La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 99

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By marlysaba2


Natalia estaba en su despacho intentando concentrarse en el trabajo. Ni el silencio, ni la soledad del mismo le estaba facilitando la atención que necesitaba para lograr ajustar los presupuestos que tenía delante. La conversación con Alba y la charla con Cruz no favorecían en nada sus intentos. No dejaba de darle vueltas a las palabras y la actitud de la enfermera, convencida de que se estaba equivocando en todo con ella, pero a un tiempo angustiada porque no veía otro camino más que el que había decidido tomar.

El café con Vero tampoco había servido de nada, ni la había tranquilizado ni había sido capaz de ayudarla, y no porque no lo hubiese intentado, en su propio interés estaba, sino porque sus esfuerzos por parar aquello, a pesar de recurrir a todas sus influencias, habían sido en vano. Era demasiado tarde y a esas alturas, las revistas del lunes ya debían estar en la calle con enormes titulares. Se ponía enferma solo de imaginarlos "Verónica Solé, la psiquiatra de la tele, desolada ante el desliz de su supuesta pareja", "La "amiga" de Verónica Solé, se divierte con otras", y no quería ni imaginar el contenido de los reportajes. Le dolía el estómago y tenía nauseas solo de pensar en ello. Vero se había enfadado, y la entendía, aunque estaba siendo muy injusta, ¿qué culpa tenía ella de las mentiras de la prensa? Era cierto que, conociendo a la persecución que las habían sometido en los últimos meses, debía haber sido mucho más discreta y prudente, y haber evitado ese encuentro público con Alba, pero ya no era posible dar marcha atrás. El daño estaba hecho y ahora lo único que estaba en su mano era intentar paliarlo.

No era la única bronca que había tenido en esa mañana y aún no eran ni las diez. Rosario la había llamado indignada y tan alterada que apenas había podido cruzar palabra con ella, se había limitado a escuchar sus reproches y sus exigencias, a separase el aparato del oído cuando comenzó a gritarle, a recriminarle su comportamiento y a insultar a Alba, tras confesarle que no volvía a Sevilla en unos días incluido el fin de semana. Se habían despedido con brusquedad y había prometido llamar a su suegra y explicarle todo.

"Todo", pensó, el peor momento para explicar todo y reconocer su relación con Alba. Hasta Cruz estaba convencida de que lo mejor era hacer un comunicado desmintiendo esa relación. A fin de cuentas en las fotos solo se veía un abrazo y un beso en la mejilla, nada más. Nada que pudiese revelar la verdad. La opinión pública era fundamental y la buena imagen aún más para que la Clínica superara todos sus problemas. ¿Pero qué pensaría Alba cuando le dijese que debía hacer aquello? no lo entendería, estaba segura de ello, y tenía razón. Si hubiese puesto las cartas sobre la mesa desde el primer momento ahora no estaría en esa situación. Suspiró cansada, le dolía la cabeza y cada vez veía peor solución para todo.

"Estás poniendo en ridículo a Ana y su familia", "¿sabes cómo está tu padre? ¿quieres que le de otro infarto?", "Natalia haz lo que debes y habla con la prensa, desmiente esa información y compórtate como la mujer casada que eres", "no sigas insultando el apellido que llevas", las palabras de su madre también la machacaban. Le había dicho a su madre que no podía seguir hablando con ella que tenía mucho trabajo. No mentía, pero era incapaz de concentrase en él. Estaba intentándolo cuando una sensación de ahogo profundo la invadió, y aquel maldito dolor en el pecho volvió con toda su fuerza. Buscó con rapidez sus pastillas y se tomó una. Necesitaba aire y a duras penas se acercó al enorme ventanal y lo abrió, recibiendo con alivio la bocanada de brisa fresca que le llegó.

Su vista se quedó fijó en la gente que entraba y salía de la Clínica. Cada vez tenían más pacientes externos y eso era buena señal. Pero aún estaban muy lejos de sus pretensiones y necesidades. La prensa les había hecho mucho daño en esos meses. Y el último escándalo no iba a ayudar en nada. Sabía que una mano negra estaba intentando hundir su proyecto recurriendo a todas las armas posibles y no dejaba de preguntarse porqué y quién. No lo entendía y por más vueltas que le daba a la cabeza no alcanzaba a comprender qué había detrás de aquél interés desmedido a que cerrara la Clínica.

Tan concentrada estaba en sus pensamientos que no oyó llamar a la puerta. Ni oyó cómo se abría. Sus ojos seguían a personas anónimas que con rapidez entraban y salían, a una velocidad que se escapaba a sus posibilidades. Ensimismada y casi atontada por la pastilla que acababa de tomarse y que ya estaba haciendo su efecto que casi saltó de la silla cuando la voz de Cruz repitió con preocupación:

- Nat ¿qué te ocurre? ¿te encuentras bien? – su mano se posó en el hombro de la pediatra y se inclinó hacia ella - ¿Nat

- Cruz – murmuró elevando los ojos hacia ella – no te oí entrar.

- Ya me he dado cuenta – sonrió - ¿ha pasado algo?

- No – dibujó una tenue sonrisa y se retiró del ventanal dirigiéndose a la mesa – nada que no sepas – tomó aire con dificultad.

- ¿Vuelve a dolerte el pecho?

- Es la ansiedad, pero ya se me está pasando.

- No debes dejar los ansiolíticos.

- No lo hago.

- ¿Preocupada?

- Sí, no dejo de pensar en lo que me has dicho esta mañana y... no sé... quizás tienes razón y debería hablar con todos.

- Bueno, ahora lo importante es que salga todo bien con el comisionado. Eso nos quitaría un gran peso de encima y nos daría el margen que necesitamos. Llegaba a la una ¿no?

- Sí, no entiendo tanta reticencia en dar su aprobación – reconoció cabizbaja - ¿qué más quiere que le explique? a veces creo que me da largas.

- Creo que le gusta que le dores la píldora y lo invites a comer.

- Espero que tengas razón y solo sea eso. Por cierto se me ha olvidado decirle a Teresa que me haga la reserva – comentó cayendo en la cuenta – espera un momento - dijo cogiendo el teléfono y dándole las indicaciones oportunas a la recepcionista - ¿ya has salido de quirófano? – preguntó extrañada reparando en lo tarde que era - ¡dios! Se me ha ido el santo al cielo si son casi las diez.

- Pues sí, y yo venía a traerte esto – le entregó un sobre – acaba de llegarme.

- El resto de las pruebas... - musitó cogiéndolo.

- Sí, y... confirman lo que pensábamos. ¿Te has decidido ya sobre el tratamiento?

- Cruz... - se quejó.

- Nat... cuanto antes lo atajemos mejor.

- Ya lo sé, pero... ¿y Vilches? ¿qué opina?

- Lo mismo que Germán, también he hablado con él.

- Estoy harta de hacerme pruebas para que luego – se interrumpió al ver que la puerta se abría y una alterada Teresa entraba con precipitación

- ¡Nat! ¡Nat!

Cruz se levantó y la pediatra se retiró de la mesa aletarga.

- ¿Qué pasa?

- ¡Un ... un acci...accidente! – exclamó entrecortada por la carrera que se había dado y por la congoja que experimentaba - han tenido... han tenido un accidente.

- Teresa cálmate, ¿quién ha tenido un accidente? – Cruz la miraba preocupada y la conducía hacia el asiento que ella misma había dejado libre.

- Laura... y... y Alba... con la moto.

- ¡¿Qué?! – los ojos de Natalia, que había permanecido expectante, se abrieron de par en par y el color desapareció de su rostro, sus manos comenzaron a temblar levemente y lo disimuló bajándolas a su regazo, pero a Cruz no se le escapó el detalle, no podía creer lo que acababa de escuchar - ¿cuándo... cuándo ha sido?

- Esta mañana... cuando iban al campamento.

- Dios mío – Natalia movió la silla nerviosa y se quedó parada, respirando agitadamente, el pecho volvía a dolerle, Alba había tenido un accidente y con la moto, no quería imaginar que le hubiese ocurrido algo grave, la desesperación se apoderó de ella - ¿dónde están? ¿las traen aquí? – habló precipitadamente y ante el silencio de la recepcionista elevó el tono - ¡Teresa!

- No... - Teresa respiraba con dificultad – las han llevado al central. Ha llamado Fernando.

- Teresa cálmate – le indicó Cruz - y tú también, Nat – habló con genio mirando a la pediatra - ¿tienes aquí las pastillas?

- No... no puedo tomarme otra. Ya me he tomado una...

- Pues respira hondo y vamos a calmarnos, ¿de acuerdo? perder los nervios no nos va a ayudar en nada - Natalia asintió, pero no sabía cómo hacer lo que le pedía, sentía que todo se desmoronaba y que iba a perder a quien más quería - Teresa, ¿qué te ha dicho Fernando?

- Que... que no habían llegado... que... que Héctor ha llamado a... a Mónica y...

- Pero... - Natalia miró a Cruz que le indicaba a Teresa que se calmase – ¿cómo están? ¿no te ha dicho cómo están?

- No... no se sabe nada.

La puerta volvió a abrirse y Claudia entró sin llamar.

- ¿Ya lo sabéis? – dijo al verlas a todas allí y las caras que tenían.

- ¿A qué te refieres? – preguntó Cruz que era la más calmada.

- Lo de las chicas, el accidente de...

- ¡Sí! – exclamó Natalia impaciente - ¿Sabes tú algo más?

- No, me ha llamado Adela para que... - se calló, sin saber si decir aquello delante de Teresa. Adela la había llamado pidiéndole que fuera al despacho de Natalia a decírselo personalmente – para que... por si podíamos acercarnos.

- Claro que sí, vamos ahora mismo.

- Nat... creo que no es buena idea que vayas – Cruz la miró con gesto circunspecto – ¿tu salías de guardia esta mañana? – miró a Claudia que asintió – es mejor que Natalia se quede aquí, tú puedes ir a interesarte por ellas y...

- Por supuesto, yo voy.

- ¡No! Cruz, tengo que ir allí – Natalia se mostró decidida, accionó la silla y cogió su bolso dispuesta a marcharse.

- Pero Nat, ¿vas a ir al Central? no creo que sea el mejor momento para enfrentarte a Javier, estará allí y...

- Me da igual Javier, ha pasado mucho tiempo y no creo que en estas circunstancias la sangre llegue al río... tengo que ir Cruz... tengo que...

- Nat... no me parece prudente ¿Y el comisionado? ¿y el comunicado de prensa? además... ¿te has parado a pensar que... habrán avisado a sus familias y que...?

- No hay nada que pensar. No sé si voy a hacer ese comunicado y... estaré aquí para la hora de comer, entretén al comisionado si me retraso.

- Nat... es mejor que llamemos al Central y que preguntemos por ellas, mientras Claudia va a informarse. No debes...

- ¡No! Voy a ir al central, Cruz – sus ojos suplicantes la ablandaron, pero intentó hacerle ver que era una locura.

- No puedes ir sin hablar con Isabel, recuerda sus indicaciones, ya no tienes escolta y... Nat debes ser prudente.

- No va a ir sola – intervino Claudia cansada del tira y afloja entre las dos – yo la acompaño. Y estará aquí para atender al comisionado, yo me encargo de eso.

- Nat... hace un momento tenías taquicardia – sabía que la pediatra se iba a enfadar por decir aquello delante de Teresa – si no te tomas las cosas con tranquilidad.... Te lo digo como tú médico... debes...

- Debo ir a ver cómo están mis empleadas. Es un accidente en el desplazamiento al puesto de trabajo, ¿cree que la prensa no tergiversará las cosas? porque yo ya lo estoy imaginando, debo estar allí y hacerles frente – zanjó la discusión con autoridad. Era consciente que a Cruz no le faltaba razón, era consciente de que debería quedarse y atender su trabajo, era consciente que debía perfilar con cruz el tratamiento que debía seguir y era consciente de que no se encontraba bien, pero en esos momentos no podía pensar en nada de eso, solo en Alba.

- Nat hay que pensar muy bien lo que vamos a decir a la prensa.

- Tampoco creo que la cosa vaya a ser así – intervino Claudia – que a veces os ponéis un poquito paranoicas con la prensa. No creo que se interesen por un accidente de moto de dos...

- Será porque no tenemos motivos – la ironía se reflejó en las palabras de la cardióloga que estaba convencida de que en esos momentos ya debía conocer todos los detalles que rodeaban a la vida de Alba.

- Cruz, por favor, ¿te encargas de todo? – Natalia se mostró impaciente por irse.

- Sí, vete tranquila.

La pediatra pasó al lado de ellas y se frenó, miró a Teresa que parecía a punto de echarse a llorar.

- Teresa, no te preocupes – le sonrió – anda ve a cafetería y tómate una tila – le puso la mano sobre la de la recepcionista – en cuanto sepa algo, os llamo. ¡Ah! y cuando estés más tranquila, hazme el favor de reservarme mesa donde siempre para el almuerzo.

- Nat... - Cruz sabía que no iba a poder detenerla, su mirada decidida y su gesto firme así se lo indicaron – ten cuidado y... ve con calma.

- No te preocupes que vamos en mi coche – intervino Claudia creyendo que se refería a eso.

- ¡No! vamos en mi coche.

- No Nat, vamos en el mío, no estas para conducir.

- Bueno... - aceptó deseando marcharse - Cruz, no te preocupes que estaré aquí a tiempo de comer con él – repitió al ver el gesto contrariado de la cardióloga – pero si... me retraso un poco...dile... dile, no sé lo que se te ocurra – le pidió con vehemencia – Claudia, vámonos.

Natalia hizo todo el trayecto en silencio. Estaba nerviosa, le dolía el estómago y no se encontraba bien. La presión del pecho no cedía e intentaba respirar profundamente y relajarse, pero era misión imposible. No podía dejarse llevar por sus miedos, pero la idea de que le hubiese sucedido algo a Alba la tenía al borde del histerismo. Y el hecho de regresar al central y por voluntad propia, no como la última vez, no ayudaba nada. Isabel la había llamado y, después de echarle la bronca, le aseguró que la esperaría en el hospital. Las urgencias del Central con el devenir de gente no era precisamente el sitio más seguro para ir sin protección "cualquiera puede acercarse a ti y ¡zas!", Natalia había casi saltado en el asiento y Claudia la observó de reojo, intrigada por la conversación que mantenía. Finalmente, la detective colgó y Natalia sintió alivio de saber que estaría allí, esperándola. Claudia intentaba darle conversación, pero Natalia respondía con monosílabos con la mente puesta en Alba y en lo que podría estar ocurriéndole.

Ante sus ojos comenzó a aparecer el enorme edificio del Central. Su pulso se aceleró aún más y tragó saliva.

- Hemos llegado, ¿te bajo en el muelle o vamos al parking?

- En el muelle.

- Pero si paramos en el muelle tendrás que entrar sola, no puedo dejar el coche ahí.

- Isabel ya debe estar aquí – comentó observando a los grupos de personas que se agolpaban en los alrededores de la puerta - ¡míralos! son como buitres.

- ¿A quién te refieres?

- A los periodistas, ahí los tienes.

- Solo hacen su trabajo.

- Vaya trabajo que se dedica a joder a los demás.

- Si lo prefieres vamos por la otra puerta.

- No. ¡Quiero entrar ya! no soporto más esta incertidumbre. Necesito saber...

- Tranquila Nat – le sonrió apretándole la mano – verás como no es nada.

- Sí – musitó sin convencimiento

La neuróloga estacionó el vehículo con cuidado de no taponar la entrada de ambulancias y bajó con rapidez rodeando el coche, para abrir la puerta de su acompañante.

- Claudia... - Natalia la miró fijamente, sus ojos parecían querer suplicarle algo - ¿me acompañaras dentro?

- Claro que sí, pero... tengo que aparcar ya te lo he dicho.

- Vale, mientras aparcas pregunto en recepción y te espero allí.

- Muy bien.

Mientras descendía Natalia clavó los ojos en aquella entrada que tantas veces traspasara., en el ajetreo reinante tan diferente a la relativa tranquilidad de la clínica. No pudo evitar que los recuerdos la asaltaran.

- ¿Estás bien? – le preguntó al ver que no colaboraba para sentarse en la silla.

- Sí, perdona... estaba...

- Te entiendo. A mí también me trae recuerdos...

- ¿Aimé?

- Sí, Manuel pero no solo él. Todo.

- Sí – suspiró

- ¿Vamos?

Claudia la ayudó a bajar y le dio un fugaz beso en la mejilla.

- Bueno ya está, ¡ánimo, guapa!

- ¡Claudia! – exclamó - ¡qué está la prensa!

- Perdona... solo era...

- Da igual lo que sea, ellos siempre ven otra cosa.

- Nat estás muy nerviosa, ¿seguro que no quieres que demos la vuelta y entremos por la principal?

- ¿Ahora? si ya los tenemos encima. Además ¿crees que no habrá también allí?

- Pues no lo entiendo, tampoco es que tú tengas tanta importancia.

- Pero para ellos, Vero sí.

Isabel, que aguardaba recostada en la pared, corrió al coche al tiempo que varios periodistas que la habían reconocido, se acercaban hacia ellas reclamando la atención de la pediatra.

- ¡Doctora Lacunza! ¡doctora Lacunza!.. un momento por favor.

Isabel se puso a su espalda y con habilidad la introdujo en el interior del Hospital repitiendo a cada instante que Natalia no haría declaraciones.

- ¡Los odio! – murmuró entre dientes.

Isabel la llevó directa al mostrador de recepción donde una joven salió de detrás para recibirla. La detective había apoyado una mano en su hombro en señal de apoyo y comprensión.

- ¡Nat! ¡qué alegría verte! ¿cómo estás?

- Hola Rafi, bien, estoy bien.

- Imagino que vienes por...

- Sí, sí, ¿dónde están?

- Javier me pido que lo avisara si llegaba alguien de tu clínica.

- Pues avísalo y dime a dónde debo ir.

- Mira aquí viene Javier, él te informará...

- Natalia Lacunza en mi hospital – recalcó el "mi" de tal forma que Natalia suspiró creyendo que le esperaba un enfrentamiento, pero el director del central se agachó a darle dos besos y le dio una palmadita en la mano – me alegra verte, aunque sea por unas circunstancias como éstas.

- Gracias Javier. ¿Cómo están?

- Ven, vamos dentro – esquivo la respuesta y le indicó la puerta que tantos años ella había traspasado, al encararla sintió un pellizco en la boca del estómago.

- ¡Esperadme! – gritó Claudia que entraba a tiempo de verlos dirigirse hacia el interior.

- Hombre Claudia tú también por aquí, ¡qué honor!

- Hola Javier.

- ¡Queréis dejaros de saludos! – exclamó Natalia alterada – dime cómo están.

- Laura está en quirófano, Héctor está con ella, tiene el bazo roto, yo iba a entrar, pero esto de ser director... bueno que voy a contarte que tu no sepas, ¿no?

- ¡Javier! por favor.

El médico se quedó mirándola y torció la boca en una característica mueca que Natalia nunca había sabido interpretar. La desesperación por saber se hizo patente, no comprendía esa forma suya de hacer y decir todo con parsimonia, no sabía si se burlaba o si simplemente tenía esa cara de lerdo.

- Alba... está en observación, en la U.C.I.

- ¿Qué tiene? – preguntó con temor.

- Entró inconsciente, a pesar del casco tiene un buen golpe en la cabeza y una muñeca dislocada, pero de momento, nada que nos preocupe. El escáner ha salido bien. Tiene magulladuras y golpes por todo el cuerpo, pero ya te digo que nada serio.

- Inconsciente... - musitó.

- Sí, pero recuperó la consciencia a la media hora. Mira allí tienes la puerta de la U.C.I. – les indicó como si ellas no conocieran el camino – las visitas siguen siendo a la misma hora, yo tengo que dejaros, el Gerente me espera. Si necesitáis algo...

- Gracias Javier – le dijo Natalia con sinceridad, había esperado que las acompañase dentro, que se saltara todos los protocolos y normas y le permitiera ver a Alba, al margen de los horarios establecidos, pero eso parecía ser pedir demasiado.

La pediatra miró hacia el fondo, donde varias filas de sillas pegadas a la pared marcaban la zona de espera para los familiares. ¿Cuántas veces había salido a hablar con ellos? Y ahora estaba allí, muerta de miedo y corroída por los nervios. Las palabras de Javier eran tranquilizadoras, pero necesitaba comprobar con sus propios ojos que Alba se iba a poner bien.

- ¿Vamos? – le preguntó Claudia al ver que permanecía parada.

- Sí.

La neuróloga ocupó el puesto de Isabel y comenzó a empujarla con decisión. A medida que se acercaban a aquellos corrillos de gentes desconocidas que hablaban en voz baja unos, sollozaban otros, o se paseaban nerviosos pasillo arriba y abajo, Natalia comenzó a experimentar un desasosiego especial. No quería esperar allí. No lo soportaba.

- Nat tranquila – le pidió Claudia al ver agitarse su respiración - ¿de acuerdo?

La pediatra se mantuvo en silencio hasta que sus ojos se toparon con lo que tanto temía, desde que entraran.

- ¡Dios está Rafi! – exclamó en voz baja girándose hacia Claudia.

- ¿Qué esperabas? ya te lo ha dicho Cruz – respondió empujándola hacia allí.

- Espera Claudia.

- ¿Prefieres que esperemos en otro lugar?

- No, no. Es solo que... no creo que le haga gracia verme aquí.

- Sí, ya recuerdo la que montó. Hazte a la idea de que lo mismo... no quiere que entres a verla.

- Tengo que verla.

- Pues... a ver cómo te las ingenias para convencerla, porque...

- Claudia, deja de darme ánimos – contestó con brusquedad e ironía – y vamos – la instó tomando aire.

- ¿Se puede saber qué le hiciste a la mujer cuando erais novias?- susurró intentó bromear.

- Claudia... - Natalia la recriminó con el tono y se frotó las manos nerviosa, justo en el momento en el que llegaban hasta Rafi que, en esos momentos, charlaba con un matrimonio, en el que la pediatra reconoció a los padres de Laura.

En cuanto Rafi la vio aparecer su rostro cambió, cruzó los brazos sobre el pecho y la cara actitud afable que mantenía con los padres de Laura se tornó en hosca y contrariada. Natalia los saludó y se interesó por lo que habían dicho los médicos. Rafi le devolvió un frío hola pero no hizo comentario alguno. Tras cruzar unas palabras con ellos Natalia manifestó su intención de esperar hasta que Laura saliera de quirófano y pudiesen entrar a verla. Quería asegurarse de que estaban bien. Los padres de Laura le agradecieron el detalle.

- Mira aquí viene Laura – dijo Claudia que se mantenía al margen de la conversación.

Todos se volvieron para observar como la camilla en la que descansaba Laura era llevada hasta la U.C.I. por un pasillo interno. Héctor les hizo una seña indicándoles que en un momento estaba con ellos y entró tras la camilla.

- ¡Ay! – suspiró la madre de Laura, llevándose las manos a la cara con las lágrimas saltadas. Su marido le pasó el hombro por los brazos.

- No se preocupe – dijo Claudia – la extirpación del bazo es una operación sencilla.

- Claudia tiene razón, además Laura está en muy buenas manos – le sonrió y miró a Rafi – y Alba también.

Rafi ni siquiera le dirigió la mirada y Natalia desvió la vista hacia la puerta por la que Héctor acababa de salir, dirigiéndose directamente hacia ellos. Los padres de Laura y encarna se acercaron a él rodeándole dejando a Natalia y Claudia en un segundo plano.

- Todo ha ido muy bien – miró a los padres de Laura – tardará un rato en despertar del todo y luego la pasaremos a una habitación y podrán verla. Se quedará ingresada unos días.

- Gracias doctor – la madre de Laura sonreía aliviada.

- ¿Y mi hija? – preguntó Rafi.

- Alba sigue en observación, está descansando.

- ¿Pero no puedo verla?

- Hasta la una no es la hora de visita, podrá verla solo unos minutos. Esta noche la pasará en la U.C.I y si todo está bien pasado mañana le damos el alta. Estará mareada y le dolerá la cabeza, pero no tiene daño de consideración.

- ¿No puedo pasar la noche con ella?

- No. Si quiere quedarse, aquí al lado hay una sala donde podrá descansar y dormir si lo desea, pero después de la visita de las ocho de la tarde no podrá verla hasta mañana a medio día – le sonrió poniendo su mano sobre el hombro de Encarna y miró a los tres – pueden ir a tomar algo a cafetería. Un tardaremos un rato en darle habitación a Laura.

- ¡Yo no me muevo de aquí! – Exclamó Rafi con vehemencia.

- Como quiera – le sonrió – yo estaré por aquí todo el día – les informó y luego se volvió hacia Natalia con una sonrisa mayor - ¡Nat! – se acercó a abrazarla e hizo lo propio con Claudia – ya habéis oído, no tenéis porqué preocuparos.

- Gracias Héctor.

- ¿Podemos verlas? – preguntó Claudia conocedora del deseo de Natalia de ver a Alba.

- Cuando sea la hora de visita no hay problema. Javier es muy estricto con estas cosas.

- Ya Héctor, pero... - Claudia lo miró dándole a entender qué eran compañeros.

- A mí no me digáis nada que por mi entraríais ahora mismo.

- Claudia, no te preocupes, esperamos hasta la una.

- Pero Nat... y... tu reunión – le recordó la neuróloga.

- Llegaré a tiempo – respondió escuetamente.

- Bueno yo os dejo. A ver si un día nos vemos y nos tomamos un café – sonrió perdiéndose de nuevo en el interior de la U.C.I.

Una hora después sacaban a Laura camino de su habitación. Sus padres la acompañaron y Rafi que hasta ese entonces había permanecido junto a ellos se quedó sola en el pasillo. Rafi estuvo tentada a acercarse a ella y entablar conversación, pero no se atrevió a hacerlo. Los minutos se hacían eternos hasta la una pero finalmente llegó la hora de entrar a ver a los pacientes que permanecían en cuidados intensivos. Una enfermera salió y explicó lo que ellas ya conocían, que solo podían entrar dos familiares por paciente y que la visita sería solo de unos minutos, antes debían colocarse una bata mascarilla guantes y patucos que los encontrarían en la entrada.

Rafi se rezagó colocándose junto a ellas. Natalia la miró y le lanzó una tímida sonrisa.

- ¿No pensarás entrar? –la abordó con descaro.

- Sí, Rafi, voy a entrar – respondió con calma.

- No. No vas hacerlo. No voy a consentirlo.

- Rafi, por favor, solo hay unos minutos, ¿los vamos a perder discutiendo?

- No voy a discutir, es mi hija y tú no eres nadie.

- Rafi... - la miró suplicante

- Solo familiares, ¿no has oído?

- Eso es lo que se dice, pero puede entrar cualquier persona, aunque solo dos por paciente – intervino Claudia con amabilidad – no hay problema en que entren las dos.

- Si usted quiere entrar doctora – miró a Claudia – entre conmigo, se portó muy bien con mi niña cuando el incendio, pero ella – señaló a Natalia con el dedo - no va a ver a mi hija.

- Rafi por favor, ¿qué quiere? ¿qué le suplique? – le preguntó Natalia en voz baja – muy bien, se lo suplico, quiero entrar a verla. Y a Alba... también le gustaría.

- Mira, si mi hija es tan tonta de caer otra vez en tus redes, yo no puedo hacer nada, pero mientras pueda evitar que le hagas daño, lo voy a evitar.

- ¿En serio cree que...?

- Nat esto es absurdo – la interrumpió Cruz - ya está casi todo el mundo dentro. Rafi, si no se viste apenas tendrá tiempo de verla.

- No voy a dejar que entres – se cruzó de brazos frente a Natalia sin escuchar las palabras de Claudia.

- Bien. Pasad vosotras dos – aceptó Natalia sintiendo que se le hacía un nudo en la garganta – no quiero que piense que nadie ha venido a verla.

- ¡Cómo que nadie ha venido! ¡está aquí su madre! – exclamó mostrándose ofendida y entrando al cuarto en el que debía ataviarse.

- ¿Estás segura, Nat? – le preguntó Claudia que no entendía tanta terquedad.

- Sí. Es tontería discutir con ella. Y no quiero empeorar las cosas.

- Tienes razón en que Alba querría que entrases tú.

- Lo sé – esbozó una triste sonrisa.

- Yo no pinto nada ahí dentro.

- Si pintas... dile... dile que... estoy aquí, por favor.

- Se lo diré, pero... no lo va a entender.

- Dile que... la quiero.

- ¿Delante de su madre? ¿qué quieres que me ingresen a mí? – bromeó para distender la tensión que emanaba la pediatra – se lo diré – le acarició la mejilla y entró tras Rafi.

Natalia se quedó allí parada, esperando que salieran y le dijeran cómo la veían. Controlándose las inmensas ganas de llorar que sentía. Arrepintiéndose de no ser más decidida y enfrentarse a aquella mujer, pero decidida a no montar un escándalo que no ayudaría en nada. Estaba claro que Alba había hablado con su madre, y que Rafi no aceptaba esa relación, pero a la enfermera parecía darle igual, ni siquiera le había comentado el tema. ¿Y qué hacía ella? dar largas, no atreverse a hablar con su familia, y hacer un comunicado desmintiendo su relación. Era una cobarde y una miserable, no podía dejar pasar más tiempo si reconocer que la amaba y que quería emprender una nueva vida junto a ella. Pero había tantas cosas en juego y era todo tan complicado. Además, las palabras de Rafi, como siempre, revoloteaban en su cabeza, "pero mientras pueda evitar que le hagas daño, lo voy a evitar", quizás Rafi tenía razón y lo único que iba a conseguir era hacerle daño a Alba, quizás lo mejor era alejarse de ella y evitar es riesgo. No quería pensar en esa posibilidad, no podía. El pecho volvió a dolerle con intensidad y buscó en su bolsa las pastillas, era demasiado pronto para tomarse otra, pero no dejaba de molestarle y tenía que estar bien para la reunión con el comisionado.

Rafi ya estaba perfectamente ataviada cuando Claudia la alcanzó.

- Ya están dentro – le comentó la madre de Alba con manifestada angustia.

Los demás se habían marchado por un pasillo mientras ella terminada de vestirse y se quedó sola esperando a la neuróloga sin saber a dónde dirigirse.

- No se preocupe que sé dónde es – le sonrió – aquí todos aprovechan los pocos minutos al máximo, hay pacientes que llevan ingresados días, y algunos puede que semanas, sus familias ya conocen la rutina.

La neuróloga se vistió a la carrera mientras le hablaba y entró junto a ella. Rafi se detuvo impresionada ante la amplitud de la sala, más de doce camas dispuestas en dos hileras, cada una rodeada de aparatos y en esos momentos de dos personas que flanqueaban a cada paciente. No veía a su hija y se desesperó. Claudia se había dirigido a una de las enfermeras que estaban sentadas en un pequeño sofá frente a una mesita baja y le sonrió.

- Hola Tere.

- ¡Claudia! pero... ¿has vuelto al Central?

- No. Vengo acompañando a Rafi – le señaló hacia ella – su hija está aquí.

Alba Reche.

- ¡Ah sí! ya me han comentado que es compañera. La cama del fondo, a la izquierda.

- Gracias Tere, ahora nos vemos.

Claudia condujo a Rafi hacia el fondo de la sala. La cama de Alba era la última y la única en la que su ocupante permanecía solo. Rafi observaba todas las camas, en unas el paciente permanecía en silencio con los ojos cerrados y su familia lo tomaba de la mano, le acariciaban la mejilla y le susurraban palabras como si pudieran oírlos. Otros estaban conscientes, pero apenas pronunciaban palabra. Recordó el día que entró a ver a Alba en la Clínica, ¡qué diferencia con aquello! allí Alba había estado sola en una habitación. Aquello era deprimente y angustioso, le encogía el corazón y mucho más se le encogió cuando la que apareció ante sus ojos fue su pequeña.

Alba permanecía con los ojos cerrados, parecía dormir, pero Claudia supo ver que no era así.

- Está dormida – murmuró su madre sin atreverse a dar los pasos que le faltaban para llegar junto a ella.

- No, acérquese – la animó Claudia siendo ella la que tomó la iniciativa – hola Alba – la saludó y la enfermera abrió de inmediato los ojos - ¿cómo estás?

- Hola – musitó dirigiendo los ojos al otro lado al sentir que la cogían de la mano - Mamá... - dibujó una leve sonrisa mientras sus ojos intentaban buscar a alguien más. Alguien a quien no lograba divisar. Claudia se percató de ello.

- Solo podemos entrar dos personas. Javier es muy estricto – le explicó esperando que comprendiera, no quería decir nada que incomodara a Rafi.

- ¿Cómo estás, hija? ¿te duele mucho?

- Estoy bien. Solo me duele la cabeza – respondió con voz débil.

- ¿Qué pasó? mira que te tengo dicho que vayas con cuidado que no corras.

- ¿Y Laura? ¿cómo está?

- En planta – respondió Claudia – no te preocupes, se pondrá bien. Bueno yo te dejo con tu madre... - posó su mano sobre el brazo de la enfermera y se retiró con discreción a saludar a Tere.

Rafi se acercó aún más a su hija y le pasó la mano por el pelo.

- ¡Ay! Hija qué susto me has dado.

- Lo siento, mamá.

- ¿Qué pasó?

- No sé, no recuerdo bien, creo que Laura me gritó y cuando me di cuenta teníamos un coche encima, quise esquivarlo y... perdí el control.

- Ya te dije yo que esa moto era muy grande para ti.

- Mamá... ¿y Nat? ¿no ha venido? – le preguntó con intención, las palabras de Claudia le habían dejado entrever que sí estaba allí pero que su madre no la había dejado verla.

- No pienses ahora en esa... solo tienes que pensar en ponerte bien.

- Creí que estaba fuera – comentó, la respuesta esquiva de su madre la había desconcertado quizás Natalia no había podido ir y habían mandado a Claudia en su lugar. La decepción la hizo mudar su rostro y sintió que se le saltaban las lágrimas.

- Cariño, tú no te preocupes por nada que lo único importante aquí eres tú. Llevar esa clínica tiene que ser complicado y esa mujer estará muy ocupada – le dijo al ver la tristeza en los ojos de su hija, "sufrir, eso es lo único que vas a hacer, sufrir, ¡si lo sabré yo que soy tu madre! pero mientras yo esté a tu lado te protegeré de esa impresentable".

- No vayas a quedarte todo el día aquí, mamá.

- Claro que voy a quedarme, y pasaré la noche. Ese médico tan simpático me ha dicho que hay una sala donde puedo descansar y eso es lo que voy a hacer, y esta tarde estaré aquí como un clavo.

Alba sonrió y le apretó la mano.

- Y en cuanto te den el alta te vienes a casa que yo te cuide.

- Mamá... - la congoja que sentía le atenazó el pecho, quería a su madre y sintió que ella era la única con la que podía contar de verdad ¿dónde estaba Nat? seguro que en alguna reunión, ni siquiera había sido para acercarse a verla.

- ¡Mi niña! – Rafi la besó en la frente y la reconfortó – verás cómo pronto estás bien.

- Se ha acabado la visita Rafi – Claudia se había acercado a la cama y posó sus manos sobre el hombre de la señora – tenemos que ir saliendo.

- Hija, esta tarde te veo – volvió a besarla.

- Que te mejores, Alba – le dijo Claudia con una sonrisa – y descansa. ¡Ah! he visto tu escáner y está perfecto, no tienes que preocuparte por nada y usted tampoco, Rafi.

- ¡Ay! Hija qué alegría me das.

- Te quedas aquí solo por precaución. Todos sabemos cómo son estos golpes.

- Gracias, Claudia.

Salieron y se dirigieron al cuarto donde, en unas grandes cajas de cartón, todos iban echando las batas mascarillas y guantes que habían usado. Claudia no se despojó de ellos y mientras Rafi se desvestía la neuróloga corrió hacia dentro de nuevo. Cruzó dos palabras con Tere y se acercó a la cama de Alba que la miró con sorpresa.

- Se me ha olvidado decirte algo.

- ¿El qué?

- Nat... te envía un "te quiero" – bajó la voz.

- Ya... - se mostró poco ilusionada, no quería que le enviara nada quería verla allí y que se lo dijera en persona – dile que gracias – su tono a Claudia le sonó a retintín y le extrañó su respuesta, había esperado un "yo también" o al menos una sonrisa, pero Alba se mantenía seria.

Claudia no le dijo nada más, le guiñó un ojo, gesto que la enfermera no comprendió y abandonó la U.C.I., tenía que alcanzar a Rafi antes de que se enfrentara a Natalia.

Alba se quedó pensativa, le dolía cada vez más la cabeza y tendía unas enormes ganas de llorar. Se convenció de que quizás Natalia después de la conversación que le había escuchado esa mañana con Cruz, no se encontraba bien como para ir hasta allí. Prefería pensar en eso a creer que no era capaz de arañar un segundo de su tiempo para dedicárselo. Cerró los ojos y apretó los labios, oyó como su avisador pitaba y notó la llegada de la enfermera junto a ella. Instantes después la invadía el sueño. Estaba claro que le habían administrado algo para que se tranquilizara y pudiera descansar.

Fuera de la U.C.I., dos desconcertadas Claudia y Rafi estaban paradas una junto a otra. Las dos habían imaginado que Natalia estaría allí, aguardándolas para saber de Alba, pero Natalia no estaba y ni una ni otra sabían muy bien qué hacer.

- ¿Ves? eso es lo que le preocupa mi hija, ya ha encontrado algo mejor que hacer.

- Yo... no quiero meterme donde no me llaman, pero ya que me saca usted el tema... creo que se equivoca con Nat, la conozco desde hace años y puedo asegurarle que quiere de verdad a su hija y... puedo llegar a entender que usted no lo acepte, que... no entienda que dos mujeres...

- ¡No es por eso! – la cortó – yo acepté que mi hija y ella... me costó, no voy a negarlo, pero lo acepté, lo que nunca aceptaré es que mi hija quiera estar al lado de alguien como ella. Como poco es una mujer casada. Y qué quiere que le diga, no me gustan esas cosas. No señor, no voy a permitirlo.

- Debería escuchar y respetar a su hija.

- Yo sé muy bien lo que debo hacer. Ya la escuché y la respeté y solo conseguí que saliera huyendo y estuviera años alejada de aquí y no voy a dar mi brazo a torcer, mi niña no va a tropezar dos veces en la misma piedra, porque yo no la voy a dejar. ¡Vaya si no la voy a dejar! – exclamó con altanería silenciando a Claudia que optó por no insistir.

Isabel que las había visto salir y permanecer paradas en la puerta charlando se acercó a ellas.

- ¿Y Nat? – le preguntó Claudia extrañada de que la detective estuviese allí y no la pediatra.

- En el baño – señaló una puerta pasillo adelante a la izquierda – hace rato que entró.

- Deberíamos irnos se le está haciendo tarde – le comentó a Isabel cuando vio llegar a Natalia, parecía cansada y sus ojeras y palidez le indicaron que no se encontraba bien, Claudia reparó en la humedad del cuello de su camisa, era evidente que había estado refrescándose en el baño.

La pediatra la interrogó con la mirada y Claudia le sonrió, comprendiendo lo que quería saber.

- Está bien, habla con total coherencia, pero le dolerá la cabeza unos días.

- Gracias – suspiró - Tenemos que irnos Claudia – le dijo mirando de reojo a Rafi que se había sentado en una de las sillas de espera, ahora casi todas vacías.

- Sí, vámonos – admitió y se volvió hacia la madre de Alba - Rafi nosotras nos vamos. Por qué no va usted a tomar algo a cafetería, hasta la tarde no podrá volver a verla.

La mujer asintió sin moverse y sin manifestar la intención de hacerlo. Cuando se alejaron, Natalia se volvió hacia Claudia.

- ¿De verdad Alba está bien?

- Sí, no te preocupes.

- ¿Qué te ha dicho?

- Nada, que le duele la cabeza, apenas he cruzado palabra con ella, la he dejado con su madre.

- Pero... ¿no le has dicho que yo...?

- Sí – sonrió arrastrando el monosílabo - le he dado tu mensaje.

- ¿Y?

- Está decepcionada porque no has entrado – Natalia se mostró aún más abatida ante la revelación - ¿sabes Nat? creo que deberías imponerte con Rafi porque por las buenas no vas a conseguir que te deje entrar.

- Ya... - suspiró – es su madre, y... si en el futuro quiero tener una vida con Alba no puedo meter la pata con su familia.

- Nat... hay veces en las que, por no meter la pata con unos, la metemos con otros.

- ¿Alba se ha enfadado? – captó rápidamente lo que quería decirle.

- Ni siquiera es enfado, creo que... se lo esperaba. Por su cara creo que esperaba que no aparecieras, aunque en el fondo deseaba todo lo contrario.

- ¡Joder! pero sí he aparecido, ¡estoy aquí! ¿no se lo has dicho? – se mostró alterada.

- Se lo he dado a entender, es lista, seguro que sabe que es así – intentó tranquilizarla.

- ¿Y entonces por qué se enfada?

- No sé. Tú la conoces mejor pero quizás espera que... te impongas a su madre y le demuestres lo mucho que te importa.

- No. No caeré en ese error. Conozco a Alba y ella puede decir lo que quiera de su madre, pero no me perdonaría que yo le faltase al respeto o...

- Entrar a verla no es faltarle al respeto.

- Son diez minutos Claudia, ¿qué hago? ¿entrar allí con ella discutiendo? ¿qué pensaría Alba?

- ¿Acaso es mejor que piense que no te preocupas por ella?

- No – musitó.

- Nat... no quiero preocuparte, pero...esta tarde... deberías ingeniártelas para entrar. Habla con Rafi, dice que hace años aceptó lo vuestro, aprovecha esa comprensión para hacerle ver que quieres a su hija y que... quieres entrar a verla.

Natalia suspiró, resignada. Intentaría hacer lo que le aconsejaba Claudia, pero estaba segura de que sería perder el tiempo. Habían llegado al coche y entre Isabel y la neuróloga la subieron a él. Estaba tan cansada que la sola idea de almorzar con el comisionado la asqueaba. Pero no podía eludir esa responsabilidad.

Natalia había pasado toda la tarde lejos del central, centrada en los problemas de la clínica. Su única relación con él fue una llamada de Mónica para decirle como seguían Laura y Alba, Raúl y ella habían pasado a verlas aprovechando la amistad de Raúl con Javier. Y ahora, el camino hacia el hospital se le estaba haciendo eterno. Lo mismo que se le hiciera toda la tarde por no hablar de la comida con el comisionado, un hombre pesado donde los hubiera que la tuvo hasta las cinco haciendo una sobremesa en la que no recordaba haber mantenido ni una conversación que le pareciese provechosa para sus intereses. Y cuando por fin terminó con él, y llegó a su despacho Cruz la esperaba con el comunicado de prensa ya redactado, y al que solo le dio el visto bueno, una hora después tenían convocados a los medios y tampoco era cuestión de ponerse a discutir algunos puntos. El resto de la tarde la pasó revisando las facturas y discutiendo con Cruz de todo. Estaba claro que ninguna de las dos había tenido su mejor día y lo peor era que sabía que la cardióloga tenía razón y era ella la que estaba de mal humor y quisquillosa.

Se sentía realmente agotada, y había desoído la recomendación de Cruz de marcharse a casa, sus palabras resonaban en su cabeza "para qué vas a ir al central, Rafi no va a cambiar de opinión en unas horas y Javier menos, además llevas todo el día encontrándote mal Nat y no deberías conducir, sabes que esa analítica no miente y no es ninguna broma". Pero ella estaba decidida a llegar al Central y seguir el consejo de Claudia. No podía dejar pasar ese día sin ver a Alba, por mucho que le pesase a Rafi.

Isabel la seguía en su coche oficial y eso la hacía sentirse más segura. Cuando llegó al central las sensaciones de esa mañana se acrecentaron. Se sentía ligeramente mareada, y muy nerviosa. Subió directamente a la U.C.I. aún quedaban unos veinte minutos para la hora de visita y se acercó al grupo de personas que ya aguardaban. Como esperaba, Rafi estaba sentada en una de las sillas y con decisión se acercó hasta ella.

- Buenas tardes Rafi.

- Serán buenas para ti.

- ¿Lleva toda la tarde aquí? ¿ha habido alguna novedad? – le preguntó sin acusar ninguna reacción ante su anterior respuesta.

Rafi desvió la vista de ella y no contestó.

- ¿Habrá comido algo, no?

- ¿Ahora vas a fingir preocupación por mí? – la encaró.

- Rafi, por favor, estoy intentado mantener una conversación cordial.

- Pues ahórrate tus esfuerzos. No tengo nada que hablar contigo.

- Pero yo sí.

Rafi se levantó dispuesta a no seguir allí.

- Siéntese Rafi – la voz de Natalia sonó autoritaria y seca, llevaba una tarde peor aún que la mañana y aquello no estaba contribuyendo a mejorar su humor.

- A mí no me hables en ese tono.

- Discúlpeme, lo siento, por favor, escúcheme – casi le suplicó y Rafi, si bien no se sentó, se plantó ante ella.

- Habla.

- ¿Va a entrar usted sola?

- Sí.

- Por favor, déjeme entrar con usted.

- No voy a dejarte entrar. Tengo solo diez minutos para ver a mi hija y no te los voy a regalar.

- No le pido eso. Le pido solo un minuto. Solo uno. Lo justo para verla y... decirle que estoy aquí, que... que me preocupo por ella, que... para preguntarle cómo está.

- Ya sabes como está y no insistas, no voy a dejar que la veas.

- Rafi, a Alba le gustaría que yo...

- Ya sé que le gustaría, pero no a mí, que soy la que decido.

- ¿Qué tengo que hacer para convencerla de que yo... de que... de que su hija para mí...?

- No sigas por ahí. He estado toda la tarde aquí, sentada en esa sala de espera. ¿Sabes que tiene televisión? ¡pues la tiene!– elevó el tono visiblemente molesta.

- No entiendo – Natalia la miró desconcertada, cada vez tenía más claro que Rafi no iba a ceder y ella ya no sabía que decir para que la dejase pasar.

- Sales demasiado en la tele y a mí no me gusta nada de lo que dices y a mi hija si no estuviera ciega tampoco le gustaría. Pero ya me encargaré yo de que abra los ojos.

- ¿Es por la rueda de prensa? – preguntó comprendiendo lo que quería decirle, lo que he dicho era.. era incierto, yo... entiéndalo no puedo reconocer públicamente ciertas cosas, por... por el trabajo y porque...

- Eres una mujer casada. Faltas a tu mujer y mientes ¿y quieres que vea con buenos ojos que entres ahí? No, no puedo.

- Rafi por favor, piense en Alba...

- En ella precisamente es en la única que pienso, ¿en quién piensas tú cuando haces lo que haces?

Natalia guardó silencio y bajó la vista.

- No vas a entrar.

- Necesito verla, necesito explicarle que las cosas no son como...

- Las cosas sí son como parecen ¡ya lo creo que lo son!

La enfermera salió y les anunció que podían entrar. Natalia clavó sus desesperados ojos en Rafi que no se ablandó.

- No vas a entrar. Cuando mi hija tenga el alta hará lo que quiera, pero tú, hoy, no entras ahí.

Natalia no replicó. Se mordió el labio inferior y se quedó allí parada observando cómo todos, poco a poco, se perdían en el interior de la U.C.I.

Su mente no dejaba de darle vueltas a una idea que desestimaba una y otra vez. Pero la última negativa de Rafi la decidió. Estaba allí y no podía marcharse sin ver a Alba, aunque eso supusiera tragarse su orgullo y recurrir a quien menos deseaba. Respiró hondo, accionó la silla y se encaminó hacia el despacho del director. Esperaba que aún estuviera allí, porque a esas alturas tenía claro que Javier era su única oportunidad para entrar en la U.C.I.

No se equivocaba, había luz en el despacho. Se situó frente a la puerta y tras un segundo de duda llamó fuerte con los nudillos.

- Adelante –escuchó decir en el interior.

Abrió la puerta y empujó con dificultad hacia dentro, Javier se quedó mirándola con enorme sorpresa, era evidente que ella era la última persona que esperaba.

- Hombre, Natalia Lacunza en mi despacho, eso sí que es una sorpresa.

- Hola Javier.

- Vaya, vaya... - se echó hacia atrás en el sillón – alguna queja del hospital

- No. Ninguna.

- Entonces...

La instó a decirle la razón de su presencia en el despacho, pero Natalia, que había estado muy decidida notó en él un tono de reticencia y dudó si pedirle el favor que necesitaba.

- ¿Cómo sigue Alba? – preguntó el médico creyendo intuir por dónde podían ir los tiros – si lo que quieres es llevártelas a tu clínica te diré que...

- No quiero llevármelas y no sé cómo sigue Alba. No he podido verla. Por eso... por eso estoy aquí.

Javier cruzó las manos sobre su regazo y esbozó una sonrisa.

- Poco te interesas por tus empleados si llegas tarde a las horas de visita.

Natalia no respondió a su puya, se quedó mirándolo en silencio y él pareció sentirse incómodo porque se removió en su asiento, aunque continuó observándola con aire de superioridad seguro de que aquella batalla que se traían entre manos le favorecería.

- Intuyo que quieres algo de mí.

- Sí. Quiero que me permitas entrar en la U.C.I. al margen de las visitas ordinarias.

- ¿Al margen de las visitas ordinarias?

- Sí, fuera de horas.

- ¿Te molesta codearte con el resto de familiares o es que se debe a esa seguridad que llevas a todos los lados?

- No. No es por eso y... no me molesta ser una más.

- Entonces... ¿por qué iba a hacer eso? Que yo recuerde tú y yo no nos llevamos muy bien.

- Javier, te lo pido por favor.

- Por favor – clavó sus ojos en ella y asintió – Natalia Lacunza pidiéndome a mí una cosa por favor.

- Sí. Te lo pido como un favor personal y lo tendré muy en cuenta.

- ¿Sabes Nat? te admiro. No solo has sido capaz de salir adelante de ese accidente – la señaló con la mano abierta y torciendo el gesto - sino que has montado un tinglado del que toda la profesión habla. Permíteme que te diga que... me asombras.

- Te lo agradezco, pero no quiero tus alabanzas solo quiero un pequeño favor.

- ¿Pequeño? La importancia de ese favor solo yo puedo calibrarla.

- Muy bien. Te pido un favor.

- Que para ti es importante.

- Muy importante – lo corrigió.

- ¿Sabes qué es lo que más admiro de ti? Tu capacidad para reinventarte, para salir a flote a pesar de todas las trabas que encuentras en el camino.

- Javier déjate de rodeos, ¿me vas a dejar entrar o no?

- ¡Genial! Esa es la palabra que define tu último movimiento – continuó con su discurso sin atender su petición.

- ¿No sé de qué me estás hablando Javier?

- De tu solicitud para que los casos graves los derivemos a tu clínica de lujo – recalcó la palabra "lujo" y a Natalia se le escapó un suspiro, repentinamente comprendió que ese favor le iba a costar mucho más de lo que había esperado –y por supuesto, ese acto altruista por tu parte no lo es tanto, pretendes hacerlo cobrando de la seguridad social.

- ¿Tú como sabes eso?

- Tengo mis fuentes.

- No estoy aquí para hablar de la clínica, y eso es un asunto que solo compete a la comisión del ministerio. Yo estoy aquí porque quiero que me dejes ver a Alba.

- ¿Es muy importante para ti?

- Ya te he dicho que sí.

- Lo imagino, sino no estarías en este despacho de no serlo.

- ¿Me vas a dejar o no? – repitió exasperada, estaba claro que Javier disfrutaba con la situación y quería prolongarla.

- Sí, te voy a dejar – admitió y Natalia respiró aliviada, incluso sonrió levemente - pero quiero un favor a cambio. Favor por favor.

- ¿Un favor de mí?

- Sí.

- ¿Qué quieres?

- Que retires esa solicitud. Que tu clínica no se haga cargo de esos casos.

- ¿Qué? no voy a hacer eso.

- ¿Te perjudicaría económicamente? – le lanzó una maliciosa sonrisa.

- Eso no es de tu incumbencia. Tenemos el equipamiento necesario para atender esos casos y podemos hacerlo. No voy a retirar nuestra solicitud.

- Muy bien, tú misma. Mañana o pasado, cuando le demos el alta, podrás ver a... tu Alba – sonrió con ironía.

- Eres un hijo de puta.

- No. Solo soy un buen negociante. Retírala y podrás verla fuera de horas.

- ¿Por qué quieres que la retire?

- Te digo lo que me has dicho tú a mí, eso no es de tu incumbencia.

- Si voy a retirarla, si lo es.

- Vaya, vaya... ¿vas a retirarla? entonces... es cierto lo que dice la prensa... vuelves a estar con ella – su sonrisa se acrecentó exasperando aún más a Natalia - ¡me alegro! hacíais buena pareja y eras más alegre en aquellos tiempos.

- Y tu menos cabrón.

- Muy bien soy un cabrón, pero si no la retiras no verás a Alba.

- Hasta mañana por la mañana no puedo hacerlo – lo miró con desesperación – y tengo que verla hoy.

- Perfecto, para que veas que no soy tan... cabrón – habló con retintín - me fío de tu palabra. Te dejaré verla esta noche. Vamos – dijo levantándose te acompaño a la salida.

- ¿La salida?

- Sí, tengo que terminar un papeleo, vuelve dentro de una hora. Me gustaría ser yo quien te acompañe a la U.C.I.

- ¿Una hora? no puedo estar aquí esperando durante una hora.

- ¿No puedes? entonces he malinterpretado el interés que tienes en verla.

- Vale, vale, espero una hora, pero no te necesito para entrar en la U.C.I., sé ir sola.

- Sí, me consta que sabes, pero sin mí y fuera de horario no entras allí, eso puedo asegurártelo. Este hospital es otro desde que yo estoy al mando.

- Eso no lo dudo – mascullo de mal humor, abandonando el despacho – no hace falta que me acompañes a la salida, en una hora estaré aquí.

Natalia se quedó parada en la puerta que acababa de cerrarse a su espalda. Muy alto era el precio que debía pagar. Tenía que pensar cómo explicarle a Mónica y a Cruz que iba a retirar esa solicitud, ese dinero podía ser la salvación de la Clínica en caso de que no les concedieran la subvención. Había dado el paso para arruinar el proyecto por el que no solo ella tanto había luchado, pero no le quedaba otra opción, necesitaba ver a Alba por encima de cualquier otra consideración.

Alba permanecía con vista clavada en el techo, incapaz de dormir, luchando por no derramar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos. Cada vez le dolía más la cabeza, debería cerrar los ojos e intentar conciliar el sueño, pero la voz de su madre martilleaba sus oídos como si la tuviese allí a su lado, "kikirikí hija, kikirikí, te ha negado y lo ha hecho públicamente, lástima que estaba aquí que si llego a estar en casa te lo gravo para que veas como es esa... esa sinvergüenza y no me mires así porque eso es lo que es una sinvergüenza y me quedo corta. Y tú eres un alma cándida que te tiene comida la sesera". Una lágrima resbaló pos su mejilla y fue a morir al lóbulo de su ojera. La dejó correr, sin ser capaz de moverse. Lo poco que le había contado su madre la había dejado completamente hundida y paralizada, e intuía que había mucho más que se callaba para no alterarla. Otra lágrima emprendió su carrera y esta vez elevó la mano para enjugársela. Tenía que controlarse, tenía que serenarse porque el dolor de cabeza se estaba convirtiendo en insoportable y desde hacía unos minutos sentía unas terribles nauseas. Pero era incapaz de conseguir su propósito, la voz de su madre la asaltaba una y otra vez, "tienes que descansar, hija y recuperarte, y no pienses más en esa... no te merece". No había sido capaz de replicarle ni de defender a Natalia como solía hacer siempre, y es que no tenía palabras para defender a la mujer que amaba, porque ella misma pensaba eso, pensaba que estaba siendo imbécil por tener tanta paciencia, pensaba que Natalia nunca haría nada por ella, nada que le costase trabajo de verdad, que nunca hablaría con su familia, esa rueda de prensa era la prueba de ello, podía haber aprovechado la ocasión pero no, estaba claro que siempre tendría que estar corriendo tras ella y no estaba segura de querer esa vida. Tomó aire repetidamente, tenía que calmarse, pero cómo podía tranquilizarse si solo tenía ganas de llorar, Natalia ni siquiera había sido capaz de ir a verla por la tarde, ¡hasta Mónica y Raúl habían estado visitándola! Y Natalia ¿qué? ni siquiera a las ocho había tenido tiempo para estar allí. Su madre tenía razón, estaba ciega y era una ilusa ¿cómo pretendía conseguir que algún día terminara temprano y se dignara a cenar con ella? si no era una excusa era otra, ¿cómo pretendía que la maldita clínica pasara a un segundo plano si ni en un día como ese, en el que habían tenido suerte de no perder la vida, había sido capaz de dejar a un lado su trabajo y estar allí?

Javier se acercó a la cama y le rozó el brazo dándole un par de palmaditas que la sobresaltaron y la sacaron de sus pensamientos.

- ¿Qué tal seguimos por aquí? – le preguntó afable.

Alba volvió sus ojos hacia él sin percatarse de que el cuerpo del médico le tapaba la visión de Natalia que estaba tras él, apretó los labios en lo que pretendía ser una sonrisa, ladeó levemente la cabeza en señal de respuesta, pero no pronunció palabra.

- Bueno... poco a poco, ¿de acuerdo? si necesitas algo se lo dices a las enfermeras – le sonrió.

- Gracias, Javier, por... por preocuparte por mí – le dijo sin poder evitar pensar "no como otras".

- Tienes visita – se retiró un par de pasos y le señaló a Natalia que apareció tras él.

Alba ladeó aún más la cabeza para poder verla con más facilidad porque la cama era demasiado alta. Sus ojos reflejaron el dolor que sentía, pero siguió en silencio.

- Bueno yo os dejo solas – intervino Javier que se puso tras Natalia colocándole una mano en el hombro – no la canses.

- Descuida – respondió elevando la cabeza hacia él - gracias Javier.

Él respondió con un par de palmaditas y se retiró dejándolas solas. Natalia se acercó más a la cama y levantó su mano para coger con dificultad le de Alba, pero la enfermera la retiró con rapidez, colocándola encima de su abdomen, donde Natalia no pudiera alcanzarla. La pediatra ya se había imaginado que estaría molesta, le sonrió con cara de circunstancias e intentó empinarse para acariciar levemente su pierna.

- Hola, guapa – le dijo sonriente - ¿cómo estás? vaya ojitos tienes, ¿te duele mucho la cabeza? – preguntó creyendo que la acuosidad de los mismos se debía a ello.

Alba retiró la pierna y ladeó la cabeza hacia el lado contrario en el que se encontraba Natalia. La pediatra ante su nuevo desprecio se quedó desconcertada. Si bien había esperado escuchar algún reproche nunca había imaginado una reacción tan adversa y comenzaba a sospechar a qué se debía.

- Alba... ¿qué pasa? – le preguntó con la esperanza de que le respondiese y así poder explicarse.

No obtuvo respuesta.

- Alba mírame, por favor – le pidió en voz baja.

La respuesta fue la misma, silencio absoluto. Lejos de amilanarse Natalia accionó la silla y con dificultad se situó en el otro lado de la cama. Necesitaba que Alba la escuchase, que la mirase de esa forma que solo ella la miraba, necesitaba leer el amor en sus ojos y no ese dolor y esa decepción que se le clavaron en su corazón consiguiendo que comenzara a dolerle el pecho de nuevo.

La tomó con firmeza de la otra mano, donde tenía colocado el pulsímetro, y clavó sus suplicantes ojos en ella. Sin embargo, Alba evitó el encuentro de sus miradas.

- Eh... ¿no piensas mirarme? ¿ni decirme nada? – habló con el tono meloso y lastimero que Alba conocía tan bien, el que empleaba siempre que se sentía culpable y quería pedir perdón. Pero esta vez no le iba a ser tan fácil obtenerlo.

Natalia intentó acercarse más a la cama, pero no podía con la silla y una sensación de impotencia la invadió. Daría cualquier cosa por poder levantarse, por poder acariciar su rostro, obligarla a mirarla a los ojos y demostrarle que no le mentía, que se preocupaba por ella, que la quería. Pero la enfermera se mantenía con la vista en el techo sin dar muestra de tener la más mínima intención de ceder un poco.

- Alba... – repitió y bajó aún más la voz – cariño... Alba... por favor - su tono suplicante acabó por desarmarla – dime algo.

- ¿Para qué? – giró la cabeza hacia ella y Natalia vio como sus ojos brillaban enrabietados.

Natalia sonrió y levantó la mano hacia su cara, intentando empinarse para acariciarle la mejilla, sin éxito.

- Para que yo sepa que estás bien.

Alba la miró y su rostro adoptó una expresión que Natalia nunca había visto dirigida a ella, no era enfado, no era decepción, no era dolor... no quería adivinar qué significaba ese gesto, porque todo en su interior le decía que era desprecio. Natalia tragó saliva y volvió a la carga.

- Empiezo de nuevo – le guiñó un ojo - Hola princesa – susurró bajito mirando de reojo a las enfermeras y sonriéndole, intentado que cambiara de humor - ¿cómo estás?

- ¿Acaso te importa? – respondió hosca.

- Cariño, lo siento, no he podido venir antes, no te enfades.

- Que no me enfade – musitó y suspiró – Nat... ¿qué hora es? – preguntó con desgana.

- ¿La hora? – sonrió – ese golpe te ha afectado más de lo que demuestra tu escáner – bromeó risueña.

- Me afectan más otros golpes – le reprochó con segundas y Natalia recibió sus palabras en silencio, que para Alba era signo de su culpabilidad, y para la pediatra la única forma de no entrar en una discusión - ¿qué hora es?

- No sé, más de las nueve, supongo.

- Más de las nueve Nat, ni siquiera hoy has sido capaz de terminar un rato antes, ¿te das cuenta?

- Eso no importa ahora, ya hablaremos de ello, ahora lo importante eres tú.

- ¿Ahora soy importante?

- Siempre eres importante, para mí siempre, aunque... no me creas.

- Resulta difícil creerte – suspiró.

- Bueno... - musitó sin ganas de seguir hablando de ello - ¿tú cómo estás?

- ¿Qué más da como esté?

- No sabes el susto que me has dado – le habló con tono cariñoso.

- Pues no se nota.

- Ya te lo he dicho, no he podido entrar antes.

- ¿En todo el día? ¿ni siquiera a la hora de comer?

- Alba... - apretó los labios decidida a no contarle la verdad, prefería que la culpara de algo que no había hecho a que creyera que atacaba a su madre, que arremetía contra ella - Javier es muy estricto con los horarios.

- Sí, ya veo lo estricto que es, tú estás aquí a las tantas y Raúl y Mónica han venido a verme antes de la hora. Hazme un favor, ¡no me mientas más!

- Lo siento – repitió – no te alteres que no es bueno para ti.

- Bueno para mí – repitió ladeando la cabeza con desprecio - ¿sabes cómo me siento? Raúl me conoce de unas semanas y se molesta en venir y tú... ¿qué haces tú?

- Vale, he llegado tarde, pero... estoy aquí y... tampoco es para ponerse así. No te conviene.

- Sí, estás aquí, gracias Nat por dignarte.

- Alba... – musitó sintiendo que se le saltaban las lágrimas – he hecho lo que he podido.

- Lo que has podido – sonrió irónica observando como sus ojos se humedecían con cada palabra y cada reproche que ella le hacía - ni se te ocurra lloriquear.

- No lo hago – respondió bajando los ojos.

Natalia intentó controlar la congoja que subía hacia su garganta y que le presionaba tanto el pecho que no la dejaba respirar. Un calor repentino la hizo desabrocharse un botón de la camisa y quitarse la chaqueta. Buscó su botella de agua y bebió un sorbo. Alba la observaba, veía como temblaban sus manos. Estaba nerviosa y no le extrañaba, tenía motivos para estarlo. Luego Natalia la miró.

- Bueno... creo que me voy a ir. Tienes que dormir y estar tranquila y creo que... yo... solo te estoy molestando y... que no tienes muchas ganas de que esté aquí.

- No te hagas ahora la víctima - Alba negó con la cabeza, apretando los labios en gesto despectivo y el movimiento le provocó un fuerte pinchazo que la obligó a cerrar los ojos y fruncir el ceño.

- ¡Alba! ¿qué te pasa? – intentó acariciarla, pero no llegaba - ¿llamo a una enfermera?

- No. No llames a nadie.

- ¿Seguro?

- Sí, estoy bien. Ya me han dicho que esto es normal.

- Sí lo es, pero no tienes que aguantar el dolor, hay calmantes.

- Me lo han puesto antes... para dormir – recalcó la palabra indicándole que era justo lo que por culpa de su presencia no estaba pudiendo hacer.

- Bueno... pues... me voy, yo... Alba... descansa y... yo... yo quería decirte que... te quiero.

- Ya... - esta vez sí miró hacia ella y leyó la sinceridad en sus ojos – pero no como deberías.

Natalia bajó la vista incapaz de aguantar esa mirada de reproche, de dolor.

- ¿No te defiendes?

- Ya te lo he dicho, lo siento – Natalia volvió a clavar sus ojos en ella – siento no haber... estado aquí contigo antes y siento que no me creas cuando te digo que te quiero.

- ¿Ni siquiera me vas a dar excusas? una reunión, el banco, la comisión europea, ¿qué ha sido esta vez? – le preguntó mostrándose indignada.

- Alba... yo... no quiero discutir contigo, ni alterarte. Ya hablaremos cuando estés mejor.

- No quieres discutir.

- No, ni es el momento, ni es el lugar. Tú tienes que descansar. Conozco esa mirada, te duele la cabeza y te duele mucho.

- Sí, me duele, pero más me duelen otras cosas.

- Alba te prometo que mañana estaré aquí a las horas de visita y que... - no sabía si prometerle aquello porque lo más seguro es que no pudiera cumplirlo – y... que...

- Y... nada Nat – la interrumpió - No estarás. Lo sé, así es que no prometas nada. Vendrás cuando tú clínica te lo permita y luego usarás tus influencias para entrar aquí cuando te de la gana – habló con genio, la miró con unos ojos que la fulminaban a cada palabra y Natalia supo que nada que dijera podría hacer desaparecer el dolor que desprendían sus palabras. La idea de que Alba no la mirase como antes la llenó de angustia, una angustia que le hacía sentir el pánico más agudo que se pudiera imaginar.

- Alba yo... - respiro profundamente y se pasó la mano por la frente, luego inclinó la cabeza – Alba... yo... - su respiración se agitó y apoyó el codo en el brazo de la silla dejando descansar su frente en la mano.

- ¡Nat! ¿qué te pasa? – le preguntó preocupada, no podía evitarlo a pesar de su enfado y su decepción – Nat... ¿estás bien? ¿qué te pasa?

- Nada – musitó levantando la vista hacia ella – es... este calor que... me marea.

- No creas que haciendo que me preocupe por ti voy a ablandarme. Estoy muy decepcionada Nat, ¡mucho!

- Alba... estás siendo muy injusta conmigo.

- ¿Injusta? ¡encima! mira Nat es mejor que te vayas.

- ¿Qué? – murmuró.

La enfermera observó su mala cara, su rostro encendido, notó el frío y la humedad de sus manos. Miró a sus ojos atentamente y comprobó que sus pupilas estaban dilatadas. Recordó las palabras de Germán cuando estaban en Jinja "¿ves sus pupilas? ¡completamente dilatadas! Una de dos o toma algo y esas vitaminas no son lo que dice, o tiene un cuadro de estrés agudo". Natalia tenía razón no era el momento ni el lugar. No quería que su relación se basara en mentiras, en encuentros furtivos y esporádicos cuando sus múltiples ocupaciones se lo permitieran, pero tampoco quería verla allí sentada junto a ella, con cara de desconcierto y aparentando sufrir.

- Nat vete a casa.

- ¡No! no puedo irme si me miras así, quiero estar un rato aquí contigo y quiero que tú...

- Yo estoy muy cansada y me duele la cabeza, quiero que te vayas.

- Alba...

- Vete Nat, y... mañana... no hace falta que vuelvas.

- ¿Qué quieres decir? – la voz se le quebró y elevó una temblorosa mano hacia la de la enfermera – mírame, ¿qué quieres decir? – preguntó asustada con lo que podía encerrar sus palabras.

Alba no respondió solo la miró con intensidad, analizando cada inflexión en la voz de Natalia que se debilitaba por momentos, a medida que intentaba adivinar aquello que tanto temía.

- Alba, respóndeme, ¿quieres decir que...? - no se atrevió a expresar en voz alta sus pensamientos.

- Quiero decir que no quiero ser una carga para ti. Quédate en tu clínica.

- ¿Una carga? pero... ¡qué tontería es esa! - exclamó visiblemente aliviada. Convencida de que con aquellas palabras Alba pretendía decirle que cortaba con ella.

- ¿Tontería? sí, digo tonterías, será por el golpe en la cabeza – su tono irónico impacientó a Natalia.

- Alba... por favor... no puedo estar mucho rato y yo... yo solo quiero que sepas que yo... me he pasado todo el día pensando en ti... preocupada, que... yo... que no quiero que pienses esas cosas, tú para mí eres...

- ¿Qué soy para ti? - la instó al ver que se callaba.

- ¿Qué? - Natalia parecía distraída.

- Me has oído.

- No - la miró desconcertada y Alba se extrañó, era imposible que no la hubiese oído.

- Dime qué soy para ti - repitió observándola con atención.

Natalia sonrió e hizo un nuevo intento de cogerla de la mano, pero Alba se zafó por enésima vez.

- Eres lo mejor de mi vida – respondió tras un breve silencio – y he pasado mucho miedo, ¡mucho!

- ¿Y por qué será que no te creo?

- Créeme - dijo con vehemencia.

- Me cuesta bastante Nat. De hecho, no te creo.

- Alba... ¿a qué viene todo esto? ¿sólo porque he llegado tarde? no pude ser por eso, hay algo más ¿verdad? tu madre te ha contado lo de la rueda de prensa, ¿es eso?

Alba se quedó mirándola fijamente, no esperaba que saliera de ella hablarle del tema y menos que lo hiciera con tal descaro. Natalia tomó aire y, aunque no quería revelarle en esos momentos el motivo fundamental por el que había dicho aquello, ya habría tiempo cuando Alba estuviese recuperada, se decidió a tranquilizarla al respecto.

- Esa rueda de prensa tiene una explicación...

- ¡Qué ven mis ojos! ¡la pareja más linda del Central! - Héctor estaba a los pies de la cama y ninguna se había dado cuenta de su presencia – ¡cuánto os eché de menos!

- Hola Héctor – Natalia lo miró con una tímida sonrisa y en cierto modo aliviada de verlo allí.

- Y vos ¿qué hacés aquí a estas horas? ¿lo sabe Javier?

- Sí, ha sido él quién me ha dejado pasar.

- Ahhh, veo que vuelven a ser amigos – mostró su satisfacción.

- Sí, amigos – respondió sin intención de dar explicaciones. Alba la miró extrañada por ese tono.

- Solo venía a ver como estabas – se dirigió a Alba - pero, ya veo que muy bien acompañada. Las dejo solas, estoy de guardia esta noche si necesitan algo, estoy en Urgencias.

- Gracias Héctor – respondió la enfermera.

- No me alteres a Alba necesita descansar y la hora de visita... pasó hace rato.

- Es solo un momento, ya me voy – le dijo.

- Sí, tenés mala cara y llevás aquí todo el día, también tenés que descansar, no vayan a enfermar las dos – le sonrió e hizo ademán de marcharse, pero se volvió – esto... Nat, esta mañana no pude pararme mucho, quería tomar un café con vos, pero cuando terminé con Laura entré en quirófano otra vez, y no pude, y luego me dijeron que habías salido a comer.

- Sí, tenía una comida de trabajo.

- Pero si mañana volvés a estar aquí todo el día...

- Sí, Héctor mañana nos tomamos un café – aceptó con impaciencia.

- Bueno las dejo, pero nada de alteraciones – les guiñó un ojo y se alejó.

Alba miro a Natalia y a la pediatra le pareció que enrojecía levemente.

- ¿Estuviste aquí esta mañana? - su tono se había vuelto mucho más suave y sus ojos manifestaban sorpresa y Natalia diría que incluso algo de alegría.

- Sí.

- Pero... ¿cuándo?

- Me vine en cuanto me enteré - reconoció.

- Pero... - sus ojos parecían pedirle una explicación que no llegaba - y... ¿por qué... por qué no has dicho nada antes cuando...? ¿por qué no entraste a verme?

- Pues... porque... Javier no me lo permitió, he tenido que... convencerlo para que me deje pasar ahora.

- Pero... si has estado toda la mañana y te fuiste a la hora de comer... ¿por qué no entraste a la hora de la visita?

Natalia se encogió de hombros y guardó silencio.

- Nat...

- ¿Qué más da Alba? lo importante es que estoy aquí, que tú has tenido mucha suerte y que muy pronto estarás bien.

- Sí importa. ¿Por qué entró Claudia? estabas con ella ¿verdad?

- Sí, me vine con ella.

- ¿Ha sido mi madre? – le preguntó directamente, las evasivas de Natalia ahora solo le marcaban un camino muy diferente al que antes imaginó, Natalia no quería hacerla sufrir, ni que se preocupase por la actitud de Rafi – contéstame, ¿ha sido mi madre?

- Está preocupada por ti y por el daño que yo pueda hacerte. Y... es normal que lo esté, no lo hicimos muy bien cuando tú y yo...

- Nat... - eso ya lo sabía ella, lo que querría escuchar era si su madre le había impedido verla - ¿mi madre no te ha dejado pasar?





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