Observo la oscuridad del techo sin poder parar de pensar en Penny, dijo que la había agredido mientras esperaba a que Connor fuese por ella en la puerta del edificio donde esta nuestro departamento.
El golpe que tenía en la frente no era la gran cosa pero le dejaría una cicatriz, un claro recordatorio de que donde nos metimos no es un castillo de Disney sino que es como correr directamente hacia una manada de leones hambrientos.
— Voy a matarlos — había dicho el colorado mientras observaba a Penny.
— Ni se te ocurra hacer una idiotez. — le dijo Devon.
— Mapache y sus secuaces hicieron esto, ¿Vamos a fingir que no?— Connor estaba perdiendo los nervios.
—Vamos a esperar al diecinueve, no podemos seguir creyendo que todo podemos manejarlo nosotros.— Lo interrumpió Victoria.
— Debemos hablar con mis padres, ellos sabrán que hacer— El rubio apareció en escena, todo lo que estaba diciendo sonaba completamente ajeno a la información que yo tenía.
Claro, había sido estúpido pensar que había logrado averiguar todo de ellos.
Cierro los ojos por unos segundos pero el sueño no parece querer venir a mi, me recuesto de costado para poder observar mejor al cuervo, quizás mirando la perfección de sus facciones relajadas podría lograr hacer que la ansiedad desapareciese un poco.
Devon había prometido mañana darme las respuestas a todas mis preguntas incluso había dicho que no podía continuar así y que necesitaba entrenamiento para estar lista el diecinueve, cosa que no sirvió para mas que hacer entrar en un mar de preguntas sin respuestas. ¿Que coño era lo que había el diecinueve? ¿Entrenamiento para que...? ¿Para matar personas o simplemente defensa personal? Las preguntas me abruman y siento como el ácido del estómago sube por mi garganta amenazando con salir.
La imagen del hombre al que había asesinado viene a mi y nuevamente la satisfacción que había sentido en aquel momento aparece pero rápidamente esa satisfacción se vuelve odio.
<<No me arrepiento de nada>> Esas fueron las últimas palabras del malparido.
Respiró profundamente varías veces intentando calmar el temblor de mis manos, el deseo por volver a ese momento y acabar con su vida lo más lento posible me consume tanto que siento el impulso de ponerme en pie.
Me coloco boca arriba y esto hace que las largas pestañas del chico que duerme a mi lado se desplieguen mientras aprieta sus labios, está mirándome directamente.
Sus ojos me observan por unos instantes como si quisieran descifrar qué es lo que hago yo acostada en su cama, su ceño se frunce y cuando creo que me aventará por la ventana hace algo completamente distinto. Pasa uno de sus brazos por mi cintura y me atrae más cerca de su cuerpo.
El olor a jabón de manzana golpea mis fosas nasales mientras mi corazón galopa tan fuerte que temo que él pueda oírlo.
— ¿No puedes dormir?— pregunta haciendo que se me seque la boca.
¿Por qué carajos su voz debía sonar tan ronca... Tan jodidamente seductora?
Niego con la cabeza sin sentirme capaz de decir una palabra.
— Bambi, debes descansar... Mañana será un día realmente abrumador.— uno de sus dedos comienza a hacer círculos sobre la fina tela de la remera.
— No puedo.— logro decir— No soy capaz de tranquilizar mi propia mente.
—Esto— su otra mano toca mi cien— siempre te jugará encontra, la mente es el mayor enemigo del ser humano. Siempre buscará nuevas preguntas, nuevos problemas que resolver, nuevos miedos que afrontar. Siempre buscará algo para mantenerte ocupada, tú debes ponerle un alto o vas a volverte loca.
Loca. Que irónico.
— Tú me volviste loca.—respondo mientras me atrevo a rozar su pecho con la yema de los dedos —Me mostraste un mundo completamente distinto, me llevaste al borde de mis límites para luego hacerme caer.— pego completamente mi mano en su pecho—Caer en un infierno que resulta ser más atractivo que el cielo, mas reconfortante.
Devon no dice nada y solo se limita a pasar una de sus manos por mi pelo, sus caricias son tan suaves que no se en que momento todo se oscurece y me despierto al amanecer cuando siento un ligero ardor en el estómago.
Hambre.
Hacia días que mi alimentación estaba siendo nula y eso comenzaba a notarse en mi cuerpo, mis piernas estaban delgadas y ni hablar de mis brazos. Cierro los ojos por unos instantes recordando todas esas veces que mi madre me había obligado a dejar de comer para mantener mi figura.
Miro para ambos lados buscando al pelinegro con el que dormí anoche pero no hay rastros de él, así que lo que hago es ponerme en pie y salir del cuarto intentando hacer el menor ruido posible. Estamos en su departamento, no es el mismo en el que asesinaron a Kenai, es uno mucho más pequeño. Con ventanas con rejas y una puerta con más de tres cerrojos, los muebles también son escasos lo que me lleva a pensar que ni siquiera está aquí durante el día.
Luego de recorrer con los ojos el pequeño espacio y comprobar que no hay nadie vuelvo al cuarto para tomar mi celular.
Mamá.
Hija, ¿cómo estás? Te llamé varias veces. Comunícate conmigo cuando leas esto.
Cuando estoy por responder el mensaje escucho como la puerta principal del departamento se abre lentamente.
— Bambi. ¡Despierta! — su voz es firme así que me asomo por la puerta del cuarto para que note que estoy despierta mientras me tranquilizo al ver que es él.
En cuanto sus ojos se colocan en mí una sonrisa aparece en sus labios, luce distinto. Quizás sea por la gorra negra que lleva en la cabeza o por el hecho de que los mechones de pelo negro no le cubren los ojos, no lo sé, pero se ve mucho menos peligroso y más amigable.
—¿Y bien?— digo en forma de saludo.
— Lo primero que haremos será desayunar, así que ponte esto y vámonos— me lanza una bolsa que dentro tiene unas botas de montaña, una calza negra y una musculosa del mismo color.
Sin decir una palabra voy al baño y me pongo la ropa que me ha dado, mirándome en el espejo no me veo tan mal. Incluso comienzo a parecerme a de ellos, rostro serio e inexpresivo, ojeras y pequeños moretones en el cuerpo. Recojo mi pelo en una alta cola de caballo haciendo que me vea aún más estilizada, paso mi lengua por mis labios y me siento lista para salir.
(...)
Dos horas después cuando ya nos encontramos en terreno frondoso siento como el café y los panqueques que habíamos desayunado hacen estragos en mi estómago, fue una pésima idea dejar el auto tan lejos de la estúpida cabaña donde Devon dijo que comenzaría el entrenamiento. Lo veo moverse con agilidad, como si caminar entre árboles destrozados fuese lo más normal del mundo.
Inclinó la cabeza hacia arriba para observar mejor el cielo que esta siendo invadido por unas nubes espesas, en cualquier momento la tormenta se desataría en nuestras cabezas.
Caminamos unos minutos más y para cuando las primeras gotas de lluvia caen sobre la tierra nosotros nos encontramos delante de una cabaña enorme que me deja boquiabierta, creí que sería una cabaña como la del día de la fiesta incluso más pequeña pero no, es gigante.
Una vez estamos dentro Devon me guía por un pasillo estrecho que desemboca en una sala de estar con unos amplios sillones que están frente a un televisor gigante, los cuadros familiares captura mi atención pero en cuanto veo las grandes estanterías con libros toda mi atención se dirige a ellos, libros de todo tipo, psicología, criminología, balística, historia, medicina, incluso creí ver un libro de obstetricia. Por otro lado el Cuervo abre una puerta y sin siquiera comprobar si lo estoy siguiendo comienza a bajar unas escaleras que desemboca en lo que creo es el sótano más elegante que he visto.
Las columnas de palo están pintadas de un color marrón oscuro brillante que le da un aire antiguo al lugar así como el candelabro que cuelga del techo, veo dos sillones blancos, otro televisor colgado a la pared, una mesa de cristal con cuatro sillas blancas, un cuadro gigante que parece ser pintado a mano y otra mesa que esta tapada con una lona verde musgo.
En el rincón del lado derecho hay una pequeña ventana que me deja ver como las gotas golpean con fuerza con el suelo, desde aquí adentro la lluvia no se escucha por lo que tranquilamente podríamos fingir que un fuerte sol está partiendo la tierra. Desvío mi mirada de la ventana y entonces veo el momento exacto en el que Devon quita la lona verde de la segunda mesa.
—¿Cerdos...?— digo mientras un pequeño escalofrío me recorre de pies a cabeza.
— Es lo mas parecido a la carne humana que hay.— me explica— ¿O acaso quieres comenzar directamente con personas?
La propuesta resulta tentadora pero me aferro con fuerza a la poca cordura que me queda.
— Los cerdos están bien.
El Cuervo asintió lentamente como si esa fuese la respuesta que quería escuchar.
—Bien, ven aquí.— dice mientras comienza a caminar hacia otra puerta que está oculta detrás del cuadro gigante del paisaje con la mansión.
Miro por unos segundos los pilares gigantes de la mansión del cuadro y el fondo con nieve, no hay rastros de personas pero si hay unas huellas que resultan ser terroríficas dirigiéndose hacia la puerta blanca. Parpadeó varias veces y apartó rápidamente la vista del cuadro antes de que me consuma el misterio que representa esas huellas.
Ya nada puede sorprenderme. Pensé luego de ver a los cerdos sobre la mesa pero... Un cuarto repleto de cuchillos, armas de fuego, espadas y todo tipo de artilugios para una matanza me quitan el aliento por completo.
— Preparé esto para tí,— extiende un juego de cuchillos y siento como una sonrisa inconsciente tira de mis labios al ver que tiene un venado dibujado en los mangos de marfil.— Ya no vas a tener que correr, Bambi.
Tome ambos cuchillos con la palma de mi mano, finos pero letales en las manos correctas.
— Son preciosos.— susurré mirandolo directamente.
— Lo son.— concuerda.
Luego de que el Devon eligiera varias armas salimos del cuarto y nos concentramos en colgar los cuerpos de los cerdos a unos ganchos que había en el techo, la verdadera acción estaba por comenzar.
— ¿Qué es lo que hay el diecinueve?— pregunto mientras con cuidado paso el dedo índice por el filo de los cuchillos que me ha dado.
— No tan rápido, bonita. — responde mientras se quita la gorra haciendo que sus cabellos vuelvan a su posición habitual sobre sus ojos.
— Dijiste que responderías mis preguntas— le recuerdo y esto lo hace reír.
— Lo dije pero no explique las reglas.
¿Reglas?
— ¿De qué estás hablando?— inquiero.
Camino hacia mi y con delicadeza me quita los cuchillos de las manos.
— Solo lo explicaré una vez, — Coloca un pie delante y otro atrás— Debes pararte derecha y tomar el cuchillo por la punta del filo— Muerde ligeramente su labio inferior mientras observa el cuerpo del animal colgado del gancho—. Esto hará que al tirarlo con impulso se dirija a donde tú quieras.
Lanza el arma blanca y esta se clava justo en el centro del pecho del cerdo.
— Con cada tiro que aciertes te ganas una respuesta. — concluyó sin darme la chance de retrucar.
Quita el cuchillo del cerdo y me lo devuelve manchado de rojo.
Imitó cada uno de los movimientos que él ha hecho y lanzo el arma por los aires pero esta solo golpea el cuerpo del animal y cae al suelo haciendo un sonido extraño. Lanzo el segundo cuchillo y ocurre exactamente lo mismo.
Joder. Lo hizo ver tan fácil.
Lo intento dos veces más, tres y luego cuatro pero para cuando estoy por tirar el cuchillo por quinta vez él se coloca detrás de mí, me toma por la cintura y corrige mi postura. Luego coloca su mano encima de la mía y dice:
— Con calma, analiza la situación.— susurra en mi oído haciendo que me percate de lo cerca que está su entrepierna de trasero— apunta a donde quieres que vaya el cuchillo y con fuerza lo lanzas.
Hago lo que me dice mientras respiró profundamente.
El arma blanca vuela por los aires y ¡Zas! Se entierra justo en el cuello del cadáver.
Me volteó y quedó frente a él.
— Lo logre. — digo sin poder creerlo.
— Es una fiesta que organizan los padres de Evans y Victoria, se hace en un lugar alejado del pueblo en donde viven. Van cientos y cientos de personas...— responde mi pregunta mientras se aleja de mí y va a buscar el cuchillo que segundos atrás tiré por los aires— Durante esa fiesta mueren diecinueve personas, no son personas al azar, por lo general son turistas o gente del mismo pueblo que ha hecho cosas muy malas.
—¿Y porque Evans dijo que no estaba lista para ir?— inquiero intentando analizar todo lo que ha dicho.
—Hum, esa es otra pregunta.
Ladeo los ojos para ambas lados con desesperación y lanzo el cuchillo sin molestarme en pedirle que se aparte, el arma se clava en la zona íntima del cadáver y Devon me mira entrecerrando los ojos.
— Lo que hace tu deseo de saber más.— dice sacando el cuchillo que acabo de tirar.
— Responde mi pregunta— me devuelve los dos cuchillos y se cruza de brazos haciendo que sus bíceps se marquen aún más.
— No lo sé en realidad, pueden ser dos opciones.— responde simplemente— Uno le agradas y no quiere que estés en peligroso, dos quiere sacarte del caminó y dice que no estás lista como una excusa.
Lanzo el cuchillo pero este cae al suelo así que rápidamente lanzo el otro que si se clava en el cuerpo.
— ¿Él aún cree que voy a traicionarlos?— Pregunto mientras voy a recoger los cuchillos.
— Si, Evans no es una persona que confía mucho.
Pierdo la noción del tiempo que paso tirando cuchillos al cadáver que comienza a quedarse sin sangre que derramar. Ya le había agarrado la mano a lanzar el cuchillo por lo que mis preguntas obtenían una respuesta casi inmediata.
En resumen la familia de Evans y Victoria una vez al año organizan una fiesta, que para ser más precisos es el diecinueve de febrero, o sea en dos semanas donde atraen a turistas y gente del pueblo para despistar a la policía de lo que realmente ocurre puertas para dentro.
Es una matanza.
— ¿Cómo es que nadie se da cuenta de lo que ocurre?— Pregunto.
— Los cuerpos desaparecen.— responde— Igual que las personas que lo descubren y no son parte del grupo.
Las miles de preguntas que tenía en mente comienzan esfumarse, mi mente iba a colapsar de tanta información.
— ¿Quién es mapache?— pregunto mientras lanzó el cuchillo y este se entierran en el pecho.
— Ya lo sabes.— dice pasando una de sus manos por su cabello— Un maldito loco al cual por jugar a los súper héroes le matamos a sus dos hijos, unos asqueroso degenerados. Él juro vengarse y hasta ahora lo esta logrando, todo se nos fue de las manos.— sonríe cuando me ve tirar el cuchillo simplemente porque si— Por eso debemos ir el diecinueve y hablar con los padres de Evans para que nos ayuden, un chasquido y mapache desaparece.
—¿Y porque no han ido antes?
— Ellos no están muy de acuerdo que digamos con la relación de Victoria y Evans.
—¿Ellos son...?
— ¿Hermanos? No, o mejor dicho no de sangre. Cuando los padres de Victoria murieron ella fue a un orfanato. su tío se enteró de lo sucedido mucho tiempo después y la fue a buscar, resulta ser que su tío estaba casado con la madre de Evans.—me explica— Holgël, es como un padre para Evans, es quien lo crío. Se podría decir que son como hermanos.
La información se almacena dentro de mi cerebro y justo en ese momento un pequeño flashback de cuando llegaron los policías a la universidad llega a mi mente.
<<— la bala pertenece al mismo revólver con el que mataron a al profesor>> había dicho el policía.
Siento un nudo en la garganta y por unos instante ambos nos quedamos en silencio, lo único que se escucha es el goteo de la sangre contra el suelo.
— ¿Asesinaste a un profesor...?— me veo incapaz de continuar asi que solo me limito a lanzar el cuchillo y esto lo hace sonreír— Olvídalo.
—¿Porque mataría aún profesor, Chloë?— Escuchar mi nombre en su boca es raro pero no tanto como ver el destello de satisfacción que emana de sus ojos.
Él quiere que continúe con mis preguntas.
Lanzo el segundo cuchillo y entonces él sonríe.
— No lo sé.
—¿Porque insinuó que quería tener sexo contigo y hace lo mismo con otras alumnas?
Una vez dice la última palabras sus ojos se arrastran por mi cuerpo analizando hasta el más mínimo movimiento que represente nerviosismo, pero no hay nada. No estoy nerviosa ni mucho menos con miedo.