UN SECRETO EN EL BOSQUE

By AgustinValchar

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La aldea de Orhin es conocida por albergar a los mejores cazadores del reino y también por estar cerca del bo... More

TRAILER
MAPA
1 - NOTAS AL VIENTO
2 - EL CREPITAR DE LA LEÑA
3 - ANTE LOS OJOS DE TODOS
4 - OLOR A TRISTEZA
5 - UN REFUGIO SECRETO
6 - AQUELARRE
7 - UN ÚLTIMO INTENTO
8 - PENSAMIENTOS NEGROS
9 - COMPAÑÍA INDESEADA
10 - PROTECCIÓN
11 - PREÁMBULOS DE CAMBIOS
12 - ENCUENTRO INOPORTUNO
13 - GRITOS EN LA CALLE
14 - EL HECHIZO MÁS PODEROSO
15 - COLMILLO FILOSO
16 - UNA FUERTE ADICCIÓN
17 - TREGUA
18 - SANGRE MÁGICA
19 - PALABRAS DE UNA VIAJERA
20 - PALABRAS DE UNA VIAJERA II
21 - PALABRAS DE UNA VIAJERA III
22 - UNA VOZ LETAL
23 - MIEDO A LA OSCURIDAD
24 - UN RITUAL EN EL ESTANQUE
25 - LA CALMA
26 - LA TORMENTA
27 - NACIMIENTO DE LA OSCURIDAD
28 - AYUDA DE AMOR
29 - ALIANZA INDESEADA
30 - INFORMACIÓN BORROSA
31 - DISIDENCIA
32 - EL RESGUARDO DE LA LUNA
33 - LUJURIA INSACIABLE
34 - LA AUTÉNTICA PRODIGIO
35 - FRÍO Y CALOR
36 - CAMINATA NOCTURNA
37 - BRUJERÍA INFANTIL
38 - PÉTALOS DE AMANECER
39 - MIENTRAS ELLA MIRA
40 - LA CASA DEL FONDO
41 - EL RESCATE
42 - SALIDA HACIA ADENTRO
43 - LA QUE PROTEGE CON SU VIDA
44 - SIN MALA INTENCIÓN
45 - RECETA POÉTICA
46 - LA MALDICIÓN DEL POETA
47 - ADICTOS AL AMOR
48 - NACE UN PUEBLO LIBRE
49 - LA HUIDA
50 - SOLO UN JUEGO
51 - YA NO ES DIVERTIDO
52 - EL PODER DE LA MENTIRA
53 - SOLO UN BESO
54 - SOBRE LAS NUBES
55 - INTENCIONES OCULTAS
56 - SENTIR ALGO
57 - PALABRAS QUE ASUSTAN
58 - TRISTES NOTICIAS
59 - RECITAR SOBRE LA PIEL
60 - LOS QUE PACTAN CON LA MUERTE
61 - EL LLAMADO
62 - UN CIELO SILENCIOSO
63 - EL BRUJO DEL SUR
64 - EL CHOQUE
66 - ENTRENAMIENTO FRUCTUOSO
67 - MÉTODOS OCULTOS
68 - VIAJES POR TERRATLAS
69 - NOCHE
70 - UN BUEN SUEÑO
71 - SOLDADOS DE LA DEVASTACIÓN
72 - DOS GUERREROS
73 - BIENVENIDA A ORMUG
74 - LA ÚLTIMA ESCLAVA
75 - CONSECUENCIAS
76 - SILBIDOS EN LA NIEBLA
77 - LA TRÍADA
78 - LOS SENDEROS DE LA PLAGA
79 - EL PODER DE LAS PALABRAS
80 - DEVOLVIENDO EL FAVOR
81 - EL ÚLTIMO BASTIÓN HUMANO
82 - UNA VISITA A ORHIN
83 - AMORES QUE ENCIENDEN EL INFIERNO
84 - EL AMOR QUE TRASCIENDE A LA MUERTE
85 - EL LLORÓN
86 - LA FRACASADA
87 - CAZA DE BRUJAS
88 - RESPUESTA PAGANA
89 - ELECCIÓN SENSATA
90 - DESTINO
91 - DESPEDIDA
92 - UNA MUJER PODEROSA
93 - NUEVOS VÍNCULOS
94 - LIBERTAD
95 - EPÍLOGO
Notas de Autor y Datos Innecesarios
SECUELA DISPONIBLE

65 - EL ÚLTIMO CONSEJO

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By AgustinValchar

El viento movió los cabellos en la cabeza de Lahri, duros por el polvo y la sangre seca. A su alrededor la plaza central tenía más movimiento que el cotidiano. Sobre unas extensas mantas repartidas frente a los troncos de la gran hoguera las habitantes se acercaban para dejar objetos a lo que Antina llamó "sustitución de bienes". La comida comenzaba a escasear y todavía faltaban algunos días para realizar el intercambio de esclavas, pero sin la varita no podía acceder a su escondite. Ante esa incertidumbre se le ocurrió este método para prevenir el caos social. Se deshizo por completo del sistema de trueques, en cambio, todas debían entregar sus pertenencias al pozo común y allí las designadas por la Alfa repartirán de manera equitativa para el pueblo. Las susodichas se hallaban en una fila delante de las mantas recibiendo a las brujas que hacían fila para recibir su parte.

—Aquí tienes —dijo sonriendo una de las delegadas al entregar un saco con provisiones. La receptora hizo un gesto serio de agradecimiento y se apartó para que la siguiente en la fila avance. Era una ancianita con largo cabello blanco. Ofreció un puñado enorme de yuyos diversos y esperó a recibir su porción. Al hacerlo, las manos arrugadas y temblorosas abrieron el saco para analizar el contenido—. Debe moverse, señora... retrasa la distribución...

—Pero... —pronunció con voz desgastada por la edad, luego metió la mano dentro de la bolsa y sacó una verdura naranja—. Solo hay una zanahoria...

—Claro. Todos los bolsones contienen lo mismo, es igual para todas —respondió la burocrata—. Por favor, deje pasar a la siguiente.

—Pero...

—¡¿Qué le pasa?! —preguntó con prepotencia.

—Es que yo siempre intercambio mis yuyos por más zanahorias, al menos diez o quince, las necesito para mi vista.

—Pues es lo que te toca, tendrás que arreglartelas con eso.

—No quiero quedarme ciega... —se lamentó la viejita.

—¡Oigan! —la encargada llamó a dos brujas que estaban allí para mantener el orden con sus demonios de rango superior—. ¡Esta vieja está retrasando la distribución!

Ante eso la anciana guardó la zanahoria y decidió retirarse para evitar problemas. La fila siguió avanzando mientras la mujer arrastraba sus cansados pies para regresar a su casa, un poco más lejos del evento fue interceptada por una voz.

—Oiga... —la aludida se volteó—. Puede quedarse con mi zanahoria, a mi no me hace falta... —anunció Paris extendiendo su saco.

—¿Estás segura?

—Claro, hace mucho tiempo que mis ojos no tienen reparación.

—Muchas gracias, querida —dijo al tomar la verdura del saco que le ofrecían—. Mis rodillas ya están viejas y me esfuerzo mucho toda la semana recolectando yuyos solo para intercambiarlos por zanahorias. No sé qué haré a partir de ahora... A mi edad me es imposible cultivar nada...

—Eso tampoco serviría... —confesó la bruja del lenguaje—. He oído que una mujer se negó a entregar sus alimentos y destrozaron por completo su huerta.

—Debería haberme marchado cuando mi demonio aún vivía —se lamentó la anciana.

Cerca de ellas avanzó lentamente Ramiya, se salteó la fila para marcharse de la plaza central. Pretendía conseguir algunas telas, pero no se esperaba esta clase de impedimento. Desistió de ese objetivo algo molesta. Antes de que se alejara lo suficiente fue interceptada por dos jóvenes.

—Señora, Ramiya...

—¿Qué ocurre? —preguntó al encontrarse con ellas.

—Hemos notado que no está usando un brazalete.

—¿Disculpa?

—N-no es que la acusemos de traidora —respondió la chica un poco nerviosa por cuestionar a la sabia—. Pero todas debemos usarlo para que no haya confusiones —explicó al mostrar su muñeca rodeada por la sangre petrificada, su compañera hizo lo mismo, con la diferencia que se trataba de un trapo amarrado.

La bruja hortaliza se acercó con mirada seria hasta la que hablaba. Puso su atención sobre la pulsera que le enseñaron.

—¿Se supone que esa cosa simboliza mi lealtad?

—¡Claro! —contestó la joven sonriendo al creer que se dio a entender—. Es el símbolo de nuestra fraternidad, las brujas unidas para sobrevivir. Es la prueba que estamos dispuestas a defender a todas.

—Fraternidad y supervivencia, ¿Eh?

—¡Sí! —parecía muy feliz, aunque su sonrisa se borró rápido.

—Que estupidez... —contestó la hortaliza ante las dos sorprendidas—. Ellas no parecen haber sobrevivido... —apuntó con la vista los restos carbonizados de mujeres en la gran hoguera—. ¿Acaso no eran del pueblo? ¿No eran brujas también?

—Ellas... eh... yo...

—Solo defiendes a las que simpatizan con tu causa —continuó Ramiya—. Tu empatía es selectiva. Lo cual es natural, pero no vayas por ahí diciendo que apoyas a todas, porque es falso. Solo eres una hipócrita.

—Nosotras estamos del lado de las paganas —intervino la del trapo en la muñeca—. Fueron ellas las que nos traicionaron.

—¿Traición? Que yo sepa ellas no lastimaron a nadie, solo querían vivir tranquilas sin que las molestaran con estas estupideces. ¿Eso es traición?

—¡Oiga! ¡Debe usar el brazalete! —gritó frustrada la otra. Y el alboroto llamó la atención de los alrededores.

—Ustedes están equivocadas. Esa cosa solo simboliza sumisión y desprecio por las que piensan distinto. Soy yo la que les recomienda que se lo quiten, además ese color marrón de sangre seca. Parece que llevan un pedazo de mierda en las muñecas... —se volteó para retirarse—. Parecido a lo que tienen dentro de las cabezas...

—¡TRAIDORA!

—¡ES UNA TRAIDORA!

Las jóvenes pusieron a sus demonios delante, dos cuadrupedos con cuernos y escamas puntiagudas. Además otras cuantas acudieron ante la acusación con sus compañeros transformados para rodear a la ancestral. Esta quedó en medio de un círculo de brujas hostiles.

—Deben sentirse muy empoderadas para enfrentarse a mí... —dijo con suma tranquilidad.

—¡No nos importa que seas tú! —gritó una—. ¡No podrás contra todas nosotras!

Ramiya no tuvo que decir nada, desde su cabello de hiedras asomó la araña y de un salto se envolvió en fuego. Las fanáticas retrocedieron un poco al tiempo que el temor inundaba sus caras. Frente a ellas se alzó el enorme demonio. Con su torso marcado con duros pectorales y abdominales, su trasero gordo y alargado cubierto de pelos, desde donde salían seis largas patas arácnidas. Y con dos carnosos quelíceros en sus mejillas.

—Un latrodectus... —reconoció una con voz temblorosa.

El demonio se movió a gran velocidad, le atravesó el corazón y aplastó la cabeza de su compañero cuadrúpedo. Algunas quisieron aprovechar para atacar a la hortaliza por detrás, pero unas largas ramas nacieron justo frente a ellas con pústulas violetas que se hincharon hasta explotar, esparciendo esporas venenosas por todo el terreno. Todas las fanáticas cayeron, arrolladas por una incontrolable tos e inhalaciones profundas, anulando la capacidad respiratoria al instante. Y los demonios perdieron la vida en los filosos dedos del latrodectus.

Fue demasiado fácil, estaban completamente aterrados... —dijo el monstruo que obtenía fuerza del miedo. Su tamaño era descomunal comparado al de su bruja.

—¡¿Alguien más quiere probar suerte conmigo?! —gritó Ramiya a los ojos curiosos de la muchedumbre, pero nadie respondió, se limitaron a observar en silencio, algunas asustadas, otras con respeto, la gran mayoría satisfechas—. ¡Escúchenme bien! ¡Este será el último consejo que le daré a este pueblo! —detrás de ella el enorme arácnido se agachó para alimentarse de las muertas—. ¡Hay algo más eficaz que la guerra y las enfermedades para destruir una civilización! ¡La mentira! —algunas hojas se desprendieron de su cabello al hablar—. Mirense, le temen a un enemigo invisible, les enseñaron que los humanos son monstruos, pero lo primero que hacen al ver uno es tratar de matarlo.

—¡Ellos nos han asesinado durante siglos! ¡Por su culpa debemos vivir escondidas y asustadas! —gritó una joven cualquiera.

—¡Cállate! —enfureció la ancestral—. ¡Abre bien los ojos, niña! ¿Ves algún humano aquí? ¿Alguna muralla de cazadores que te impida el paso? —la joven guardó silencio, no pudo objetar esos hechos empíricos—. ¡Eres tú! ¡Y cada una de ustedes! ¡La mayoría han superado el aquelarre y sin embargo siguen aquí! ¡Nada les impide levantarse con sus propias piernas y salir allá afuera para ser libres! ¡Pero le temen al mundo exterior y prefieren refugiarse en la ilusión de que son oprimidas! —la voz retumbó en el pecho de las oyentes, Ramiya siempre fue una anciana sabia que ayudaba a quien se lo pidiera y aquel discurso se sintió como una madre regañando—. Si quieren salir de este pozo primero deben romper los grilletes de la mentira. La libertad empieza en la mente...

Las palabras fueron difíciles de comprender para algunas, imposibles para otras y sencillas para unas cuantas. Aunque la varita mágica las asustaba más que la mentira. La bruja hortaliza supo que sería en vano esperar respuesta, y sus años carcomieron la paciencia para esas situaciones. Devolviendo al demonio a sus cabellos dio media vuelta y se marchó sin intenciones de regresar a Refuggi.

Una de las designadas por Antina le echó una mirada amenazante sobre la espalda. Y habló a su hija junto a ella.

—Ve a informarle a la Alfa.

—Sí, madre.

La escoba de la chica cruzó veloz por encima de los tejados para llevar el mensaje a la casa del fondo. En medio de las tumbas se podía ver un pequeño árbol con madera grisácea. Al descender cerca de la puerta notó que se le habían adelantado. Las hermanas Holl esperaban la respuesta junto a sus gatos cuando la vieron llegar.

—¡Tengo un mensaje urgente para la Alfa! —anunció.

—Tendrás que esperar, lo nuestro es más importante...

—¡Pero no lo entienden!

—¿Qué pasa? —preguntó Antina abriendo la puerta.

—¡Es Ramiya! ¡Es una traidora!

—¿De qué hablas?

—Se negó a ponerse un brazalete y luego asesinó a varias...

—¿Y por qué no la detuvieron? —preguntó Maria.

—Ella es muy fuerte. Dijo un montón de cosas horribles y se marchó...

—¿Cosas horribles?

—¡Eso no importa! Nosotras tenemos noticias más importantes —dijo Lisa adelantándose hasta la jefa—. Hemos encontrado el escondite de las Wicca...

—Oh... —una filosa sonrisa se dibujó en los labios de Antina—. Eso sí me interesa...

—Pero... Alfa... han matado a varias de las nuestras...

—¡No molestes! ¡Arreglenlo ustedes que para eso las dejo a cargo!

—Sí, señora —se retiró taciturna.

—Pasen, queridas. Han hecho un buen trabajo, quiero que me digan todos los detalles.

En el interior fueron atendidas con bebidas exóticas y manjares que desconocían. Explicaron detalladamente el patrullaje realizado omitiendo la visita a la aldea humana. Aunque ese desvío fue causa de la insistencia de Lisa, no querían meter en problemas a su hermana, que bien sabía la postura de la Alfa. En cambio se centraron en el campamento Wicca, dijeron que el hallazgo fue obra más de la casualidad que otra cosa. Orgullosas de confirmar la traición, relataron la convivencia con humanos, las chozas y lo que más interesó a Antina: la ubicación exacta. Premiadas con un jugoso reconocimiento salieron por donde llegaron hasta alcanzar la calle.

—¿Oyeron eso? —dijo Yudith, la más pequeña de las tres, con los ojos brillantes de felicidad—. Dijo que somos las seguidoras más valiosas que tiene.

—No es para menos —respondió Maria—. Hemos trabajado noche y día para cumplir sus órdenes —tras la frase echó un vistazo a la mayor, que iba un poco más adelante—. ¿Tú qué dices, Lisa?

—Todavía falta hacer algo más... —respondió seria mientras andaban.

—Eso la molestará...

—Solo se preocupa por nuestra integridad, pero cuando vea los resultados estará agradecida. Vamos.

Muy lejos de aquellas brujas, Colmillo de Obsidiana aterrizó al oeste de Orhin, sobre la colina.

—¿Aquí está bien? —preguntó Trisha apoyando los pies en tierra.

—Sí, no creo que sea buena idea llegar volando... —contestó Jol al bajarse y recibir su arma. Luego se detuvo un momento para llevarse la mano al mentón y recorrer a la rubia con la vista de arriba a abajo.

—¿Qué te pasa? —preguntó ella, algo nerviosa por el análisis visual sobre su cuerpo.

—Te ves horrible... —contestó finalmente, observando el cabello lleno de ramas y las piernas cubiertas de barro al igual que la ropa.

—¡Tú estás peor! —gritó ofendida. Pero era verdad, el aspecto del muchacho tampoco fue más civilizado.

—Agh... —suspiró Jol—. Será difícil pasar desapercibidos con nuestra apariencia de salvajes...

—¿Y qué haremos?

—Mmm... —sin quitarse el agarre del mentón reflexionó durante unos segundos—. Tengo una idea. Sigueme, y trata de actuar normal.

Bajaron por la colina abriéndose paso por los pastizales. Los mismos que vieron crecer al muchacho y que ahora lo reconocían como alguien ajeno, como si aquel joven que partió con las brujas se hubiera quedado en el bosque y el Jol que ahora los cruzaba fuera una persona distinta.

Rápidamente alcanzaron las primeras casas, los primeros jardines acoplados al paisaje. Tomaron una calle estrecha con algunos ranchos a sus costados y siguieron las esquinas hasta el antiguo barrio del joven. El muchacho con solo un pantalón y la chica embarrada recibieron incontables vistazos desagradables. Algunos hombres fruncieron el ceño cuando los tuvieron al frente, incluso algunos se crujieron los nudillos en señal amenazante y las mujeres tomaron a sus hijos para alejarse. La apariencia de ambos despertó demasiadas sospechas para los asustados aldeanos, los recientes avistamientos de paganas los mantenían nerviosos constantemente. Tal vez si el canario no se hubiera escondido dentro de la capucha de Trisha los prejuicios hubieran aumentado y habrían recibido algo más que miradas de desprecio.

Ese aire incómodo aumentó al ingresar en el mercado. Donde algunos comerciantes incluso pusieron el cuerpo sobre sus productos como si los jóvenes fueran a robarlos. Trisha escondió un poco el rostro debajo de la capucha, Jol anduvo con una inamovible expresión de enojo.

La campanita de la panadería sonó para anunciar el ingreso de los dos. Eduar alzó la vista, feliz de recibir clientes, aunque el semblante se apagó un poco al reconocer la fachada de los mismos.

—Muchacho... ¿Qué te pasó?

—Hola, Eduar. Es una larga historia —contestó Jol al acercarse hasta el mostrador—. Vengo a saldar mi deuda. Supongo que con esto alcanza —entregó una moneda de oro.

—¡¿Qué dices?! ¡Con esto sobra! —exclamó sorprendido.

—Tómalo como interés. Hay algo más... —el cazador sacó otra moneda—. Necesitamos usar tu bomba de agua...

Eduar miró a la chica que estaba unos pasos más atrás y la sorpresa al reconocerla fue mayor que la causada por su aspecto. Un poco confuso aceptó amablemente sin hacer preguntas. Los guió hasta el jardín donde el hombre tenía una moderna bomba de agua, un largo tubo de metal con un mecanismo interno que permite succionar el líquido subterráneo y expulsarlo por un cómodo grifo. El canario voló hasta este último y mojó su pico con algunas gotas que caían.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó la bruja.

—Vamos a bañarnos —respondió Jol al arremangarse los pantalones. Luego tomó la palanca y con esfuerzo la subió y bajó un par de veces para que el grifo expulse un chorro de agua dentro de un balde en el suelo. Trisha se quitó la capa que llegaba poco más abajo de la cintura y recogió el malogrado vestido. Ambos se ayudaron con un par de trapos para quitarse la mugre del cuerpo. Para las piernas embarradas de la chica el cazador bombeó agua directamente sobre las extremidades y con un poco recelo por parte de ella la ayudó con las ramas del cabello. Luego de algunos minutos los dos viajeros estaban completamente aseados—. Ya está. Lástima que te sigues viendo horrible...

—Imbécil...

Tras un agradecimiento al anfitrión salieron a la calle un poco más presentables. Aunque aún faltaba visitar algunos negocios. Avanzaron algunos metros e ingresaron con el sonido de la campanilla. El lugar plagado de retales y prendas varias provocó una dolorosa punzada en el corazón de Jol, tuvo que respirar profundamente para soportar esa nostalgia. La joven sastra apareció entre percheros para responder al sonido de la puerta.

—¡Hola, hola! Déjame adivinar, necesitas una camisa... —reconoció.

—Y un par de botas —respondió con seriedad el muchacho.

—¿Solo un par? —preguntó la vendedora mirando a la acompañante descalza.

—Así estoy bien —contestó Trisha, manoseando unos vestidos para comprobar la costura.

La vendedora se metió en las profundidades de su local y regresó con el pedido. Una camisa blanca y un par de botas de cuero marrón oscuro.

—Aquí está. Son veinticinco monedas de bronce.

—También quiero eso —Jol señaló un vestido de capas rojo que había descubierto mientras esperaba.

—Oh, tienes un buen ojo. Es uno de mis trabajos más recientes y está confeccionado con materiales del norte...

—Sí, sí. Como sea. Es para mi novia muerta.

La rubia no pudo evitar burlarse de la cara asustada de la joven.

—¿Crees que le guste? —preguntó el cazador mientras la sastra buscaba la prenda a sus espaldas.

—Ese es su color favorito, estoy segura que sí —respondió Trisha—. Además, cualquier ropa le queda hermosa a Diadema.

—Parece que ya estamos de acuerdo en algo...

—Más de lo que te imaginas...

—Aquí está —interrumpió la otra, aún pálida por la declaración anterior—. Son treintaicinco de bronce.

Tras pagar se retiraron para continuar el recorrido. Esos primeros encuentros les permitieron pasar más desapercibidos, aunque los rumores corren veloces entre los aldeanos y el chisme del cazador fracasado acompañado por una probable bruja llegó a los oídos del mercado. La siguiente parada fue mucho más al norte, en una calle aledaña a la principal, no era el herrero que le vendió a Colmillo de Obsidiana, pero sí uno que conocía bien al muchacho.

—¡Jol! —gritó el corpulento hombre detrás del mostrador en el local lleno de armas y armaduras—. ¡Hace tiempo que no te veo!

—Hola, Marcos —saludó el cazador con Trisha boquiabierta detrás de él por tantos objetos letales—. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, aunque me ha sido imposible encontrar un trabajador tan bueno como tu hermano. Es una pena la decisión de tu madre.

—Sí... —respondió indiferente—. Tengo prisa, necesito la mejor armadura que tengas.

—No voy a engañarte a ti. Es difícil conseguir buenos materiales desde que la plaga invadió Ertopu, las importaciones se han vuelto muy costosas y eso si tienes la suerte de que lleguen. Puedo ofrecerte esto —mostró un peto parecido al que solía tener con una ligera diferencia en los hombros y la cintura—. Pero no sé cuánto pueda resistir.

—Está bien. Es mejor que nada —dijo Jol al abrochar su nueva defensa. Pagó con un par de monedas de plata y se retiró junto a su compañera. El hombre dijo algo antes de despedirse, pero fue ignorado.

—Los humanos son muy extraños —dijo la bruja mientras regresaban a la calle principal.

—¿Por qué dices eso?

—Es que todos parecen tan amables...

—Son unos malditos egoístas —Jol no olvidaba la noche de la tormenta.

—¿Acaso tú no lo eres? Yo también lo soy, todos lo somos, proteger los intereses propios no impide la amabilidad.

—Supongo que tienes razón, aunque personalmente no tengo intenciones de ser amable con esta gente. No se lo merecen.

—¿Dices eso después de haber recibido toda esta ayuda?

—Se llama "negociar", Trisha. Podríamos odiarnos entre todos, pero ellos necesitan mi dinero y yo necesito sus productos, así que no nos conviene pelearnos.

—Mmm, ¿Es como el trueque?

—Es su evolución.

—Explicame... —exigió la bruja sedienta de entendimiento.

—La diferencia está en el dinero.

—Nunca supe exactamente de qué se trata.

—Pues imagina que yo quiero tu capa y lo único que puedo intercambiar son mis botas. Tú no quieres mis botas, en cambio me pides algo que yo no tengo... —reflexionó un instante—. Por ejemplo, una mesa. En ese caso yo tendría que buscar alguien que tenga una y que además esté dispuesto a cambiarla por mis botas, para luego regresar a ti. El proceso se vuelve tedioso e imposible en muchos casos. Por eso las personas buscaron un bien de intercambio universal, en este caso las monedas. Yo entrego mis botas por monedas y sé que puedo cambiarlas por lo que sea. No sé si me estoy explicando...

—Sí. Al final voy a aprender algo de un tonto...

Es muy interesante —dijo el canario sin que Jol pueda entenderlo.

—Pues el dinero es solo eso —continuó él ignorando la provocación de la chica—. Un medio transable más, ese es el único valor que tiene.

—Y sin embargo se montan guerras enteras por su causa.

—Solo los idiotas que no comprenden lo que te acabo de explicar caen presos de la avaricia.

La caminata los llevó hasta la puerta del último local por visitar. Ya tenían todo listo para emprender el peligroso viaje y solo les faltaba conseguir un par de pociones curativas. El negocio de la curandera quedó a pocos metros delante de ellos antes de ser detenidos por una voz gruesa que Jol reconoció con pesadez.

—¡Muchacho! ¡Por Dios! ¡Me alegra mucho verte! —gritó Igor detrás de los viajeros, contento de hallarlo con vida. Aunque cuando se voltearon recibió una mirada de desprecio.

El enorme cazador iba acompañado por Zanzi, que el destino le puso una bruja al frente sin saberlo. Las miradas de los rubios chocaron, al igual que la de los otros dos. 

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