Con la total imposibilidad de reaccionar, los amantes fueron separados. El grito de la criatura, que solo tuvo efecto sobre el muchacho, lo atrajo hasta sus hambrientas fauces. En un abrir y cerrar de ojos ya lo tenía retenido entre sus brazos, pegado a ella, cientos de tintineos sonaban debido a los dientes chocando contra el metal de la armadura del cazador.
El "torso" abierto de la neredi envolvía a Jol, pero la coraza le impedía devorarlo.
—¡Esto es asqueroso! —trató de zafarse, aunque el agarre era muy fuerte y sus brazos estaban apresados con los del monstruo.
—¡Aguanta! —Diadema sacó sus tijeras del zurrón y se cortó la palma— Por favor... funciona... —con la mano sana conjuró sobre la herida, unas pocas gotas de sangre reaccionaron, flotaron en el aire y tomaron la forma de agujas que la chica intentó usar como proyectiles, pero el poder era muy débil— ¡Por favor! —puso todo su empeño en una segunda tentativa, aunque los resultados fueron los mismos— ¡Mierda! ¡¿Por qué no puedo hacer algo bien?!
Corrió hasta el monstruo con las tijeras en la mano y las enterró en uno de los brazos. En medio de un gruñido de molestia golpeó a la bruja para quitársela de encima, esto sirvió para que Jol pudiera liberar su arma y con un contundente ataque cortar la extremidad de la bestia.
Esta lo soltó del todo y se alejó un poco. Entre aullidos desaforados pidió ayuda a tres neredis más que emergieron del agua para rodearlos. Una de ellas fue atravesada inmediatamente por Colmillo de Obsidiana. Diadema solo estaba armada con sus tijeras. Las demás se disputaron al muchacho con tres ruidosos gritos, Jol voló de un lado a otro. Cuando la neredi que ganó la disputa lo atajó lo suficiente quiso encerrarlo con sus brazos, pero el cazador puso su lanza en frente y el "torso" fue atravesado antes de que los cuerpos impacten. La criatura se quejó y con un poderoso puñetazo en la cabeza del joven lo apartó.
Este rodó por el suelo unos metros y trató de incorporarse rápidamente, los brazos le temblaron un poco antes de flaquear, hizo aún más esfuerzo y se puso de pie con unas piernas temblorosas.
—Di... —del cráneo de Jol bajó un notoria hemorragia que cubrió el lado derecho de su rostro— Di, no me siento muy bien... —tambaleó un segundo y se desplomó contra la tierra.
—¡Jol! —ante las neredis que se abalanzaron sobre el desmayado la bruja conjuró rápidamente un ventaval con movimientos ágiles que impactó en las tres, aunque por el gran tamaño de las aletas solo las movió unos centímetros. Inmediatamente recibieron un segundo impacto, y hasta un tercero. Los monstruos, frente a la molestía, se giraron y lanzaron varios gritos, pero su habilidad no tiene efecto sobre las hembras— Lo siento, querido... —el cuarto ventaval fue contra el muchacho inconsciente que voló hasta detrás de unas plantas. Las neredis quisieron ir tras él— ¡No se acerquen a mi hombre! —sin darles tiempo para reaccionar cubrió la zona con un iluzu, cientos de frondosos arbustos y árboles surgieron del suelo, además el interior de la ilusión lo rellenó con oscuridad como si la noche se hubiera adelantado.
Las bestias acuáticas deambularon sumamente confundidas, comenzaron a moverse en círculos, chillaron contra el aire sin más resultado que evidenciar su desorientación.
Diadema no perdió tiempo y corrió con el cazador. Al levantar su cabeza notó con desespero que la sangre seguía brotando. Las manos temblorosas se hicieron con la última poción curativa del morral y vertió el líquido suavemente para no ahogar al muchacho. Pronto la herida comenzó a cerrar y la pérdida de sangre acabó.
—Jol... —el efecto de la poción no sirvió para despertarlo. A metros, una neredi logró salir de la zona ilusoria. Tan pronto como descubrió a los amantes avisó a las demás y siguiendo los gritos también lograron escapar— Mierda... —la bruja intentó arrastrar al joven, pero no pudo moverlo demasiado, los alcanzarían fácil. La situación era mala, el peligro inminente y el tiempo de reacción escaso, sin embargo, ella posee una gran capacidad para pensar rápido e improvisar, la idea le vino al notar la mancha roja sobre el rostro de Jol. Acercó su lengua para lamer la sangre, dejando un rastro de limpieza por donde la saliva ya había pasado. El resultado fue inmediato, unas finas venas negras se marcaron en su piel y sus ojos se encendieron, al igual que su deseo, en un brillante color rojo— ¡Ah, que delicia! —gritó excitada.
A las criaturas ya las tenía encima, pero no llegaron a abrir la boca antes de ser expulsadas con un potente ventaval que las envió de regreso a la zona del espejismo. Diadema descubrió que en ese estado podía realizar hechizos sin necesidad de las señas y además la fuerza de los mismos aumenta, pues ahora fue capaz de hacerlas volar cuando antes solo pudo desestabilizarlas un poco.
Con su nuevo poder hizo un tajo en su mano nuevamente y esta vez sus intenciones tuvieron buenos resultados. Con la sana absorbió gran cantidad de sangre desde el corte, el líquido tomó una forma esférica y quedó flotando sobre su palma. Desde esta salieron disparados dos dagas de plasma rojo, con cada proyectil la esfera disminuyó su tamaño, ya que era la misma sangre que tomaba forma punzante para ser arrojada. La postura de la mano era como si estuviera sosteniendo una gran copa desde abajo, con la bola levitando en medio. Llena de vigor se adentró en su propio iluzu.
Las neredis volvieron a caer presas de la confusión. Deambulaban sin rumbo en busca de la salida, su inteligencia no les dejaba ver que bastaba con andar recto. El ambiente tenía un cambio drástico allí, pues se parecía a una noche cerrada, la oscuridad densa no les permitió ver de dónde vino el primer ataque. Un número de cuatro puñales rozaron a una de ellas, cortando parte de la cola y la cintura, iban para su abdomen, pero la puntería de la bruja no era tan buena. Ante el asedio desconocido comenzaron a aullar desesperadas, aunque solo atrajeron a un par de sapos que se encontraban en un mal lugar.
En ese lapsus una de ella recibió un disparo en uno de sus ojos y la otra en sus brazos. Diadema tenía claro que era inmune a sus voces, por lo que su ventaja era la distancia, pero también reconoció que desde lejos sus ataques no tenían precisión. Volvió a tirar, quería herirlas lo máximo posible antes de que se acaben las municiones.
Los monstruos cayeron presos del pánico al ser hostigados por un enemigo invisible. Pues desde su perspectiva los proyectiles salían desde la oscuridad en varias direcciones, tampoco oían pasos para determinar la ubicación o predecir por dónde se movía, lo único que lograron identificar fueron dos faroles rojos que aparecían y desaparecían en la negrura extrema. Los disparos impactaban, filosas hojas de sangre se incrustaron en aletas, manos, cuerpo, arrancando gruñidos de agonía en cada colisión, entre los que se mezclaban algunos aullidos de las bestias tratando de atraer al contrincante. Recibieron varias lesiones antes de que la ofensiva cesara, al parecer se acabó la carga. El miedo a la oscuridad era descomunal.
La situación se mantuvo calmada durante unos segundos. La neredis, cubiertas de cortes, rebuscaron con la mirada en todas direcciones, salvo la ciega que quedó golpeando el aire en una triste tentativa defensiva. No lograron divisar nada más que silencio. De súbito la bruja se infiltró en el rango de visión, lo más rápido que le permitieron sus pies corrió entre medio de los monstruos y se volvió a esconder en la oscuridad. Tuvo que esquivar algunos golpes para ese cometido, pero tenía una razón que justifica su osadía, pues el hostigamiento anterior no fue en vano, el propósito era hacerlas sangrar. En ese veloz cruce Diadema extendió su mano para recolectar el fluido y conseguir una esfera mayor sobre su palma. Su poder le permite utilizar la sangre de sus adversarios.
El siguiente ataque no fueron pequeñas cuchillas, sino tres auténticas espadas que cortaron al medio a la primera incauta. Llegó a gritar por reflejo y el cuerpo cercenado sufrió un par de espasmos antes de morir. Ante ese escenario las otras dos quisieron huir aterradas. Pero los faroles rojos no lo permitieron, la arremetida fue feroz, varias espadas salieron disparadas desde el bulto sangriento en la mano de la bruja cortando y desgarrando hasta quedarse sin proyectiles y dejando a las dos peces completamente desmembradas.
El hechizo ilusorio se acabó junto a los ojos brillantes de Diadema. Se tomó unos segundos para recuperar el aliento, se hallaba agitada por la lucha. Se sumergió en el estanque para lavarse de sangre y regresó con su amado para cuidarlo y protegerlo mientras duraba el desmayo, nada ni nadie podría tocarlo mientras ella estuviera cerca.