La amena conversación les impidió estar atentos a sus alrededores, esto los puso en ese aprieto. Los cuatro animales daban pequeños pasos rodeando a los incautos y mostrando sus colmillos. Los lobos son conscientes de que la superioridad numérica proporciona ventaja, aún así mantenían la distancia analizando los movimientos de las presas.
Diadema se posicionó a las espaldas de Jol, cubriendo la retaguardia y Azalea en el medio de ambos. Los tres estaban asustados, aunque los mayores no tuvieron tiempo para dejarse llevar por el miedo. No es que hicieron un esfuerzo mental heroico y conveniente, sino que no tuvieron tiempo para concentrarse en esa emoción, era más importante proteger a la niña.
Uno de los lobos se lanzó contra la bruja, y luego retrocedió. Solo fue un amague para comprobar la reacción de ella. Hicieron lo mismo durante unos instantes, pero Jol también respondió con el mismo tipo de amenazas, sabía que si no era así los animales entenderían que pueden atacar sin que ellos reaccionen.
La inteligencia de las bestias les permitía reconocer debilidades y riesgos. Por eso se tomaban todas esas precauciones para analizar la situación, supieron entonces que el más peligroso era el muchacho, no solo por ser el más grande en tamaño, sino que además sabían que debían tener cuidado con el Colmillo de Obsidiana. Con la bruja tenían dudas pero no les producía inseguridad, y estaban seguros que la presa más fácil era la niña.
Tenían un aspecto intimidante, los grandes colmillos, los ojos furiosos, los gruñidos feroces; todo era un conjunto que indicaba gran hostilidad.
—Diadema... —el cazador podía percibir la tensión, el ataque era casi inminente. Fue un mal día para salir sin su armadura— ¿Puedes sacarnos de esta?
—Es una situación complicada...
—Entiendo... toma a Azalea y huyan...
—¡No, hermano! —la pequeña se aferró a las ropas de Jol.
—Tranquila, hermanita. Estaré bien, siempre te protegeré, ¿recuerdas? —el chico mostró una sonrisa tan cálida como un rayo de sol.
De inmediato inició la ofensiva. Uno de los lobos saltó directo al cuello del cazador con los colmillos predispuestos, el muchacho ya estaba esperando eso por lo que su reacción fue inmediata también, lanzó un ataque cargado desde atrás y en pleno aire acertó sobre el animal, en ese momento pudo comprobar el auténtico filo en la hoja de Colmillo de Obsidiana, el cráneo de la fiera se abrió al medio y el cuerpo cayó esparciendo sangre por todo el lugar.
Al mismo tiempo, Diadema giró rápidamente y puso a la niña bajo sus brazos para salir corriendo. Uno de los atacantes mordió el mango de la lanza del cazador, que se había puesto en medio para protegerlas, el tercero intentó socorrer a su compañero incrustando los dientes en la pierna de Jol y zamarreando violentamente para quitarle el equilibrio. Pero, a pesar del evidente dolor, no hubo ni una pizca de flaqueza en la postura del muchacho. Con un fuerte empujón se quitó de encima al segundo para liberar su arma y estaba por matar al otro para hacer lo mismo con su pierna, pero...
Más abajo las dos chicas descendían a gran velocidad por una pequeña pendiente, la mayor era más rápida y casi que tenía que arrastrar a la otra tomándola de la mano. La inclinación les proporcionaba más celeridad, sin embargo, también se la daba al lobo que podían escuchar detrás de ellas, el tropel era cada vez más fuerte, cada vez más cerca. Cuando fue demasiado obvio ambas giraron instintivamente solo para encontrarse al feroz animal saltando sobre ellas, fue tan amenazante que el miedo las paralizó.
Se cubrieron el rostro con los brazos para protegerse, aunque no fue necesario. El Colmillo de Obsidiana lo clavó contra el suelo entre los típicos quejidos caninos de dolor, hasta quedar inmovil. Las dos alzaron la vista para encontrar a quien las había salvado, desarmado y teniendo que poner el antebrazo como protección ante el ataque del segundo animal, consiguiendo al fin derribar al cazador.
—¡NO! —gritó Azalea y tuvo que ser retenida por la otra.
—¡Tienes que quedarte a salvo! ¡¿Entiendes?! —la niña asintió con la cabeza. La bruja liberó la lanza del cadáver con sumo esfuerzo, pues era muy pesada para sus músculos, y con el mismo esmero la arrastró pendiente arriba lo más rápido que pudo.
El joven cazador se encontraba tendido en el suelo con las fauces aferradas en su extremidad; él lanzó potentes puñetazos sobre la cabeza del animal que tuvieron algún efecto aturdidor pero no el suficiente para soltarse. El tercero comprendió que no era necesario seguir reteniendo la pierna y fue directo al cuello.
Acto que no pudo concretar porque un fuerte ventaval hizo volar a los tres por los aires, tanto bestias como humano. Sirvió para separarlos. El muchacho se arrastró rápidamente hasta su lanza a los pies de la bruja, y esta alzó un muro concreto de hojas y ramas entre ellos y los lobos. Luego volvió a levantar otro detrás de las bestias separados por unos pocos centímetros, dejando a los animales atrapados en una suerte de pasillo. Jol sin dudarlo ni un segundo buscó uno de los extremos y vio a los cautivos buscando una salida, el tiro era fácil, con un solo disparo atravesó a ambos y solo entonces Diadema aflojó sus brazos haciendo que las paredes se desmoronaran.
Los dos se miraron con total incredulidad ante lo que acababan de lograr y soltaron un suspiro de alivio seguido de algunas risas. Azalea se acercó tan feliz que no sabía a quién abrazar, e iba de uno a otro soltando pequeños abrazos de alegría. Contener el asombro también le fue difícil, llenó de preguntas a Diadema y esta, ya imposible de ocultarlo, confesó su relación con la brujería.
Una vez estuvieron de nuevo en la colina se tomaron un momento para comer el queso que había comprado Jol, junto a él estaba Diadema y frente a ellos de pie la niña imitaba los movimientos que había visto realizar a la hechicera.
—Y después hizo algo así... —movió las manos sobre su pecho— Y fiuu, ¡Salió aire de su boca! ¡Fue increíble! —Azalea fascinada.
—Bueno, pero tenemos que guardar esto en secreto. ¿Sí?
—¡Sí, hermano! ¡Y tú! —la niña se paró frente a la confundida bruja para apuntarle con el índice— ¡Tú serás mi nueva hermana!
—Yo nunca tuve hermanas... —contestó claramente abochornada.
—Parece que ahora tienes una —dijo Jol tras una risita.
Diadema miró a Azalea cerca de su cara con los ojitos anhelantes de una respuesta. Conmovida por esa extraña sensación de ser admirada soltó muy tímidamente un "está bien" y todo fue un alboroto de alegría. La niña se prendió al cuello de la joven para soltar algunos besos en sus mejillas, luego se recostó en su regazo de cara al cielo y admirar a su nueva hermana.
—Eso que hiciste con las paredes de hojas fue excelente —reconoció el cazador—. Los encerraste y yo pude matarlos sin mayores complicaciones.
—Gracias. Ese es wardamus. Se usa para crear barreras, pero a mí se me ocurrió que podría crear una segunda pared y apresarlos.
—Fue brillante. Podríamos llamarlo "el pasillo".
—Tiene sentido. Tú tienes un problema con tu arma —observó Diadema.
—¿Yo? ¿Cuál es el problema?
—Pues es una lanza que no puedes lanzar.
—¿A qué te refieres? No comprendo.
—Cuando la usaste para protegernos a nosotras quedaste desarmado.
—Es cierto, es que un lancero debe tener al menos dos lanzas, y si no es el caso solo debe ser utilizada cuerpo a cuerpo, pero la situación era crítica. Lo que importa es que estamos todos bien.
—Creo que puedo mejorar tu arma —anunció la bruja y capturó el interés del joven—. Pero debes acompañarme a un lugar. Necesitamos ciertos materiales.
—Claro, déjame pasar por la curandera, además de acompañar a mi hermana y enseguida regreso.
—Aquí estaré.
Los dos hermanos descendieron hacía las calles de Orhin, Jol arrastrando dos cadáveres de lobo, que era todo lo que podía cargar ante la falta de carro, y Azalea saludando animosamente agitando el brazo.