Capítulo 36

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De vuelta al campamento, Alba intentó ir todo lo rápido que le permitía el estado del camino. Procuraba establecer conversaciones intrascendentes con ella, pretendiendo animarla, pero parecía inútil. Le habló de lo raro que era que aún no hubiera habido ninguna tormenta, y que ya vería lo impresionantes que eran, Germán le había dicho que se esperaba lluvia en los próximos días y quizás no pudieran salir, cambió de tema en varias ocasiones intentando interesarla en algo, pero Natalia se mantuvo en un profundo silencio que solo interrumpió con algún monosílabo o algún comentario arrancado casi a la fuerza para demostrar que la escuchaba. Alba sentía un punto de inquietud y nerviosismo, no sabía si estaba así de cabizbaja por la fiebre o por la conversación que habían mantenido, pero en cualquier caso se sentía culpable.

Cuando llegaron al campamento Germán las estaba esperando. Alba, al verlo, se detuvo y miró el reloj, preocupada, creyendo que le había ocurrido como la última vez, temiendo que el médico no dejase salir más a Natalia, pero comprobó no habían estado más de una hora fuera y se tranquilizó.

- ¿Qué tal? – llegó hasta ellas sonriente - ¿ya estáis aquí? – preguntó sorprendido de que, por una vez, le hubieran hecho caso - ¿adónde te ha llevado hoy? – dijo entre burlón e interesado.

- A ningún sitio – respondió Natalia mohína, sin mentir.

- ¡Estamos buenas! anda que te ha sentado bien el paseo – exclamó socarrón.

- Nos hemos quedado en el camino... - le dijo Alba.

- ¿En el camino? Muy bonito el camino, es uno de los caminos más interesantes de por aquí – dijo con ironía mirando a Natalia – Lacunza, ¿no respondes! que pareces una... - se interrumpió mirándola con atención - tú tienes fiebre – le dijo viendo el brillo de sus ojos.

- Sí que la tiene, por eso hemos vuelto tan pronto – intervino Alba lanzándole una mirada de preocupación – ni siquiera hemos podido llegar al río.

- Ay, Lacunza, Lacunza, si ya te dije yo que esta no es tierra de damiselas – bromeó – llévala a la cama que en cinco minutos estoy allí.

- No hace falta, Germán – dijo Natalia – estoy bien, solo son unas décimas.

- Bueno... eso lo vamos a ver en un momento. Esperadme allí – insistió.

- Antes quiero llamar por teléfono – se opuso Natalia con rapidez.

- De eso nada – se negó Germán – Alba... a la cama y, cuando se le baje la fiebre, que cene algo ¿entendido?

- Si – respondió Alba.

- Y tú – dijo mirando a Natalia - ya llamarás mañana.

- Alba, por favor, quiero llamar – lo ignoró mirando hacia la enfermera suplicante, pero con decisión.

- ¿Otra vez! llamaste esta mañana y... ya has escuchado a Germán.

- Si, pero... lo necesito – insistió clavando sus ojos en ella, la enfermera no era capaz de soportar aquella mirada, Natalia parecía estar echándole en cara que era como los demás, que mucho quería sacarle como se sentía para luego seguir tratándola de aquella manera autoritaria y sin permitirle decidir – por la mañana no conseguí encontrar a nadie y necesito hablar con Vero.

- Lacunza, lo que necesitas es descansar.

- Alba... por favor... - siguió con la vista puesta en ella sin escuchar al médico.

- No Nat, creo que te ha subido más la fiebre y te voy a meter directamente en la cama - le dijo poco convincente en un intento de hacerla comprender que era por su bien.

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