El amante del príncipe

By sakurasumereiro

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En un reino cruel donde la homosexualidad está prohibida, el príncipe se enamora de un esclavo. **... More

Antes de leer
Glosario y Mapas
Capítulo I: "El goce está en hacer lo prohibido"
Capítulo II: "Te prepararé para ser rey"
Capítulo III: "Estoy para serviros"
Capitulo IV: "Prométeme que jamás la tocarás
Capitulo V: "No nací para esto"
Capítulo VI:"el príncipe Karel: quince jabalíes, ocho liebres, dos ardillas"
Capítulo VII: "Sois magnánimo"
Capítulo VIII: Por más que quería, no podía zafarse, no podía escapar
Capítulo IX: Es un rey y a su muerte se convertirá en un dios
Capitulo X: Mi nombre es Karel
Capítulo XI: Es un extraño
Capítulo XII: "¿Quieres que sea él?"
Capitulo XIII: "El rey será el último que quede de pie"
Capitulo XIV: "Yo nunca..."
Capitulo XV:"Que termine pronto"
Capítulo XVI: Tierra del mal
Capítulo XVII: ¡Vesalia planea atacarnos!
Capitulo XVIII: " Es noche de subasta"
CapituloXIX: "De ahora en adelante son libres"
Capítulo XX: "Continuaré buscando"
Capítulo XXI: "Me gustaría que te nos unierais"
Capitulo XXII: "Era el dueño de su destino"
Capítulo XXIII: "Todo se trata de ambición"
Capítulo XXIV: "Sois muy bueno con la espada"
Capítulo XXV: "Me salvaste"
Capítulo XXVI: Era él (I/II)
Capítulo XXVI:"Era él" (II/II)
Capítulo XXVII: "Ravna, mi consejera"
Capítulo XXVIII: "Tú serás mi perdición"
Capítulo XXIX: "¿Qué estoy haciendo?"
Capitulo XXX: "Eres una vidente"
Capítulo XXXI: "Eres extraordinario"
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte I/II)
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte II/II)
Capítulo XXXIII: "Cada día te amo más"
CAPITULO XXXIII: "Y siempre vuelve a levantarte"
Capítulo XXXIV: "¿Qué queréis de mí, Su Alteza?"
Capítulo XXXV: ¿Obtendré mi venganza?
Capitulo: XXXVI: "Pronto serás libre de nuevo"
Capítulo XXXVII: "No lo necesito"
Entrevista
CAPITULO XXXVIII: "Te cubriré"
Capítulo XXXIX: "No permitáis que muera"
Capítulo XL: "Para mí valen porque me los diste tú"
Capítulo XLI: "Permíteme estar a tu lado"
Capítulo XLII: "Gracias"
Capítulo XLIII: "Os esperan en Beremberg"
Capítulo XLIV: Demasiados recuerdos dañinos
Capítulo XLVI: "Estáis vivo y de vuelta"
Capítulo XLVII: Para mí es un honor serviros
Personajes
Capitulo XLIX: ¿Estás enamorado de alguien más?
Capítulo L: Debemos prepararnos, Majestad
Capítulo LI: "No eres rival para mí"
Capítulo LII: "Ni siquiera sé qué sientes por mí"
Capitulo LIII: "¿De qué le sirve vuestro amor?"
Capítulo LIV: "Tuyo nada más"
Capítulo LV: "¡Viniste a rescatarme!"
Capítulo LVI: "¿Le crees?"
Capítulo LVII: "Mátalos a todos"
Capítulo LVIII: "Vuestros días están contados"
Capítulo LIX: "¡Vergsvert paga la afrenta!"
Capitulo LX: "Siempre te voy a amar"
Capítulo LXI: "¿De qué se me acusa?"
Capítulo LXII : "No voy a dejarte"
Capítulo LXIII: "¡Tengo que ir por él!"
Capítulo LXIII: "Tenemos que salir de aquí"
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (I/II)
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (II/II)
Capítulo LXVI: "Hasta mi último aliento". FINAL I/II/
Capitulo LXVI: "Hasta mi último aliento" FINAL II/II
Del modo de creación y otras cosas random
EXTRA: Lysarel (I/III)
EXTRA: Lysarel (II/III)
EXTRA: Lysarel (III/III)
Extra de San Valentín: El perfume
Extra de San Valentín: Brianna y Arlan
Extra Halloween: Exhibicionismo
Extra M-Preg: "¿Qué pasaría si Lysandro se toma la píldora roja?"

CAPITULO XLIX: "Creí que eras diferente"

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By sakurasumereiro

Poco después del anochecer les llegó el aviso de que el rey Daven y su comitiva entraban en Beremberg.

Lysandro y Jensen fueron hasta el salón del trono. Al llegar ya estaba dispuesto un gran banquete, los generales y príncipes aguardaban la llegada del monarca charlando entre ellos. Varios sirvientes esperaban de pie en los rincones, con expresiones de terror en sus rostros sumisos. Lysandro dedujo que temían al nuevo rey.

Pero él no le temía.

En su interior había expectativa por conocer al hombre que determinaba el destino de tantas personas, que había causado la desgracia de su padre y al que no le temblaba el corazón para desatar una guerra a muerte entre sus propios hijos.

Jensen se acercó a donde charlaban los príncipes. Lysandro fue detrás de él, hizo las reverencias de rigor y luego esperó discretamente un poco apartado del grupo. Sintió la mirada de Karel sobre él, pero también la de Viggo. Ahora que el rey Daven estaba tan cerca, lo más probable era que el primer príncipe le recordara la promesa que habían hecho en el bosque de naregia: juntos cobrarían venganza sobre el rey y Lysandro, a cambio, tendría que descubrir si Jensen estaba detrás de la Sombra del cuervo.

En el exterior sonaron las trompetas y los tambores que anunciaban la llegada de la comitiva real. Dentro del salón, los rostros mutaron sus expresiones de relajada charla a sonrisas tensas y expectantes. Lysandro le dirigió la mirada a Karel y cuando este le correspondió, el joven escudero sonrió y asintió levemente dándole ánimos.

Las grandes puertas dobles se abrieron y por ella cruzó la comitiva. Al frente, portando la corona y envuelto en una capa bermellón sujeta en el hombro derecho con un gran broche de oro, entraba el rey. Era un hombre alto y robusto. El color de su cabello, a pesar de estar salpicado de profusas canas, era del mismo tono castaño que el de Karel, pero hasta allí llegaba el parecido. Los ojos eran oscuros, hundidos bajo espesas cejas, la nariz prominente, los labios y el mentón ocultos por la barba. Todo él daba una imagen que invitaba a la reverencia y a temer.

Lysandro se inclinó mientras el rey avanzaba sobre la alfombra en el medio del salón. Mantuvo los ojos gachos hasta que el monarca tomó su lugar en el trono. Se dejó oír el grito de «lifa reik, Daven el grande» de todos los presentes reverenciando al mandatario, entonces, Lysandro se incorporó, pero no se unió a los vítores. Junto con el rey llegaron varios hombres ataviados de manera elegante y algunas mujeres que no subieron al trono con él, sino que aguardaron con el resto de los generales y los príncipes. El escudero supuso que las mujeres serían sus esposas y concubinas favoritas y los hombres, los miembros de su gabinete.

Sin embargo, se sorprendió al reconocer a una de las mujeres. La princesa Jonella estaba entre ellas y se había acercado para saludar a su esposo, acompañada de otra dama un poco mayor. Lysandro sabía que Karel no la amaba, pero eso no evitó que la punzada de los celos se alojara en su pecho. De pronto verlos a ellos fue más importante que observar a su enemigo y también más doloroso. Apretó la mandíbula y apartó la mirada cuando él la besó en la mejilla.

El rey Daven levantó la mano, los vítores y las alabanzas cesaron. El mandatario sonrió y se recreó un poco mirando a su audiencia.

—Vergsvert, el reino que guarda al sol, hoy se vuelve más grande y más glorioso. Hemos liberado la tierra de Vesalia de las artes oscuras que la oprimían y junto a nuestro reino, el elegido de los dioses, constituirá el mejor de toda Olhoinnalia. Sagaah, el poderoso, nos ha bendecido.

De nuevo se escuchó el «lifa reik» en el salón, aunado al «Vergsvert, el reino que guarda el sol». Las copas en alto, las risas y las palmadas en las espaldas de los hombres, felicitándose entre ellos. Cuando lo consideró suficiente, el rey los hizo callar otra vez y los invitó a celebrar con comida y música la victoria.

Lysandro frunció el ceño y resopló consternado, estaba enojado y no sabía si la causa era el rey o ver a su hijo menor en compañía de su esposa.

El monarca descendió del trono y se dirigió donde los príncipes aguardaban. Todos le sonrieron, aunque a Lysandro le pareció que ninguna de esas muestras de felicidad eran genuinas. Viggo, Karel y Axel lucían tensos, solo Arlan parecía tan relajado como siempre.

—Vamos —le ordenó Jensen y ambos caminaron hacia la familia real.

—Su Majestad. —El general se inclinó frente al soberano y este colocó su diestra en el hombro del militar, indicándole que se levantara—, es un honor para mí haberle servido en esta campaña.

—¡Ah! ¡Mi buen amigo, Jensen! —El rey Daven lo abrazó dejando de lado la formalidad—, hubiera deseado haber podido pelear a tu lado como antes. ¿Recuerdas todos los bárbaros que matamos cuando conquistamos la costa oeste, en la batalla del mar rojo? ¡Ah! ¡Cómo añoro aquellos días! Las obligaciones de ser rey llegan a ser aburridas.

—Siempre habrá oportunidad de otra conquista, Majestad.

—Así es, amigo mío. Estoy muy feliz con el éxito obtenido. —Luego el rey señaló a Viggo y a Karel—. Estos muchachos le han dado un gran honor a nuestro reino y Vergsvert está en deuda con ustedes. Haré un anuncio después del banquete. Traeréis a la princesa Umbiela al terminar la comida. ¿Dónde está el rey Severino?

—En las mazmorras, padre. Están llenas de los nobles que no quisieron jurar su lealtad —contestó Viggo—, aguardan vuestras órdenes.

El rey asintió. Si tenía ya planeado el destino del antiguo soberano de Vesalia y sus aliados, no lo mencionó.

—Con respecto a la princesa Umbriela. —Viggo y Karel se miraron, habían hablado al mismo tiempo.

—Después del banquete hablaremos de la princesa —respondió el rey con una suave sonrisa.

Los príncipes, generales, consejeros y ministros se sentaron a la gran mesa junto al rey, mientras sus guardias personales lo hacían en otra mucho menos suntuosa, pero de igual manera servida con abundante comida.

Por la posición que tenían, Lysandro estaba frente a Karel y Jonella. Ella le tomaba los dedos para llamar su atención, le susurraba al oído, sonreía de manera coqueta mientras Karel mantenía los ojos bajos, evitando cruzarlos con los de él.

El escudero deseaba que esa cena terminara lo antes posible, no quería seguir contemplándolos, no quería imaginarlos cuando se quedaran solos en sus aposentos. Porque, aunque Karel no lo deseara, en algún momento tendría que corresponder con sus obligaciones de esposo. Tomó el tarro lleno hasta el borde con vino de uvas y bebió casi todo el contenido de un solo trago. Ver a los dos juntos le hizo caer en cuenta de que ahora que había aceptado formar parte de la escolta del cuarto príncipe, tendría que presenciar ese tipo de escenas entre Karel y Jonella a diario. Volvió a servirse y de nuevo tomó otra gran cantidad de licor.

Casi una sexta después, el rey y los demás ya habían terminado de comer. De uno de los extremos del salón trajeron a una mujer. Malos recuerdos irrumpieron en la mente de Lysandro como lo haría un relámpago en el medio de la oscura noche. Sintió náuseas al ver a la recién llagada, pues ella le recordó su pasado como esclavo

Era una mujer joven y bella, iba ataviada de manera elegante con un vaporoso vestido de seda de araña blanco. El color de su piel era tostado; llevaba el cabello castaño suelto y le caía por los hombros hasta casi la cintura. Pero lo que le trajo los recuerdos incómodos era la expresión de inconforme ferocidad en el rostro y el aro de metal dorado en el cuello. Del aro se enganchaba una larga cadena de la cual un soldado tiraba para hacerla andar.

La joven los veía a todos con un rencor visceral. Lysandro se sintió identificado con ella, por un momento no supo si quería abandonar el salón y dejar de presenciar el humillante espectáculo o liberarla.

El soldado tiró de la cadena y la mujer avanzó a tropezones hasta el centro del salón, a unas varas de distancia del asiento del rey. El príncipe Karel veía a la prisionera con el ceño fruncido, luego apartó la mirada, consternado. Viggo se levantó de su asiento. A su lado, Ravna sonreía mostrando todos los dientes, era la única que parecía sinceramente feliz con la función.

—Su majestad —dijo Viggo—, os presento a Su Alteza Real, la princesa Umbriela, heredera del trono de Vesalia y portadora de la luz que no se apaga.

El rey la observaba con curiosidad.

—En verdad no os hacen justicia los rumores, sois mucho más bella que las basiris del geirsholm.

Ante el cumplido, la princesa se sacudió y luego escupió al suelo, enojada. El rey la vio estupefacto y luego rompió a reír, a su carcajada se unieron las del resto de los presentes.

—¡Ah!, ¡veo que también sois una fierecilla! —exclamó el mandatario—. Es lo que pasa cuando un padre deja que sus hijas tomen parte del gobierno. El rey Severino os malcrió. El sitio de una mujer no es entre hombres hablando de política y decidiendo sobre la guerra, ya veis lo mal que les fue. El lugar de una mujer es perfumándose en la alcoba para esperar a su hombre.

El escudero se sintió asqueado del comentario, pero luego, al observar las sonrisas complacidas de la mayoría de los hombres e incluso de algunas damas, se dio cuenta de que todos pensaban igual que el soberano. La princesa Jonella y otras dos mujeres, sin embargo, no lucían complacidas, empuñaban las manos que brillaban con la energía de su magia. Eran sorcerinas como Karel y parecían no agradarles las palabras del rey.

—Mirad a mis esposas —continuó hablando el soberano y señaló al par de sorcerinas—, son dóciles, jamás se atreverían a comportarse como lo habéis hecho, princesa. Tenéis mucho que aprender.

—¡No aprenderé nada de una bestia como vos! —gritó la princesa Umbriela, manteniendo intacta su rabia—. Algún día os mataré y vengaré esta ofensa, vengaré a mi gente y a mi padre. —Luego la mujer miró a Ravna y se sacudió con más violencia—. ¡Tú, maldito draugr! ¡Razón tenían todos los oráculos! ¡Estoy segura de que fuiste tú quien los trajo! Mi padre y yo debimos hacerle caso a los adivinos y no solo exiliarte, sino matarte. Pero tuvimos compasión porque en tus venas también corría la sangre del rey. ¡Maldita, has traído la desgracia a tu tierra!

Lysandro frunció el ceño y miró a Ravna. La mujer, toda pintarrajeada, sonreía muy feliz con la función que estaba dando la princesa cautiva.

—Mi venganza apenas empieza —declaró la bruja—, hermana.

La princesa Umbriela volvió a sacudirse y se lanzó hacia adelante, queriendo saltar encima de Ravna, pero la cadena la frenó y la mujer solo consiguió hacerse daño en el cuello.

—Basta ya, princesa —ordenó el rey— o tendré que pedir que os amordacen.

—¡No podrán contenerme! —gritó Umbriela fuera de sí— ¡Jamás estaré sumisa frente a vosotros, bastardos invasores! ¡Tendréis que matarme si queréis doblegarme!

—¡Amordazadla! —ordenó el rey— y atadle también las manos.

Por un instante, todos contemplaron el lamentable espectáculo de como varios soldados trataban de dominar a la princesa mientras ella peleaba con uñas y dientes, con el rostro arrasado por lágrimas de rencor. Cuando lograron contenerla, la mantuvieron de pie, a una distancia prudencial del rey.

—Padre —habló Viggo evitando mirar a la princesa sometida, amarrada y amordazada—, por años he estado a vuestro lado, he dirigido vuestros ejércitos, os he sido fiel y os he cumplido trayendo honor y gloria a mi nación, os pido me recompenséis dándome la mano de la princesa Umbriela.

Cuando Viggo habló, Ravna lo miró perpleja, era evidente que no esperaba la petición. Para sorpresa de Lysandro, Karel también se puso de pie.

—Padre —comenzó el cuarto príncipe—, jamás os he pedido nada. También luché de manera valerosa en esta campaña. Gracias a mí los soldados modificados por el nareg no fueron ningún inconveniente. Os pido que me concedáis a mí la mano de la princesa Umbriela.

A Lysandro se le abrió la mandíbula sin que pudiera evitarlo. En el gesto de asombro de Jonella vio reflejado el suyo. ¿De verdad Karel quería casarse con ella?, pero ¿por qué?

De pronto, Arlan también se levantó.

—Bueno, ya que todos quieren casarse con la princesa indómita, también os solicito su mano, padre. —Y acompañó los murmullos que se habían instaurado en el salón con una estrepitosa carcajada.

—¿Qué es esto, hijos míos? Aunque no me sorprende que la hermosa princesa de Vesalia haya logrado cautivaos. Pero el premio que os daré no será la mano de una fiera ingobernable. Deseo que mis hijos descansen luego de esta extenuante campaña. Por eso he decidido relevaros de vuestros cargos. No comandaréis más el primer regimiento, Viggo. De ahora en adelante viviréis conmigo en Eldverg. Dejaréis vuestras obligaciones y os dedicaréis a descansar en el palacio real. Y tú, Karel, continuaréis al frente de Illgarorg como hasta ahora, atendiendo a vuestra joven esposa, y si lo deseáis podéis elegir otra, tenéis mi bendición, aunque lamento que no pueda ser la princesa de Vesalia.

—¿Eso quiere decir que seré el afortunado futuro esposo de Umbriela? —preguntó Arlan con una gran sonrisa.

El rey torció los ojos e ignoró su burla.

—Es necesario asegurar la pacífica fusión entre Vergsvert y Vesalia —dijo el rey a su audiencia—, por eso es mi deber casarme con la princesa. El primogénito nacido de esa unión será nombrado legítimo heredero del trono de la Gran Vergsvert, así se lo han manifestado los dioses a nuestros sacerdotes de Oria.

El silencio recorrió el salón, alguien comenzó a aplaudir y al sonido solitario se le unieron varias palmas más, hasta que se transformó en una ovación. Sin embargo, el rostro de Viggo se desencajó y se tornó lívido.

Karel guardaba silencio con la expresión seria, mientras Jonella parecía casi tan enojada como Axel, que apretaba la mandíbula y los puños.

Poco a poco los aplausos cesaron, las conversaciones en tono bajo y las risas empezaron a flotar en la mesa del banquete. A la sorpresa inicial por el anunció, le siguió una ola alegre de conformismo entre los cortesanos y representantes del gobierno. Solo los tres príncipes continuaban serios.

—¿Quién se encargará de Vesalia, padre? —preguntó Viggo sin apartar los ojos de su copa, elevando la voz por encima de las otras.

—He nombrado gobernador de Vesalia a Birilio, mi primer consejero. Eso será hasta que traslade la capital aquí, a Beremberg. Todos debéis estar conscientes de que el nareg es un recurso muy importante, así que nos mudaremos acá para mantenerlo seguro.

Los aplausos volvieron de parte de los hombres que formaban la comitiva real: los ministros y consejeros, quienes lucían sonrisas complacidas. Lysandro asumió que ellos estaban al tanto de los intempestivos planes del rey. Sin embargo, los generales, coroneles y sus hijos se mantenían estupefactos, asimilando las noticias.

A la princesa Umbiela le habían conseguido una silla y la habían sentado junto a las otras dos esposas del rey Daven. En su asiento la mujer continuaba revolviéndose, furiosa.

Los presentes alzaron las copas y brindaron por la paz y la unión de Vesalia y Vergsvert, luego pidieron a Saagah, el poderoso dios de la guerra, que mantuviera la paz de la región. Al día siguiente, los sacerdotes de Oria arribarían al castillo para casar al rey y a la princesa y oficiarían una libación pidiendo la pronta llegada del nuevo heredero elegido por los dioses.

Muchas risas y voces alegres se esparcían por el salón, al tiempo que Viggo, Karel, Axel y Jensen permanecían taciturnos, concentrados en sus pensamientos.

Después de una sexta de vela de Ormondú, muchos de los comensales se habían levantado de sus asientos y charlaban en pequeños grupos. El general Jensen conversaba animadamente con otros dos generales, con el rey Daven y una de las sorcerinas que, por su parecido, Lysandro dedujo, sería la madre de Karel.

El hechicero continuaba pensativo, sentado a la mesa al lado de su esposa. Sabía que estaba mal y que debía disimular, pero a cada instante los ojos se le detenían en ellos, que se hablaban en susurros.

De pronto el príncipe Viggo hizo contacto visual con él, con la cabeza le señaló que lo siguiera. Antes de levantarse y obedecer al príncipe, Lysandro observó al rey y luego una vez más a Karel, en ese instante sus miradas se cruzaron, la del hechicero llena de ansiedad. Apartó la vista y se levantó para dirigirse fuera del recinto, al encuentro con el primer príncipe.

El salón del trono estaba bordeado por un pasillo que se abría a través de arcos de medio punto, enmarcados por gruesas columnas, a un jardín interior perfumado gracias a la presencia de multitud de arbustos florales, allí lo esperaba Viggo.

El príncipe vestía el uniforme del ejército y llevaba el cabello peinado como un soldado: sujeto en una cola alta; se abrigaba de la noche otoñal con su capa bermellón. Estaba de espaldas, pero al sentirlo giró y fijó en él los ojos castaños. Lysandro sabía de qué iba a hablarle y por suerte ya había tomado una decisión.

—Su Alteza. —El escudero se inclinó con una reverencia.

—Me alegro mucho de que los dioses te hayan dado su favor —le contestó el príncipe—. Es una gran alegría que estés vivo.

Lysandro inclinó la cabeza en agradecimiento y lo observó de nuevo. Su expresión era taciturna y como siempre, lo rodeaba un aura de serena magnificencia. Esperó hasta que fuera el príncipe quien le aclarara el motivo de su llamado.

—Quería preguntarte si has averiguado algo sobre La sombra del cuervo. Pronto volveremos a Vergsvert y sospecho que con las decisiones que ha tomado mi padre, si Jensen está detrás de la organización, querrá derrocar lo más pronto posible al rey, antes de que termine de fusionar Vergsvert con Vesalia y tome absoluto control del nareg.

«El nareg, la mítica sustancia que concedía fuerza y vigor inigualables» pensó Lysandro y lo entendió. Era por eso que todos querían el control de Vesalia y, por lo tanto, casarse con la princesa Umbriela.

—Todavía no sé nada, Alteza. Antes estuve ocupado con las batallas y apenas acabo de regresar.

—Claro, lo entiendo —le contestó el príncipe clavándole una mirada penetrante—. Necesitas más tiempo. De todas maneras, recuerda que estoy dispuesto a ayudarte a vengar a mi maestro. Yo no he perdonado a mi padre.

Lysandro, incómodo, apartó sus ojos de los otros que continuaban fijos en él.

—Alteza, he reflexionado mucho en eso. Yo deseo dejar el pasado atrás. No quiero seguir el camino de la venganza.

Viggo lo escudriñó en silencio, con el ceño fruncido y una mueca de profundo desagrado.

—¿Qué estás diciendo? —masculló el príncipe—. ¡Supuse que eras otra clase de persona, Lysandro! Que te dolía lo que le pasó a tu padre, que tenías muy presente tu pasado como esclavo y la muerte de Cordelia. Pero veo que no te importa. Los olvidaste gracias a las comodidades que tienes ahora. No te importa hacer pagar a aquel que tanto daño le hizo a tu familia.

No se trataba de comodidad, tampoco había olvidado el pasado, en su corazón estaba intacto el odio por aquel que les hizo tanto daño; sin embargo, Karel no tenía la culpa de nada y él no podía ocasionarle dolor.

El primer príncipe continuó clavando en él la mirada penetrante

—Ya conociste a mi padre, es el hombre que no dudó en traicionar a un buen amigo para hacerse del poder. Que no le importa despreciar a sus propios hijos para continuar en él. ¿Vale la pena que lo perdones? —Las palabras de Viggo le hicieron bajar el rostro. Sí, era cierto, el rey era un hombre sin honor, pero había decidido poner por encima de todo a Karel, ¿Cómo podía matar a su padre?—. Y Jensen ¿crees que si él está detrás de La Sombra del cuervo solo irá por el rey? No, asesinará a todos los príncipes.

Cuando terminó de hablar, Lysandro subió el rostro y lo miró de frente.

—Alteza, por favor, no deseo involucrarme en pleitos familiares por la corona. Os ruego que me disculpéis, pero ansío dejar mi pasado atrás y rehacer mi vida. No voy a asesinar al rey, ni espiaré al general Jensen. —Lysandro finalizó colocando la rodilla derecha en el suelo frente a Viggo y agachó la cabeza—. Lo siento mucho Alteza, haced conmigo conforme a vuestra voluntad.

—¡Qué decepción! —Viggo resopló furioso—. Creí que eras diferente, Lysandro. Que tu pasado te había hecho valeroso, que eras el digno hijo de tu padre. Veo que no es así. Y no te preocupes, no tomaré represalias, no diré que eres un esclavo fugitivo, solo estoy profundamente decepcionado de ti.

Lysandro lo escuchó con el mentón pegado al pecho, tenía los dientes apretados y las manos empuñadas de tal forma que las uñas se clavaban en sus palmas. Amaba a su padre, amaba a su hermana, pero también amaba a Karel y a diferencia de los otros, el hechicero continuaba con vida, no podía destrozarlo asesinando a su padre. Prefería cargar con la culpa de que no tomó venganza que con la culpa de hacerle daño a Karel.

Viggo pasó por su lado de regreso al gran salón ondeando la capa. Cuando se sintió solo se levantó, alzó la cabeza al cielo y dejó salir un largo suspiro, frustrado y triste. Una ráfaga de brisa agitó los arbustos cargados de flores, el aroma dulce lo envolvió igual a una caricia. Se preguntó si su padre estaría de acuerdo con su decisión. En gran parte era cierto lo que le dijo a Viggo, deseaba dejar el pasado atrás y recomponer su vida lejos del odio y la venganza, no era solo por Karel. Pero también dudaba de qué fuera lo correcto. Tal vez su padre hubiera preferido que no olvidara, que descubriera quién le tendió la trampa y vengarlo. Quizá, como decía Viggo, él no era digno de su familia.

Resopló lleno de confusión y ansiedad. Decidió seguir su corazón y esperaba no equivocarse. Respingó cuando sintió una mano posarse en su hombro. De soslayo miró a Karel a su lado.

—Hablabas con Viggo. —La del hechicero no fue una pregunta, más bien una afirmación con tintes de reclamo.

—Así es. —Lysandro volvió a suspirar, ignorando a propósito el tono de Karel—. De nuevo me pidió que espiara a Jensen.

—¿Y qué le dijiste?

—Que no lo haré. —Lysandro giró para mirarlo de frente—. Él me está manipulando, quiere usarme, pero yo anhelo rehacer mi vida y dejar atrás el pasado. Mi familia está muerta y eso nada lo cambiará. No seré la espada de tu hermano para lograr sus fines personales.

Karel también lo miró. Sus ojos verdes lucían oscuros y cálidos.

—Te apoyaré cualquiera que sea la decisión que elijas.

—Al menos eso puedo escogerlo —masculló el escudero, recordando lo sucedido por la mañana—. No me preguntaste si quería irme contigo a Illgarorg.

Karel resopló y devolvió la vista al cielo cargado de estrellas.

—¡Ya sabía que te enfadarías! De habértelo preguntado te hubieras negado. Habrías puesto mil excusas.

—¡Claro que me hubiera negado! Alguien nos puede descubrir. —Lysandro bajó la cabeza, así como el tono de voz—. Además, también está tu esposa y la princesa Umbriela, con quien pediste casarte.

El hechicero buscó sus ojos, pero él lo evitó, no quería que pudiera ver en ellos los celos que sentía.

—Jonella no será ningún problema. Y lo de Umbriela... Hay razones para querer casarme con ella.

—Quieres controlar Vesalia y el nareg —le respondió Lysandro sin subir la cabeza.

—No es solo controlar el nareg. Conocí a la princesa mientras negociábamos la rendición de Vesalia. No es que seamos amigos o algo así, pero me indignó mucho la manera en la que la trataron, puedo adivinar lo que será su vida en adelante.

A Lysandro también le disgustó la manera cómo la trataron y al igual que al hechicero, le hubiera gustado liberarla, pero él jamás hubiera pensado en casarse con ella para lograrlo. Sin embargo, no le diría nada de eso, pensaba que era muy absurdo sentir celos. Karel tenía una vida que cumplir y de nuevo volvió a él la creencia de que no era nadie para impedírselo.

—Te pedí a Jensen no solo por qué quisiera estar contigo —continuó explicando Karel—. Creo que antes dejé en claro que no deseo que te fuerces a nada, no tienes que acostarte conmigo si crees que te hace daño. Lo hice por qué...

Pero Karel se detuvo, entonces el escudero sí lo miró. El príncipe tenía el ceño fruncido y en ese momento era él quien miraba hacia el suelo.

—Si no es solamente porque deseas estar conmigo, entonces, ¿para qué más quieres que sea parte de tu escolta?

—Por qué creo que no estás listo para regresar al Tercer Regimiento junto a Fingbogi e Ivar. —Karel habló muy rápido, evitando mirarlo.

Lysandro frunció el ceño. Al principio no entendió muy bien lo que le decía, pero cuando lo hizo la rabia lo llevó apretar los puños y la mandíbula. De pronto, se sintió inepto y humillado. Dio media vuelta para marcharse, sin embargo, Karel fue más rápido y le sujetó la mano, deteniéndolo.

—Por eso no quería decírtelo, sabía que te pondrías así. Aunque te molestes y termines odiándome, no voy a permitir que nadie te haga daño. Estarás en Illgarorg y serás parte de mi guardia, podrás continuar en el ejército como es tu deseo y lejos de esos degenerados.

—¡Suéltame! —El escudero se sacudió el agarre—. Debo ser un perfecto inútil para ti: incapaz de defenderme, incapaz de decidir por mí mismo lo que es mejor para mí.

—¡Lysandro, por favor, espera! Tú mismo dijiste que no pudiste detener a Fingbogi; Ivar te besó en ese bosque y te alteraste mucho. No quieres que les haga nada, tampoco quieres que le diga a Jensen. ¿Qué se supone que debo hacer? Tú no me dejas más opciones. Atas mis manos y ¿qué esperas?, ¿qué mire tranquilamente como te acosan?, ¿cómo te destruyen cada vez más?

Lysandro se dio la vuelta y lo miró con la rabia palpitándole en la sien. Se sentía absurdo, un chiste de hombre.

—¡Es mi vida, Karel! ¡Se supone que soy yo quien debe decidir como vivirla y si dejo o no que alguien la destruya! ¿Qué hay con lo que acabas de decir, eso de «te apoyaré cualquiera que sea la decisión que elijas» ?

El hechicero cerró los ojos, se llevó las manos al rostro y resopló frustrado.

—De acuerdo, lo siento. No fue mi intención hacerte sentir menos o que no eres capaz de tomar tus decisiones, no debí elegir por ti. Si es tu deseo le diré a Jensen... Anularé... —Karel resopló con fuerza y lo miró desesperado—. ¿Estarás bien ahí, con ellos? —Le tomó la mano y le besó los nudillos—. ¡Prométeme que estarás bien, Lysandro, por favor!

Sabía que Karel solamente quería su bienestar, no obstante, no podía evitar molestarse por no tomarlo en cuenta. Pero había tanta angustia en los ojos del hechicero que la rabia y la humillación que sentía se esfumaron.

El escudero dio un paso hacia él y sin soltarse, con la otra mano le acarició la mejilla.

—No, sin ti no estaré bien, eres quien aparta los bichos que me rodean. Quisiera ser un hombre fuerte y valiente como tú, independiente, pero no soy eso. A fin de cuentas tienes razón, no sé defenderme.

—Lysandro no ...

—¿No es así? —Él no lo dejó terminar y sonrió con tristeza—. Iré contigo al Illgarorg.

—Lysandro...

—Está bien, perdóname por enojarme.

Karel hizo el amago de abrazarlo, Lysandro dio un paso atrás y negó con la cabeza.

—No podemos.

—Cierto, no podemos, pero me gustaría mucho, amor. No soporto verte triste.

El soldado sonrió y volvió a negar con la cabeza.

—No estoy triste. Es mejor que volvamos adentro.

—Lysandro, con respecto a Jonella, cuando estemos en Illgarorg ...

—No tienes que continuar explicándote. —le dijo el joven mientras atravesaban el jardín de regreso al gran salón—. Ella es tu esposa, lo entiendo.

Karel dejó escapar un suspiro.

—¿No te dan celos? —le preguntó el hechicero mirándolo de reojo—. Aunque no tienen por qué darte, yo solo te amo a ti.

—Lo sé —le contestó Lysandro con la vista fija en el suelo—. Ahora regresemos, deben estar preguntándose dónde estás.


***Muy largo? Lo siento, no quise cortarlo.

¿Como se imaginan que será la vida de Lys cuando llegue a Illgarorg?

El capitulo va dedicado a EsperanzaLopez202 Muchas gracias por el cariño.

Los invito a que me sigan por Ig y Fb alli siempre subo contenido de esta y mis otras novelas.

El amante del principe tambien tiene grupo de Fb. El enlace lo encuentran en la descripcion de mi perfil.

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