La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 140

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By marlysaba2


Vero llegó a la hora de comer. No había podido hacerlo antes. Había estado toda la mañana en el estudio de grabación y apenas podía pararse. Era tarde de consulta y comenzaba a las cuatro.

- ¿Qué le pasa?

- Lleva toda la mañana emperrada en verte. Se le ha metido en la cabeza que tú eres la culpable de la marcha de Alba.

- Entiendo... Yo me encargo. Gracias, Adela. Vero entró en el dormitorio con una amplia sonrisa.

- ¿Cómo esta hoy la enfermita?

- Como ayer y como antes de ayer y mucho me temo que como mañana y...

- Vale, vale, ya me hago una idea... ¿de mal humor?

- No.

- Dice Adela que necesitas hablar conmigo.

- Sí.

- Tú dirás.

- Vero... no sé como preguntarte algo así y si... estoy equivocada pues... me lo dices pero no te ofendas.

- De acuerdo – sonrió - ¿qué es eso que tanto te preocupa?

- Yo... recuerdo haberte besado en el hospital.

Ahora su sonrisa se amplió aún más.

- ¿Se trata de eso?

- Sí y... recuerdo a Alba... eh... estaba con ella en un vestuario y... me decía que no quería seguir así conmigo, que... que se iba de casa.

- ¿Y qué más recuerdas?

- Nada más. Lo intento pero no logro recordar nada más. Y... no sé qué pensar... no sé cuándo han pasado esas cosas ni lo que significan... lo que significan de verdad.

- Adela me había dicho que recordabas todo de Alba.

- ¿Te parece poco? ahora sé que me dejó porque tú y yo... ¿cómo no me has dicho que estamos juntas?

- Porque no lo estamos. Yo solo te ayudaba a superar tu incapacidad de expresarle con palabras que la amabas. Recreábamos una situación para que cuando estuvieses frente a ella lograses pronunciar las palabras "te amo", eso es todo.

- Entonces... ¿no estamos liadas?

- No – sonrió.

- ¿Me ayudabas?

- Sí – suspiró – Alba te echaba en cara que nunca le decías que la querías y yo solo intentaba hacerte salir de ese bloqueo.

- Soñé algo sobre eso – murmuró con tristeza.

- Pues ya lo sabes y ya puedes estar tranquila, nunca has engañado a Alba conmigo, y si eso es todo... tengo prisa, a las cuatro entro en consulta y no he comido.

- Come conmigo, quiero decir aquí y... no te vayas.

- Nat...

- ¿Por qué se fue Alba, entonces?

- ¿Tanto te preocupa?

- Sí. Mi corazón siente... cosas... pero... todo lo que recuerdo... no cuadra con... lo que siento.

- Tu vida es complicada,Nat. Y... ella hay cosas que no es capaz de aguantar. Tiene miedo y es comprensible.

- ¿Miedo de mí?

- No. Miedo de lo que pueda ocurriros a las dos.

- Recordé que... golpeé a Juan.

- ¿Y recuerdas algo más de ese día?

- No. Solo eso.

- Alba estaba allí.

- ¿Conmigo?

- Sí y casi muere a manos de Juan. Y... no es la primera vez que ha estado en peligro, llueve sobre mojado y no es capaz de soportarlo.

- ¿Qué quieres decir?

-Alba... tiene problemas... serios problemas psicológicos que intenta superar y... tu vida no la ayuda en nada a hacerlo.

- Entonces... lo que recuerdo... que se marchó...

- Es cierto. Se marchó, para no volver, quiere trabajar en Jinja, hizo las pruebas de readmisión a escondidas y las supero. Puede que te ame, pero no lo suficiente como para enfrentarse a sus miedos y luchar por ti. Allí esta su vida y no va a renunciar a ella, por nada ni... por nadie. Por mucho que te duela escucharlo.

- Ya... - sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Lo superarás. Eres más fuerte de lo que crees.

- ¿Y por qué va a venir a verme? si... si... ya no

- Que tenga miedo no quiere decir que no te aprecie y se preocupe por ti. Os vendrá bien veros y hablar. Si queréis seguir Adelante con vuestras vidas debéis... hacerlo.

- ¡Pero no recuerdo nada...! Solo detalles y... no sé si quiero que... todo se acabe... que...

- Tranquila... no hace falta que recuerdes, solo guíate por tu corazón. Eres generosa y si lo que dices sentir es cierto, harás lo mejor para ella.

- Si estar conmigo le hace daño y la pone en peligro...

- Exactamente... el amor es así, pensar en el otro antes que en uno mismo.

- Sí...

- ¿Estás más tranquila?

- Sí – sus labios se fruncieron en una fina línea intentando controlar la congoja que sentía.

- Tengo que irme Nat, ya seguiremos con esta conversación, lo importante es que te recuperes y seas sincera con ella y contigo.

Vero la besó en la mejilla y se despidió con un leve abrazo.



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María estaba sentada frente a su marido. Mikel la observaba sin pronunciar palabra. Lo conocía suficientemente bien como para saber que buscaba una salida airosa a la pregunta que le había formulado. Era evidente que no lograba hacerlo. El cansancio hacía mella en él, no solo físicamente.

- ¿Lo sabías o no?

Mikel abandonó la pose erguida y sus hombros se hundieron al igual que su cabeza.

- Sí, lo sabía – acabó por reconocer.

- ¿Sabías que querían matar a la niña y aún así hiciste negocios con ellos?

- ¡Los hice para que no la mataran! ¿cuántas veces intenté disuadirla de la idea de montar ese campamento? ¡¿cuántas?!

- Pero... ¿les ayudaste? Es cierto que... le revelaste la contraseña de la alarma de su casa.

- Sí.

- ¡Mikel!

- Sabía que no iba a servir de nada, la niña me comentó que esa detective que vivía en su casa la cambiaba todas las noches. Solo pretendía ganar tiempo.

- ¿Tiempo para qué?

- Es mejor que no lo sepas.

- No me lo cuentes si no quieres, pero a ellas – señaló hacia la puerta – deberías contárselo en cuanto vuelvan.

- ¿Quieres que nos maten a todos? ¡No sabes de lo que son capaces!

- ¡Claro que lo sé! No eres tú quien se pasa todos los días y las noches al lado de nuestra hija. Quizás necesite un trasplante ¿lo sabías? ¿sabías que le han hecho tanto daño con todo lo que le han dado que puede que nunca vuelva a recuperar la salud?

Mikel hundió la cabeza entre las manos y sollozó como un niño pequeño.

- Lo siento... lo siento... creí que podría controlarlos, que haciendo lo que me pedían os dejarían en paz... pero me mintieron... cada vez que saldaba mi deuda me pedían algo más, y luego más y más...

- Confiesa, Mikel. Es lo único que puedes hacer.

- No lo entiendes – la miró con desesperación – no temo por mí, si no por vosotras. Yo ya sé que tengo las horas contadas hable o no hable.

- Eso no es así.

- Sí lo es. Sé demasiado y tengo... pruebas contra ellos. No soy tan imbécil como imaginan, he intentado guardar mis espaldas y a estas alturas ya están enterados de todos mis movimientos. Intentarán silenciarme antes de que hable. Aquí dentro o en la calle, eso da igual. Trabajan a lo grande. Policías, abogados, ¡hasta un juez!

- Mikel... - fueron sus ojos ahora los que se anegaron de lágrimas y su barbilla tembló – algo podremos hacer, conocemos a mucha gente, tienes buenos amigos.

- En estos casos los amigos se esfuman.

María intentó disimular su abatimiento. Pedro tenía razón. Desde que la prensa se había hecho eco de la noticia y el nombre de Mikel había salido a relucir ninguna de sus amigas le había cogido el teléfono, ¡ninguna! ni siquiera Mari Nieves que, un día sí y otro también, acudía a ellos para pedirles dinero, para llegar a fin de mes desde que se separara de su marido. No le había contado nada a Mikel, pero aquellas ciertas palabras de su marido la hicieron flaquear.

- No llores, amor. No puedo soportarlo. Sé que he arruinado nuestras vidas y la de la niña, pero... solo pensaba en vosotras. Tienes que creerme.

- No, Mikel. No pensabas en nosotras. Si lo hubieras hecho nunca te hubieras metido en todo esto.

- Intentaba salvar las bodegas. Tus bodegas. Nuestra posición. Intentaba conservar nuestros amigos...

- Y lo has perdido todo.

- Lo sé. Lo sé... y aunque no lo creas ahora mismo lo único que me importa es la niña, saber que está bien, y... esperar que me perdone.

- Quiere verte – confesó – pero aún no sabe nada.

- ¿No se lo has contado?

- Su médico opina que no es prudente. Apenas recuerda lo ocurrido en los últimos meses, y hay cosas que puede que no vuelva a recordar nuca. Quieren que esté tranquila y... hablarle de todo esto...

- Cuando esté mejor yo... yo hablaré con ella y... le explicaré.

- A quién tienes que explicarle todo es a la policía. Quieren que les cuentes todo lo que sabes. Todo lo que callas.

- No puedo. Podrían haceros cualquier cosa para demostrarme que debo mantenerme callado.

- Mikel... tienes que hacerlo, tienes que hablar. Ellas dicen que si no lo haces... la niña... podría seguir en peligro.

- Amor, no puedo arriesgarme, no puedo. Pero tú si puedes hacer algo por mí.

- ¿El qué?

- En casa, en la caja fuerte pequeña, hay unos documentos. Búscalos y dáselos al abogado. Él sabrá lo que hacer con ellos.

- No puedo irme de Madrid. Nat me necesita. Soy su madre y voy a estar a su lado.

- También lo estarás si haces lo que te pido. Podrías salvarle la vida.

- No, Mikel. Esta vez, no. No voy a ir a Sevilla a por esos papeles. Si tan importantes son... dáselos a la policía.

- No me fío de la policía – bajó tanto la voz que ni Isabel ni su jefa consiguieron entender qué dijo - ¡de nadie! – enarcó las cejas y volvió a susurrar – hay una mujer detrás de todo esto, ese Sacha no es el cabecilla, no te dejes engañar.

Mikel se arrepintió al instante de haber intentado convencerlo. Sabía lo que había querido decirle con aquél gesto y esas palabras. Se levantó al instante dispuesta a salir de allí inmediatamente.

- Cuídate Mikel – se inclinó a besarlo y susurró – le pediré al niño que busque los papeles.

Mikel la sujetó por la muñeca y negó con la cabeza.

- Ya me encargo yo.

Se besaron fugazmente y María acudió hacia la puerta. Inmediatamente escuchó el clips de la apertura, dedicó una última mirada a su marido y lo dejó nuevamente solo.



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Adela entró en la habitación y observó a su amiga. Las ojeras se le habían pronunciado aún más y sus brillantes ojos le hicieron temer que volviera a tener fiebre. Su cara desencajada le indicó que algo no iba bien.

- Nena, ¿qué te pasa?

Natalia ladeó la cabeza casi sin fuerza y no respondió.

- ¿Te encuentras peor?

- Como siempre.

- ¿No ha servido de nada tu charla con Vero? creí que estarías más animada...

- Déjame en paz, Ade. No tengo ganas de charla.

- Entiendo... - apretó los labios y frunció el ceño - ¿De qué habéis hablado?

- De nada.

- Vamos... ¡Nat! que soy yo. Te habrá quedado claro que tus temores son infundados, ¿no?

La pediatra no respondió.

- ¿No? – insistió aguardando una respuesta que no llegó – Nat...

- Déjame tranquila – murmuró enrojeciendo.

- ¿Te encuentras peor?

- Sí. Vuelvo a tener náuseas y... me duele mucho la cabeza.

- Ya... - la observó preocupada calibrando hasta qué punto era cierto lo que decía o era producto de aquella conversación – Vero te habrá ratificado que no tiene nada que ver contigo y que Alba y tú...

- Deja de hablarme de Alba – intentó elevar la voz – solo me encuentro mal.

- Imagino que de comer ni hablamos.

- No. No puedo, Ade.

- Aún faltan dos horas para la medicación. Será mejor que te eches e intentes dormir un poco. Y cuando se te pase, tomas algo.

- No. Me... me duele el estómago y... estoy mareada. Y... voy... voy...

- Tranquila, no te pongas nerviosa – la ayudó con rapidez y preocupación. Natalia no dejaba de vomitar y eso comenzaba a intranquilizar a todos – Nat... nena... ya está... no pasa nada, pronto estarás mejor, pero no llores.

- Ade...

- Chist... no pasa nada, venga échate...

- ¡Odio estar así!

- Voy a llamar a tu madre... a ver si ya ha terminado, me prometió que mientras me iba a comer con Paula, se quedaría contigo.

- ¿No ha vuelto?

- Ya debería estar aquí, pero tiene que marcharse de nuevo.

- ¿Y mi padre?

- No pienses ahora en nadie, solo en descansar. ¿De acuerdo?

- Sí...

- Muy bien. Échate.

Natalia obedeció y cerró los ojos agotada. La voz de Vero retumbaba en su cerebro y repiqueteaba en su estómago "se marchó, para no volver, quiere trabajar en Jinja, hizo las pruebas de readmisión a escondidas y las supero. Puede que te ame, pero no lo suficiente como para enfrentarse a sus miedos y luchar por ti". Se le revolvía el estómago cada vez que pensaba en ello. Apenas la recordaba, pero todo su ser le gritaba desesperado que la necesitaba a su lado, que deseaba verla y escuchar su voz, aunque fuera una sola vez más, aunque fuera la última.



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Alba cerró su maleta con un cosquilleo especial en su estómago, en menos de veinticuatro horas estaría subida al avión que la haría regresar a su lado. Le parecía increíble que por fin pudiera verla, decirle lo arrepentida que estaba y confesarle el miedo que había tenido al creer que la perdía, que nunca volvería a verla. Germán entró en la cabaña con una sonrisa que no era capaz de ocultar su tristeza.

- No pongas esa cara que pronto me tendrás de vuelta.

- Solo estoy preocupado por el camino. Es peligroso.

- Aquí todo lo es.

- Niña... besa a Lacunza de mi parte.

- Lo haré.

- Cruz me ha dicho que la ingresan esta noche. Si no estoy equivocado y el remedio surte efecto mejorará en pocos días.

- ¡Eres el mejor! Siempre lo he dicho.

- ¡Déjate de lisonjas! Y ten cuidado. No vayas a hacer ninguna tontería.

- André cuidará de mí.

- Os pararan varias veces y a partir de la frontera irás sola. Prométeme que...

- No haré tonterías – repitió con impaciencia – y ahora te dejo que voy a llamar a Madrid, quiero hablar con Nat y decirle que llego pasado mañana.

- Ten cuidado niña.

- ¡Lo tendré! – se empinó para besarlo en la mejilla y salió disparada hacia la radio.

Grecco la abrazó en señal de despedida y la dejó sola para que hablase en la intimidad. Pero fue en vano porque Adela no la dejó hablar con Natalia.

- Acaba de dormirse, lleva un día malísimo y no voy a despertarla.

- Pero... mañana no podré llamarla. Hasta que no llegue a Madrid...

- Lo entiendo Alba, y tus llamadas le hacen mucho bien pero esta noche la ingresamos para administrarle el tratamiento y debe descansar.

- Claro...

- Lo siento. Sabes que me gustaría no ser tan drástica pero hoy no la voy a dejar ponerse.

- ¿Puedes decirle que he llamado?

- Claro, en cuento despierte se lo diré y me ganará la bronca por no haberla despertado.

- Y dile que la quiero y que llego pasado mañana.

- Le encantará saberlo, te lo aseguro.

- Gracias, Adela.

- Gracias a ti, Alba, ¡muchas gracias! Y ten cuidado que Germán ya me ha contado.

- Lo tendré. Bueno... tengo que colgar... estoy a punto de salir.

- Sí, sí, hasta pronto.

- Adios.

Germán la aguardaba junto a los camiones. La enfermera llegó corriendo con una sonrisa y un pequeño bolso de mano.

- ¿Has cogido tú mi maleta?

- Por supuesto - la abrazó con tanto sentimiento que la enfermera se separó de él con una sonrisa.

- ¿Se puede saber qué te pasa? estaré aquí en unos días, ya te lo he dicho.

- Sé que no será así, que te quedarás con ella.

- Aunque decida quedarme allí, volveré a visitarte y a arreglar todos mis papeles.

Germán suspiró tan abatido que Alba se preocupó. Rápidamente temió que supiese algo sobre la salud de Natalia que ella desconocía. Tenía que ser eso.

- ¿Me estás ocultando algo?

- No claro que no.

- Germán, que te conozco.

- Nada niña, ¿qué iba a ocultarte?

- Que Nat está peor, que ese tratamiento a base yerbajos...

- No son yerbajos, Alba. Ya han intentado todo con ella, el paso siguiente es la diálisis y el trasplante. No pierden nada por intentar lo que les he propuesto. Aquí nos funciona bastante bien cuando no tenemos suministros, ¿o no?

- Tengo que reconocer que a veces sí que nos han sacado de algún apuro.

- Cuando estés con ella, escúchala y recuérdale que escuche a su cuerpo.

- ¿Recordarle? Dudo mucho que pueda, si lo mismo ni se acuerda de mí.

- Es importante, niña.

- Entonces me estas ocultando algo...

- Ya te he dicho que nada. Solo quiero asegurarme de que Lacunza se recupera. Quiero que te cuides y que dejes de tontería y decidáis ser felices las dos, que ya va siendo hora.

- Así será, nada ni nadie me va a impedir que coja ese avión y le diga cuánto la amo.

- Así me gusta, las ideas bien claritas.

- Las tengo Germán, ¡muy claras! Y todo gracias a ti.

- ¡Venga! No te detengas más – la ayudó a subir al camión y se volvió hacia André – gracias amigo, ¡por todo!

- Blaise se queda al mando.

- Si necesito cualquier cosa hablaré con él.

Se estrecharon la mano y se golpearon con la contraria el brazo mutuamente, manteniéndose aferradas las manos al antebrazo. Luego André subió al camión de Alba, tras dar la orden a los dos camiones primeros para que arrancaran. Aprovecharían el viaje para trasladar a dos enfermos graves al hospital de Torero y recoger algunos suministros. Luego avanzarían varios kilómetros hasta la falda del monte Elgon donde Alba se separaría de ellos para cruzar la frontera.

Germán se mantuvo en pie, junto a Jesús y Marka que habían acudido a despedir a la enfermera. Margot, se había marchado a la carrera enjugándose las lágrimas. Consternada con la nueva marcha de Alba, cuando ya creía que había vuelto para quedarse, otra vez se alejaba de allí y de ella. La joven no podía evitar sentir que una parte de ella se marchaba en aquel camión. ¡Alba la había ayudado tanto desde sus doce años!

Los portones se abrieron y el convoy abandonó el campamento, Jesús y Marka volvieron al trabajo pero Germán permaneció allí unos instantes, pensativo "Me ocultas algo". Sí, le ocultaba algo, pero nada tenía que ver con lo que Alba sospechaba. Simples aprensiones. Esta vez estaba convencido de que no volvería a verla.

El convoy avanzó a marcha lenta para evitar y sortear a los enfermos y acompañantes, sin que los soldados repararan en los hombres apostados entre la vegetación. Hubieran pasado desapercibidos entre algunos de los enfermos que llegaban hasta allí y aguardaban su turno de ser atendidos en la parte exterior de la entrada, pero no se arriesgaron, estaba camuflados, esperando la ocasión. Aquel chivatazo había sido uno de los mejores de las últimas semanas. Atacar un campamento de Médicos Sin Fronteras sería el detonante ideal para sentar las bases de sus pretensiones. Por fin, iban a tomarse a la guerrilla en serio fuera del país. Por fin, conseguirían hacerse oír. Observaron con interés como eran cuatro los camiones que abandonaban el recinto, lo que significaba que habían dejado un pequeño reten en el campamento. Esperarían lo suficiente para que aquellos soldados que se alejaban no tuvieran tiempo de regresar a ayudar a sus compañeros.

Hora y media después, Germán estaba en el centro del patio atendiendo a un chico con la pierna gangrenada cuando una enorme explosión lo sorprendió, lanzándolo al suelo. Nuevas explosiones y múltiples disparos se sucedían. Se levantó a duras penas, todo a su alrededor era caos y muerte. El olor a carne quemada le revolvía el estómago. Sus oídos zumbaban tanto que no era capaz de escuchar los gritos y lamentos de los que lo rodeaban. Se tambaleó unos pasos hacia Maika, que había esto instantes antes junto a él ayudándole a atender al herido. Ella le había servido de escudo, yacía tumbada boca arriba con los ojos abiertos y llenos de espanto. Caminó los escasos metros que los separaban en un intento de prestarle su ayuda, era Alba la que habría estado allí, a su lado. La chica intentaba tomar aire y él era incapaz de llegar junto a ella. Los escasos metros parecían ampliarse cada vez más, hasta que sus piernas dejaron de responderle, todo a su alrededor se oscureció y cayó desplomado.



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Natalia estaba tumbada en la cama, sola, con los ojos clavados en el techo. Adela acababa de salir para atender una llamada. Su estómago se había aplacado y una leve somnolencia comenzaba a apoderarse de ella. Pero su mente imaginaba una y otra vez cómo habría sido la vida con Alba. No eran recuerdos, eran ilusiones de un corazón herido. De un corazón que había albergado la esperanza de ver a una desconocida que le alegraba los días solo con su voz y que ahora estaba roto por el aplastante conocimiento de una verdad que no recordaba: Alba se había marchado. La había abandonado de nuevo, dejándola sumida en una profunda desesperación, en un profundo desamor, que no se veía capaz de superar. Ni todo el tiempo del mundo lograría hacerla sentir de otra forma. Era absurdo, casi incomprensible no saber porqué sentía lo que sentía. No recordaba su risa, ni su mirada. No recordaba cómo sabían sus besos, cómo se divertían juntas, cómo discutían, si es que lo hacían. No recordaba apenas cómo era su rostro, solo lo que veía en las fotografías. Pero ansiaba que llegase, ansiaba poder verla, su corazón se aceleraba cada vez que Adela cogía el teléfono esperando que fuera ella. Era incomprensible sentir amor por alguien que desconocía, pero eso era lo que le ocurría.

Intentaba recordar algo más, intentaba comprender el significado último de todas las palabras que Vero había pronunciado. Deseaba ser capaz de notar que su interior era fuerte como Vero le aseguraba, pero solo era capaz de sentir pánico ante la idea de obedecer y permitir que Alba fuera feliz lejos de ella. No podía recordar momentos compartidos, ilusiones creadas, sueños por lograr. No podía tenerla en su vida, ni siquiera tenerla cerca y la desesperación que le creaba esa realidad, la asfixiaba. No podía dejar de pensar en cómo habría sido el día que se conocieron, cómo fue su primer beso, cómo crearon un momento mágico solo por ellas comprendido y compartido. No recordaba nada de eso, por mucho que se esforzaba. Por mucho que pasaba minutos observando el álbum de fotos que Adela le había dejado en la mesilla de los días pasados en Jinja y se conformaba con imaginarlo, con recrearlo en su mente. Solo podía pensarla, imaginarla y anhelar, que a pesar de todo lo que Vero le había contado de su vida juntas, las palabras de Alba fueran ciertas "Te echo mucho de menos aquí, Nat, ¡mucho! tengo billete y voy a ir a verte", y Alba abriese la puerta como en su sueño y la sacase de esa aniquiladora incertidumbre, porque a pesar de todo lo que Vero le decía, ese sentimiento de amor desesperado y ansioso por volver a verla y tenerla, le gritaba que Alba aún era suya.

Adela aseguraba que se amaban, le pedía que no escuchase nada más que a su corazón. Y cuando lo hacía se daba cuenta de que Alba no estaba, que se había marchado y que daría cualquier cosa por recuperarla. Por pedirle perdón si era ella la que había fallado, por demostrarle que la quería y prometerle que la haría feliz. Pero la voz de Vero resurgía con fuerza, insistía en que a pesar de quererse se hacían daño y eso solo la hacía desear que allá donde estuviese Alba fuese feliz, así ella podría convencerse de que ese daño no había sido tan profundo como el que ella sentía.

Seguía mirando al techo en una agónica súplica. Daría su vida por verla de nuevo. Por saber conquistarla de nuevo, porque esas palabras que retumbaban en su mente cobraran forma en sus labios y fuera capaz de decirle que la amaba. Ojalá Alba también fuera capaz de entender lo que sentía por ella a pesar de no recordarla, ojalá fuera capaz de comprender que su corazón no mentía y que solo encerraba la verdad del amor que le profesaba.

Adela entró en la habitación y Natalia cerró los ojos fingiendo dormir. No deseaba hablar con ella. Solo anhelaba que en esos mismos momentos Alba también estuviese pensando en ella, estuviese imaginando una vida a su lado y que estuviese escuchando a su corazón como ella hacía con el suyo.

Adela la observaba con satisfacción, hacía dos horas que no vomitaba y seguía durmiendo, eso era buena señal. Cuando la vio abrir los ojos, sonrió aliviada.

- ¿Estás mejor?

- Si. Algo mejor. Ya no me duele la cabeza.

- Ha estado Cruz aquí y dice que todo va bien. Pero que quiere llevarte a la clínica para hacerte una prueba.

- ¿Qué prueba?

- Ha estado hablando con Germán. Le contamos lo de la toxina y... se le ocurrió que en la medicina local africana se usa una combinación de alimentos y una bebida a base semillas de canela y damiana cocidas – le explicó esperando su rápida negativa - pero tendrás que poner de tu parte porque tienes que comer.

- Vale.

- ¿No protestas?

- No.

- Vaya eso si que es una novedad, espera que dijeras que eso no es medicina, que ni muerta te hacen tomar bebedizos de hechiceros o...

- No voy a decir nada de eso.

- Estupendo porque esta misma noche nos vamos para la clínica. Isabel está preparando el traslado.

- ¿Y mi madre?

- Te esperará allí. ¿Seguro que estás mejor?

- Sí. Y no me mires con esa cara, si no protesto es porque deseo tanto mejorar que me da igual con lo que sea.

- Es lento pero vas mejorando, nena. ya sé que hay días como el de hoy que te es difícil creerlo, pero confía en Cruz.

- Lo hago.

- Bueno... voy a ver si te traigo algo de comer – se alejó de la cama y se detuvo – por cierto, tu perra no deja de arañar la puerta de entrada desde que estás aquí, vamos a tener que hacer algo...

- Deja que Thersi pase, le gusta dormir aquí.

- ¿Te acuerdas de ella y de su nombre?

- Eh...Sí. Ha sido... de... de repente. Yo... me he acordado – sonrió.

- ¡Nena! – corrió hacia ella y la besó efusivamente en la mejilla cogiéndola de la mano - ¡ya verás como pronto recuerdas todo! ¡ya verás cómo dentro de unos días nos estamos riendo de todo esto!

- Ade... nunca podré agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.

- Somos amigas, para lo bueno y para lo malo.

- Pero conmigo siempre es lo malo.

- No, nena. Tú me has dado algunos de los mejores momentos de mi vida y estuviste a mi lado en alguno de los peores y me prometí a mí misma que, pasase lo que pasase entre nosotras, nunca lo olvidaría.

- No merezco una amiga como tú.

- No digas tonterías y ve incorporándote que tienes que comer algo.

- ¿Y las pruebas?

- No son en ayunas. No tienes excusa – fue a la pequeña mesa delante del ventanal y cogió el teléfono. Tras darle unas indicaciones a Rosa, regresó a su lado – y ahora voy a prepararte para lo de esta noche, ¿qué quieres que nos llevemos?

- No sé, elige tú.

- Pero luego no vayas a protestar que me estoy acordando del viaje que hicimos a Nueva York cuando ganaste tu primer sueldo en aquella clínica privada en la que te enchufó tu padre en verano.

Natalia sonrió con tristeza. Adela seguía parloteando y ella ya no la escuchaba. Solo podía pensar en que había perdido a Alba dos veces, que había perdido a Ana. Las dos habían confiado en ella y las dos se habían equivocado al hacerlo. Adela continuaba recogiendo algunas prendas y las guardaba en un pequeño neceser.

- No tienes porqué hacer eso... llamaré a Rosa y...

- ¿Ya recuerdas a Rosa?

- Acabas de pedirle mi cena y además, ya recuerdo muchas cosas, no hace falta que me preguntes continuamente.

- Perdona... ya sé que a veces soy una pesada, pero solo me preocupo por ti.

- No, perdóname tú. Estoy de mal humor porque... lo que no consigo recordar es... mi vida con Alba... ni... lo que pasó cuando maté a Juan...ni...

- Pues no pienses tanto, nena... tienes que distraerte más y animarte un poco.

- Podías traerme una televisión. Me apetece saber qué pasa por el mundo.

- ¡Uy! te aseguro que eso no te apetece, guerras, crisis, corrupción... Además Cruz y Claudia no quiere que veas la televisión aún.

- ¿Por qué? ya estoy mejor y recuerdo muchas más cosas.

- No quieren que te alteres y tu eres de las que son capaces de discutir hasta con el presentador del telediario.

Natalia rió abiertamente y suspiró aceptando la negativa.

- Ade... estaba pensando antes que... todo esto que ha pasado... puede ser para bien.

- Si tú lo crees así...

- Quiero decir que a veces no valoramos lo que tenemos y que... hay cosas que te pasan que... te hacen valorarlo.

- En eso te doy la razón.

- Y... que hay personas que no sabes lo que significan en tu vida hasta que no las pierdes.

- En eso también te doy la razón – sonrió volviéndose hacia ella – pero tú no has perdido a Alba, si es lo que estás pensando, solo estáis separadas por unos kilómetros y una guerra, pero en cuanto la tengas aquí...

- No hablaba de Alba, pensaba en Ana.

- ¿Qué Ana? ¿tu mujer?

- Sí. ¿Qué otra podría ser?

- Pues tu cuñada. Que por cierto llamó antes, pero no quise despertarte. Vendrán en cuanto puedan.

- Mi madre me dijo que traerían a las niñas el fin de semana.

- Claro – Natalia supo por su tono que le ocultaba algo pero no preguntó, ya estaba acostumbrada a su hermano, era como su padre, siempre había alguna excusa del trabajo para no hacer lo que había prometido – nena, ¿qué me hablabas de Ana?

- Nada... solo pensaba en ella.

- ¿Has recordado algo más del accidente?

- No. Pero sí de ella. Me cuidaba y me ayudaba. ¡Me ayudaba mucho!

- Y tú a ella.

- No. Eso no es así. Yo... ella creía que yo era su salvación y solo fui su condena.

- Tú no tuviste la culpa del accidente.

- Puede que no directamente, que no condujera no me exime de la otra culpa.

- ¿Qué culpa, Nat?

- Vero dice que mi vida es complicada, y tiene razón. Ana está muerta y Juanito también porque iban a por mí. Estarían vivos si no nos hubiéramos casado, si yo no hubiera entrado en sus vidas.

- Puede ser. Pero la única verdad es que ella pudo elegir, y eligió compartir su vida contigo. La hiciste feliz, y eso es lo único que debes pensar.

- No quiero que a Alba le ocurra lo mismo. No voy a consentirlo.

- Nat... ¿se puede saber qué es lo que te traes entre manos? no vayas a empezar con tus pajas mentales.

- No. No intentes convencerme. Estoy decidida. He estado pensando y... no quiero que aLBA sufra ni corra peligro por mi culpa, y todo lo que me habéis contado indica que será así.

- Nena... no digas tonterías, verás cómo en cuanto la veas entrar por esa puerta se te olvida todo...

- No quiero que venga.

- Pues es tarde, porque hace un rato te llamó para decir que mañana coge el avión y que salía esta misma tarde para Kenia.

- ¡No! No quiero que venga... yo...

- Vamos a ver, si te pasas el día deseando que te llame, ¡cómo vas a decir ahora eso! ¿qué es lo que has estado hablando con Vero?

- Esto no tiene nada que ver con Vero. Es algo que... que he decidido yo sola. Sé que no me has contado todo, ni tú, ni nadie. Y si solo me habéis contado una parte y en esa parte me decís que debo estar alerta y tener cuidado no quiero ni imaginar qué será lo que ocultáis. ¡Ni siquiera me dejáis ver la televisión! te he puesto a prueba, está claro que es algo tan gordo que...

- Deja de decir tonterías. Si lo que quieres es una televisión yo te la consigo, pero antes, tengo que preguntarle a Cruz. Y sobre Alba, deja que sea ella la que decida si quiere o no correr el riesgo de vivir a tu lado.

- No. No voy a hacerlo porque no quiero que Alba corra la misma suerte que Ana. Quiero que siga viva, y si para eso tiene que estar lejos de mí, haré lo que haga falta.

- ¡Sí que te ha sentado a ti bien la siesta! Anda, deja de decir tonterías, voy a llamar a tu madre y vas a tomar lo que te va a subir Rosa, antes de que nos vayamos a la clínica. ¡Y no se hable más!

Adela se perdió en el cuarto de baño y Natalia se recostó, cansada. Su amiga estaba siempre muy segura de todo, pero ella no lo estaba de nada.



--------------------



Los camiones circulaban tan despacio que Alba no dejaba de mirar el reloj impaciente a ese ritmo no llegaría a la frontera antes de tres horas y luego debería atravesar gran parte de Kenia hasta Nairobi. Y encima los habían parado ya en dos ocasiones y mucho se temía que volvieran a hacerlo y eso podía significar que el paso fronterizo estuviese cerrado y que no llegase a tiempo de coger ese avión.

Pensando en ello estaba, cuando notó que el convoy se detenía de nuevo. Asomó la cabeza esperando ver otro control pero no había absolutamente nadie. No comprendía lo que su cedía hasta que el camión en el que se encontraba comenzó a dar la vuelta. ¡Qué hacían! Extrañada y nerviosa se levantó e intentó descorrer la lona que la comunicaba con el cristal de la cabina. A punto estuvo de caer en el intento, pero logró golpear con los nudillos consiguiendo llamar la atención de André que se volvió hacia ella. Al instante la enfermera supo que sucedía algo grave

- ¿Qué pasa? – gritó para hacerse oír por encima del ruido de los motores - ¿por qué damos la vuelta? ¿vamos a coger otro camino?

- No. Tenemos que regresar.

- ¿Regresar? ¡Eso es imposible! Tengo que llegar a la frontera esta noche.

- Hay que regresar. Lo siento.

- Pues para un momento. Yo me bajo y sigo en el jeep.

- No podemos dejarte aquí. Es peligroso.

- Quiero bajarme aquí. Tengo que coger un avión.

- Han atacado el campamento, necesitan nuestra ayuda.

Alba guardó silencio. La noticia logró que le flaquearan las piernas.

- ¿Cómo que atacado? ¿qué te ha contado Germán?

- No he hablado con él. Ha llamado Blaise.

- Pero... ¿están bien?

- Ha sido muy rápido. Una llamada de socorro. Han lanzado granadas y han entrado destrozando todo. Tenemos que volver. Nos necesitan.

- Pero yo... - murmuró con las lágrimas saltadas.

Fue incapaz de decir nada más. Sabía de sobra lo que implicaba esa noticia. Tendrían suerte si no los encontraban a todos muertos. Se sentó abatida. Con un nudo en la garganta. No podía seguir sola. No podía marcharse sin saber qué ocurría. Sin ayudar a sus amigos. No podía. Solo esperaba que Natalia supiera entenderla, que no interpretase su decisión como una nueva traición.



-------------------------




Natalia descansaba en su dormitorio. Hacía dos semanas que Cruz le había dado el alta hospitalaria y le había permitido hacer vida casi normal, aunque debía mantener ciertas precauciones. Sobre todo, seguía siendo muy importante que dedicase horas al descanso. Ella, por primera vez, no le había llevado la contraria en nada, porque se sentía realmente agotada, a pesar de que todas las pruebas mostraban que su mejoría era evidente.

Sin ganas de nada, llevaba varios días sin salir de casa. Ni la insistencia de Adela, que continuaba visitándola a diario, ni la de Vero, había logrado su propósito. Bastante tenía con las largas horas que debía pasar con su abogada preparando el juicio por la muerte de Juanito y que la tenían agotada. Ni siquiera las vitaminas que le había recetado Cruz la ayudaban a sentir más energía. Teresa se empeña en que lo que le ocurría era que estaba triste, y quizás fuera así. La ausencia de Alba la había decepcionado de tal forma que era incapaz de reconocerlo. Y a ello sumaba el silencio sepulcral que todos mantenían al respecto cada vez que les preguntaba. Tan solo Vero había sido clara con ella.

- Tú misma, Nat. Si te prometió venir y no lo ha hecho, tu misma debes sacar conclusiones.

Y la única que se le ocurría es que los sentimientos que ella albergaba no eran correspondidos.

Poco a poco, había logrado recordar algunos detalles de su vida juntas. No eran muchos, pero sí que había resultado tan intensos que por dos veces tuvieron que sedarla. Sus intentos por lograr que Adela le contara algo, habían fracasado. Y todo le indicaba que le ocultaban la información que tanto anhelaba conocer.

- Vero... estoy cansada de que todos os calléis cuando pregunto. Necesito saber qué pasa.

- Nat, ten paciencia. Ya te irás enterando de todo, ahora lo importante es que estás recuperándote. Solo debes concentrarte en eso.

- ¿Y qué pasa con Alba? ¿por qué nadie me cuanta nada de lo que ha ocurrido? ni siquiera Adela.

- Ya te lo han contado, Nat.

- ¿Y si le ha pasado algo? No ha vuelto a llamar y me prometió...

- Ya sabes lo que ha pasado y sabes que ella está bien. Atacaron el campamento, pero ella decidió regresar a ayudar a los heridos que venir a ayudarte a ti.

- Es normal, allí cualquier ayuda es poca.

Había sentido la necesidad de defender la postura de Alba y justo en ese instante se vio en mitad de un gran patio terrizo, rodeada de enfermos y accidentados y Alba a su lado, trabajando codo con codo. No pudo recordar nada más. Se puso tan nerviosa que le faltaba la respiración y Cruz echó a Vero de la habitación. Pero esa imagen se quedó grabada en su retina durante varios días. Recordaba sus lamentos y sus cánticos, aunque era incapaz de recuperar un solo recuerdo más. Solo las sentenciosas palabras de Vero.

- Por descontado que toda ayuda es poca en un momento así, pero ya han pasado dos semanas, Germán ha salido de peligro, ¿qué excusa se va a buscar ahora? que hay una epidemia, que Germán aún no está del todo restablecido, que la guerrilla tiene cortados los caminos... Sé que es duro, Nat, pero mientras antes te hagas a la idea, mucho mejor será para ti. Alba no va a venir, te llamará y te contará cualquier historia, pero lo cierto es que su vida allí es mucho más importante que tú.

Vero tenía razón. Muy a su pesar lo reconocía. Era hora de retomar su vida. De volver al trabajo y de intentar olvidar a alguien que apenas recordaba. Cogió el bote de ansiolíticos y se tomó dos. Se acostó tras tomar las pastillas, deseando conciliar el sueño. Su mente no dejaba de rememorar los momentos vividos junto a Alba en Jinja, ¡cuánto daría por que fueran reales en su mente! y no fruto de las paralizadas imágenes de las fotografías. Sintió la necesidad de verlas otra vez y se levantó para buscarlas. Cuando las tuvo en sus manos se acercó a la mesa junto al ventanal, la lluvia mojaba los cristales, y el frío se filtraba por las rendijas, pero se detuvo, pasándolas una a una, mirando los reversos donde se explicaba cada lugar y las personas que aparecían. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

¿Por qué había dejado de llamarla? Necesitaba hablar con ella. ¡Necesitaba preguntarle tantas cosas! No sabía por qué se había marchado, y aunque lo intuía, aunque se creía culpable, deseaba escuchar la versión de sus labios. Vero decía que era lo mejor, quizás tuviese razón. Sí, era lo mejor, ahora creía verlo claro, no podía pedirle ayuda, no podía decirle que la necesitaba a su lado, que sin su fuerza, sin su vitalidad, sin su amor, le daba igual lo que le ocurriese. No, no podía, era injusto para ella. Se merecía ser feliz, se merecía llenar su vida con las risas de aquellos pequeños, con la amistad de Germán y de Sara, y de Nancy y... ¡sí! Alba tenía allí su familia y quién sabe si con el tiempo también encontrase el amor. La simple idea le provocó un dolor inmenso, que se manifestó físicamente. Un fuerte pinchazo en el esternón le indicó que debía calmarse, dejar de pensar. Dejó las fotografías expandidas por la mesa y accionó la silla con rapidez hacia la mesilla, necesitaba sus pastillas. Cogió el bote de los ansiolíticos dispuesta a doblar la dosis, necesitaba dormir

- Nat no abuses de ellos, te tomas uno, y si ves que sigues sin dormir, puedes tomar dos, pero intenta relajarte dándote un baño, haciendo ejercicio, y sobre todo, distráete, ya sabes que me tienes aquí para lo que quieras, puedes llamarme a cualquier hora...

Soltó el bote, y cogió el teléfono, Vero respondió al instante, su voz la tranquilizó. "Estaré allí en media hora" le prometió.



-----------------------



Alba permanecía sentada junto al camastro en el que yacía Germán. Su estado había sido tan grave que ni siquiera Jesús se atrevió a trasladarlo en los camiones. Pero desde hacía dos días sus constantes mejoraban y esperaban que despertase de un momento a otro.

- Al... Alba... - la voz de su amigo la hizo levantar la cabeza y dar un salto.

- ¡Jesús! ¡Jesús! – llamó con precipitación a su compañero que llegó a la carrera.

Tras examinarlo y sonreír satisfecho ante la exploración, los dejó solos.

- Germán... ¡qué alegría! no sabes lo preocupada que me tenías, bueno, que nos tenías a todos. ¡Hasta Sara ha venido a verte y eso que el embarazo se le nota ya un montón! – le hablaba mientras le mullía la almohada y lo arropaba bien - ¿tienes frío? ¿quieres otra manta?

- No.

- ¿Cómo te sientes?

- Ya os lo he dicho... como si uno de esos ratel... hubiese pasado sobre mí.

- ¡Has tenido mucha suerte! La metralla solo te rozó, pero la detonación...

- ¿Y Maika? – sus ojos revelaron que conocía la respuesta.

- Lo siento – negó con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas - Murió en el acto. Sara se ha encargado de todo el papeleo desde la central para repatriarla.

- Debí... haber sido... yo.

- ¡No digas tonterías! Y no te canses – ordenó poniéndose seria - ¿Qué crees que haces? – lo frenó al ver que intentaba levantarse.

- Tengo que...

- Tienes que descansar. Y no me discutas.

- Está bien... enfermera... pero solo porque... me lo pides tú.

- Así me gusta.

- Niña... ¿qué haces aquí? Tú... tenías que estar en... Madrid.

- Nos volvimos en cuanto Blaise avisó a André.

- No recuerdo... nada después de ver... Maika y de oír... disparos.

- No hables tanto. Llevas aquí quince días. Jesús decidió no trasladarte, no era seguro y además estabas tan delicado que podías no aguantar el viaje.

- Bicho malo... nunca muere... ya... deberías...

- Tú no eres un bicho malo – le acarició la mejilla con ternura y lo cogió de la mano – Germán... - suspiró.

- ¿Y Nat?

- No sé – sus ojos se oscurecieron – decidí quedarme a ayudar, Jesús estaba solo y desbordado, esto era un caos y... perdí el avión. Los soldados apenas habían logrado repeler el asalto y eso os salvó la vida. Si no llegamos a volver...

- Pero... ¿qué... qué le has... contado a Nat?

- Llevamos dos semanas sin radio. No hay forma de comunicarse. Fui a Kampala con algunos de los heridos y el cuerpo de Maika. Desde allí llamé a Adela y le expliqué lo que había ocurrido. Me dijo que el tratamiento que recomendaste estaba funcionando y que Natalia estaba mejor. Me pidió que te diera un beso de su parte. Sara dice que llama todos los días para preguntar por ti.

- A buenas horas... mangas verdes.

- ¡Germán! no digas eso. Es normal que se preocupe.

- Deberías... irte...

- Ya hablaremos de eso. La central dice que nos mandarán una radio en pocos días. La llamaré y le explicaré todo y... cuando estés mejor, iré a verla.

- Gracias, niña... por...

- Chist, basta de cháchara. Tienes que dormir. Voy a buscar un vaso de agua. Ya has oído a Jesús.

- Alba... - la sujetó por la muñeca – yo estoy bien... vete... a Madrid.

- No pienses en eso, solo en ponerte bien. Yo sé lo que hago y Nat, lo entenderá. La conozco y ella habría hecho lo mismo.

- Sí... en eso... tienes razón...

Alba le apretó la mano y se alejó de la cama con una sonrisa en los labios. Era la primera vez en esos días de angustia en que sentía que todo iba a salir bien. Germán se recuperaría y ella volaría a Madrid en busca de Natalia.



-------------------------



Era de madrugada, todo parecía en calma a su alrededor. La casa estaba silenciosa, demasiado silenciosa. No alcanzaba a escuchar los habituales sonidos que noche tras noche la tranquilizaban, como la cadenciosa respiración de Adela o su madre, descansando en el sillón relax situado junto a su cama, el acompasado repiqueteo de los aparatos que aún estaban en el dormitorio y a los que la mantenían conectada día y noche, los crujidos de los muebles, la irritante gota de la cisterna que nunca recordaba mandar arreglar hasta que llegaba la hora de conciliar el sueño y se lamentaba de su mala memoria... Memoria. Eso era precisamente lo que le fallaba. No terminaba de recordar todo aquello que deseaba. Y ahora, encima, olvidaba detalles como que aquella noche la pasaría sola. Su madre había llamado para decir que dormiría fuera. Le gustaba imaginar que con su padre. Adela también le había dicho que debía ausentarse, pero ¿por qué? ni siquiera lo recordaba. Solo era capaz de reconocer que había despertado sobresaltada con lo que me pareció un sonido leve en el ventanal. ¿O lo habría oído en sueños? ¡Vete tú a saber! se dijo con un suspiro.

Se dio la vuelta e intentó seguir durmiendo, pero entonces volvió a oír con claridad aquél sonido. No era Thersi rascando con su pata para que la dejara entrar. Estaba claro que no. Y tampoco el ruido provenía del ventanal. Daba la sensación que lo escuchaba algo más alejado. Casi en la puerta de entrada. Escuchó con atención, pero no logró oír nada durante unos minutos. Lo cierto es que ahora que estaba mejorando volvía a despertarse con el zumbido de una mosca. Suspiró y una leve sensación de temor la invadió. La incertidumbre sobre su vida a la que la tenían sometida, la hacía sentirse continuamente en peligro e insegura. Desechó la idea de salir de la cama y cerró los ojos en un intento de retomar el sueño.

No pudo. Otro ruido y ya estaba sentada en la cama, con el corazón disparado y el miedo metido en el cuerpo. Habría jurado que no era un gato, ni Thersi, ni nada que pudiera identificar. No podía ser Evelyn, a esas horas debía estar en el cuarto de las cámaras, controlando cualquier movimiento extraño, tanto en el exterior como en el interior. Esa idea la tranquilizó. Estaba rodeada de los mejores medios de seguridad y era absurdo pensar en nada que... ¡otra vez aquel sonido! Claro, inconfundible, acompasado, alguien golpeaba la puerta de entrada, con suavidad, como temiendo ser escuchado. Evelyn acudiría a abrir. Quizás su madre o Adela habían decidido volver. Debía ser eso y se echó de nuevo.

Pero el sonido continuaba y Evelyn no parecía acudir a aquella llamada. Intranquila, se decidió a bajar de la cama. Al hacerlo sintió necesidad de ir al baño y hacia allí se encaminó. Salió del dormitorio procurando no hacer ruido para que Thersi no se lanzase a ladrar como una loca. Recorrió el largo camino hacía la puerta de entrada. No recordaba que fuese tan grande la casa. Cuando ya estaba allí, permaneció escuchando, esperando oír de nuevo la llamada. No tuvo que esperar demasiado. Allí estaba, toc, toc, toc, tres golpecitos y una especie de lamento que le erizó el bello y la hizo sentir miedo.

- Nat... Nat...

Escuchó su voz con claridad. ¡Inconfundible! era ella. Tenía que ser ella. Se apresuró a abrir la puerta de par en par esperando encontrarla al otro lado. Pero allí no había nadie. Estaba sola en aquella entrada. Dio unos pasos al exterior. La tenue luminosidad de los focos alumbraba el camino. Nadie. Ni un alma. Ni siquiera uno de los agentes que hacían su ronda.

Entonces lo escuchó de nuevo. Un gemido y una respiración profunda, quien quiera que fuese estaba situado a su espalda y ella ni siquiera lo había visto. El corazón comenzó a galopar desbocado, tenía la piel de gallina, pero a la vez una absurda curiosidad por saber quién estaba tras ella y qué pretendía. Decidida se volvió dispuesta a encararse a quien fuese, pero de nuevo estaba sola, completamente sola, y entonces volvió a escuchar su voz.

- Nat... Nat... ven... ven conmigo... Nat... ven... ayúdame... tengo frío.

Decidida intentó bajar los escalones del porche, pero le fallaron las fuerzas y se dejó caer. No podía seguir. Era incapaz de continuar. Ni siquiera podía volver sobre sus pasos. Las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. Nunca debió abandonar la cama. Miró a la lejanía del camino. Estaba allí, tenía que estar allí. Esperándola. Era ella, tenía que ser ella, solo por ella su corazón golpeaba con aquella fuerza. Solo su voz podía llamarla de aquel modo y lograba darle la fuerza necesaria para ponerse en pie.

- ¡Nat! ¿qué haces aquí?

Aquella voz la hizo volver a la realidad. Evelyn la observaba preocupada y enfadada.

- ¿Cómo se te ocurre exponerte de este modo?

No contestó y Evelyn la ayudó a incorporarse y sentarse en el escalón, estaba llorando tirada en el porche y la alarma se había disparado por eso la detective había salido a toda prisa.

- No... no sé... era Alba estaba en la puerta... tiene frío.

- ¿Alba? aquí no hay nadie, Nat.

- Eh... ahora no... pero...

- Has debido levantarte sonámbula. Creí que ibas a la cocina cuando te vi salir del dormitorio, pero... ¡no vuelvas a abrir la puerta! ¡la que has armado!

- Lo siento.

- Podías avisar si eres sonámbula. Así habría prevenido a mis compañeros.

- No. No lo soy. Nunca lo he sido.

- Qué tu recuerdes.

- Eh... lo sé. Escuché un ruido, como sí... alguien llamase a la puerta, me... me llamaba a mí.

- Pues... aquí no hay nadie, anda vamos a la cama.

- No puedo levantarme – la miró desconcertada - ¿y mi silla?

- La habrás dejado en el dormitorio.

- ¿Y Vero? ¿ha llegado ya?

- Nat, son las tres de la mañana... no esperas a nadie.

- Me dijo que llegaría en media hora.

- ¿Cuando? - preguntó preocupada.

- Cuando la llamé, hace un rato.

- Nat, no has hablado con nadie.

- Claro que sí, cogí el teléfono y hablé con ella.

- Has debido soñarlo, sabes que cualquier llamada se registra en el cuadro de mandos y te aseguro que no se ha encendido en piloto.

- Soñado... - musitó distraída – pero... no puede ser... yo... vi las fotos y... la llamé.

- Venga, yo te ayudo a ponerte en pie, pero las piernas no la sostenían.

- No puedo, me duelen mucho las piernas.

- Tranquila – dijo mirando hacia a fuera, la cogió por debajo de los brazos la entró al recibidor arrastrándola y cerró la puerta. Conectando de nuevo las alarmas – lo siento, pero no quiero que estés ahí fuera. No me fío de nadie.

- ¿Qué más da ya? antes o después, aunque no me queráis contar la verdad, conseguirán su objetivo.

- Es mi trabajo y si a ti te pasa algo la que habré fallado soy yo - le dijo secamente y la pediatra sintió que las lágrimas volvían a saltársele – si a ti te da igual, a mí no.

- Ya puedo sola.

- Muy bien. Voy a por tu silla, no te muevas de aquí.

Natalia aguardó hasta que la vio regresar con la silla y la ayudó a subir a ella. Luego, con dificultad regresó al dormitorio y se metió en la cama. Evelyn podía asegurar lo que quisiera, pero ella estaba segura de haber hablado con Vero esa noche y de haber escuchado una voz que la llamaba en la oscuridad, la voz de Alba.



-----------------------




Alba entró en la enorme sala del hospital con la sonrisa en los labios. La mejoría de Germán la tenía de buen humor, aunque las últimas noticias sobre la guerrilla la tuviesen preocupada, temiendo un nuevo asalto, aunque esperaba que la presencia de los soldados los disuadiera.

El médico permanecía tumbado en la cama con la vista fija en el techo y cierto aire de melancolía.

- Ya estoy aquí. Jesús dice que todo está muy bien y que si pones de tu parte te recuperaras pronto.

- No lo dudes. No puedo estar aquí tumbado mientras todos hacéis más de lo que podéis.

- Aunque no lo creas llevamos unos días bastante tranquilos.

- ¡Seguro! que estás hablando conmigo, niña.

- No te miento. Se ha cundido la noticia del asalto y muchos de los enfermos que deberían venir aquí los están derivando al campo de desplazados. Desde Kampala han llegado un par de médicos de la central.

- Vaya, por una vez ese Wizzar ha tenido cabeza.

- No ha sido Oscar. Por lo visto se ha tomado unos días libres y el dire – señaló con el pulgar hacia arriba – le ha encasquetado el muerto a Sara.

- ¿Sara? ¿nuestra Sara?

- Sí – sonrió – estaba a punto de salir para Madrid, pero al final ha decidido quedarse, le han ofrecido un puesto en la central estos meses y luego... ya se verá.

- Ya me extrañaba a mí que el palurdo de Oscar...

- ¿Y qué hago yo hablándote de trabajo? Tienes que descansar y no pensar en problemas.

- ¿Aquí? ¡eso es imposible!

- Ya me encargaré yo, y ahora vas a beber un poco de agua que Jesús quiere ver como la toleras y...

-Alba, espera – la sujetó por la muñeca - ... eh... tengo que hablar contigo.

- Tienes que...

- ¡Escúchame!

- ¿Qué te pasa?

- André ha venido a verme.

- Sí, estaba muy preocupado por ti. ¡Parece mentira! con lo mal que os llevabais cuando lo destinaron aquí, ¿te acuerdas? No soportabas que un miembro del ejército mangoneara tu campamento.

- Eso no es verdad.

- ¡Anda que no!

- Bueno... no me cambies de tema.

- ¿De qué tema?

- Yo... quería hablarte de algo.

- Dime – lo miró extrañada.

- He... he estado hablando con él, quiero que... que vuelvas a Madrid.

- ¡Será posible la perra que te ha dado! ya te he dicho que solo me iré cuando estés recuperado.

- De eso nada. He... he estado recordando la última vez que hablé con Adela y... tienes que ir.

Alba frunció el ceño, pensativa. En su día ya tuvo la sensación de que Germán sabía algo que ella desconocía y esas palabras, casi recién salido del coma se lo ratificaban.

- Niña... Nat te necesita más que yo.

- ¿De qué te has acordado?

- De... de que Nat... necesita tu ayuda para... para recordar y... tienes que... estar a su lado.

- Germán ¿qué sabes?

- Nada. Solo eso. Adela creía muy importante tu ayuda. Y... me pidió que te convenciera para que fueras cuanto antes.

- No tenías que convencerme, era yo la que quería ir.

- ¿Y por qué ahora no?

- Sigo queriendo, pero... no voy a dejarte mientras no estés bien. Nat no está sola y...

- Y que vayas tú puede ayudarla a recordar y mejorar.

- Germán...

- ¿Tienes miedo? ¿es eso?

Alba desvió la vista de sus penetrantes ojos y él supo que no se equivocaba.

- Imagino cómo debes sentirte. Ni siquiera has superado un asalto cuando todo vuelve a repetirse, pero eres fuerte Alba....

- ¡Esto era un horror! – reconoció bajando la vista – la idea de atravesar la selva hasta la frontera y de conducir sola... hasta Nairobi.... ¡me aterra! Quiero ir con Nat, de verdad que quiero, pero...

- He hablado con André, pueden acompañarte unos kilómetros...

- ¿Está dispuesto?

- Sí – la tomó de la mano – te necesita, niña.

- Y yo a ella – reconoció – me muero por verla, pero tú...

- Ve, yo estaré bien.

- ¿Y Jesús? No va a poder solo con todo esto.

- Dentro de tres días llega un nuevo médico. Será temporal, hasta que yo esté mejor.

- No me ha dicho nada.

Germán sonrió y le guiñó un ojo.

- Habla con Grecco, y busca un vuelo. Y...

- Hay uno pasado mañana – le demostró que estaba al tanto de ellos y él sonrió comprensivo - pero... no creo que ya haya plaza.

- Inténtalo y luego... habla con André y con la central, no te pondrán pegas. Ya hablé con ellos.

- ¿Cuándo?

- Antes de que... te fueras.

- Chist, calla, no hables más y no te esfuerces – le pidió al ver su gesto de dolor – tienes que descansar.

- Solo es la cabeza... hay un maldito zumbido que no me deja tranquilo.

- Jesús dice que estarás así un tiempo.

- Niña... - la cogió de la mano de nuevo intentando que no evitara el tema.

- Que sí. Te haré caso y... buscaré ese vuelo. Te prometo que tendré cuidado y que estaré de vuelta antes de que te enteres.

- Eso espero – bromeó sabiendo que no sería así, que si todo iba bien, se quedaría con Natalia para siempre.










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