Anormal | 1

By JustAlexG

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"Nada puede ser normal" La Academia de Artes y Defensa es una institución de gran prestigio, aunque no es c... More

Nota de la autora
1. Voluntariado en Haití
2. Grupo de idiotas
3. La Sinfonía
4. Sentimientos de Frederick
5. Familia de hermanas
6. Base de operaciones
7. La disculpa de Ry-Ry
8. Algo de pintura
9. Noche de guardia
10. Entrenamiento con el novato
11. Aspectos evidentes
12. Alien en el bosque
13. Problema con el fuego
14. Trampas en la tormenta
15. Clima resistente
16. Teorías en el escenario de prueba
17. Invitación en el baño
18. Tregua para la misión
19. Segunda (primera) misión
20. Tregua de palabra
21. Antes de la fiesta.
22. Casi cuatro cosas mal
23. Destellos entre confesiones
24. Razones de insultos y fobias (pt. 1)
25. Razones de insultos y fobias (pt. 2)
26. Encuentro incómodo y retirada (pt.1)
27. Encuentro incómodo y retirada (pt. 2)
28. Palabras anteriores
28.5. Cielo verde
29. Fogata con muchos malvaviscos
30. Destellos completos
31. Golpe de realidad
32. Verdad a medias
33. Equipo incompleto
34. Cena preparada
35. Imágenes impresas
36. En voz alta
37. Dos funerales
Nota final: agradecimientos e información

38. (Extra) Frederick y yo

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By JustAlexG


El auto nos había encerrado en un silencio sepulcral.

Natalia estaba conduciendo, con la vista fija en el frente. Sus manos estaban tensas alrededor del volante, los nudillos pálidos y sus uñas marcadas en el cuero. Ella solía portar un rostro serio, imposible de leer, sin embargo esta vez podía verse claramente que estaba enfurecida. Su sola presencia era imponente, pero cuando estaba molesta... Nadie sería tan estúpido para cruzarse en su camino.

—Nat... —intenté decir.

Ella alzó una mano, silenciándome. Volví mi mirada al camino.

Andrew estaba en el asiento trasero, tan o más furioso que Natalia. Su mandíbula tensa, con la mirada perdida en las gotas de lluvia resbalando por la ventana. Si algo teníamos en común los White era un fuerte temperamento y nadie en su sano juicio querría enfurecer a más de un miembro de la familia al mismo tiempo.

—Andrew... —supliqué.

Él negó con la cabeza.

—Nada de lo que digas será útil, Camila. Iremos a su casa y arreglaremos esto —gruñó.

Yo sabía que él no se refería a arreglar las cosas de manera pacífica, pero yo no deseaba crear más violencia. Estaba cansada de ella.

Natalia se estacionó frente a un jardín que daba hacia a una casa de color crema, con fachada pequeña y elegante. Yo había estado en esa misma casa apenas horas atrás, antes de que toda esta situación se me saliera de las manos. No había tenido la intención de que mi hermana y mi primo se involucraran.

La noche y la lluvia le daban una vista tétrica al jardín de la casa, lleno de gnomos y macetas sin flores, solo tierra. Un trueno sonó a la distancia.

Natalia y Andrew intercambiaron una mirada antes de desabrochar sus cinturones para salir del auto.

—Quédate aquí —me ordenó Andrew.

Negué con la cabeza. Desabroché mi cinturón y salí antes de que Andrew pudiese detenerme. La lluvia rápidamente comenzó a empapar mi cabello y ropa, pero esa era la menor de mis preocupaciones.

A paso seguro, Natalia fue a llamar a la puerta. Andrew se me adelantó y, cuando llegué a unos pasos a la espalda de mi hermana, extendió su brazo para no permitirme el paso. A su manera, yo sabía que también estaba intentando protegerme. Todo lo que Andrew siempre quiso fue protegerme.

La puerta se abrió, dejando salir la luz del hogar y contrastando con la silueta de un chico de dieciocho años. Aunque la noche no me permitía ver sus facciones, yo las sabía de memoria. Su cabello negro y piel clara, ojos oscuros y nariz aguileña, labios carnosos y mandíbula marcada. Hombros anchos, brazos fuertes, manos grandes. Torso ejercitado, piernas largas. Recordaba a la perfección mi tormento y mi salvación.

—Camila... —murmuró con sorpresa, ignorando por completo a mi familia—. Creí que... No contestabas mis llamadas, ni mis mensajes y me preocupé. Pensé que no volverías.

Desvié mi mirada al jardín, donde hacía no mucho le había concedido una segunda oportunidad. Donde, sin saberlo, había firmado mi ruina.

Derek hizo a un lado a mi hermana y salió a la lluvia para acercarse a mí, pero Andrew lo detuvo apenas a unos pasos de mí.

—Te acercas un milímetro más y te rompo la nariz —amenazó, apenas audible por la lluvia.

Entones Derek por fin pareció reparar en mi compañía: las dos personas más letales de mi familia. Andrew no temía de utilizar la fuerza bruta y Natalia no estaba a favor de utilizar sus manos para herir a alguien, no obstante, su mirada era suficiente para querer salir corriendo. Juntos podían destruir a cualquiera que se metiera con ellos. O conmigo.

—Escucha, Andrew —pidió Derek, alzando las manos en un gesto de paz—, lo que sea que te haya dicho Camila, yo puedo contarte la versión real. Ambos estábamos-

—Cuida bien tus siguientes palabras, Derek —dijo Andrew en un tono extremadamente tranquilo—, porque por cada mentira que digas, cada retorcida versión de la realidad que me cuentes... es una parte de tu cuerpo que rompo.

—Camila no nos dijo nada —añadió Natalia, cruzándose de brazos, indiferente a la lluvia y al frío—. No tuvo que hacerlo cuando la prueba está en su rostro. Un moretón en la mejilla es difícil de ignorar, Derek, ¿y un moretón de ese tamaño? —Resopló. —No hay maquillaje en el mundo que pueda cubrir eso, por más que Camila se esforzara.

Andrew empujó a Derek para alejarlo aún más. Yo solo me cubrí la mejilla con mi mano, avergonzada de haber sido descubierta. No se suponía que debía suceder así.

—Nat, está bien —dije, evitando el castañeo de mis dientes por el frío—. No duele. No es para tanto. Derek y yo lo arreglaremos, de verdad. Es nuestra relación y es un asunto que nosotros debemos hablar.

Derek me dio una sonrisa reconfortante.

—Camila tiene razón. Lo arreglaremos entre nosotros. Esto no volverá a suceder, lo prometo —añadió, mirándome a los ojos.

Le devolví la sonrisa y asentí. A Derek a veces se le salía la situación de control, pero no era nada que no hubiésemos arreglado antes. Él me quería y yo lo quería de vuelta, nunca me haría daño a propósito. Cuando él me gritaba era porque yo le importaba demasiado y yo causaba ese efecto en él. Él era bastante apasionado. Incluso cuando me golpeaba... tenía sus razones. Sencillamente no debía molestarlo y no habría consecuencias. Todas las relaciones tenían sus momentos difíciles y la nuestra no era la excepción, así de simple.

—Camila es víctima de una relación abusiva, no está viendo las cosas objetivamente —respondió Natalia, acercándose a mí. Se colocó a mi lado y rodeó mis hombros con su brazo. —De cualquier manera, no importa lo que prometas, Derek. No tendrás más poder sobre ella porque ustedes dos, a partir de ahora, dejan de ser pareja.

—Natalia —reprendí—, no puedes-

—Sí puedo —me cortó, lanzándome una de sus miradas petrificantes—. Soy tu hermana mayor. Estoy protegiéndote, Camila. Ahora no, pero algún día me lo agradecerás. —Suspiró.

—Cam, no puedes dejar que tu hermana te manipule de esta manera —reclamó Derek.

Andrew soltó una risa sarcástica.

—Y no le vas a decir a Camila qué hacer —amenazó de nuevo—. No la llamarás. No la visitarás. No la buscarás. No la verás. No la tocarás. En unos días te llegará el aviso de la distancia que serás legalmente obligado a mantener lejos de ella. Si lo ignoras, tu mayor preocupación no será cuánto tiempo estarás en la cárcel, sino cuánto tiempo estaré yo ahí por lo que te haré.

Derek bufó, con aquella sonrisa socarrona que utilizaba cuando sabía que había ganado la batalla.

—Andrew, todos en mi familia son abogados. Cualquier demanda contra mí, la anularán. Lo tuyo son solo palabras, amenazas vacías. Sabes que no puedes hacerme nada porque mi familia te-

El puño de Andrew se estrelló contra la nariz de Derek.

Crac.

Derek cayó al césped, con la lluvia apenas limpiando la sangre de su rostro. Intenté ir con él, pero Natalia me detuvo. Andrew ni siquiera hizo una mueca de dolor al dar el golpe, como si sus nudillos estuviesen acostumbrados al impacto.

—Me importa una mierda tu familia —escupió—. Tú eres el que está en problemas. Tú te metiste con mi familia. Tú te atreviste a poner un dedo encima de Camila. Tú tuviste la audacia de manipularla a tal grado que nos suplicó que no viniéramos, porque estaba demasiado avergonzada de sus golpes. Ella debería estar enfurecida, no avergonzada.

—Pero no la culpamos a ella de nada de esto —añadió Natalia, con un tono suavizado, mirándome a mí—. Ella solo tiene quince años, no tenía cómo saber que eres un imbécil, Derek. —Después se dirigió específicamente a mí, colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja. —Mi hermana no tiene la culpa de nada.

Derek se puso de pie. En sus ojos reconocí ese brillo de rabia con el que comenzaban todas nuestras discusiones que terminaban conmigo aplicando maquillaje extra en zonas enrojecidas. Por acto reflejo, encogí mis hombros y retrocedí un paso, acción que no pasó desapercibida por Natalia. Ella notó que mi cuerpo estaba demasiado acostumbrado a recibir golpes.

Antes de que cualquiera pudiese hacer algo, Andrew tiró al suelo a Derek con otro golpe.

—Quédate ahí —ordenó, señalándolo con el dedo.

—Andrew —llamé. En algún punto había comenzado a llorar, pero la lluvia no me había dejado distinguir sus gotas de mis lágrimas. —Por favor. Detente. Derek no merece esto. Él es buen chico. Todos tenemos defectos, es normal. Por favor, déjenlo en paz. Hay que llevarlo al hospital.

—Camila. —Andrew sacudió la sangre de su mano y me tomó por el hombro, mirándome fijamente a los ojos. —Piénsalo bien. Imagina que esta no fuera tu relación, que fuera la relación de una amiga tuya o yo qué sé. Ves que su novio la golpea, ¿crees que eso está bien? ¿Crees que su novio es un buen chico?

—Derek... él no...

—Camila. Piénsalo.

Pensé en Lucy. Ella no tenía novio, pero si lo tuviera y si viera que ella escondía sus moretones como yo lo hacía... le diría que saliera ahí de inmediato. Le diría que él no valía la pena. La convencería de dejarlo, incluso si era necesario arrastrarla conmigo y terminar con él yo misma. No dejaría que Lucy sufriera más.

—Pero Derek es diferente —insistí—. Derek no-

Mi hermana me interrumpió rodeándome con ambos brazos. Por un momento me quedé en silencio, sorprendida por la acción. Hacía tiempo que no recibía un abrazo de ella, había olvidado lo que se sentía.

—Lo sé, Cami —murmuró contra mi oído—. Sé que piensas que es diferente, que va a cambiar por ti, que no volverá a abusar de ti. Lo sé. —Me dio un beso en la frente. —Pero no es así. Chicos como Derek... no cambian. El ciclo continúa y empeora. Yo sé que ahora te puede doler, puedes creer que Andrew y yo somos los enemigos, y está bien. Puedes odiarnos y está bien, porque al menos significa que sigues viva y fuera de esta relación. —Suspiró y limpió el agua de mis mejillas. —Confía en tu hermana mayor, solo por esta vez.

Le lancé una última mirada a Derek, quien lentamente se estaba poniendo de pie, para no alertar a Andrew. Yo seguía creyendo en él, seguía confiando en que él podía cumplir las promesas que anteriormente había roto.

Pero recordé todas la veces que mi hermana me defendió cuando éramos niñas, las veces que peleaba con mamá por cada vez que me lanzaba alguno de sus comentarios hirientes. Mi hermana podía no ser la persona más cariñosa, pero en definitiva era quien más me había protegido durante toda mi vida.

Aunque no estuviera completamente segura de lo que estaba haciendo, asentí hacia Natalia, segura de que al menos ella estaría haciendo lo mejor para mí.

—Vámonos —ordenó Andrew.

Natalia me dejó ir y negó con la cabeza.

—Ustedes váyanse. Yo pediré un taxi para dejar a Derek en el hospital. Los veo en casa.

Andrew dudó un segundo, como si estuviera analizando si era buena idea golpear a Derek de nuevo. Suspiró y ladeó la cabeza para indicarme que subiera al auto.

—Adiós, Derek —murmuré, sin verlo a los ojos.

Derek hizo un último esfuerzo y corrió hacia mí, casi resbalando por el lodo del jardín. Tal vez me hubiera suplicado una tercera oportunidad, tal vez me hubiera golpeado de nuevo, tal vez se hubiera disculpado, tal vez me hubiera abrazado. Nunca supe lo que hubiera podido hacer.

Andrew reaccionó antes que yo y se interpuso entre nosotros. Con un movimiento rápido de su puño, envió volando a Derek hasta el jardín de la casa contigua. Desde donde Natalia se encontraba, pareció que Andrew le había dado un fuerte golpe a Derek en el pecho. Sin embargo, desde donde yo me encontraba pude ver claramente que la mano de Andrew nunca tuvo contacto con el cuerpo de Derek. Fue como si el simple movimiento hubiera sido suficiente para lanzar a Derek a metros de distancia.

—Perfecto, ahora tal vez en el hospital nos reciban en el área de urgencias —masculló Natalia. Rodó los ojos y fue hacia Derek.

Esa fue la última vez que vi a Derek. Y la primera vez que vi a alguien más con poderes.

Subimos al auto, Andrew conduciendo. Me contuve de mirar atrás, temiendo que de alguna manera Derek lograra convencerme de regresar.

—Tú... —dejé el resto al aire, sin saber cómo continuar.

—Sí, sí, lo sé. Lastimé a Derek, lo siento, pero no lo siento. —Le restó importancia con un gesto.

—No... es decir, sí, pero no. ¿Cómo hiciste ese último... golpe?

—Años de clases de artes marciales, prima. Nada del otro mundo.

—Pero ni siquiera lo tocaste. No fue un golpe. Solo moviste tu mano y... Derek salió volando como si lo hubieras golpeado con una bola de demolición. ¿Cómo es eso posible?

Llegamos a una luz roja. Andrew me lanzó una mirada. Toda la ira de hacía unos segundos había desaparecido. Él no había estado molesto conmigo, solo con Derek.

—Creo que ya sabes cómo es posible —respondió con simpleza.

Desvié la mirada de inmediato.

Un año atrás había descubierto algo extraño en mí. Algo... fuera de lo normal.

Al principio creí que estaba siendo mi imaginación. El agua en la ducha se calentaba o enfriaba sin necesidad de que yo moviera la llave, sencillamente debía de pensar lo que deseaba y el agua obedecía. En un día de ventiscas me había esforzado mucho por el peinado que llevaba, pero el aire estaba arruinándolo, así que le pedí al viento que se detuviera y lo hizo. Una mañana llegué tarde a clase de química y realicé el experimento sin haber escuchado las instrucciones antes, por lo que mezclé dos sustancias incorrectamente y provoqué un diminuto incendio sobre la mesa de laboratorio; supliqué por lo bajo que el fuego se detuviera y se extinguió sin más.

Momentos así seguían sucediendo, hasta que caí en cuenta de que no eran solo suerte. Yo los estaba provocando. Un simple pensamiento y el agua, aire, fuego y tierra hacían lo que yo deseaba.

Pensé que me tomarían por loca, así que no se lo mencioné a nadie. Me tomó mucho tiempo, pero aprendí que podía controlarlos. Comencé a practicar en mi tiempo libre. Mi mayor logro había sido encender diez velas al mismo tiempo.

—¿Tú también tienes...? —dejé la frase al aire.

Andrew avanzó en luz verde.

—¿Magia? Sí.

Lo dijo con tanta naturalidad que por un segundo dudé de haber escuchado bien. Para él, la magia era... ¿normal?

—¿También puedes controlar los cuatro elementos? —Me sentí extraña diciéndolo en voz alta.

Andrew rio y negó con la cabeza. Dimos vuelta en una calle que nunca antes había tomado para llegar a casa. Una nueva ruta tal vez.

—Tengo diferentes poderes a los tuyos. Puedo teletransportarme, controlar cosas con la mente, utilizar mi voz como arma, viajar en el tiempo, levantar un autobús con mínimo esfuerzo y puedo duplicar mi propio cuerpo hasta llenar un estadio solo conmigo. Puedo hacer muchas cosas, pero los cuatro elementos no son lo mío. —Rio en algún tipo de chiste que yo no comprendí.

Mi única reacción:

—Uh... ¿qué?

Andrew sonrió, compartiendo una mirada empática.

—He querido decírtelo desde hace algunos meses —explicó tranquilamente—. Tus poderes no son únicos, hay miles de personas allá afuera con las que compartes habilidades. Nadie sabe cómo utilizar su magia hasta que descubre la Academia de Artes y Defensa. Ahí conocerás chicos y chicas como tú y podrás aprender mucho más de lo que has aprendido por tu cuenta, sin ofender.

—No estoy entendiendo nada.

Andrew me ignoró y continuó su explicación como si yo supiera de lo que hablaba.

—Yo soy profesor en la Academia, uno de los tantos. Es una institución global y se encuentra en un lugar donde solo podemos llegar por medio de teletransportación. Puedes ir a cualquier hora, siempre habrá personas con quienes entrenar y clases para inscribirse, en cualquier idioma que se te ocurra.

—¿Estás...? Andrew, espera. Me perdí en algo de que... ¿utilizas tu voz como arma? ¿Cómo es eso?

Andrew detuvo el auto en un callejón desierto. No me molesté en cuestionarlo, estaba demasiado distraída con el hecho de que la magia existía.

—Un grito mío puede enviar ondas de sonido que son capaces de romper muros de concreto —explicó con simpleza.

—¿Romper muros de...? ¿Cómo?

Andrew se desabrochó el cinturón e ignoró mi pregunta.

—Mi novia también pertenece a la Academia. No es profesora, pero tiene otras... responsabilidades. ¿Recuerdas a Russell, Índigo y Boston?

—Claro que los recuerdo, los veo a diario en nuestra cocina. Y en nuestra sala. Y en nuestro comedor. Y en nuestro garaje. Y en nuestro patio. —Rodé los ojos.

El grupo de amigos de mi primo eran prácticamente parte de la familia. Yo había crecido admirando a Kira, su novia, y con un ligero crush con Boston que claramente había provocado peleas con Derek. No hablaba mucho con ellos, pero me agradaban.

—Ellos también forman parte de la Academia —explicó Andrew—. Nos conocimos ahí, de hecho. Una historia que no puedo decirte, pero tal vez algún día sí.

Habían muchas preguntas en mi cabeza, pero decidí no gastar mi energía en pronunciarlas porque Andrew las ignoraría. Yo sabía que él guardaba secretos, como todos, pero nunca pensé que fueran de esa magnitud. ¿Magia? ¿Academia? Cuando era más pequeña, le pedía ayuda a Andrew con mis tareas y ambos terminábamos en llanto por la frustración. ¿En qué momento se convirtió él en un profesor? ¿Cuándo tenía tiempo de enseñar? Él estaba constantemente viajando por negocios a lugares misteriosos, ¿cómo era posible que...?

—Oh. —Pensé en voz alta. —Los viajes. Realmente no son por negocios, ¿o sí?

Andrew me dedicó una sonrisa ladeada, sacudiendo mi cabello como niña pequeña.

—Ya vas atando cabos —pronunció como padre orgulloso—. Serás una excelente adición a la Academia, Camila. Vamos.

Entrecerré los ojos.

—¿A dónde? Estamos en literalmente un callejón sin salida.

Agrandó su sonrisa.

—¿Confías en mí?

—Cuando utilizas ese tono de voz, no. Definitivamente no, Andrew.

—Dame la mano.

A pesar de mi resistencia, coloqué mi mano sobre su palma extendida.

Aquella vez fue mi primera teletransportación. Les evitaré los detalles, ya que no solo fue catastrófica porque vomité al llegar, sino también porque Andrew olvidó que la Academia tenía alarmas de seguridad contra intrusos y yo, al no ser estudiante, entraba en esa categoría. Corrimos un par de pasillos hasta que Andrew adivinó por qué nos estaban persiguiendo y aclaramos la situación. Por eso es importante realizarse el tatuaje antes de venir a la Academia (o al menos conseguir el permiso necesario). En fin.

Andrew estaba terminando de darme el tour por las salas de entrenamiento, donde vi a muchas más personas como yo. No solo controlando los elementos naturales, también controlando muchas más habilidades mágicas. Igualmente habían muchos chicos y chicas practicando distintos deportes o estudiando distintas materias en aulas especializadas. Andrew explicó que en la Academia era importante mantener un balance con lo mental, físico y mágico.

Todo estaba siendo tan irreal que por poco había olvidado lo que había sucedido unas horas atrás. Fui agresivamente recordada al verme en el reflejo de una ventana. Mi cabello y ropa seguían húmedos por la lluvia, así como mis ojos hinchados por el llanto. Lo que más resaltaba era el moretón en la mejilla, el último golpe que Derek me había dado. Ni siquiera recordaba por qué habíamos comenzado a pelear antes del golpe, solo recordaba cómo había terminado.

Andrew me vio observando mi rostro a través del reflejo. Tensó su mandíbula por un segundo, pero después la relajó.

—Vamos con Russell, creo que ahora está por terminar de dar su clase. Él podrá ayudarte.

Seguí a Andrew por la infinidad de pasillos que conformaban la Academia de Artes y Defensa. Vi que otros chicos se acercaban a él con dudas sobre su clase, pero él prometía responderlas en otro momento. Conocer esa parte de la vida de Andrew fue extraño, pero emocionante.

Había más personas como yo. No estaba sola.

Llegamos al aula donde Russell se encontraba sentado en el escritorio del profesor, revisando lo que yo suponía que eran exámenes o tareas. Ya no había ningún alumno presente, por lo que al entrar, Russell alzó la vista y nos recibió con una sonrisa.

—Así que por fin podemos darte la bienvenida a la Academia. —Se puso de pie mientras nos acercamos a donde él se encontraba. Fue cuando notó la marca de mi mejilla. Frunció el ceño. —¿Ya has comenzado a entrenar?

Negué con la cabeza y bajé la vista. No deseaba hablar de Derek. Aún me sentía demasiado avergonzada por todo lo que había pasado.

Andrew y Russell intercambiaron miradas, sin decir palabra. Casi pude decir que se leyeron la mente, pero no estaba segura. Andrew y Russell eran mejores amigos, tan cercanos que podían leerse la mente sin que la magia existiera.

—Bueno, cuando comiences a entrenar, estoy seguro de que te irá bien —Russell acercó su rostro para examinar el mío, sin dejar de hablar—. Tienes mucho potencial, ¿lo sabes?

Rodé ligeramente los ojos.

—Lo dices solo porque soy la prima de Andrew.

Russell sonrió cálidamente.

—Lo digo porque uno de mis poderes es ver el potencial en las demás personas. ¿Puedo? —Alzó su mano a centímetros de mi mejilla.

Asentí sin saber bien qué pretendía.

—¿A qué te refieres con "potencial"? —pregunté mientras Russell colocaba su mano sobre mi mejilla, sintiendo una ola de calidez recorrerme.

—Puedo ver cuántos poderes pueden desarrollar las demás personas. No sé cuáles, pero sé cuál es su límite. —Alejó su mano. —Puede ser un poder no muy útil para la mayoría de las ocasiones, pero me sirve para conocer un poco más de los demás.

Fruncí el ceño.

—¿Algo así como poderes empáticos? ¿Existen esos poderes?

Andrew rio.

—Sí, pero no son los de Russell. Él tiene un poder inútil, pero otros bastante útiles, como sanar heridas. —Alzó la barbilla para señalar mi ahora limpia mejilla. —Con algo de práctica, podrás descubrir cuáles son tus otros poderes.

—Si quieres conocer a alguien con poderes empáticos, uno de mis alumnos es Christian Patterson. Buen chico —comentó Russell—. Pero es nuevo en la Academia y aún no controla sus poderes. Si tú lloras, él llorará. Tal vez no es la mejor persona para tu primer entrenamiento.

—Um... ¿mi primer entrenamiento? —Miré a Andrew.

Andrew cruzó los brazos sobre su pecho.

—¿Creías que solo te traje para pasear por los pasillos? —Resopló.

—Bueno, yo...

Fuimos interrumpidos por un chico aclarándose la garganta desde la puerta. Su cabello rubio estaba desordenado, largo hasta las orejas. Portaba una sonrisa amigable y un aire relajado, como si no tuviera ninguna preocupación en la vida. Llevaba una carpeta delgada en mano, "F. Monroe" escrito en la esquina superior. Su apellido, supuse.

—¡Ah, Frederick! Adelante —invitó Russell—. Te estaba esperando. ¿Ese es el ensayo de tu tarea?

El chico entró al aula y entregó su carpeta.

—Sí, lamento la interrupción. Gracias por aceptármelo a esta hora, profe —habló con un acento que reconocí como australiano—. Acabo de llegar a la Academia para mi entrenamiento de hoy.

Russell le restó importancia con un gesto y le devolvió la sonrisa.

—No te preocupes por eso. De hecho, me gustaría presentarte a Camila White. Es su primer día aquí.

Frederick me sonrió. En ese momento noté su piel bronceada y ojos castaños. Era atractivo, demasiado tal vez, pero mi mente no tenía cabida para pensar qué tan atractivo era un chico, aún pertenecía a Derek.

—White. ¿Son familia? —preguntó Frederick, señalándonos a Andrew y a mí.

—Primos —respondimos al unísono.

Frederick asintió.

—Bueno, si es tu primer día aquí, puedo darte el tour por el lugar —ofreció.

—Esa parte está cubierta —repuso Russell—. ¿Pero tal vez podrías ser su pareja de entrenamientos? Solo mientras ella encuentra su lugar en la Academia.

—Frederick llegó a la Academia hace una semana —explicó Andrew—. También está en búsqueda de alguien con quién trabajar.

Frederick y yo intercambiamos una mirada. Parecimos llegar a la misma conclusión: no sabíamos nada del otro y podría ser un error intentar trabajar juntos, pero al mismo tiempo no teníamos una mejor opción. Así que nos encogimos de hombros y aceptamos sin más.

Andrew se quedó con Russell, avisándome que debía resolver un par de asuntos antes, por lo que Frederick fue quien me guio a través de los pasillos para llegar a alguna de las tantas salas de entrenamiento. Mientras caminábamos charlamos de cosas generales. Confirmó mi sospecha de que era australiano, comentó que su poder era teletransportación, que su tatuaje lo había obtenido dos días atrás y que casi no había dolido ya que era un tatuaje mágico, que no conocía a nadie más en la Academia...

—Lo que he visto es que muchos están inscritos en clases de pelea —dijo mientras dábamos vuelta en un corredor—. Supongo que por eso se llama Academia de Artes y Defensa. ¿Con qué te gustaría empezar tu entrenamiento? Podemos practicar algunos movimientos básicos de defensa personal, si te interesa.

Me encogí de hombros.

—Honestamente no me interesa. Tengo mala condición física y ayer me hice estas uñas. —Le mostré el diseño de mis largas uñas que seguramente se romperían al primer impacto con algo más. —No me gustaría arruinarlo.

—Oh, entonces eres de esas chicas —murmuró con una desconfianza tan evidente que fue cómica. —Pensé que como tu primo era Andrew White, estarías un poco más acostumbrada al trabajo duro.

—¿Qué estás intentando decirme? —Coloqué ambas manos sobre mis caderas.

Frederick se encogió de hombros.

—Si te preocupa más el aspecto de tus uñas que mejorar tus poderes, entonces no durarás ni cinco minutos en el entrenamiento, princesa.

Una chispa de molestia me llevó a tomarme la afirmación de Frederick como reto.

—Sé que crees que llamarme "princesa" es un insulto, pero en realidad es un halago. Las princesas son perfectas en todo sentido —sonreí inocentemente—. Y, para tu información, puedo preocuparme por el aspecto de mis uñas y mejorar mis poderes. Si tú no puedes hacer ambas cosas al mismo tiempo, entonces tú eres el problema.

Frederick rio.

—Eres orgullosa, ¿eh, Princesa?

—Algo —respondí con un sonrojo.

Frederick me analizó por unos segundos. Pareció ver algo en mí de lo que yo no era consciente, pero para él fue suficiente para convencerlo de que yo no era lo que él pensaba.

—Entonces permíteme disculparme. —Hizo una reverencia que me sacó una sonrisa—. Me equivoqué al juzgarte. Me harías un gran honor al ser mi compañera de entrenamiento y demostrarme que, en efecto, puedes preocuparte por tus uñas y por tus poderes sin ningún problema.

—Gracias. Dame unos meses y además demostraré ser la mejor estudiante de la Academia —guiñé un ojo.

—Oh, te creo —afirmó con seguridad.

Frederick rio y estrechamos manos.

Mi primer amigo en la Academia, Frederick Monroe. La persona que en cuestión de semanas sería mi más grande creyente y mi mayor apoyo. Él me vería en todos mis altibajos y se mantendría a mi lado. Se convertiría en mi mejor amigo y mi mejor aliado.

Hasta que, años después, moriría y dejaría de serlo. 









N/A

Buenaaas. Me desaparecí de Wattpad pero ya estamos de regresoo. 

Lo prometido es deuda jaja. Este capítulo no solo es importante por todo lo que sucede en la trama, sino también porque significa que ya estoy cerca de comenzar a publicar los capítulos de Anomalía. Estoy muy emocionada jajaj.

¿Quieren un spoiler de Anomalía? El capítulo 0 se llama "Derek y yo". Para odiarlo un poquito más jaja.

Oficialmente se termina Anormal¡Gracias por seguir hasta acá! <3

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