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By taetzel

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Jeon Seokjin tiene exactamente cuatro semanas para impedir el compromiso de su hermano menor, condenado a un... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23

Capítulo 12

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By taetzel

Capítulo 12: Destinado a amarte

Yoongi frunce a su celular, su pulgar presiona la pantalla para actualizarlo una y otra y otra vez. Está aburrido. No es como si esperara la respuesta de Seokjin. Solo está aburrido.

Incluso cuando tiene un escritorio lleno de trabajo y su asistente lo mira y aclara su garganta, sonando indignada. Yoongi levanta la vista y mira a su asistente.

—¿Qué?— Escupe, su pulgar actualiza de nuevo. Entrecierra los ojos mirando el celular y luego regresa a su asistente, seguro de que no ha sido atrapado. Pero tiene una asistente lo suficientemente inteligente como para no poner los ojos en blanco. 

—Si gusta, puedo regresar cuando termine de jugar.

—No estoy jugando— dice Yoongi, frunciendo. Ni siquiera está esperando un mensaje ni nada, solo está aburrido, eso es todo. Bloquea su celular y lo pone en el escritorio, poniendo sus manos frente a él. —¿Ves? Ni siquiera estoy tocando mi celular.

Su asistente hace una mueca, claramente no la convenció, pero decide dejarlo pasar. Mira la tablet en sus manos y dice:

—Como decía. Organicé el viaje de negocios la próxima semana a Macao. Tiene un itinerario lleno durante el día pero tiene libre las noches. Le he advertido a los anfitriones que no es necesario que lo entretengan según su solicitud habitual. Su habitación está en el veneciano. ¿Me he olvidado de algo?— Yoongi frunce y sacude su cabeza. 

—No, suena bien—. Toma su celular y ve la luz de notificaciones. No brilla. Tal vez parpadeo al mismo tiempo que la luz prendió. Presiona el botón de inicio y la pantalla se ilumina. Su ceño fruncido se profundiza cuando no ve mensajes nuevos.

—Puede regresar a sus juegos— dice su asistente.

—¡No estoy jugando!— Yoongi grita pero su asistente ya había salido. Bufa y se recarga en su silla, toma el celular y revisa la señal. Frunce y pone su celular de nuevo sobre el escritorio, siente frustración y algo más en sus venas.

Está preocupado. Algo está mal con Seokjin, algo significante que Yoongi no puede decir cuándo empezó o qué lo causó. Seokjin se ha alejado, poco a poco, como si estuviera tratando de eliminar partes de sí mismo en cantidades tan imperceptibles que Yoongi ni siquiera se daría cuenta. Tal vez no lo hubiera hecho, si solo no estuviera tan sintonizado con Seokjin, si solo no estuviera tan concentrado en Seokjin que incluso pudiera detectar el cambio en sus patrones de respiración.

Se da cuenta que, por primera vez desde que se conocieron, que cada pequeña parte de los pensamientos, sentimientos y personalidad que Yoongi pudo ver es solo porque Seokjin lo permitió. Comienza a darse cuenta después de semanas que Seokjin tiene una máscara de Estoy bien y nada está mal, Yoongi, que Seokjin tiene más dotes de actuación que actores famosos. Es frustrante, más que frustrante, Yoongi tiene miedo. Su corazón late tan rápido que piensa demasiado en eso. Al final del contrato se separarán, no es una sorpresa.

La gente se va. La familiar frase susurra por su mente, penetra sus oídos, un patrón que su cuerpo exhala. La gente se va, protégete antes de que lo hagan.

Se pregunta cuándo Seokjin -su risa, su voz, la presión de sus dedos en la piel de Yoongi- empezó a ahogar la voz en su cabeza. La gente se va susurra la mente de Yoongi con la risa de Seokjin resonando en sus oídos.

Separarán sus caminos, pero aún no. Aún no.

Se levanta de su escritorio y sigue a su asistente fuera de la oficina. 

—Minjoon— llama.

Minjoon levanta la vista esperando las instrucciones de Yoongi.

—Arregla para que Seokjin vaya conmigo a Macao— dice. Tiene que hacer algo. No sabe qué pasa con Seokjin. No importa. Lo arreglará. Seokjin sigue siendo suyo por unos meses más. No tiene intenciones de desperdiciar el tiempo.

Desde la noche que Seokjin se dio cuenta que era un tonto por permitiste ser él mismo, ha sido cuidadoso. Cuidadoso con sus toques, cuidadoso con sus palabras, cuidadoso con sus ojos que siempre encuentran el camino a Yoongi. Ha sido un tonto. Ha olvidado todo lo que sabe de la vida, se ha dejado atrapar por la fantasía de Yoongi y esta vida que pretender tener. Dejó que sus sentimientos crecieran. Dejó sus emociones correr sin control, y eso solo fue la noche que se dio cuenta cuánto había caído. Es aterrador. Sabe que la vida rápidamente puede arrebatarle todo lo que sostiene su corazón. Sabe que usó todos sus deseos y esperanzas en Jungkook. No puede permitirse perder la versión dorada del mundo, humo y espejos que se romperán cuando el reloj marque la medianoche.

El problema es que es fácil enamorarse de Yoongi. No debería serlo. Tiene cientos de capas, todas aseguradas bajo llave. Es cerrado, privado, cuidadoso, callado, reservado. Seokjin no debería tener problemas al mantener distancia, guardar su corazón. Excepto que Yoongi es gravedad, una fuerza que jala a Seokjin más cerca con cada vuelta. No está cayendo, se acerca al centro de Yoongi, a su corazón latiente. Seokjin es el océano, poderoso contra el impulso, una magnitud que se acerca sin pensar.

Seokjin está determinado a poner una distancia entre su corazón y Yoongi, de nuevo. Necesita ser práctico. Debe recordarse que es pragmático. Necesita prepararse para la inevitable separación que tendrán al divorciarse. Si tiene alguna esperanza de deshacerse del contrato, necesita construir una pared entre ellos. No tiene tiempo para ladrillos. Reúne la paja y los tablones en su corazón, las endebles excusas, mentiras y fabricaciones que inventa en su mente. La sonrisa de Yoongi no significa nada, es una reacción natural, Yoongi es amable. Las manos de Yoongi son como cualquier par de manos, cinco dígitos cada una, hueso, carne y piel que no electrifican todo el ser de Seokjin. Las miradas de Yoongi están desenfocadas, probablemente él simplemente se está distrayendo. No envían una emoción a través de la sangre de Seokjin, no significan nada. Yoongi y Seokjin tienen una relación por negocios, nada más y nada menos.

Se dice que no es tan tarde, que puede atrapar sus sentimientos. Se dice que puede recuperarse. Se dice que debe ser fuerte porque Yoongi no estará ahí por siempre. Seokjin no puede caer como hoja cuando llegue a su destino.

Desearía que Yoongi no lo hiciera tan difícil.

Seokjin llega a casa - no, se recuerda. No es casa. El departamento. Temporal y fugaz, una cuerda de hilo gastada. Seokjin regresa al departamento con el olor a pollo frito, los crujidos y ruidos de alguien en la cocina. Seokjin frunce el ceño y coloca sus cosas en la sala de estar antes de dirigirse a la fuente de los sonidos.

La cabeza de Yoongi está enterrada en un armario, buscando algo, haciendo un desastre en la encimera, tirando cosas. Seokjin mira alrededor de la cocina, ve la barra de desayuno preparada para dos, dos cajas de cocina frita entre los platos, guarniciones esparcidas en una disposición aleatoria. Dos vasos altos vacíos están colocados junto al refrigerador, esperando algo. Seokjin parpadea rápidamente.

—¿Yoongi?

Yoongi asoma la cabeza, sus ojos brillan y sonríe. 

—Oh, ¿llegaste a casa?

No es casa, se recuerda Seokjin, poniendo sus manos en puños. Asiente y hace un pequeño sonido de afirmación.

—No sabía cuándo regresarías, nunca respondiste mi mensaje.

—Oh—. Seokjin aleja la mirada. —Lo siento, me entretuve en el trabajo y lo olvidé.

Yoongi lo mira pesadamente, pero finalmente se encoge de hombros, dejando el tema. 

—No importa. El pollo debería estar caliente, toma asiento—. Se acerca al refrigerador y saca dos latas de cerveza, vaciándolas en los vasos. Mira a Seokjin cuando termina y pone el vaso frente a él y sonríe ampliamente. —Adelante.

Los dedos de Seokjin se enroscan alrededor del vaso de cerveza, la superficie es fría contra sus dedos. Debería sacarlo de sus pensamientos, pero no es así. Sus ojos siguen a Yoongi, la forma en que se desliza en el asiento junto a él, la forma en que toma una pierna de pollo, la forma en que mira a Seokjin, sus labios se levantan en una sonrisa torcida, un poco más arriba a la izquierda.

Extraña a Yoongi. Se odia a sí mismo, odia su propia debilidad. Debería ser más fuerte que esto. Ha pasado años siendo más fuerte que esto. Echa de menos a Yoongi incluso cuando el otro hombre está aquí a su lado, respirando, comiendo y existiendo. Porque Seokjin no puede permitirse estirar la mano y pasar sus manos por los hombros de Yoongi. Porque Seokjin no puede permitirse apoyar la barbilla en su mano y mirarlo. Porque Seokjin no puede inclinarse y susurrar las palabras que siguen intentando trepar por su garganta, palabras que lo asustan y hacen que su corazón palpite demasiado rápido, demasiado fuerte.

Probablemente así se sentía Jimin, piensa Seokjin, su estómago se retuerce con el pensamiento. Indefenso e inamovible, incapaz de escapar, incapaz de progresar. Suspendido aliento atascado en sus pulmones, los dedos muertos a los costados, las palabras arañando su garganta.

No tengo sentimientos por Yoongi, miente, tratando de parar, reiniciar su mente, deseando poder hacer lo mismo con su corazón.

—Hyung— dice Yoongi mirando a Seokjin. Seokjin se pregunta cuánto puede leer Yoongi en sus facciones, qué tan profundo puede ir bajo su piel.

—Hmm, ¿qué pasa?— Seokjin levanta la barbilla. Yoongi lame sus labios y aclara su garganta. 

—Yo, uh. Me preguntaba si puedes pedir unos días en el trabajo la próxima semana. De miércoles a viernes.

Seokjin parpadea e inclina su cabeza. 

—¿Por qué?

Yoongi mira su cerveza. 

—Tengo un viaje de negocios a Macao y...— se detiene, suspira y pone una mano sobre su cuello. —Me preguntaba si quieres ir conmigo. Tengo un horario lleno durante el día pero estoy libre en las noches. Y podemos quedarnos el fin de semana, regresar el domingo temprano.

Seokjin abre los labios e inhala fuertemente. Necesita decir que no, una docena de excusas pasan por su mente. No puede tener tiempo libre, es muy poco tiempo de anticipación. Tiene planes para la semana, ayudar a Jungkook a estudiar. No le gusta volar, odia los aviones. Su mandarín está oxidado, su pasaporte está vencido, le falta la almohada para el cuello. Necesita decir que no, aprovechar esta oportunidad para distanciarse de Yoongi, tomar el regalo que el destino ha puesto en sus manos.

Yoongi mira de nuevo a Seokjin. Se acomoda en su silla, más cerca de Seokjin, casi tocándolo. Levanta una mano para ponerla sobre la de Seokjin pero al final se arrepiente. 

—Déjame reformular. Me gustaría que vinieras conmigo.

No seas tonto, Seokjin, se dice.

—Iré— Seokjin se escucha decir, su corazón tiene el control de su boca, tonto corazón.

Yoongi sonríe ampliamente.

Tonto, tonto, tonto.

—Hyung, ¡debiste avisarme que ibas a venir!

Seokjin mira sobre el estante, la manga de una suave camisa azul se desliza por sus dedos. Le sonríe a Namjoon y se acerca a él. 

—No quería molestarte.

Namjoon sonríe, un hoyuelo se asoma en su mejilla izquierda y sacude su cabeza. 

—Es una buena excusa para un descanso—. Sacude su mano sobre el estante. —Ven, no necesitas elegir de ahí, te dejaré escoger lo que quieras de mi taller.

—Solo iba a escoger algunas cosas— dice Seokjin, pero Namjoon lo arrastra fuera de la boutique hacia las escaleras a su estudio.

—Puedes elegir algunas cosas de mi estudio— Namjoon responde con facilidad.

Seokjin se ríe y sigue a Namjoon. El estudio es grande, con ventanas hasta el techo, permitiendo que la luz natural entre. Hay grandes mesas llenas de dibujos y telas, un desastre que ni siquiera Seokjin podría llamar organizado. Lentejuelas y retazos de terciopelo están esparcidos por el suelo cerca de las mesas, tirados y, aparentemente, olvidados. Seokjin levanta las cejas ante Namjoon y éste tiene la decencia de parecer avergonzado. Namjoon se inclina y recoge un poco el desastre haciendo pilas de tela sobre la mesa. 

—Lo siento, no esperaba compañía.

Seokjin asiente.

—Hoseok siempre me dice que recoja cuando termine.

Seokjin sonríe. 

—Ah, ¿sí?

Namjoon se ríe y frota su cara con vergüenza. 

—Lo siento—. Camina a la esquina donde hay cinco o seis prendas colgadas. —Aquí, mis últimos diseños.

Seokjin pone su atención en la ropa, cepillando la tela con sus dedos. Elige un par de pantalones, con cierres en los tobillos y toro de las rodillas y en los muslos. Voltea los pantalones en el gancho, examinándolos. 

—Estos son bastante atrevidos—. Namjoon se ríe.

—Tómalos, creo que te quedarán bien.

Seokjin sonríe y sacude su cabeza. 

—No es exactamente lo que buscaba. Necesito algo formal—. Namjoon se encoge de hombros. 

—Llévatelos—. Se da la vuelta y busca algo más. —¿Cuál es la ocasión?

—Yoongi y yo iremos a Macao. Pensé que podría necesitar algo para salir en las noches—. Namjoon mira a Seokjin, sonriendo lentamente. 

—¿Finalmente irán a su luna de miel?

Seokjin se burla y sacude su cabeza, pone los pantalones sobre la mesa. 

—Yoongi irá a un viaje de negocios. Yo iré por...— Se detiene y frunce el ceño. Él va porque es un tonto. Porque es débil ante la voz y ojos de Yoongi. Porque se ha puesto demasiado cómodo, porque olvidó la diferencia entre realidad y fantasía. Porque es un necio que no quiere estar cuatro días solo en un departamento, artefactos de Yoongi esparcidos por todas partes excepto el espacio vacío de su presencia. Seokjin aclara su garganta y trata de sacudir los pensamientos de su mente. —Nunca he ido a Macao, entonces voy a acompañarlo.

Namjoon se aleja y mira a Seokjin. 

—Hyung— comienza, con un tono serio y los ojos enfocados en Seokjin, quien sonríe y mantiene su cara indiferente. 

—¿Hmm?

—Yoongi-hyung y tú...— Para y suspira, sobando su nuca. —Ustedes se llevan bien, ¿verdad? Quiero decir, ¿no se arrepienten de haberse casado?

Seokjin aleja la mirada de Namjoon, sosteniendo un saco de un oscuro terciopelo con detalles en dorado. 

—No me arrepiento— dice, tratando de hacer sonar calmadas sus palabras. Ese es el problema, no se ha arrepentido, no por el momento. Es una pendiente resbaladiza y tiene la sensación de que ya ha perdido tracción.

—Conozco a Yoongi-hyung desde hace siete años— continúa Namjoon. —Sé que no es expresivo con las palabras, pero muestra sus sentimientos con las acciones. Lo sabes, ¿verdad?

Seokjin presiona sus labios, sus ojos siguen enfocados en el saco. Piensa en las acciones de Yoongi - el té en la alacena, la mano de Yoongi cubriendo su celular en su cumpleaños, Yoongi usando el código de Seokjin en la puerta. 

—Lo sé— dice. Pone una sonrisa en sus labios y mira a Namjoon. —Me gusta este saco.

Namjoon lo mira cuidadosamente. 

—Puedes llevártelo—. Seokjin abre su boca para agradecerle a Namjoon pero lo detiene, diciendo. —Me alegro por ustedes. Estaba un poco preocupado porque se comprometieron muy rápido, pero creo que es bueno que Yoongi-hyung y tú estén juntos—. Sus ojos se enfocan seriamente en Seokjin. —Espero no equivocarme.

Namjoon se equivoca, quiere decir Seokjin. Yoongi y él no deberían estar juntos. Son día y noche, y ellos jamás se hubieran conocido si no fuera por las retorcidas obras del destino. Seokjin desea poder decirle a Namjoon que se equivoca, pero ese es el problema: no se equivoca. Yoongi pertenece junto a Seokjin como un rompecabezas, justo en el espacio faltante. Seokjin ha dejado de tener esperanzas hace tiempo. Yoongi debe estar junto a Seokjin, hasta el punto en el que tiene miedo de cuando se separen, miedo de que Yoongi se haya hecho tan cercano a él que rasgará una parte de Seokjin cuando se vaya.

Seokjin endereza la espalda y mira a Namjoon, quien parece que lo está analizando, tratando de encontrar la verdad bajo sus capas. Sonríe gentilmente y dice, "No necesitas preocuparte por nosotros". Las palabras queman su lengua.

Jimin suspira ante su reflejo y ajusta su camisa, metiendo la playera de rayas negras y rojas dentro de su pantalón, tratando de que el ángulo sea correcto. Después de unos minutos, se rinde y se quita la camisa, tirándola en su cama con el resto de su ropa descartada. Frunce hacia el desastre antes de regresar a su clóset para revisar lo que queda. Realmente tiene las peores ropas, nada es suficientemente bueno.

No recuerda la última vez que estuvo tan nervioso por una salida. Usualmente no se emociona fácilmente, pero Taehyung accedió a ver la nueva película de acción que salió la semana pasada y Jimin ni ha podido controlar sus nervios desde que obtuvo respuesta. No ha visto a Taehyung en semanas, y han hablado poco por celular. Incluso sus mensajes son cortos y esporádicos. Taehyung dijo que estaba en exámenes finales, haciendo papeleo de último minuto, que estuvo despierto toda la noche. Taehyung dijo que estaba en finales pero Jimin no pudo evitar que Taehyung se estaba alejando, muy, muy lejos.

Jimin sabe que Taehyung necesita espacio, necesita entender sus sentimientos. Jimin sabe que no puede apegarse a él. Él ha aclarado ese hecho en su corazón. Pero no deja de extrañar al otro. No detiene los pensamientos que surgen después de medianoche, pensamientos que destruyen y voces profundas repitiendo su nombre, pensamientos que solía entender. No detiene los sentimientos que remueven su estómago cuando Taehyung responde sus mensajes, sentimientos que Jimin tiene miedo de reconocer.

Aún son amigos. Jimin asiente para sí mismo mientras toma una camisa blanca y unos shorts color caqui. Ellos aún son amigos. Taehyung lo dijo. Jimin aún es importante para el otro. Jimin será feliz con eso. Él nunca quiso algo más.

Mira su reflejo de nuevo, girándose para ver su perfil. Playera blanca y shorts caqui. Se ve bien. Limpio, Simple. Demasiado simple. Es terrible, se ve terrible.

Frustrado, se quita los shorts y los lanza a la cama. Literalmente, no tiene nada que ponerse, es un desastre. Toma su celular para revisar la hora y sus ojos se abren con horror. 

—Mierda— dice, escarbando en la pila de ropa y sacando el atuendo menos horrible que se probó. Es tarde, tan tarde.

Se viste con los pantalones y playera negra, tomando un saco negro con toques blancos y corre por la puerta. En su apuro, olvida su celular, pero no tiene tiempo para regresar al departamento. Saca su tarjeta del metro y casi se tuerce el tobillo al intentar subir. Es un torbellino de dedos temblorosos y pensamientos borrosos. No sabe qué le pasa. Normalmente no es así de torpe. Tal vez se va a enfermar.

Cuando llega al cine, encuentra a Taehyung esperando pacientemente en la entrada, recargado en una mesa, con las piernas cruzadas y una expresión tranquila. Se ve como si estuviera en medio de una sesión de fotografías para Gucci, no esperando en el cine por Jimin. Jimin siente sus mejillas sonrojarse. Debe estar enfermándose.

—Lamento llegar tarde— suelta cuando llega con Taehyung. Pone sus manos juntas pidiendo disculpas.

Taehyung lo mira. Sus ojos se iluminan y su boca muestra una sonrisa. 

—Hola, Chimchim— dice mientras inclina su cabeza. —Está bien, no esperé mucho— se levanta y desliza una mano en su bolsillo. —¿Listo?

Jimin parpadea hacia Taehyung e inhala una fresca esencia, sus ojos enfocan el despeinado flequillo de Taehyung y su sonrisa cuadrada. Lo extrañaba. Extrañó tanto a Taehyung, y no se dio cuenta hasta ahora. No se reconocía el vacío punto en su estómago hasta este momento, Taehyung parado junto a él y las mejillas de Jimin calentándose.

Oh, no.

Jimin inhala aire frío que golpea sus pulmones y la esencia de relámpagos. Es tan estúpido. Ha estado ahí todo el tiempo, moviéndose por sus venas por meses, yendo de su corazón a sus dedos. Ha sido tan obvio que es estúpido, su tanta mente no lo entendió, no lo reconoció, y no lo dejaría llegar a ello y tomar el regalo que el destino le había otorgado.

Se aferró a un sueño muerto durante demasiado tiempo y ahora el nuevo sueño está fuera de su alcance, sus dedos son demasiado cortos para agarrarlo, viéndolo pasar por encima de su cabeza con impotencia.

Está enamorado de Taehyung.

Y es muy tarde.

—Explícame otra vez porqué mi hermano nos lleva al aeropuerto en lugar de, no lo sé, otra opción.

Yoongi hace una mueca e ignora el seño fruncido de Seokjin. Se remueve, recargándose contra el equipaje y mira la calle, buscando el coche de Jungkook. 

—Es conveniente— responde, aún ignorando la mirada de Seokjin.

—Conveniente sería manejar y estacionar el coche en el aeropuerto. Conveniente sería tomar un taxi. Conveniente sería no estar fuera del departamento por diez minutos porque Jungkook está atrasado.

—Tal vez debiste haberle enseñado la importancia de ser puntual— Yoongi responde.

—Tal vez, no debiste haber aceptado.

Yoongi frunce y se recarga en su equipaje, la maleta rueda por la presión. Rápidamente se levanta y aclara su garganta. Él no va a decirle a Seokjin que Jungkook le pidió llevarlos al aeropuerto, no pudo decir que no. Tal vez fue la adorable cara de Jungkook o el hecho de que está siendo menos molesto y más como un hermano menor, pero Yoongi no quiso decir que no.

Mira a Seokjin y frunce. Todo comenzó con ese hombre, cuando todos sus no se convirtieron en sí. Yoongi tiene un pensamiento repentino, se pregunta qué tan lejos puede ir con Seokjin, cuántos hábitos cambiaría en él. Se pregunta porqué no le molesta.

Sus pensamientos son interrumpidos por Seokjin.

—¡Ah, está aquí!

El carro de Jungkook se estaciona y se asoma por la ventanilla, sonriendo ampliamente. 

—¿Listos?

Seokjin rueda su maleta hacia Jungkook. una lenta sonrisa se expande por sus labios y Yoongi piensa que podría ser otra razón por la que aceptó la propuesta de Jungkook. Porque quería ver esa sonrisa en la cara de Seokjin, quería ver el brillo en sus ojos.

Yoongi parpadea y sacude su cabeza. Está teniendo muchas ideas extrañas últimamente.

Jungkook dirige a Seokjin en el asiento del copiloto, los hermanos se van molestando todo el camino al aeropuerto, cada uno haciendo cosas ridículas. A Yoongi no le molesta. Sonríe y mira por la ventana, recostado en el asiento. Ha pasado un tiempo desde que escuchó a Seokjin dejarse llevar y relajarse. Algo ha estado mal con Seokjin en las últimas semanas, y esto solo lo confirma. Seokjin está regresando de cualquier muro que ha construido. Yoongi sonríe. Este viaje fue una idea genial.

Jungkook los ayuda a llevar las cosas al aeropuerto porque perdió el juego que estaba jugando con Seokjin. Finalmente le devuelve la maleta a Seokjin cuando se detienen frente a inmigración. Seokjin lo toma y sonríe. 

—Gracias, Jungkook-ah.

Jungkook se burla, pero se acerca a Seokjin para abrazarlo. 

—Regresa a salvo—. La sonrisa de Seokjin se hace más cálida y le da golpecitos en la espalda. 

—Lo haré. No te metas en problemas—. Jungkook se burla de nuevo y se aleja. 

—Seguro.

Seokjin se ríe y comienza a caminar a inmigración. Yoongi se mueve para seguir a Seokjin pero Jungkook lo detiene con una mano en su brazo. Yoongi levanta las cejas, pero Jungkook se acerca y envuelve un brazo por sus hombros en lo que Yoongi piensa que es un intento de abrazo.

—También regresa a salvo— dice Jungkook rápidamente antes de alejarse, metiendo sus manos en sus bolsillos.

Yoongi parpadea, paralizado por la sorpresa. Sus labios se abren y rápidamente mira a Seokjin tratando de adivinar cómo reaccionó. Seokjin los mira con los ojos y boca abiertos y una mano en su mejilla.

—Bien, adiós— dice Jungkook rápidamente, girando sobre sus talones para caminar hacia la salida.

Yoongi levanta un dedo y señala a Jungkook. 

—¡¿Tu hermano acaba de abrazarme?

—¿Qué mierda?— Seokjin suelta, enfrentando a Yoongi. Sonríe y comienza a hacer sonidos de felicidad, con la boca bien abierta. Sus manos se levantan y golpean los hombros de Yoongi. —Mierda, Yoongi, le agradas a mi hermano.

Yoongi parpadea hacia Seokjin. 

—¿Desde cuándo?

La risa de Seokjin se convierte en pequeños sonidos y sacude su cabeza, envolviendo un brazo sobre los hombros de Yoongi, llevándolo a inmigración. 

—Supongo que esas pancetas de cerdo funcionaron.

—No, enserio, ¿desde cuándo?

Seokjin ríe de nuevo y camina con Yoongi por inmigración.

Macao es asombroso. Multitudes de gente se mueven, tiendas y shows, comida de todo tipo de sabores. Durante el día, Yoongi está atrapado en reuniones y negocios, y Seokjin tiene todo el tiempo del mundo para pasear. Sale con su celular y una gorra, sin planes, sin mapa, solo él y sus pies. Es terapéutico. Sus pies comienzan a doler, pero su mente se aclara. El estrés y las preocupaciones de las últimas semanas se derriten con cada paso. No piensa, solo se permite sentir y ser.

Es extraño, permitirse existir sin propósito, sin algo por lo que acomplejarse o pensar, sin algo que evitar.

Él camina y camina, y para cuando regresa al hotel esa tarde, piensa que ha aclarado su mente completamente. No más latidos fuertes por esa sonrisa, no más tomar esas grandes manos venosas, no más desear una fantasía que no existe. Piensa que ha establecido una solución.

Mira a Yoongi en la suite del hotel, ya se cambió su ropa del trabajo por unos shorts y una camisa de botones, una playera blanca debajo. Levanta la vista de su celular y le sonríe a Seokjin. 

—¿Regresaste?— Seokjin asiente. 

—Lo siento, no pensé que regresarías temprano, hubiera regresado antes.

Yoongi se encoge de hombros y se levanta. 

—No hay problema. Las reuniones se alargaron ayer así que me aseguré de terminar a tiempo hoy—. Se estira y le sonríe a Seokjin. —¿Qué quieres hacer?

—¿Comiste?— Seokjin pregunta. Yoongi sacude su cabeza. 

—Aún no. ¿Debería pedir servicio a la habitación?

—Hay mucha comida buena en la calle, ¿te gustaría ir?— Dice Seokjin luego de sonreír.

Yoongi asiente. 

—Déjame tomar mi cámara—. Camina a la habitación y regresa con un sombrero de paja en su cabeza y su cámara en las manos. Seokjin no puede evitar reír. 

—¿Dónde conseguiste eso?

—¿Qué?— Yoongi frunce.

Seokjin se acerca a Yoongi y toca el sombrero, inclinándolo en la cabeza de Yoongi. 

—El sombrero—. Yoongi frunce y acomoda el sombrero. 

—Lo compré en una tienda tradicional.

—¿Una tienda de turistas?— Seokjin pregunta con las cejas levantadas.

—Es un souvenir.

—Hmm, es tierno—. Seokjin toca de nuevo el sombrero. —Vamos— dice, levantando una mano para tomar la mano de Yoongi. Se detiene cuando roza los dedos y se recuerda. No debería tomar la mano de Yoongi, no debería caminar por ahí y molestarlo por su sombrero. Está tan atrapado en el mundo que crearon que se ha hecho un hábito. Toques casuales y pequeñas intimidades.

Yoongi no parece notar su duda y camina junto a Seokjin por la puerta. 

—Vamos, estoy muriendo de hambre.

Seokjin parpadea y traga, sigue a Yoongi y trata de no sentir frío en sus manos vacías.

La caminata hacia los puestos de comida no es larga y Yoongi pregunta todo el camino, le pregunta a Seokjin qué hizo todo el día, si vio aquél edificio, si conoció a alguien interesante. Seokjin queda atrapado en la conversación y vagamente registra la forma en la que sus hombros se rozan mientras caminan. la forma en la que Yoongi casualmente pone su mano en la espalda de Seokjin. Seokjin trata de pretender que el toque no manda escalofríos por su columna. Seokjin piensa que ha actuado mucho recientemente.

Ellos terminan comiendo cerca de los puestos, Seokjin va de puesto en puesto y eligiendo lo mejor que ve. Yoongi sonríe, tomando fotos de la comida y Seokjin. Seokjin se pregunta cuántas fotos terminarán en la pila que Yoongi oculta en su escritorio, cuidadosamente editadas e impresas, escondidas. Seokjin desea que su corazón no duela en su pecho por el pensamiento.

Cuando terminan de comer, se encaminan al mercado. Seokjin sonríe cuando ve un sombrero de paja y camina hacia él. Lo toma y gira para ver a Yoongi. Seokjin sostiene el sombrero para que Yoongi lo vea y sonríe. 

—Este te queda mejor.

Yoongi sonríe e inclina su cabeza, el otro sombrero cuelga de su cuello. 

—¿Qué tiene de malo mi sombrero?— Seokjin sonríe.

—Pareces un papá de vacaciones—. Se acerca y le quita el sombrero a Yoongi. Pone el nuevo en la cabeza de Yoongi cuidadosamente y juega con él hasta que esté bien puesto. Se aleja y sonríe. —Ahí. Ahora pareces un papá de vacaciones, pero menos cursi.

Yoongi se burla y pone los ojos en blanco, pero no se quita el sombrero. 

—Me veo bien con cualquier cosa que use.

Seokjin se encoge de hombros y pone el sombrero de Yoongi en su cabeza, levanta las cejas y le da una mirada de modelo a Yoongi. 

—Pero yo me veo mejor, ¿cierto?— La boca de Yoongi se abre y parpadea hacia Seokjin. Seokjin se ríe y guiña. —Punto probado—. Y se aleja para pagar el sombrero.

Cuando regresa, encuentra a Yoongi sonriendo a su cámara, pasando las fotos. Sus ojos se aprietan en dos medias-lunas, sus dientes y encías se muestran por su sonrisa amplia, y sacude sus hombros con la risa.

Seokjin parpadea y sus ojos se aprietan, el calor se siente por su piel, sus pies lo llevan a Yoongi sin pensarlo, jalado por su gravedad. Está teniendo problemas con su respiración, el aire se siente lleno de Yoongi, su esencia y presencia. Su sangre corre por sus venas. Quiere cubrir las manos de Yoongi con las suyas y entrelazar sus dedos. Quiere que Yoongi lo acerque con una mano en su espalda. Quiere que Yoongi le tome fotos y las imprima, quiere que Yoongi llene el departamento con ellas. Quiere besar a Yoongi, extraña el sabor de sus labios. Quiere despertarlo en las mañanas y dormir junto a él por las noches.

Lo quiere demasiado.

Él quiere.

Seokjin desea ser ignorante, así podría regresar a las fantasías, fingir el matrimonio y fingir los sentimientos. Desea darse cuenta cuánto ha caído, desea continuar con su sueño, visión, humo espejos que lo ayudan a no colapsar. El tiempo pasa, el final de la fantasía se acerca cada vez más.

Yoongi lo mira, deja su cámara y pone su atención en Seokjin. Su sonrisa se mantiene, sus ojos oscuros con toques ámbar, Seokjin asegura que puede contar las pecas en su nariz. 

—Gracias, hyung— dice, apuntando a su sombrero.

Seokjin presiona sus labios y trata de no dejar subir el pánico por su garganta mientras su resolución se derrumba y sus paredes se derrumban con el más mínimo resoplido de los labios de Yoongi. Es un tonto.

El matrimonio y todo lo sigue es fantasía.

Es un maldito idiota.

En algún punto, Seokjin dejó de fingir.

Para el último día de reuniones, Yoongi está cansado. Cansado, harto. Todo lo que quiere hacer es regresar al hotel y relajarse, dormir y comer. Se lo deja tan claro como, humanamente, puede al equipo que quiere terminar todo el trabajo antes de que el sol comience a esconderse. Debería ofrecerle su tarjeta negra al equipo para celebrar con una cena para motivar. Es desvergonzado pero funciona. El equipo trabaja más rápido de lo que ha visto y para las tres de la tarde, todo está terminado. El equipo invita a Yoongi con ellos como si no fuera su dinero, pero se niega, recogiendo sus cosas y regresando al hotel.

La suite es silenciosa cuando entra, y frunce, quitándose sus zapatos y revisando las habitaciones por Seokjin. Se quita su chaqueta, la tira sobre la cama, dobla sus mangas y se prepara para cambiarse. Saca su celular del bolsillo de su pantalón y busca el número de Seokjin. Se detiene y parpadea, escuchando el tono de llamada de Seokjin a la distancia. Aleja el celular de su oreja y sigue el sonido del tema de Mario. Está a medio camino cuando se da cuenta que Seokjin está solo en una ciudad foránea sin su celular cuando camina hacia el balcón y encuentra a Seokjin, acostado en una hamaca, completamente dormido.

Yoongi rápidamente corta la llamada, mira si el sonido despertó a Seokjin. No lo hizo. Seokjin aún está recostado, su brazo cuelga por un lado de la hamaca y tiene un libro sobre su pecho. Su cara se ve relajada, sus labios son casi un puchero. Yoongi deja su celular sobre una mesa a un lado de la hamaca, se acerca a Seokjin con los ojos paralizados. Raramente pueden verse así, durmiendo y con la guardia baja. Seokjin siempre es el primero en levantarse, despertando a Yoongi, ya está aseado y a mitad de su rutina de la mañana. Hay cierto tipo de intimidad en ver a alguien dormir, verlos vulnerables, algo silencioso que hace que el corazón de Yoongi lata fuertemente en su pecho.

Levanta las mangas de su camisa hasta sus codos y camina hacia la hamaca, acostándose junto a Seokjin. De repente, se siente cansado, las constantes juntas y trabajo sin descanso lo envuelven. El ruido de la ciudad bajo ellos y la cálida brisa sobre el balcón, y el pecho de Seokjin es amplio, cálido y el lugar  perfecto para poner su cabeza. Se remueve y se acomoda, sus párpados se sienten pesados con el movimiento de la hamaca.

No sabe cuánto tiempo se queda dormido, pero vuelve flotando a la conciencia con una de las manos de Seokjin acariciando suavemente su cabello, la otra envuelta alrededor del hombro de Yoongi, quieta, pesada y cálida. Yoongi hace un pequeño ruido, somnoliento y apenas coherente. Frota sus mejillas contra la camisa de Seokjin y suspira, aún sin abrir los ojos. 

—¿Cuánto tiempo llevas despierto?— pregunta lentamente, su voz todavía espesa por el sueño.

—No mucho— responde Seokjin. Su voz resuena en los oídos de Yoongi.

—¿Tengo que levantarme ahora?— Pregunta Yoongi y trata de decirse que no está gimoteando.

Seokjin se ríe y Yoongi siente su cabeza moverse. 

—No. Aún tenemos una hora antes de la reservación para la cena.

Yoongi sonríe y se acomoda, poniendo un brazo sobre la cintura de Seokjin, contento de disfrutar el momento por lo que dure. Extrañaba esto, extrañaba estar cerca de Seokjin, extrañaba su atención, extrañaba la forma en la que fácilmente podían estar juntos. No sabe qué está pasando con Seokjin, no sabe qué tan lejos puede ir, pero Macao parece haber limpiado la mente de Seokjin.

Es silencioso por un momento, el sonido de la ciudad de fondo, los dedos de Seokjin siguiendo un conocido moviendo por el cabello de Yoongi. Yoongi casi se queda de nuevo dormido cuando Seokjin dice silenciosa y lentamente, como si estuviera pensando las palabras por mucho tiempo.

—Yoongi, ¿por qué me invitaste?

Yoongi parpadea y frunce, mirando el cielo sobre el balcón. Trajo a Seokjin porque estaba preocupado por algo y Yoongi quería que se detuviera. Trajo a Seokjin porque no le gustaba la idea de regresar a una habitación vacía por media semana, no le gustaba la idea de que Seokjin hiciera lo mismo en Seúl. Trajo a Seokjin porque lo extrañaba. El pensamiento lo asusta, tan real, tan crudo, mucho de lo que se prometió no permitirse. Parpadea y aclara su garganta, sacando los pensamientos de su mente, flexionando su mano en un puño contra la cadera de Seokjin.

—Probablemente por la misma razón por la que aceptaste venir— dice, y sus ojos se cierran de nuevo esperando olivar la conversación y volver a dormir.

Los dedos de Seokjin detienen los movimientos, aún en los mechones de Yoongi.

Yoongi frunce y se mueve, mirando la mano de Seokjin. Entrecierra sus ojos y pregunta. 

—¿Qué?— Seokjin lo mira cuidadosamente, cambiando su cara rápidamente como si tratara de ver bajo sus capas. —¿Por qué me ves así?— dice, con el ceño aún más fruncido.

—Solo me pregunto si es verdad— Seokjin responde.

Yoongi mira a otro lado, de regreso al cielo azul, con pequeñas nubes en el horizonte. Cierra los ojos y escucha de nuevo el corazón de Seokjin contra su oído, y se pregunta porqué suena como el suyo.

—¿Estás casi listo?— grita Seokjin mientras se pone su saco, con el terciopelo cálido y suave contra su espalda. La única respuesta de Yoongi es un gruñido desinteresado desde el baño y Seokjin tararea sin comprometerse. Se dirige al vestíbulo de su suite y al gran espejo redondo. Sonríe a su reflejo, ajustando las etiquetas de su chaqueta, sus dedos recorriendo el fino bordado dorado. Tuvo suerte de que Namjoon tenga trajes a mano para ellos. El casino adjunto a su hotel es definitivamente una ocasión para vestirse de seda y terciopelo y apestar absolutamente a dinero.

Escucha movimiento detrás de él y se da la vuelta, la sonrisa en sus labios se desvanece en sorpresa, sus ojos y labios se abren. La boca de Seokjin se seca y siente ese tirón familiar en su estómago, atracción caliente y acumulada.

Yoongi se ve bien. Su cabello negro peinado. Los dedos de Seokjin se tuercen, tratando de llegar a los mechones y trazar los rizos. El cuello y partes del pecho de Yoongi están expuestos, el profundo cuello en v de su camisa de seda blanca muestran una piel pálida, exponiendo un nuevo territorio de Yoongi con cada movimiento. Su saco negro brilla con innumerables lentejuelas en la tela, brillando con el reflejo de la luz, brillando en la piel de Yoongi. Sus pantalones negros están ajustados contra sus caderas y muslos.

Seokjin parpadea y trata de tragar, el único sonido en su cabeza es un desastre de quiero, necesito, lo extraño, lo extraño. Es el último pensamiento que tiene antes de alejar la mirada de regreso al espejo. Vagamente reconoce el leve rubor en sus mejillas y la dilatación en sus ojos. Desea que el tamborileo por sus venas fuera solo lujuria, solo atracción. Desearía poder fingir de nuevo, fingir que extender la mano y aferrarse a Yoongi es algo que puede hacer.

Su solución se está debilitando, puede sentir cómo se desmorona bajo la presión que es la creciente codicia de Min Yoongi y Seokjin. Se dice a sí mismo que debe resistir, mantener la cabeza despejada y fría, dejar de escuchar el latido de su corazón en sus oídos. Min Yoongi no es alguien a quien Seokjin pueda aferrarse.

—¿Estás listo?— Pregunta Yoongi, tomando su celular con sus grandes y venosas manos.

Seokjin traga y asiente. 

—Sí, vamos.

Caminan hacia el casino y Yoongi pide una cantidad de fichas que hacen elevar las cejas de Seokjin. Yoongi se encoge de hombros y le da la mitad a Seokjin a pesar de sus protestas.

—Yoongi, no, puedo usar mi propio dinero.

Yoongi deja las fichas en sus manos y comienza a caminar. 

—Voy a perderlo de todas formas, deberías usarlas bien.

Seokjin mira las fichas en sus manos y parpadea hacia ellas. Presiona sus labios y trata de reunir su coraje de nuevo. Yoongi hace tan difícil mantener su distancia.

Yoongi se detiene y frunce. 

—¿Vienes?

Seokjin da un tirón y asiente, siguiendo los pasos de Yoongi que parece tirar de una correa. 

—Sí.

Ellos prueban casi todos los juegos, pero terminan en la mesa de cartas. Seokjin pierde todo lo de sus manos, distraído del juego por los dedos de Yoongi golpeando la mesa y la profunda mirada de concentración en su cara mientras Yoongi enfoca al repartidor. Cansado de perder y esperando mitigar sus pérdidas, Seokjin sale del juego y se levanta junto a Yoongi, viéndolo jugar.

—¿Quieres ir a un juego diferente?— Yoongi lo mira sobre el hombro. Seokjin sonríe y sacude la cabeza, poniendo una mano sobre el hombro del otro. 

—No, estoy bien. Disfruto verte jugar.

Yoongi sonríe y aclara su garganta, enfocándose de nuevo en el juego, y Seokjin siente su corazón presionar con adoración por el otro. Su pequeña sonrisa y la confianza sacuden sus hombros, el leve rubor que trata de ocultar, a Seokjin le gusta. Sigue siendo jalado por la gravedad de Yoongi, orbitando cada vez más cerca. No es tan tarde, Seokjin lo sabe. Aún puede salir de la fuerza de Yoongi, pero no será fácil y sabe que será doloroso. Requerirá toda su concentración y energía para alejarse de Yoongi, y un número desconocido de noches pensando en su corazón. No es tan tarde. Puede disminuir sus pérdidas.

Necesita salir del juego, el dinero en sus fichas y avanzar. Lo necesita, pero quiere poner su apuesta en Yoongi.

Presiona el hombro de Yoongi y se acerca a su oído.

—Voy al baño, ahora regreso—. Yoongi asiente con los ojos aún sobre su mesa, y Seokjin se aleja, con una idea formándose en su mente.

Camina hacia el cajero y cambia cinco fichas por su propio dinero, cada una vale cien mil dólares de Hong Kong. Sostiene las cinco fichas en sus manos, setenta millones de wones de sus propios ahorros, dinero que podría usar para el próximo semestre de Jimin, para un regalo para su madre, para un departamento en París. Setenta millones de sus propios ahorros que lanzará al destino y dejará que decida. Quiere enamorarse más de Yoongi, caer más y más fuerte, y sigue buscando una excusa que le permita quedarse. Cada paso que intenta dar, Yoongi lo jala, más cerca, más fuerte. Ha estado dando vueltas, girando fuera de control, pensando en un vertiginoso lío de pensamientos y deseos.

Aprendió hace mucho tiempo que no tiene control sobre su propio futuro. Puede planear y esperar y desear, pero las circunstancias caerán sin consultar su opinión. Lo dejará en manos del destino, piensa, dirigiéndose a la mesa de la ruleta. Si gana, dejará de resistirse y se dejará caer irrevocablemente en Yoongi, hasta donde pueda llegar. Si pierde, dejará el juego, se mudará de la habitación de Yoongi y construirá una pared sólida alrededor de su corazón, se alejará por completo de la gravedad de Yoongi.

Pone la primera ficha en la mesa y mira la bola girar por la ruleta, cruzando los dedos para ganar.

Pierde la apuesta y mira al repartidor recoger las fichas.

Pone una segunda ficha en la mesa, en un lugar diferente, con los ojos enfocados en la ruleta, sin poder enfocar la bola mientras gira.

Pierde de nuevo.

Pierde una tercera vez, y para la cuarta ocasión, sabe cómo terminará. Tiene la última ficha entre sus dedos, sus nudillos se hacen blancos por la presión. Inhala lentamente y pone la ficha sobre la mesa, sin fijarse en dónde cae. Perderá de todas formas, lo sabe, pero no puede evitar la pequeña chispa de esperanza en su pecho. Esa chispa de esperanza no se ha extinguido por años, la que le dice que se relaje y que todo estará bien.

Seokjin brinca cuando siente una mano en su espalda. Mira sobre su hombro y ve a Yoongi viéndolo, con las cejas levantadas.

—Pensé que regresarías enseguida— dice Yoongi.

—Me distraje— responde Seokjin, viendo a Yoongi. Puede escuchar al repartidor darle la vuelta a la rueda, puede escuchar la bola en el juego. No puede mirar la mesa, solo puede ver los profundos ojos oscuros de Yoongi y las pecas en el puente de su nariz.

—De todas formas, terminé con las cartas— dice Yoongi, deslizando sus manos por la espalda de Seokjin y poniéndolas a su lado. Asiente a la mesa. —¿Cuál es tu apuesta?

Su apuesta es Yoongi, el corazón y la presencia de Yoongi, Yoongi, Yoongi. Su apuesta es su propio corazón, todo lo que quiera y ha tratado de negarse. Es una mala apuesta, las posibilidades están contra él, y tiene mala suerte, es tonto. Y, aún así, Seokjin quiere hacer el juego, aún quiere saber a dónde irá. Sus ojos se enfocan y se da cuenta que no importa dónde caiga la bola en la ruleta, no importa si gana o pierde, ya está jugando. Ya ha caído tan profundo por Yoongi que no tiene deseos de enfrentar la realidad.

Se levanta y toma la mano de Yoongi, y lo lleva al hotel.

Yoongi hace un agudo sonido de sorpresa pero deja que Seokjin lo lleve a la salida, como permite que Seokjin haga todo lo que quiera siempre, moviéndose con la más pequeña orden de Seokjin. Es enloquecedor, está volviendo loco a Seokjin. Quiere monopolizar a Yoongi, quiere devorar o ser devorado, no sabe cuál. Todo lo que sabe es que necesita las manos de Yoongi en su piel y la boca de Yoongi en la suya.

—Hyung, tienes una apuesta en la mesa— dice Yoongi, con algo de risa en su voz, pero asombrado.

—No importa— dice Seokjin, porque no lo hace. Está ahí, su apuesta es Yoongi. La bola ya está rodando, impredeciblemente. Seokjin espera sobrevivir a unas pocas vueltas de la rueda antes de que el destino haga su elección. Seokjin aprieta la mano de Yoongi con más fuerza y los lleva al ascensor, presionando el botón de su piso antes de darle la vuelta a Yoongi e inclinarse para besarlo.

Yoongi hace un sonido de sorpresa pero Seokjin presiona más, poniendo sus manos en las mejillas de Yoongi, moviendo sus labios sobre los de Yoongi. Está yendo muy rápido, lo sabe, pero su sangre está en llamas, la urgencia dando prisa a sus movimientos.

Yoongi reacciona después de un momento de sorpresa, deslizando sus manos por el saco de Seokjin y poniéndolas sobre su cintura. Se acerca y se mueven, empujando a Seokjin hacia la esquina del elevador. Inclina su cabeza, mordisqueando los labios de Seokjin, instándolos a que se abran para deslizar su lengua dentro de la boca de Seokjin. Su rodilla se desliza entre las piernas de Seokjin y empuja más cerca hasta que sus caderas están al ras. Seokjin puede sentir la creciente excitación de Yoongi contra su muslo y hace un sonido abortado, los dedos se deslizan de la cara de Yoongi para agarrar su espalda.

Yoongi se aleja y recorre con sus manos los costados de Seokjin, los ojos un poco cerrados y las pupilas completamente dilatadas. Su mirada se enfoca en Seokjin y lame sus labios rosas por el beso. 

—Hyung— comienza con una respiración pesada. Seokjin suprime un escalofrío, sus dedos se flexionan en la espalda de Yoongi. —¿Por qué...?— Dice sin terminar, pero Seokjin conoce las palabras.

¿Por qué ahora?, cuando Seokjin ha estado distante por semanas. Seokjin no quiere decirlo con palabras, son tan nuevas, tan crudas. Ni siquiera las ha dejado correr por su mente y luego caer a su lengua. Responde inclinándose contra Yoongi de nuevo, acercándose con las manos en su espalda, deslizando sus labios contra los de Yoongi, y soplando el aire de sus pulmones hacia los de Yoongi.

Yoongi se derrite en él, gimiendo en el beso, sus manos agarrando la cintura de Seokjin, acercándolo aún más.

El elevador se detiene y ellos se alejan cuando suena la campana en señal de su llegada. Yoongi se ríe y desliza su mano bajo el saco de Seokjin a su mano, entrelazando los dedos. Le sonríe a Seokjin y señala con su cabeza el pasillo, llevándolos a la suite. Yoongi guía a Seokjin a la cama antes de subirse sobre él, con las manos a los lados de Seokjin. Seokjin se levanta, todo su cuerpo caliente con la urgencia impulsándolo, desesperadamente poniendo sus sus labios sobre los de Yoongi. Toma la camisa de Yoongi y la desabotona tan rápido como puede.

Yoongi se aleja y trata de poner una mano en el pecho de Seokjin, sus labios hacen un camino de besos de su boca al oído de Seokjin. 

—Hyung— susurra, su voz manda chispas a la columna de Seokjin. —Espera, quiero bajar un poco la velocidad.

Seokjin muerde su labio y deja salir un suspiro, tragando un gemido. Los labios de Yoongi chupan bajo la mandíbula de Seokjin, hacia donde su cuello y sus hombros se encuentran. Seokjin inclina la cabeza hacia las almohadas para crear un mejor acceso, abriendo sus piernas para que Yoongi pueda acomodarse mejor entre ellas. Yoongi presiona su cadera contra la de Seokjin. Seokjin inhala agudamente por la fricción, sus manos van a las caderas de Yoongi para presionar y recrear el movimiento.

Las manos de Yoongi se mueven hacia la camisa de Seokjin para desabotonarlo, con los labios chupando un moretón en su cuello. 

—Hyung, levántate— pide, con sus manos deslizando el saco y camisa de Seokjin. Seokjin se levanta y toma la oportunidad de quitar la camisa de Yoongi. Lleva sus manos por el pecho de Yoongi, sobre sus costillas, tratando de tocar todo lo que puede ver, y yendo alrededor para acercarlo de nuevo.

Los labios de Yoongi avanzan por el pecho de Seokjin, sus dientes atrapan piel cerca de su clavícula. Sus largos dedos juegan con la pretina del pantalón de Seokjin, sus pulgares recorren entre la tela y la piel. Mueve sus caderas, incrementando la fricción entre ellos. Seokjin casi lloriquea. La batalla entre querer decirle a Yoongi que continúe y dejar que Yoongi lo atraiga como una cuerda hasta que se rompa.

Afortunadamente, la paciencia de Yoongi parece menguar, y se mueve para desabrochar los pantalones de Seokjin, quitándolos junto con sus calzones y tirándolos a un lado de la cama. Se inclina sobre Seokjin, gateando sobre él para llegar a la mesa de noche, agarrando un condón y lubricante. Seokjin aprovecha la oportunidad para bajar la mano y palmear la erección de Yoongi. Yoongi hace un suave gemido y se abalanza para tomar los labios de Seokjin en otro beso. Puede sentir a Yoongi sonreír contra su sonrisa, una mano lubricada apretando perezosamente el pene de Seokjin y acariciando lentamente hacia arriba y hacia abajo, ocasionalmente pasando el pulgar por la cabeza, sacando el placer de Seokjin en el ocio de Yoongi, sin prisas y concienzudamente.

Seokjin jadea contra la boca de Yoongi y mueve sus piernas, deslizando sus muslos contra las caderas de Yoongi. 

—Yoongi— respira, las sensaciones se superponen y se apilan una encima de la otra. Los dedos de Yoongi en su pene, los labios de Yoongi en los suyos, las caderas de Yoongi atrapadas entre sus muslos, el aroma de Yoongi lo rodea.

Cuando Yoongi finalmente desliza un dedo lubricado dentro de Seokjin, Seokjin deja escapar un suspiro de alivio, sus párpados revolotean, sus dedos se clavan en los omóplatos de Yoongi. 

—Lo estás haciendo muy bien, hyung— Yoongi respira en el oído de Seokjin, agregando otro dedo y haciendo una tijera. Se frota contra la próstata de Seokjin, burlándose, y Seokjin se remueve, gimiendo.

—Yoongi, hazlo— se queja Seokjin, finalmente rompiendo bajo las atenciones de Yoongi, sobreexcitado y tirando tan fuerte que siente que podría romperse si no se alivia. Inclina las caderas hacia arriba y se frota contra la erección todavía vestida de Yoongi. —Por favor.

—Sí, sí— dice Yoongi sin aliento. Mueve sus dedos y busca a tientas su cierre, sacándose los pantalones y poniéndose el condón con urgencia. Pone sus manos a cada lado de la cabeza de Seokjin y lo mira.

Seokjin lleva las manos abajo y presiona el pene de Yoongi, guiándolo a su entrada.

Yoongi muerde su labio, con los ojos sobre Seokjin, y empuja, su boca se abre con la primera estocada. La mano de Seokjin rasguña los bíceps de Yoongi y abre aún más sus piernas, siguiendo a Yoongi mientras marca un ritmo suave y cuidadoso.

—Te sientes tan bien, hyung— dice Yoongi con las pupilas dilatadas, unos ojos que jamás dejarían los de Seokjin. Se agacha y toma los labios de Seokjin en un corto beso. —Te extrañé— dice en voz baja contra sus labios.

Seokjin se encoge bajo Yoongi, cientos de palabras se secan en la punta de su lengua. Es tan nuevo, tan crudo, pero un día, piensa. Un día se las dirá en voz alta a Yoongi. Se levanta y pone sus brazos alrededor del cuello de Yoongi, sus manos se enredan en el cabello de Yoongi, y lo acerca para besarlo de nuevo.

No le toma mucho tiempo a Yoongi poner su cara en el cuello de Seokjin, dejando besos con la boca abierta en su hombro mientras se viene, su mano presiona el muslo de Seokjin, las embestidas se disparan mientras llega al clímax. Seokjin lo sigue de cerca, sus dedos aprietan el cabello de Yoongi y tira con fuerza mientras las descargas van desde los dedos de los pies hasta las orejas.

—Ow— murmura Yoongi. —Mi cabello, hyung.

Seokjin se da cuenta del agarre en los mechones de Yoongi, y baja las manos para acunar las mejillas de Yoongi, haciéndolo verlo a los ojos. Sonríe y se inclina por un beso casto. 

—Lo siento.

Yoongi hace una mueca y levanta una mano para alejar el cabello de la cara de Seokjin. 

—Vas a hacer que me quede calvo.

—Puedes demandarme cuando suceda— dice Seokjin, sonriendo.

Los ojos de Yoongi se achican y ríe.

Yoongi se despierta con dos manos tratando de hacerle cosquillas. Aprieta sus labios para evitar reírse y frunce el ceño, mirando a Seokjin. Seokjin le sonríe, la brillante luz del sol que entra por las ventanas hace que su cabello brille casi dorado, sus ojos brillan y se arrugan de risa. La vista deja sin aliento a los pulmones de Yoongi.

—¿Estás dormido?— Pregunta inocentemente, como si no acabara de despertar a Yoongi de una siesta bien merecida. El ceño fruncido de Yoongi se profundiza. 

—No, gracias a ti.

Seokjin se encoge de hombros. 

—Oops.

Yoongi gruñe y se estira para agarrar a Seokjin, tirando de él hacia abajo y tratando de contraatacar con cosquillas. Seokjin grita de risa, apartando las manos. Seokjin es más fuerte pero Yoongi es más rápido y somete a Seokjin debajo de él, el edredón se amontona con la actividad.

—¿Qué hice para merecer este ataque?— pregunta entre risas, tomando las muñecas de Yoongi y tratando de mantenerlas quietas. Su risa disminuye y le sonríe a Yoongi. —Buenos días.

Yoongi se derrite, sus manos se relajan y se inclina para colocar un pequeño beso en la esquina de la boca de Seokjin. Echaba de menos esto, echaba mucho de menos a Seokjin y sus sonrisas fáciles y cálidas risas. Yoongi no sabe qué cambió, pero anoche sintió un cambio en Seokjin, sintió un cambio en la cuerda invisible que los une en lo que sea que sean. Tiene miedo de pensar demasiado en ello, miedo de lo que significa si lo mira muy de cerca, así que se conforma con sonreírle a Seokjin .

—Buenos días, hyung.

—¿A qué hora es nuestro vuelo?— Pregunta Seokjin, recorriendo con su pulgar la suave piel de la muñeca de Yoongi.

—Después del mediodía.

Seokjin sonríe y asiente. 

—¿Quieres ir a caminar antes de dejar el hotel?

Yoongi suspira y se deja caer sobre Seokjin, acurrucándose contra él y cerrando los ojos. 

—¿Qué tal dormir un poco más?— Antes de que Seokjin se niegue, suena el timbre. Yoongi frunce y levanta su cabeza hacia la puerta de su suite. —¿Quien-?

—Ordené a la habitación—. Seokjin hace rodar a Yoongi a pesar de sus protestas. —Puedes recogerlo ya que yo hice la difícil parte de ordenar.

Yoongi trata de quedarse en las suaves y cálidas sábanas, pero, de nuevo, Seokjin es fuerte, y Yoongi cae al suelo con un fuerte tunk. Yoongi mira a Seokjin.

El timbre suena de nuevo y Seokjin solo hace un movimiento con su mano, susurrando. 

—Ve, ve.

Suspirando, Yoongi se levanta y camina hacia la puerta, una pequeña sonrisa se forma en sus labios involuntariamente. Deja entrar al empleado, arrastrando un carrito lleno de comida. Meses atrás, Yoongi estaría sorprendido por la cantidad de comida que Seokjin ordenó. Meses atrás, Yoongi no habría ni siquiera soñado que estaría haciendo y pensando como ahora. El empleado llama la atención de Yoongi, entregándole un grueso sobre.

—Señor— dice el empleado. Yoongi frunce y mira el sobre en sus manos. 

—¿Qué es esto?

—La política del casino dice que una apuesta abandonada sigue hasta que se pierda, pero viendo que es nuestro invitado VIP, hicimos una excepción—. El empleado señala el sobre. —Esas son las ganancias del señor Jeon en la ruleta de anoche—. El empleado hace una reverencia y sale de la suite.

Yoongi parpadea y camina de regreso a la habitación. Seokjin hizo un trono con el edredón y las almohadas, sentado en la cabecera. Se ve adorable y los dedos de Yoongi queman por su cámara, pero solo lanza el sobre hacia Seokjin, viendo cómo cae en su regazo.

Seokjin parpadea y frunce, viendo a Yoongi e inclinando su cabeza con duda. 

—¿Qué es esto?

—Ganaste anoche, hyung— dice Yoongi, sonriendo. —En la ruleta.

Los ojos de Seokjin se abren. Mira a Yoongi parpadeando rápidamente.

—Tu última apuesta, hyung— Yoongi sigue cuando Seokjin parece tener problemas al formar palabras. —Ganaste. Esas son tus ganancias— sonríe. —No sabía que tuvieras tanta suerte.

La mirada de Seokjin cae sobre el sobre en su regazo, con una extraña expresión en su rostro. Extiende la mano para tocar tentativamente el paquete, abriéndolo para confirmar el contenido. —Yo tampoco—. Yoongi frunce el ceño, preguntándose qué está girando por la mente de Seokjin, cuando Seokjin habla de nuevo, en voz baja, con los ojos todavía enfocados en el sobre. —Yoongi. ¿Cuánto tiempo crees que dura una racha de suerte?

Yoongi se encoge de hombros. 

—No lo sé.

Seokjin asiente, sus dedos forman un puño bajo las cobijas. 

—¿Cierto? No puedes saberlo.

Yoongi frunce, siente una punzada incómoda en el pecho. Se pregunta de qué se está perdiendo, con qué pensamiento secreto está luchando Seokjin nuevamente. Se pregunta si alguna vez lo entenderá por completo. El ceño de Yoongi se profundiza y frota distraídamente sobre su corazón. Realmente no debería importar.

No debería.

Pero lo hace.

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