Capítulo 80

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Natalia rió imaginándosela de niña, descubriendo el mundo animal, le encantaba esa forma infantil de descubrirlo todo.

- Le pregunté a mi padre, a mi madre, a mis hermanos mayores, cómo era eso posible y ninguna respuesta me convencía, así es que un día me metí en una caja dispuesta a averiguar de dónde salían los huevos, y estuve espiando a las gallinas toda una tarde, ¡más de cuatro horas! sin moverme de allí.

- ¿Y tus padres? – preguntó Natalia con una sonrisa divertida - se preocuparían.

- ¡Llamaron hasta a la policía!

- Puedo imaginarlo – dijo con una carcajada.

Alba miró hacia ellas y Germán le guiñó un ojo, "parece que se llevan bien", le susurró sintiendo una satisfacción especial, no sabía por qué, pero para él era importante que se cayesen bien.

- Me cayó una buena, ¡menudo susto les di! pero mi madre me escuchó, siempre me ha dicho que aquel día me vio con un brillo especial en los ojos cuando le decía que ya sabía de donde salían los huevos. Apenas sabía escribir ni dibujar, pero me pasé semanas intentando plasmar lo que vi aquella tarde.

- ¿Y desde entonces supiste lo que querías ser?

- No exactamente, lo que sí supe es que dedicaría mi vida a los animales, siempre me han fascinado. Pocos años después, cuando cumplí los once, ya estaba diciendo que me vendría a África, y eso era algo que enfurecía a mi padre, pero mi madre siempre me apoyó.

- Sí, sé lo que es eso - Natalia suspiró melancólica, recordando las discusiones con sus padres, pero al menos Nancy contó con el apoyo de su madre, todo lo contrario que la suya, nunca le gustó que estudiara medicina, siempre quisieron que se quedara en las bodegas.

- Mi madre siempre comprendió que era algo muy importante para mí,

- Yo no lo tuve tan fácil, pero... acabé siendo médica de niños – sonrió enarcando las cejas con picardía, y confiriendo a sus ojos tal expresión que sonrieron a la par que su boca. Fue ahora Nancy la que pensó en Alba y la cantidad de veces que se había confiado a ella, diciéndole, entre otras cosas, que Natalia tenía una sonrisa cautivadora. En ese instante Nancy comprendió lo que quería decirle.

- Y... ¿cómo te dio por ahí?

- Mi hermano se cayó en la finca, y se partió un brazo, mi padre salió corriendo con él al médico y cuando volvió la escayola me fascinaba, yo no tendría más de cinco años, pero me acuerdo perfectamente, me explicaron que lo había curado un médico y mi hermano ya no lloraba, reía contento porque le regalaron todo tipo de chucherías, dulces y juguetes. Así es que me propuse ser médica de niños, me parecía algo fascinante tener el poder de conseguir cambiar las lágrimas por una sonrisa.

- Es bonito.

- Bueno, no lo fue tanto el día que le hice tomarse un supositorio por la boca.

Ahora fue el turno de Nancy de soltar una sonora carcajada y Alba volvió a mirar hacia ellas frunciendo el ceño imperceptiblemente.

- ¿Celosa? – le preguntó un burlón Germán.

Alba negó con la cabeza, pero su aire circunspecto y mohíno le decía al médico que no era así.

- No seas tonta, niña. Si Nat solo tiene ojos para ti – le susurró al ver que volvía a espiarlas discretamente.

- No estoy celosa – refunfuñó con genio y Germán sonrió - ¿no me crees?

- Que sí, que te creo, no te enfades.

La ClínicaWhere stories live. Discover now