Friend of the Devil ━shingeki...

By OurColors

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━━Me gusta jugar en la arena, construyendo futuros y destruyendo pasados, mientras mi amigo el demonio se... More

FRIEND OF THE DEVIL
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━━━PRÓLOGO
━━ARCO I:
1. Yo conozco ese rostro
2. Días de estrés
3. Motivos
4. Hoy no
5. Belladonna
6. A través de cartas
7. Por una cuchara.
8. Mal presentimiento
9. Rojo, verde y amarillo
10. Pisadas de gigante
11. La Titán Hembra
12. De cadáveres y pesares
13. Culpa.
14. Traiciones, regalos y segundas oportunidades
15. Confiar
16. Es un mundo cruel.
━━ARCO II
17. Preludio al desastre
18. Caminos solitarios
19. 12 horas antes
20. Verdades y respuestas
21. Malas decisiones = consecuencias
22. Antes de partir
23. Guerrero
24. La chica del cabello bonito
25. Dile al demonio
26. Titanes que sonríen
27. Granos de café
28. Máscaras que pretenden
29. Confort
30. Sincero contigo
━━ARCO III
31. Aferrados al pasado
32. Semillas sembradas
33. Reencuentros
34. Perspectivas
35. De conversaciones y saludos
36. Persecuciones
37. De verdades y carcajadas
38. Empezó con una persecusión
39. Experimentos para dos
40. Un encuentro, una advertencia
41. Cuando se pone el sol
42. Y aquí entraba él
43. Momentos
44. Caso perdido
45. De roles y confianza
46. Planeaciones y traiciones
47. Todo estará bien
48. Juicios finales
49. Enfrentamientos
50. Pérdidas
51. Ser quién eres
52. Amigo leal
53. Resplandores
54. Reunión = Ejecución
55. Coronas, reuniones y nostalgia
56. Cadenas y anomalías
57. Saltos en el tiempo
58. Últimos detalles
59. Tentar a la suerte
60. Un día antes
61. De despedidas y silencios
62. Polvo, escombros y sangre
━━ARCO IV
63. Félix Kaiser
64. Al despertar
65. Visitante
66. Juicio a un demonio
67. Propuestas indecentes
68. Veredictos
69. De pianos y bailes
70. Finas presentaciones
71. Arrepentimientos
72. Marley estaba en guerra
73. Rocas y sangre
74. A ti más que a nadie
75. De explosiones y ataques
76. Regreso
77. Sobre estar sumergido y ascender a la superficie
78. Secuelas
80. Normalidad
81. Lugares de ensueño
82. Núcleos
83. Sobre aceptación y confesiones
84. Charlas de medianoche
85. Deseos y lo que necesites
86. Sobre avanzar y comprometerse
87. Un último trato
88. Tras los muros
━━━ARCO V
89. De errores y vistazos

79. La verdad duele

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By OurColors

CAPÍTULO SETENTA Y NUEVE
LA VERDAD DUELE
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—¿Vas a darnos alguna explicación, o simplemente pretenderás que nunca dijiste nada?

Ah, Kenny sabía que haber abierto su bocota minutos antes le costaría mucho, especialmente luego de hacerlo en presencia de Erwin, y para joder más, de Levi también.

No que Kenny tuviera algo en contra de ellos, pero hubiera preferido dejar a Historia o incluso al mismo Félix cuando se refería a explicar todas sus idioteces, porque que él supiera, su trabajo consistía en cuidar de ellos, la realeza, no arreglar y explicar cada una de sus decisiones o tratar de justificarlas.

De reojo lo miró, notando de inmediato la impasible mirada fría que su sobrino le daba, la ligera curvatura de disgusto en su boca. Kenny chasqueó la lengua y se dio media vuelta, queriendo ir a comprobar por sí mismo todas las personas que hubieran perdido. Debía ver si Hange estaba viva o si ya podían desechar la idea de volver con ella sana y salva a Trost. Quería largarse de ahí tan pronto como fuera posible.

—Quédate aquí y cuida a tu Comandante, Levi —murmuró, mirándole brevemente por encima de su hombro—. Deja que los mayores se ocupen de esta otra mierda sin importancia.

—Si lo que dices es cierto, entonces esta otra “mierda sin importancia” nos involucra a todos. Si Félix es realmente el rey-

—Escucha —dijo tallándose el rostro con su mano y dándose vuelta para mirarlo—. No soy yo quien te va a explicar lo que está ocurriendo, ni soy yo quien te va a aclarar todas tus dudas. No quiero. Aguarda a que volvamos a Trost y le preguntas a la reina tu mismo.

Levi entrecerró sus ojos, claramente dudando de todo lo que Kenny decía en esos momentos. A él no le importaba, no cuando había otras cosas de importancia por llevar a cabo, pero aún así. Supuso que debía por lo menos encontrar una buena excusa porque de ninguna manera en el infierno iba él a justificar al imbécil de Félix o a explicar sus idioteces, ni a hacer lo mismo por Historia.

Al diablo los dos por ponerlo en esta situación.

—Yo solo estaba siguiendo órdenes, ¿de acuerdo?

Levi carraspeó.

—Del Rey.

—Ajá, ahora si me disculpas-

—¿De cuál? —prosiguió el otro. Kenny lo vio respirar profundo.

¿De cuál? De Félix, ¿qué acaso no lo había escuchado antes, o el idiota de su sobrino solo quería escucharlo repetírselo? Estuvo a punto de abrir la boca y decírselo, su sonrisa curveándose en burla, cuando Levi suspiró y se volteó lejos de él para mirar en la dirección por la que habían venido.

Allí al frente, la deforme figura de Erwin vuelto titán se tragaba a Bertolt Hoover, y sus gritos de auxilio le ponían los vellos de los brazos en punta. Kenny nunca había escuchado a alguien gritar así, ninguna de sus víctimas tuvo la oportunidad de hacerlo cuando él simplemente llegaba y les rajaba el cuello con tanta rapidez que todo terminaba en un abrir y cerrar de ojos, y al siguiente momento ya se encontraban en el piso con el cuello abierto de lado a lado y un charco de sangre creciendo debajo de sus fríos cuerpos.

Uri tampoco había gritado. Él había mirado a su sobrina vuelta titán con una sonrisa y los ojos deslumbrantes, el rostro mucho menos envejecido a como lo tuvo durante esos últimos años de su vida. Si acaso, el hombre había lucido feliz, y Kenny se había engañado a sí mismo pensando que era porque su muerte a manos de Frieda significaba la supervivencia de su familia, el bienestar tanto de su hijo como de la mujer que amaba, lejos de todo el desastre que era el ser parte de los Reiss.

—Él podría habernos dicho la verdad —escuchó que decía el otro Ackerman, aún mirando en la dirección del Comandante de la Legión volviéndose humano. Levi ajustó el agarre en sus empuñaduras y las apretó, dispuesto a irse en cualquier momento—. Siempre supe que había algo más acerca suyo que se negaba a compartir con nosotros.

—Debe haber sido por algo —alzó una de sus manos y se rascó en la mejilla, cerca del párpado inferior en el costado del rostro. Levi flexionó sus dedos—. Esa cicatriz que tienes ahí, ¿cómo te la hiciste?

Levi tragó saliva, pero por lo demás se negó a responderle. Simplemente se dio la vuelta y se impulsó hasta el otro tejado y aterrizó con gracia encima de el, yendo directamente hacia el cuerpo desnudo de Erwin que yacía en el suelo al otro lado de la casa. Desapareció detrás de ella y sólo se alcanzó a escuchar el siseo de su equipo mientras era engullido por el poco vapor que se alzaba del cuerpo de titán deshaciéndose a un par de metros suyo, y Kenny se río entre dientes.

—Hah, eso es lo que pensé.

━━━

Erwin volvió a abrir los ojos cuando ya había sido colocado encima de otro tejado, algo que parecía ser una cobija sucia y ligeramente embarrada de moho cubriéndole el resto de su cuerpo, y cuando la alzó para poder verificar que no tuviera ninguna herida en ninguna parte, se encontró con que estaba desnudo. Su mente se detuvo por un segundo, tratando de poner en contexto por qué y en qué momento, y lentamente, los recuerdos de las últimas horas volvieron a él con suavidad, los gritos y la masacre y los aullidos de dolor, lo que parecía ser pedidos de auxilio por igual.

Oh. Ahora recuerdo, pensó, y alzó su mano para pasarla a través de su cabello rubio y tirar de los mechones, tratando de centrarse a sí mismo, decirse que estaba bien. No estás soñando. No estoy soñando. Ya desperté.

Solo entonces se dio cuenta de que estaba moviendo su brazo derecho, y aquello lo hizo detenerse de inmediato y bajar dicha extremidad de golpe hacia su regazo, sus ojos abiertos de par en par observándose y tomando en cada detalle de él; la palma de su mano tenía una M que parecía haber sido escrita por alguien que gustaba de exagerar la parte inferior donde se unía en pico, sus dedos eran largos, esbeltos, sus uñas se veían sanas y para nada mordidas, como solía hacerlo antes cuando algo lo estresaba. Volteó el brazo y con su otro dedo, recorrió las venas que se marcaban por debajo de la piel clara, zigzagueando mientras iban en ascendencia. Los vellos eran apenas visibles y eso por el sol que le golpeaba desde arriba, porque su piel era tan blanca que los desaparecía si no sabías lo que buscabas.

Oh, pensó de nuevo, parpadeando lentamente, y flexionó sus dedos solo para asegurarse de que estaban ahí.

—¿Comandante Erwin?

Erwin giró la cabeza de golpe hacia su derecha y parpadeó en dirección de Petra, que le miraba con el ceño ligeramente fruncido. La mirada de la mujer bajó hacia su pecho descubierto y una pequeña pero avergonzada sonrisa le creció en los labios, lo que la hizo voltearse.

Erwin carraspeó y dejó la cobija quieta, mirando a su alrededor.

—Petra —empezó diciendo, dándose cuenta un segundo después que realmente no sabía qué decirle—. Ah, lo lamento, yo no…

—No, descuide, el capitán Levi me advirtió de… Su estado de desnudez.

—¿Levi?

—Mhm —asintió ella, cerrando la distancia entre los dos e inclinándose para dejar en su regazo lo que parecía ser un cambio de ropa—. Él y Jean lo trajeron hasta aquí luego de que terminara su transformación.

Una vez más, otro recuerdo, uno breve, de hace unos momentos estando atrapado en un infierno de calor y dolor y sueños irreconocibles que se sentían como pesadillas. Erwin estudió su brazo con más profundidad, mapeándolo cuidadosamente y tratando de recordar cómo era sentirlo sin que estuviera ahí, porque ahora lo tenía de vuelta.

Le dolía el cuerpo, y por alguna razón, el pecho lo hacía más que el resto.

—Es… Realmente sorprendente, ¿cierto?

—¿Disculpa?

Petra señaló su brazo y Erwin bajó la mirada hacia el.

—Lo que volverse un titán es capaz de hacer —dijo ella—. Cuando yo lo hice, me sentí… Extraña. No creo poder explicarlo pero era como si hubiera vuelto a nacer, de cierto modo. Eld lo explicó como salir de un capullo y convertirse en mariposa.

La pelirroja río con suavidad, y quizás fuera la claridad del momento, o quizás fuese también que en esos instantes todo parecía ser tan nuevo y distinto pero la entrañable manera en la que sus ojos se suavizaron y miraron hacia el horizonte, con ésa sonrisa tirando de sus labios, fue como si una distinta realidad le golpeara en el rostro y le abriera los ojos a cosas a las que antes había estado ciego.

Erwin tragó saliva, abrumado, y apretó sus dedos en un puño.

—¿Cómo está él?

—Cansado. Trata de pretender que no, pero lo está, y la quemadura en su rostro… —se mordió el labio, obviamente preocupada—. Kenny dice que si no es atendido de inmediato, va a quedar con una fea cicatriz por el resto de su vida.

—Kenny probablemente disfrutó de decir eso.

Petra rió.

—Sí, probablemente.

El sonido de su risa se apagó con lentitud, dejando tras de sí un extraño vacío que retumbaba en el interior de sus oídos y se volvía eco en el exterior. Erwin suspiró con lentitud y se irguió para poder mirar a su alrededor, a las casas destruidas y los escombros regados en el suelo, sintiendo que en esos momentos, escuchar a alguien gritar sería mucho mejor que quedarse en silencio.

Petra se acercó hacia él y le colocó una mano en el hombro, haciéndolo alzar la mirada hacia ella con el ceño fruncido.

—Yo… Lo siento, Comandante Erwin —la mujer se mordió los labios y desvió la mirada—. Lo que ocurrió con Félix…

Erwin sintió una punzada de culpa y traición al escuchar su nombre, y trató de enterrar el sentimiento en lo más profundo de sus propias grietas.

—Petra, ¿puedo hacerte una pregunta?

La mujer de cabellos cobrizos parpadeó y asintió, mirándole ligeramente confundida.

—¿Viste lo que ocurrió? Luego de enfrentarte a los dos titanes desconocidos, ¿acaso viste si Kenny y Félix…?

—No —negó de inmediato, mechones cobrizos moviéndose con el viento—. Pero se suponía que yo debía deshacerme del Titán Bestia, y pensé… Pensé que lo había logrado. Cuando fui en busca del resto, vi a Eld vuelto loco y sangrando del rostro y Ymir estaba con él y… Estaban discutiendo acerca de lo que él había visto.

—¿Vio que se lo llevaron, cierto?

—Ajá. Dice que distinguió al titán que acompañaba al más grande buscando sobrevivientes, o tal vez trataba de evitar a alguien que lo hubiera hecho, así que Eld se quedó recostado para no llamar la atención pero vio que se dirigía hacia donde Kenny se encontraba.

Petra tomó una queda respiración y sacudió su cabeza, apretando sus ojos con fuerza. Erwin la esperó con paciencia, a pesar de que tenía muy poca y que la cabeza comenzaba a dolerle un poco.

—Kenny había estado gritando el nombre de Félix minutos antes, eso fue lo que despertó a Eld. Pero los dos estaban a una distancia considerable y ninguno parecía tener energía para moverse. Y entonces… No sabe qué ocurrió, pero Félix se levantó de golpe y apuñaló al titán, pero que de alguna manera se tropezó o fue empujado por el, no lo sé, no supo decirme qué ocurrió con claridad, y después… Dijo que después se lo tragó.

Erwin desvió la mirada de ella hacia abajo y la dejó reposar en su mano derecha, la palma mirando hacia arriba. Trataba de entender cómo es que algo así había sido posible, picoteando y hurgando en todas las posibilidades que se le ocurrían a su cerebro para poder darle sentido a lo ocurrido, a cómo era posible que Félix, quien era un soldado hábil y un Ackerman, como si no fuese suficiente, fue derrotado tan… Patéticamente fácil.

Pero no tenía sentido, nada de lo que había ocurrido después de que el Titán Colosal colapsara parecía tenerlo, y por más que Erwin intentara racionalizarlo, lo único que lograba darle era un punzón en sus sienes y ganas de vomitar. Ni lo ocurrido con Félix parecía tener pies ni cabeza, ni lo que Kenny dijo, o-

Sus ojos se abrieron de golpe, ¿en qué momento se cerraron? Y todo pensamiento que pudiera haber tenido o que estuviera teniendo se detuvo abruptamente, centrándose en ése único nombre que le provocaba tanto dolor de cabeza como ansiedad al querer hacerlo desaparecer.

Kenny. Kenny le dijo a Eren que estaba hecho, no como él lo quería pero está hecho. Y Erwin lo había dejado pasar momentáneamente porque en esos instantes existían cosas más apremiantes que discutir porque debía continuar con lo que se encontraban llevando a cabo y volver a Trost, comunicarse con la reina y poner en marcha otro plan para evitar que hubiera más desastres, o que fueran sorprendidos como lo habían sido allí.

Lo que ocurrió con Félix, lo que sea que hubiese pasado…

Petra le dio un suave apretón a su hombro y aquello lo hizo volver la cabeza hacia ella, sus ojos abiertos de par en par.

—¿Comandante Erwin?

—Tu… Petra, ¿sabes que Félix es-?

—¿El Rey? —le interrumpió, suspirando—. Sí, lo escuché… Escuché que Ymir se lo dijo a alguien, aunque no sé a quien, y Kenny… Bueno, Kenny no estaba siendo precisamente discreto. ¿Por qué? ¿Ocurre algo?

Erwin apretó sus labios y alzó su mano para cubrirse la boca con ella. La náusea que sentía en su estómago amenazaba con moverse hacia arriba por su garganta hasta hacerlo escupirla a las malas.

Está hecho, no como él lo quería pero está hecho. Buscó a Kenny entre los tejados que alcanzaba a ver y lo distinguió lejos, cerca de la puerta interior, dando órdenes y simplemente de pie a tope de este, inusualmente solo.

—No es nada, es solo… —un feo sentimiento, suplementó su mente en esa voz propia que él odiaba.

—Lo siento —murmuró ella.

Erwin, levemente, la miró con las cejas fruncidas y solo entonces realizó que Petra tenía los labios curveados hacia abajo en una mueca, y que también se hallaba frunciendo el ceño en frustración, misma que se reflejaba en la expresión de su rostro. Pero la mirada en sus ojos estaba lejos de ser así, distante como solía serlo en ocasiones cuando la veía pasar a su lado en el patio, perdida en su propio mundo o sumergida en sus tareas, incluso durante reuniones, o cuando ella y Eld estaban de pie el uno al lado del otro y pretendían que sus costados no se hallaban muy vacíos sin la presencia de sus otros dos compañeros allí.

—No hay nada por lo que disculparse, Petra —respondió él con suavidad.

—No, no me refiero a… Es solo… Lamento que las cosas terminaran de esta manera.

Erwin hizo un ruido con su garganta, indicándole que por favor se explicara, y los hombros de la mujer cayeron hacia abajo en resignación.

—Es complicado explicarlo, supongo, pero yo presentía que algo andaba mal con esto, ésta… Situación.

—¿A qué te refieres?

—Mhm, era un poco obvio, ¿sabe? Al menos para mí lo era, que Félix… Que Félix tuviera sentimientos por usted —admitió, la punta de sus orejas coloreándose ligeramente de rosado. Erwin sintió un sonrojo propio queriendo manifestarse en sus mejillas—. Siempre estaba a su lado, o en su oficina, siempre estaba envuelto en algo que tuviera que ver con usted. Así que cuando decidió permanecer con Kenny en su escuadrón, de inmediato pensé que algo había ocurrido.

—¿Por qué?

—Bueno… Porque Félix me lo dijo —la mujer tomó una profunda respiración y se hundió hacia abajo, hasta quedar sentada a su lado—. Ese día que fue a verlo luego de que volviéramos de recuperar a Eren, me dijo por qué estaba haciendo lo que hacía, por qué no apelaría la transferencia. Dijo que su madre estaba en peligro y que no podía arriesgarse a permitir que algo le ocurriera, y yo lo entendí porque yo habría hecho lo mismo. Y pensé que una vez que todo hubiera terminado, él volvería, ¿sabe?

Porque si había algo que Petra sabía acerca de Félix, es que él siempre volvía.

—No quise preguntarle por qué decidió quedarse con Kenny, solo supuse que tenía algo que ver con su madre y la cercanía que estar de vuelta en Mitras significaba —se encogió de hombros—. Félix es su propia persona ¿cierto? Y siempre ha tenido ese sentido de autonomía que a veces es raro de ver porque las personas que viven en los muros interiores son un poco… Ajá, sí, pero… Cuando se trataba de usted, no sé, él era… Distinto.

—¿Por eso creíste que algo andaba mal?

—No. No mal en sí, más como… Como que había algo que no estaba diciéndonos. Y bueno, estaba Frieda también y lo que ella significó para él, y pensé que de cierta manera estaba con Kenny para estar con Historia, su hermana menor. Félix es muy grande en esto de la familia ¿no es así? Y si Frieda y Historia eran hermanas, entonces eso debía tener gran importancia para él.

Erwin asintió. Petra, por su parte, sonrió débilmente.

—No sé por qué no nos lo dijo —murmuró finalmente tras una pausa que se sintió casi eterna. Erwin miró allá en donde ella parecía hacerlo, en alguna parte muy lejos de esos muros—. Supongo que tuvo sus razones, pero… No sé. Quiero entender, pero no puedo.

Erwin bajó la mirada de aquel lugar que él no podía ver aún y escaneó sus alrededores, tratando de encontrar a una distancia más corta algo que lo ayudara a él a entender, y más allá, alcanzó a ver a Kenny otra vez, de pie en uno de los tejados mejor resguardados y más cercanos a la puerta interior. El Ackerman lucía extraño sin su sombrero, menos intimidante en cierta, inusual forma, y a pesar de que seguía sosteniéndose con esa postura incansable y esa frente en alto, aún había algo que le faltaba.

Casi de inmediato, Eren aterrizó a un lado del hombre y comenzó a hablar con él, mucho más sensato y no tan apresurado como antes, no tan roto. Erwin los observó interactuar en silencio, no alertando a Petra de ello a menos que la mujer no lo estuviera ya.

Está hecho, no exacto como él lo quería, pero está hecho.

Lo sabían, pensó. Ambos lo habían sabido probablemente desde el principio, Kenny más que el otro chico, si su deber había sido permanecer a un lado de Uri Reiss y cuidar de él hasta que fuera tiempo de heredar el Titán Fundador a alguien de su familia. Así que probablemente Kenny había sabido desde mucho antes quién era Félix, y aún así le tomó tanto tiempo venir en busca de él.

¿Por qué ahora entonces? ¿Por qué no antes, cuando Frieda Reiss aún seguía viva y en peligro? ¿Qué ganaba Uri Reiss al mantenerse alejado de su familia, y solo dejar que su súbdito se acercara a ellos una vez él se hubiese ido?

Estaba dándole muchas vueltas al asunto, y probablemente las preguntas que se hacía ni siquiera tenían relevancia al final del día. Pero no podía sacarse de encima la espinilla de la curiosidad, el querer saber qué habría ocurrido, cómo habrían salido las cosas.

Está hecho.

Vio a Kenny asentir en dirección a Eren y darle una palmadita en la espalda mientras el chico se detenía a su costado, inmóvil, con la mirada agachada. Kenny apenas si lo miraba, demasiado ocupado vigilando al frente como para notar que había alguien a su lado hasta que Eren volvió a irse y solo entonces pareció reaccionar, tildando levemente su cabeza hacia un costado.

Había un espacio vacío a su lado que normalmente había sido ocupado por la presencia de Félix, y que ni la de Eren parecía haber llenado. Nunca antes se había dado cuenta de que Félix siempre parecía haber estado a disposición de Kenny para lo que fuera, a cualquier hora, y ahora que lo notaba, le era imposible no ver cuán… Solitario se veía el Ackerman ahí de pie. Supuso que probablemente había sido al revés también, porque si Félix era realmente el rey, entonces, la posición de Kenny a su lado debía haber sido la de un consejero o algo así, como Historia tenía a Zackley para ayudarla a guiarse cuando quedaba estancada en un problema.

La mano derecha del Rey.

Le sentaba bien a Kenny. Encajaba con esa presencia imparable e inamovible del hombre, encajaba incluso con sus burlas y sus risas, las sonrisas maníacas llenas de satisfacción y crueldad que a veces podía ver en su rostro. Kenny estaba hecho para estar al lado de Félix, se dio cuenta, y la punzada de envidia que sintió al hacerlo lo llevó a cerrar los puños. Oh, cómo quemaba ese sentimiento.

¿Fue así como Félix se sintió al darse cuenta de que Erwin lo dejó esencialmente fuera de la Legión y procedió a enviar gente tras suyo porque sentía que ya no podía confiar en él? ¿Era por eso que no había sido incluido en esos planes de los que Kenny y Eren sabían? ¿Por eso no fue dejado dentro de ese pequeño, aparentemente insignificante secreto suyo?

¿Por qué fue dejado de lado? A Erwin no le gustaba, y sinceramente odiaba sentirse así, como si Félix hubiera estado mirándolo directamente a la cara todo este tiempo y todavía se negara a compartir algo de tal importancia con él.

Te había evitado durante meses, había estado huyendo de ti. Se alejó voluntariamente, ni siquiera pensó en volver a la Legión con él ¿Qué significaba todo eso? ¿Y por qué no podía evitar que esos pensamientos traicioneros le hundieran más en el pozo de inseguridad que comenzaba a abrirse ahí entre sus costillas?

—Hay más acerca de todo esto que no están diciéndonos —murmuró entre dientes, mirando a Kenny pero siendo muy consciente de la presencia de Petra a su lado.

—Lo sé, solo espero que una vez volvamos a Trost sea la reina quien nos lo pueda explicar.

Erwin no había pensado mucho en Historia, pero ahora que lo hacía…

Suspirando, se pasó su mano —la derecha, que aún se sentía irreal, como si todo fuese un extraño, burlesco sueño diseñado para hacerle añorar— por entre los rubios mechones y los desordenó. Su habitual manera de peinarlos ya había sido deshecha hace rato, supuso él que cuando decidió inyectarse el suero en el brazo para poder tomar el Titán Colosal, pero la sensación de los finos, suaves cabellos entre sus dedos haciendo contacto con su piel mientras sus uñas rascaban con ligereza el cuero cabelludo, valía la pena.

Erwin había olvidado cómo se sentía eso. Cómo es que sentir el mundo con sus dos extremidades completas era.

—¿Dónde están Levi y los demás?

—Oh, uhm… El capitán Levi fue en busca de Hange. Ymir fue con él, creo, y Jean y el resto de los chicos buscan sobrevivientes —Petra señaló hacia donde Kenny se encontraba—. Él lo supervisa todo. Dijo que lo mejor sería dejarlo descansar a usted para cuando emprendiéramos el viaje de vuelta al Muro Rose.

—¿Y los otros scouts? Los que lograron entrar con los caballos.

—Ah, ellos están ayudando a quitar un par de rocas de la entrada para que los caballos puedan salir —hizo una mueca—. No hubo muchos sobrevivientes de los que cabalgaron hacia el Titán Bestia, pero un par de caballos se salvaron. Kenny dijo que lo mejor sería agruparlos, y envió a un par de scouts a alimentarlos para que estuvieran en buena condición. Si todo sale acorde al plan, podremos emprender la marcha de vuelta a casa una vez anochezca.

Él asintió, cerrando sus ojos y volviendo a recostarse sobre el tejado, apretando la manta que le cubría el cuerpo entre sus dedos. El dolor de cabeza que podía sentir tras sus párpados se extendía hacia su sien y luego a su nuca.

—Bien. Ve con Kenny y dile que independientemente de cómo salga su plan, tendremos que sellar la puerta interior también, en caso de que intenten volver.

—Enseguida, Comandante —murmuró ella—… ¿Cree que lo hagan? ¿Que vuelvan?

—No. No ahora por lo menos. ¿Después? —Erwin suspiró—. Será mejor sellarla, y olvidarnos por unos minutos del después.

━━━

Erwin volvió en sí cuando el sol comenzaba a ponerse.

Las nubes se movían a un ritmo lento, y los pájaros que volaban a través de ellas batían sus alas con suavidad, silbando en el aire mientras viraban alrededor de lo que parecían ser corrientes de viento. Con lentitud, viendo que le dolía el cuerpo en lugares incómodos que probablemente no estaban pensados para doler, Erwin se enderezó con cuidado y se sentó, parpadeando hacia la camisa que llevaba puesta.

¿Uh?

La camisa olía a tierra y tenía parches mohosos en los hombros y el pecho, y más abajo, tenía un par de agujeros de lo que debieron haber sido insectos. Se sentía áspera, pero imaginó que era mejor tener algo puesto a estar completamente desnudo, especialmente en las circunstancias en las que se encontraba él.

Su vista se movió hacia su alrededor, a donde el Muro María se extendía a su derecha y luego a su izquierda. Los tallones en la superficie blanca que distinguía desde su posición le recordaba a los cañones postrados a tope del Muro Rose en Trost y le hizo cuestionarse si quizás los había pasado por alto cuando arribaron al distrito. Más allá había rieles para poder transportarlos, cajas de madera podrida por el sol y abandonadas luego de la pérdida de la muralla, y debajo de donde Erwin pasó recostado un par de horas, apenas y podías distinguir el daño que el Titán Colosal provocó a la superficie cuando decidió pasar su brazo por encima.

Con un respiro, se puso en pie y se tambaleó, y el mundo dio vueltas por un par de segundos antes de detenerse justo frente a él, dejándole con la vista entera del distrito Shiganshina para que fueran sus ojos los que la disfrutaran.

Se había imaginado, tal vez, que una vez que recuperaran el distrito junto con el territorio del Muro María, las cosas podrían volver a ser como solían serlo. La gente podría volver a el, quizás tratar de rehacer sus vidas, o buscar sus casas, encontrar sus pertenencias, reunirse con esas piezas suyas que tuvieron que dejar atrás hace cinco años, por muy pocas que éstas fueran. Ilusiones suyas en su máximo esplendor que varios de sus compañeros compartían, y era una pena porque Erwin comenzaba a darse cuenta de que era propenso a eso, a ilusionarse. Pensó que Shiganshina podría restaurarse, devolverla a la vida. Que la puerta al otro lado del distrito sería abierta de nuevo para darles acceso a ese mundo tras los muros que les aguardaba con nuevas cosas por descubrir, lugares que alcanzar.

También podrían simplemente haberla… Salvado, de alguna manera.

Como lo hicieron con Orvud, con Trost, también podrían hacerlo con Shiganshina.

Erwin debería aprender que a veces planes y discusiones y esperanzas no serían suficientes en ocasiones, y que crearse ilusiones mucho antes de que pudiera hacerse un avance real en camino a ese objetivo, no era nada más que engañarse a uno mismo.

Shiganshina era poco menos que un cadáver en descomposición.

Desde esa altura veía el sitio en donde Bertolt había estado de pie, las huellas de su titán presionadas contra la tierra y las casas que fueron erigidas ahí vueltas cenizas, incluso las rocas que se suponía eran resistentes terminaron hechas polvo, y las pocas brasas que quedaban desde entonces se limitaban a un bosquejo enano que alzaba humo en el aire y mantenía las llamas ardiendo con suavidad.

Los escombros se esparcían por doquier y llenaban las calles, entorpecían el entendimiento del croquis que sus ojos trataban de analizar. No había sangre, que él supiera, pero el lugar entero tenía ese pútrido aroma de muerte que usualmente relacionaba con algún hospital o con las carretas que la Legión usaba para cargar con sus muertos luego de las expediciones que llevaban a cabo. Había casas aún en pie y otras que no, tejados desnudos de sus tejas, vidrios rotos y puertas tiradas de sus bisagras, pisadas de titanes que ni el tiempo fue capaz de cubrir.

Y ahí en donde se encontraba más del desastre, aunque estuviera a una gran distancia en la que de otra manera no sería capaz de presenciar, se dio cuenta de que las casas estaban completamente hechas trizas, que la torre del cuartel de los soldados del Garrison estacionados aquí había caído tiempo atrás, colapsando encima del resto del edificio mientras que por las paredes y los muros adyacentes, la naturaleza había comenzado a retomarlas.

Había una zona completamente borrada de la existencia con un cráter en el medio de ella que dejaba a los edificios más cercanos vueltos escombros y piedras sueltas, con el carbonizado aspecto que la tierra debajo parecía ganar. Erwin apenas y podía verla, y era solo por la ausencia de normalidad que el resto del distrito presentaba que pudo hacerlo. Ahí es en donde Bertolt se transformó, pensó menos de un segundo después, rápidamente moviendo su visión hacia otras partes del interior del distrito. La colina que también albergaba unidades habitacionales parecía estar intacta, las casas aún erectas y mohosas y la hierba creciendo entre ellas. La zona cercana a la puerta exterior presentaba daños que solo podrían haber sido ocasionados por la puerta siendo destruida y los trozos de ella saliendo despedidos hacia las construcciones más cercanas.

Era un cadáver esperando a que la naturaleza lo recuperara, siguiera un curso y volviera a perderse en el tiempo mismo. Como los cuerpos de aquellos que nunca lograron salir de sus hogares, o a sus seres queridos, aquellos que se quedaron atrás.

Shiganshina también lo había sido, nunca olvidada pero tampoco recuperada, y dudaba que incluso ahora pudiera ser reclamada de vuelta.

Este lugar no nos pertenece ya.

Por entre el silbido del viento y aún mirando a los huesos del distrito, escuchó el siseo de un tanque de gas y el familiar restallido del cable del equipo de maniobras retractándose en su compartimiento cuando alguien aterrizó a escasos pasos suyos. Los pasos que se acercaron a su posición eran mesurados, tranquilos de una manera en la que Erwin no entendía completamente, y Kenny apareció desde su costado izquierdo.

Erwin se volvió hacia él con el ceño fruncido, pero la mirada del hombre estaba quieta allá en donde la suya lo estuvo momentos atrás.

—Sí que parece un cementerio, ¿no es así?

Kenny hablaba áspero, y su rostro estaba cubierto en manchas de tierra o pequeñas cortadas, incluso moretones tan leves que solo el sol los sacaba a relucir. También olía a sangre.

—… No creo que sea posible habilitarla como ciudad nuevamente —respondió él tras unos segundos, volteando el rostro al frente—. Todo está tan-

—Muerto. La ciudad, sus edificios, las personas… No vale la pena gastar tiempo en limpiarla, sacar todos los huesos dejados atrás, y obligar a más gente a venir a vivir con fantasmas.

—¿Cómo crees que podríamos aprovecharlo entonces? Ahora que la hemos recuperado…

—Una base militar —dijo el otro sin titubeos—. Si esos idiotas vuelven pensando que reconstruimos la ciudad y que podrán intimidarnos con ella, se encontrarán con algo muy distinto. Hay un auge de imbéciles en la Policía Militar que deberán ser reasignados en otras divisiones porque no pueden ser de confianza en ella, entonces podríamos usarlos como labor para destruir las casas, limpiar la hierba y despejar la zona.

—Un cuartel general mucho más grande vendría bien de este lado, cerca de la puerta interior. Después del cambio de gobierno, varios oficiales fueron arrestados y nobles de familias menores por igual, así que una prisión de mayor tamaño, y alejada del interior donde reside la reina, vendría bien igualmente.

Kenny sonrió de lado, perezoso y algo burlón.

—Podríamos usarla como una trampa también.

—¿Una trampa? ¿Cómo harías eso?

—Aha, tu déjame eso a mí —murmuró—. Veremos que tienen que decir sus Majestades acerca de ello cuando volvamos.

La leve sonrisa de Erwin se desvaneció por completo y su mente murmuró mentiroso. La venenosa sensación de traición pulsó a través de su pecho y él apretó su mano, tratando de disipar el sentimiento antes de que se enconara innecesariamente en su interior. Eso es algo que aún no se ha discutido, y no quiero adelantarme a los hechos.

Debían volver a Trost y hablar con la reina, pedir explicaciones. ¿Y qué hay del rey? Susurró esa voz, ¿Qué explicaciones puede darte él si se ha ido?

Erwin carraspeó y se pasó la mano por los cabellos, ansioso.

—¿Lograron encontrar a Hange y su escuadrón?

Kenny se encogió levemente de hombros e hizo un vago gesto hacia el distrito.

—A varios de ellos. Moblit estaba inconsciente pero despertó poco antes que tu, parece que perdió un ojo. Una mujer perdió un brazo y tres dedos de la otra mano, y aunque logramos salvar a otra, murió al cabo de unos minutos. De los otros solo quedaban partes del cuerpo que no nos molestamos en recuperar tan a prisa.

—¿Qué hay de Hange?

El Ackerman, probablemente sabiendo que no había manera de evitar la pregunta y evitar responderla, resopló con pesadez.

—De camino a Trost.

—¿Qué? ¿Cómo que de camino a Trost?

—Tenía dificultad para respirar, y cuando la encontraron tenía una gran herida en su torso y una fractura en el cuello —respiró, lento y pausado—. Petra dijo que si no era llevada de inmediato a Trost la perderíamos, y ya que yo tengo órdenes de priorizar su vida por encima de los demás, le pedí a Petra que la llevara tan pronto como pudiera. Ella y Ymir partieron hace unas horas.

—¿Y Eren?

—Creo que está por ahí con Levi, él y Jean querían ver qué hay en el sótano de su casa.

Miró en dirección del distrito otra vez, sus ojos abiertos con ligereza ante la expectativa de poder conseguir información irrefutable acerca de lo que se encontraba fuera de los muros. No bastaba con que Ymir se los hubiera dicho ya, al menos no para él, y ciertamente, tenía la sospecha de que una vez que decidieran revelar la información al público, tampoco bastaría para ellos. Necesitaban pruebas, y si podían conseguirlas al alcanzar el sótano y traer esas pruebas con ellos, las que fuesen, entonces la verdad sería aceptada con mucha más facilidad.

Él era curioso también, estaba hambriento de ese conocimiento que su padre compartió con él cuando aún era un niño demasiado iluso como para pensar correctamente. Erwin necesitaba ver lo que sea que el padre de Eren guardara allí debajo para poder respirar con más tranquilidad, existir sin ese sentido y valor que le daba a la teoría de un profesor igual de bobo que él.

—¿Podremos partir ya entonces?

—Mjm, una vez Eren, Jean y Levi vuelvan, podremos comenzar a alistar nuestra partida —con su mentón, señaló allá arriba al cielo y al atardecer—. Allí está nuestro escudo después de todo. Las piedras que bloqueaban el acceso al distrito ya fueron removidas, así que somos libres de irnos. ¿Cómo te sientes? ¿Crees que puedas cabalgar?

Su pregunta, ¿venía de un lugar de preocupación genuina, o solamente le preocupaba tener que viajar con él de regreso a Trost? Porque de Kenny tu podías esperar de todo excepto amabilidad, y la idea de ello era casi cómico.

—Estaré bien —se llevó su mano hacia el brazo derecho y la colocó en su hombro, en donde antes había terminado lo que sobraba de el. Kenny lo miró con la ceja alzada—. Es menos complicado cabalgar a caballo con dos brazos que con uno solo.

La mirada del Ackerman permaneció encima de su brazo por segundos, quizás un minuto entero, su rostro vuelto una máscara ilegible con la boca presionada en una línea. Él no sabía si lo que expresaba era desaprobación o disgusto o una combinación de las dos que le hacía verse molesto, pero Erwin pretendió no verla. Si Kenny se rehusaba a sacar el tema y preguntar, entonces él se rehusaría a reconocer el sentimiento y responder.

—… ¿Crees que fue una buena idea?

Erwin lo miró de reojo, su ceja arqueada.

—¿Hablas de tomar al Titán Colosal?

—Mjm —el mayor ladeó el rostro, aún sin dejar de mirarlo—. ¿Sabes que morirás dentro de trece años, cierto? ¿Crees que vale la pena?

—Si no lo hacía yo, lo habría hecho alguien más. No existe gran diferencia en ello, Kenny.

Pero Kenny se quedó callado, y sus ojos se endurecieron. Pensó que tal vez solo estaba decepcionado de que lo tuviera él, porque que él supiera, a Kenny no le caía muy bien. Podía verlo en sus interacciones, incluso en su mirada, en esos pequeños momentos donde harían contacto visual y él sentía que si hacía algo malo, si realizaba el más insignificante de los movimientos, de igual manera moriría porque el hombre era un asesino en serie condecorado y Erwin, por más fuerte e inteligente que fuera, se sentía como una hormiga de frente a él.

Era el más absurdo de los sentimientos que el hombre pudiera provocarle, y aún así se dejaba intimidar por ello en ocasiones.

—¡Capitán Kenny!

La voz de Connie los distrajo a ambos, y los dos se giraron y lo vieron enderezarse luego de aterrizar en la superficie del muro. En su rostro quedaba una fina cicatriz apenas visible de una quemadura que iba desde su mentón hasta su comisura.

Connie lo miró a él con los ojos abiertos de par en par y no se perdió la manera en la que miró hacia abajo, a su brazo, perplejo y como si fuese una broma.

—Oh, Comandante Erwin, no sabía… Que usted… Bu-bueno, no importa, mhm… Estamos listos, los caballos han sido contados y los sobrevivientes ya tienen uno cada quién.

—¿Hay personas compartiendo?

—Sí, media docena de scouts llevan a alguien más con ellos, y el resto van solos —el chico hizo una mueca, pensando—. Somos cerca de veinte sobrevivientes, bueno sin contarnos a nosotros y a la señorita Hange.

—Mi caballo, ¿lo encontraste con vida?

Connie negó.

—¿Qué hay del mío, Connie? —se atrevió a preguntar él, exaltando al chico que terminó mirándolo como si viera a un fantasma. Connie sonrió nerviosamente, como si hubiera sido atrapado haciendo algo malo—. Es un caballo blanco, hembra, ¿está acaso…?

—No, señor —murmuró, pero su ceño se frunció y miró curiosamente al Ackerman—. Pero… Me pareció ver al caballo de Félix allá abajo. Es el purasangre ¿no? El de color claro. Hay uno idéntico allá con los otros.

Erwin parpadeó con fuerza, perplejo. Pero Kenny solo bufó con exasperación y movió su mano despectivamente.

—Ha, espero no te moleste Cejas, pero el idiota tomó el tuyo y dejó a Zoro atrás —le dijo el otro sin ningún rastro de arrepentimiento, o de si quiera sentirlo—. No quería que muriera con nosotros, ya sabes. Típica mierda sentimental.

—¿Él-?

—Ve y ensíllalo, Connie —prosiguió el otro sin darle tiempo a hablar—. Se llama Zoro y sé gentil con él o es capaz de morderte o patearte.

—Ah-ha… ¡Hai, Capitán Kenny!

Connie se dio la vuelta y desapareció segundos después hacia el otro lado del muro, y Erwin tomó una profunda respiración y se volvió hacia el otro hombre, esperando poder sacar alguna explicación de él.

—¿Por qué-?

—No lo sé, y no me interesa. Si quiso dejarlo contigo porque no quería que muriera allá o porque, no lo sé, el chico te ama o algo, no es mi problema. No busques respuestas conmigo porque no las tengo.

La absoluta indiferencia que escuchaba en las palabras de Kenny era como un ataque personal en contra suya, como si Kenny desaprobara de él en más de un aspecto, y aquello dejó de pasar desapercibido tiempo atrás, solo que Erwin había estado demasiado ocupado con cosas de real importancia como para que le importara. Pero las cosas eran diferente ahora, todo era diferente ahora, y nada dejaría de cambiar desde este punto en adelante.

—… ¿Él te lo dijo?

—¿Qué?

—Que él me… —Erwin titubeó, incapaz de decirlo, y el rostro del Ackerman ganó una pequeña sonrisa.

—Ja, mírate. Ni siquiera puedes decirlo —río, como si disfrutara de saberlo—. ¿Y así querías que él confiara en ti, uh?

Era un golpe bajo, él sabía. Erwin no se inmutó, pero la facilidad con la que Kenny lo decía, la burla que estaba claramente tratando de hacer de él, bueno, no le gustaba. Cualquiera que hubiera sido su relación con Félix luego de la celebración en Trost no tenía absolutamente nada que ver con nadie más que no fueran ellos dos, y saber que Kenny estaba al tanto de ello, que se atrevía a cuestionarlo… Intentó que no le hiciera sentir mal, que no golpeará ahí en donde él sabía que dolería.

Se giró, dispuesto a irse hacia abajo y encontrar el purasangre bayo, cuando el tenue resoplo del Ackerman aún a espaldas suyas lo detuvo por otros pocos segundos.

—A veces le guardo rencor por irse —dijo, fuerte y claro—. Cuando los trece años expiren, tal vez incluso antes de eso, él sentirá lo mismo por ti.

No sabía de quién hablaba, y Erwin decidió que tampoco le importaba.

━━━

Las campanas comenzaron a tocar.

Historia se enderezó de golpe en su asiento y se volvió, mirando la puerta como si ésta fuera a abrirse repentinamente y por ella entraría Ymir a decirle que todo estaba bien y que Shiganshina fue recuperada.

Pero quien entró por ella no fue Ymir, o Kenny, ni siquiera Eren o el capitán Levi. Fue el Comandante Nile quien la abrió de un estrépito y se detuvo en el umbral, jadeando de lo que ella creía ser el haber corrido desde la entrada del cuartel hasta la habitación donde residía.

Nile tomó una profunda respiración, su pecho alzándose con ella, y se llevó una mano hacia el corazón.

—Ya volvieron, Majestad —informó el hombre con poco aliento—. Kenny y Erwin vienen a la cabeza.

El corazón le dio un salto. El cuaderno que sostenía entre sus manos cayó con un golpe sordo al escritorio y ella apenas si le dio un vistazo a las palabras, y tengo que cubrirme los ojos porque estoy aterrado de salir herido, antes de levantarse a prisa para salir de la habitación y correr escaleras abajo, cuidando de no tropezarse con el dobladillo del largo vestido que usaba ese día. El pasillo se volvió un borrón mientras más avanzaba y Historia bajó en saltos, uno a uno, hasta aterrizar en el siguiente y continuar haciéndolo.

Nile venía tras ella, pidiéndole que por favor tuviera cuidado y que anduviera más despacio, pero Historia apenas podía escucharlo por encima del furioso latir de su pecho. El rubio cabello lo llevaba sostenido en una trenza —tal y como Félix le había enseñado a hacerla— y se movía con cada salto que daba, los pocos mechones sueltos que le acariciaban el rostro entorpeciendo un poco su vista.

Los soldados en el cuartel la miraban de soslayo al pasar, y unos pocos se detenían a preguntar si había alguna urgencia a la que debía asistir. Pero las campanas ya habían sonado, y era imposible que no supieran qué significaba eso cuando todo campanario estaba obligado a tocarlas cuando la Legión de Reconocimiento se acercara de vuelta a la ciudad luego de una expedición.

Finalmente, Historia llegó abajo y descendió los últimos escalones con rapidez, olvidándose momentáneamente de la etiqueta que una reina debía poseer y rompiendo en una carrera hasta donde las puertas se encontraban. Vio un rostro familiar salir de uno de los pasillos contiguos al principal, pero su enfoque estaba afuera, en donde la Legión llegaba luego de aventurarse hacia Shiganshina por primera vez en cinco años.

Sus manos se apoyaron sobre la doble puerta de madera y empujaron con fuerza, hasta que éstas se abrieron de golpe. Jadeaba para ese momento, saliendo de debajo del umbral de la puerta principal y observando el patio en silencio. Sintió a alguien detenerse detrás suyo y al Comandante Nile lo vio aparecer desde su costado, igual de alborotado que ella.

Aguardaron unos momentos, contando los segundos. Historia sabía que no iba a encontrar a quién quería ver más que a nadie en el mundo, sabía que no había manera en el mundo en el que Félix volvería con la comitiva de la Legión, sabía también que no todos volverían —y ella rogaba, egoísta, que todos sus amigos estuvieran a salvo—, que probablemente no habría cuerpos, que estarían cansados, que estarían heridos.

Kenny apareció primero, montado en un caballo marrón con la melena manchada de lo que parecía ser sangre y un leve cojeo en uno de los cuartos traseros. El mayor de los Ackerman se veía exhausto, y sucio. Ymir estaba a espaldas suyas y maldijo nada más ver a su capitán y bajó a prisa la escalinata hacia donde el Ackerman descendía del animal, sus manos yendo de inmediato a sostener al hombre de un brazo y del hombro cuando pareció tambalearse sobre sus pies, a punto de colapsar.

—Son muy pocos —murmuró Nile a su lado, un tono grave en su voz.

Historia ni siquiera se había percatado de ello, demasiado ocupada buscando un rostro que no vería entre los menguantes números de la Legión de Reconocimiento.

Kenny, con ayuda de Ymir, se acercó a ella y solo entonces notó la sangre que cubría un costado de su cuerpo. Historia jadeó.

—Kenny, ¿qué te-?

—No es nada, así que no te alarmes —murmuró el mayor, dedicándole una breve mirada que no le dejó ver la culpa y el arrepentimiento que se mostraba en ella—. Todo salió bien.

El pequeño asentimiento que vino después de ello provocó que le brotaran lágrimas en los ojos.

Su mano fue a parar a su boca de inmediato para evitar que ningún sonido saliera de ella, pero las lágrimas no tardaron en aparecer. Necesitaba tragárselas de vuelta y pretender que todo estaba bien; ella era la líder, la reina, se suponía que debía ser más fuerte que la pequeña niña asustada de pie en el umbral del cuartel general en Trost. No era justo para nadie verla así de derrotada cuando fueron ellos quienes pelearon en su nombre y en el nombre de todos los que vivían a salvo tras los muros.

—Ymir, llévalo a la enfermería, pronto —murmuró hacia la castaña, quien asintió y subió los escalones con tanta apuración como el estado de Kenny se lo permitía—. Y… Uhm, dile a Petra… Dile a Petra que venga y ayude con el resto de heridos. Comandante Nile, los caballos-

—Enseguida, Majestad.

El hombre asintió y partió en segundos, dando órdenes a los de la rosa que parecían estar secos ahí de pie mirando al desastre en que se había convertido la Legión de Reconocimiento. Historia también, con los ojos vidriosos y las mejillas húmedas, paseó su mirada por encima de los sobrevivientes y los pocos caballos en los que venían, deteniéndose cuando vio a Sasha y a Mikasa cerca la una de la otra casi hasta atrás de la comitiva. Junto a ellas estaba Jean, con su mano en el hombro de Connie y el, un poco tímido, sostenía a Eren al abrazarlo alrededor de los hombros.

No veía a Armin.

Respira, se dijo a sí misma, no puedes ponerte a llorar como una nena ahora mismo. Después, cuando estés a solas y en tu propia habitación, cuando ya no seas la reina una vez la puerta se cierre.

Decirlo era más fácil, porque respirar era difícil en esos momentos. Historia se talló las mejillas para borrar los rastros de lágrimas y descendió lentamente por la escalinata, escuchando a Pixis surgir de algún lado en el patio. Sus hombres se escurrieron de inmediato en ayuda de la Legión, pasando a su lado con saludos murmurados, cortas reverencias también.

Vio al caballo primero, dorado en el sol del amanecer que parecía pintar todo en colores de la esperanza. El Comandante Erwin descendió de el con tal elegancia y un poco de duda, y para cuando sus pies tocaron la tierra, Historia ya se había detenido a mitad de camino al darse cuenta de que las riendas de Zoro estaban siendo sostenidas en su mano derecha.

El Comandante la vio de inmediato y sus cejas se fruncieron, su boca girándose en una mueca, y no supo bien por qué le dio la sensación de que estaba siendo juzgada, o quizás, y eso parecía ser una idiotez, estaba siendo menospreciada por el hombre. El estómago de Historia hizo algo raro que la incomodó y ella se detuvo a escasos metros del último peldaño de la escalinata, siendo incapaz de alejar la mirada tanto del caballo como del Comandante.

—Me parece que nos debes una explicación, Historia.

Historia se petrificó y lo que ahora sabía que eran nervios le dieron vueltas en el estómago, dándole ganas de vomitar. Miró a su alrededor, a los soldados del Garrison moviendo a los caballos hacia los establos mientras otros ayudaban a los sobrevivientes a bajar de los que quedaban en el patio para transportarlos hacia el ala de enfermería donde pudieran tratarlos a todos. El capitán Levi apareció por el otro lado del caballo de Félix y le acarició la crin y el hocico, murmurando algo que solo el animal escucharía, porque ni siquiera Erwin parecía haberse percatado de su presencia.

—Comandante Erwin…

—Quizás sería mejor que lleváramos esta discusión a una zona más privada, Erwin.

Ella se giró bruscamente y se encontró cara a cara con Zackley. El hombre asintió en su dirección y algo en sus hombros se relajó un poquito, dándole tiempo a respirar antes de volverse de vuelta al Comandante para asentir en concordancia con el General.

—Sería lo mejor —murmuró, dando un rápido vistazo a la expresión en el rostro del hombre rubio—. Por favor, Comandante Erwin. No haga… No haga esto más difícil de lo que ya es.

El agarre de Erwin sobre las riendas se apretó con ligereza y Zoro protestó en contra de ello al tirar de ellas y relinchar con urgencia, coceando múltiples en su lugar. El Comandante se volteó al escuchar el exabrupto del animal y se encontró con un solo ojo que lo miraba de vuelta, la puntiaguda oreja moviéndose ante cada pequeño ruido que el resto de actividad en el patio provocaba.

—Yo lo tomaré.

Erwin movió su mirada del animal hacia la menuda mujer que le quitaba las riendas con suavidad de la mano, viendo la pequeña sonrisa en el rostro de Petra. Tomando un paso hacia atrás, se disculpó en un susurro y tragó saliva con pesadez, sabiendo que era mejor afrontar la situación a ocultarse de ella, como quería hacerlo a pesar de buscar y querer respuestas a todas sus dudas con desesperación.

—Bien —asintió—. Entonces vamos.

Zackley dio una seca cabezada y alzó la mirada, a donde los otros dos comandantes se hallaban.

—Pixis, Nile, van a querer venir con nosotros.

Los dos hombres, de pie en distintas zonas del patio, miraron a Zackley con aprehensión y luego lo miraron a él, y luego miraron a la reina. Historia sonrió temblorosa y asintió en dirección de todos ellos, sus ojos deteniéndose momentáneamente en su grupo de amigos aún de pie al fondo.

—Eren —llamó, voz ligeramente tensa, un poco dudosa. El chico alzó la cabeza de donde la tenía en el hombro de Connie y la miró expectante—. Creo que será mejor que vengas tu también.

No sabía qué había pasado en Shiganshina, no estaba segura de querer saber. Sin embargo, tenía que hacerlo, porque ese era su trabajo, esta era su gente, ella era su reina, y lo que les ocurriera le importaba porque así es como se suponía que debía ser. Aún así no pudo evitar romperse un poco al ver la mirada de absoluta devastación en Eren, los ojos hinchados y enrojecidos, la palidez de su piel normalmente aceitunada, la forma ausente en la que miraba todo a su alrededor.

Extendió su mano, desesperada por sentir el calor de su piel contra la de ella, y en cambio descubrió que la de Eren estaba tan fría como la de un cadáver, y trató de no estremecerse ante el toque.

—¿Eren?

Eren la miró, pero no la vio. Historia se mordió los labios y en cambio entrelazó sus manos para tirar de él hacia el interior del cuartel, tragándose el nudo que sentía en la garganta y alzando la cabeza, tal y como Félix le dijo que debía hacer.

—Vamos, comandante Zackley —murmuró al pasar junto al hombre—. No podemos perder el tiempo aquí a la espera de retrasar lo inevitable.

.

Ahora que lo pensaba bien, y que la veía mejor, la mesa era muy larga, en su opinión.

Probablemente fuera la de todos, porque a pesar de ser comandantes y a pesar de que los cuatro sostenían tal título por poco más de cinco años —excluyendo a Pixis claro—, reuniones como ésta habían sido pocas cuando el gobierno de los Reiss, y en especial el de Rod Reiss, seguía activo. Zackley nunca había sido grande en ellas, ni muy obsesionado con mantener control sobre ellos y cuáles fueran las actividades que decidieran llevar a cabo. La única vez que parecía tomarse en serio su rol como Comandante General era cuando la Asamblea y el Rey Falso lo pedían, y esas ocasiones podían contarse con los dedos de una mano.

Aún así, Zackley parecía ser el que se hallaba más preparado en esa ocasión, reunión acordada o no. Los miraba a todos como si aguardara una reacción, sentado a la derecha de Historia cuando ella tomó la cabecilla de la mesa. Pixis los miró a los dos por unos pocos segundos y luego rodeó la mesa para tomar asiento al otro lado, dejando un asiento vacío entre él y Zackley, y Nile y Erwin lo hicieron en el lado contrario, de frente al hombre mayor. Levi dudó un solo segundo, y luego tomó la izquierda de la otra cabecilla, a un lado de Pixis y de frente a Erwin.

Eren fue el único que se quedó de pie y luego, silenciosamente, tomó el asiento libre junto a Historia, y ella le sonrió en lo que pretendía ser agradecimiento.

Aún quedaban asientos vacíos entre ellos, y a espaldas suyas por igual. Aunque esas habían sido más como posiciones determinadas por algún método del que ninguno de los presentes, excepto quizás Historia y Zackley hasta cierto punto, estaban al tanto.

La reina respiró hondo por la boca y al enderezarse, cargó con valentía sus sentimientos en sus pequeños hombros, porque sinceramente se conocía lo suficiente para reconocer que si no lo hacía entonces, jamás lo lograría. Esto era de lo que Félix le había hablado, ese tendrás que ser reina tanto en papel como en persona, porque si con sus propios comandantes se le dificultaba hacerlo, ¿cómo sería cuando tuviera que hacerlo con el resto del mundo? ¿Con todos esos líderes aguardando allá afuera a comérsela viva?

Era ahora o nunca.

—Sé que mi decisión de incluir a Félix en esto suena como una locura, pero deben entender… Que no podía hacerlo sola. No puedo hacerlo sola, y él vivió con una familia noble por casi toda su vida hasta que ingresó a la academia. Mis intenciones jamás fueron engañarlos, a ninguno de ustedes, pero… de entre nosotros dos, es claro quién era la persona ideal para portar una corona —negó con su cabeza, sonriendo casi a medias—. Pero Félix no está hecho para ser rey, y yo no estoy hecha para ser reina. No queremos ser algo más de lo que somos, o de lo que solíamos ser, pero ya que nuestra familia ha estado metida en esto desde el verdadero principio… La carga se siente menos pesada al ser compartida de esta manera.

Eren se volvió con lentitud hacia ella mientras sus dedos, por debajo de la mesa, se curveaban alrededor de los suyos y Historia se aferró a ese agarre, sintiendo que la tensión en sus hombros desaparecía y respirar se volvía menos difícil. Eso era lo que necesitaba en esos momentos, una presencia que le fuera igual de reconfortante a como lo había sido la de Félix.

La reacción de los comandantes fue algo distinta, porque en donde Nile pareció comprender de inmediato lo que trataba de decir, Pixis tenía el ceño fruncido y se acariciaba el bigote como Zackley le había señalado que solía hacer cuando pensaba en algo con profundidad. Levi miraba la mesa, su rostro ilegible, y el comandante Erwin parecía haberse retraído hacia su mente y lo que sea que se encontrara pensando en esos momentos.

—¿Tu sabías acerca de esto, Zackley?

El General se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y anguló su mirada, que estaba oculta tras el brillo del cristal de los anteojos, hacia el hombre de la rosa.

—No precisamente. Había escuchado un par de rumores, y varios de los nobles ofrecieron darme información a cambio de su libertad, pero a menos que fuera pertinente a los hechos estrictamente relacionados con el Titán Fundador y su funcionamiento, yo no estaba interesado.

—Pero el Titán Fundador es de la familia Reiss, de la que Félix forma parte —frunció el ceño—. ¿No creíste que eso era importante?

—No. Entonces, la importancia de la familia Reiss no iba más allá de su sangre y el hecho de que ellos eran los portadores y la familia real. No había gran relevancia en sus miembros, ni en conflictos interpersonales que pudieran ocurrir con ellos.

Pixis asintió, pensativo.

—¿Cómo supiste, entonces?

—Historia me lo dijo. Aunque debo admitir que yo tenía mis sospechas, nunca la interrogué acerca de ellas en caso de que estuviera cruzando una línea con mi reina —dijo—. Pero ella vino en busca de consejo acerca de cómo lidiar con la situación en la que Félix quería meterse, y fue entonces que me lo relevó.

Erwin miró al hombre, tentativamente estupefacto.

—Y tu… ¿No consideraste decírnoslo?

Zackly se reclinó en su asiento y apoyó sus codos en las reposaderas a cada lado de la silla, uniendo ambas manos al frente. Su mirada barrió alrededor de la habitación a todos los presentes, y luego alzó un solo hombro.

—La reina me pidió no compartir lo que sabía con nadie hasta que ella en persona lo hiciera, así que eso hice.

Al Comandante pareció no gustarle esa respuesta.

—Mintieron. Los dos —dijo Erwin—. Estoy de acuerdo en que lo correcto era aguardar a que fuera ella quien nos dijera la verdad de lo que estaba ocurriendo, pero estamos hablando aquí de que Félix fue tragado por un titán y que aparentemente ese fue su plan desde el principio. La mitad de la Legión de Reconocimiento yace muerta en Shiganshina y los sobrevivientes son tan pocos y están tan heridos que ninguno de ellos podría haber sobrevivido en diferentes circunstancias. Si existía un plan para que él fuera enviado a Marley seguro y sin contratiempos, ¡Podríamos haberlo llevado a cabo sin haber perdido a tanta gente!

—Erwin-

—Suenas como si tuvieras un jodido derecho a saber lo que Félix y Historia discuten y acuerdan en privado, Cejas, y la verdad es que no tienes ni una mierda de eso.

La áspera y jadeante voz de Kenny los hizo girarse de golpe hacia la puerta, donde se encontraba el hombre de pie, recargado contra el marco de ésta con su brazo apoyado en ella y su cabeza ligeramente recargada en el, notoriamente cansado. La absoluta frialdad con la que miraba a Erwin no era nada nuevo porque Kenny siempre había sido de alguna u otra manera hostil en contra del hombre, pero esto era ligeramente nuevo.

Esa no era una rabia común, no eran sus típicas miradas de fastidio que ganaba cada vez que el comandante hablaba. Kenny era un imbécil, sí, eso ya estaba acordado, pero solía ser un poco menos temperamental y un poco menos idiota cuando la situación llamaba por ello. Era profesional hasta cierto punto, y sabía respetar a las personas —Talisa— cuando realmente lo quería. Era un bastardo despiadado, sádico asesino, tan vacío en la vida y solitario en su existencia, pero nunca había mirado a alguien más con el tipo de mirada con la que pretendía deshacerse de Erwin en esos momentos. Como si lo estuviera culpando de algo.

Historia se puso en pie a prisa, sorprendida.

—Kenny —jadeó, observando la camisa blanca con la que la negra fue reemplazada y la falta de sangre en ella—. ¿Qué crees que estás haciendo? Tu herida-

Kenny la miró, una sola vez, y Historia supo cerrar la boca inmediatamente.

—Repite lo que dijiste.

El comandante Erwin se había dado la vuelta al escucharlo también, y al ver que se estaba dirigiendo a él únicamente, frunció la boca pero alzó la barbilla, y dijo exactamente lo mismo que segundos atrás.

El labio de Kenny se curveó, feo. Esa misma sonrisa que Félix odiaba porque sabía que significaba más que un simple gesto que se suponía les dejaba ver cuán jodido estaba Kenny por dentro.

—Todavía no lo entiendes, ¿verdad? Heh —rio—. Estás aquí sentado con un brazo nuevo, un puto titán cambiante, tratando de encontrar excusas para socavar sus esfuerzos en proteger esta maldita isla ¡escupiendo cualquier mierda que se te venga en gana solo porque no te incluyeron en sus estúpidos planes!

—Yo no-

—Cierra la puta boca —le interrumpió el Ackerman—. No tienes derecho a hablar sobre confianza cuando fuiste tú quien le dio la espalda en el momento en el que mostró una pizca de independencia. ¿Recuerdas a su amigo, al que le disparó en la cabeza porque dejarlo con vida significaría poner en peligro a su madre? ¿La persecución en Stohess? ¿La de Trost quizás? No tienes ningún puto derecho a pedirle que confíe en ti cuando tú dejaste de hacerlo primero. A ninguno de ellos, Smith.

—Kenny…

El Ackerman se volvió un poco y vio a Historia, aún de pie en su sitio y con la mirada azulada como el cielo puesta encima suyo, como si no tuviera suficiente con lucir como una maldita niña abandonada a la que nada le quedaba. Mierda. Había visto esa mirada antes en otra niña, algo más joven que la que se encontraba de pie frente a él, y el recuerdo de ello no era tan patético como éste lo sería, pero aún así.

Era suficiente para hacerle desistir.

Con un pesado suspiro se dirigió hacia una de las sillas desocupadas y se dejó caer en ella, tildando la cabeza hacia atrás para observar el techo y no a las personas presentes.

—No importa que hayan mentido —murmuró al final, claramente exhausto—. Hay un plan. Sabemos cómo llevarlo a cabo así que solo hay que hacerlo y ya. Volverá más a prisa si lo hacemos así.

Erwin abrió la boca y trató de decir algo, pero el mismo pensamiento seguía repitiéndose en lo profundo de su mente, la misma palabra.

Rey. Rey.

La palabra pasó de un lado a otro en su cerebro, sin registrarla del todo pero tampoco ignorándola, y latió con algo más significativo que solo dolor.

Félix era rey. Y joder si ese no era el tipo de pensamiento que lo dejaba sin palabras, lo dejaba batallando por encontrar algo más en lo qué ocupar su mente. Ah, maldita sea. No se había dado cuenta de que le temblaba la mano hasta que Levi le dio un ligero golpe con la punta de su bota por debajo de la mesa y le lanzó una mirada específica cuando Erwin decidió alzar el rostro en su dirección.

Cálmate.

—Entonces era cierto —dijo Levi luego de mover sus ojos de él hacia la Reina—. Lo que Kenny dijo en Shiganshina, él y Ymir estaban actuando bajo las órdenes de Félix.

—Sí —Historia se aclaró la garganta y se enderezó, volviendo a tomar asiento al notar que su exabrupto fue por nada, mirando con lo que ella esperaba que fuera tranquilidad al resto de los presentes—. Fue su idea la de infiltrarse en Marley para encontrar una manera de resolver este conflicto de una manera pacífica, y en cierta forma, de hacer conexiones con personas de fuera, personas importantes, y traerlas a nuestro lado de alguna u otra manera.

—¿Qué pretende usar como incentivo?

—Los muros —confesó suavemente—. Félix cree que si formamos una coalición fuerte en contra del Imperio de Marley, tendríamos una oportunidad de ir frente a frente en contra de ellos ya sea en negociaciones de paz-

—O un conflicto armado —terminó de decir Zackley, obteniendo un asentimiento de la reina—. Lo que es algo esperado de ellos, viendo lo que ocurrió cinco años atrás y su buena disposición de venir aquí e infiltrarse en nuestro ejército para obtener acceso al Titán Fundador. El razonamiento de Félix se basa principalmente en que fueron capaces de venir aquí cuando parecían estar al tanto de la amenaza que los titanes dentro de los muros representaban. Piensa que al hacerlo, podrá ser capaz de atraer a un par de personas a nuestro lado y sin mencionar, la oportunidad perfecta que se presenta para recopilar información en nuestro enemigo y en las otras naciones por igual.

—Pero si él es el rey… ¿No sería más prudente que permaneciera aquí en donde está a salvo? —Nile negó con su cabeza y se pasó la mano por el rostro, tallándoselo exasperado—. No tiene sentido que sea él quien se ponga en peligro.

Kenny rio por lo bajo, tan bajo que su risa apenas y alcanzó a ser escuchada. Levi se inclinó al frente y clavó su vista en él, ligeramente entrecerrada.

—No te preocupes tanto por él, pequeño Nile —dijo, burlón—. Ya sabes lo que dicen, hierba mala nunca muere.

—Kenny —siseó Historia enseguida, mirándole duramente.

El otro se encogió de hombros sin importancia y se reclinó más contra su asiento, cerrando los ojos al hacerlo. El cansancio era notorio en cada línea en su rostro, lo apretado que se veían sus labios ante la mortificante idea de tener que explicarles a todos ellos cuál era el plan de Félix y por qué estaba tan mal planeado.

El chico confía mucho en que volverá a despertar si muere. Tan idiota.

—No quería admitirlo, pero tiene un punto. Félix, quiero decir —aclaró Pixis—. Si la nación de Marley son quienes nos quieren eliminar y estaban al tanto del peligro que se oculta debajo de estos muros, es sensato asumir que ellos sabían los riesgos que representaba el venir aquí y aún así procedieron con ello. Ahora mismo, esos titanes… Son un buen incentivo para que otros se unan en contra de ellos.

—Es probable que creyeran que no iban a encontrar resistencia —murmuró Erwin—. Por eso vinieron, por que si el resto del mundo ha avanzado dejándonos a nosotros atrás, es entendible que hayan decidido a venir aún a sabiendas de los riesgos que hacerlo representaba.

—Y sin el Titán Fundador en manos de los Reiss… Estaban contando con ello también.

—Los titanes ocultos debajo de los muros los detuvieron todos estos años… —Eren, agachado hacia abajo y con los ojos fijos en la mesa, hizo una mueca—. Incluso aunque pudiéramos hacer uso de ellos… En contra de nuestros enemigos…

—Eso es algo en lo que pensaremos después, Eren —anunció Zackley—. Debemos enfocarnos en otras cosas de momento, por favor.

Eren hizo una mueca, porque él sabía que existían otros puntos a tratar, que el asunto de Félix siendo el rey no sería desechado tan fácilmente y que técnicamente no podían simplemente pasarlo por alto como él quería. Debían hablar, planear, discutir. Pero para ello, debían tener toda la información primero y a pesar de que Historia les había comunicado ya qué función podrían llegar a tener los titanes colosales aguardando bajo los muros, ninguno de os comandantes sabía con absoluta certeza lo mismo que ellos.

¿Cuándo les dirían? ¿Cuándo sentarían a todos y les dirían “los titanes que nos protegieron durante todos estos años son en realidad la razón por la que el resto del mundo nos teme”? Y estaban esas imágenes, esos recuerdos, ese baño de sangre y los cadáveres que se rehusaba a ver, la gente que podía presentir en su camino, el pequeño niño sin mano que perdía su dinero y luego perdía la vida. Y Eren se sacó a sí mismo de esos recuerdos, esos futuros vueltos pasado, y suspiró.

No tenía sentido pensar en eso ahora mismo.

—Eren —le susurró Historia con suavidad, mirándolo por el rabillo del ojo. El azul en el refulgió con la luz del amanecer que se colaba por la ventana—. ¿Estás bien?

Eren, que definitivamente no se encontraba bien, asintió con lentitud y alzó sus comisuras en algo que debería haber sido una sonrisa. Historia se la devolvió, igual de débil que la suya, y le apretó la mano en señal de apoyo. Era lo menos que podían hacer el uno por el otro luego de todo lo ocurrido, especialmente con la ausencia de Félix siendo tan… ruidosa.

No era un misterio para ninguno de ellos lo que perderlo, lo que haberlo dejado ir, provocaba en su interior. Tenerlo ahí aunque hubiera sido un simple roce de su mano en su hombro, una presencia a espalda suyas, era más que suficiente para hacerles sentir un cierto respaldo, algo en lo que podrían sostenerse cuando no se sintieran capaces de hacerlo por sí mismos.

—Eso quiere decir… Que una vez sea el tiempo de que el Titán Fundador sea heredado a alguien más, ¿será Félix quien lo tome?

La pregunta de Nile pareció tomarlos con la guardia baja, si la expresión en el rostro de Historia era alguna pista de ello. La reino lo miró a él primero con los ojos ligeramente ensanchados y la boca semi abierta pero sin decir nada, y luego se volvió hacia Kenny, que de repente se había puesto muy alerta y miraba a Nile con frialdad.

—Oi-

—Es una buena pregunta —dijo Pixis enseguida—. Ya que parece reacio a permitir que la reina sea quien se haga con uno de los titanes inteligentes, tal vez esté en su plan ser él quien herede al Fundador.

—Eso no lo sabemos, calvito.

—Deberá ser uno de ellos, independientemente de lo que Félix decida —Pixis dirigió una ligera mirada que desafiaba a Kenny a estar en desacuerdo con él, y le sonrió—. Yo solo intuí que su reacción de aquel día volvería a repetirse si su Majestad vuelve a ofrecerse para ello.

Oh, eso no le gustaba. Que le miraran como si pudieran con él era una de las cosas que más detestaba porque incluso herido y al borde de la muerte, Kenny estaba aseguro de que sería cien por ciento más útil que Pixis en cualquier otro día.

Su boca se curveó, excepto que esta vez no fue en una sonrisa si no una mueca, y tiró una fugaz mirada en dirección de Historia.

—… No sabemos si será posible.

—¿Oh?

Kenny, claramente irritado, respiró hondo. Podías prácticamente escucharlo rechinar sus dientes entre sí del enojo.

—Aún existen ciertas familias aquí en Paradis que son incapaces de convertirse en titanes.

—Pero Félix es un Reiss, yo asumo que la sangre de ellos toma precedencia por encima de cualquier otra.

—No si eres un Ackerman también.

Zackley se reclinó en su asiento y se sacó las gafas para poder tallarse el puente de la nariz, obviamente cansado del teatro que Kenny parecía dispuesto a poner aquí y ahora. La reacción de Historia fue similar, excepto que ella lo hizo con un poco más de gracia y solamente dejó caer su cabeza en sus manos, con un suspiro lleno de pesadez mientras Eren se dedicaba a mirar a Kenny como si estuviera volviéndose loco. Lo que probablemente estaba ocurriendo, pensó con más seriedad.

Confía en Kenny para cagarla.

Nile masculló algo por lo bajo y se giró hacia Erwin, pero el Comandante estaba impasible.

Los ojos de Pixis se abrieron y le sostuvieron la mirada en silencio, como si lo estuviera poniendo a prueba. Pero Kenny se encogió de hombros y le tiró una lobuna sonrisa.

—¿Qué? ¿El gato te comió la lengua?

El capitán Levi, sin embargo…

—Kenny —la voz de Historia, así como sonaba en esos momentos, los hizo pegar un pequeño salto para ponerle atención a la pequeña reina, que había echado su silla hacia atrás de repente y puesto en pie. La azul mirada puesta sobre Kenny le borró la sonrisa de la boca—. Sé que tienen muchas preguntas, y sé que la actitud de Kenny ahora mismo no está ayudando en nada.

—Hey, no trates de culparme-

—Félix es hijo del hermano menor de mi padre, Uri Reiss, y es el hijo de Talisa Kaiser, que pertenece a la familia Ackerman. Es rey, sí, y ambos estuvimos de acuerdo que yo tomaría la corona pero que los dos gobernaríamos como uno solo, y lamento no habérselos comunicado antes, pero éstas son mis decisiones, y no estoy dispuesta a disculparme por haberlas hecho en el momento en el que las hice.

Historia tomó un respiro, asintiendo para sí misma.

—Ahora mismo, sin embargo, aunque me gustaría responder cada una de sus dudas, no puedo hacerlo. Hay asuntos más importantes que debemos atender, y el Comandante Erwin y el capitán Levi deben descansar, al igual que la Legión de Reconocimiento debe hacerlo. ¿Zackley?

El hombre asintió.

—Sí, está en lo correcto, su Majestad.

Historia echó los hombros hacia atrás y se volvió hacia el final de la mesa, en donde los dos hombres de la Legión se encontraban.

—Comandante Erwin, capitán Levi, prometo que responderé cada duda que tengan, pero el viaje a Shiganshina fue largo y la batalla fue… Ah, no importa ahora. Vayan a descansar —murmuró finalmente, con una débil, casi temblorosa sonrisa en la boca—. Todos. Toda la Legión puede retirarse a descansar, nosotros nos encargaremos del resto.

Erwin le miró, largo rato, en completo silencio. El capitán Levi seguía sentado y en cambio, miraba a Kenny, y Historia no sabía qué hacer.

No sabía bien cómo proseguir.

Pero entonces el hombre soltó un cansado suspiro y su silla chirrió cuando la empujó hacia atrás y se puso en pie, dando vuelta y abandonando la habitación a largas zancadas, como si no pudiera aguantar el estar ahí dentro otro segundo más. Llevaba los puños apretados, sus dedos curveados hacia dentro y presionando contra la palma de su mano, la derecha hormigueándole en un recordatorio de que la tenía de vuelta.

Abrió la puerta con más fuerza de la necesaria y se desvaneció en el pasillo.

Levi permaneció sentado.

—… Comandante Nile, necesito que vaya a Mitras y los demás distritos y reúna a cuanto médico sea posible. Hay… muchos heridos esperando a ser atendidos. Y comandante Pixis… —titubeó, un corto segundo—. Incremente la seguridad alrededor del muro, también supervise la guillotina en la puerta de Trost por favor. Hasta que la Legión de Reconocimiento se recupere, ustedes deberán ser nuestros ojos y oídos.

Los dos hombres asintieron y, sin ninguna otra palabra, se pusieron en pie y abandonaron la habitación uno junto al otro.

Levi seguía sin moverse.

Historia lo miró nerviosamente y luego a Kenny, porque él también seguía ahí sentado sin mirar a nadie y sin moverse, apenas respirando. Tenía miedo de que traer atención a sus heridas lo pusiera de mal humor, aunque el hombre necesitara urgentemente el ser atendido, Kenny era igual de terco que Félix.

Así que miró a Eren y señaló la puerta y él se puso en pie, pero aguardó por ella a un lado del marco, firmemente manteniendo su mirada en la mesa.

—Bueno, en ese caso volveré a Mitras de momento para poner en orden a la Policía Militar y para verificar que nuestros queridos nobles estén comportándose —Zackley, levemente, puso su mano sobre su hombro y le dio una palmadita—. Bien hecho, Historia.

—… Gracias —murmuró ella de vuelta, apenas y sonriendo.

Pronto se quedaron solo ellos cuatro, Kenny sentado viendo a la nada, Levi viéndolo a él, y Historia y Eren de pie y sin saber qué hacer.

Kenny estaba obviamente herido, pero era terco y un poco idiota y a menos que lo arrastraras hasta allá, no iría a ser visto por un médico. Pensaba tan poco de su salud y su supervivencia que heridas mortales como la que llevaba encima en esos momentos parecían ser simples raspones.

Pensó, entonces, en que existía una persona que podría hacerlo ver razón. Pero Historia no sabía si lo correcto era enviarlo a él, o hacerlo ella misma. No era una decisión difícil pero llevarla a cabo era lo complicado, y Historia decidió que Kenny podía encargarse perfectamente de ello.

—Cuando salgas de aquí… —comenzó a decir, deteniéndose un segundo para poner en orden lo que pensaba—. Si no vuelves a reposar en el ala del hospital, necesito… Necesito que vayas-

—Hah —interrumpió el Ackerman, mirándola de reojo, su mandíbula apretada—. Lo haré yo. Me lo encargó a mí, así que voy a ser yo quien se lo diga.

Le dolía escuchar eso. Ahí en su pecho.

Ella asintió, mirando rápidamente a Levi, y luego dejó la habitación junto a Eren, los dos chicos finalmente respirando sin rastros de tensión tirando de sus hombros hacia abajo.

Al menos sabían, pensó. Al menos ahora Historia no debía mentirle a ninguno de ellos.

━━━

La puerta se cerró con un resonante clic.

—¿Lo sabías? —fue lo que dijo Levi una vez se quedaron a solas, mirando a Kenny con los ojos entrecerrados, la mandíbula tensa, sus hombros alzados como si quisiera protegerse—. ¿Sabías que Félix era un Ackerman?

Kenny apenas si lo miró. No quería moverse mucho porque le dolía hasta respirar.

—No. Me lo dijo ayer, cuando cargamos contra el mono —en honor a Zeke, ladeó el rostro hacia donde Eren había estado sentado y escupió al suelo—. ¿Pero qué te importa a ti lo que Félix me diga o no?

Apenas podías ver el ligero temblor en las manos de Levi, la fría furia filtrándose lentamente en su expresión. Kenny chasqueó la lengua, condescendiente.

—Esto no tiene nada que ver contigo, Levi.

—Es un Ackerman como lo soy yo, como lo es Mikasa —dijo—. Nos involucra a todos nosotros.

—Solo porque compartas apellido con alguien no significa que sean familia —su voz imitaba la suya, la de Levi, y su expresión se reflejaba igualmente—. Las relaciones de sangre y los nombres de familia no significan nada. Estamos igual de solos en este jodido mundo a como lo estuvimos antes, así que simplemente olvídalo.

Levi se tragó algo amargo que se encontraba en la punta de su lengua y se puso en pie, su uniforme sucio, la sangre en él seca, la capa hecha trizas. El equipo de maniobras había sido abandonado en algún sitio al que no le apetecía ir ahora mismo, o en ningún momento en el futuro cercano.

No.

Pero se quedó de pie un minuto de más, un segundo muy largo. Había derrota en sus hombros. Sentimientos en su pecho.

—Al menos no vas a abandonarlo como hiciste conmigo antes —sus pasos hicieron eco en el silencio de la habitación, y la puerta rechinó al ser abierta.

Levi se detuvo bajo el umbral de ésta y miró de reojo hacia atrás, a donde Kenny estaba sentado.

—Eres tu al que abandonaron ésta vez.

DIOS MIO ESTE CAPÍTULO

Me costó un HUEVO escribirlo porque tenía planeado que fuera de otra manera y al final lo cambie y esa parte aparecerá después pero STILL

Dios espero que les haya gustado mucho porque realmente me esforcé para hacerlo mucho mejor porque últimamente idk las cosas han estado raras JAJAJAJAJA entonces quería darles algo que saliera la pena porque ha pasado ya un rato desde que Les prometí un maratón y no cumplí con ello, perdón :( estoy tratando lo prometo lol

EN FIN, que quiero que se note que en algunas partes, particularmente la de Historia, a veces la narración o el POV cambiaba de Historia a Erwin o a los otros comandantes entonces espero que no haya ninguna confusion ahí lol

ALSO, WOOOOO YA LO SAVEN Y NO REACCIONARON MAL LOL por ahora

OWFLLAKFAL ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO LOS AMO GRACIAS OOR TODO

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