cual se hallaba una jarra con vino de pera, copas y una pequeña bandeja con frutas, quesos y algunos postres dulces—. Habéis ido a las barracas, ¿no es cierto? Sin embargo, sois mi guardia personal y he dispuesto para vos otro lugar de descanso, dormiréis cerca de mí.

Lysandro frunció el ceño. Karel esperaba que no se negara. Antes de que alguno de los dos pudiera agregar cualquier cosa a la conversación, tocaron de nuevo a la puerta. El sanador entró con varios implementos en las manos. El príncipe le agradeció y lo despachó con una sonrisa. Esperó a que también los ayudas de cámara se hubieran marchado para continuar la conversación.

Lysandro mantenía el ceño fruncido y fue el primero en retomar la plática.

—¿A qué te refieres con dormir cerca de ti?

—No es lo que supones —se adelantó Karel sirviendo vino en dos copas, de las cuales le ofreció una a Lysandro—. He mandado a preparar la habitación contigua para ti. Eres mi escudero, lo lógico es que estés cerca.

Lysandro resopló mientras tomaba de su mano la bebida.

—Sé lo que esperas que suceda y no es buena idea. ¿Crees que la princesa no se dará cuenta?

—¿Cuenta de qué? ¿De qué tengo un escudero que duerme en la habitación junto a la mía? Es lo habitual. Ahora quítate la ropa y tiéndete en la cama.

—¡¿Qué?!

Lysandro se sobresaltó y Karel no pudo contener la risa al ver su desconcierto. Con la cabeza le señaló la mesita donde el sanador había dejado las vendas y las cremas.

—Cambio de vendajes —dijo Karel y Lysandro achicó los ojos al mirarlo—. Juro que mis manos solo tocaran los apósitos.

—Eso podría hacerlo el sanador en la nueva habitación que preparaste para mí.

—Es cierto, podría... si yo quisiera.

Lysandro sonrió de lado y bebió de la copa.

—Pero no quieres.

—No quiero. Deseo atenderte yo, él no es un sorcere, con mis cuidados sanarás más rápido.

—Claro, es solo por eso —le contestó Lysandro con un dejo de sarcasmo mientras tomaba un panecillo cubierto de crema y relleno con almíbar de naranja y lavanda. Después de probarlo, su expresión se suavizó, señaló el pastelillo y dijo—: Es el mismo que llevaste aquella vez al Dragón de fuego, el que dijiste que solo preparaban en Augsvert.

—El mismo que te gustó tanto. Mirelia, la cocinera, aprendió la receta, siempre hay de estos en el castillo. Ahora, si me permites.

Karel se levantó y le cedió el asiento. Cuando Lysandro se sentó, él se acercó y comenzó a desatar los broches y las correas de la parte superior de su uniforme, en poco tiempo solo quedó la camisa blanca de lino y el medallón en su pecho. El príncipe se acomodó frente a él en otra silla y desató los vendajes que tenía en los brazos, manchados de sangre y ungüento amarillento. Diligentemente, tomó la toalla y la humedeció en el agua limpia, con ella frotó las heridas para desprender los restos de las cremas, la sangre seca y las costras.

—¿Desde cuándo no atiendes tus heridas? —preguntó con el ceño fruncido al ver que las más profundas aún estaban inflamadas y dejarían marcas—. ¡Ese maldito!

Lysandro suspiró.

—Él no las hizo.

—¿Cómo que no las hizo Fingbogi? —Karel lo miró con el ceño fruncido—. ¿Entonces, quién fue?

—Yo. Tenía que ser convincente. Maté a mi superior, si se enteran correré su misma suerte.

El príncipe negó varias veces con la cabeza. No podía creer que el mismo Lysandro se hiciera algo así, había heridas bastante profundas. Colocó los vendajes nuevos, luego tomó el tobillo izquierdo y lo apoyó en su rodilla para quitarle la bota.

—¿Qué haces? —lo detuvo Lysandro, extrañado.

—También tienes una herida en el muslo.

El escudero se remojó los labios, sus pupilas se movieron a ambas esquinas de sus ojos, él dudaba. Sin embargo, finalmente se levantó y desató el broche de su pantalón.

—Yo lo haré.

Cuando Karel levantó el rostro, se encontró con los ojos negros que lo miraban desde arriba sin pestañear. Menos de lo que tarda en consumirse en el fuego una brizna de paja, el pantalón cayó al suelo. El escudero volvió a sentarse y subió la pierna desnuda en el regazo del príncipe, de tal manera que el pie descansaba en la raíz del muslo.

Karel tragó sintiendo el corazón latir más rápido que si luchara contra uno de los modificados por el nareg. Con manos temblorosas le quitó el vendaje apenas rozando la piel blanca y suave del muslo, luego tomó la toalla y volvió a humedecerla en el agua.

Limpió con la tela mojada la herida. Al frotar, escuchó un pequeño jadeo por parte del escudero. Subió la vista y se encontró con una imagen turbadora: Lysandro tenía las mejillas ruborizadas y los labios entreabiertos, respirando entrecortado.

—Lo siento, seré más cuidadoso.

El príncipe apartó los ojos de su rostro y los deslizó por su cuerpo, casi desnudo. Primero el pecho cubierto por la delgada camisa blanca sobre el cual descansaba el medallón con la flor de Lys, luego su cintura y cuando llegó más abajo pudo ver un bulto apresado por la ropa interior. Karel dudó de lo que debía hacer. Tenía muy presente el último encuentro de ambos y no quería ocasionar un nuevo malestar en el escudero. Así que se encomendó a la ardua tarea de ignorar esa parte de su cuerpo y dedicarse, diligente, a curar la herida, frotándola con cuidado y tratando de que sus ojos no se desviaran a la erección que parecía clamar por su atención.

De pronto Karel sintió como la punta del pie de Lysandro se desplazaba hasta su entrepierna, que también estaba dura. La mano que sostenía la toalla se quedó estática sobre la herida, la respiración del príncipe se desacompasó al igual que se incrementaron todavía más sus latidos. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior debido a la caricia placentera. Entonces hizo un movimiento osado, en lugar de frotar la herida, pasó la tela húmeda sobre la erección de Lysandro. De inmediato, obtuvo por respuesta un gemido y que la caricia que recibía en su propia erección se incrementara.

Ambos comenzaron a suspirar mientras se tocaban, hasta que Karel no pudo más y se puso de pie. Miró los ojos negros, febriles y encontró en ellos una súplica. Lo tomó de las mejillas y lo besó profundamente, tenía días sin probar sus labios y le costaba seguir conteniéndose. Lysandro le rodeó el cuello y se entregó al beso.

El escudero continuaba sentado, así que el príncipe colocó una mano en su espalda y la otra debajo de sus rodillas. Con él en brazos caminó hasta la cama y lo acostó allí

—Sé qué dije que mis manos solo tocarían las vendas, pero...

Lysandro no lo dejó terminar, se levantó y volvió a rodearle el cuello atrayéndolo hacia sí para hundirse en su boca y quemarle como brasas ardientes.

Una sexta después, con ambos saciados, Karel acariciaba el cabello de Lysandro, que reposaba totalmente desnudo sobre su pecho.

—Lo tenías planeado, ¿no es cierto? —le reprochó el escudero con voz divertida—. La habitación al lado, hacerme venir hasta acá, curar mis heridas. Incluso el panecillo y el vino, sabías que me rendiría.

Karel rio y giró colocándose de costado para mirarlo.

—No es así. No fue intencional, es que no puedo estar lejos de ti. —Tomó los mechones que caían sobre la frente del escudero y los apartó detrás de la oreja—. De verdad quería curarte y ver el estado de tus heridas. Además, no soporto imaginarte durmiendo en un catre incómodo en la barraca atiborrada de soldados.

—Llevo lunaciones durmiendo así, Karel. No me molesta. Pero esto que estamos haciendo es peligroso. Tus sirvientes terminarán sospechando.

—Ninguno de ellos me traicionaría, estoy seguro. Están agradecidos porque les di la libertad.

—¿Y tu esposa?

Karel resopló y se dejó caer en el colchón boca arriba, Jonella era un tema del cual no le gustaba hablar.

—Daría cualquier cosa por disolver ese matrimonio. Ella quiere que yo...

—Deberías hacerlo.

Karel giró hacia Lysandro.

—¿Disolver mi matrimonio?

—No. Acostarte con ella.

El príncipe lo miró sorprendido. Lo decía con tanta naturalidad, como si para él no significara nada lanzarlo a los brazos de otra persona. Tal vez Lysandro no lo amaba tanto como él lo hacía, ese pensamiento lo asaltaba con frecuencia.

—¿No te importaría?.

—Estoy consciente de quién eres, Karel.

—No respondes mi pregunta. ¿No te importa que me acueste con Jonella?

Lysandro se mantuvo en silencio tanto tiempo que creyó que no le contestaría, pero al final dijo:

—¿Mi respuesta cambiaría en algo la situación?

Lysandro, boca arriba, miraba el techo, Karel volvió a girarse hacia él solo para encontrar una expresión serena que le rompió el corazón.

—Claro que lo haría.

El escudero giró y lo miró con esos ojos que a veces eran inescrutables. Le acarició la mejilla y le contestó:

—No me importa, Haz lo que tengas que hacer.

Aquella respuesta era como un balde de agua fría luego de toda la pasión que habían compartido. Le apartó la mano del rostro. Si a Lysandro no le importaba que se acostara con Jonella, ¿significaba que tampoco lo amaba? ¿Qué sentía por él, entonces? ¿Simple atracción? ¿Agradecimiento?

—Ya veo —le contestó conteniendo las lágrimas.

Se levantó de la cama. Caminó desnudo hasta la mesita y se sirvió vino. Lysandro se sentó y preguntó desde el lecho:

—¿Qué pasa?

—Es mejor que te vayas, alguien podría venir —contestó el príncipe sin darle la cara.

Lysandro se levantó y caminó hasta él.

—Dime qué te ocurre. —El escudero lo giró.

Karel se soltó de su agarre, pero ya era tarde, él había visto que lloraba.

—¿Qué sucede, Karel?

—Vete, Lysandro.

—No hasta que me digas qué pasa.

Karel apuró lo que quedaba de vino y lo enfrentó.

—¡No te importa que me acueste con Jonella! A veces pienso que no tienes sangre en las venas. —El príncipe cerró los ojos y se frotó la frente—. En todo este tiempo que llevamos juntos ni siquiera sé que sientes por mí, tal vez es solo agradecimiento.

Lysandro agachó el rostro.

—Supuse que para ti estaba claro lo que yo sentía. ¿Piensas que les agradezco a las personas con sexo? ¿O qué, al haberme acostado con muchos, acostarme contigo no significa nada para mí? Realmente creí que... —Karel lo miró y vislumbró rabia y dolor, se arrepintió de inmediato de lo que había desatado—. Si eso es lo que crees, no mereces lo que siento por ti.

—¡Lysandro, no es así!

—¡¿Ah, no?! —le preguntó el joven, enojado—. Te he confiado cosas que no le he dicho a nadie, te abrí mi corazón; es más, lo tienes en tus manos. Eres la primera persona que me ha hecho sentir... —La voz se le quebró, tardó un poco en reponerse y continuar—: Pero tú solo ves en mí al hoors, ¿no es cierto? Al que se acuesta con las personas sin sentir nada. ¿Estarías más seguro de mí si me vieras sufrir por ti? ¿Quieres que te diga que cada vez que te veo junto a ella una parte de mí se desgarra? ¿Para qué debo decírtelo? ¿Solucionará en algo nuestra situación? Tú tomaste tu decisión al casarte y yo tomé la mía al aceptarte a pesar de eso. De nada vale lamentarnos ahora por el agua derramada.

Era cierto, se había equivocado al casarse con Jonella, tarde o temprano tendría que asumir las consecuencias del error, pero no creía todo lo que Lysandro decía, ¿cómo podía pensar todo eso?

—Te amo Lysandro. No creo que te acuestes con las personas por agradecimiento, tampoco quise dudar de ti, pero...

El escudero apartó la mirada de él y lo interrumpió.

—Dices amarme, sin embargo, lo haces, dudas de mí y de lo que siento. Es mejor que me vaya, alguien podría venir.

—¡¿Y qué hay de lo que yo siento?! —Las lágrimas volvieron a correr por su rostro—. Cuando dices que me acueste con ella yo solo puedo pensar que no te importo.

Karel agachó la cabeza, se sentía derrotado. Sabía que él mismo los había llevado al callejón sin salida en el que estaban, pero necesitaba la confirmación de que Lysandro también lo amaba. De pronto, sintió la mano del escudero subirle el mentón con delicadeza para que lo mirara.

—Me importas más de lo que alguien me ha importado alguna vez. Jamás te voy a pedir que hagas o dejes de hacer algo por mí que pueda perjudicarte, Karel. Yo entiendo que tienes que cumplir con ella.

Karel le sostuvo los costados del rostro con las manos y lo miró a los ojos.

—No puedo hacerlo, ni con ella, ni con nadie que no seas tú.

Más lágrimas rodaban por sus mejillas, Lysandro las barrió todas con los dedos, luego se acercó a él y lo besó en los labios con delicadeza. En la boca sentía filtrarse las lágrimas de ambos. Se odió por la situación de mierda en la que estaban metidos por su culpa

El escudero volvió a apartarse.

—Es mejor que me vaya. Mañana al amanecer estaré frente a tu puerta, custodiándola.

—Me perdonas, ¿verdad?

Lysandro asintió.

—¿Y tú? ¿Me perdonas a mí? No quiero que me malinterpretes, tampoco hacerte sufrir. No se trata de que no te ame, pero comprendo tus obligaciones.

Volvieron a besarse lento, consolándose mutuamente entre suspiros, caricias y lágrimas. Luego ambos se vistieron en silencio y cabizbajos. Antes de salir, el escudero le dedicó una pequeña sonrisa.

Cuando se fue, Karel sentía un vacío inmenso en el corazón. 

***Hola, ¿cómo están? ¿Qué les pareció el capítulo? Dudas, celos, inseguridad nunca son buenos ingredientes en una relación. Por fortuna, Karel y Lys, a pesar de todo, siempre hablan y ahí van aprendiendo como resolver sus cosas.

Tenía pensado subir el mapa de Vergsvert en este capítulo, peeero, no lo tengo listo, sigo trabajando en él; espero tener algo decente para el viernes que viene.

El capítulo va dedicado a SSHL92 Gracias por cada uno de tus votos y comentarios. Hasta el próximo viernes.

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