La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 159

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By marlysaba2



Buscó entre los sobres la última carta, aquella que debía haberle escrito poco antes de decidir ir hasta allí. Y lo hizo con una repentina luz en su mente, con una especie de intuición que la conducía hacia ella. Con manos temblorosas la extrajo del sobre.

"Hola, Alba.

Es la última carta que te escribo. La próxima vez que te cuente algo espero que sea cara a cara.

No sabía si contártelo porque quería que fuera una sorpresa, pero... no ha sido solo idea mía, para ser sincera, Adela me ha convencido. ¡Está como una cabra! Pero si no llega a ser por ella estos meses hubieran sido un infierno. Verás he estado haciendo unas averiguaciones y aún está a la venta vuestra casita, ¿la recuerdas? ese terreno junto al lago que me enseñaste la primera vez que me llevaste a la aldea de Yumbura y que me decías que Germán y tú bromeabais con que era vuestro. Voy a comprarlo. Tenías razón ¡es perfecto! ya lo he puesto todo en marcha, reformaré la casa y construiré una pequeña carretera de acceso, también tengo las solicitudes para que llegue hasta allí el tendido eléctrico, y para poner una bomba de agua. ¿Qué te parece si me meto a plantar té o caña de azúcar y criar cabezas de ganado? ya sé, ¡es una locura! pero ¿qué quieres que te diga? ¡me siento viva y con ganas de hacer locuras!

Me he hecho muchas preguntas, por supuesto con pocas respuestas, y creo que me veo perfectamente en ese ambiente por unos años... No sé, ¿qué te parece a ti? ¿me crees capaz? No me vayas a decir que no, que llevo mentalizándome para enfrentarme otra vez a las cucarachas gigantes. ¡Se me eriza todo el bello cada vez que las recuerdo!

Estoy mareada de tanto pensar, pero como dice Ade, ya era hora de liarse la manta a la cabeza. Y tiene razón, los próximos que cumpla son los cuarenta, la mitad de la vida, y ya está bien de perder el tiempo. Por fin he conseguido escapar, escapar de todo el miedo que me atenazaba para romper con todas las ataduras y reconocer que lo único que en verdad anhelo es pasar el resto de mi vida contigo. ¿Qué me dices? ¿podrás perdonarme y aceptarme? Bueno, a mí sola no porque llevo compañía, ¡no te lo vas a creer! Pero te escuché cuando me echaste en cara lo de Mara. Para ser sincera Adela también ha influido mucho. Hace tiempo que acariciaba la idea y al final me decidí a solicitar su acogimiento temporal y comenzar los trámites de adopción. Así es que ya ves, ¡nos presentamos allí ¡dos en lugar de una! Pero no te vayas a agobiar que quiero que todo salga perfecto. Ya te contaré mis planes, pero eso será en persona.

Quería decírtelo antes de presentarme allí por sorpresa, te he llamado, te he llamado muchas veces, unas he colgado y otras ha sido imposible establecer la comunicación, Adela tampoco lo consigue, está claro que no os ha llegado la radio o que Grecco no la entiende. O quizás la situación ha empeorado desde que salimos de allí, ya sabes que aquí las noticias llegan con cuentagotas y la mayoría ni llegan. Quizás sea yo la que llegue antes que esta carta y quizás cuando lo haga me mandes a paseo. Aún así te entenderé.

Una cosilla más, esta carta no va sola, te envío un pequeño sobre dentro de ella, no puedes abrirlo hasta no leer esto, pero como te conozco y sé que lo abrirás, antes de nada, te he escrito una nota en él y para que veas que esta vez no me olvido de lo más importante ¡el anillo! Espero que te esté bien y te guste.

Tengo unas ganas inmensas de verte mi amor. ¡No imaginas cuántas! Un beso, donde tú ya sabes.

P.D.: lo del beso es solo si has dicho que si"

Sonrió. No pudo evitarlo. Natalia había sido capaz de arrancarle una sonrisa cuando más derrotada estaba. Suspiró nostálgica y se levantó. "Tú si que no imaginas cuánto me hubiera gustado compartir mi vida contigo, mi amor. Ser felices juntas", murmuró entre dientes.

Permaneció un gran rato releyéndola una y otra vez. No podía creer que hubiera comparado aquel terreno. ¡Si Germán le había dicho que era de un inglés! Natalia no dejaba de sorprenderla. Después de leer esa carta se sentía algo mejor. Natalia confiaba en ella, en su amor, y aunque no había sido capaz de leer entre líneas cada vez que habló con ella, ahora sabía que no se lo tuvo en cuenta. Ahora sabía que Natalia la amaba y que era capaz de dejarlo todo por ella. Sería la mujer más feliz del mundo si no fuera porque eso le había costado la vida.

La risa de Mara llegó a través de la ventana y la enterneció. Natalia quería mucho a esa niña, y había confiado en ella para educarla juntas. Algo que ya no podrían hacer. Sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más, pero tomó aire y se las enjugó. Germán tenía razón, había que hablar con la niña cuanto antes. Salió al exterior dispuesta a buscarla, pero no hizo falta porque como ya había supuesto seguía jugueteando en el patio.

- ¡Mara! – la llamó con la mano y la niña corrió hacia ella.

- ¿Ya estás buena?

- Un poco mejor.

- ¿Quieres jugar conmigo?

- Luego. Anda siéntate aquí a mi lado, quiero... contarte una cosa.

Alba se sentó en el escalón de la cabaña, tenía la sensación de que sus piernas eran de mantequilla y no iban a sostenerla por mucho tiempo. María hizo lo mismo, se sentó a su lado mirándola con curiosidad.

- ¿Es un secreto? – le preguntó la niña con cara de ilusión.

- No. No es un secreto – apretó los labios y tomó aire, le iba a resultar más difícil de lo que había imaginado hablar con ella, explicarle que Maca había muerto y que no podría seguir allí, en Jinja.

- ¿Y qué es?

- Antes me has preguntado si Nat va a venir... y... verás... Maca está en un lugar del que no va a volver.

- ¿Por qué? ¿no quiere?

- No es que no quiera, es que no puede.

- ¿Por qué?

- Porque es un sitio donde está muy a gusto, y muy contenta y... es como un jardín lleno de flores... y...

- ¿Y yo puedo ir?

- No, cariño, tú no puedes ir.

- Pero yo quiero ir con Nat. Ella me dijo que iríamos juntas a todos los sitios y...

- Pero a este no puede ser.

- ¿Y si le damos una sorpresa y vamos a visitarla? Cuando yo me fui del poblado visitamos a María José y se ponía muy contenta.

- Pero esto es diferente, Nat... Nat ya no puede vernos ni escucharnos, en ese sitio Nat... ella... está dormida para siempre.

- ¿Y Thersi está con ella? – era la primera vez que la niña preguntaba por la perra.

Ya le había sorprendido que no lo hiciera antes.

- Claro, están juntas.

- ¡Qué bien! – saltó contenta – Pancho una vez se perdió en el campo y volvió muchos días más tarde y María José me dijo que los perritos nunca se pierden y siempre encuentran el camino para volver a casa, ¿verdad?

- Sí, los perritos son muy listos.

- ¡Entonces Thersi le enseñará el camino a Nat para volver!

- No, cariño, esta vez no será así. Porque ya te he dicho que están dormidas y no pueden despertarse nunca.

- ¿Cómo mi abuelita? Maca me dijo que estaba dormida.

- Sí, como tu abuelita.

- Pero eso no puede ser.

- Sí, lo es cariño.

- No, porque Nat me prometió que viviríamos aquí y que... yo confiara en ella que siempre cumplía sus promesas.

- Te he dicho que no puede ser, y que no va a ser.

- Pero si yo se lo pido a mi atrapasueños pasará – le dijo con ilusión.

- Hay cosas que no puedes pedirle y que aunque se las pidas no pasarán.

- Pero siempre pasa lo que le pido.

- Porque son cosas fáciles.

- Le pedí vivir con nat y pasó. Le pedí no ir más a ese cole horrible y pasó – la niña habló algo enfurruñada y Alba asintió.

- Bueno... tú pide lo que quieras – le sonrió - pero esto no va a pasar.

- Sí va a pasar – afirmó convencida.

- No cariño, no puede pasar.

- ¡Tengo una idea! – exclamó con una sonrisa - ¿y si lo pedimos juntas?

- ¡Te he dicho que no va a pasar! Y deja ya de decir eso – comenzó a impacientarse.

- ¿Por qué? ¿no quieres que vuelva?

- Mara, cállate un rato. Y deja de decir tonterías. La niña se levantó y comenzó a danzar entorno a Alba.

- Atrapasueños, atrapasueños escucha este deseo... que Nat...

- Trae eso – se lo arrebató de un rápido tirón, incapaz de seguir escuchando a la pequeña.

- ¡No!

- Ahora mismo va a la basura

- No, no, no.

Germán, que llegaba con la manzanilla y el analgésico, se acercó corriendo al escuchar los chillidos y quejas de la pequeña.

- ¿Qué pasa? – preguntó extrañado del revuelo - Alba ¿qué pasa?

- ¡Mi atrapasueños! Dámelo, dámelo.

La enfermera, que tenía el brazo elevado impidiendo que lo alcanzara, lo bajó y se lo devolvió. Mara salió corriendo y se situó a una prudente distancia, observándola con temor.

- ¿Qué pasa niña?

- No lo soporto. No puedo soportarlo. Cree que Nat va a volver y no deja de repetirlo y yo...

- Es una niña. No puedes tratarla así.

- Lo sé – sollozó – pero... ¡No lo soporto!

Salió corriendo y entró en la cabaña.

Germán suspiró preocupado. Soltó lo que llevaba en las manos en el poyete de la ventana y se volvió hacia Mara con una sonrisa. La niña corrió de él unos metros.

- Ven aquí, Mara.

- No.

- Ven chiquilla, ¿no quieres un zumo?

- Sí – dijo con timidez - ¿me lo vas a quitar?

- Claro que no, ven aquí, que vamos a buscar a Margot y ella te va a dar el zumo y a jugar contigo un rato.

- Vale – se acercó a él con timidez y le tendió la mano.

En las últimas semanas se había acostumbrado a darle la mano a Natalia cada vez que salían de casa y a su corta edad, aunque no sabía muy bien porqué, sentía un placer especial al sentirse protegida de aquella forma. Germán la cogió y se la llevó de allí dispuesto a volver cuanto antes y hablar seriamente con la enfermera.

Alba se había tirado contra el sillón, odiándose por ser como era, por comportarse así con Mara cuando lo que debía hacer era cuidar de ella. Pero no podía, no se sentía con fuerzas, solo quería que Natalia regresara, como la niña, con la diferencia de que ella sabía que eso era completamente imposible, que por mucho que le pidiera a ese cazamoscas Natalia jamás volvería a ellas. Por eso no soportaba escucharla decir continuamente que lo haría, que Natalia cumpliría sus promesas.

- Nat – murmuró llorosa – mi amor...

Su pecho subió y bajó con rapidez con un suspiro profundo mezclado con el hipido que le provocaba el llanto. Cogió otra de sus cartas. Ya ni siquiera pretendía guardar un orden, solo quería saber de ella, sentir que estaba allí y que le contaba todas aquellas cosas. La abrió despacio, era más larga que las demás y eso le agradó, le gustaría que aquellas cartas no terminaran nunca:

"¿Sabes esos días en los que, sin saber cómo, de repente se te hacen eternos? Pues esa es la sensación que tengo, y me lleva ocurriendo todos los días desde que te marchaste, porque las horas parecen estáticas cuando te siento lejos. Deseo que pasen lo más deprisa que puedan porque anhelo volverte a ver. Aunque a veces me entra la aprensión y estoy convencida de que eso no ocurrirá nunca"

Alba levantó los ojos de la carta. Un escalofrío recorrió su espalda. ¡Qué razón tenía Natalia! parecían unas palabras premonitorias que la dejaron aún más desolada. Nunca imaginó que pudiera sentirse así por su culpa. Natalia nunca había sido abierta en cuanto a sus sentimientos, siempre se lo guardaba todo para ella, pero leer esas cartas, ver su alma desnuda de aquella forma, lejos de reconfortarla la hundía aún más, le hacía sentirse más miserable y más culpable. Sin embargo, no podía dejar de hacerlo. Retomó la lectura.

"No dejo de pensar en la noche que pasamos en el hotel antes de que te marcharas, quisiera haber podido tener en mis manos la forma para detener el tiempo, para permanecer eternamente acurrucada junto a ti, pegada a tu piel, aferrada a tu cuerpo, amando todo tu ser.

Ya ves... últimamente no ando muy animada. Si algún día vuelvo a verte ya te contaré porqué. Lo cierto es que de pronto todo lo que me rodea me parece superfluo, insignificante, y solo pienso en que todo pase cuanto antes y tú y yo podamos encontrarnos de nuevo. La otra noche soñé que estabas a mi lado, y me pregunto si alguna vez seré capaz de responder a esas preguntas que tus labios callan, pero tus ojos quieren conocer... Creo que esas preguntas que te has guardado son las que nos tienen separadas. Pienso... que la vida es cruel, me ha regalado un amor profundo, sincero y maravilloso... pero me lo arrebata una y otra vez...

¿Por qué te has ido? ¿me responderás alguna vez? No sé cuántas cartas he escrito ya. No sé de qué forma pedirte ya que aunque hayas dejado de amarme por lo menos te apiades de mí y me respondas. No puedo emprender una nueva vida si no eres clara conmigo, si pienso que en realidad todo esto es una prueba que me estás poniendo.

¿Por qué insististe tanto para que volviera contigo? Ya sé que te lo he preguntado antes pero es que no entiendo por qué pones a mis pies el universo entero, y cuando me tienes tocando las estrellas, cuando me tienes rendida, me lo arrebatas todo de nuevo. Me insistes en que todo eso está muy lejos de nosotras, que jamás volveré a tocarlas, que todo ha sido un espejismo en el que me hiciste feliz por un instante.

A veces cuando sueño despierta, me veo en una cama de sabanas de seda junto a ti, con el aroma de nuestros cuerpos impregnándolo todo, y cuando sonrió entregada a ti me doy cuenta que nada es real, que miro nostálgica al pasado y un dolor intenso se apodera de mí. Sí, últimamente la nostalgia se apodera de mi cada dos por tres, no dejo de recordar nuestros encuentros, los días de Jinja, y... cómo te despediste de mí. Hay veces en que creo que no ha pasado, que no has podido hacerme esto, que no has podido irte con una despedida como esa, sin apenas palabras, sin besarnos, yo intentaba decírtelo todo con la mirada porque no me salían las palabras y porque temía decir algo que lo estropease todo aún más y también intentaba comprender qué es lo que querías decirme con ese tono misterioso, con esos ojos tristes y huidizos... Creo que no fui capaz de entenderte que sigo sin hacerlo que por más vueltas que le de a la cabeza no voy a ser capaz de descubrir qué querías decirme. Pero me queda esa sensación de que mentías, de que me amabas y no podías reconocerlo, de que nos dijimos todo sin palabras y luego cuando te vi alejarte camino del embarque, parecías tan sola..., que estuve a punto de salir tras de ti, no me atreví. Pero quiero que sepas que no ibas sola porque te llevabas mi esencia, mi alma, mí amor... te llevaste todo de mí.

Hoy solo puedo decirte que te amo, que te siento y que sigo vibrando por ti, que no quiero pensar en el mañana ni en el ayer, que no quiero razones ni explicaciones, no quiero reproches de porque me dejaste ni quiero que desaparezcan las mariposas de mi estómago cada vez que escucho tu nombre, cada vez que te pienso, cada vez que te sueño porque, aunque no podamos estar juntas yo quiero seguir viviendo, la vida que me quede, amándote. Porque, aunque a veces esté convencida de que jamás te volveré a ver, otras creo todo lo contrario, creo que aunque recorramos nuestros caminos de forma separada, ellos siempre acabaran haciendo que nos encontremos. Aunque eso sería dejar todo en manos de la fortuna, o del destino y yo no quiero tentar a la suerte, quiero buscarla, y si todo sale como espero, abandonaré este camino e intentaré seguir el tuyo. Si me atrevo a hacerlo ¿me aceptarás en él? Tengo miedo de que no sea así, y al mismo tiempo la profunda esperanza de que lo harás, de que abrirás tus brazos, y simplemente me rodearas con ellos, sin preguntas, sin rencores, sin miedo. Solas tú y yo.

Ya estoy soñando de nuevo y esta vez despierta. La realidad es que no sé si este tratamiento funcionará, que no sé si volveré a verte antes de que todo vaya a peor, si siquiera sé si estaré viva para ese juicio en el que declararás en mi contra. No te lo dije en el aeropuerto, pero no me importa. Haz lo que debas hacer. Sé que será en conciencia y yo lo entenderé.

Y mientras...Esperare a que llegue la noche para unirme a ti, para imbuirnos en nuestro cielo particular, lleno de besos, suaves como caricias... de esos que te gustan tanto a ti, un cielo en el que nuestra cama será una nube de blanco algodón, en la que nos sumergiremos para amarnos sin importarnos el resto del mundo, porque ella será nuestro único mundo, y allí te susurraré al oído esos versos que siempre me pides, mi amor, esas palabras que no soy capaz de decirte frente a frente pero que convertidas en poema sustituyen mis sentimientos, esas palabras que guardo solo para ti, esas que hoy quisiera decirte y aunque no puedo, yo quiero creer que ya las sientes en ti.

Me estoy poniendo empalagosa y sé que eso no te gusta nada, o eso me haces creer. Pero lo siento, hace tiempo que no puedo ser borde, que no me sale serlo. Así es que será mejor que vaya despidiéndome. Te extraño, te necesito, te deseo... pero no me queda más en esta tarde gris, triste y lluviosa en que no sé nada de ti, que aferrarme a la intensidad de las imágenes que el recuerdo de aquellas noches compartidas en Uganda despiertan en mí. Aferrarme a las ganas de que me abraces y me susurres al oído que seré "el rostro que no puedes olvidar"

¡Un beso! mi amor".

- Nat – murmuró llorosa soltando la carta y tapándose los ojos con las manos - te amo, yo también te amo, te necesito y te deseo y te lo voy a demostrar - aseguró convencida.

Germán sonrió al ver a Mara más tranquila jugando con Margot. Se metió las manos en los bolsillos y se dispuso a enfrentarse a Alba. Entendía cómo debía estar sintiéndose y lo mal que lo estaba pasando, pero tenía que hacerla entender que esa forma de comportarse con quienes la rodeaban, con aquellos que también lo estaban pasando mal, no le iba a ayudar en nada. Era hora de que dejase de refugiarse en su cabaña y comenzase a compartir ese dolor.

Se detuvo un instante en la puerta, dispuesto a entrar sin llamar, pero finalmente se decidió a hacer lo que no era habitual en él y golpeó suavemente con los nudillos. No obtuvo respuesta. Abrió sin esperar a más y todas sus intenciones se desmoronaron en cuanto franqueó la puerta. Alba lloraba desconsolada sobre la cama.

Se sentó en el borde junto a ella, le acarició la espalda y le susurró que todo iría bien. Le dijo que le dejaba ahí la manzanilla y los analgésicos y se levantó dispuesto a dejarla sola y volver al trabajo.

- Me voy. Sé que quieres estar sola, pero... cuando quieras hablar... ya sabes dónde me tienes – se inclinó y la besó en la mejilla – y... ya sé que ahora no estás para consejos ni para nadie pero... Mara te necesita, tú eres la adulta y ella... también lo pasa mal, si se aferra a ese regalo de Nat es porque es su única forma de sentir que, la única persona que se preocupa de ella, no la ha dejado sola.

Alba permaneció impasible, sollozando y sin mostrar ningún signo de haber estado escuchándolo. Germán volvió a acariciarla suavemente en el brazo y suspiró preocupado.

- Luego paso a verte – le dijo con cariño.

Se quedó un instante junto a la cama y luego encaminó sus pasos hacia la puerta.

- Germán... - su voz temblorosa lo detuvo.

El médico se giró y volvió a su lado. Alba se había incorporado y se sentó recostándose sobre el cabecero.

- Lo siento, yo... no quería hacer rabiar a Mara - hipó.

- Lo sé, pero es una cría y no creo que lo entienda muy bien.

- No sé... cómo voy a seguir viviendo sin ella... yo...

- Niña... no pienses eso...

- Es... la verdad...

- Nat no querría verte así.

- No sé ni cómo quería verme – sollozó tapándose los ojos.

- Vamos niña. Tienes que sobreponerte. Piensa en Mara, es una cría que han sacado de su mundo y ahora está aquí sola...

- Mara... sé que no tiene culpa de nada, pero... ahora no puedo... yo... no puedo ayudarla.

- Eso deberás explicárselo a ella, pero con paciencia.

- Voy a hacerlo – lo miró decidida – voy a hacer todo lo que Nat hubiera querido para ella.

Él sonrió y la abrazó intentando reconfortarla.

- Me alegro.

- Pero... necesito... necesito un poco de tiempo. Necesito... poder... respirar y que... no... ¡me duele tanto aquí! – se señaló el pecho y tomó aire con dificultad.

- Debes descansar. Voy a traerte un sedante..

- No – se negó con algo de fuerza -. Germán yo...

- Chist - se sentó en la cama y la abrazó con fuerza – ese dolor intenso pasará.

- No, no va a pasar...

- Ya sé que ahora lo ves todo negro, pero haces bien en querer ayudar a la niña.

Porque así harás la voluntad de Natalia.

- Sí, pero antes voy a matar al hijo de puta de Oscar

- Alba... ¿qué dices? – por un momento había creído que la enfermera estaba reaccionando y que encontraba en Mara las fuerzas para seguir adelante pero aquel comentario le hizo creer todo lo contrario, que estaba perdiendo la cabeza – estás muy afectada y no debes....

- ¡Nat me mando un anillo pidiéndome que la aceptara! Quería casarse conmigo. Me mandó todas estas cartas y él nos las quitó, si yo las hubiera leído... a tiempo...

- ¿Crees que hubiera cambiado algo?

- No lo sé, a lo mejor sí. ¡Ahora nunca podré saberlo! – exclamó alterada - pero el muy cabrón me quitó esa oportunidad. Me quitó la oportunidad de responderle, de... ¡yo la quiero! – lloró de nuevo – la quiero mucho, Germán...

- Lo sé... - la abrazó comprensivo

- Y voy a... a...

- Niña. Serénate. Oscar tendrá lo que se merece. Y no solo por todo el daño que os ha hecho.

- Me... me pidió que me casara con ella y yo... ¡ni siquiera respondí!

- No tienes la culpa de eso. No leíste las cartas.

- Pero ¿cómo se habrá sentido? Pensaría que yo... ¡nunca respondí a sus llamadas! – casi gritó - y cuando lo hice... me he portado fatal con ella, fatal... ¿qué pensaría de mí? No sé cómo me mandó ese anillo... no me lo merezco, no la merezco...

- Chist, ya está. No te tortures más.

- Pero... no quiero ni imaginar cómo se sentiría cuando yo... le dije que siguiera con su vida, que me olvidara, le... le exigí que no llamara y yo... ¡me moría de ganas de que lo hiciera! En el fondo deseaba que no me escuchase, deseaba que... ¡me moría por decirle todo lo que la quería! pero no lo hice – se tapó los ojos y habló en un susurro casi para sí – no lo hice...

- No sé lo que pensaría Lacunza, pero fuese lo que fuese, estaba convencida de que al venir a verte y entregarte... ese anillo tú... la aceptarías y... - se calló y la miró con el ceño fruncido - ¿dices que te mandó un anillo en una de las cartas?

- Sí.

- Y entonces... ¿para qué llevaba el anillo que estaba entre sus pertenencias?

- Eh....

- ¿Qué dice exactamente la carta?

- ¿Qué?

- Es importante Alba, ¿qué dice esa carta?

- Que... me manda el anillo y... una nota porque sabe que yo no iba a ser capaz de esperar a abrir el sobre pequeño antes de leer su carta. Mira – se levantó y le tendió la carta – lee.

- No. Creo que yo... no hace falta... dime tú, ¿qué más te dice en ella?

- Me... dice que se viene – acariciaba la carta sin leerla, tenía grabadas en la mente todas y cada una de las palabras de la pediatra - que es la última carta y que esta vez me pide pasar la vida conmigo y que no ha olvidado el anillo, me dice que lo ha metido en un pequeño sobre con una nota.

- Alba ¿te das cuenta de lo que me estás contando?

- No. ¿Qué?

- ¿La nota es la misma que estaba en su cartera?

- No sé... Imagino que sí, pero ¿qué pasa?

- ¡Eso solo puede significar que ese cabrón tenía sus cosas! No solo os robó las cartas, si no que ha matado a Lacunza – abrió los ojos de par en par, en su mente todo comenzaba a cuadrar.

- ¿Qué?

- Tú quédate aquí que yo me encargo de todo, voy a hacer unas llamadas.

- ¿A quién?

- Ese cabrón sabe lo que ha pasado con Lacunza, hay que hablar con la policía y que lo interrogue al respecto.

- Ya sabemos lo que ha pasado con ella.

- O no.

- ¿Qué quieres decir?

- No sé. Nada supongo. Tú descansa que yo me encargo de todo.

- Pero qué quieres decir, ¿qué Nat puede estar viva?

- No lo creo, pero sí que creo que Oscar está detrás de todo esto y si es así, ahora seré yo quién... ¡Va a tener que vérselas conmigo!

Germán salió de la cabaña dejando a una perpleja Alba que no sabía muy bien como asimilar esas sospechas del médico. Se acercó a la mesa donde había dejado las cartas y cogió una de las que todavía no había leído. Necesitaba sentirla allí junto a ella. Eso es lo que iba a hacer leer todas esas cartas, imbuirse de sus deseos y sus anhelos. Era la única forma de sentir que estaba allí viva, junto a ella, susurrándole al oído todas aquellas cosas.

El resto del día lo pasó releyendo una y otra vez aquellas cartas, eran lo único que le quedaba de ella y tenía la sensación de que Maca estaba allí a su lado. De entre todas su favorita, la que no podía dejar de leer, era aquella que tenía en sus manos, le parecía preciosa y sintió que en ese momento la amaba más que nunca.

"Hoy me he levantado con una sensación extraña. Me he acordado de lo mucho que te gustaba que te susurrase poesías al oído y... no sé, será que por una vez todo parece en calma. El trabajo va bien, María José está mucho mejor, mi madre parece que me ha perdonado de verdad, vuelvo a disfrutar de una buena charla, o de una buena cena, y en fin, que me he dicho ¿por qué no? Voy a susurrarte al oído.

No te vayas a reír ¿eh? Que esto no es lo mismo sin tenerte a mi lado, princesa, porque tú siempre has sido mi inspiración:

Una vez fui un sueño, pero me desvanecí con el amanecer de tus caricias y me fugué al mundo de lo irreal. Caí en tu cuerpo a través de las hojas del otoño, sentí las lágrimas del viento entre mis recuerdos perdidos y me volví noche en medio del amor. Déjame llorar de amor por ti, déjame sentir que aún estoy viva aunque hoy no estés conmigo.

Una vez quise ser poesía, pero las rimas me abandonaron cuando te entregué mi corazón y, perdida en medio de una estrella, sigo buscando mi luz.

Déjame que llore entre las paredes de mi alma, déjame sentir que el silencio forma parte de mí, que las horas van curando las heridas de tu ausencia. Una vez quise ser agua, pero las gotas tan sólo rozaron mi piel, me miraron un instante y lloraron por mí. Deja que llore esta noche, deja que el dolor me encuentre y la pena me abrace....

Porque una vez soñé que era música pero cuando quise amarte mi melodía nunca sonó. No soy más que un amor sin corazón, una canción sin notas... un sentimiento que navega buscándote en el horizonte. Mi alma es sólo el eco de tus latidos, la ausencia que busca tu cuerpo para sentir la presencia de tus besos, una carta que nunca terminé por miedo a que las palabras me abandonaran. Sólo soy un sentimiento que no encuentra cuerpo en el que instalarse, un amor que no sabe dejar de amarte porque es parte de ti, porque se compone de tu ser y se alimenta de tus sueños. Déjame llorar esta noche para sentir las lágrimas en mi piel e imaginar que son tus manos las que me rozan, que son tus besos los que mojan mi piel, mientras susurras palabras de amor que me hacen sollozar de tanto amarte..."

Alba tiró las hojas al suelo y salió corriendo de la cabaña, la lectura de aquellas cartas la tenía trastornada. Necesitaba huir de allí. Necesitaba respirar y tomar aire porque se asfixiaba allí dentro. Germán que iba a su encuentro junto a Sara, la detuvo sujetándola cuando pasó a su lado. Ni siquiera había reparado en la presencia de su amiga.

- Alba, espera mujer, mira quien ha venido a verte.

- Sara... - musitó deteniéndose.

- Hola – la besó – ¿cómo estás, guapa?

- No tenías que haber venido se lo dije – miró a Germán enfadada – es peligroso.

- Quería verte.

- Y nosotros a ti – le confesó Germán - ¿cuéntale Alba lo de la carta y el anillo? – la espoleó para hacerla reaccionar porque la veía completamente ensimismada.

- ¿Qué?

- Lo de las cartas de Nat...

- Eh... no sé, tengo.. prisa...

- ¿A dónde vas? – le preguntó el médico al ver que seguía su camino – Alba...

- Necesito tomar el aire.

- ¿Vas a salir del campamento?

- ¿Y qué si lo hago? – se volvió molesta.

- No puedes- le dijo el médico – sabes que estos días...

- ¡Déjame en paz!

- Yo voy contigo – Sara la alcanzó – me apetece un paseo después de tanto conducir y así hablamos un rato.

- ¡No! quiero estar sola – les gritó – ¿es que no podéis entenderlo? ¡dejadme en paz! Necesito estar sola.

Germán y Sara se quedaron en el centro del patio con cara de circunstancias y el médico la cogió del brazo.

- Es mejor dejarla. Necesita desahogarse.

- Pero es peligroso salir sola.

- Solo bajará al río. Le gusta ir allí siempre que está... triste – le sonrió con los ojos puestos en el portón y el ceño fruncido – ven, te invito a un café y te cuento. Necesito que nos hagas un favor.

Alba salió de allí a paso ligero, el campamento la llenaba de angustia, no podía dejar de recordar los días que pasó allí con Natalia. Tal y como Germán vaticinara, y casi sin saber hacia dónde encaminaba sus pasos, la enfermera comenzó a descender por el sendero que llevaba al río.

La suave brisa le daba la sensación de que el aire comenzaba a entrar en sus pulmones de forma más abundante. La atmósfera tranquila contribuía a dar a su alma un poco de calma. Una serpiente cruzó el sendero casi a sus pies, pero Alba ni le dio importancia, ni se inmutó, absorta en sus pensamientos, en su deseo de llegar cuanto antes junto al agua, a aquella ensenada en la que se bañó con ella y en la que por primera vez Natalia bajó la guardia y se dejó acariciar por ella. Pasaron una tarde maravillosa y añoraba su risa, su mirada sorprendida por unos simples caramelos de café... suspiró pensando en ella y en aquellas horas compartidas en aquel mismo lugar que en ese instante permanecía en silencio, tan solo interrumpido por el correr del agua. El sonido de las hojas al mecerse al viento y algún graznido de los pájaros. Dejó vagar la vista por las onduladas curvas del río que, abajo y en la distancia, corría dorado por el sol.

La naturaleza era allí salvaje, y la vegetación muy abundante. Flores de todo tipo, frondosos árboles, pájaros variopintos, por doquier, plantas y animales danzaban al compás de la naturaleza. Pero Alba, que sierre había encontrado allí la paz que necesitaba en aquellos momentos, era incapaz de abstraerse en ese ambiente que la ensolvía. En aquel lugar había encontrado calma y serenidad, hasta en los peores momentos, allí siempre sus sentidos se habían atiborrado de los efluvios de la naturaleza salvaje y la habían llenado de paz, entregada a la grandiosidad de la naturaleza. Pero ese día, el profundo desasosiego de su espíritu le impedía ver todo aquello. "El tiempo lo cura todo" se repetía recordando las palabras que su madre repetía hasta la saciedad cada vez que un revés había sacudido su vida. Pero ella ya sabía que no era así. Curaba todo, menos la herida de un amor frustrado, ese dolor estaba segura que viajaría con ella a través de la vida y terminaría cuando la alcanzara la muerte.

Se sentó en una roca junto al agua, observando las ondas que hacía al rozar la orilla e involuntariamente, se arrastró al pasado, hacia la primera vez que fue con ella al retiro, a patinar, y se sentaron junto al lago, en el césped, viendo el agua y agarradas de la mano. Recordaba la primera vez que la vio entrar en urgencias con su paso seguro, algo alterada pero serena en las órdenes que le dio para que atendiera a aquella mujer que se habían encontrado en la puerta. Sí, Natalia llegó allí radiante y rodeada por un aura de dulzura que solo ella había sabido ver con los años. Sonrió al recordar el recibimiento que le dio, sin dejarla explicarse, dando por hecho que era la nueva enfermera y cortando todos sus intentos de desmentirla. Suspiró de nuevo, siempre había sido así, nunca la escuchaba, siempre daba por hecho cosas que luego acababan por no ser ciertas.

- Nat... - murmuró – si... pudiera volver atrás... si... tuviera otra oportunidad...

Se tapó la cara con las manos. Era angustiosa la soledad que sentía. Miles de veces se había dicho en aquel mismo lugar que si el destino ponía a Natalia de nuevo en su camino no iba a cometer los mismos errores de la primera vez, y era cierto, no los había cometido, había sido tan imbécil de cometer otros muchos y peores. Como aquella noche en la que salió de su habitación para verla y lo que vio es como se besaba con Vero, ese fue el detonante que torció su destino. Porque a pesar de todo lo que había ocurrido, a pesar del miedo que sentía a que volviera a ocurrir, a pesar del pavor que le daba la idea de acabar como Sonia, o lo que era peor que acabara Natalia, ella se había decidido a seguir junto a ella, y correr el destino que tuvieran que correr, pero juntas, porque la amaba. ¿Por qué tuvo que ver aquel eso? ¿por qué tuvo que escuchar a Vero? ¿por qué no tuvo el valor de ser sincera con Natalia y hablar claramente con ella? ¿por qué tuvo que huir? Siempre abordaba las mismas preguntas y nunca encontraba respuestas. Pero algo era seguro, si no lo hubiera hecho, si hubiera permanecido a su lado, nunca hubiera dado con sus huesos en aquella cárcel, nunca hubiera sido una presa fácil para los enemigos de Natalia, nunca hubieran podido chantajearla...

"Deja de pensar en todo eso" se dijo cansada de darle vueltas a la cabeza. Se levantó nerviosa y pasó orilla arriba hasta la ensenada donde por primera vez, su boca estuvo a punto de encontrarse con la de ella. Sonrió recordando su nerviosismo y lo incómoda que se puso negando que el deseo había sido mutuo. ¡Qué lejos estaba aquel momento y como lo añoraba!

Comenzaba a oscurecer. No era consciente de cuánto tiempo había estado allí, pero iba siendo hora de regresar. Entornó los ojos con apatía, molesta por tener que abandonar esos recuerdos, aquel lugar que le traía buenos momentos a su lado. Pero tenía que sobreponerse, Germán tenía razón. Debía dejar de repasar su vida con ella, de recordar exhaustivamente todos los momentos compartidos, buenos y malos porque eso no la llevaba a nada bueno.

Respiró hondo, llenó sus pulmones de aire y gritó todo lo alto que pudo.

- ¡Te amo!

- Te amooooooo – le devolvió el eco sus palabras.

Sonrió levemente, pensando que era Natalia quien respondía. No pudo evitar que dos lágrimas recorrieran sus mejillas al escuchar su voz "cuando vuelvas aquí sin mí, si alguna vez me echas de menos, podrás gritarle al viento y yo te responderé". ¿cómo había sabido Natalia que pasaría aquello? Un escalofrío recorrió su espalda. Aquél no era el lugar en el que juntas gritaron su amor al viento, era mucho más arriba. De pronto deseó ir hasta allí y gritar de nuevo con todas sus fuerzas, pero ya era tarde, demasiado tarde y si había algo que debía comenzar a hacer era encargarse de Mara.

- No te voy a defraudar más Nat, ¡te lo prometo!

Inició la marcha y regresó a paso vivo al campamento, decidida a cambiar de actitud y convertirse en la mujer que Natalia hubiera esperado, decidida a darle a Mara el cariño que necesitaba, decidida a estar a la altura, a llamar a Madrid y hablar con Adela y María, ellas también debían estar pasándolo mal y la habían llamado en varias ocasiones, aunque se había negado a ponerse. Sí, estaba decidida a afrontar la cruel realidad y dejar de ser una carga para los demás, pero eso no significaba que fuera a dejar de llorar por ella, porque estaba segura de que iba a dedicar el resto de sus días a seguir amándola.



------------------------




Una semana después, estaban casi todos los trámites completados. Habían terminado la autopsia y el resultado había sido demoledor para todos, no cabía duda alguna, según el informe, de que se trataba de los restos de la pediatra. Las autoridades aceleraron los permisos para repatriar el cadáver, pero el toque de queda, y la escasez de vuelos no les había permitido salir antes del país con el cuerpo. Pero al fin, tenía billete y dentro de dos semanas y media estaría en España acompañando a Natalia.

Alba abrió los ojos después de una inquieta noche, en la que apenas pudo conciliar el sueño. En el fondo de su corazón siempre había mantenido una pequeña e infundada esperanza, en que no podía estar muerta, en que Natalia nunca la habría dejado sola de aquella forma. Pero ella sabía que era imposible sobrevivir a un ataque así, y más después de todo lo que Oscar había confesado, que atacaron el convoy con la intención de secuestrarla para pedir un rescate y compensar todo el dinero que los había hecho perder al echar por tierra sus negocios en el campamento. Todo había sido idea suya para congraciarse con su padre, pero no sabía quién lo había traicionado, lo cierto es que todo salió mal. Sus órdenes eran atacar al camión que iba delante de ella y hacerse con la pediatra durante el caos, pero al parecer ella iba acompañada por un militar que abrió fuego y sus hombres lo repelieron matando al militar e hiriéndola a ella. Había dado órdenes para trasladarla a un lugar seguro, pero no sabía quién lo traicionó, lo cierto es que nunca llegó y él no supo nada más de ella, solo que estaba mal herida, luego esos guerrilleros se atribuyeron la autoría y pidieron el rescate. En eso él ya no tenía nada que ver. Ni en que estuviese muerta tampoco.

No podía dejar de pensar en todo aquello. En que Natalia había estado viva unos días y en que quizás ellos pudieran haber hecho algo más para dar con ella. Le dolía la cabeza. Se levantó dispuesta a coger sus cosas y ducharse, pero al hacerlo, inmediatamente Mara abrió los ojos. En esos días la niña le había cogido tal apego que no se separaba de ella en casi ninguna ocasión, y a veces, se sentía agobiada, aunque otras, había encontrado en su inocencia y su cariño un gran consuelo.

- ¿Dónde vas? – le preguntó sentándose en la cama con rapidez.

- A la ducha y a por el desayuno, tú sigue durmiendo bichito que es temprano.

- No tengo sueño, voy contigo.

- Mara... es muy temprano y anoche nos acostamos tarde. Tienes que dormir un poquito más.

- Vale – aceptó con seriedad.

Alba se calzó las zapatillas y miró hacia sus pies, de pronto vio su labranza perfectamente anudada y sintió que el mundo se hundía de nuevo, llevaba casi medio mes intentando sobreponerse, intentando disimular ante la niña, hablando con María, ¡quién se lo iba a decir! hablando con Vero, con Teresa, con Cruz, todas llamaban deseando saber si había noticias, si podría salir de allí, al fin con Natalia. Buscó unas tijeras y se sentó en el borde de la cama dispuesta a cortar esa atadura.

- ¿Qué haces? – Mara la observaba con atención.

- Nada.

- ¿Por qué te la quitas?

- Porque ya está vieja y... no sirve para nada.

- Es bonita, ¿me la das?

- Claro – dijo interrumpiendo su acción y mirándola con una sonrisa – pero si te gusta tengo otras nuevas, esta está ya muy vieja.

- ¿Quién te la regaló?

- Una amiga.

- ¿Nat?

- No, Nat no. Otra amiga.

- ¿Y por qué la tienes en el pie en vez de en la mano? – preguntó con inocencia.

- ¿Y tú como sabes todo eso? ¿cómo sabes que es un regalo y como sabes que...?

- Nat tenía una en la mano y...

- Nat no tenía ninguna, porque se le cayó – la interrumpió recordando aquel momento.

- No sé, pero ella tenía una, se la até yo. Y me dijo que se ponían en la mano ¿por qué la tienes en el pie?

- Porque también se puede poner en el pie.

- ¿Y para qué sirve? Nat me dijo que era mágica pero no me dijo para qué sirve.

- Sí, es una pulsera mágica que solo se puede quitar cuando se cumple un deseo que pides cuando te la ponen.

- ¿Y Nat pidió un deseo cuando se la puse?

- Supongo.

- Y si te la quitas... es porque ¡el tuyo ya se ha cumplido! – exclamó contenta - ¿qué es?

- Nada – suspiró con tristeza

- ¿El deseo es secreto? ¿no me lo puedes decir? ¿por eso no me lo dijo Nat?

- Si es secreto, y sí Nat no te lo diría por eso, pero el mío no se ha cumplido, en realidad, cuando se cumple se cae sola. No puedes quitártela.

- ¿Y no quieres que se cumpla tu deseo? ¿por eso te la quitas?

- No es que no quiera, es que ya no puede cumplirse.

- ¿Por qué?

- Porque no.

- Nat dice que "porque no" no es una respuesta.

- Es imposible que se cumpla.

- Pero si te la quitas ¡no se cumplirá!

- No se cumplirá de todas formas, me la quite o no – respondió cortante y Mara se acercó a ella balanceándose de un pie a otro, en esos días ya había aprendido cuando comenzaba a exasperar a Alba con sus preguntas y guardó silencio unos segundos observando a la enfermera con las tijeras en la mano y la vista en la labranza, pensativa y sin moverse.

- ¿Esa pulsera es como mi atrapasueños? – le preguntó muy bajito para no molestarla.

- Algo así – sonrió levantando la vista.

- No te la quites – le pidió con seriedad al ver que no estaba enfadada - Nat dice que si deseas con todas tus fuerzas una cosa se cumple. Y si tú deseas ese deseo con todas sus fuerzas se cumplirá.

- No puede cumplirse cariño, porque ese deseo era que Nat viviese aquí, conmigo.

- ¿Y conmigo?

- Contigo también.

- Nat te lo prometió, por eso venía.

- No, Nat no me prometió nada.

- Nat siempre cumple sus promesas.

- Nat no siempre podía cumplir sus promesas.

- Si puede, Nat siempre puede.

- Recuerdo un día en que estabas enfadada con ella y que decías todo lo contrario...

- Pero eso era por los hombres malos... Nat siempre dice la verdad, nunca miente y me dijo que vendría y que nos bañaríamos en la piscina y que... viviríamos juntas en tu regalo – soltó de pronto y se llevó una mano a la boca asustada por lo que acababa de hacer, Natalia le había pedido que le guardara el secreto y ella acaba de irse de la lengua.

- Cariño, ya hemos hablado de esto, Nat no va a venir – dijo tomando de nuevo las tijeras, sin prestar la más mínima atención a lo que acababa de decir la pequeña.

Mara la frenó posando su pequeña mano sobre la de la enfermera.

- No te la quites – le pidió haciendo un puchero – si te la quitas no va a venir.

Alba la miró y sonrió enternecida. Sabía que Mara no era capaz de asimilar que Natalia nunca volvería y que sufría a su manera por ella.

- Muy bien bichito, no me la quito, pero no llores – le pidió – ven aquí – le dijo cogiéndola en brazos y acunándola – no llores, cariño.

- Nat va a venir – repitió con un hilo de voz.

- Vamos a hacer una cosa, te vas a ir vistiendo y yo voy a por el desayuno y luego nos vamos a ir a dar un paseo, ¿quieres?

- ¡Si!

Alba le dio un beso en la mejilla y una palmadita en el culo para hacer que se moviera.

- Vamos, levanta, que si se hace tarde pasaremos mucho calor.

La niña, sonrió y brincó hacia la cama para coger la ropa que siempre dejaba a los pies. De pronto la enfermera reparó en lo que había escuchado antes.

- ¿Qué regalo es ese que me has dicho?

La niña enrojeció y bajó los ojos.

- Era un secreto y una sorpresa.

- ¿No puedes decírmelo?

- No. Nat es la que te lo tienen que dar, pero lo tengo yo.

- ¿Tú? ¿dónde?

- En el bolsillo de mi mochila. Nat me dijo que ahí estaría más seguro y que si pasaba mucho tiempo y ella no te lo daba que te lo diera yo.

- ¿Eso te dijo?

- Sí. Me dijo que yo tenía que ser valiente y tenía que llevar las cosas importantes, como tu regalo.

- ¿Me puedes enseñar ese regalo?

- Es que no puedo, Nat me dijo mucho tiempo y... ¿ha pasado mucho tiempo?

- Sí, Mara ha pasado mucho tiempo, - le dijo impaciente deseando tenerlo en sus manos.

- Está bien – la niña fue al armario cogió su vacía mochila y abrió la cremallera de un bolsillo trasero que Alba ni siquiera había visto antes – toma – le tendió un paquete rectangular y plano envuelto en papel de regalo.

El corazón de Alba comenzó a latir apresuradamente, ni en sueño habría podido imaginar que a sus manos llegaría un último regalo de la pediatra. Lo abrió intentando controlarse delante de la niña. Y sus ojos se clavaron en aquella carpeta. Las escrituras de la casita del lago y ¡estaban puestas a su nombre Alba Reche! Una pequeña nota estaba pegada con un posit sobre ella "Mi amor, ha habido cambio de planes y no podré darte esto en mano como había querido. La casa del lago es tuya. Siempre la quisiste y yo deseo que sea así. ¡Seguro que algún día, si me aceptas, podremos ser muy felices allí!"

- ¿Qué pone? – Mara la interrumpió y Alba se sobresaltó al escuchar su voz.

- Nada. Ve a vestirte.

Alba estaba punto de salir de la cabaña, tenía unas inmensas ganas de llorar y se había prometido no hacerlo más delante de la pequeña, cuando la puerta se abrió y Germán, entró como de costumbre sin llamar.

- ¿Puedo hablar contigo un momento? – le preguntó a la enfermera que asintió extrañada por aquella prosopopeya.

- Claro, ¿qué pasa?

- ¿Qué te pasa a ti?

- Nada. ¿Qué quieres?

- Vamos fuera – le indicó que lo siguiera.

- Mara, voy a por el desayuno, no te muevas de aquí hasta que yo no vuelva – le dijo a la niña y siguió hacia fuera a su amigo.

Germán bajó los escalones y la enfermera lo siguió, sin comprender qué quería para andarse con tato misterio.

- ¿Qué pasa?

- ¿Qué es eso? – le señaló la carpeta amarilla que llevaba en la mano donde aparecía en grandes letras la palabra "Notaría"

- Esto... un regalo de Nat – sus ojos brillaron de forma intensa, incluso se humedecieron un poco, la voz se le quebró, pero se contuvo.

- ¿Un regalo?

- Mara lo tenía en su mochila, acaba de dármelo – le explicó emocionada – Nat... compró la casa del lago y... la puso a mi nombre.

Germán alargó la mano para coger la carpeta que le tendía Alba y la ojeó con interés.

- ¿Y dices que la tenía Mara?

- Sí, Nat... se la dio para que ella la guardara y para que me la diera cuando... pasara mucho tiempo si ella... no volvía.

- Curioso – murmuró frunciendo el ceño balanceándose de un pie a otro.

- ¿El qué? – lo escudriñó sin comprender qué quería decir, pero siempre que adoptaba aquella actitud era que algo rondaba su cabeza.

- ¿No te parece raro que Nat confiara a la niña algo tan importante?

- No sé...

- ¿Y dices que le pidió que te lo diera pasado un tiempo?

- Sí.

- Pues... a mí me parece que... Nat sabía que iba a pasar algo.

- ¿Y cómo iba a saber eso?

- Lacunza siempre ha sido muy cerebral, pero esto... - se calló pensativo – me huele raro...

- ¡Germán! deja de decirme esas cosas, te lo pido por favor. Por fin estoy aceptando que... no volveré a verla y cada vez que me dices cosas así... - sus ojos brillaron con intensidad - ¿crees que lo sabía? ¿qué estaba preparada? ¿qué...? – no se atrevió a formular la siguiente pregunta, era imposible que Natalia estuviese viva porque la autopsia era clara.

- Tienes razón, perdóname, no me hagas caso... - sonrió y la abrazó, no quería darle falsas esperanzas con lo que solo era una simple conjetura, un chip que había saltado en su mente - ¿quieres que vayamos a ver la casa del lago? Ahora eres toda una señora propietaria.

- Eh... no... mejor no...

- Alguna vez tendrás que ir.

- No creo que lo haga. Creo que... la venderé y guardaré el dinero para Mara. A Natalia le gustaría y...

- No es mala idea, pero si ella la compró para ti es porque sabe lo mucho que te gustaba y la ilusión que te hacía...

- Me la hacía imaginar que era mía, me la haría pensar que viviría allí con ella, pero eso ya no puede ser y... ya te dije lo que he decidido.

- Pero niña, ¿estás segura de lo que vas a hacer?

- Si, Germán, no me lo preguntes más por favor.

- Pero es que...

- Pero es que nada – lo cortó con rapidez – quiero que me entiendas – le dijo más suave. Es lo que Nat hubiese querido.

- ¿Y lo que quieres tú?

- Yo solo quiero no fallarle, ya lo hice en vida y ahora lo único que deseo es hacer lo que ella hubiese hecho.

- Pero Alba...

- Germán, por favor....

- Vale, me callo. Pero creo que te equivocas, que estás actuando en caliente y que...

Alba bajó los ojos pensativa.

- Niña... - la llamó con suavidad levantándole la cara – por qué no te lo piensas un poco, por lo menos lo de renunciar. Vale que te vayas a Madrid, vale que quieras llevarle todas sus cosas a María en persona, vale que quieras asistir al funeral y despedirte de ella, vale que te quedes allí un tiempo para buscarle un futuro a la niña, incluso pensar en su adopción, pero... renunciar a lo que siempre has querido, renunciar a todo esto... creo que es un error.

- Germán, está decidido.

- No te entiendo, Nat venía para quedarse aquí contigo, para iniciar una nueva vida. ¿No te dice eso nada?

- Si. Me dice que fui imbécil, que debí escucharla y no dudar de ella y que ahora... - se calló con un nudo en la garganta – ahora... - se le quebró la voz y emitió un leve sollozo.

- Niña – dijo abrazándola – puedes pedir una excedencia, y volver luego.

- No quiero volver – le espetó - ¿no lo entiendes? esto sin ella no será igual – comenzó a llorar desesperadamente – no... no puedo soportarlo... no... cada... cada vez que entro en la cabaña... ca...ca...

- Vale... vale..., tranquila, no llores, por favor.

La abrazó y permaneció acariciándola hasta que vio que se calmaba.

- Germán... ¿puedes hacerme un favor?

- Claro, ¿de qué se trata?

- ¿Puedes hablar con Mara? no deja de insistir en que Nat va a volver, en que cumplirá su promesa y yo... yo... ya no sé cómo decirle que... - comenzó a hacer pucheros de nuevo – que eso es imposible... ya no sé... como... como...

- Yo hablaré con ella, tranquila – la abrazó de nuevo – es pequeña y a su manera intenta asimilarlo, tienes que tener paciencia con ella.

- Lo sé, pero... ¡No lo soporto!... no soporto escuchar que va a volver.. que ese atrapasueños nos la traerá de regreso.

- Anda, ve a por el desayuno como le has dicho a la niña, yo tengo que entrar ahora en quirófano, luego hablo con ella.

Germán le pasó el brazo por los hombros y juntos fueron hacia el comedor. Allí él se despidió de la enfermera camino del hospital. Ella suspiró. Los días se le estaban haciendo eternos, todo le parecía irreal e insufrible, pero seguía delante por Mara, por hacer todo aquello que Natalia ya nunca podría hacer por ella. Entró y le dio los buenos días a Jesús, que salía de guardia, comenzó a preparar las cosas del desayuno de Mara. Comenzaba otro interminable día.



---------------------



Las dos semanas siguientes Alba las pasó organizándolo todo para volver a Madrid con Mara. La niña no podía quedarse allí sin más. Habló con María en varias ocasiones, y había quedado en llevarle todas las pertenencias de Natalia. También lo había hecho con Laura que le había prometido ir a verla en el próximo viaje y con la clínica, todos estaban algo más que consternados por la terrible noticia y Teresa parecía destrozada, no podía creerlo. Le había contado que Vero y Claudia se habían hecho inseparables, en un intento de compartir el dolor, y que Adela estaba más engreída y estúpida que nunca, quizás para no mostrar sus auténticos sentimientos. Cruz se había centrado en dirigir la Clínica y Fernando y Mónica se había hecho cargo del campamento y de hacer todo lo que Natalia hubiese deseado. Hasta María había estado por allí y parecía que se le habían echado encima veinte años.

Pero Alba estaba cansada de cotilleos, no le importaba nada ni nadie, solo terminar cuanto antes con todo aquello y volver a su rutina, quizás en ella pudiese encontrar algo de consuelo.

Las noches eran desesperantes. Apenas conseguía conciliar el sueño dos o tres horas seguidas. Eso la mantenía siempre en un estado de aplastante cansancio que se mezclaba con la aplastante agonía de su alma. Esa mañana era aún peor, había abierto los ojos cuando aún estaba amaneciendo y recordó el día que era. Al día siguiente saldría para Kampala y luego cogerían el vuelo a Madrid. Esos días en los que había vuelto al trabajo no le habían ayudado en nada, no conseguía concentrarse, ni siquiera conseguía caer rendida después de las duras jornadas. Miró a su lado, Mara descansaba abrazada al maldito atrapasueños que no soltaba ni de día ni de noche, justo en el mismo lugar en el que Natalia durmiera tantas noches. Se había propuesto no pensar tanto en ella. Pero era imposible. Allí todo le recordaba a los días que compartieron, los últimos días de su vida en los que se había sentido feliz. Sintió un deseo desmedido de huir, de salir de allí corriendo y así lo hizo.

Abandonó la cabaña, la oscuridad se cernía sobre el campamento, le apetecía salir de allí corriendo, pero sabía que a esas horas no debía hacerlo, un poco más tarde sería más seguro. Se sentó en los escalones con un cigarro en la mano. Había vuelto a fumar. Era lo único que parecía templar sus nervios cuando la desesperación se apoderaba de ella. Le dolía la cabeza y la falta de sueño la mantenía aturdida. El aire frío de la mañana le sentaba bien y cerró los ojos levantando la cara para que el viento la despejara un poco. Lo que no podía despejar el fresco de la mañana eran sus ideas. No sabía si se equivocaba o no. Había solicitado un traslado y Sara se lo pensaba conceder de inmediato, ella se estaba haciendo cargo de las tareas de Oscar hasta que nombraran un nuevo inspector y estuviese en su cargo el nuevo director de la central, que ya debía haber ocupado su puesto, nadie se explicaba aquel vacío, cuando la jubilación del anterior era más que sabida. Sara incluso le había ofrecido trabajar con ella en la sede central, organizando todo, porque facultades no le faltaban. Pero ella quería acción, quería estar en el campo, sentirse viva ejerciendo su trabajo y caer agotada tras las duras jornadas, quería olvidar a Natalia. Y en ese campamento sería imposible. Necesitaba cambiar de ambiente, de aires, necesitaba dejar todo atrás y comenzar una nueva vida lejos de África.

Sin embargo, eso se le antojaba imposible, sabía que nunca podría olvidarla, que nunca conseguiría arrancarla de sus entrañas y se desesperaba pensando en lo imbécil que había sido, en lo débil, en el tiempo tan precioso que perdió cuando pudo disfrutar de ella y de su amor. ¿Por qué no la escucharían en aquel aeropuerto? ¿por qué no hizo caso a su corazón y volvió a gritarle que la amaba y que quería compartir su vida con ella? Ya no había marcha atrás, solo había un camino y era hacia delante, era consciente de ello, pero en días como ese, todo volvía con el máximo dolor. Inmersa en esos pensamientos las lágrimas surcaban sus mejillas sin que ella hiciera ningún intento de disimularlas. Sentada en el escalón del porche, con los ojos perdidos en el infinito y el alma sumida en la más profunda oscuridad.

Germán Salió de su cabaña y como siempre miró hacia la de Alba, no se sorprendió de verla allí sola, sentada en los escalones. Se acercó a ella y se sentó a su lado. Posó una mano sobre la de Alba y ella volvió a la realidad.

- ¿Lloras?

- No – murmuró secándose las lágrimas con prontitud arrancando una tierna sonrisa en su amigo. En la última semana Alba se había propuesto demostrarle que se encontraba mejor y que podía asumir lo sucedido, pero él conocía lo mucho que sufría y el trabajo que le costaba disimular de aquella forma.

- He estado hablando con Adela.

- ¿Qué quiere ahora? – preguntó cansada – no me digas que hay algún problema más con la repatriación.

- No, tranquila. No quería nada de especial. Podréis iros mañana. Solo... me ha dicho que... bueno ella hoy está un poco melancólica y... me ha dicho que hoy.... era su cumpleaños. No el de Adela, quiero decir el de...

- Si, ya lo sé – lo cortó con rapidez, con un puchero – me he acordado nada más abrir los ojos, hoy es el cumpleaños de Nat ¡Treinta!

- De jóvenes nos imaginábamos qué sería de nosotros a los treinta – le confesó con una leve sonrisa – Ade decía que ella no los cumpliría jamás y Nat se burlaba de ella, ¡quién nos iba a decir que...! – se calló al ver la expresión desolada de Alba – perdona, no quería...

- No te preocupes, me gusta escuchar esas historias de cuando erais jóvenes.

- Aún lo somos – la atrajo hacia él con un guiño

- ¿Estás bien?

- No – respondió con la barbilla temblorosa - ¿por qué tuvo que venir? si no lo hubiera hecho, si...

- Te amaba – respondió – más que a nada en este mundo, pero... le costó romper con todo para demostrártelo.

- Preferiría que no lo hubiera hecho, así... no... - comenzó a sollozar – no... la...la... hubiera... perdido – hipó.

- Ven – dijo abrazándola y permaneciendo así unos instantes – tranquila – la acurrucó en su pecho acunándola - no llores más.

- Si, perdona... te prometí que iba a ser fuerte por Mara pero es que... hoy me he levantado más tonta de lo normal.

- No pasa nada – sonrió – ya está todo listo para mañana, ¿te apetece un café?

Mara se despertará pronto y...

- No, quiero dar un paseo, ¿puedes encargarte tú de ella?

- Alba...

- Por favor... necesito estar sola – lo miró desesperada – y despedirme de todo esto ¡lo necesito!

- De acuerdo, pero no te alejes demasiado. Ya sabes lo que dice André. La cosa está más tranquila pero no podemos fiarnos.

- Solo voy al río.

- ¿A qué parte?

- No sé... al río, Germán – respondió impaciente.

Él se levantó dispuesto a complacerla y dejarla sola.

- Como tardes voy a buscarte – la amenazó con el dedo.

La enfermera se levantó y se despidió con la mano.

- No tardaré – prometió.

La tristeza que trasmitían todos los poros de su cuerpo no pasó desapercibida a su amigo que cada vez estaba más preocupado por ella. La idea de que se marchara para siempre también lo entristecía. No se hacía a la idea de separarse de la que había sido su amiga y compañera durante tantos años, en el fondo cada vez que se había marchado se había alegrado porque pensaba que era para su bien, para vivir junto a la persona que amaba, pero ahora, temía que su vida en España no fuera lo que deseaba para ella. Dio una pequeña patada a la tierra roja del patio con impotencia "Lacunza, Lacunza" murmuró cabizbajo y regresó a su trabajo.







.......Se vienen los capítulos finales!!......




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