La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 124

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By marlysaba2



Adela la frenó con rapidez. No podía permitir que se marchara de allí en aquél estado. Tenía que conseguir que se abriera y que le confesara de una vez qué le pasaba con la enfermera.

- No te vayas. Me olvido de Alba – le prometió – pero habla conmigo.

- No tengo nada de qué hablar.

- Te equivocas, últimamente te equivocas siempre, Nat, ¿qué te pasa?

- Me equivocaré ¿qué más da ya? – murmuró, mirando su teléfono que acababa de comenzar a sonar y lo silenció sin ganas de responder. Adela observó su desgana y lentitud.

- ¿Estás tomando más pastillas? ¿es eso?

- Las necesito – la miró desesperada – déjame en paz.

- El primer día, tal vez las necesitases, incluso el segundo. Pero te conozco y tú puedes con esto sin estar todo el día drogada. Eres fuerte y cabal, siempre lo has sido.

- No... no lo soy.

- Si lo eres, cariño... solo necesitas un poco de tiempo. Vale que te tomes algo para dormir, pero no a todas horas. Sabes que los tranquilizantes producen irritabilidad y con tu tratamiento...

- Ade deja de darme el coñazo, ¿es que no ves que no tengo ganas de...?

- De nada. Y en eso influyen esas pastillas – le dijo con suavidad acariciando su mejilla – Nat... tienes que intentarlo, tienes que reducirlas, poco a poco, pero reducirlas.

- Yo... sin ellas solo... sin ellas no soy capaz de levantarme... de... dejar de pensar en lo que hice. No soy capaz de pensar con claridad, Ade... estoy... estoy echa un lío – se sinceró – unas veces creo que las cosas son de una manera y otras... que son todo lo contrario. Y... me voy a volver loca intentando recordar qué pasó ese día.

- ¡Venga, nena! tú nunca has sido así, sabes que todo esto es un montaje, muy bien hecho, pero un montaje para desacreditarte.

- ¿Eso crees?

- Sí, lo creo, y tú también lo creerías si te pararas a pensar un poco.

- ¿Pensar un poco? ¡no hago otra cosa!

- No me refiero a hundirte en la culpa, me refiero a analizar los hechos y sacar conclusiones, como hacíamos de pequeñas, ¿recuerdas?

- La policía tiene fotos y... mi madre lo ha reconocido, ¿es eso también un montaje? porque por mucho que lo analice solo saco una conclusión, yo estaba allí, conducía y maté a mi hijo.

- Robaron tu historial del despacho de Vero – le reveló y Natalia abrió los ojos de par en par - ¿para qué podrían quererlo? ¿quizás para saber por dónde atacar?

- Pero... nadie me dijo nada – la miró - ¿eso es cierto?

- Sí, el día que robaron en su despacho lo único que desapareció fue tu historial, ¿curioso no? Isabel cree que todo está relacionado, que todo es una campaña contra la Clínica.

- Pero ¿por qué? no entiendo qué problema hay con ella, no...

- No me hagas mucho caso, pero... quizás haya algún pez gordo metido en algo sucio y tú le estás estorbando.

- ¿Yo? pero en qué.

- No lo sé Nat, para eso está Isabel, he hablado con ella y también está de acuerdo en que es muy curioso que precisamente ahora salga de la nada ese informe, alguien quiere hundirte y... no sé si algo más.

- Ya... - musitó sin interés.

El teléfono de Natalia sonó de nuevo y por segunda vez la pediatra lo miró y cortó la llamada dejándolo a un lado.

- Todos están preocupados por ti, te has marchado sin decir a dónde y has despistado a los agentes – le dijo mirando el teléfono – deberías contestar y tranquilizar a Isabel.

- Quiero estar sola. Y no es Isabel.

- Estás cansada, ¿por qué no nos vamos a casa?

- No. Tengo que pensar.

- ¿Delante de una cerveza?

- Ade – suspiró con impaciencia - ¿no me vas a dejar tranquila?

- Sabes que no. Y menos si veo que vuelves a caer en esto – señaló los intactos vasos, ya calientes sobre la mesa.

- Sí – suspiró - volví a beber, perdí la cabeza otra vez, y... Alba... yo... no sé qué hacer... yo... Alba... cuando bebo... creo odiarla y...

- Lo sé – le evitó tener que contárselo – sé lo que pasó. He hablado con Vero y con Alba. Pero ahora, tú te vas a venir conmigo, te invito a cenar y luego, pensamos como pedirle perdón a Alba y cómo le vas a suplicar que se quede.

- ¡No voy a hacer eso!

- Claro que lo vas a hacer. La necesitas, ahora más que nunca.

- No necesito a nadie.

- A ella sí.

- No quiero volver a verla. No me fío de ella, no me fío de nadie.

- ¿De mí tampoco? – sonrió.

- No sé... Ade... a veces me parece que todos habláis a mis espaldas que... tramáis cosas contra mí... que...

- No digas tonterías y deja esas pastillas, te hacen ver fantasmas donde no los hay. Alba te quiere y eso es lo único que debe importarte.

- Aunque así fuera... ¿es que no entiendes que puedo ir a la cárcel? Alba tiene que aprovechar que ha superado las pruebas y pedir el reingreso. Tiene que seguir con su vida.

- ¿Las ha superado?

- Sí, llamé para enterarme.

- Ay, Natita, Natita... ¿qué voy a hacer yo contigo? ¿no dices que no quieres saber nada de ella? – sonrió burlona y acusadora, por haberse molestado en llamar para saber los resultados.

- Ade....

- Respóndeme solo a una pregunta.

- Ade, por favor...

- ¿La quieres? ¿quieres a Alba?

- ¿La quiero?.. no sé... tengo la sensación de que hace mucho tiempo que la perdí, que... ya no está...

- Sí está, Nat.

- ¿Y porque la echo tanto de menos? ¿por qué me pasa con ella lo mismo que me pasó contigo?

- ¿A qué te refieres?

- A que... estas tan cerca y tan lejos a la vez. Ya no eres aquella niña que creció conmigo. Y ella... ella tampoco.

- Ninguna lo somos. Tú cambiaste y yo cambié, pero seguimos juntas que es lo importante.

- Te traté mal, te... me enfadé tanto cuando me dejaste que... Germán y tú... no entiendo como seguiste insistiendo para que fuéramos amigas.

- Vale que fuiste un poco hosca las primeras veces que te llamé y que me hiciste algunos desprecios, pero... ¿quién era yo para reprocharte nada? Si yo te falle mucho antes.

- Me gustaría que volviésemos a ser aquellas niñas que solucionaban todo con un pacto de sangre.

- Sí – sonrió comprensiva - ¿recuerdas cuando me abrazabas después de una paliza de mi padre?

- Sí, te venías a casa llorando, y dormías conmigo.

- Me metía en tu cama, sin poder parar de llorar y me abrazabas, me asegurabas que todo pasaría, y que nadie volvería a hacerme daño, que tú me protegerías y yo te creía. Confiaba en ti, Nat. En tu fuerza. Porque tú siempre has sido la más fuerte de las dos.

- Pero ya no lo soy. Ya no puedo..., ya no puedo protegerte de nada. Ya no puedo protegerte de aquellos monstruos ni a ti ni a nadie, y menos a mí misma. Ahora... ahora ya no soy capaz de nada.

- No. Ya no somos esas crías, pero ahora soy yo la que voy a protegerte a ti. Ya es hora de que te corresponda como mereces. Créeme tú ahora. No voy a dejar que te pase nada. Te voy a abrazar hasta que seas capaz de sentir que no estás sola y voy a tirar de ti hasta que dejes esto – señalo las cervezas – y seas capaz de enfrentarte a todo.

Natalia la miró con agradecimiento, no creía que pudiera ayudarla, pero sí que sentía que aquellas palabras la reconfortaban y le daban fuerza. La fuerza que había perdido cuando vio esas fotos de Alba con Raúl. Sus ojos se humedecieron solo de recordarlo.

- Ade... Alba... yo... ¿qué puedo hacer?

- Tienes que arreglarlo con ella porque solo consigues hacerle daño y hacértelo tú.

- No puedo arreglarlo, no puedo...

- Voy a volver a preguntártelo, ¿la quieres?

- La echo tanto de menos que me ahogo – reconoció de sopetón - la quiero más de lo que nunca te podría llegar a explicar. La quiero ¡con toda mi alma!

La vio tan desvalida que movió la silla y la abrazó con fuerza.

- ¡Pues ya está! hablas con ella y os reconciliáis – le dijo sin soltarla.

- No puedo... no puedo.

- A ver, ¿por qué no puedes? – se retiró encarándola.

- Porque... porque yo... solo la hago sufrir, siempre la pago con ella.

- Pues deja de hacerlo.

- Si pudiera... pero... no sé cómo... hay veces que me saca de quicio y... no sé qué me pasa, pero... es como si no fuera capaz de controlarme con ella, como sí... da igual – bajó la vista y repitió entre dientes – da igual porque... yo... yo no puedo estar con ella.

- Podrás y yo te ayudaré – le aseguró sin saber cuáles eran sus auténtico motivos - pero vas a empezar por disculparte con ella, por decirle que perdiste la cabeza pero que quieres que se quede, y luego ya veremos cómo sacarte a ti del lío en que te han metido.

- Que me he metido.

- No querida, sabes que aquí hay muchas manos y la tuya no es precisamente la que más pesa.

- ¿Me ayudarás? – la incredulidad tiñó el tono de su pregunta, como si fuera incapaz de concebir que fuera así.

- ¿A estas alturas vas a dudarlo?

- ¿De verdad lo harás?

- Claro, ¡siempre! – le enseño su muñeca – aunque hay veces que me lo pones muy difícil - bromeó.

- ¡Siempre! – sonrió recordando el pacto de niñas – ¡gracias, Ade! pero... Alba es mejor que se marche, me disculparé, pero...

- Pero, pero, pero... - la remedó - ¡no hay más peros! si la quieres como me has dicho, te vas a olvidar de todo y la vas a dejar que decida ella, ¿no es eso de lo que te quejas siempre? que no te escuchan y que decidimos por ti, no caigas tú en ese error con ella.

- Sí – suspiró y bajó los ojos hablando en voz baja – hay algo más... que... me impide estar con ella.

- ¿Algo más? – se extrañó ante su aire de abatimiento, parecía avergonzada y se temió lo peor – Nat... ¿qué ha pasado?

- Mi madre me dio unas fotos – le confesó – Alba... se ha liado con Raúl.

- ¿Raúl? – frunció el ceño asimilando la información - eso... eso lo cambiaría todo, pero... no. Estoy segura, eso es imposible. Alba no se ha podido liar con Raúl.

- No es imposible. Los he visto besarse y... más de una vez y... lo entiendo.

Entiendo que necesita cosas que yo...

- No vayas por ahí porque no te lo voy a consentir, sabes que eso no es cierto.

- Prefiero pensar que es eso a la otra opción.

- ¿Qué opción?

- La que me dice mi madre.

- Ay, ¡Nat! ¿cuándo vas a aprender? – preguntó retórica y con cierta condescendencia volvió a preguntar - ¿qué dice tu madre?

- Que... Alba está conmigo por interés y que... en realidad juega conmigo y... quiere a Raúl – se le quebró la voz al expresar en voz alta aquello que tanto temía.

- Eh... nena... no pienses eso, no lo pienses porque no creo que sea verdad.

- Pero las fotos... está con él y...

- Tendrá una explicación. ¿Has hablado con ella?

- Si a lo que hicimos se le puede llamar hablar... sí, hablé con ella.

- ¿Y qué te dijo?

- No lo negó. Pero... jura que no hay nada entre ellos que fue solo un beso.

- Créela, los veo juntos todos los días y te digo yo que no hay nada entre ellos, esas cosas se notan.

- ¿Y las fotos?

- ¿No dices que son de tu madre? piensa un poco Nat, nunca le ha gustado la relación entre vosotras y aprovecha la más mínima para encizañar. Pero ya le vale hacerlo en estos precisos momentos, cuando más vulnerable eres. Deja que me la eche yo a la cara que se va a enterar.

Consiguió arrancar una leve sonrisa a Natalia imaginando ese hipotético encuentro.

- Así me gusta, que sonrías – la cogió de la mano – y que no escuches tanto a tu madre, sabes lo que busca, separarte de Alba. Nunca le ha gustado.

- Por poco que le guste no creo que los dos hayan posado para esas fotos. Se la veía muy contenta, riendo y besándose con él. Y mi madre lo único que ha hecho es contratar una agencia de detectives.

- Ya... estoy de acuerdo, no creo que Alba haya posado – le comentó con convicción – estoy segura de que no, pero... ¿te fías de Raúl?

- No me cae bien, pero es por... cosas que pasaron en el Central y... no creo que tenga nada que ver con mi madre si es lo que estás insinuando.

- Yo no insinúo nada, afirmo que es muy raro lo de esas fotos. Y que no me trago que Alba esté liada con Raúl.

- Pero... todos me decís que las fotos no mienten, que yo estaba en ese coche y conducía y yo... estoy convencida de que no podía ser, también hay fotos, porqué debo creer unas y no las otras.

- Nat... habla con Alba... porque yo... - se calló recordando la escena de esa misma mañana en el despacho de Fernando - mira, puede ser que Raúl se sienta atraído por ella, no te voy a negar que no pierde ocasión de buscarla, de sentarse a su lado, de halagarla, pero... ¿Alba? Alba te aseguro que no, es educada, pero lo mantiene a raya.

- ¿Y si... disimulan?

- No. te digo que Alba solo tiene ojos para ti.

- No sé... - suspiró – Raúl se va de la Clínica y... ¿sabes a dónde?

- No, ni siquiera sabía que se fuera.

- Pues sí, ha hecho las mismas pruebas que Alba ¿no te dice eso nada? porque a mí me dice que se van juntos.

- Mira, no sé los motivos de Raúl para hacer esas pruebas, apenas he cruzado unas palabras con él, pero sí que he hablado con Alba y... en estos dos días más que nunca. Sabes que a mí nunca me gustó para ti, sabes que ni siquiera me caía bien, pero... te ama Nat, te ama mucho, y estoy segura de que entre ella y Raúl no hay nada. Y la creo cuando dice que esas pruebas solo las hizo para contentar a Germán y probarse a sí misma que era capaz de superarlas. ¡Si ya conoces al señorito! cuando se le mete algo entre ceja y ceja... seguro que le ha insistido hasta que ella ha sido incapaz de negarse.

- Ya...

- Piensa bien lo que vas a hacer porque creo que te estás precipitando y lo que es peor, equivocando.

- Aunque fuera cierto lo que dices y lo que ella me dice, aunque solo fueran un par de besos... yo... no quiero seguir con ella., porque... porque no. No puede ser.

- Nena, nunca te había visto así, sé que todo esto es muy duro y que se te ha juntado todo, pero no la alejes de ti ahora, quiere estar a tu lado, y... tú la necesitas.

Natalia miró hacia abajo. Parecía pensar en todo lo que habían hablado y guardó silencio. Un silencio que Adela respetó. Sabía que necesitaba asimilar todo, que necesitaba tomar decisiones, aunque se encontrase en su peor momento para hacerlo.

- Ade... ¿alguna vez has deseado con todas tus fuerzas volver atrás? ¿has deseado que las cosas fueran simples? – levantó los ojos hacia ella que se había llenado de lágrimas - ¿eh? ¿lo has deseado?

- Tengo tres ex... ¿tú qué crees? – le sonrió acariciándole la mejilla.

- Pues me gustaría volver atrás y no haber abierto ese sobre, pero lo hice, y ahora... ahora no puedo borrar de mi mente a Alba y Raúl juntos y... así no puedo.

- Lo entiendo, pero si hablas con ella y la dejas que te explique.

- Si es que da igual lo que me diga. No voy a creerla.

- No te miente, Nat. Te ama. Si te ha dicho que se besó con él una vez, créela, porque tú has visto esas fotos, pero yo la veo todos los días pendiente del teléfono por si llamas o le mandas un mensaje, la veo ilusionarse cuando quedas con ella, y de mal humor cuando le das largas, la veo preocupada por ti y todo lo que te pasa.

- Ya...

- Piensa en su posición, no es nada fácil quererte como te quiere, renunciar a todo como lo ha hecho por estar aquí contigo y que tú dudes de ella a las primeras de cambio.

Natalia la escuchaba con atención y Adela leyó un atisbo de esperanza en su expresión.

- Sé que desde que llegamos aquí nada ha sido fácil para ella.

- Lo pasa mal todos los días. Tiene miedo por lo que te pueda pasar. Todos lo tenemos. Confía en ella y no hagas como yo hice con Germán, no la dejes escapar.

- ¿Germán? nunca me habías dicho que te arrepintieras.

- Pues lo hago.

- Pero si no paras de meterte con él.

- Eso no quiere decir que no sepa que se ha convertido en un gran hombre. Y no se lo vayas a contar a nadie y menos a Alba.

- Somos dos desastres – suspiró frunciendo los labios en lo que parecía una tímida sonrisa. Se sentía mucho más tranquila, saberla a su lado, apoyándola le daba unos ánimos que por mucho que buscaba no lograba encontrar.

- Sí – admitió asintiendo con una sonrisa – pero vas a arreglar ese desastre y yo te voy a echar todas las manos que hagan falta. Anda, vámonos de aquí, esta noche la pasas en mi casa. Nada de esa mansión tan grande rodeada de extraños.

- No sé...

- Claro que sí, no admito negativas.

- Vero quiere ver como sigo y... tiene que darme unas pastillas nuevas y...

- Nat... deja esas pastillas, te tienen atontada y no piensas con claridad. Lo que tú necesitas es calma, asumir lo que ocurre y dejar que te ayudemos.

- Pero cómo vais a ayudarme.

- De momento, te voy a hacer una cena de esas que a ti te gustan, vamos a planificar lo que le dices a Alba para evitar que se marche y luego vas a dormir toda la noche. Y mañana las cosas van a empezar a cambiar.

El teléfono de Natalia comenzó a sonar es otra vez.

- ¿No lo coges?

- Es mi madre y no quiero hablar con ella.

- Deberías hacerlo, Sonia me ha dicho esta mañana que Ana está peor.

- Ana... - murmuró con una sombra de temor en su mirada.

Cogió el teléfono y cruzó unas breves palabras con su madre. Cuando colgó su expresión había cambiado.

- ¿Qué pasa?

- Tengo que irme a Sevilla hoy mismo.



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Teresa se movía nerviosa por recepción. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que habían llamado preguntando por Natalia, sobre todo Isabel y Vero. Por eso cuando la vio entrar en la clínica salió corriendo a su encuentro.

- ¿Dónde te metes? ¿tú sabes el mal rato que me has hecho pasar? ¡todo el mundo está buscándote como locos!

- Hola, Teresa – Adela le hizo una señal con los ojos dirigiéndolos hacia la pediatra y negando con la cabeza, para que dejara de recriminarle.

- ¿Estás bien? – Teresa se agachó a besarla entendiendo a perfección la señal de aviso.

- Sí.

- No me hagas caso lo importante es que estés bien y que llames a Isabel que está...

- Ya he hablado con Isabel, no te preocupes, Teresa.

- ¡Y con tu madre! ¡no deja de llamarme! tienes que tranquilizarla y...

- También he hablado con ella, con quien no he podido hacerlo es contigo, no paras de comunicar – su tono recriminatorio y su mirada acusadora hicieron azorarse a Teresa.

- Tienes razón, y cuando tienes razón, tienes razón, no he dejado de llamar a todo el mundo para preguntar por ti.

- Teresa...

- Nat – Adela las interrumpió - yo voy a por esos papales y llevárselos a Cruz, ¿de acuerdo?

- Ade, no hace falta de verdad.

- Quiero hacerlo, tú averigua con Teresa lo de los billetes que ahora mismo bajo.

- De verdad que no hace falta que me acompañes.

- Quiero acompañarte – insistió con vehemencia.

- ¿Y Paula? ¿la vas a dejar sola? ¿sabes lo que puede significar para una adolescente en plena revolución verse con tu pedazo de ático solo para ella? – Natalia sabía dónde darle para hacerla desistir.

- Eh.... hablaré con... con la madre de alguna amiga y que se quede en su casa.

- Acabáis de llegar, Ade, apenas conoces a los padres de sus amigas.

- No te voy a dejar ir sola.

- No voy sola, Sonia viene conmigo.

- No me refiero a eso – bajó la voz, mirado a Teresa, que permanecía expectante a la conversación que mantenían. Sonia era una cría que no conocía a Natalia como ella.

- Sé a lo que te refieres – sonrió levemente – te lo agradezco Ade, pero estaré bien, y tu hija te necesita más que yo.

- Bueno... quizás tengas razón... eh... de todas formas busca esos billetes y... mientras me subo y hablo con Cruz.

- Está bien – admitió.

Se volvió a Teresa viendo como Adela se dirigía al ascensor

- ¿De qué billetes habláis?

- Para eso intentaba hablar contigo, necesito billetes a Sevilla para hoy mismo – la miró entre angustiada y desesperada.

- ¿Tren o avión?

- Mejor avión, pero no sé si...

- Tranquila, déjame a mí, que verás cómo te encuentro uno.

- Tres.

- ¿Tres?

- Sí, Sonia también viene.

Teresa levantó una ceja en gesto interrogador ¿quién era la tercera persona? de pronto pensó que Alba habría encontrado a Natalia y había hablado con ella, ¡seguro que era Alba esa tercera persona!

- Ven vamos al ordenador.

Natalia la siguió son una media sonrisa, a pesar de todo nunca dejaba de divertirla esas expresiones de la recepcionista cuando se moría por saber y no se atrevía a preguntar. Ya estaba esperando algunas de sus artimañas para sacarle la información que deseaba.

- Isabel estaba muy enfadada y muy preocupada – comenzó evasiva.

- Lo sé, ya te he dicho que he hablado con ella. Pero ya está todo solucionado.

- Sabes que es peligroso que hagas este viaje, ya me han estado contando que...

- Teresa... está todo arreglado – recalcó las palabras indicándole que no estaba dispuesta a discutir del tema. Se sentía agotada, tenía un fuerte dolor de cabeza y aún debía hablar con Cruz porque pensaba pasar unos días a Sevilla, hasta que Ana mejorase. Lo había estado pensando y Vero tenía razón debía centrarse en su familia, ordenar sus ideas y tomar decisiones por mucho que le pesasen.

Teresa guardó silencio y continuó mirando la pantalla del ordenador.

- ¿Encuentras algo?

- Espera, que esto va hoy lentísimo.

Natalia suspiró y aguardó con paciencia. No dejaba de darle vueltas a todo lo que había hablado con Adela, sobre todo, le martilleaban las palabras de Adela instándola a pedirle perdón a Alba, por mucho que intentaba pensar en otras cosas, resonaban en su cabeza una y otra vez. Se había portado como una imbécil. Una cosa era no querer seguir con ella, no querer que Alba perdiera su vida a su lado y otra hacerle daño como se lo estaba haciendo. De pronto Teresa pareció leerle el pensamiento.

- ¿Has visto a Alba? – le preguntó repentinamente la recepcionista.

- ¿A Alba? no, no la he visto, ¿por qué?

- Porque... porque creí que el tercer billete era para ella.

- No – respondió cortante.

- Y... y porque salió a buscarte hace un rato.

- Sí... vi que... que me había llamado, pero... no lo escuché.

- Estaba muy asustada pensando que te podía haber pasado algo.

- Ya.

- Nat... ¿por qué la has echado?

- Teresa, no me calientes la cabeza que bastante tengo ya.

- Es que está muy mal lo que has hecho, deberías escucharla y recapacitar.

- ¿No eras tú la que me decías que estaba casada y que recapacitase? pues lo he hecho.

- Me equivoqué, cuando te hablé de aquella conversación... escuché mal. Alba te quiere y quiere estar a tu lado.

- Pues yo no quiero que lo esté y ya está.

- Escúchame.

- No, Teresa, no voy a escucharte ni a ti ni a nadie más, me voy a Sevilla y ya está.

- Nat, ya sé que eres la jefa y que yo solo soy una recepcionista – acudió a su infalible recurso para que se detuviese y le prestase un minuto de atención.

- Nunca has sido una simple recepcionista y lo sabes.

- No cometas este error, déjala seguir trabajando a tu lado. Daos tiempo, piénsalo.

- No tengo nada que pensar.

- Ya está, ¡tienes billetes!

- Gracias, ¿haces como siempre?

- Sí, los recoges directamente en el mostrador.

- Entonces me voy.

- Nat... piensa bien lo de Alba, por favor... ¿no te influiría lo que te dije?

- Teresa déjalo.

- Está bien, pero... ¡piénsalo! si vieras lo triste que parecía hoy... cuando se marche no vas a poder dar marcha atrás, ni arrepentirte y...

- ¡Teresa!

- Está bien, está bien, me callo, pero prométeme que lo pensarás.

- Lo pensaré – lo pensaré admitió girando la silla.

Sentía que se ahogaba, que tenía que salir de allí cuanto antes y alejarse de todo lo que la asfixiaba. Sin embargo, temía que por muy lejos que se encontrase no iba a poder dejar de pensar en el peso de las decisiones la que acaba de tomar, decisiones que sentía como una losa sobre su corazón. ¿Cómo iba a seguir adelante sin ella? le gustaría tanto creer a Adela, le gustaría tanto confiar en las palabras de Alba, pero no podía, su psiquiatra tenía razón. Era el momento de comenzar a tomar las riendas de su vida. Alejar el pasado y comenzar de nuevo. Lo que no podía entender ese hombre es que ella ya no tenía fuerzas para volver a empezar, que no tenía ilusión por nada, que sin Alba todo era oscuridad. Ya se lo había dicho Vero "antes o después tendrás que afrontar la realidad por mucho que te duela". ¡Y vaya si le dolía! le devastaba el alma. Si había confiado en alguien era en Alba, y ahora no podía hacerlo en nadie. Estaba sola y con la única compañía del peso de sus decisiones.



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Los días pasaron y Natalia seguía en Sevilla, la noticia de la muerte de Ana impactó a todos, especialmente a Alba, que se armó de valor y la llamó, pero tenía el móvil desconectado y nunca le devolvió la llamada. Lo intentó un par de veces más, en una de ellas se agotaron las llamadas hasta que saltó el buzón de voz. No se atrevió a dejar mensajes, ni a insistir más. Estaba claro que Natalia no quería hablar con ella.

Adela, que volvió de Sevilla tras el entierro de Ana, y Fernando, le insistieron en que siguiera trabajando en el campamento, al menos hasta que Natalia regresase y si seguía en sus trece de rescindir su contrato, ya hablarían ellos con la pediatra y la convencerían de que era necesaria una enfermera como mínimo hasta que le buscasen sustituta. Alba consintió, con la esperanza de que esos días alejadas la hubieran hecho recapacitar, pero su orgullo le hacía estar en desacuerdo, no quería que Natalia volviera a echarla.

Esa mañana la enfermera había llegado al campamento como la última semana, triste y desganada. Los días pasaban y no había tenido noticia alguna de Natalia. Ese silencio y desinterés por su parte la martirizaba. Nada más franquear la puerta de la sala de espera, Adela corrió hacia ella con una sonrisa de complicidad.

- Vuelve hoy – le susurró para que no la escucharan los demás.

- ¿Hoy? – la sorpresa se reflejó en su rostro y su estómago comenzó a revolotear presa del nerviosismo - creí que se quedaría allí hasta pasar las fiestas.

- No. ¡No soporta más a su madre! – le guiñó un ojo burlona y Alba asintió.

- ¿Has hablado con ella?

- Sí. Quiere estar aquí para ser ella la que atienda a la prensa.

- ¿Crees que será buena idea?

- Bueno...

- Pero... ¿sabe lo que han estado diciendo de ella?

- Lo sabe, ¿por qué crees que quiere enfrentarse a ellos?

- No debería hacerlo sin hablar con su abogada.

- A Cristina no le parece mala idea siempre que Nat cumpla con las recomendaciones que ella le dé.

- ¿Y su ánimo? no creo que Nat esté preparada para que le echen en cara las barbaridades que escriben.

- Eso sí que me preocupa, pero ya la conoces, cuando se le mete algo en la cabeza...

- ¿Y la seguridad? porque tampoco creo que a Isabel le haga ninguna gracia. Me dijo el otro día que en Sevilla habían detenido a un tipo que intentó entrar en casa de sus padres.

- Un vulgar ratero.

- Isabel no está tan segura.

- Aquí estará mejor protegida.

- Me da miedo que le pase algo ahora que Elton está todo el día por aquí.

- Sí – Adela suspiró frunciendo el ceño – este tío da escalofríos, con esa mirada asesina. No entiendo como Sonia... sigue con él.

- Ni yo. Isabel le ha dicho que es muy peligroso, pero ella...

- Está obsesionada. Ha pasado de amarlo a odiarlo hasta el punto de querer desenmascararlo y como se percate de que juega con él...

- Calla – le pidió mirando por encima de su hombro – vienen Laura y Sacha.

- Otro que pasa demasiado tiempo por aquí.

- ¡No compares! – exclamó Alba – es muy majo el chico y ayuda mucho.

- Sí, mucho – Adela los miró de reojo – habrá que contratarlo.

Su tono sarcástico sorprendió a Alba que no supo porqué hablaba así. Los demás se acercaron a ellas Y Fernando les comunicó que en los próximos días permanecerían sin salir del campamento. Había que adornar todo para la comida de Navidad, y para la fiesta de puertas abiertas. Había que organizar todo para el reportaje que iba a hacer La Otra y para la rueda de prensa.



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La puerta del despacho se abrió y Mikel levantó los ojos sobresaltado.

- ¿Ya has vuelto? ¿se puede saber dónde has pasado la noche?

- Tenía trabajo en las bodegas. ¿Ya se ha ido la niña?

- Sí, la he dejado en el aeropuerto. ¿Por qué no has querido despedirte de ella? a mí tampoco me gusta lo que está pasando con la prensa, pero es nuestra hija y...

- ¿No te irás a ablandar ahora? Hace tiempo que la niña necesita mano dura y no voy a consentir que sus errores los paguemos todos. Que reconozca de una vez que iba en ese coche y que hable la justicia, solo así conseguirá paliar en parte el daño que ya nos ha hecho.

- Insiste en que ella no bebió ese día, que si iba en ese coche no podía conducir.

- ¿Y la crees?

- Parece tan convencida – lo miró preocupada – Mikel... ¿y si nos estamos equivocando con ella?

- ¿Recuerdas que yo estuve allí? vi en el lamentable estado que estaba, ¡ni hablar podía!

- No me dijiste que estuvieras allí. Solo que... lograste desviar la ambulancia.

- A eso me refiero, a cuando llegó a la clínica.

- Mikel... ¿qué me ocultas?

- Nada, amor. Nada.

- Pues estás preocupado por algo.

- En eso tienes razón. No sé cómo nos va a repercutir todo esto.

El teléfono comenzó a sonar y Mikel se apresuró a cogerlo.

- ¿Sí?

- ¿Lacunza?

- Sí, soy yo – reconoció al instante la voz de su interlocutor - ¿qué quiere?

- Avisarle de que cumpla con lo pactado.

- Ya le dije que en estos momentos me es imposible – bajó el tono y miró a su mujer de reojo – ya le llamo yo en cuanto pueda.

- Esta vez ha sido su nuera, pero si no obedece, la siguiente será su hija.

- Espere un momento – tapó el auricular – cariño, es... un acreedor, ¿me das unos minutos que resuelva esto?

María asintió y salió a regañadientes del despacho. Tenía la sensación de que estaba sucediendo algo que se le escapaba y no le gustaba nada.

- Le dije que no llamara a mi casa.

- No me deja otra opción Lacunza.

- No puedo hacer lo que me piden, ¡es demasiado!

- Muy bien. Aténgase a las consecuencias. Conmigo no se juega.

- Voy a denunciarle.

- ¿Cómo la última vez? – soltó una carcajada que Mikel recibió temeroso - ¿de verdad cree que sirvió de algo avisar a la policía? Si su hija sigue viva es porque queremos que siga viva, o... medio viva.

- ¿Qué quiere decir?

- Que su salud cada vez es más... frágil.

- No me amenace. Si le hacen algo, contaré todo.

- No lo hará. Entre en razón y mande esas barricas a Japón.

- ¡No puedo! están encima de mí, si hago algo así sospecharán al instante.

- Necesito que blanquee ese dinero esta misma semana. Si mañana no han salido las barricas, le aseguro que no pasarán las fiestas en familia.

- Mañana es imposible.

- ¡Mañana!

Mikel escuchó como colgaban e hizo lo propio. Se dejó caer en el sillón, abatido. Estaba en un callejón sin salida. Si no mandaba esas barricas de roble a Japón y les ayudaba con ello a blanquear el dinero que le pedían, cumplirían sus amenazas y ya sabía que eran muy capaces de hacerlo. Ana estaba muerta y Natalia podía correr la misma suerte.

- ¡Mikel!

Su marido estaba blanco como la cera y sus ojos de espanto no le presagiaron nada bueno.

- Mikel...tenemos que hablar.



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La mañana llevaba toda la mañana junto a Laura, escogiendo espumillones y haciendo guirnaldas. Había de reconocer que aquel cambio en sus tareas diarias le había sentado bien. Estaba más animada y el ambiente casi festivo que se respiraba en todo el campamento ayudaba a ello. Entre bromas recordaron cuando eran pequeñas y adornaban sus casas. De fondo Fernando había puesto la radio con el sorteo de Navidad, "una navidad, no es Navidad si no se escucha el sorteo" les había dicho sentencioso. Adela y él se habían encerrado en el despacho y habían atendido un par de pacientes que llegaron aquejados de leves resfriados.

- Al final hasta nos echan de menos cuando no salimos – comentó Laura burlona.

- La verdad es que antes no venía casi nadie y ya se están acostumbrando.

- Estos lo que vienen es a cotillear sobre los planes que hay para estos días. Se ve que ya se ha corrido la voz.

- No seas mala – sonrió acercándose a la ventana para correr uno de los cortinajes y dejar espacio para adornar los cristales.

En ese momento el portón se abrió y el coche de Natalia entró en el recinto, seguido de un coche policial. Alba sintió que su corazón se disparaba. Oía a Mónica contando anécdotas navideñas de su infancia mientas ella y Raúl preparaban unas piñatas para los críos. Dejó de escuchar y prestó atención al exterior. Isabel acudió al encuentro de la pediatra y hablaron durante unos minutos.

- ¿Se puede saber qué haces? – Laura la miraba divertida tendiéndole un bote de espuma - ¿vas a decorar el cristal o lo tengo que hacer yo?

- Eh... sí, sí... - lo cogió con rapidez.

Los nervios la atenazaban y se acrecentaron cuando sus ojos vieron a Natalia subir la rampa, en unos segundos estaría delante de ella. Lo cierto era que no había esperado que en el día de su regreso apareciese por el campamento. No se sentía preparada para enfrentarse a ella.

Cuando la pediatra abrió la puerta y entró en la sala, sus miradas se cruzaron y por la expresión de Natalia estaba tan sorprendida de verla allí como ella. Todos acudieron a saludarla con rapidez y Natalia desvió la vista atendiendo a los demás que se apresuraron a darle el pésame. Alba permanecía con el bote de espuma en la mano sin saber qué hacer. Cuando Laura volvió a su lado la empujó levemente.

- ¿Qué haces ahí parada? ¡ve a decirle algo!

- No le ha gustado verme aquí.

- ¡Tonterías! Corre que se va a meter en el despacho con Fernando.

Alba miró con desesperación a Laura y se decidió corrió tras Natalia y la alcanzó en el pasillo.

- Nat – la llamó.

La pediatra se detuvo sin volverse. Su corazón también latía con celeridad. Nadie le había dicho que Alba seguía trabajando allí y a esas alturas creía que ya no la vería en el campamento, ¿cómo era posible que nadie le hubiera dicho que no era así? No tenía ganas de verla y mucho menos de hablar con ella.

- Nat...

Giró la silla con lentitud.

- Hola – le sonrió con timidez.

- Hola, Alba.

- Siento lo de Ana – habló con precipitación y se inclinó a besarla fugazmente en la mejilla. Natalia asintió - ¿cómo estás?

- ¿Qué haces aquí? – fue su respuesta – creía que ya no trabajarías aquí.

- Eh... Adela y Fernando me han pedido que me quede hasta que... tengáis sustituta.

- Ah... en ese caso... gracias – le dijo accionando la silla y alejándose de ella, a Alba le había parecido ver en su mirada una sombra de decepción, ¿había esperado otra cosa, otra respuesta? – es muy considerado por tu parte – su tono sarcástico y su gesto de desagrado le hicieron ver que eran imaginaciones suyas. Natalia no la quería allí.

- Nat... - corrió tras ella y se situó delante - no me hables así.

- ¿Así, cómo?

- Como si no fuera nada para ti... como si tú y yo.

- Tú y yo ya no somos nada y... cuanto antes te des cuenta... mejor para las dos.

Alba no pudo evitar que su barbilla temblase, había creído que la ayuda de Adela junto a esos días de distancia, a esos cambios en su vida, la favorecerían, pero Natalia había vuelto con el mismo mal humor, con la misma idea fija de dejarla, y ella no alcanzaba a comprender su empecinamiento. Sabía que Adela le había dicho que no había nada entre Raúl y ella, que las pruebas solo las hizo por Germán. No entendía qué más quería de ella. Si la amaba, como parecía después de que le pidiera matrimonio no podía dejar que eso las separase. Salvo que hubiese otros motivos, unos motivos que ella no alcanzaba a comprender y necesitaba hacerlo.

Natalia se percató de su turbación y accionó la silla dándole la espalda porque nunca había soportado verla llorar y sabía que si continuaba allí un segundo más iba a ser incapaz de mantener aquella pose de frialdad e indiferencia que distaba mucho de sus auténticos sentimientos. Esos que la ahogaban por no poder gritarle que seguía amándola más que nunca. Pero su madre tenía razón, seguir con ella era un error, un error que la perjudicaría, que le impediría ser feliz, porque Alba amaba otra tierra, pertenecía ya a otra gente, y lejos de ellos no era la misma. Ni siquiera había vuelto a escuchar sus sonoras carcajadas, allí no era feliz y ella no podía pedirle que se quedara a su lado. Ya no.

Alba no la siguió y volvió junto a los demás. Quedaba mucho por hacer e intentó concentrase en el trabajo.

- ¿Cómo ha ido? – Laura bajó la voz y la observó con sincero interés.

No respondió. Se limitó a negar con la cabeza y su amiga comprendió que no debía insistir.

Llegó la hora de comer y Natalia seguía en el despacho. Mónica fue a avisarles y regresó diciéndoles a todos que no comerían con ellos. Había que preparar muy bien lo que se le diría a la prensa y cómo se haría. Antes de que hubieran terminado la comida, Cruz llegó al campamento y se sumó a la reunión.

Alba deseaba con todas sus fuerzas que Natalia saliera de allí y poder tener con ella una conversación medio normal. Cuando ya creía que no se produciría esa oportunidad vio como Adela llegaba hasta la máquina de café acompañada de la pediatra. Con disimulo cogió un espumillón y la escalera y se acercó a unos metros de ellas para adornar una de las estanterías, con la intención de escuchar su conversación.

- Nena, ¿por qué no te tomas un respiro?

- No puedo Ade, necesito tenerlo todo controlado, porque... me van a machacar en cuanto me tengan delante.

- ¿Y por qué te empeñas en ser tú? ya has oído a Cruz y Fernando, ellos pueden atender a la prensa.

- No voy a eludir más mis responsabilidades.

- Y me parece muy bien, pero ahora debes pensar en ti y en tu salud y estos malos ratos...

- Ade, está decidido.

- Está bien, pero descansa unos minutos mientras rellenamos el papeleo.

- Eso sí que lo voy a hacer. Me voy a salir a tomar un poco el aire.

- ¿Fuera? Está nevando, Nat. No vayas a coger frío.

- Tranquila – sonrió.

- ¿Por qué no te quedas aquí y charlas un rato con ellos? – Adela volvió la cabeza para indicar a los demás y Alba que llevaba parada y atenta a lo que hablaban, espumillón en mano, se vio obligada a girarse con tal rapidez que a punto estuvo de caer de la escalera. Por suerte nadie se dio cuenta.

- No. No tengo ganas de charla.

- ¡Qué cabezota puedes llegar a ser!

- Anda éntrate que te estarán esperando.

- Pero ¿estás bien?

- Sí, en cuanto me de un poco el aire se me pasa, solo estoy algo cansada.

- ¿Cómo me dijo Fernando que quería el café?

- Cortado y sin azúcar.

- ¡Gracias!

Natalia atravesó la sala sin mirar a Alba y salió del pabellón. Se quedó plantada en el rellano. El aire helado la alivió, le dolía la cabeza y esas nauseas que la acompañaban día y noche parecían mitigarse allí fuera. Estaba agobiada por su encuentro con la prensa y estaba tentada a tomarle la palabra a sus compañeros y dejar que fueran ellos los que la atendieran, pero su sentido de la responsabilidad se lo impedía. Los gruesos copos de nieve la distrajeron unos momentos en los que su mente pareció quedarse tan en blanco como la nieve que caía. No sabía por qué, pero al pensar en el blanco de la nieve asoció ideas y sonrió levemente recordando su petición de matrimonio a la enfermera "seguro que hubiera escogido el blanco para casarse, mi niña es así". Se echó hacia atrás y frunció el ceño, nunca lo sabría. Recordó su boda con Ana y se le saltaron las lágrimas pensando en lo sucedido en los últimos días, aún no podía creer que estuviese muerta, pensando en Alba, en sus preparativos para marcharse, en su relación con Raúl, ¡cómo había cambiado todo entre ellas! No podía evitarlo, a pesar de sus intenciones, de sus propósitos de apartarla de su vida, se sentía defraudada y sola, pero sabía que la decisión tomada era lo mejor para ellas.

En el interior, Alba respondía mecánicamente a las bromas de Laura y Raúl. No dejaba de pensar en Natalia y la mala cara que tenía cuando salió. En un primer momento pensó en ir tras ella, pero no lo hizo. Si estaba cansada o mareada no estaría demasiado receptiva para lo que quería decirle. Pero llevaba ya fuera demasiado rato. Adela tenía razón y no le convenía coger frío y mucho menos constiparse. No se lo pensó más, dejó lo que estaba haciendo y se decidió a salir en su busca.

- ¡Alba! – Raúl se quedó con el papel a medio cortar protestando ante su espantada.

- Que te ayude Laura, tengo que salir un momento.

Natalia estaba al borde de los escalones de bajada, con la vista fija en el patio parecía ensimismada observando a Mara jugar con la nieve, haciendo bolas y tirándolas, construyendo un muñeco enorme.

- ¿Qué haces aquí fuera? – oyó a su lado.

La enfermera la estaba mirando fijamente. Natalia elevó los ojos hacia ella sorprendida de verla allí.

- Me gusta ver nevar.

- Sí – admitió abrazándose a sí misma – a mí también.

- Éntrate, tienes frío – le aconsejó observando como tiritaba.

Alba se sentó en el helado escalón junto a ella, sin escuchar su recomendación.

- La que deberías entrar eres tú.

- Me apetece que me de el aire, ya sabes que no soporto la calefacción tan alta – le sonrió por primera vez desde que discutieran en el restaurante.

- Lo sé, pero llevas mucho rato aquí y no es bueno que cojas frío – se atrevió a recomendarle al comprobar que no parecía enfadada con ella, que los reproches y el dolor no ensombrecían su mirada.

- Mara está haciendo un muñeco y quiere que lo vea.

- La quieres mucho ¿verdad?

Sus miradas se cruzaron. Natalia suspiró, no debía ceder frente a ella, pero estaba tan cansada de luchar, que no pudo evitarlo. Alba se levantó con una leve sonrisa y un gesto de circunstancias al tener que darle la razón.

- ¡Está helado! – admitió – mírala como disfruta, esa cría a pesar de todo lo que la rodea es adorable.

- Sí, la quiero mucho – musitó mirando a la niña – a veces, me pregunto si... si su vida sería diferente si...

- ¿Nunca pensaste en... tener más hijos?

Natalia negó con la cabeza, recordando sus pensamientos cuando volvieron de Jinja, Alba se agachó a su lado observándola y la pediatra la miró fijamente, Alba vio sus ojos acuosos y le acarició la mano, por una vez, después de todo lo ocurrido Natalia no se retiró.

- Nat... yo...

- Alba, siento mi comportamiento del otro día – habló con precipitación – no... no tengo justificación... yo... no pensaba con claridad... yo... pero... estos días en Sevilla, he tenido tiempo de pensar y serenarme.

- Sí, te hacía falta.

- Lo siento, lo siento de verdad, no debí hablarte así en el restaurante ni debí beber y también... siento haberte hablado antes como lo he hecho...

- No te preocupes, lo importante es que estés bien mi amor – se apresuró a responder sonriente.

- Chist – la silenció – no vuelvas a llamarme así – frunció el ceño – que sienta como te traté, no quiere decir que no siga pensando lo que te dije.

- Ya... - apretó los labios con una expresión de decepción – yo también lo siento, pero no puedes pedirme que no te llame así, es la verdad, eres mi amor. Te quiero, y...

- Deja de decirme esas cosas.

- Nat... por favor... ¿por qué no hablamos tranquilamente?... ¿por qué no...?

- Alba... ¡por favor! - la interrumpió con energía - no hagas las cosas más difíciles.

- ¿Yo? ¿yo las hago difíciles?

- Sí, tú... no me lo hagas más difícil, he tomado una decisión.

- Ya... has decidido por las dos... como siempre.

- Como siempre no, no soy yo la que ha estado por ahí morreándose con otros, eres tú la que has elegido por mí, no me has dejado otra opción, pero... - se calló y la miró con tal cansancio que Alba se ablandó – por favor... ya es tontería hablar de estas cosas.

- Vale.... vale – musitó con un suspiro – sé que te diga lo que te diga no me vas a creer. Entre Raúl y yo nunca ha habido nada, se lo dejé muy claro la primera vez que me besó y la segunda se lo dejé aún más claro, le crucé la cara, ¿seguro que no hay foto de eso? porque eso fue lo que pasó, ¡pregúntale a él!

- No tengo nada que hablar con él, ni contigo.

- No digas eso, Nat. Podemos arreglar las cosas, todo ha sido un mal entendido. Pero yo te quiero y...

- No vuelvas a decirme que me quieres, no lo hagas.

- De acuerdo... - consintió con voz entrecortada - ¿preocuparme por ti sí puedo? quiero decir que... puedo preguntarte ¿cómo estás?

- ¿Otra vez? no dejas de preguntármelo, Alba.

- Pues contéstame.

- No he vuelto a beber si es lo que preguntas.

- ¿Beber? no te pregunto eso – protestó ofendida – ni siquiera te pregunto por esas pastillas que te da Vero, te pregunto a ti, por cómo te sientes tú, cómo estás tú.

Natalia suspiró y la miró fijamente frunciendo el ceño. No quería hablar con ella de esos temas. En realidad, no quería hablar con ella de nada, porque el tenerla delante y saber que la había perdido le dolía más de lo que nadie pudiese suponer. Más de lo que Alba pudiera imaginar. Sin embargo, respondió.

- En este momento no sé cómo estoy.

- Ya... - repitió entendiendo que no estaba dispuesta a hablar con ella - ¿La querías? me refiero de verdad, ¿la seguías queriendo?

Natalia la miró a los ojos, Alba leyó en ellos desesperación y tristeza.

- No quiero hablar contigo de Ana.

- ¿Por qué? si ya no somos nada... tu respuesta no puede... afectarme.

- Alba... no juegues más conmigo.

- Nunca he jugado contigo. Es cierto que te he fallado y que me he comportado como una imbécil, y entendería que te hubieses hartado de mí por todo eso. Pero no puedo creer que todo se acabe por unas fotos que no se atienen a la verdad.

- Pues es lo que hay. No me hagas repetirlo más.

- Muy bien. ¿No me vas a decir cómo estás?

- No.

- Nat... ¿ni siquiera vamos a poder ser amigas?

- Ya te lo dije una vez, las amigas no se traicionan.

- ¿Es así como te sientes, traicionada?

- Sí.

- Lo siento. Lo siento, ¿puedo hacer algo para que me creas? – Natalia negó con la cabeza y murmuró un "nada" apenas perceptible - nunca te he traicionado Nat – la barbilla le tembló y se levantó ante el gesto de incredulidad de la pediatra – y me duele que no me creas, pero si tú estás convencida de que si lo he hecho... solo puedo pedirte perdón y esperar que me creas cuando te digo que te quiero solo a ti.

- No puedo, Alba, lo siento, pero no puedo.

- Vale. Eh... vale... - su barbilla tembló ostensiblemente, sus labios dibujaron un puchero y desvió el rostro hacia Mara – eh... me... me voy dentro.

Natalia asintió y la enfermera se dirigió lentamente hacia la puerta de entrada. Le pesaban las piernas, le pensaba el alma, todo se había roto entre ellas y la culpa era solo suya. Natalia giró la cabeza para ver como cabizbaja y abatida se alejaba de ella. ¡Se alejaba! no quería que fuera así, y aunque deseaba que se marchara y fuera feliz, la idea de no volver a verla, de no volver a escuchar su voz ni escuchar su risa, la torturaba.

- ¡Alba!

- ¿Sí? – se volvió con rapidez, mirándola expectante.

- Creía que sí, que quería a Ana, pero lo más duro es no haber sabido nunca si hubiéramos tenido futuro – respondió con nostalgia despertando de nuevo los celos en Alba – y que sea yo la culpable de eso, la culpable de verdad, es algo que... no me perdonaré jamás. Así es como me siento – confesó con los ojos humedecidos.

- Nat... - se agachó a su lado y la tomó de la mano, pero Natalia la retiró despacio. Alba no se arredró e intentó abrazarla y Natalia volvió a retirarse.

- Alba... si te he respondido a tu pregunta es porque... porque creo que no la has hecho por cumplir.

- Nat... ¡me gustaría tanto que me dejaras consolarte! que... que me dejaras estar a tu lado... ¿no puedes perdonarme?

- Ya te he dicho que no.

- Vale – suspiró también con los ojos llorosos - sé que no es el momento, pero, si quieres... si necesitas... hablar, lo que sea – se ofreció colocando su mano en el hombro de la pediatra.

- Gracias, Alba – respondió dándole la sensación a la enfermera de que, en caso de que lo necesitase, no entraría en sus planes recurrir a ella.

- Sigue en pie mi oferta, quiero que sepas que siempre voy a estar ahí.

- Gracias, pero no...

- Perdona, no debía haberlo dicho, sé que no... precisamente ahora... no soy la persona más adecuada pero... Nat... ¡yo te quiero! Y quiero que no se te olvide.

- Alba, ¿qué te acabo de pedir?

- Es lo que siento, lo que siempre he sentido y creo que no voy a escuchar tu petición, te lo voy a repetir hasta que acabes por convencerte de que es verdad.

- Lo siento, pero... es muy tarde para eso. Ya no te creo, no puedo creerte.

- Necesito que lo hagas.

- ¿Lo necesitas? – sus ojos cambiaron de expresión y Alba no supo leerlos, eso la asustó.

- Sí.

- Yo también necesito cosas...

- Dime el qué, lo que sea y yo... lo haré.

Natalia frunció el ceño y la miró pensativa. Ni por asomo había especulado con hacer lo que Vero le había recomendado. Pero su ofrecimiento le hizo cambiar de opinión.

- Necesito que hablemos de una cosa.

- ¿De qué? – preguntó con curiosidad.

- De lo que piensa Vero. Ella cree que yo necesito que tú...

- ¿Yo? ¿yo qué? – la interrumpió enfadada, cuando creía que la estaba ablandando, aparecía Vero en escena - No me importa lo que opine Vero. Te acabo de decir que te quiero y que quiero estar a tu lado, compartir tu dolor, que no quiero rendirme, que no quiero dejar que nos hagas esto y... ¿tú me hablas de Vero?

- Alba... - dijo con cansancio – ya hemos hablado de eso, no sigas insistiendo. No voy a volver contigo. ¿Te queda claro?

- Vale – suspiró.

- Vero opina que...

- ¡No me importa lo que opine! – la cortó demostrándole que ella no quería hablar de ese tema – no me importa - dijo secamente.

Natalia la miró mostrando lo que le molestaban sus palabras. Alba se percató y reculó. Si quería conseguir que Natalia reaccionase y se diese cuenta de lo que estaba haciendo tenía que ser más sutil con ella, estaba claro que Vero era muy importante para la pediatra.

- Quiero decir que no tienes por qué contarme nada de tus citas con el psiquiatra.

- Pero yo quiero que lo sepas – dijo mirándola sin comprender su tono – cree que no solo me siento culpable por lo de Ana, cree que también me siento culpable por lo que te hice a ti y que eso no me deja ser feliz.

- ¿A mí? ¿a mí que me has hecho?

- Lo del otro día en el baño, lo de hace cinco años... cuando te aparté de mi lado y...

- Ya hemos hablado de esto, demasiadas veces.

- Sí, pero Vero opina que si quiero... si quiero que deje de importarme... tengo que...

- ¿Sabes lo que opino yo? estoy hasta los cojones de la santa Vero. Me importa una mierda lo que crea. Me importa una mierda lo que piense y me importa una mierda todo lo que te diga. Bueno eso no me importa una mierda porque está visto que te importa su opinión más que la mía. Si yo te digo que lo que me hiciste lo olvides, no lo haces y sigues erre que erre. ¡Me importa una mierda todo!

- ¿Yo también te importo una mierda?

- ¿A qué viene esa pregunta? Después de decirme que no quieres seguir conmigo.

- ¿Te importo una mierda?

- No – respondió bruscamente, luego la miró y negó con la cabeza, hablando mucho más suave – sabes que no. Aunque a veces la que cree que te importa una mierda soy yo a ti.

Natalia la miró y sintió que se le saltaban las lágrimas, todo ese esfuerzo por separarla de ella para que no sufriera, para que alcanzara su felicidad solo estaba consiguiendo hacerla sufrir a ambas, le daban ganas de hacerle caso, de no escuchar más al maldito psiquiatra, ni a Vero, ni a su madre y de reconocerle que era incapaz de vivir sin ella, que era incapaz de pegar ojo si no estaba a su lado y que se moría de miedo pensando en el día en que se marchase definitivamente. Que era capaz de perdonar lo que había pasado con Raúl, fuera lo que fuese.

Alba la estaba observando, le parecía más cansada que nunca. Y se decidió a responder a sus preocupaciones.

- Nat, no sé por qué sigues dándole vueltas a lo que pasó esa noche. Te he dicho muchas veces que yo saqué las cosas de quicio – respondió – estabas pasando un mal momento, habías bebido y en vez de...

- No me justifiques porque no hay ninguna razón que justifique mi... - ni siquiera era capaz de decir con palabras lo que hizo - ni siquiera tengo excusa.

- No, no la tienes – admitió – tampoco la quiero, ni la busco. Pero tampoco hay excusa para marcharme como lo hice.

- No necesitabas excusas, Alba – dijo con tal tristeza en la mirada, que a Alba casi se le saltaron las lágrimas – tenías razones, y cuando se tienen razones, las excusas sobran, y yo te di cientos de razones para hacer lo que hiciste.

- No, Nat, yo no supe estar a la altura, y te lo dije en Jinja, no supe ver a tiempo lo que te estaba pasando, no supe ayudarte... no supe darte el amor que necesitabas, más bien... te lo presté, esperando que me lo devolvieras y en estos años he aprendido que en la vida no se puede prestar el cariño que se da.

- No, Alba, no... - negó con la cabeza – eso no es así...

- Yo lo veo así y tú... ya te dije que debes dejar de pensar en eso.

- ¿Cómo quieres que lo haga si a las primeras de cambio repito todo? – sus ojos se oscurecieron – te trato mal, me emborracho, me...

- ¡Pues no lo hagas!

Su tono desesperado y casi de desprecio ante su debilidad, hicieron que Natalia bajase la vista, avergonzada. No soportaba ver en su mirada aquella expresión de decepción. Alba se arrepintió al instante de su airada respuesta.

- Nat... - intentó tocar su antebrazo, pero la pediatra lo retiró con rapidez – perdona... no quería hablarte así... en ese tono...

- No si... tienes razón. Vero opina como tú.

- ¿Qué Vero y yo opinamos lo mismo? ¡No me hagas reír!

Natalia la miró desconcertada.

- Mejor dejamos esta conversación.

- No, no la dejamos. ¿Sabes lo que me decía Margarette?

- No – murmuró con desgana, lo último que deseaba es que le hablase de Margarette y sus consejos, que le hablase de Jinja porque eso siempre la hacía flaquear y ella necesitaba mantenerse firme en su decisión.

- Me decía que tuviese cuidado, que yo era muy confiada y que el mundo está lleno de personas que no ven lo que tienen delante, y yo era una de ellas, pero que las más peligrosas son aquellas personas que están ciegas ante el mal que ocupa su corazón.

- ¿Qué quieres decir? ¿qué soy mala? ¿qué...? – se le quebró la voz, no soportaba la idea de que Alba pensara así de ella, que creyera que todo lo hacía con mala intención.

- ¡No! ¿cómo voy a pensar eso de ti? ¡todo lo contrario! tu eres confiada y no ves lo que tienes delante y tienes que protegerte de esas personas.

- Alba... ¿qué me estás queriendo decir?

- Lo que ya te dije, que abras los ojos Nat, que los abras bien porque no eres capaz de distinguir quien te dice las cosas porque te quiere y quien lo hace para hundirte aún más. Que los abras bien porque yo no soy como Vero y nunca voy a opinar como ella.

- Ya... ¡Vero! ¿se trata una vez más de tus celos por ella?

- Sí, ¡Vero! – la remedó – y no te hablo por celos. Abre los ojos Nat, porque Vero no es lo que crees.

- Te equivocas con ella, siempre te ha caído mal, jamás le has dado una oportunidad.

- Tú misma, Nat.

- Qué más da... ¿no es eso? ya... no tiene remedio.

- No te equivoques, Nat – dijo levantándose al ver salir a Laura que le la llamó por señas - ahora es cuando puede tener remedio. Yo no pienso rendirme y no voy a dejar que tú lo hagas - la acarició levemente en la mejilla cuando se marchaba.

Natalia se quedó mirándola pensativa, Alba parecía jugar con ella. En Jinja tenía claro que se quería quedar allí, que quería formar parte de aquel equipo, luego le prometió estar siempre a su lado, pero se dedicaba a entretenerse con Raúl y a hacer las pruebas para marcharse a África a escondidas y ahora... ¿le acababa de insinuar que ellas dos podían tener un futuro a pesar de todo? ¿que a pesar de haber hecho las pruebas y haberlas superado, no se iba a marchar? No sabía cómo podría ser eso posible. Alba no quería quedarse allí por mucho que fingiese lo contrario y ella no podía dejarlo todo y marcharse a Jinja. No podía abandonar a todos aquellos que habían estado a su lado cuando los necesitó. Una cosa era marcharse una temporada y otra muy diferente dejar a todos colgados y... estaba Mara, ¡tenía tantos planes para ella! Claro que todo eso sería si la sombra de la cárcel no planeara sobre ella. Apoyó los codos en sus rodillas e inclinó la cabeza dejándola descansar en sus manos, ¡estaba tan cansada y tan confusa!

- ¿Estás bien? – escuchó a Maria José que se había acercado hasta ella sin que se hubiera dado cuenta.

- No, no lo estoy – reconoció mirando a la anciana.

- La verdad es que pareces enferma – aseveró – quizás deberías hacer que... te lo miraran.

Natalia torció la boca en una mueca melancólica y hastiada.

- Ya me han hecho todo tipo de pruebas y estoy harta de que todos me digáis el mal aspecto que tengo, es lo que hay.

- Niña, no la tomes conmigo.

- Pues ¡dejadme en paz! – le respondió airada y malhumorada – estoy cansada de que todo el mundo busque algo de mí.

Sin embargo, María José, lejos de ofenderse le sonrió con dulzura y apoyó su mano en el hombro de la pediatra.

- Las enfermedades pueden adoptar múltiples formas, y mucho me temo que la tuya no es de las que afectan al cuerpo.

- Pues tú me dirás – le respondió cortante y sarcástica, harta del tema.

- El remedio para esas penas ocultas que anidan en tu corazón solo tú puedes encontrarlo. No esperes que te sane ningún médico.

- Pues si no puedo esperar nada de la medicina... ya me dirás el futuro que me espera – siguió sarcástica.

La anciana la había visto así más veces, pero estaba segura de que en esta ocasión había algo diferente.

- Yo no he dicho eso, pero quizás lo que necesites sea una enfermera milagro – le sonrió levantando una ceja.

- María José, gracias por el intento, pero... no hay nada que hacer. No quiero que siga aquí, es por su bien.

- ¿Y tu bien?

- La quiero demasiado para pensar en mí, tengo que pensar en ella y en cual va a ser su vida si... sigue a mi lado... Si tiene que aguantarme... si... si voy a la cárcel.

La anciana negó con la cabeza y posó una mano sobre la de Natalia.

- Niña, a veces, para seguir adelante, necesitamos encontrar a esa persona especial que pueda curarnos. Y tú ya la has encontrado. No la pierdas, porque separarte de aquello que amas es muy doloroso, pero lo será aún más que esa persona en la que confías tome esa decisión por ti. Y la estás forzando a ello.

- ¿Qué quieres decir?

- Que tengas cuidado porque quizás cuando desees dar marcha atrás ya no sea posible.

- Lo tendré en cuenta – musitó cabizbaja.

- Ten cuidado.

- Eso mismo me dice Vero continuamente, pero por todo lo contrario.

- Ten mucho cuidado – le repitió muy seria – y no confíes tanto en los demás, escucha a tu corazón.

- ¿Qué quieres decirme?

- Que los amigos falsos son como las sombras, sólo nos siguen cuando brilla el sol y... mucho me temo que... el tuyo ha dejado de brillar. ¡Ten cuidado! – le repitió alejándose y dejándola perpleja, y con un escalofrío que le recorría todo el cuerpo.

A veces María José hablaba de una forma y le decía unas cosas que la dejaban pensando en los cuentos de brujas, no podía evitarlo. Aquello parecía una advertencia, casi un aviso, como si supera algo que ella desconocía. Y lo peor de todo es que posiblemente María José tenía razón, posiblemente se arrepintiese toda su vida de las decisiones que estaba teniendo que tomar esos días, pero lo que María José no sabía era que ya no había marcha atrás, y que esa persona en quien confiaba, había tomado sus propias decisiones. Alba había decidido marcharse mucho antes de que ella la echara, solo le había quitado el mal trago de tener que decírselo. Como Vero le repetía la enfermera parecía jugar con ella, pero ¿y Vero? no podía ser que Vero también estuviese jugando con ella, tantos años apoyándose y necesitando sus consejos. Vero siempre estaba ahí, siempre era paciente, siempre tenía la palabra justa para calmarla. La había echado de menos en Sevilla, ni siquiera se había molestado cuando le dijo que quería dejar de tomar aquellas pastillas, cuando le gritó que se equivocaba con ella, que podía superar todo sin tanta medicación.

- Me alegra que estés tan decidida, es el primer paso para que sea una realidad.

- Entonces... ¿puedo dejarlas?

- Si es lo que quieres hoy mismo comenzamos a reducir las dosis. Y en unos días no tendrás que tomar nada.

Si, ella sabía cómo era Vero. Comprensiva, cariñosa y una buena amiga. "¿Amiga?", se preguntó de repente. ¿Por qué se enfadaba tanto cuando Adela o Alba le querían hacer ver que no era así? ¿por qué sentía siempre la necesidad de defenderla, de seguir pidiéndole consejo?

- Vero está enamorada de ti, y tú no eres indiferente.

Recordaba perfectamente esa frase de Alba en Jinja, recordaba lo molesta y enfadada que estaba.

- Tiempo al tiempo Nat, tiempo al tiempo.

Le iba a estallar la cabeza. Tenía que dejar de pensar y comenzar a hacer algo. Tenía que ir a ver a Vero.





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