La velocidad no es la única ventaja del pájaro, sus plumas de fuego dejan intensas quemaduras con solo un roce, sus garras pueden partir los huesos con facilidad y su pico perforar la carne como si fuera mantequilla. Sin embargo, debido a la categoría de su contrincante estos atributos pierden un poco de eficiencia.
Cuando una loba tiene crías un viernes trece de luna llena el séptimo hijo nacerá bendecido por las fuerzas nocturnas. Dotado con corpulencia y resistencia superior a la que poseen las demás criaturas. Se alzará en dos piernas y andará por el mundo cargando una voracidad incontrolable. Si un hombre lobo marca a una presa la perseguirá hasta los confines de la tierra para destruirla.
La enorme bestia recibió muchos cortes por los ataques del canario. Pero su dura piel hizo que no fueran tan profundos. Las plumas rozaron su pecho a gran velocidad, al girarse logró evitar el daño. Con su mayor esfuerzo trataba de no quitarle los ojos de encima a su adversario, este frenó el impulso con un par de aleteos y se volteó para preparar el siguiente ataque. Los monstruos se analizaron un segundo; explosión, el lobo agudizó la vista, movió la cabeza y recibió un corte en la mejilla izquierda. Pudo darse cuenta de algo, las ofensivas tienen un patrón y ni el demonio se percató de ello. A las piernas, luego al torso o brazos, finalmente a la cabeza. El lobizón tenía la certeza de que el siguiente iría a sus patas.
Esperó, cuando se escucha el estruendo es demasiado tarde, debe prestar atención a los movimientos. Cuando el canario se mantiene flotando deja una estela de luz con el movimiento de sus alas, el césped debajo de él se ennegrece debido al calor que expulsa. Para dispararse se arroja con un fuerte aleteo hacia atrás. Y efectivamente apuntó a las extremidades inferiores, la bestia canina arrojó un puñetazo contra el suelo en una tentativa de contraatacar, pero no tuvo la agilidad necesaria.
—Casi te tengo...
—Ya deberías haber caído —contestó el ave con voz suave—. Eres resistente.
—O tú eres muy débil...
—Debo confesar que es la primera vez que lucho desde que tengo este cuerpo —el pico se movía levemente debajo de los ojos dorados—. Pero no dejaré que lastimes a mi bruja, aunque me cueste la vida.
—Ella no me interesa, yo quiero al humano...
El canario de fuego buscó un segundo a Jol con la mirada, estaba a lo lejos pegado a Diadema ayudándole con su puntería. No respondió por él, sin embargo, tampoco quería que saliera lastimado. Sin medir más palabras volvió a su ofensiva, obligando a la bestia a esquivar.
Trisha se quitó de encima a dos enemigos de cuatro patas escupiendo una bola de aire. Volaron muchos metros, uno incluso cayó sobre otro, tumbando a tres con un solo hechizo, aunque no tardaron ni dos segundos en recuperarse. La chica posee una velocidad envidiable para ejecutar las señales, por eso cuando quisieron atacar por delante y por detrás pudo realizar dos ventaval consecutivos antes de que la alcanzaran. Las rafajas de viento le quitaron la capucha.
Se vio rodeada con quince lobos. Esperaba que su demonio pudiera derrotar al lobizón mucho más rápido, pronto comprendió que no podía contar con ese apoyo. Los animales giraban lentamente a su alrededor, tratando de reconocer algún punto débil. En su análisis tenían en cuenta que lo único que la chica había hecho era repelerlos, creyeron que si lograban acercarse no podría dañarlos. Envueltos entre feroces ladridos asaltaron en grupo.
La chica se encontró con una situación apremiante, "tendré que ir en serio" pensó. Decenas de zarpas rasgaron la tierra con violencia mientras corrían hasta su enemiga. El frío nocturno remarcó el hálito de los presentes, pronto algunos exhalarían el último.
Los cabellos rubios se elevaron por la estática, delante sus ojos vieron a las fieras, por detrás sus oídos las escucharon. La emboscada era múltiple. Acercó las palmas a pocos centímetros una de la otra, más pelos flotaron, un leve destello iluminó entre los dedos unos segundos, luego se oyó un zumbido agudo antes del siguiente resplandor. Entonces la luz explotó en chispazos y las manos de Trisha se envolvieron de electricidad.
Los lobos ya estaban demasiado cerca, solo pudieron arrepentirse de haber atacado a una bruja. Más que eso, los pobres ingenuos quisieron enfrentarse a la prodigio. Los puños electrizados golpearon la tierra y cientos de rayos salieron expulsados en todas direcciones en una suerte de onda expansiva. Todos los animales en el radio fueron víctimas de la corriente y quedaron pegados al suelo vibrando levemente.
Durante un instante estuvieron atrapados en ese aturdimiento, cuando este acabó necesitaron recobrar el sentido antes de intentar moverse. Aunque solo fue eso, un intento. Ya que enseguida la bruja repitió el ataque, todos fueron golpeados de nuevo por esa energía punzante. Y otra vez, y otra, y ya en la quinta descarga el olor ahumado se tornó denso, los pelajes negros desprendieron humo y las fieras se desplomaron rigidas, petrificadas. Ni uno solo conservó el aliento.
Los mechones dorados descendieron, salvo por algunos pelos solitarios que conservaron la estática. Trisha se incorporó con calma, nunca la había perdido. Desde el primer instante supo gestionar sus miedos, quizás pecando de confianza, pero sus años de arduo estudio le permitieron esa tranquilidad. Aunque esta misma flaqueó cuando ella se volteó.
En la distancia su canario seguía dando su mejor esfuerzo sin muchos resultados. No por culpa del demonio, sino que su contrincante posee una resistencia extraordinaria. Falló el golpe contra la cara, al igual que los anteriores. El hombre lobo, ya acostumbrado al patrón de ataque, podía esquivar de manera sencilla y en la siguiente embestida finalmente pudo predecir con exactitud la trayectoria. Con un zarpazo detuvo al ave clavándola contra la tierra, justo cuando pasaba por debajo de sus patas.
El antropomorfo ya lo tenía en sus manos, pero se apresuró a matarlo, pues el ardor por el fuego era muy intenso. Lo levantó hacia arriba para estrellarlo con absoluta violencia contra el suelo, el pájaro chilló por dolor. Viendo que seguía respirando volvió a aplastarlo, el pico expulsó sangre y el tórax se hundió a causa de las costillas rotas. En un absurdo intento por soltarse picoteó débilmente la gruesa piel. Las llamas perdieron vigor y ya no molestaban. El corazón de Trisha se inundó con angustia como sus ojos de lágrimas, inconscientemente sus pies la llevaron a socorrer a su compañero, pero estaba muy lejos. El brazo del lobo se alzó de nuevo, el canario no resistiría otro golpe de esa magnitud, todos lo sabían.
Por ese motivo el filoso colmillo fue raudo y veloz para tajar la muñeca del monstruo. El daño causado por la lanza fue suficiente para que el canario quede libre, con sumo suplicio por las fracturas internas aleteo hasta su salvador.
—Con ese aspecto sí das miedo —dijo Jol sonriendo al herido—. Incluso después de recibir una paliza...
—Gracias por la ayud... —envuelto en una esfera de fuego regresó a la forma animal. Quedó tendido por la fatiga.
—Estará bien, puede curarse más rápido en ese estado ¿Verdad? —preguntó Diadema al poner la mano sobre el hombro de su amiga.
—Sí... —era la primera vez que veía los ojos rojos de la bruja sangrienta.
El lobizón bramó con furia ante la interrupción. Solo entonces se dio cuenta de la escena, el páramo cubierto con los cadáveres de su familia. Una ira incontenible se manifestó en su rostro canino.
—¡¿Qué hicieron?! ¡LOS MATARÉ! ¡LOS MATARÉ A TODOS!
El primero en recibir esa rabia fue el cazador por encontrarse más cerca. Pudo esquivar el primer golpe, pero el segundo vino muy rápido e impactó en la coraza. Fue gracias a esta que el chico no murió, de hecho, fue tal el poder que incluso vistiendo esa defensa la carne resintió el daño.
Ya derribado fue necesario rodar para evadir los siguientes zarpazos. Diadema no se hizo esperar, se desgarró las muñecas para obtener municiones. O mejor dicho, para hacerse con una sola; el fluido tomó forma de una gran espada.
Trisha la miró con asombro, recordó que frente a ella tenía a la auténtica prodigio. La perspectiva era la misma de aquella ocasión, cuando se vio cautivada por esa joven en la que nadie creía ejecutando hechizos como una experta. Sin embargo, la sensación no era igual, mientras más la admiraba, más profundos se hacían sus sentimientos. Cada latido de su corazón clamó por ella. Todo su cuerpo deseó el roce de esos labios, como una tortura incansable que nunca ofrece el último aliento.
El musculoso y peludo brazo que pretendía aplastar a Jol salió rebanado por los aires. La espada roja tenía un filo excepcional. Las venas del brazo cercenado no encontraron conducto y la presión provocó una explosión de sangre acompañada con un bramido de dolor. El monstruo buscó a la causante, aún más furioso, si eso fuera posible.
—¡HIJA DE MIL PUTAS!
La bestia hizo temblar el terreno con su embestida, los ojos rojos brillantes de Diadema no mostraron ninguna duda. Él mismo se condenó al reducir la distancia. La chica extendió los brazos y con las manos puestas como si estuviera tirando una soga extrajo el fluido colorado de la extremidad faltante. Con ese líquido consiguió tres espadas, una para cada miembro. El hombre lobo no tuvo manera de evitar el arrastre en la tierra.
La bruja se acercó al afligido que se retorcía con solo su torso. La sangre que brotó disparada la ensució por completo en la aproximación, sintió el pelaje meterse entre los dedos de sus pies cuando se paró sobre el pecho del monstruo.
—¿Cómo es posible...? —preguntó sorprendido por su derrota, entonces Diadema elevó los brazos recogiendo sobre ellos el líquido rojo que él perdía en abundancia, la cara de ella estaba teñida del mismo color, solo su mirada resaltaba. El fluido recolectado flotó en el aire imitando la hoja de una guillotina— Ah, ya entiendo... una bruja roja... nunca tuve oportunidad... —reconoció el lobizón antes de perder la cabeza de un plumazo.
Trisha quiso correr hasta su amiga para expresar su admiración con un abrazo, el cuerpo se lo demandó, pero Diadema tenía otras intenciones. Como si se hubiera olvidado que no estaban solos se le tiró encima a Jol.