Capítulo 70

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El viaje transcurrió con tranquilidad y sin sobresaltos. Salieron sin problemas de la ciudad y no encontraron ningún obstáculo en la carretera ni los caminos. Las bromas de la enfermera comenzaron a cambiar el humor de Germán que terminó por reír con ellas y sincerarse contándoles su bronca con Oscar, que había desistido en sancionar a Sara, pero le había abierto un parte de amonestaciones, de ahí su mal humor que se había sumado a otra discusión con el encargado del laboratorio del hospital de Kampala, que se había negado a coger las muestra que le llevaba, remitiéndolo al hospital de Jinja.

- Y para colmo – terminó el médico cuando entraban ya en el campamento – he tenido que aguantar una conferencia de dos horas sobre los cambios que están pensando introducir en la estructura de la organización.

- ¿Qué cambios?

- ¡Más papeleos! ¡por si ya tuviéramos pocos! – exclamó cansado – vamos que estoy por mandar la dirección a tomar por culo – alzó el tono de forma airada – yo no me vine aquí para pasarme todo el día con el culo pegado a una silla.

- No te pongas así hombre – lo suavizó Alba adivinando su cansancio y hastío, sabía que cuando se ponía así era imposible razonar con él – verás como no es para tanto.

- No sería para tanto si alguien pudiese ayudarme, pero ya sabes que cuando tú no... - se calló, había estado a punto de echarle en cara que se marchaba y eso no era justo para ella.

- Ya te echaremos una mano – le dijo solícita, intentando animarlo, sin recordar que ella no estaría allí para cuando esos cambios se produjeran – pero no puedes dejar la dirección. Todos te necesitamos.

- Alba tiene razón – intervino Natalia con un hilo de voz – lo que necesitas es unas vacaciones, luego verás todo de otra forma.

- ¡Habló la voz de la experiencia! – saltó sarcástico dando un frenazo frente a la puerta de la cabaña de ambas, ganándose un golpe en el hombro por parte de Alba.

- Perdona, no pretendía meterme donde no me llaman – se disculpó la pediatra en tono conciliador, volviéndose hacia él que la miraba con seriedad.

- No es eso Lacunza – se desdijo con rapidez – perdóname tú, hoy ha sido un día... en fin, que estoy de mal humor, no me hagas caso – esbozó una sonrisa abriendo la puerta del coche.

- A eso es a lo que me refiero – lo cortó Natalia posando su mano sobre la de él con cariño, ante la sorpresa de Alba que sonreía disimuladamente, ¡le encantaba verlos así! reculando y hablando sin terminar siempre discutiendo. Germán se giró hacia Natalia y cerró la puerta, sorprendido también con su gesto y su tono cariñoso, y más de que lo emplease delante de Alba - ¿sabes una cosa? antes de... de que me asaltaran, antes... de venirme aquí yo... estaba a punto de tirar todo por la borda, de dejarlo todo. Iba a dejar la clínica que tanto trabajo me había costado montar - confesó.

- ¿Y qué te hizo cambiar? – le preguntó interesado.

- Vosotros y... todo esto – lo miró fijamente – me di cuenta que no era la clínica, ni el trabajo, ni siquiera todo lo que me rodea allí, lo que me asfixiaba. Aquí he tenido tiempo para pensar, para ver las cosas con distancia, con claridad, para darme cuenta de lo que realmente me importa, de lo que realmente me hace feliz.

- Ya... - sonrió comprensivo – no es lo mismo, Lacunza.

- Sí lo es – lo contradijo – dejaste todo por venirte aquí. Era esto lo que siempre habías deseado hacer, todos lo sabíamos, no te cansabas de repetirlo en la facultad, y te he visto trabajar, te he visto luchar día a día por todo esto. Te conozco y sé que aquí está tu sitio y cuatro papeles más no pueden hacerte cambiar de idea y si lo hacen es que necesitas frenar un poco, descansar, pensar...

La ClínicaWhere stories live. Discover now