La Clínica

By marlysaba2

94K 4.6K 2.7K

Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 108

441 25 22
By marlysaba2


Natalia llegó a casa agotada. Le costaba trabajo accionar la silla, saludó a Evelyn y le comunicó que se iba a la cama ante la sorpresa de la joven, apenas eran las siete de la tarde.

- ¿Estás bien, Nat?

- Sí, ha sido un día duro y malo y... estoy muy cansada. Voy a echarme un rato.

- Bien, tu fisio llegó hace un cuarto de hora. Está preparando todo en el gimnasio, me dijo no sé qué de un... esqueleto... ¿puede ser?

- ¡Dios! ¡lo olvidé por completo! le dije que llegara antes – exclamó haciendo un gesto de hastío – uf - exhaló entre dientes, la sola idea de ir ahora al gimnasio le provocó una sensación de cansancio aún mayor.

- ¿Quieres que le diga que no te encuentras bien? puede volver mañana.

- No, no puedo dejar la rehabilitación, bastante la abandoné ya mientras estuve fuera – suspiró sin decidirse – dile que estoy allí en un momento, voy a cambiarme.

- Como quieras – aceptó alejándose.

Natalia se quedó clavada al lado de la puerta de entrada. Sí, era lo mejor si quería estar físicamente fuerte para el día que pudiese levantarse de esa silla, pero por otro lado era consciente de que después de lo que le había ocurrido no debía hacer ejercicio, sino descansar como ya le había recomendado Cruz.

- ¡Evelyn! – la llamó y la chica se giró hacia ella - ¡espera!

- ¿Sí?

- Lo he pensado mejor, dile que hoy no voy a poder, ¿te importa?

- Claro que no, así lo acompaño a la puerta y accionó la alarma, porque imagino que hoy no esperas a nadie.

- No, a nadie, voy a acostarme.

- ¿Cojo las llamadas?

- Sí por favor, no quiero que me molesten.

Natalia se metió en su dormitorio y cerró la puerta. Metió la mano en la chaqueta y sacó el la cajita perfectamente envuelta en papel de regalo. Sus ojos se humedecieron. Abrió el cajón de la mesilla y la dejó caer en su interior. Despacio fue cerrando el cajón con la vista puesta en aquella cajita que encerraba todas sus esperanzas, todas sus ilusiones, aquella cajita que portaba mucho más que un pequeño anillo, portaba todo su corazón. Se sentía defraudada y triste, muy triste. Giró la silla y cogió el móvil para desconectarlo cuando comenzó a sonar, ¡Alba!



----------




La enfermera entró en la clínica con paso firme, el corazón disparado y una amplia sonrisa. Era feliz. Saludó a Teresa con la mano dispuesta a subir al despacho de Natalia, ¡al fin había llegado la hora de encontrase con ella! ¡qué largo se le había hecho el día esperando ese momento! Teresa, le hizo unas ostentosas señas con la mano para que se acercara al mostrador.

- ¡Hola, Teresa! ¿qué pasa?

- ¿Vas a ver a Nat?

- Sí, ¿quieres que le diga algo?

- No está, se ha marchado ya.

- ¿Se ha marchado? ¿tan temprano?

- Sí.

- ¿Y no ha dicho dónde iba? – preguntó al tiempo que buscaba su teléfono, ¡había olvidado por completo que lo apagó en una de las chabolas!

- Alba yo... quiero hablar contigo – le dijo sin responder a su pregunta.

- Uy, qué seria te pones, ¿qué pasa?

La recepcionista estaba a punto de decírselo cuando el teléfono comenzó a sonar.

- ¿Me esperas en cafetería? – le propuso señalando el teléfono - quiero preguntarte algo.

- Vale – aceptó sin saber el porqué de aquellas miradas y esa expresión de gravedad - ¿le pasa algo a Nat?

Teresa negó con la cabeza y Alba sonrió aliviada, encaminando sus pasos a la cafetería, que a esas horas estaba casi repleta. No encontró mesa para sentarse y se situó en un rincón de la barra. Encendió el teléfono y se dispuso a llamar a Natalia.



----------




El teléfono sonaba y sonaba y Natalia dudada si responder. Finalmente se decidió, por muy mal que se encontrase, por muy cansada que estuviese, sabía que todo sería peor si se metía en la cama con la incertidumbre que la atenazaba. Necesitaba ver a Alba y necesitaba saber la verdad.

- Hola – respondió al fin.

- ¡Nat! – exclamó – ¡ya creía que no ibas a cogerlo! acabo de ver tus llamadas y mensajes, perdona, pero quité el teléfono.

- ¿Dónde estás?

- ¿Qué dices? no te oigo – alzó la voz – aquí hay mucho ruido.

- Alba... ¿dónde estás? – repitió.

- En la clínica, en la cafetería – respondió – espera que me salgo – le pidió – ya está, uf, ¡no sabes cómo está hoy esto! ¿Dónde estás tú? he subido a tu despacho, pero ya me ha dicho Teresa que te habías marchado.

- En casa.

- ¿A estas horas? – preguntó sorprendida - ¿estás bien?

- Sí... sí... – arrastró el monosílabo sin convencimiento. Alba se percató de ello, segura de que le ocurría algo, quizás algún problema con los créditos o la prensa.

- ¿Qué querías?

- ¿Qué voy a querer? Habíamos quedado para esta noche ¿lo recuerdas? – preguntó sarcástica.

- Claro que lo recuerdo, ¿por qué crees que he ido a tu despacho? Pero he visto tu mensaje diciendo que no nos veríamos esta noche.

El silencio se hizo en la línea, Natalia había olvidado completamente que cuando más enfadada estaba le mandó el mensaje anulando su cita.

- ¿Nat? ¿me oyes?

- Sí, te oigo – respondió tras una pausa dejando arrastrar las palabras.

- ¿Qué te pasa?

- Eh... nada.

- ¿Nada? – preguntó incrédula - ¿estás enfadada o estás preocupada?

- Me gustaría... verte... y... hablar contigo.

- ¿Quieres que nos veamos esta noche? – preguntó con tal ilusión en la voz, a pesar de que estaba convencida de que ocurría algo, que Natalia no fue capaz de negarse.

- Sí, ¿puedes venir a casa?

- ¿A tu casa? yo preferiría que tomáramos algo fuera, te invito a cenar.

- No, Alba, prefiero que vengas a casa.

- Pero ¿estás bien?

- Sí, ¿vas a venir?

- Claro, ¿está bien a las nueve?

- ¿No puede ser antes?

- No, Nat, tengo que... hacer antes unas cosillas y son las siete pasadas, es imposible que llegue antes de las nueve.

- ¿No pueden esperar esas cosillas?

- No, lo siento.

- Vale pues... mejor nos vemos mañana.

- Pero Nat... - protestó mirando el reloj y calculando el tiempo – y... ¿si intento estar a las ocho y media? – le propuso con ilusión.

- No. Déjalo, mejor nos vemos mañana.

- Pero Nat... - suspiró cediendo - de acuerdo cojo la moto y voy para allá todo lo rápido que pueda.

- No, mejor no, no quiero que corras.

- Si no corro, no llegaré antes de las ocho – le dijo con cierto tono recriminatorio.

- Tienes razón, vale... te espero a las ocho. Pero no corras.

- No corro – sonrió ante su preocupación - ¿Quieres que lleve algo? ¿el postre?

- No, no traigas nada – se negó sintiendo que se le revolvía el cuerpo solo de pensar en comer.

- Bueno, hasta luego – le dijo y bajando el tono – ¡te quiero, mi amor!

- Yo también.

Alba colgó con el convencimiento de que Natalia no se encontraba bien, le parecía raro que Teresa no le hubiera dicho nada al respecto, pero iba a averiguarlo inmediatamente. Abandonó la cafetería y llegó al mostrador de la recepcionista, que colgaba el teléfono en ese mismo instante.

- Ahora mismo iba a buscarte

- Teresa, ¿tú sabes si a Nat le pasa algo? – la miró con atención echándose sobre el mostrador.

- Yo no, ¿por qué? – movió nerviosa unas carpetas de un lado a otro.

- Pues... porqué está muy rara conmigo y... se ha ido ya a casa. No es normal que se marche tan temprano.

- ¿Rara? tiene mucho trabajo y ha estado toda la tarde en el campamento... y ya sabes ese tratamiento la tiene cansada.

- Pero... ¿no te ha dicho nada? no sé... algún problema...

- No.

- Bueno... será cosas mías, ¿seguro que no sabes nada?

- ¡Qué no! que yo no sé nada, pero... ¿nos tomamos un café y me cuentas más despacio?

- No puedo, he quedado con Nat en su casa. Mañana hablamos.

- ¡Alba!

- ¿Qué?

- Eh... cuídala.

- Lo haré – hizo una mueca burlona

- Y... ¡qué no me entere yo que la haces sufrir!

La enfermera le lanzó una enorme sonrisa y sus ojos brillaron con intensidad.

- No te enterarás – bromeó y salió a toda prisa.

Teresa permaneció pensando en sus palabras y en la felicidad que irradiaba, le costaba mucho creer que Alba estuviese engañando a Natalia y jugando con ella. Más bien parecía completamente entregada y preocupada por lo que pudiera sucederle.



----------




Hora y media después, Alba atravesaba la cancela de entrada a la finca y se aproximó en su moto a la puerta principal del chalet, le había sido imposible cumplir su promesa de llegar antes. No podía evitar que todo aquel lujo la impresionase, tenía que pedirle a Natalia que le enseñase con calma toda la casa y que paseasen por ese inmenso jardín que se convertía casi en un bosque en la parte trasera. Llamó y una sonriente Evelyn le franqueó la entrada.

- Buenas tardes, Evelyn.

- Hola, Alba, Nat te espera en la biblioteca.

- Gracias... eh... ¿dónde era? – le preguntó sonrojándose por su mala memoria, pero aquella casa inmensa la despistaba.

- Por ese pasillo – le señaló con la mano - la tercera puerta a la derecha.

- ¡Gracias!

Alba atravesó el hall de entrada que era casi más grande que el apartamento que compartía con Laura y se encaminó hacia allí, la puerta estaba cerrada y no pudo evitar pararse en ella y llamar, no se acostumbraba a todo aquello.

- ¿Sí? - escuchó la voz de Natalia en el interior – adelante.

- Hola – dijo abriendo la puerta.

- ¿Eres tú? – sonrió levemente – creí que sería Rosa, ¿por qué llamas?

Alba se encogió de hombros y se acercó al ventanal al que Natalia estaba asomada, la vista del jardín desde allí era impresionante, con las luces encendidas ya porque la oscuridad le había ganado el terreno al día.

- Uy, ¡qué mala cara tienes! – le dijo agachándose a besarla.

- Sí, no me encuentro muy bien, me sentó mal el almuerzo.

- ¿Por eso te has venido tan pronto?

- Sí.

- ¿Te has tomado algo?

- Cruz me ha examinado, pero no ha visto nada fuera de lo normal, un corte de digestión sin importancia.

- Si es que no paras Nat y eso no puede ser – comenzó a reprenderla – ya me parecía a mí que te notaba muy rara por teléfono.

- No me eches la bronca – le pidió con hastío.

- No te la echo, pero no puedes estar de aquí para allá, ya me han dicho que has estado en el campamento. ¿No ibas a ir mañana? tienes que organizarte Nat, y no intentar hacer todo en un día.

- Si he ido hasta el campamento es porque... pensé en invitarte a comer...

- ¿Y eso? – sonrió contenta - ¿tanto me echabas de menos? – preguntó insinuante.

- Pues sí, pero... ya he visto que tú a mí no tanto.

- ¿Por qué dices eso?

- Has tenido el móvil desconectado casi todo el día.

- Lo apagué en el trabajo y luego...

- Te fuiste a comer con tu amigo – recalcó la palabra con retintín – y te olvidaste de todo.

- ¿Estás enfadada porque he salido a comer con Raúl?

- ¿Tú qué crees?

- Pero ¡Nat! Lo dejé plantado ayer, y... hoy no he sido capaz de negarme cuando me ha pedido comer con él.

- Ya...

- ¡Qué tontita te pones! – exclamó sonriendo haciéndole una carantoña que Natalia estuvo a punto de esquivar - ¿Sabes que no me imagina contigo? ¡sé quedó flipando esta mañana cuando me besaste!

- Ya... - musitó sin dar muestras de que le divirtiese su comentario.

- ¿Qué pasa, cariño? venga... no estés tan seria... ¡si yo solo tengo ojos para mi amor! ¿tengo que demostrártelo?

- No.

- Pues aunque no quieras te lo voy a demostrar – le dijo misteriosa – pero antes vas a meterte en la cama y vas a dejar que yo te cuide.

- Espera Alba – frenó su intento de situarse tras la silla para empujarla - yo... yo quería hablar contigo y... preguntarte algo.

- ¿A mí? – la miró sorprendida.

- Sí a ti, llevo todo el día queriendo hablar contigo.

- ¿Por qué? ¿qué pasa? – tomo de nuevo asiento.

Natalia se quedó mirándola fijamente sin responder, no sabía cómo preguntarle aquello ni tampoco quería desvelarle su fuente de información.

- Cariño, me estás asustando, ¿por qué me miras así? – preguntó adoptando también un aire de seriedad – ¿para eso has ido al campamento? ¿solo para hablar conmigo?

- Sí.

- Y... ¿no podías llamarme? – la decepción tiño sus palabras y al mismo tiempo su preocupación aumentó. Una idea cruzó por su mente, alguien vio como Raúl la besaba y había ido con el cuento a Natalia, porque no podía ser otra cosa, cuando se despidieron esa mañana todo estaba más que bien.

- No, no podía – frunció el ceño - quería hablar contigo cara a cara.

- Uy, qué mal me suena eso – sonrió cambiando de asiento y situándose frente a ella - ¿Tengo que preocuparme?

- No sé, pero creo que la que se debe preocupar soy yo.

- Dime de qué se trata – la miró con interés.

Natalia se quedó mirándola, se sentía agotada, y después de haberle pedido a Alba que fuera hasta allí para hablar con ella, para preguntarle qué significaba que hiciera esas pruebas, sintió que no tenía derecho a hacerlo. Ella también le ocultaba cosas. Frunció el ceño, arrepintiéndose de estar cayendo de nuevo en los mismos errores que las hizo romper su relación. La amaba, la amaba más que a su vida, pero no podía obligarla a renunciar a aquello que la hacía feliz y le ayudaba a realizarse como persona y como profesional. Si Alba sentía la necesidad de regresar a África ella no era nadie para impedírselo, sino todo lo contrario, debía apoyarla y conseguir que fuese feliz. Pero al mismo tiempo la idea de su marcha la llenaba de angustia, de decepción, le hacía sentir enfado, contra Alba por engañarla y contra sí misma por dejarse engañar.

- ¿Qué te pasa Nat? – le preguntó al ver que callaba.

- Nada – dijo con desgana - ¿quieres tomar algo?

- No. Ya tomamos algo luego, dime qué te pasa y dime de qué quieres hablar conmigo.

Natalia no respondió y Alba insistió.

- ¿Qué te pasa?

- Te lo he dicho me sentó mal el almuerzo.

- No me mientas.

- No soy yo la que miente.

- ¿Qué quieres decir?

- Nada.

- Te conozco y sé que te pasa algo, y no es la indigestión. Me has pedido que venga aquí para hablar conmigo...

- Lo sé.

- Pues no lo pienses más y no le des más vueltas, qué es eso que tienes que decirme.

- ¿Por qué no me pediste a mí la tarde libre? – preguntó repentinamente dejando perpleja a la enfermera.

- ¿Estás de broma? ¿es eso?

- Sí, ¿por qué no lo hiciste?

- Porque creí que era Fernando quien me debía dar permiso..., ya sé que el viernes no fui a trabajar pero... - la miró con cierta reserva, lo que menos se esperaba era que Natalia le echara una bronca como jefa – si hace falta recupero las horas pero... ¿se ha quejado alguien?

- No.

- ¿Entonces?.. ¿pasa algo con que me pidiera la tarde libre?

- Sí, ¿qué es eso tan importante que tenías que hacer para pedírtela?

- Nat... - sonrió aliviada - ¿estás enfadada porque no te lo dije?

- ¿Para qué querías la tarde libre? – insistió tajante.

- Para hacer un papeleo sin importancia.

- ¿Un papeleo? ¿por la tarde?

- Sí, Nat, un papeleo por la tarde.

- ¿No será una revisión psicológica? – le dijo sarcástica.

Alba abrió los ojos sorprendida de que lo supiera y luego frunció el ceño, enfadada.

- ¿Me estás espiando?

- No.

- ¿Entonces cómo sabes... lo de las pruebas?

- Luego... ¿es cierto?

- Sí, pero... no es lo que crees, yo solo...

- ¿No? ¡venga ya, Alba!

- Nat... déjame que te explique, es solo una solicitud de la revisión, nada más.

- Ya – chascó la lengua, incrédula – llevo todo el día diciéndome que no podía ser, que algo así me lo habrías contado, pero al final...

- Es verdad Nat, solo es la solicitud, tendría que pasar la revisión y luego hacer las pruebas, y aún así, eso no significa que tenga que incorporarme. Sí he ido a por ella es... por Germán...

- ¡Ahora va a tener la culpa Germán!

- No pretendo culpar a nadie, solo contarte la verdad, Germán luchó mucho porque me admitieran de nuevo, y... ha conseguido que me repitan las pruebas, pero solo lo hago por él, por no dejarlo en mal lugar y bueno... un poco por mí, por demostrarme que todo está bien, pero eso no quiere decir que yo esté pensando en incorporarme.

- Ya, ¿en cuánto tiempo? – preguntó irónica. No podía dar crédito a sus palabras.

Teresa tenía razón y ella había sido una imbécil.

- En ningún tiempo, solo cuando yo quiera. Y no quiero, quiero estar aquí, contigo. No voy a irme Nat.

Natalia negó con la cabeza, sus ojos comenzaron a brillar con intensidad en un intento de controlar la congoja que sentía. La tristeza que le producía la idea de perderla de nuevo. La sombra del abandono volvía a cernirse sobre ella y aunque se decía que no debía ser así, que debía confiar en sus palabras y aceptar lo que le decía, el miedo y la decepción la embargaban. En su interior algo le decía que Alba quería creer lo que decía pero que se engañaba a sí misma. Estaba convencida de que era así. Alba se dio cuenta de ello, hacía mucho tiempo que esa sombra no pasaba por los ojos de Natalia, mucho tiempo que la pediatra no la miraba de aquella forma.

- Perdona cariño, no te lo dije porque sé cómo te pones por nada y porque no te veo bien, te veo preocupada y hasta arriba de trabajo, pero... yo... yo te quiero y... debí haberte hablado de ello, lo sé, y más después de que fuera yo la que te insistía en que no me ocultaras cosas, pero... Germán me llamó el sábado y luego... esta mañana y... bueno, ha sido todo muy precipitado, pero...

- Alba, déjalo.

- No quiero que creas lo que no es... solo he recogido la solicitud, solo eso.

- ¿Toda una tarde para recoger un papel?

- No, también he hecho otra cosa – sonrió – pero no puedo hablarte de ello, es... para tu regalo de Navidad.

- Ya...

- Cariño, créeme. No te oculto nada – aseguró, pero rápidamente pensó en los besos de Raúl y estuvo tentada a hablarle de ello, era algo sin importancia, pero quizás no era el momento, no creía que Natalia, con las dudas que ya tenía fuera a entenderlo.

La pediatra, que no le había quitado ojo, notó su indecisión, percibió un leve movimiento de cejas y como su mirada se desviaba. Sí que le ocultaba algo. Lo tenía claro. Alba quería marcharse, pero no se atrevía a confesarlo, ni reconocerlo.

- Nat... estoy siendo sincera. Cariño... ¿qué quieres qué te diga para convencerte?

- Nada, Alba.

- Pues dime qué estás pensando para mirarme así.

- Mira... creo que es mejor que no sigamos con esto.

- Sí, yo también creo que debes descansar, cada vez tienes peor cara.

- No me refiero a dejar esta conversación...

- ¿A qué te refieres entonces? – preguntó extrañada y Natalia bajó los ojos incapaz de seguir mirándola, lo que iba a pedirle le costaba tanto trabajo que si Alba la miraba así serían incapaz de hacerlo - ¿qué quieres decir?

- Que es mejor que lo dejemos... yo... estoy cansada y... - suspiró – creo que es mejor que sigas con esa revisión y vuelvas a Jinja, es lo que en el fondo deseas.

- Nat... ¿estás de broma? – sonrió, pero al ver su cara le preguntó temerosa - ¿lo dices en serio?

- Si, muy en serio – admitió - creo que tú quieres una cosa y yo te impido alcanzarla, no quiero que seas infeliz a mi lado, no lo soporto. Y últimamente creo que es eso lo que está ocurriendo.

- ¿Pero tú te estás escuchando?

- Sí, ¡perfectamente! el tema está en si te escuchas tú.

- Nat, ¿qué quieres? ¿qué te diga que no hago la revi...?

- ¡Nada! no quiero nada – la interrumpió alzando la voz - Alba, solo quiero que seas feliz y aquí no lo eres, mira lo que pasó el otro día – le dijo mucho más suave – nunca te había visto emborracharte de esa forma, ni siquiera te había visto coger el puntillo y...

- Era eso, ¿no? ¡lo sabía! – exclamó siendo ahora ella la que la miró con la decepción escrita en su rostro - ya me extrañaba a mí que te lo hubieses tomado tan bien.

- No es eso. Es que sé que aquí... que yo... no te hago feliz y... no quiero que siga siendo así. Y lo de la otra noche...

- Nat lo de la otra noche no va a volver a repetirse y ya me he disculpado. Siento haberte puesto en ridículo, siento haber vomitado en la calle y en tu coche...

- No era mi coche.

- ... y siento no haber sabido controlarme. Y si es lo que quieres me disculparé todas las veces que haga falta. ¿Tú nunca te has pasado con las copas? ¿nunca has creído que estabas bien y luego... no era – la cara que le puso la pediatra le hizo comprender que había metido la pata mucho más de lo que imaginaba - ...así?

- No es eso Alba... es que no quiero. ...

- Nat, no digas más tonterías mi amor – le pidió acercándose a ella y cogiéndola de la mano se la acarició - no me presento a las pruebas y ya está, ¿te quedas así más tranquila?

- ¿No te presentarías? – preguntó sin poder evitar un brillo especial en su mirada.

- No. Si te vas a poner así por supuesto que no, tú eres lo más importante en mi vida y no quiero que pienses que no me haces feliz, porque no es así.

- Pero... yo creo que lo mejor es que... nos demos un tiempo y te lo pienses bien.

- No digas tonterías, Nat. No tengo nada que pensarme, cuando me vine contigo lo hice sabiendo a qué me enfrentaba, tomé una decisión y me alegro de haberlo hecho, a menos que... seas tú la que... quieras dejarlo por otro motivo y te estás buscando una excusa.

- ¿Cómo puedes pensar eso? – arrastró las palabras cansada.

- No sé Nat.... porque casi nunca tienes tiempo para que nos veamos, porque quedas con cualquiera antes que conmigo, y porque me parece exagerado que una simple solicitud te haga decirme que no quieres seguir conmigo, salvo que...

- ¿Qué?

- ¿Ya no me quieres?

- ¿Cómo me preguntas eso? ¡claro que te quiero! pero... no creo que eso para ti sea suficiente. No creo que lo que yo pueda ofrecerte, al menos de momento, sea suficiente.

- Claro que lo es. ¡Más que suficiente! no sabes lo feliz que me hiciste esta mañana cuando me besaste delante de todos – confesó viendo como Natalia dibujaba una tenue sonrisa al recordarlo...

- Pero después... te has ido en busca de esos papeles...

- Mi amor... estás cansada y...

- Estaré cansada, pero sé muy bien lo que digo.

- Nat, tú no ves la cara que tienes y no sabes ni lo que dices, es mejor que te acuestes y mañana hablamos.

- Te repito que sé muy bien lo que te estoy diciendo, es algo que llevo pensando un tiempo – le reveló mirándola fijamente – ¿crees que no me doy cuenta? todo esto te está pudiendo y... necesitas alguien que... esté contigo... que... salga contigo... que...

- Ya... ¡es por lo de Raúl! no voy a justificarme más por tener amigos. Tú también los tienes, ¡muchos más que yo! y les dedicas mucho más tiempo, ¿o no?

Natalia no respondió. Bajó la vista y la levantó casi inmediatamente.

- No niego que me he puesto celosa cuando Adela me dijo que te habías ido a comer, pero... no es por Raúl. Es porque de corazón creo que te estás equivocando al quedarte aquí.

- Mira Nat, mejor me voy a mi casa y mañana hablamos con tranquilidad, cuando hayas dormido y descansado, pero deja de decir tonterías, mi amor.

- Alba...

- No, Nat, no voy a seguir escuchando más chorradas – le dijo levantándose, besándola fugazmente en los labios y dirigiéndose a la puerta.

- ¡Alba! – la llamó, no quería que se marchara.

- Buenas noches, Nat, descansa.

- No te vayas, por favor.

- Sí, me voy. Mejor hablamos cuando hayas dormido y estés más tranquila.

- Pero... quédate y...

- No, Nat. Hasta mañana.

Natalia tuvo la sensación de que la estaba perdiendo, de que la vida allí iba a terminar por acabar con ellas y se sintió angustiada, lo peor de todo es que no era capaz de encontrar alternativas, no veía más opciones que esa que había escogido, su psiquiatra se lo decía, Vero se lo decía, había que seguir adelante y dejar atrás el pasado, pero lo que nadie parecía entender es que Alba no era su pasado, era su presente y deseaba con toda su alma que fuera su futuro. Y ella solo se sentía impotente, por no ser capaz de hacer las cosas mejor, por no poder competir con lo que África le proporcionaba, por no poder abrir su corazón como quisiera, gritarle que la amaba y que si es lo que quería se iría con ella al fin del mundo.

Por primera vez desde que decidiera compartir su vida con la enfermera volvió a experimentar la sensación de soledad, esa soledad que la hacía sentir que estaba a oscuras. Esperó unos minutos con el anhelo de que Alba volviese sobre sus pasos, pero oyó la moto arrancar, perdiéndose en la distancia el familiar ronroneo, marchándose con él todas sus esperanzas. Estuvo tentada a coger el teléfono y llamarla, pedirle que regresara, que todo le daba igual, que lo único que deseaba era tenerla a su lado, pero no se dejó llevar por ese deseo. No podía obligarla a ir contra sus deseos, contra aquello que la hacía feliz y el hecho de que se hubiera marchado le dejaba muy claro que no estaba tan desencaminada en sus apreciaciones.

Lentamente se dirigió al dormitorio. Al malestar físico se le sumó el desasosiego de su alma. Lo mejor sería meterse en la cama e intentar dormir un poco, como le había recomendado Cruz. Entró en el baño y se detuvo frente al espejo, su reflejo en él le devolvió una imagen de derrota. La palidez y la oscuridad de sus ojeras la asustaron. No deseaba meterse en la cama, sabía lo que iba a ocurrir, sería incapaz de conciliar el sueño y cuando lo lograra, las pesadillas la atormentarían como antes.

Con desgana se metió en la cama. Cerró los ojos intentando olvidarse de todo, intentando concentrarse en dormir, intentando que su mente se quedara en blanco y anulara lo vivido en el día, pero fue en vano. Sentía miedo, un miedo atroz a que Alba le tomara la palabra y se marchara. Pánico a volver a lo de antes, a las horas interminables, a los días sin ilusión, a los recuerdos como únicos compañeros de viaje. Tenía calor y tenía sed, estaba sudando. Su corazón se aceleró, sentía los latidos martilleando en sus sienes. Volvía a estar mareada, angustiada, se sentó en la cama y buscó a tientas el interruptor, ¡odiaba la oscuridad! Bebió un pequeño sorbo de agua del vaso que había dejado en la mesilla y cogió el teléfono, dudando si llamarla. Finalmente, volvió a dejarlo en su sitio. Suspiró y se mantuvo recostada, con la vista clavada en el techo, rodeada de la tenue luz de la única bombilla de la lamparita y del silencio aplastante de su enorme mansión.

Cuando se sintió más calmada, apagó de nuevo la luz. Cerró los ojos y de inmediato la intranquilidad volvió a ella. No quería soñar lo de siempre. No quería ver a Ana a su lado, no quería escuchar aquella voz que la amenazaba, la insultaba y la atemorizaba. No quería escuchar su carcajada, esa que la acompañaba incluso una vez despierta. No quería ver a Alba en sueños tendiéndole la mano para retirarla en el último momento. Sabía lo que significaba todo aquello. Sus miedos y sus inseguridades minaban la confianza que debía tener en ella, ¿por qué dudaba de sus palabras? no debía hacerlo, pero se sentía impotente. No podía hacer nada para evitar que Alba se marchase si es lo que deseaba, y tampoco quería hacerlo si pudiera, debía dejarla ser feliz. Pero cuando le decía que esa felicidad la tenía junto a ella, quería creerla, pero algo en su interior la obligaba a no hacerlo. No sabía el qué, era un desasosiego, una pequeña voz interna que le repetía una y otra vez, "miente", "miente", "no es feliz contigo", Qué podía hacer, ¡nada! no era capaz de encontrar opciones, lo que la hacía desesperar de impotencia. Sola y rodeada de oscuridad, sintió que se asfixiaba, que no podía seguir así, tenía que hacer algo. Se sentó de nuevo y de nuevo cogió el teléfono y con decisión marcó, tras escuchar las llamadas, oyó responder al otro lado.

- Hola, Vero.



----------




Al día siguiente Natalia llegó a la clínica muy temprano. No había sido capaz de conciliar el sueño en toda la noche, ni siquiera los buenos consejos de Vero ni su paciencia habían conseguido hacerla sentir mejor. Había intentado buscar la paz interior haciendo una sesión extra de ejercicio en el gimnasio, pero tampoco la había ayudado mucho, muy al contrario había conseguido levantarle un dolor de cabeza que permanecía alojado en sus sienes. Saludó a los chicos de la puerta y fue a recepción a recoger ella misma el correo del día anterior, pero no fue capaz de encontrar dónde lo había puesto Teresa, tendría que esperar a que llegase. La cafetería estaba recién abierta y dudó si tomarse un café mientras esperaba, pero decidió que sería mejor no abusar y ponerse cuanto antes a trabajar. Necesitaba hacer algo útil para que desapareciera esa sensación de fracaso. Cogió el ascensor y marcó la planta de su despacho, distraída llegó hasta la puerta sin percatarse de que alguien la esperaba en la esquina, junto a la ventana.

- Buenos días Nat – la saludó situándose frente a ella.

La pediatra se sobresaltó y abrió los ojos de par en par mostrando su sorpresa.

- Alba... ¿qué haces aquí tan temprano?

- Imagino que lo mismo que tú – respondió, observando sus ojos hinchados y enrojecidos que había intentado disimular sin éxito. Era evidente que había estado llorando.

- Yo vengo a trabajar, ya perdí bastante el tiempo ayer – le dijo cortante metiendo la llave en la cerradura.

- Yo... quiero hablar contigo.

- Alba... – pronunció su nombre con hastío, indicándole que no tenía ganas de continuar con la conversación de la noche anterior. Las profundas ojeras que mostraba su rostro a pesar de haberlas intentado disimular, le indicaron a la enfermera que no solo había llorado, sino que no había dormido nada – tengo una reunión dentro de una hora con administración y le prometí a Cruz verla antes en cafetería – miró el reloj sin abrir la puerta – hace diez minutos que debería estar allí, pero olvidé coger los papeles.

- ¿Con Cruz tan temprano?

- Sí, ya te he dicho que quiero recuperar el tiempo perdido.

- Nat, por favor - le pidió con una tímida sonrisa – tengo que decirte algo.

- Está bien – empujó la puerta del despacho y se encaminó a abrir la ventana de par en par, últimamente le faltaba el aire – ¿qué haces en la puerta? pasa.

- Vas a coger frío con la ventana así.

- No soporto la calefacción tan alta.

- ¿No te sientas? – preguntó Alba al ver que no abandonaba la silla.

- No, ya te he dicho que tengo cosas que hacer y estoy cansada, no tengo ganas de andar saltando de la silla al sillón.

- Nat... mira – le dijo sacando unos papeles y un sobre, el sobre lo dejó sobre la mesa y los papeles los blandió frente a ella – ¿la ves? esta es la solicitud que fui a buscar ayer.

- Alba...

- Mira lo que hago con ella – sonrió y la rompió en mil pedazos dejándola sobre su mesa – a ver cuándo te enteras que yo solo quiero estar contigo. Si que haga esa prueba te hace sentir así, yo no quiero hacerla – le dijo acercándose a ella lentamente y sentándose en el borde de la mesa – yo... solo quiero que seas feliz, y quiero ser yo quien provoque esa felicidad – reconoció viendo como el rostro de la pediatra había ido cambiando y mostraba una tímida sonrisa de satisfacción – y esto – cogió el sobre – es lo que estuve haciendo el resto de la tarde – confesó mostrándole el contenido – era tu regalo de Navidad pero... estoy viendo que si no te lo cuento eres capaz de...

- Alba... - sus ojos se habían humedecido.

- No vayas a llorar que ya tienes los ojos demasiado hinchados - bromeó – y sí, es un viaje para nochevieja. Ni con tu familia, ni con la mía, las dos solitas en una cabaña perdida de la sierra, para brindar juntas por el próximo año, junto a la chimenea...

- Alba... yo... - sus ojos se clavaron el los de la enfermera que la observaban ilusionados. Quería decirle que todo aquello no cambiaba nada si lo que deseaba era volver a África, pero no fue capaz de pronunciar palabra alguna.

- Nat... sé que ayer debí quedarme en tu casa y convencerte, pero cuando te cierras no hay forma contigo, y yo no quería discutir, y no quería escucharte decir que dejáramos lo nuestro.

- Quizás sería lo mejor. He tenido mucho tiempo para pensar y... Vero opina...

- ¿Vero? ¿ya le has ido con el cuento a ella?

- No le he ido con el cuento a nadie – frunció el ceño molesta – necesitaba hablar con alguien, te pedí que te quedaras y no lo hiciste. Vero sabe escuchar.

- Vale, perdona, tienes razón – admitió disimulando lo mucho que le molestaba que estuviese siempre acudiendo a la psiquiatra y el poco aprecio que le había hecho a su sorpresa – no he venido aquí a discutir, sino a todo lo contrario. ¿Qué te parece el viaje?

- Yo tampoco quiero discutir, estoy cansada. Y el viaje... - acabó sonriendo – me encantará hacerlo si de verdad tienes ganas.

- ¡Claro que las tengo!

Natalia suspiró, y cogió a Alba de la mano. No se esperaba aquella conversación ni el tono de la misma, pero se estaba dando cuenta de que era precisamente lo que necesitaba. De pronto se sentía bien.

- Pues... entonces iremos a esa casa de la sierra. ¡Te lo prometo!

- ¡Ay, Nat! – suspiró aliviada – por cierto... que no te he preguntado... ¿estás mejor del estómago?

- Sí, hoy estoy mejor. Ayer me dio fuerte, cada día me sienta peor ese tratamiento.

- ¿Y Cruz qué dice?

- Quiere hacerme más pruebas y quiere cambiar las dosis.

- ¿Para bajarla?

- Para subirla. La última analítica demuestra que no está funcionando todo lo bien que esperábamos.

- Pero Nat... si te la sube te sentará peor aún y... ¿por qué no me lo has dicho antes?

- Porque te marchaste y porque teníamos cosas más importantes de qué hablar.

- Esa evaluación psicológica no es importante, tu salud sí lo es.

- Ayer no me dijiste eso. Me dijiste que era importante para Germán y que lo era para ti.

- Ayer estaba enfadada porque no confías en mí, ni en lo que te digo. Porque no me crees cuando te digo que te quiero y que quiero estar aquí contigo.

- Quería creerte, pero... - suspiró – veo la cara que pones cada vez que recordamos algo de Jinja y... cuando me enteré de que ibas a hacer esas pruebas... me desesperé.

- Somos un par de idiotas – sonrió acercándose a ella y sentándose en el borde de la mesa.

- Sí – admitió.

- No has dormido nada esta noche, ¿verdad? – le acarició la mejilla – no quiero que sufras por mi culpa, y menos ahora, tienes que descansar y tomarte en serio ese tratamiento, y si te tienes que quedar en casa unos días o unas semanas, te quedas.

- ¿Y tú?

- Yo iré a verte todos los días.

- No me refiero a eso, me refiero a... tampoco has dormido mucho.

- ¿Cómo iba a dormir? me he pasado toda la noche arrepintiéndome por no haberte hablado antes de las pruebas, preguntándome cómo te habías enterado y por qué no me llamaste para hablar conmigo en vez de montarte tu película.

- Te llamé y te busqué en el campamento.

- Es verdad, tienes razón... - sonrió – y me he pasado toda la noche dándole vueltas a lo que me dijiste, no quiero cortar contigo y no quiero hacer las pruebas.

- Si es importante para ti hacerlas, hazlas, pero no entiendo por qué no me lo has dicho sin más, nos hubiéramos evitado...

- Mira cómo te has puesto, ¿cómo quieres que te lo dijese?

- Entonces tenemos un problema, si no podemos decirnos cosas así... - se interrumpió pensando en sus pruebas, en los resultados de los análisis y en que ella también había tardado en contarle todo.

- Tendremos que empezar a ser más sinceras, ¿no?

- No es eso, es solo que si para ti hay algo importante yo quiero saberlo y apoyarte, no quiero que me dejes al margen, quiero que lo superes y si para ello necesitas hacer esas pruebas, si son tan importantes que...

- Para mí lo único importante eres tú y no voy a hacerlas, no las necesito. Además, no iban a salir bien.

- Claro que las vas a hacer y claro que van a salir bien. No has vuelto a bloquearte y... desde que vas a ese psicólogo estás mucho mejor y...

- No Nat, ahora no quiero hacerlas – sonrió – total va a salir que estoy loca.

- ¡¿Cómo va a salir eso?!

- Sí, ¡loca por ti! – se agachó y la besó con tal intensidad que Natalia se estremeció – loca, loca, loca – repitió sonriendo.

- Princesa.... – atrayéndola y dedicándole un nuevo beso - ¡esta noche ha sido un infierno! – reconoció son un suspiro – no soporto discutir contigo, ni soporto la idea de que te marches.

- No me voy a ningún lado, bueno salvo a trabajar que ya voy tarde.

- ¡Mi niña! – exclamó sentándola en sus rodillas, acariciándola con ternura.

- ¡Nat! que luego dirás que nos pillan. Y...

- Ya me da igual. Me haces tan, tan feliz que.... Perdóname por... por... no dedicarte todo el tiempo que mereces, te prometo que esto va a durar poco, te prometo que...

- Chist, no me prometas nada, solo bésame.

- Ven...

Volvió a besarla acariciándole la entrepierna.

- Nat... para... para – le pidió – para que... ¡dios! – la besó de nuevo.

- Esta noche te vienes a casa. Cocino yo, ¡y te voy a sorprender!

- ¿Esta noche? me parece que la que te voy a sorprender soy yo a ti.

- ¿Qué quieres decir?

- Que esta noche tengo guardia – rió – y quita esa cara de miedo. ¿Será posible que sigas sin fiarte de mí?

- No es que no me fíe, es que...

- Es que gato escaldado del agua huye.

- Muy gráfico.

- Pero es eso ¿verdad?

- Reconozco que Vero tiene razón y no tengo tan superado como creía el que me dejaras y que... me da pánico que vuelvas a hacerlo. No puedo evitarlo.

- ¿Y qué te ha dicho Vero?

- Que si... estoy convencida de lo nuestro, te de un voto de confianza.

- Vaya – murmuró sin esperarse esa respuesta.

- Y que me olvide de celos e inseguridades y me dedique simplemente a disfrutar del momento, que no piense en el pasado, ni en lo que pueda suceder en el futuro. Que controle el pánico que me entra cuando imagino que... vuelves a marcharte sin explicaciones y sin...

- Bueno... ya me encargaré yo de disipar ese pánico ¡tonta!

- ¿Sabes una cosa?

- ¿El qué?

- Que... si esta noche no podemos vernos... yo no voy a ser capaz de esperar a verte hasta mañana.

- ¿Y qué propones?

- Voy a ir al campamento, y quiero que seas tú quien me acompañe a ver a Elton.

- ¿Yo? ¿y que va a decir Sonia?

- Nada, yo decido quien me acompaña.

- Pero siempre vas con ella.

- Pues esta vez iré contigo.

- Pero yo no conozco a Elton y Sonia puede serte de ayuda. Mejor te llevas a Sonia y comes conmigo.

- ¿No vas a comer con Raúl? – le dijo con retintín.

- Nat... solo ha sido una vez y porque insistió.

- Ya lo sé tonta, pero no veas la de vueltas que le he dado a la cabeza.

- Entre él y yo no hay nada, ya te lo he dicho. Solo tengo ojos para una jefa tirana que me pone guardias los días que me interesa librar.

- ¿Ah, sí?

- Sí.

- ¿Y por qué te interesa librar?

- Porque tengo una novia cocinitas que me ha prometido sorprenderme con un plato exquisito.

- No te fíes de esas promesas que luego...


No pudo seguir hablando porque Alba selló sus labios con un beso intenso, lleno de amor, disfrutando de tenerse la una a la otra.


- Ummm más... – pidió la pediatra entrecerrando los ojos y levantando la cara hacia ella poniéndole morritos.

- Uno y me voy que Laura me espera – consintió dándole otro beso.

- Ten cuidado con la moto.

- Sí, ¡lo tendré! – le dio otro pequeño beso y se levantó de sus rodillas, manteniendo agarrada una de sus manos – Nat...

- ¿Qué?

- ¡Te amo! – se inclinó de nuevo para besarla y se separó con un suspiro - ¡hasta luego!

- Hasta luego – se quedó sonriendo mirando como cerraba la puerta.

Alba volvió a asomar la cabeza, con gesto de pilla.

- ¿A qué hora irás por el campamento?

- A última, así aprovecho y comemos juntas. Además, Elton no puede verme hasta la una y antes tengo la reunión en el Ayuntamiento.

- ¡Suerte!

- ¡Espera!

- ¿Qué?

- Dame otro – sonrió melosa y Alba entró corriendo, la besó y volvió a salir, chocándose con Cruz.

- ¡Buenos días, Cruz!

- Buenos días – entró en el despacho y cerró la puerta tras Alba – muy contenta va.

- Sí.

- ¿Y tú que tal estás? ¡vaya cara tienes!

- Pues, aunque no lo parezca estoy mejor, ¡mucho mejor! – respondió con énfasis.

- Me alegro, pero aún así... vamos a hacer esas pruebas – le prepuso con firmeza esperando una negativa por su parte.

- ¿No íbamos a ver primero los balances?

- No. Primero las pruebas.

- Muy bien, vamos, que estoy deseando acabar ya de una vez con esto y estar bien cuanto antes.

- Así me gusta, que te tomes las cosas con ánimo – sonrió abriéndole la puerta para que saliera.

La vida era así, un día se acostaba sumida en la desesperación más profunda, convencida de que había vuelto a perder lo que más quería y al día siguiente todo parecía de nuevo maravilloso. Nunca más volvería a dudar de Alba le dijeran lo que le dijeran.



----------




Alba llegó al campamento llena de alegría. Atrás quedaba una noche de tristeza y dolor. Una noche de arrepentimiento y toma de decisiones. Por suerte todo había salido bien. Laura se burlaba de ella de forma cariñosa y bromeaba acerca de la futura boda.

- Claro que eso será si Raúl no se mete por medio, que lo veo muy cariñosito contigo.

- No digas tonterías solo pretende ser amable

- Claro... ¡Alba que soy yo! y es mucho más que amable, se pasa todo el día babeando detrás tuya.

- ¡No seas exagerada!

- ¿Exagerada? ¿recuerdas que se lanzó el día que cenaste con él? por cierto... ¿le contaste a Nat lo del beso?

- Besos. Ayer volvió a besarme.

- Vaya, vaya... qué calladito te lo tenías.

- No me lo tengo calladito es que... no he tenido ocasión de contártelo además... no quiero darle importancia.

- Esperemos que Nat tampoco se la de cuando se entere.

- ¿Y por qué se la iba a dar? Raúl es solo un amigo, bueno ni siquiera eso, apenas nos conocemos, solo... nos hemos caído bien y hemos quedado un par de veces. Y no voy a contarle nada a Nat.

- Sí ya sé que tú no quieres nada con él, pero... yo que tú se lo contaba a Nat.

- Nat está muy ocupada, bastante tiene ya con lo que tiene, además últimamente está de lo más susceptible, ¿puedes creer que ayer quería cortar conmigo solo porque fui a recoger la solicitud para la revisión psicológica? ¡estaba convencida de que quiero volver a África!

- Entiéndela... ya la dejaste una vez y sin explicación alguna, es normal que si ve... señales... se alarme.

- Ya lo sé, pero ya le he dejado claro que se equivoca – sonrió maliciosa – y... no sé cómo tiene tantas dudas - le guiñó un ojo – yo no tengo ojos nada más que para ella, ¡me vuelve loca cada vez que me mira como lo hace y cada vez que...!

- Bueno... bueno...- la cortó indicándole que no quería detalles - ¡lo que yo te diga! Que dentro de nada vamos de boda.

- Buff, antes de eso Natalia tiene que divorciarse y... ya veremos si después quiere volver a casarse.

- ¿Y por qué no iba a querer? ¿no me dijiste que el otro día ya te habló de ello?

- Sí, pero eso fue porque estaba agobiada pensando que yo estaba enfadada por no haberme visitado en el hospital... aunque si te soy sincera... ¡nada me haría más feliz que Nat me pidiese matrimonio!

- ¿Y por qué no se lo pides tú?

- Porque está casada – sonrió – es ella la que tiene que dar el paso y yo... no voy a forzarla.

- Pues como te quedes de brazos cruzados...

- Chist, deja el tema que ya están aquí los demás – la avisó entrando en el dispensario.

Nada más traspasar la puerta, Adela que estaba tomando un café en vaso de plástico junto a la máquina mientras charlaba con Mónica, dejó a su interlocutora casi con la palabra en la boca y corrió hacia ella.

- Alba tienes un segundo.

- Claro, ¿salimos ya?

- No. Hoy no salimos, ahora nos lo va a decir Fernando, por eso quiero hablar contigo.

- Dime.

- Mira... ayer... te prometí guardarte el secreto, pero... arregla cuanto antes lo que tengas que arreglar porque... no voy a encubrirte más. Me siento fatal ocultándole cosas a Natalia, además creo que ella se da cuenta y no estoy dispuesta a perderla como amiga.

- Tranquila que ya he hablado con ella y está todo aclarado.

- ¿De verdad?

- Sí – sonrió.

- ¡Qué peso me quitas de encima! yo valoro mucho la amistad que me une a Nat y... aunque sea por su bien... no quiero estar entre ella y tú. Nunca le he mentido a Nat, ni siquiera cuando Germán y yo comenzamos a salir... ¿me entiendes?

- Que sí, Adela, tranquila que no volveré a ponerte en esa situación.

- Te lo agradezco.

Fernando entró en la sala principal y todos se volvieron hacia él.

- Si ya estáis todos aquí vamos a organizar el día....



-----------




Mikel se levantó de su mesa y se acercó a la ventana. Llevaba desde altas horas de la madrugada encerrado en su despacho incapaz de conciliar el sueño. Era incapaz de cuadrar aquellas cuentas. Incapaz de maquear esos números rojos para que en el banco le concedieran otro crédito. Se la habían jugado, pero bien. Eso le ocurría por hacer negocios con quien no debía y ahora estaba metido hasta el cuello. Solo había dos alternativas, renunciar a todo, reconocer su fracaso o bien, seguir pactando con el diablo, pero ¡a costa de qué? No podía hacer aquello que le pedían, le repugnaba, una cosa era defraudar un poco a hacienda y otra muy diferente hacer dinero con aquellos negocios sucios. Aunque mucho se temía que sus escrúpulos llegaban demasiado tarde.

Hacía días que no sabía nada de ellos, demasiados. No llegaba a comprender si aquello era buena o mala señal, pero se temía que nada bueno podía esperar de ellos. Por eso llevaba días de cavilaciones, días reproduciendo sus excusas para romper el trato que firmó, días barajando opciones que a todas luces eran inviables, para terminar tomando una decisión, hablaría con todos, confesaría las dificultades económicas que atravesaban las bodegas y rompería el pacto que lo unía a aquellos individuos. Como si un sexto sentido le hubiese alertado de lo que se avecinaba, el teléfono comenzó a sonar y corrió a atender la llamada.

- ¿Sí?

- ¿Lacunza?

- Sí, soy yo. Le dije que no volviera a llamarme a casa, ¿qué quiere?

- ¿Qué quiero? sabe perfectamente lo que quiero

- Ya le dije que no pensaba seguir haciendo tratos con usted.

- Mucho me temo que no está en disposición de decidir eso.

- ¿Ah, no? ya lo creo que lo estoy. No voy a hacer lo que me piden.

- Sí que lo va a hacer.

- No. Olvídelo. No voy a poner en peligro a mi familia ni su futuro.

- ¿Futuro? ¿le recuerdo que está casi en quiebra?

- Eso es asunto mío ya lo resolveré.

- ¿Cómo resolvió el asalto a su hija?

- ¿Qué quiere decir?

- Sabemos que llamó a Martínez. Muy mal Lacunza, muy mal... Le dije que no intentara jugar con nosotros, ¿lo recuerda? porque ahora tendemos que hacer eso que usted quería evitar.

- No toquen a mi hija. Ella no tiene nada que ver en esto.

- Ella tiene todo que ver en esto. ¿Recuerda nuestro trato?

- ¡Es independiente! Intenté convencerla como pactamos, pero no me hizo caso, ¡no pude hacer más!

- Le veo muy alterado Lacunza, y no le conviene a su corazón. Haga lo que le decimos y su hija podrá seguir jugando en su clínica, pero ese campamento hay que cerrarlo y sacar de allí a la policía.

- ¿Y cómo cree que puedo yo conseguir eso?

- Ya se le ocurrirá algo Lacunza, usted es un hombre de negocios.

- No voy a hacer nada de lo que me pide, no voy a intervenir en ese negocio voy a denunciar todo lo que sé.

- No. No lo hará. Si quiere que su hija siga viva no lo hará.

- ¡No le toques ni un pelo, cabrón!

- No hará falta... pronto tendrá noticias de ella, y nada buenas, me temo.

- ¿Qué quiere decir?

- Que... o hace lo que le pedimos o muy pronto irá de entierro.

Mikel escuchó como colgaban... Rosario entró en el despacho, parecía enfadada y alterada.

- Pedro, la niña lleva dos días sin coger el teléfono ni atender mis llamadas...

- Tiene mucho trabajo.

- Sabes muy bien lo que tiene y no es precisamente trabajo.

- No me lo recuerdes.

- ¿Te vas a quedar sin hacer nada?

- Ahora mismo tengo otras preocupaciones más importantes que con quien retoza mi hija.

- Debería preocuparte. Ya sabes cómo son los padres de Ana y ya sabes lo que ocurrirá si...

- Eso está controlado, ahora lo importante es que... ¿hablaste con esa recepcionista?

- Sí, ¡es la única que me coge el teléfono!

- ¿Y?

- Es leal a Nat.

- Ya... - la miró preocupado – no creo que podamos hacer nada por evitarlo, ya sabes cómo es la niña cuando se le mete algo en la cabeza, ha salido a ti.

- Pues yo no voy a consentirlo, me voy esta misma tarde a Madrid y me gustaría que vinieras conmigo.

- No. Imposible, esta tarde imposible.

- No podemos dejar que siga con esa... desarrapada, tenemos que evitarlo Mikel, evitarlo como sea.

- Ya pensaremos algo, pero no puedo ir a Madrid esta tarde.

- Muy bien. Iré yo sola, como siempre. Luego te lamentarás de lo que haga la niña – se marchó airada hacia la puerta.

- Cariño – Mikel la llamó – ten cuidado con lo que le dices.

- Ven tú, y dile lo que creas oportuno, a ti siempre y te ha hecho más caso.

- Hace mucho tiempo que Nat no me hace caso. Ten mano izquierda, es muy importante que no se separe de Ana.

- No se va a separar de Ana, ¡por encima de mi cadáver!

- Bueno... ten cuidado yo la vi muy decidida y... también cansada.

- ¡Cómo va a estar cansada levando la vida que lleva! si estuviera donde debe estar, en su casa con su mujer y no...

- Me refiero a que el domingo no le vi buen aspecto.

- En eso tienes razón, cada día está más desmejorada. Te lo digo yo, eso es esa enfermera, seguro que la está haciendo sufrir otra vez.

- Llámame cuando llegues y dime qué tal está – insistió, no podía olvidar la amenaza que acaba recibir por teléfono.

- ¿Se puede saber qué mosca te ha picado con la salud de la niña?

- Ninguna. Es mi hija, ¿no puedo preocuparme?

- Preocúpate por la tuya que llevas días sin dormir, trabajas demasiado Mikel, y cualquier día nos das otro susto.

- Yo estoy bien.

- Bueno, me voy que tengo que hacer la maleta, me gustaría quedarme con ella unos días y... hacerla entrar en razón.

- Seguro que lo consigues – sonrió viendo como su mujer salía del despacho.

Se sentó tras la mesa, dudó un instante y cogió el teléfono. Le dolía tener que hacer aquello peor no le quedaban más opciones.

- ¿Aurelio?

- ¡Mikel!

- ¿Recuerdas lo que te pedí hace un par de semanas?

- Sí, no te preocupes que ya me encargué de ello. Tú hija tendrá el crédito que necesita.

- ¡Olvídalo! mueve todos los hilos que tengas que mover pero que no vea un duro.

- ¿Y ese cambio?

- Es por su bien. Cuanto antes cierre ese campamento, mejor para todos.

- Como tú quieras Mikel.

- Gracias, Aurelio, estaremos en contacto.

Colgó con la desagradable sensación de ser un auténtico miserable. ¡Pero qué otra opción le quedaba! solo esperaba que Natalia jamás se enterase de todo aquello.



----------




Natalia llegó al campamento antes de tiempo. Las pruebas se habían alargado y se vio obligada a cancelar su reunión en el ayuntamiento. Entró en el edificio principal creyendo que encontraría allí a alguien, pero estaba desierto. Había quedado con Sonia para dentro de una hora y los demás debían estar fuera. Se encaminó al despacho de Fernando segura de que él si se encontraría allí. Al pasar por el almacén y ver la puerta entreabierta no pudo evitar mirar hacia el interior. Una enorme sonrisa iluminó su rostro. Y con sigilo entró.

- ¿Qué haces ahí arriba? – susurró enronqueciendo la voz con insinuación.

- ¡Nat! – se giró con tal rapidez que a punto estuvo de perder el equilibrio y caer de la escalera.

- ¡Cuidado!

- ¡Uy! – se sujetó con fuerza dejando caer la caja que tenía en una de sus manos.

Natalia llegó hasta ella y con cierto esfuerzo se inclinó para recogerla, alargándosela.

- ¡Menos mal que eran gasas! a ver si tenemos más cuidadito que no está la economía para ir tirando las cosas – bromeó guiñándole un ojo.

- ¡Tacaña! – rió colocando la caja en el estante superior.

- Está esto desierto, ¿dónde andan todos? ¿y tú que haces aquí?

- Fernando me ha pedido que me encargue del pedido de suministros que ha llegado – le dijo descendiendo - Él y Adela están en la sala de descanso con los historiales que quieres y Laura en el despacho haciendo llamadas. ¿Y tú? ¿qué tal en el ayuntamiento? – le preguntó agachándose a besarla en los labios – ummm ¡me encanta poder hacer esto!

- ¡Y a mí que lo hagas!

- ¿Sí? ¿te gusta? - impostó la voz con un deje insinuante.

- ¡Mucho!

Alba volvió a besarla, esta vez se recrearon en el beso unos instantes y cuando se separaron los ojos de la enfermera brillaban intensamente.

- ¿No te parece que este almacén es el lugar más romántico que existe?

Natalia soltó una carcajada.

- ¡Muy romántico!

- Se me ocurre que... si cierro la puerta...

- ¡Alba! que están ahí al lado y...

- Es broma - rió al ver su azoramiento.

Natalia la tomó de la mano y se quedó mirándola embelesada. Estaba preciosa con la bata, el pelo alborotado y el rubor en sus mejillas. ¡Daría cualquier cosa por poder seguir disfrutando de ella toda la vida! Alba le chascó los dedos delante de su cara, con una sonrisa burlona.

- ¿Qué piensas? ¿te ha ido mal en el ayuntamiento? - aventuró al ver que su rostro se había ensombrecido por un instante.

- No. He cancelado la reunión.

- ¿Y eso?

- Cruz quería hacerme más pruebas.

- ¿Otra vez? ¿qué espera encontrar?

- ¡Otra vez! – suspiró – hay que terminar de ajustar la dosis. Esta noche será la primera que me ponga más alta. ¡Verás mañana!

- Bueno... esta noche te metes temprano en la cama y ya te llamo yo para darte mimitos telefónicos.

- ¡Qué boba eres!

Tiró de ella y volvieron a darse un corto y tierno beso en los labios.

- Y si te tienes que quedar mañana en casa, te quedas.

- Sí, ya he hablado con Cruz de eso.

- ¿De verdad? – su cara de sorpresa hizo sonreír a la pediatra.

- Sí, voy a cuidarme más – admitió desviando sus ojos de los de la enfermera.

- Me parece muy bien – sonrió frunciendo el ceño al verla esquivar su mirada – Nat... ¿tienes que contarme algo? ¿qué pruebas te ha hecho?

- Las de siempre. Me ha repetido la tomografía, la analítica...

- ¿Pero pasa algo?

- Cruz está preocupada y está consiguiendo preocuparme a mí. Está convencida de que esas toxinas que han vuelto a aparecer en la analítica se deben a algo que no da a la cara.

- ¿Y no hay otra posibilidad?

- Sí, que las ingiera de alguna forma, pero eso es absurdo.

- De absurdo nada, eso era precisamente lo que pensaba Germán.

- Lo sé, Germán creía que eran las vitaminas y tú también – enarcó una ceja - pero las mandé analizar y no había nada en ellas, ¡absolutamente nada!

- ¿Has hablado con Isabel de esto?

- ¿Con Isabel? no, ¿para qué?

- No sé Nat, todo esto es muy extraño... ¿no será algo que comes? imagina que ese tipo no solo te amenaza, imagina que quiere envenenarte y que te ha mandado...

- ¡Alba! – soltó una carcajada – ¡anda que no has visto películas!

- No te lo tomes a broma Nat.

- No me lo tomo a broma, pero no me digas que no es absurdo. No puede ser nada que como.

- ¿Y por qué no?

- Pues porque siempre como en la cafetería de la clínica o en casa.

- La verdad es que es difícil pensar que en la clínica... pero en tu casa... tendría más posibilidades.

- Si fuera algo que tomo en casa podría afectar a más personas, ¿no crees? el servicio, Evelyn, tú misma o Vero, o mi madre cuando me visita. Todos coméis allí y ninguno tiene mis síntomas.

- En eso tienes razón.

- Aunque me cueste aceptarlo, lo más lógico es que... haya algo que no somos capaces de encontrar.

- ¿Y Cruz qué opina?

- Ha estado consultando con Vilches, le mandó las pruebas y también mandó muestras de mi sangre al laboratorio de Londres. Quiere... quiere que me ingrese, quiere... descartar todas las posibilidades.

- Nat... - musitó agachándose a su altura - ¿Cuándo sería eso?

- Por ella hoy mismo.

- Pues hazle caso.

- No puedo. Como pronto hasta dentro de dos semanas no puedo.

- Nat, has dicho que ibas a cuidarte.

- Y voy a hacerlo. Voy a descansar más y a tomarme todo con más calma. Vero opina que todo puede ser fruto del estrés y... viendo el resultado negativo de todas las pruebas... yo también lo creo y Cruz no termina de descartarlo. Por eso voy a intentar estar más tranquila y voy a delegar en Cruz, en Mónica y en Fernando. Estoy segura de que va a ser estrés.

- Mi amor... - le acarició la mejilla con visible preocupación.

- Dejemos este tema, quería pedirte que me acompañaras a ver a la abuela de Mara, tenías razón, está rarísima y quiero proponerle que vuelva a una de las cabañas de campamento. Así la niña estaría más controlada.

- Eh... vale... esto Nat... ¿y las toxinas? esas no pueden ser por estrés.

- Alba... - ladeó la cabeza molesta por no haberla escuchado.

- Que si te acompaño, pero... contéstame.

- No, no pueden ser por el estrés – suspiró - pero son ínfimas, de hecho si no fuera porque Germán y Cruz han buscado todo, hasta tóxicos, en las analíticas de rutina nunca nos habríamos dado cuenta. En las analíticas que me hizo Germán solo salieron en el líquido del pulmón y aquí solo en las que mandamos a Londres. Puede ser que mi organismo metabolice mal o... puede ser por los problemas de riñón...

- Nat... si fuera eso a estas alturas y con todas las pruebas que Cruz te ha hecho ya estaría confirmado.

- Sí, eso es verdad, pero además...

El móvil de Natalia comenzó a sonar y se apresuró a cogerlo.

- ¿Diga? – preguntó viendo que era un número oculto.

- Hola doctora.

El corazón de Natalia se aceleró, no era capaz de reconocer esa voz, pero la forma de pronunciar esas dos simples palabras, la cadencia de su tono, el sonido de la respiración que podía captar a través del aparato, todo la hizo entrar en un estado de alteración. ¡Era él! tenía que ser él. Sus sienes comenzaron a latir con fuerza, y su nuca comenzó a darle fuertes pinchazos. Un fogonazo y estaba en el coche. "Déme la mano", "de eso se trata doctora", "vamos a divertirnos". Alba, que la observaba atentamente, vio cómo su rostro palidecía, como sus ojos la buscaban desesperados y supo que algo no iba bien.

- ¿Qué quieres?

La voz de Natalia sonó débil y asustada, Alba se agachó frente a ella y sus labios dibujaron la pregunta cuya respuesta ansiaba conocer, "¿es él?". Natalia le lanzó una mirada llena de angustia, pero sus palabras no fueron dirigidas a ella, sino a su interlocutor.

- ¿Qué fotos? se ha confundido.

- Natalia Lacunza, ¿no?

- Sí.

- No me he confundido, ¿le han gustado las fotos?

- ¿Qué fotos?

- ¿Aún no las ha visto?

- ¿Quién es usted?

- ¿No lo sabes, doctora?

Natalia comenzó a respirar agitada y sus manos a temblar de forma ya más que evidente. Alba posó su mano en el brazo de la pediatra.

- Nat... déjame a mí – musitó al ver su rostro desencajado.

Pero muy al contrario, ignoró su petición y siguió escuchando la voz que tanto la atormentaba.

- ¿Qué quiere, que quiere de mí? – le gritó asustada.

- ¡Ir a tu funeral puta! allí nos veremos - soltó una carcajada que heló la sangre de la pediatra - ¿no respondes?

Natalia ya era incapaz de hacerlo, su respiración se agitó, su rostro perdió el poco color que le quedaba y sus manos temblaban tanto que apenas eran capaces se sujetar el teléfono junto a su oreja.

Alba saltó como un resorte, incapaz de seguir quieta observando. Le arrebató el teléfono con rapidez, no estaba dispuesta a seguir permitiendo aquello.

- ¿Qué quieres hijo de puta? – gritó al aparato, mostrando toda su rabia y todo su enfado – ¡cobarde! da la cara de una vez y deja de esconderte.

Nadie respondió.

- No está sola y no vas a conseguir lo que quieres ¡cabrón! – volvió a gritar y cortó la comunicación. Más interesada en Natalia que intentaba alcanzar la bolsa de su silla – espera Nat yo te la cojo, ¿qué quieres?

- Mis... mis pastillas – casi jadeó – no... no...

- ¿Te duele el pecho? – preguntó sin esperar respuesta porque era evidente lo que le ocurría - Cariño... - musitó buscándolas con rapidez – aquí están, a ver, toma – le dijo metiéndole la pastilla bajo la lengua – cálmate mi amor, cálmate y respira.

- ¿Qué ocurre? hemos oído voces – Adela estaba en la puerta observando como Alba estaba arrodillada frente a Natalia, que aparecía completamente alterada  ¿nena estás bien?

Alba miró a Adela y no hizo nada falta más. Asintió y cerró la puerta dejándolas solas. Natalia estaba blanca como la cera, no deja de temblar y a la enfermera le daba la sensación de que ni siquiera era capaz de escucharla. Se arrodilló a su lado, esforzándose en que recuperara la calma mientras le susurraba palabras cariñosas y le juraba que no va iba a dejar que le pasase nada, que no se iba a separar de ella nunca y que si es lo que deseaba se iba a vivir a su casa. La abrazó dándole calor y seguridad, hasta que la pediatra se mostró más tranquila.

- ¿Estás mejor?

- Sí... mucho mejor. Gracias.

- Nat... ¿era él?

- Creo que sí – sonrió.

- ¿De qué te ríes?

- De... de todo lo que le has dicho... ¿no sabías quien era y le hablas así?

- Me da igual quién fuera, solo podía ver cómo estabas tú.

- Cariño...

- Mi amor... - volvió a arrodillarse frente a ella – no puedes seguir así, yo creía que estabas ya más tranquila, pero...

- Cuando estás conmigo, lo estoy – suspiró y tomó aire.

- ¿Te sigue doliendo el pecho?

- Ya no, pero... la molestia siempre me dura unas horas.

- ¿Qué te ha dicho? ¿de qué fotos hablabas?

- No sé, me... me ha preguntado si me han gustado las fotos, pero... yo no he recibido ninguna foto.

- No me gusta esto Nat, ¿por qué no nos vamos a algún sitio? lejos de aquí.

- Cariño – volvió a sonreír con ternura – no podemos.

- Pues... ahora mismo vamos a hablar con Isabel.

- Sí, tengo que decirle... que... que me ha llamado y que...

- Eso puedo hacerlo yo, tú ahora mismo te vas a casa y descansas.

- No. No quiero meterme en casa y pasarme el día dándole vueltas a la cabeza. Prefiero estar aquí... contigo.

Alba sonrió halagada.

- No cuela Nat. Vamos juntas a ver a Isabel y luego te llevo a casa.

- No voy a irme a casa. Tengo que ver a Elton. Ya estoy bien y no voy a dejar que ese... que me altere la vida.

- Ya te la altera, Nat, y a este paso va a acabar con tu salud.

- Cuando vea a Elton, paso por la clínica, hablo con Cruz y luego me voy a casa, te lo prometo.

- Está bien – aceptó mostrando su disconformidad – pero sigo pensando que después de lo que ha ocurrido necesitas descansar y no ponerte a discutir con el patriarca.

- No voy a discutir con nadie.

- Dile por lo menos a Fernando que ha vuelto a dolerte el pecho y que...

- ¡Alba!

- Vale, vale.

- Es solo ansiedad cariño. No te preocupes. Venga, vamos al despacho de Isabel – le dijo mirando el reloj – además ya debe estar esperándome con Sonia.

Alba abrió la puerta dejándola salir, pero pronto Natalia comprendió que no iba a ser tan fácil realizar sus planes. Adela y Fernando la esperaban en el exterior, visiblemente preocupados.





Continue Reading

You'll Also Like

472K 7.1K 5
𝙃𝙤𝙪𝙨𝙚 𝙊𝙛 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 || 𝐒𝐚𝐠𝐚 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 "Ser una Black digna de su apellido" Madelyn siempre tuvo esos pensamientos al saber q...
194K 11K 18
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suce...
120K 21.4K 59
Jimin es un humano común y corriente, un día va a una excursión en el bosque y al recostarse en un árbol es transportado a un mundo mágico, llamado f...
45.9K 6.8K 16
Max Verstappen es el dueño del mundo, es el jefe de una de las mafias más poderosas, lo controla todo, es rey, el amo y señor, tiene a todos a sus pi...