Capítulo 122

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Cruz se presentó en su despacho y tras aconsejarle que se tomara las cosas con calma la puso al día de todo tal y como le había pedido. Natalia temía que le comentara algo sobre su recaída, pero Cruz no hizo alusión al tema. Y ella se vio obligada a comentárselo.

- ¿Eso es todo?

- Sí, como ves, las cosas se están arreglando y con un poco de suerte cerraremos el año sin grandes pérdidas.

- Sí, la verdad es que cuesta creerlo.

- Pareces cansada por qué no...

- No vuelvas a mandarme a casa, Cruz.

- Perdona, pero... creo que en tu estado... lo mejor es que descanses.

- Si me quedo en casa descansando no dejo de pensar y... y... de... - guardó silencio y bajó los ojos a los papeles, cuando los levantó la culpabilidad se reflejaba en ellos de forma aún más acuciante – eh... yo... tengo que comentarte algo.

Cruz se echó hacia atrás en el sillón prestando atención, esperando a que continuase.

- Eh... yo... el otro día... volví a beber – su rostro se encendió ligeramente.

- Lo sé, estuve en tu casa.

- No lo hice queriendo – la miró con sinceridad – debí... equivocarme con la botella yo...

- No le des importancia, ahora debes centrarte en el tratamiento y en hacer caso a tu abogada.

- Sí – suspiró – no sé por qué lo hice, ni siquiera me acuerdo bien... y... no quiero volver a hacerlo, ¿crees que debo volver a tomarme...?

- No creo que debas tomar nada más de lo que tomas. Y hablando de tomar... ¿qué hay de lo que te ha mandado Vero? ¿estarás mucho tiempo con tranquilizantes?

- No – musitó – solo... solo quiere que tome cipralex y que siga con el tranquimacín.

- Lo habías dejado ¿no?

- Sí, lo dejé, pero ahora...

Llamaron a la puerta y una sonriente Claudia asomó la cabeza.

- ¿Aquí os escondéis? ¿es que no hay nadie que me invite a un café? llevo toda la noche de guardia y antes no he podido ni saludarte.

- ¿Cómo ha ido la operación? – le preguntó Cruz.

- Muy bien. ¡Gimeno es un fuera de serie! – exclamó – bueno, ¿qué? ¿hace un cafelito?

- Yo sí que tomo uno – Cruz sonrió levantándose.

- ¿Y tú Nat?

- No, gracias. Id vosotras. Yo... prefiero echar un vistazo a todo esto – puso la mano sobre el montón de papeles que le había entregado la cardióloga, a Claudia le pareció triste y abatida, incluso avergonzada.

- Venga, no seas agonías, te va a sentar bien despejarte un poco.

- No. De verdad que no – volvió a negarse.

- En la comida de te libras de mí – la amenazó Claudia con el dedo – tengo que contarte algo que... te va a alegrar el día.

Natalia asintió esbozando una forzada sonrisa.

- Os veré en la comida – aceptó viendo con alivio cómo la dejaban sola.

Apoyó los codos en la mesa y hundió el rostro en las manos. Se sentía agotada. Descansaría un par de minutos y se pondría con aquella montaña de papeles. Pero antes de que pudiera hacerlo llamaron a la puerta.

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