El amante del príncipe

By sakurasumereiro

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En un reino cruel donde la homosexualidad está prohibida, el príncipe se enamora de un esclavo. **... More

Antes de leer
Glosario y Mapas
Capítulo I: "El goce está en hacer lo prohibido"
Capítulo II: "Te prepararé para ser rey"
Capítulo III: "Estoy para serviros"
Capitulo IV: "Prométeme que jamás la tocarás
Capitulo V: "No nací para esto"
Capítulo VI:"el príncipe Karel: quince jabalíes, ocho liebres, dos ardillas"
Capítulo VII: "Sois magnánimo"
Capítulo VIII: Por más que quería, no podía zafarse, no podía escapar
Capítulo IX: Es un rey y a su muerte se convertirá en un dios
Capitulo X: Mi nombre es Karel
Capítulo XI: Es un extraño
Capítulo XII: "¿Quieres que sea él?"
Capitulo XIII: "El rey será el último que quede de pie"
Capitulo XIV: "Yo nunca..."
Capitulo XV:"Que termine pronto"
Capítulo XVI: Tierra del mal
Capítulo XVII: ¡Vesalia planea atacarnos!
Capitulo XVIII: " Es noche de subasta"
CapituloXIX: "De ahora en adelante son libres"
Capítulo XX: "Continuaré buscando"
Capítulo XXI: "Me gustaría que te nos unierais"
Capitulo XXII: "Era el dueño de su destino"
Capítulo XXIII: "Todo se trata de ambición"
Capítulo XXIV: "Sois muy bueno con la espada"
Capítulo XXV: "Me salvaste"
Capítulo XXVI: Era él (I/II)
Capítulo XXVI:"Era él" (II/II)
Capítulo XXVII: "Ravna, mi consejera"
Capítulo XXVIII: "Tú serás mi perdición"
Capítulo XXIX: "¿Qué estoy haciendo?"
Capitulo XXX: "Eres una vidente"
Capítulo XXXI: "Eres extraordinario"
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte I/II)
Capítulo XXXII: "Me quedaré con Su Alteza" (Parte II/II)
Capítulo XXXIII: "Cada día te amo más"
CAPITULO XXXIII: "Y siempre vuelve a levantarte"
Capítulo XXXIV: "¿Qué queréis de mí, Su Alteza?"
Capítulo XXXV: ¿Obtendré mi venganza?
Capitulo: XXXVI: "Pronto serás libre de nuevo"
Entrevista
CAPITULO XXXVIII: "Te cubriré"
Capítulo XXXIX: "No permitáis que muera"
Capítulo XL: "Para mí valen porque me los diste tú"
Capítulo XLI: "Permíteme estar a tu lado"
Capítulo XLII: "Gracias"
Capítulo XLIII: "Os esperan en Beremberg"
Capítulo XLIV: Demasiados recuerdos dañinos
Capítulo XLVI: "Estáis vivo y de vuelta"
Capítulo XLVII: Para mí es un honor serviros
Personajes
CAPITULO XLIX: "Creí que eras diferente"
Capitulo XLIX: ¿Estás enamorado de alguien más?
Capítulo L: Debemos prepararnos, Majestad
Capítulo LI: "No eres rival para mí"
Capítulo LII: "Ni siquiera sé qué sientes por mí"
Capitulo LIII: "¿De qué le sirve vuestro amor?"
Capítulo LIV: "Tuyo nada más"
Capítulo LV: "¡Viniste a rescatarme!"
Capítulo LVI: "¿Le crees?"
Capítulo LVII: "Mátalos a todos"
Capítulo LVIII: "Vuestros días están contados"
Capítulo LIX: "¡Vergsvert paga la afrenta!"
Capitulo LX: "Siempre te voy a amar"
Capítulo LXI: "¿De qué se me acusa?"
Capítulo LXII : "No voy a dejarte"
Capítulo LXIII: "¡Tengo que ir por él!"
Capítulo LXIII: "Tenemos que salir de aquí"
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (I/II)
Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (II/II)
Capítulo LXVI: "Hasta mi último aliento". FINAL I/II/
Capitulo LXVI: "Hasta mi último aliento" FINAL II/II
Del modo de creación y otras cosas random
EXTRA: Lysarel (I/III)
EXTRA: Lysarel (II/III)
EXTRA: Lysarel (III/III)
Extra de San Valentín: El perfume
Extra de San Valentín: Brianna y Arlan
Extra Halloween: Exhibicionismo
Extra M-Preg: "¿Qué pasaría si Lysandro se toma la píldora roja?"

Capítulo XXXVII: "No lo necesito"

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By sakurasumereiro

La reunión con el enviado de Vesalia resultó ser una sorpresa. Él y Jensen habían esperado reunirse con un hombre, pero en su lugar quien los aguardaba dentro de la tienda era una mujer, la princesa Umbriela, única heredera de su padre, el rey Severino.

Jensen y el resto de la comitiva lucían sorprendidos por tener que tratar con una mujer. Él no lo estaba y tampoco lo consideraba una ofensa, como sí lo hacía el coronel Olaf, quien incluso se negó a hablar con ella.

Karel no le prestó atención a las protestas y entró a la tienda, dispuesto a cumplir con su misión: negociar, y le daba igual que fuera con un hombre o una mujer.

Las mujeres en Vergsvert, por más nobles que fueran, eran tenidas como seres no aptos para tratar temas de política, mucho menos los que involucraban guerra. A él los prejuicios de los vergsverianos para con ellas siempre le parecieron estúpidos. En Augsvert, dónde pasó gran parte de su vida estudiando, el mandatario era una reina y también había mujeres en el ejército. Así que lo embargaba la curiosidad por entrevistarse con la princesa y saber qué tipo de persona era.

Sin embargo, la reunión fue un fracaso. Viggo había sido muy enfático en lo que deseaba su padre del encuentro: la rendición total de Vesalia y que su territorio se sumara a Vergsvert. El rey Severino podía conservar la vida, e incluso, seguir siendo señor de la región; no obstante, debía jurarle lealtad y vasallaje a Vergsvert.

Desde antes de llegar a la lujosa tienda en la mitad del camino entre Aldara y Beremberg, donde le aguardaba la princesa Umbriela, Karel presentía que la reunión no daría frutos, al menos no los que su padre y su hermano mayor esperaban.

La princesa debía rondar la edad de Viggo, era joven, pero no tanto como para considerarse una doncella. Su charla era clara, irradiaba autoridad e inteligencia.

Orgullosa y muy digna, fue enfática al decir que tanto ella como su padre preferían perecer que rendirle vasallaje a Vergsvert. Así que la reunión, en lugar de fijar los términos de la rendición, derivó en la exigencia de la princesa vesalense de la salida inmediata de los invasores de su territorio. Karel lamentó el resultado, estaba seguro de que no le caería en gracia a su hermano mayor, mucho menos a su padre.

Cabizbajos, emprendieron el retorno a Vergsvert. Si durante el viaje de ida, Karel y Jensen charlaron largo y tendido, desde asuntos del reino hasta trivialidades, el trayecto de regreso lo hacían en silencio. De vez en cuando, Karel escuchaba a sus espaldas comentarios despectivos y algunos soeces refiriéndose a la princesa del reino enemigo.

El príncipe suspiró agotado, pensando en el inminente encuentro entre ambos ejércitos. Habría deseado que la princesa Umbriela aceptara los términos de la rendición y evitar así una cruenta batalla. Matar hombres, aunque enemigos, no era algo que le causara gracia, mucho menos que considerara honorable. Desde que tomaron Aldara tenía pesadillas producto del brutal enfrentamiento.

—¿Cómo suponéis que tomará mi padre la negativa de Severino?

Iban a media marcha por el camino real, empezaba a anochecer y se acercaban al campamento. Hacía mucho que el príncipe no compartía con su padre, de tal manera que no tenía una idea clara de cuál sería su reacción ante su fracaso como negociador. Sonrió con tristeza al pensar que el general debía conocerlo mejor al haber compartido tantas guerras con él.

—Vuestro padre, al igual que Viggo, ya sabía que Severino se negaría. Esta reunión solo fue mera formalidad.

Karel sonrió.

—Ahora entiendo. Por eso me la delegaron a mí, a fin de cuentas no era importante.

—¿Eso creéis, Alteza? ¿Qué vuestro padre y vuestro hermano os menosprecian?

—¿Y acaso no es así?

El viento sopló desde el oeste con más fuerza alborotándoles los cabellos, la oscuridad empezó a tintar de añil las nubes, antes malvas. Karel habría deseado estar en otro lugar y en otro momento, muy lejos de Vergsvert y su guerra.

—Puede —le contestó Jensen sin dejar de mirar al frente—. Pero eso no os debe preocupar. Pensad, Alteza, ¿habíais estado en una reunión como esta? ¿Habíais mediado antes? —A la pregunta del general, Karel negó—. ¡Exacto! Consideradlo parte de vuestra preparación para cuando seáis el rey.

Las palabras lo sorprendieron, giró y vio el rostro sereno del general, inmutable, continuaba observando el camino. Era la segunda vez que insinuaba algo así.

—¿Suponéis que tengo oportunidad de reinar? Mis hermanos tienen más experiencia que yo. Viggo, además, cuenta con la simpatía del pueblo y la devoción del ejército.

—Ciertamente, es como decís, pero Vergsvert necesita cambiar, Su Alteza lo sabe, lo ha visto. Vuestros hermanos no emprenderán ese cambio, pero vos, que os habéis educado en un sitio más civilizado, ¿vos estaríais dispuesto a recorrer el camino para llevar a Vergsvert a una nueva era?

Karel arrugó el ceño. ¿De verdad Jensen creía en él? Era cierto que pensaba firmemente que Vergsvert necesitaba nuevas políticas que miraran por el bienestar del pueblo; que estaría más que dispuesto, si algún día fuera el rey, a abolir la esclavitud; y que se prometió a sí mismo luchar por el trono para poder estar con Lysandro, pero jamás imaginó que alguien aparte de él y su madre considerara que fuera posible.

—No lo sé —le respondió con sinceridad. En el fondo sabía que portar la corona le exigiría el sacrificio de sus sueños—. El de ser rey es un camino tortuoso que no estoy seguro de querer recorrer. Yo nunca he soñado con serlo.

Para su sorpresa, Jensen no se decepcionó de sus palabras, sino que se rio.

—Ahora estoy seguro, Su Alteza debe reinar por el simple hecho de que nunca ha soñado con hacerlo. El anhelo de poder corrompe, he visto buenos hombres caer a lo más bajo y traicionar a seres queridos por conseguir poder.

Le fue inevitable pensar en el padre de Lysandro y en el propio. Uno condenado por traidor y el otro empeñado en una guerra que llevaba a su nación a la ruina.

Las antorchas en las murallas del campamento ya lograban verse a lo lejos como pequeños puntos de luz.

Ser el rey.

¿Si fuera el rey podría tener una vida propia? ¿Podría estar con Lysandro abiertamente? No, tendrían que ocultarse. En ese momento tuvo la convicción de que, una vez se coronara, lo perdería definitivamente. Su vida ya no sería suya, le pertenecería a Vergsvert. Se ahogaría en burocracia, en complacer a sus ministros y más que todo a Oria, pues la orden de sacerdotes ejercía un gran poder sobre la realeza y el pueblo a través de la religión. Jamás lograría ser él mismo y, quizás, cuando consiguiera cambiar las leyes, ya Lysandro no estaría esperándolo.

La desazón le apretó el pecho haciéndole difícil respirar. ¡Sería tan fácil irse lejos, dejar atrás la guerra y los prejuicios! ¿Por qué Lysandro se empeñaba en rechazarlo? ¿En decir que su destino era gobernar, que no quería truncar su futuro? Era absurdo, cuando decenas de veces le había dicho que reinar no era su deseo.

¿Y si la verdadera razón era que no lo quería? Entonces la opresión en el pecho aumentó. Tal vez a Lysandro él sí le gustaba, pero no tanto como para arriesgarse a desafiar a todo un reino.

Se había ido con Viggo a explorar los bosques de nareg y tenía la impresión de que la razón había sido él. Tal vez Lysandro se sentía sofocado por su insistencia y quería estar lejos de él. ¿Por qué si no se habría ofrecido a escoltar a su hermano?

Agachó la mirada y sujetó las riendas con más fuerza. No podía culpar al escudero, no podía pedirle que pusiera en peligro su vida para estar con él. Tal vez todos tenían razón y lo que debía hacer era abrazar su destino y luchar por el trono; olvidarse de Lysandro, dejarlo ser feliz con alguien que no tuviera tantas obligaciones y que no pusiera en riesgo su vida.

—Si realmente deseáis pelear por el trono, Alteza —volvió a hablar Jensen de improviso cuando ya estaban muy cerca de las murallas—, yo os apoyaré, os brindaré mi espada y mi vida si decidís llevar a Vergsvert a un nuevo orden.

Karel lo miró, mitad incrédulo, mitad sorprendido.

—Os agradezco mucho vuestra confianza, general. Yo, yo —titubeó, no estaba seguro de las palabras que diría, porque con ellas sellaría su destino y partiría en pedazos su corazón—, lucharé por el trono y dedicaré mi vida a hacer de Vergsvert una gran nación.

Las llamas de las antorchas se reflejaron en los ojos del general cuando giró a mirarlo, complacido. Era esa mirada de orgullo la que alguna vez anheló que su padre le regalara.

Entró al campamento con la convicción de que jamás sería feliz. 

No podía dormir, las mantas lo asfixiaban, le faltaba el aire dentro de la tienda. Desde la conversación con Jensen no dejaba de pensar en la futilidad de todo. Realmente, quería escapar de su propia vida.

A pesar de que la luna brillaba en el cielo, rodeada de infinidad de estrellas, seguía luciendo solitaria. Atravesó de nuevo la empalizada y salió al exterior.

Le habría gustado tanto ser un simple soldado y así poder estar cerca de Lysandro, sin ningún reparo ni obligación que se lo impidiera. Habría podido hablar con él todos los días, contarle y escuchar los secretos que cada uno guardaba en el corazón, ganarse su amor. Estaba seguro de que si él fuera un simple soldado, Lysandro accedería y le permitiría estar a su lado.

Caminó hasta adentrarse en el bosque, casi sin darse cuenta. Entonces, unas voces que sonaban alteradas llegaron a él. El príncipe desenvainó a Gefa sik, creyendo que podría tratarse de una emboscada vesalense.

A pesar de que no podía ver bien, descartó encender una luminaria de Lys, pues alertaría con ella al enemigo; así que optó por acercarse más, manteniendo el sigilo.

Una frase suplicante le hizo dudar de que pudiera estar ante vesalenses:

—Por favor, suéltame. ¡No!

—¡Deja de pelear y sé un buen chico!

No tenía que esforzarse para reconocer al dueño de la primera voz, era Lysandro.

Se acercó más, empuñando fuertemente a Gefa sik. Vislumbró dos figuras forcejeando contra un árbol. Lysandro, presionado contra el tronco, trataba de escapar del agarre de otro hombre, que mantenía una espada contra su nuca.

Cuando Karel vio al escudero amenazado, primero el desconcierto y después el miedo se apoderaron de él. Avanzó en silencio para tomar desprevenido al agresor y evitar que le hiciera daño a Lysandro. Como si fuera el más oscuro draugr del geirsgarg, agarró al tipo del cabello. De un solo jalón lo apartó del muchacho.

—¿Qué estáis haciendo? —rugió Karel—. ¡Él ha pedido que lo soltéis!

Teniéndolo de frente, el príncipe reconoció al agresor, era el coronel Fingbogi. Empuñó la espada con ambas manos y se puso en guardia. De soslayo miró a Lysandro. Los ojos negros lo miraban distendidos y aterrados; a pesar de la oscuridad, le pareció que lloraba. Y, además, el pantalón lo tenía abajo, en los tobillos. El joven se lo subió torpemente y aferró con fuerza la pretina. ¿Qué sucedía entre los dos?

Fingbogi se recompuso y empuñó la espada. Karel estaba seguro de que atacaría; sin embargo, en el último instante, el coronel bajó la guardia.

—Alteza, no debéis entrometeros en lo que no os atañe. Este hombre es uno de mis soldados.

—Este hombre es un soldado de Vergsvert, coronel, y lo estabais agrediendo.

El coronel rio burlón. Le dirigió una rápida mirada al joven que continuaba sin moverse, con la espalda apoyada del árbol.

—¿Agrediendo decís? No lo agredía, iba a darle lo que le gusta.

Karel frunció el ceño, el estómago se le revolvió al comprender a qué se refería. Recordó la escena cuando llegaron al castillo de Aldara y lo que pretendía hacer el hombre frente a él con las mujeres que tomaron prisioneras. No pudo contenerse, el poder se encendió, brillando plateado en su mano derecha. Le arrojó una runa que lo envió de espaldas al suelo.

—¡Es uno de vuestros soldados! —le gritó con el enojo palpitando en su sien.

—¡No es más que una puta! —le gritó Fingbogi mientras se levantaba—. No lo sabéis Alteza, pero él era un hoors en un prostíbulo antes de venir aquí.

Karel giró a mirar a Lysandro. El muchacho tenía la mirada gacha, el cabello, cuál negra cortina, le cubría el rostro.

—A él le gusta. —Terminó el coronel entre sonrisas—. Si queréis, podéis aprovechar vos también, Alteza.

La energía plateada destelló más brillante, al punto de cubrir también la espada. Karel se arrojó hacia adelante, cegado por la rabia y dispuesto a matar al coronel. Figbogi levantó a tiempo su espada y detuvo la estocada.

Karel se sentía poseído por la furia. Ese hombre trataba de forzar a Lysandro por el solo hecho de conocer su pasado. Barrió en diagonal la espada queriendo cortarlo a la mitad, el coronel de nuevo lo bloqueó. Karel le arrojó una runa que lo derribó de espaldas. Antes de que el otro se levantara, avanzó un paso y cuando lo tuvo a sus pies, levantó a Gefa sik sosteniendo la empuñadura con ambas manos, dispuesto a hundírsela en el pecho, pero el grito de Lysandro a su espalda lo detuvo.

—¡No!

Karel volteó a mirarlo un brevísimo instante. El muchacho continuaba contra el árbol, temblando.

—¡Él te estaba haciendo daño! —le dijo mucho más alto de lo que hubiese querido, volviendo la mirada hacia Fingbogi en el suelo—. ¡Merece que lo mate!

—No. —El joven caminó hacia él, alarmado—. Si lo matas tendrás problemas. Alguien podría habernos visto. No importa.

Karel apretó los dientes, lo que más deseaba en ese momento era atravesar a Fingbogi con la espada. El hombre continuaba tendido de espaldas, mirándolo desafiante. Resopló contrariado y miró otra vez a Lysandro, de pie a su lado. Tenía el rostro cubierto de lágrimas, el labio inferior sangraba y le temblaba. Karel se percató del moretón en su pómulo y de nuevo sintió el deseo asesino apoderarse de él.

No obstante, apartó la espada del pecho de Fingbogi y se alejó unos pasos. De inmediato, el coronel se sentó. Entonces Karel, muy rápido, dibujó la runa de berkahn en el aire y la estrelló contra el cuerpo de Fingbogi. Este lo miró incrédulo cuando empezó a levitar. Karel apretó el puño, subió la mano a lo que también lo hizo Fingbogi, lo elevó alto y luego lo estrelló contra el suelo, una vez, dos veces. Todavía quería matarlo.

—¡Karel!

Finalmente, el príncipe se detuvo luego del tercer azote, cuando el coronel quedó desmayado en el suelo. Giró hacia el joven y lo observó, abatido. Lucía pálido y tembloroso; mantenía la mirada gacha, incapaz de mirarlo a los ojos.

—Siento mucho que hayas tenido que pasar por algo como esto —le dijo queriendo, pero sin atreverse a abrazarlo.

De pronto, Lysandro cayó de rodillas, se llevó las manos al rostro y empezó a llorar.

Algo dentro del príncipe se quebró. Corrió a abrazarlo, de rodillas también. No soportaba verlo así, roto e indefenso. Quería sostenerlo en sus brazos para siempre, cobijarlo para que nada malo pudiera alcanzarlo. Las ganas de huir muy lejos volvieron a seducirlo con la promesa de un mundo donde, nunca más, nadie pudiera hacerle daño. Permanecieron largo rato abrazados, Lysandro dejando escapar su llanto y Karel acariciándole el cabello.

Cuando no escuchó más hipidos se separó suavemente de él.

—Esta no es la primera vez que hace algo como esto, ¿cierto? —El que Lysandro no le contestara, le confirmó sus terribles sospechas. El joven mantenía la vista baja. Karel lo tomó del mentón y lo levantó para mirarlo a los ojos—. Tienes que decirle a Jensen.

—¡Por favor, no!

—¡Pero, ¿por qué no?! —Karel no entendía su actitud, ¿por qué lo defendía?

—Si le digo a Jensen... ¿Qué pensará de mí? Todos en el campamento se enterarán de mi pasado, porque Fingbogi les contará.

—¡Pero tiene que pagar por lo que te ha hecho!

—Por favor, Karel. No importa.

El príncipe observó la angustia en sus ojos. No estaba de acuerdo, pero no podía obligarlo.

—Sí, importa, pero no puedo forzarte a hacer algo que no deseas. —Se frotó el rostro frustrado por la negativa de Lysandro—. Pero debes prometerme que si este tipo vuelve a incomodarte, a siquiera mirarte raro, me lo dirás.

Lysandro se levantó y lo miró escéptico.

—Querrás matarlo y te meterás en problemas.

— Si eso sucede, será mi decisión. —El príncipe se levantó también—. Además, él no es nadie.

—Su padre es un general muy influyente. Te meterás en problemas. Si los sacerdotes de Oria se enteran...

—Ni los sacerdotes de Oria, ni su padre, ni yo mismo soy más importante que tú. Tarde o temprano voy a matarlo por lo que te ha hecho.

Lysandro negó varias veces antes de hablarle con voz dura.

—No necesito que me estés cuidando, ni protegiendo, ni vengando.

Karel frunció el ceño, sorprendido por su cambio de actitud, luego lo miró con tristeza. Lysandro levantaba de nuevo la barrera entre los dos.

—Tienes razón, pero no puedo evitar preocuparme por ti. Voy a estar vigilando a ese tipo.

—Te dije que no lo necesito. Es mejor que regresemos.

Lysandro se cubrió con la capa. Karel lo miró de reojo, le hubiera gustado que aceptara su ayuda. Suspiró y caminó a su lado. Recorrieron la distancia hasta el campamento en silencio. Faltando pocos pies para llegar, Karel lo tomó de la muñeca para que se detuviera y se decidió a hablar.

—Ya sé que no me necesitas, pero me gustaría que supieras que puedes contar conmigo.

Lysandro mantenía la capucha cubriéndole la cabeza, por lo que no podía mirarlo a la cara.

—Gracias.

—No hay nada que agradecer. Yo quisiera que ...

—Karel, por favor —lo interrumpió el escudero—, no lo hagas. No digas nada más.

—Perdóname, no quise incomodarte. —Lo soltó. Era tan difícil acercarse a él, sentía que se desgarraba en el proceso—. Entremos.

El príncipe cruzó la empalizada primero. Al verlo, los vigías abrieron las puertas. Continuaron en silencio hasta llegar al centro del campamento, cerca de la tienda de Karel.

—¡Lysandro! —lo llamó con la tristeza rompiéndole la voz—, ¿estarás bien?

—No tienes que preocuparte por mí —le contestó otra vez, cortante—, estaré bien.

El príncipe asintió y se dispuso a entrar en la tienda, cuando iba a hacerlo, fue Lysandro quien lo llamó.

—Karel, por favor, no le digas nada de lo sucedido a Jensen.

Sin voltearse a mirarlo, asintió, y entró a la tienda. Necesitaba estar solo.



***¿Qué les pareció el capitulo?

Les recuerdo que tenemos grupo de face. Dejé el enlace en mi tablero.

Neceisto celebrar con ustedes que hemos llegado a las 30 k de lecturas!!!! No se imaginan lo mucho que estoy disfrutando escribir esta historia y es en parte por la alegría de leer sus comentarios en cada capitulo. Muchas gracias, en serio, sigan compratiendola para que muchos mas la conozcan. He dejado varias dedicatoria de capitulos, como siempre.

He pensado en que quizas, para celebrar, podemos hacer una especie de entrevistas a los personajes o a mí, si lo desean. Así que pueden dejar preguntas a los personajes y yo haré una capitulo especial con ellos contestándolas. Pregúntenles lo que quieran. 


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