Reina el amor duele (COMPLETA...

By Saxney_

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ojos grises. pelo negro azabache. brazos con más tatuajes de los que puedes contar y una mirada escalofriante... More

antes de leer (?)
sinopsis
epígrafe.
prólogo.
capitulo 1🔪🩸
capítulo 2🔪🩸
capítulo 3🔪🩸
capitulo 4🔪🩸
capítulo 5🔪🩸
capítulo 6🔪🩸
capítulo 7 🔪🩸
capítulo 8🔪🩸
capítulo 9🔪🩸
capítulo 10🔪🩸
capítulo 11🔪🩸
capítulo 12🔪🩸
capítulo 13🔪🩸
capítulo 14🔪🩸
capítulo 15🔪🩸
capítulo 16🔪🩸
capítulo 17🔪🩸
capítulo 18🔪🩸
capítulo 19🔪🩸
capítulo 20🔪🩸
capítulo 21🔪🩸
capítulo 22🔪🩸
capítulo 23🔪🩸
capítulo 24🔪🩸
capítulo 25🔪🩸
capítulo 26🔪🩸
capítulo 27 (pt.1 🔪🩸)
capítulo 27 (pt. 2🔪🩸)
capítulo 28🔪🩸
capitulo 29🔪🩸
Capitulo 30🔪🩸
capítulo 31🔪🩸
capítulo 33🔪🩸
capitulo 34🔪🩸
capítulo 35🔪🩸
capítulo 36🔪🩸
capítulo 37🔪🩸
capítulo 38🔪🩸
capítulo 39🔪🩸
capitulo 40🔪🩸
capítulo 41🔪🩸
capitulo 42🔪🩸
capítulo 43🔪🩸
capitulo 44 🔪🩸
capitulo 45🔪🩸
capítulo 46🔪🩸
capítulo 47🔪🩸
capitulo 48🔪🩸
capítulo 49🔪🩸
capítulo 50🔪🩸
capítulo 51🔪🩸
capítulo 52🔪🩸
capítulo 53🔪🩸
capítulo 54🔪🩸
capítulo 55🔪🩸
epílogo
<3

capítulo 32🔪🩸

68K 5K 1.4K
By Saxney_

Si hubiera una forma de calcular el momento exacto en el que mi vida se fue por la borda diría que cuando maté al hombre que había intentado abusar de mi, desde ese día nada volvió a aparentar ser normal en mi.

Creí que cuando logrará vengarme vendría la paz, pero fue todo lo contrario. 

El caos me nublo la vista, había arruinado la única posibilidad que tenía de darle un giro a mi vida, ahora en lugar de tener evidencias de lo que hacías los cuatro tenía evidencia de un asesinato donde yo era la principal culpable.

Siento las fuertes manos de Devon sujetándome, había pensado que matar a mi abusador no solucionaría nada. Pero ver cómo su sangre mancha mis dedos y ropa no hace más que hacerme enloquecer.

Lo veo retorcerse y llorar,—Suéltame. —le pido al Cuervo.

—¡Debes calmarte!—espeta mientras sus manos sueltan mis brazos.

Respiró profundo y me giro para quedar cara a cara con él, su cabeza cae hacia adelante provocando que varios mechones de pelo negro se coloquen sobre sus ojos. Con una de mis manos rojas acaricio su rostro, su cuerpo se tensa ante mi repentino tacto y entonces inclino mi rostro hacia atrás para poder ver sus definidas facciones que aún me asombran, es tan perfecto que aún dudo que sea real.

—Déjame hacer esto.—murmuró.

Sus ojos grises me miran con fascinación, su boca se abre ligeramente y una mueca macabra aparece en su rostro. Jamás creyó que yo podría pedirle una cosa como aquella, no era ese tipo de personas que se dejaba llevar por el enojo siempre creí que el karma y el universo se encargaría de las personas como el hombre que estaba atado a la columna pero tenerlo frente a mí suplicando por su vida no hace más que hacerme arder en excitación y satisfacción.

—Salgan del cuarto. —ordena Devon en un tono de voz firme.

Victoria, Evans y Connor abandonaron el lugar sin decir nada.

Sin darme cuenta ya estoy caminando hacia el hombre quien súplica que no le haga daño.

—Hazlo sufrir—dice Devon y esa es la señal que esperaba para clavar el cuchillo que aún tengo en mano.

Empujé y tire del cuchillo haciendo que la punta de este choque algo duro en su interior, metí el arma blanca aún más adentro y entonces la retire para volver a introducirla con aún más fuerza. Los gritos ahogados de súplicas no hacen más que ser música inspiradora para que continúe con su ejecución.

El sudor comenzó a caer por mi frente cuando pierdo la noción de cuántas veces el cuchillo entro y salió de su pecho, intento limpiarlo con mi antebrazo pero lo único que logro es mancharme la cara de rojo sangre.

—Chloë...— logra murmurar mientras borbotones de sangre salen de sus labios.

—Dime.—le contestó mientras introduzco por última vez el cuchillo en su pecho.

—No me arrepiento de nada. —dijo y sus ojos se apagaron.

—Y yo tampoco.— le respondo al cadáver mientras junto saliva en mi boca y luego lo escupo.

Aparte mi cabello del rostro y gire sobre mis talones para ver a Devon, quien está cruzado de brazos mirándome con concentración, hay algo en la forma en la que sus ojos me miran que me hace creer que luce... ¿Orgulloso? ¿Sorprendido? Sea lo que sea esa chispa que desprenden su mirada me produce sentimientos raros en el pecho.

—Eso estuvo bien—Dice Devon con voz ronca.

Mire el cuerpo masacrado de José aún atado en la columna y sentí un repentino aumento en mi pulso. Acababa de matar a alguien y en lo único que podía pensar era en que se había sentido jodidamente bien ver al hijo de puta suplicar.

—Si—le respondí intentando calmar mi respiración.

Devon comenzó a caminar en mi dirección sin apartar sus ojos de los míos, se detuvo justo delante de mí y con un movimiento suave apoyó su mano sobre la mía para quitarme el arma homicida y dejarla caer en el suelo, luego su mano subió hasta mi rostro pero no me tocó en ningún momento. Instintivamente mis ojos se cerraron mientras comencé a imaginar el roce de su mano contra mi mejilla, lo deseaba. Quería que me abrazara y me protegiera de todos esas pensamientos que se estaba cruzando por mi mente, quiera que me desnudara de toda esa euforia que me envolvía por haber asesinado por primera vez.

Quiera sentirme a salvó en los brazos de la persona que más daño podría hacerme si lo deseaba.

El cuervo inhaló y exhaló, el aire cálido chocó contra mi piel fría generando casi tanto contraste como la paz y el caos que lucha en mi interior para ver quién dominaba.

—Quiero más.—dije muy bajo en cuanto note que definitivamente el caos había ganado la guerra.

Necesitaba sentir otra vez el cuchillo en mi mano desgarrando la carne de quienes habían causado daño a personas inocentes, necesitaba oír sus súplicas y ver sus lágrimas, necesitaba más.

La fosas nasales del Cuervo se ensancharon y en sus labios se curvó una sonrisa oscura cargada de suficiencia, luego desvió sus ojos al cuchillo que está en el suelo y finalmente al cadáver.

Este era el principio de nuestro fin.

Victoria Scott

— Fue cruel lo que le hiciste—dice Evans mientras ambos subimos las escaleras para llegar al último piso del viejo edificio.

—Cruel es lo que ese tipo le hizo, cruel es lo que su padre le hacía a su madre y a ella. Eso es cruel Evans.—respondo.

El largo pasillo cubierto de humedad nos da la bienvenida con su familiar olor a tierra mojada, desde el piso en el que estamos ya no se escuchan los gritos del desgraciado.

—Que a tí te sirviera matar a quienes te hicieron no significa que a ella también le sirva.— retruca.

—¿Estás insinuando que es débil?—preguntó.

—No lo insinuó, porque sé que lo es.

Abro la última puerta del pasillo y entró en el interior del único cuarto que habíamos restaurado. Paredes blancas, estantes con todo tipo de artilugios para bdsm, una cama de dos plaza en medio del lugar, un sillón de cuerina blanco y luces led que volvían todo rojo en cuanto se encienden.

Camino hasta uno de los estantes dónde están los látigos y las fustas, tomo una en particular que sé que es su favorita y la hago acariciar su entrepierna con la punta de cuero.

—Reconozco a las personas débiles y sé que Chloë no lo es. —le doy un golpe al costado de su erección provocando que está se vuelva más grande.

—Si da un paso en falso voy a matarla. —gruñe.

—Ponte de rodillas— ordenó con autoridad.

Evans mantiene sus ojos marrones puestos en mí mientras hace lo que le pido, una vez lo tengo de rodillas pasó la fusta por su mejilla y labio inferior.

—Creo que aquí el débil es otra persona...—me burló y esto hace que repentinamente se ponga en pie y me pegue a la pared— Ya se me hacía raro tanta obediencia.

Mira mis labios y luego mis ojos—Me excita cuando te pones mandona.

Una vez dice la última palabra me pone de espalda y con uno de sus pies abre mis piernas, me quita la fusta de las manos y luego me da un golpe seco en la entrepierna para que las abra aún más.

—Pero me excita más verte sumisa y lista para mí.

No sé qué es lo que está haciendo pero escucho como el cierre de su pantalón se baja y luego como camina a buscar algo en uno de los estantes que están atrás.

—¿Sabes que nunca seré tuya?— digo buscando hacerlo enojar.

—¿Ah, no?

—No— respondo dandome vuelta en el momento exacto para ver cómo se quita la remera y toma las esposas grises de uno de los estantes de arriba.

—¿Por qué no?—pregunta mientras me hace un gesto para que me quite la ropa.

—Porque los hermanastros no se desean.

<<Los hermanastros no se obsesionan el uno con el otro.

Los hermanastros no se divierten matando gente.

Los hermanastros no se desean con tanta intensidad como lo hacemos nosotros.

Y por último los hermanastros no tienen relaciones sexuales entre si.>> Pienso.

—¿Hay alguien en esta habitación?—pregunta mientras sus ojos destellan lujuria.

—No—respondo.

—Entonces no hay nadie que diga que es correcto y que no, así que ahora desnúdate.

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