La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 98

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By marlysaba2


Natalia guardó todo en su maletín y se dispuso a abandonar el despacho.

- Alba – la cogió de la mano – te voy a llamar, ¿de acuerdo? pero... no lo hagas tú. Allí, no estaré sola y...

- Vale – aceptó con resignación, se inclinó y la besó en los labios – buen viaje, ten cuidado y habla con Isabel y... que todo vaya bien.

- No te preocupes – le sonrió débilmente, franqueándole el paso – sé lo que tengo que hacer.

- Ya lo sé, pero...

- Tengo prisa Alba. Ya te llamo – la cortó tajante y accionó la silla alejándose de ella.

- ¡Espera! te acompaño al coche.

- Voy al despacho de Cruz, tengo que dejarle unos papeles y mi agenda.

- Bueno pues... adiós.

- Adiós – respondió perdiéndose en el interior del ascensor.

La enfermera permaneció allí parada, con la sensación de que estaba metida en una espiral de la que no iba a lograr salir nunca y que cada vez la angustiaba más.



...................



Alba llegó a la Terminal de Barajas pasadas las ocho de la tarde. El vuelo de Natalia tenía previsto su aterrizaje a las nueve en punto, pero ella había querido llegar con tiempo de sobra. En los días que Natalia había permanecido en Sevilla apenas había podido tener contacto con ella a pesar de su promesa de llamarla y mandarle mensajes. Por eso cuando esa misma mañana no fue el despertador el que la hizo abrir los ojos sino una llamada de Natalia, Alba se preocupó. Natalia fue escueta, no podía hablar mucho, pero le comunicó que regresaba esa misma noche y que le gustaría que fuera a recogerla al aeropuerto. Alba no lo dudó y le prometió estar allí.

Había pasado el día imaginando todo tipo de posibilidades. Le resultaba extraño que Natalia regresase en viernes, pero ni siquiera había podio preguntarle al respecto. Tenía la sensación de que estaba seria y preocupada y eso la hacía sentirse angustiada. La incertidumbre planeaba sobre su cabeza, ¿y si Natalia se lo había pensado mejor y quería seguir con su mujer? Las dudas la mantuvieron irritada y nerviosa durante todo el día. Deseaba verla, abrazarla, cenar con ella... Quizás le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza y Natalia solo tenía las mismas ganas que ella de verla. Quizás solo pretendía compensarla por esos días de silencio y alejamiento. Apenas había sido capaz de probar bocado a la hora de comer. Y había pedido salir un poco antes, llevaba dándole vueltas a una idea y esperaba que le saliera bien. Fernando no pareció muy convencido, pero para su sorpresa Adela se puso de su parte y la apoyó, asegurando que ella podía encargarse de todo sola.

Cuando llegó a casa corrió a la ducha y se plantó ante el armario con la intención de vestirse de forma especial para la ocasión, quería que Natalia reparara en ella, despertar su deseo en cuanto posara sus ojos en su cuerpo, que sintiera lo especial que era, aunque cabía la posibilidad de que la pediatra solo quisiera verla un rato mientras la dejaba en casa. Volvió a desechar la idea, no la haría ir hasta el aeropuerto solo para eso. Sabía que no debía tener motivos, pero no podía evitar sentir celos de Ana, a fin de cuentas Natalia se casó con ella. Hacía frío, aún no había terminado el otoño, pero la temperatura había bajado bruscamente en un par de días.

Y allí estaba paseando de un lado a otro de las llegadas nacionales, excitada por el encuentro, sintiendo cosquillas en el estómago y sin saber por qué tenía aquella sensación tan extraña de temor y nervios. Había decidido ponerse un jersey color chocolate y una camiseta blanca ajustada a sus pechos y una corta minifalda y ahora se arrepentía, convencida de que no estaba lo suficientemente atractiva. Además, a pesar de la calefacción, a pesar del abrigo que no había sido capaz de quitarse tenía frío. Demasiado frío. Intentó distraerse imaginando el encuentro y sonrió mecánicamente mirando por uno de los inmensos ventanales. Estaba deseando verla, y sentía que su cuerpo se revolucionaba pensando en lo que tanto anhelaba.

Miró el reloj, aún faltaba más de media hora para el aterrizaje. Seguía nerviosa y caminaba de un lado a otro en el lobby de la línea aérea. Se decidió a tomar algo en una de las cafeterías del aeropuerto, se sentó en un alto taburete y pidió una tila, tenía que controlar esos nervios. El camarero se la sirvió con una sonrisa.

- ¿Miedo a volar? – le preguntó amable – no se preocupe que es el medio de transporte más seguro.

- No lo dudo.

- Lo digo en serio, las estadísticas demuestran que...

- ¡No me da miedo volar! – casi le gritó, ¡por qué no la dejaba en paz aquel pesado? Ella solo quería tomarse su tila en paz.

El chico apretó los labios desconcertado ante su brusca reacción y Alba se vio obligada a decir algo.

- Perdona, no me da miedo volar solo... - pensó decirle que estaba nerviosa porque esperaba a alguien muy importante en su vida y temía que lo que tuviera que decirle no fuera lo que quería escuchar, pero ¿por qué tenía que contarle su vida a un desconocido - solo me da miedo lo que los aviones transportan.

- Eh... claro... claro... tengo trabajo – le dijo lanzándole una mirada de temor, ¡menuda loca! eso te pasa por darle charla a cualquiera que se sentaba en la barra.

"Menudo pesado", pensó Alba cuando escuchó la voz anunciando la llegada de su vuelo, algo dentro de ella se revolvió inquieto y sin pensárselo dos veces saltó del taburete taza en mano, ¡tenía que recibir a Natalia! el camarero que no le quitaba ojo corrió tras ella.

- Señora, señora, ¡la taza!

- Disculpe – se la entregó enrojeciendo.

- Se deja esto - le tendió el abrigo.

- Gracias.

- ¿Enamorada no?

"Vaya esta vez el pesado ha acertado", pensó

- Pues sí, ¡mucho!

- Invita la casa y ¡suerte!

- ¡Gracias! – enrojeció del todo, se marchaba sin pagar y sin ni siquiera darse cuenta.

La enfermera permaneció allí parada, con la sensación de que estaba metida en una espiral de la que no iba a lograr salir nunca y que cada vez la angustiaba más.

Alba se dirigió a su encuentro, lo que en un principio le había parecido una excelente idea, ahora, a escasos minutos de reencontrarse con ella, y a escasos minutos de revelarle la sorpresa, no estaba tan segura de que esa idea que creyó brillante lo fuera tanto. El grado de excitación era tal que sus manos temblaban incontrolables. Un sudor frío recorría su espalda, se dijo que era tonta por estar así, pero no podía evitarlo, Natalia volvía de ver a Ana, ¿y si esa visita la hacía cambiar de idea? enfrentarse a su mujer, a sus suegros y a sus propios padres que la presionarían para hacer lo correcto, la hacían estar al borde de la histeria.

La buscó entre la multitud, por un momento incierto, le dio por pensar que no estaría allí, que habría decidido permanecer junto a Ana, comenzó a pasear de un lado a otro, intentando disimular la inquietud que sentía. Cuando volvió a mirar, allí estaba Natalia, frente a ella y dirigiéndose con prisa y habilidad a su encuentro. ¡Estaba preciosa! a pesar del ajetreo que llevaba, de la falta de sueño y de sus incipientes ojeras, Natalia estaba imponente. Sintió un punto de excitación y permaneció fascinada observándola. Natalia llegó hasta ella y casi como una autómata se agachó, fundiéndose en un sentido abrazo que supo a poco a ambas, las dos se necesitaban y se echaban de menos. Alba no puedo contenerse y, casi imperceptiblemente, rozó sus labios contra los de ella, un roce fugaz, que pasaría desapercibido a cualquiera pero que produjo una corriente eléctrica en las dos. Alba suspiró levemente, estaba completamente llena de deseo, la besaría allí mismo, aunque sabía que no debía. Sus miradas se lo dijeron todo. Natalia parecía ligeramente sorprendida ante la efusividad pública de la enfermera, pero no solo no protestó, sino que correspondió con una discreta caricia, introduciendo una mano por el abrigo de la enfermera, rozando la piel de su costado por debajo de la camiseta.

- ¿Cómo está Ana?

- Mejor, todo ha ido bien. Si sigue así la semana que viene la mandan a casa.

- Entonces... ¿has podido hablar con ella?

- No, Alba, no he hablado con ella – respondió con hastío – no me ha parecido que fuera el mejor momento.

- Bueno... no te preocupes...ya habrá ocasión, yo puedo esperar todo lo que haga falta – le sonrió haciéndole una carantoña y Natalia le devolvió la sonrisa.

- Gracias – suspiró clavando sus ojos en los de la enfermera que la observaba anhelante - ¡Está tan delgada! Y tan desmejorada – suspiró – y ¿tú? ¿estás bien?

Alba asintió mirándola sin decir nada. No hacía falta. La tomó de la mano y la condujo camino del exterior. Hablaron de trivialidades, cómo habían bajado las temperaturas en esos días, lo vacío que estaba el aeropuerto... Mientras y con discreción se acariciaban con los dedos, diciéndose lo que tanto deseaban y tanto habían esperado pero que ninguna se atrevía a exteriorizar abiertamente.

- Nat...

- Alba...

- Está visto que siempre decidimos hablar en el mismo momento.

- Se ve que sí – sonrió - ¿has venido en coche?

- Sí, lo tengo en el parking.

Se dirigieron hacia allí en silencio. Alba se sentía flotar a su lado. Natalia no había rechazado su mano ni siquiera cuando un chico lanzó una fotografía que por un momento les pareció dirigida a ellas. La pediatra se detuvo a mirarlo con descaro, no le extrañaría que la prensa anduviera por allí, no sería la primera vez. Pero pareció no darle más importancia y continuó aferrada a la mano de Alba camino del aparcamiento. La enfermera estaba en una nube, sentía unas enormes ganas de besarla, de lanzarse a sus brazos, pero al mismo tiempo temía su respuesta, Natalia llevaba unos días duros, acababa de aterrizar con lo poco que le gustaba volar e imaginaba que estaría cansada.

- Este es – dijo Alba sacando las llaves del coche.

- ¿Y este coche? – preguntó al ver un gigantesco monovolumen de cristales ahumados - ¿de dónde lo has sacado?

- Cuando me dijiste que te recogiese... se me ocurrió una idea.

- ¿Qué idea?

- Laura está en el apartamento, a tu casa no podemos ir y yo me muero por besarte, por acariciarte, no soporto estos días sin poder ni rozarnos, ¡te echo de menos Nat!

- Y yo a ti - exclamó con un brillo especial en la mirada que se tornó burlona.

- Ya sé que vienes de ver a Ana, que estarás cansada y que no es la mejor de las ideas, pero – se agachó y le susurró al oído - ¡te deseo! Nat, ¡te necesito! Y necesito saber que tú también... me deseas.

- Pero... no pretenderás que... ¿en el coche?

- Sí – sonrió ayudándola a subir y cuando se giró hacia ella, la apretó allí mismo contra el coche y la besó como había deseado hacerlo – nadie podrá vernos.

- Pero ¡Alba! – protestó no solo por lo incómodo que podía resultar sino porque, tenía razón, acababa de dejar a Ana y... no podía evitar un sentimiento de culpa que la asfixiaba, aunque al mismo tiempo deseaba a Alba con locura.

- Ya sé que llevas unos días horribles, y que no es lo que estás acostumbrada, pero te deseo, te deseo mucho y estoy harta de largas – le dijo leyendo sus pensamientos.

- Cariño... yo también te deseo, ¡no sabes cuánto! Pero... aquí... y... acabo de volver y....

- Aquí... va a ser... diferente... – le susurró insinuante – aunque si no quieres – cedió con un tono de decepción.

- ¡Claro que quiero! – exclamó besándola apasionadamente.

Alba estaba tan excitada, llevaba tantos días imaginando el momento de volver a estar con ella que sintió que inmediatamente se humedecía solo por besarla y que la punzada de su bajo vientre crecía desbocada. Sentía que todo su cuerpo palpitaba, inquieto, y que esas palpitaciones tenían un epicentro que reclamaba atención con insistencia.

Dejó a Natalia sentada en el asiento de atrás. Cerró la puerta y miró a uno y otro lado. Apenas había vehículos estacionados a su alrededor. Por algo había escogido una de las plazas más alejadas de la zona de entrada. Con rapidez entró en el coche por la otra puerta. Natalia la observó entre temerosa y también excitada. Alba sonrió y Natalia le devolvió la sonrisa casi por inercia. No estaba convencida de querer aquello, pero no pudo dejar de besarla con cierta desesperación que Alba captó al instante.

- ¿Ocurre algo?

Natalia negó con la cabeza y volvió a besarla. Llevaba mucho tiempo sin sentir sus besos y sus caricias y la necesitaba, la necesitaba mucho. La enfermera a pesar de su deseo supo que Natalia no era del todo sincera, pero se entregó al juego de caricias y besos con gusto. Esas caricias se fueron convirtiendo cada vez en más atrevidas, en un intento de traspasar las barreras que les ponía la ropa. Natalia desabrochó los botones del abrigo de Alba e introdujo con suavidad y lentitud sus manos por debajo del jersey, acariciando sus costados, mientras sus bocas no dejaban de buscarse. Alba sentía que estaba a punto de estallar y en un rápido movimiento se situó sobre Natalia, besándole el cuello y la oreja como a ella le gustaba. La pediatra reaccionó echando la cabeza hacia atrás, se mordió el labio inferior y dejó escapar un pequeño gemido.

- Alba, Alba – la frenó de pronto – espera, espera un momento.

La enfermera se detuvo y la besó suavemente en los labios. Sabía lo que le ocurría y llevaba esperando que la detuviera desde hacía unos instantes. Mucho había tardado.

- ¿Qué pasa? – se mostró inocente.

- Que yo... que... que no... verás no es que... no... es que...

- Nat – rió abiertamente y sus ojos brillaron traviesos - ¿no te apetece?

- No es eso, es que... acabo de llegar y... vengo directamente del hospital y... que yo entiendo que tú pero que... ¡es un coche! ¡y en mitad de un aparcamiento! - exclamó al fin – ¡qué no somos dos crías!

- ¡Aleluya! – se mofó inclinándose sobre ella, besándola con tanta pasión que Natalia se estremeció por completo, ahora sí que el deseo se apoderó de ella por completo. Alba siempre sabía qué hacer para que olvidara todo lo que se decía.

- Vamos a mi casa – jadeó Natalia deseosa, comprendiendo el juego de Alba.

- ¿A tu casa? – preguntó con fingida incredulidad, era lo que llevaba tanto tiempo deseando escuchar.

- Sí – gimió ante los repetidos besitos que Alba no dejaba de darle en la base del cuello – vamos a mi casa – repitió – a estas horas solo está Evelyn.

- Pero ¿estás segura?

- ¡Segurísima! Allí estaremos mucho más cómodas.

- Pero si Evelyn se entera...

- ¡Qué se entere!

- ¿Y las cámaras? casi prefiero un aparcamiento que estar en tu dormitorio sabiendo que...

- Solo están en el exterior. Me negué a que las hubiera dentro de casa.

Alba sonrió.

- ¿Entonces... esto va a ser oficial?

- ¡Calla ya! – ordenó llena de deseo perdiéndose en su boca – si vas por donde te digo en media hora estaremos allí.

- Unmmm, ¿tendrás algo para cenar?

- ¿No te basto? – preguntó insinuante.

- Nunca me ha gustado empezar por el postre – sus ojos bailaban divertidos y Natalia sonrió de verla contenta.

- Algo habrá, pero tendrás que cocinar tú. Le dije a Rosa que podía tomarse estos días libres.

- Te sorprenderé – elevó las cejas y bajó del coche.

Luego ayudó a Natalia a hacer lo propio y situarse de copiloto, ocupando a continuación el asiento del conductor.

- ¡Qué cabezona eres! podía haber ido perfectamente atrás.

- Odio conducir como si fuera tu taxista.

- Boba, solo era para llegar antes.

- Tampoco hemos perdido tanto tiempo – sus ojos la acariciaron con dulzura y Natalia volvió a sentir un estremecimiento especial que la hacía sentirse tremendamente culpable. La imagen de Ana surgió del fondo de su mente, allí tumbada en la cama, llena de tubos y con una mirada tan opuesta a la de Alba. No podía evitar la culpa, pero cada día estaba más decidida a romper con todo y dedicar su vida a Alba a hacerla feliz como le prometió a Germán. ¡Pero era todo tan complicado!

- ¿Qué pasa? ¿tanto te ha molestado? – Alba intentó interpretar esa expresión entre seria y angustiada.

- No – dibujó una forzada sonrisa – anda, arranca, que estoy deseando llegar a casa y darme una ducha.

Alba obedeció. Hicieron el camino casi en silencio. La excitación de ambas flotaba en el ambiente. Natalia cogió la mano de la enfermera que descansaba en el cambio de marchas y la miró con devoción.

- Deberías hacer estas cosas más a menudo.

- ¿Qué cosas?

- Obligarme a olvidarme de todo, cuando estoy contigo... no sé qué me pasa, pero...

- ¿Pero qué?

- Que todo parece sencillo.

- Es que lo es Nat.

- ¡Dios! acelera que estoy deseando llegar.

Alba soltó una carcajada y desvió un segundo la vista hacia ella.

- Yo también estoy deseando, pero... antes tendremos que hacer otras cositas ¿no?

- No.

- ¿No me vas a enseñar tu casa?

- Es una casa.

- Ya Nat, pero... según Laura.

- Dormitorios, despacho, salón, biblioteca, cocina, baños, y piscina.

- Y gimnasio.

- Está en la piscina.

- Pero... ¿es cubierta?

- Una, la otra no.

- ¿Y no me lo vas a enseñar?

- Ya veremos – la miró con deseo – primero... tendrás que ser buena conmigo que vengo muy cansadita.

Alba rió con ganas y se concentró en la conducción. Natalia le daba indicaciones precisas y como había asegurado en media hora estuvieron ante la garita de entrada a la urbanización. Natalia habló con el guarda de seguridad y la baliza se levantó. Alba se sintió especialmente nerviosa, iba a ir por primera vez a la casa de Natalia y poco a poco entendía todo lo que Laura le había contado. No solo habían ido siguiéndola desde que salieron del aeropuerto, sino que allí ya había apostado un coche frente a la casa que Natalia le había indicado como la suya. Cuando traspasaron la verja de entrada, tras hablar por el interfono y que Evelyn les franqueara la entrada, Alba se asombró de lo largo que era el camino hasta la mansión, porque aquello no parecía una casa normal y corriente. El camino iluminado por tenues farolas dejaba adivinar a ambos lados unos jardines enormes y más allá la oscuridad de lo que parecía casi un bosque. La enfermera vio como dos hombres paseaban a ritmo lento alrededor de la casa y se sintió cohibida. Sabía que Natalia la estaba mirando de reojo. No sabía qué decir y optó por guardar silencio.

El edificio se elevaba majestuoso frente a ellas. Una pequeña escalinata de entrada y una rampa a la izquierda que resultaba evidente se había realizado con posterioridad. La puerta se abrió apenas el coche se detuvo. Alba reconoció a Evelyn que llegaba con cara de pocos amigos y descendió del vehículo con rapidez dispuesta a ayudar a Natalia.

- Buenas noches – las saludó la detective a lo que ambas respondieron con prontitud.

Alba no tuvo tiempo de nada más, un perro de gran tamaño se abalanzó sobre ella y casi la tira si no lo hubiera dejado pasar.

- ¡Thersi! – Natalia reía y acariciaba al animal mientras Alba observaba con incredulidad como hablaba con él e incluso le daba un par de pequeños besos.

- No sabía que tuvieras perro.

- Perra, se llama Thersi, y... creo que te lo dije en Jinja ¿no?

Alba se encogió de hombros. No lo recordaba. Evelyn se había mantenido a una prudente distancia, pero tras dejar unos segundos en los que Natalia no dejaba de acariciar a su perra, la detective se acercó

- Nat...

No tuvo que decir nada más. La pediatra la miró y asintió.

- Ya voy. A ver Thersi, bonita, déjame pasar – le pidió accionando la silla y cerrando la puerta del coche.

- ¿Cómo no nos...?

- Lo siento, Evelyn – la interrumpió sin dejarla terminar. Alba la miró sorprendida, ¿ya sabía lo que iba a decirle? – pero no he podido avisar antes.

- Es muy importante que cumplas las normas. Si se acostumbran...

- Ya lo sé. Ya sé que no debe venir casi nadie a casa y que no deben entrar vehículos nuevos. Pero ha sido de improviso y...

- No podemos protegerte si no colaboras.

- Lo sé, y lo siento, pero esta noche Alba será mi invitada – respondió seca subiendo con rapidez la rampa. Molesta con la situación, no le agradaba que Alba viera todo aquello, quizás no había sido tan buena idea ir allí.

- ¿Esperas a alguien más?

- No. Puedes poner la alarma.

Alba asistía a la conversación con incomodidad. Ni con todo lo que le había contado Laura podía haberse imaginado algo así.

- Buenas noches, Evelyn – le dijo Natalia con la intención de que las dejara solas.

- Nat...

- Estaremos en la cocina y en mi dormitorio.

- ¿Hay que preparar alguno más?

- No. Solo estaremos en esas habitaciones.

- Sabes que...

- Sí, sí... ya sé que es por nuestra seguridad.

Alba observó a Natalia con lástima. No le gustaba sentir eso por ella, pero no podía evitarlo. Natalia parecía nerviosa y hastiada. Se adelantaba a todo lo que Evelyn pensaba decirle y lo peor de todo era que no erraba en sus apreciaciones. Natalia vivía en una cárcel de extremo lujo. ¿Ni siquiera podía moverse por ella con libertad sin dar el parte?

¡Ahora comprendía lo que le contó Laura del día que intentó salir al jardín en plena noche!

La enfermera vio con agrado que Evelyn desaparecía por un pasillo lateral y las dejaba solas, no sin antes seguir insistiéndole a la pediatra para que cumpliera las normas de seguridad.

- ¿Cenaremos con ella?

- No – Natalia sonrió por primera vez - cenaremos solas.

Alba le devolvió la sonrisa aliviada y permaneció frente a ella, esperando que le dijera hacia dónde ir, pero Natalia estaba tan inmóvil como ella y la observaba con cierta preocupación.

- Lo siento – dijo al fin haciendo una leve inclinación de cabeza hacia el lugar por el que Evelyn había desaparecido – es seria pero muy competente.

- Me alegro de que esté contigo. Esto parece muy grande para una sola persona – reconoció en voz baja lo que llevaba pensando desde que cruzara la verja de entrada, sin dejar de recorrer con la vista el sin fin de puertas y pasillos que salían del ese distribuidor principal.

- Lo siento, Alba - repitió.

- ¿Por qué? – sonrió, acariciándole disimuladamente el hombro a pesar de no haber nadie presente – me gusta tu perra – le susurró.

- Ven.

Natalia le indicó que la siguiera por un largo pasillo.

- Ah, y... una cosa... no tienes que hablar tan bajo – rió - No hay nadie a quien puedas molestar. El servicio libra.

Alba no respondió y sonrió andando tas ella. Fueron dejando atrás puertas y más puertas de habitaciones que permanecían cerradas. Estaba claro que Natalia no pensaba enseñarle la casa, aunque después de la conversación que había mantenido con Evelyn casi lo entendía. Iban en silencio. Alba impresionada con aquellos techos altísimos, con aquella amplitud de todo y con ese pasillo que parecía no tener fin. Natalia observó con disimulo que Alba retenía sus pasos y abría los brazos en mitad del pasillo comprobando que era incapaz de tocar las paredes con ambas manos.

- Es más ancho de lo normal por la silla – le explicó y Alba enrojeció.

- Ya... - respondió siguiéndola.

Alba se sentía más calmada. Todo aquello la tenía casi sobrecogida y la idea de echarse en brazos de Natalia nada más traspasar la puerta se había esfumado de su mente. La pediatra la condujo hasta su dormitorio. Alba abrió la boca de par en par en cuanto puso un pie en él. ¡Era enorme! y la cama también, juraría que al menos era cuatro veces mayor que la pequeña de Jinja. A su mente regresó la imagen de las dos bañándose en el río y a Natalia diciéndole que echaba de menos una buena cama, nunca hubiera imaginado que se refería a algo así. Pasó la vista por toda la estancia, en un rincón una mesa de trabajo, rodeada de altísimas estanterías llenas de libros, se preguntó cómo Natalia alcanzaría a cogerlos, delante del ventanal una mesa de comedor y cuatro sillas, parecía que todo estaba dispuesto para que, si Natalia lo deseaba, ni siquiera tuviera que salir de allí, se fijó en que más allá había también un par de cómodos sillones o eso aparentaban y...

- ¿Qué? ¿qué te parece?

- Enorme.

- Horrible querrás decir.

- No. Es solo que... no parece un dormitorio.

- ¿Entiendes ahora por qué no quería que vieras esto?

- No sabía que te gustaba... este tipo de...casa, tú y yo...

- Tú y yo teníamos un piso grande, pero... un piso al fin y al cabo.

- Sí. ¿Por qué lo dejaste para venirte... aquí?

- ¿Tú que crees? – su mirada se endureció levemente, Alba la estaba juzgando, pero los ojos ávidos y limpios de Alba le dijeron que solo sentía curiosidad – no era capaz de vivir allí sin ti. Todos me recomendaron que dejara el piso, sobre todo... por... porque me ayudara a... a olvidarte y dejar de beber. Y luego... comenzaron las pintadas y... no fui capaz de seguir allí.

- Ya, pero... esto – paseó su brazo alrededor del dormitorio – es... tan... diferente.

- Pues ya ves – suspiró sin dar más explicaciones, ¿para qué? intuía que iba a ser incapaz de comprenderla, de comprender el pánico a las primeras amenazas, el pánico a que alguien entrase dispuesto a cumplirlas, el pánico a la soledad, a lo desconocido, allí al menos tenía un servicio que llenaba la casa de voces. No creía que Alba la entendiera, que comprendiera por qué se dejó comer el terreno por sus padres ni que a duras penas seguía luchando a diario por reconquistarlo...

- Nat... perdona yo... no quiero que pienses que...

- Esa puerta de ahí es el baño por si quieres entrar antes. Yo voy a darme una ducha – la cortó. No quería escuchar sus disculpas, entre otras cosas porque sabía que Alba tenía razón en todo lo que pensaba y callaba. ¡Toda la razón!

- ¿Una ducha?

- Sí – le sonrió afable, no quería que pensase que se había molestado - La necesito, vengo directamente del hospital y... - calló lo que iba a decir y se acercó a la puerta por la que entraron - si sales por aquí y sigues pasillo adelante, la cuarta puerta a la derecha es la cocina. A ver si es verdad que eres capaz de sorprenderme.

Alba sonrió. No le hacía ninguna gracia moverse por esa casa. Le daba aprensión la sola idea de ir pasando por tanta habitación cerrada.

- ¿No me acompañas? Creo que no voy a saber dar con ella, además... ¿puedo salir de aquí sin comunicárselo a Evelyn?

- No seas irónica que bastante tengo ya encima.

- No pretendía serlo.

- Puedes salir e ir donde quieras, pero... - volvió a guardar silencio - venga... te acompaño, vaya a ser que te pierdas y Evelyn se mosquee – se dirigió hacia la puerta y la abrió.

- Espera.

- ¿Qué?

Alba llegó junto a ella y empujó la puerta cerrándola. Se agachó, apoyándose en los brazos de la silla y acercó su rostro al de ella, Natalia supo que iba a besarla y deseó ese beso con toda su alma.

- Pasa de Evelyn – le susurró la enfermera – yo pienso hacerlo – sonrió traviesa – y... me encanta estar contigo, me da igual dónde.

Luego hizo lo que Natalia esperaba, besarla con tanta pasión y tanto amor que la pediatra sintió de nuevo un fuerte estremecimiento.

- Esto es lo que me provoca tu casa – sonrió picarona - y ahora, vamos, enséñame dónde está esa cocina.

Alba seguía a Natalia sin dejar de mirar a uno y otro lado, la pediatra se encargó de abrirle un par de puertas e indicarle dos baños más, la biblioteca y el salón, por si quería hacer uso de ellos. La decoración moderna y muy funcional, en la que no faltaba detalle la tenía extasiada. Pero sobre todo se detuvo asombrada al pasar por una de las habitaciones, posiblemente de las más pequeñas de la casa y la más acogedora, un piano se erigía en el centro de la misma y Alba frenó a Natalia señalándoselo.

- ¡Es precioso!

- Sí, es un Steinway & Sons de los mejores, me gusta porque tiene uno de los sonidos más dulces. Ya sé la mayoría considera que los mejores del mundo son los Yamaha, pero qué quieres que te diga a mí me parece que los pianos japoneses suenan demasiado metálicos. Mi gusto es más clásico.

Alba hacía unos segundos que la miraba perpleja con su explicación.

- Pero... tú.

- Sí – sonrió - lo toco yo.

- ¡¿Tocas el piano?!

- Sí – Natalia la observaba realmente divertida, esa expresión en su rostro era una de las cosas que siempre la atrajeron de ella. Por cosas así de simples y en momentos como ese era cuando estaba segura de que la amaba.

- Nunca me lo dijiste.

- Bueno... no saldría el tema.

- Pero cómo...

- Una señorita de buena familia tiene que tocar un instrumento y... escogí el piano.

- ¿Tocarías para mí?

- Hace mucho que no lo hago Alba.

- ¿Por qué? me parece maravilloso.

- En otra ocasión, ¿vale? – la miró con tristeza.

- Vale – aceptó sin preguntar el motivo de ese cambio de humor.

- Esta es la cocina – entró y le señaló al fondo – allí está la nevera, hay de todo y allí – señaló al lado contrario - la despensa, en este armario abrió una puerta a su altura – tienes todo lo que puedes necesitar de utensilios y ahí encima...

- Ya veo – la cortó mirando un pequeño expositor lleno de especias – joder es... ¡impresionante!

- No está mal. Como verás aquella zona de allí no tienes que usarla.

- Entiendo – miró hacia una pared donde había una encimera mucho más baja, todo a la altura de la pediatra.

- De vez en cuando me gusta cocinar.

- ¿De verdad? a ver qué día me haces algo.

- Ya habrá tiempo... Bueno... voy... voy a ducharme – balbuceó, cuando Alba la miraba de aquella forma se le olvidaba lo que iba a decir y solo podía perderse en la profundidad de sus ojos - Estás en tu casa.

- Nat... - la llamó cuando casi salía.

- ¿Sí?

- ¿Tienes mucha hambre?

- La verdad es que no.

- Entonces preparo algo ligero.

- Sí, mejor – miró el reloj comprobando que eran casi las doce de la noche – porque es un poco tarde.

- Bueno... pero mañana es sábado.

- Sí – suspiró – pero tengo una reunión temprano.

- ¿Mañana?

- Sí, por eso he vuelto.

- Creía que habías vuelto porque me echabas de menos.

- Por eso también – sonrió – pero no puedo faltar a esa reunión y... luego... podemos comer juntas, si quieres.

- ¡Claro que quiero!

- Puedes pasar aquí el fin de semana.

- ¿Todo el fin de semana? ¿en tu casa? – sus ojos brillaron alegres, no podía creer que Natalia desease que fuese así sin importarle que se enterase todo el servicio.

- Todo, yo... después de comer me iré y volveré el domingo y... puedes esperarme aquí.

- Espera, espera ¿cómo que regresas el domingo? ¿a dónde vas? Y... ¿cómo quieres que me quede aquí?

- Tengo... tengo que ir a Sevilla, solo para ver a Ana, voy, paso la noche y vuelvo y... me encantaría que estuvieses aquí, esperándome.

- Pero Nat... - no podía creer lo que le estaba contando, ella se había hecho la idea de pasar el fin de semana juntas después de que todos sus planes playeros se hubieran ido al garete con el estado de Ana.

- Bueno... ya hablaremos de eso, ahora... voy a ducharme.

- ¿Estás muy cansada?

- La verdad es que sí, un poco. Pero en cuanto me de una ducha soy una mujer nueva y... toda tuya – le guiñó un ojo y la dejó sola en la inmensa cocina.

Llegó al dormitorio y soltó la bandeja en la mesa que había junto al ventanal. Aún podía oír correr el agua en la ducha y sonrió pensando en Natalia, estaba claro que estaba disfrutando y recreándose en ella, siempre le había gustado eternizarse en el baño. Imaginó su cuerpo desnudo bajo el agua y volvió a sonreír, disfrutando del deseo que eso despertaba en ella. Aguardó unos instantes, sin saber muy bien que hacer. Pensó en desnudarse y meterse en la cama, pero siempre le había gustado el juego de la seducción y sobre todo que Natalia la desnudase poco a poco. El sonido del agua cayendo cesó y Alba sintió que su excitación crecía. De pronto, no fue capaz de esperar más. Se desvistió y se lió en una toalla que Natalia había dejado sobre la cama. Luego se dirigió a la puerta del baño, rezando para que estuviese abierta, porque no soportaba más aquella espera.

Posó la mano en el pomo y agudizó el oído, silencio absoluto. Con cuidado abrió la puerta con la intención de sorprenderla. Natalia estaba aún sentada en el banco interior de la ducha y se secaba las piernas con parsimonia. Alba permaneció contemplándola. Le encantaba hacerlo. Paseó sus ojos por su cuerpo, que se le antojaba perfecto. Ligeramente enrojecida por efecto del agua caliente, su pelo húmedo cayendo sobre sus hombros desprendiendo pequeñas gotas que resbalaban por su espalda y costados. Alba sintió crecer el deseo en ella y dejó escapar un leve suspiro.

Natalia pareció no inmutarse, pero sus labios dibujaron una sonrisa y continuó con lo que hacía. Alba se aproximó a ella situándose a su espalda, se inclinó, la rodeó con sus brazos y, retirándole el pelo besó su cuello.

- ¡Cuánto has tardado!

- ¿Me esperabas?

- Desde hacía rato – respondió girando la cabeza y apresando sus labios.

- Ummm, ¡qué bien hueles!

Alba se situó frente a Natalia y se despojó lentamente de la toalla. Provocándola. Logrando que los ojos de la pediatra siguieran con atención todos y cada uno de sus insinuantes movimientos. Las dos se regalaron sendas sonrisas. Sus ojos brillaban y sus cuerpos notaron los efectos de la excitación. Natalia cogió una de sus piernas y la pasó al otro lado del banco quedando a horcajadas sobre él. La enfermera avanzó lentamente y se sentó frente a ella. Podía sentir el calor emanar de todo su cuerpo. Alargó el brazo y accionó la ducha dejando que el agua corriera sobre ellas.

- No quiero que nos oigan.

- No pueden, pero... ¡me encanta la idea!

- ¿Sí? – preguntó insinuante.

- ¡Mucho! – respondió sin mover ni un músculo.

Alba sonrió y se aproximó sin tocarla, solo dejando un fugaz beso en sus labios. Luego se retiró y tras unos segundos en los que ambas dejaron crecer el deseo en un juego de miradas y sonrisas, Alba comenzó a pasear sus manos por el cuerpo de Natalia, con suavidad, reconociéndolo, apropiándose de él, otorgándole todo el tiempo que necesitaba. Natalia cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, dejando que las manos de la enfermera y el agua le produjeran una explosión de sensaciones. Cuando Alba estuvo segura de que había logrado su objetivo le dio la espalda, recostándose sobre pediatra que hasta entonces había permanecido completamente inmóvil, dejándola tomar la iniciativa.

Natalia recorrió con sus ojos centímetro a centímetro la espalda de la enfermera, que sentía esa mirada clavada en ella, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia ella. Alba sentía las manos de Natalia subir y bajar por sus costados, con lentitud, recreándose en cada roce, en cada caricia, hasta finalizar en sus pechos. Alba dejó escapar un leve gemido, seguido de un suspiro impaciente ante la espera a la que Natalia la estaba sometiendo y que ella deseaba. Sin embargo, Natalia se detuvo y con delicadeza comenzó a enjabonar el cuerpo de Alba que se dejó hacer cada vez más anhelante.

- Nat....

- Chist

Alba no dijo nada más. Las manos de Natalia la recorrieron sin dejar atrás ni un solo resquicio, logrando que la enfermera se estremeciera a cada instante y terminara abrazándose a la pediatra completamente fuera de sí. Natalia se detuvo y le besó repetidamente el cuello. Alba respiraba agitada, su pecho subía y bajaba con rapidez, y su nuca se clavó en la nuca de la pediatra elevando los ojos hacia ella, encontrándose con la mirada profunda y llena de satisfacción de la pediatra que sonreía, sabedora de su poder. Alba se elevó levemente buscando sus labios y se fundieron en un largo y profundo beso.

Instantes después Natalia cortaba el agua con una mano, mientras con el otro brazo mantenía rodeado el cuerpo de Alba.

- Vamos a la cama – le susurró al oído.

Alba salió de la ducha y comenzó a secar a Natalia, continuando con el juego de caricias, mientras la pediatra hacía lo propio con ella. Los continuos besos, los repetidos roces, las manos perdidas en el pelo de la otra mientras se secaban mutuamente, mantuvieron encendido el deseo. Una mirada llena de anhelo y agradecimiento, un beso repleto del amor que no era capaz de proclamar en voz alta, una mano firme que tomó la suya instándola a salir del baño y su voz susurrante diciéndole "vamos princesa", elevaron a Alba a un paraíso del que desearía no tener que salir nunca.

Las dos permanecían echadas de costado, frente a frente, propinándose pequeños besos, acariciándose con ternura y sonriendo levemente, en silencio. Natalia elevó su mano al pelo de Alba y la paseó por él.

- ¡Cuánto te ha crecido en estas semanas!

- ¿Ahora te fijas?

- No. Ahora te lo digo.

Alba sonrió y la atrajo hacia ella besándola de nuevo. De pronto el móvil de Natalia comenzó a sonar y la pediatra se incorporó con tal rapidez y agilidad que Alba se sobresaltó y tiró de ella.

- No lo cojas. ¡Son las tantas!

- Tengo que cogerlo – se zafó con habilidad temiendo que a Ana le hubiese ocurrido algo y sintiendo el peso de la culpa – puede ser Ana.

- Nat... - protestó echándose de espaldas en la cama contrariada, al ver que no le hacía caso y sintiendo que los celos se la comían por dentro.

Para cuando Natalia llegó a su bolso y cogió el aparato, éste había dejado de sonar. Miró con temor la pantalla y suspiró con cierto alivio.

- Era Cruz – le dijo exhalando un leve suspiro.

- ¿Cruz te llama a estas horas? ¿habrá pasado algo? – fue ahora ella la que se sentó en la cama.

- No creo, quedé en llamarla yo al llegar para concretar la hora en que nos veríamos mañana, pero... - enarcó las cejas acusadoramente – se me ha olvidado por completo.

- Vuelve a la cama – le pidió insinuante.

- Espera, voy a llamarla.

- Nat... ¡llámala mañana! – exclamó – ven aquí.

- Es solo un momento. Quiero asegurarme de que todo está bien.

No tuvo tiempo de hacer la llamada, el móvil comenzó a sonar de nuevo y Natalia respondió al instante.

- ¡Cruz! – exclamó – sí, sí, perdona lo olvidé – escuchó Alba la disculpa – sí estoy bien, no te preocupes – Natalia calló escuchando a su interlocutora – no, no me molestas aún estaba despierta – miró a Alba y le guiñó un ojo lanzándole un beso al aire que arrancó una leve sonrisa en la enfermera a pesar de que estaba molesta – claro sí, sigue en pie, mañana nos vemos – respondió a las palabras de la cardióloga – sí, no lo olvido – continuó - sí, estoy tranquila, mañana nos vemos Cruz – repitió deseando colgar – sí, sí, quiero terminar mañana con todo – miró de soslayo hacia Alba y bajó un poco el tono - ¡Sí! ¡con todo! – repitió con autoridad imprimiendo especial vehemencia a sus palabras – solo quiero que esté todo preparado – insistió y volvió al tono normal

- Gracias, Cruz. Hasta mañana

Alba había estado observándola con atención y sonrió al verla colgar.

- ¿Algún problema?

- No, ninguno – regresó junto a ella y se metió en la cama.

Alba se acercó y la abrazó, segura de que Natalia le ocultaba algo, pero sin ninguna intención de permitir que el trabajo ocupara ni un segundo de sus pensamientos esa noche.

- Te has enfriado.

- Sí – la besó suavemente en los labios - ven aquí y caliéntame – le pidió insinuante.

Alba rió y se arrebujó en ella.

- Nat... - suspiró - ¡te amo!

Como de costumbre la pediatra respondió con un tierno beso y comenzó a acariciarla, pero Alba notó que su mente ya no estaba allí con ella y optó por no cumplir con su primera intención.

- ¿Seguro que no pasa nada con Cruz?

- Seguro. Todo está bien.

- ¿Y tú? ¿estás bien?

- ¿Por qué lo preguntas?

- Porque... te he notado un poco cansada y distraída.

- Bueno... un poco cansada sí que estoy.

- ¿Deberíamos dormir? Si mañana tienes esa reunión...

- ¡No! no quiero dormir, quiero aprovechar estas horas... quiero besarte y... y quiero demostrarte que yo también te... - se calló clavando sus ojos en ella y Alba sonrió.

- ¿Tú también qué? – la instó burlona.

Natalia la silenció con un profundo beso, y Alba se dejó arrastrar por el calor de sus manos que ya la acariciaban, por el arrullo de las palabras que no había pronunciado pero que ella escuchaba cada vez que la miraba con esa intensidad, recostada sobre los almohadones, sonriéndole como solo ella sabía hacerlo. Se retiró un instante y sus ojos se encontraron, ambas entendieron el mensaje, estaban dispuestas a amarse de nuevo.

Envueltas en las suaves sábanas de seda negra que a Natalia tanto le gustaban, sintiendo el roce de la tela sobre sus cuerpos, entregándose a un nuevo juego de besos y caricias, adentrándose la una en la otra, vibrando y estremeciéndose a cada instante, escuchando sus respiraciones agitadas, sus gemidos y suspiros, buscándose con la mirada para asegurarse de los deseos de la otra, con la intención de colmarlos al instante, encontraron la unión que tanto habían echado en falta esos días. Natalia olvidó todos sus problemas y se centró en disfrutar y entregarse a Alba por completo, mientras la enfermera se sentía eufórica, plenamente satisfecha y feliz al comprobar que Natalia seguía perteneciéndole en cuerpo y alma.

- ¡Dios ¡Alba ha sido maravilloso!

- Si – respondió sin aliento.

Natalia la besó repetidamente, con calma, dejando reposar su mano sobre el corazón para sentir su latir vertiginoso. Luego, se acercó a su oreja y susurró.

- Cariño, sé que estos días... que... perdóname.

Alba elevó su mano para acariciar su mejilla y tranquilizarla.

- Chist, sabes lo que te prometí y quiero cumplirlo.

- Ya, pero... Alba... quiero que sepas que... que me gustaría ser capaz de... hacerte feliz de... cumplir tus deseos.

- Mis deseos están cumplidos. - Natalia sonrió abiertamente, halagada.

- Sabes a lo que me refiero.

- Sí, pero yo solo te deseo a ti. Solo eso.

Natalia comprendió perfectamente lo que quería decirle.

- ¿Por qué me dejas trabajar tanto?

- ¿Yo?

- Si, tú, deberías... cuidarme, reñirme y... obligarme a salir de ese despacho, obligarme a verme aquí contigo.

- ¡Pero serás...! ¡si cada vez que lo intento....! ¿te estás riendo de mí?

- ¡Si! – la atrajo de nuevo – quiero repetir esto todos los días – confesó en un susurro tras recrearse en un dulce beso.

- Claro, mi amor, todos los días – sus palabras se tiñeron de leve ironía.

- ¿No me crees? Es verdad. Tenemos que hacerlo, porque yo... yo no soporto más estar separada de ti.

- Ay, ¡me encanta cuando te pones así! – admitió siendo ahora ella la que la besó.

- No me crees – afirmó al ver su gesto burlón.

- Que si te creo. Pero reconoce, Nat, que no es posible. Mañana mismo te vas a una reunión y luego a Sevilla – le dijo observando como los ojos de Natalia se oscurecían – y te he pedido que te quedes aquí, pero ¡qué me has dicho? que sea yo la que me quede aquí, ¿te parece eso normal?

- Tienes razón, ahora mismo no es posible...

- ¿Y por qué no, Nat? acabas de volver, deberías descansar y quedarte aquí el fin de semana, si tienes que irte a Sevilla ya te vas la semana que...

- No puedo Alba – la cortó - no es que no quiera, es que no puedo, este fin de semana no puedo pasarlo contigo, aunque es lo que más deseo en el mundo.

- ¿Ves? no es que no te crea, es que sé cómo eres y que... siempre habrá algo que...

- Lo sé, lo sé – volvió a interrumpirla – no me lo repitas, sé que tienes toda la razón princesa, pero te prometo que tendremos muchos fines de semana juntas, ¡muchos!

- ¡Ojalá sea posible!

- Lo será, ¡te juro que lo será!

Natalia la besó de nuevo, con desesperación, intentando trasmitirle que sus palabras eran ciertas. Alba creía en ellas, creía que Natalia estaba convencida de sus promesas, pero no creía que le fuera a resultar tan fácil cumplirlas. Sin embargo, allí estaría ella para apoyarla y ayudarla. No quería cometer los mismos errores del pasado. Esta vez haría las cosas bien. Se abrazó a ella y le acarició la cabeza, introduciendo los dedos entre su pelo. Sus ojos se clavaron en los de ella. Natalia no necesitó palabra alguna. Alba la amaba, a pesar de todas las dificultades, a pesar de todos sus plantones, del poco tiempo que le dedicaba y le hacía sentir que ese amor podría con todos los obstáculos. Se besaron de nuevo y se acurrucaron dispuestas a entregarse al dueño. Confiando ambas en la fuerza de esa unión que las hacía sentir especiales. Sintiendo que se necesitaban, que deseaban estar la una junto a la otra, amándose, sintiéndose y apoyándose.

Natalia cerró los ojos con la alegría de saber que al abrirlos ella estaría allí, a su lado. Era una sensación extraña y reconfortante, encontrarse en el dormitorio en el que tantas veces había llorado, en el que tantas veces había dedicado recuerdos a ella, preguntándose qué sería de su vida, dónde estaría, si se acordaría de ella, y ahora la tenía allí, abrazada a ella, escuchando su acompasada respiración y sintiendo la fuerza de ese amor que le regalaba día a día y que la empujaba a luchar contra todo. Alba la estrechó aún más, como si estuviera leyendo sus pensamientos, convencida de que Natalia la amaba y segura de que no había marcha atrás, solo a su lado había vuelto a sentir esa felicidad que la hacía flotar, solo le faltaba que Natalia se decidiese a hablar con su familia y vivir con ella para que esa felicidad fuera completa. Se buscaron en la oscuridad y se besaron de nuevo, con la esperanza de que todos esos deseos y sueños se hicieran realidad cuanto antes.



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Alba entró en la Clínica cansada y de mal humor. El fin de semana se le había hecho eterno y no solo por las dos noches de guardia seguidas, sino por el deseo de que llegara la hora de volver a ver a Natalia, esperando una llamada o un mensaje que no se produjo. Por eso se decidió a ser ella la que llamase, pero la pediatra ni siquiera tenía el móvil conectado. Había tenido que contentarse con un escueto mensaje la madrugada anterior comunicándole que ya estaba en casa y que se metía en la cama.

Teresa no se encontraba en recepción, era temprano, y decidió soltar sus cosas en taquilla y pasar por la cafetería. Necesitaba un buen chute de cafeína que la espabilase. La recepcionista estaba sentada con cruz y Alba se acercó a ellas y pidió permiso para sentarse.

- Claro hija siéntate, ¿qué tal el fin de semana?

- Bueno... los he tenido mejores

- No tenías guardia ¿no?

- No. Pero... como al final no me he quedado aquí el fin de semana se la cambié a Mónica.

- ¿Y ha habido mucho trabajo?

- No, hemos estado muy tranquilos.

- ¡Eh! – Cruz levantó la mano llamando a Claudia y Vero que entraban juntas.

Alba frunció el ceño de inmediato, no soportaba a la psiquiatra y especialmente en ese día lo último que deseaba era verla, ¿es que esa mujer tenía que estar siempre alegre?

- En fin, yo voy que tengo que subirle la correspondencia a Natalia. Buenos días Laura – sonrió a la chica que entraba en ese momento.

- Buenos días – respondió uniéndose al grupo.

- No corras tanto Teresa si lo más seguro es que Nat llegue tarde, ha estado en Sevilla – le dijo Alba – y volvió tarde.

- Creo que esta vez de te equivocas, Nat está ya en su despacho – le reveló Vero sin borrar su sonrisa, pero con un deje de suficiencia que molestó inmediatamente a Alba.

- Además, Nat nunca ha llegado tarde por estar en Sevilla – recalcó Claudia – pero este fin de semana no iba, ¿no? – miró a Cruz esperando una confirmación que no llegó.

- ¿Ya está ahí? os dejo que entonces sí que me voy – Teresa, que permanecía en pie salió a toda prisa camino de la recepción.

- ¿Ya está en su despacho? – Cruz parecía sorprendida, aún más que la enfermera – había quedado con ella.

- Sí, acabo de verla y baja en un momento – respondió Vero – quiere tomarse un café conmigo.

Alba asistía a la conversación sin dar crédito a lo que escuchaba. Sus celos se dispararon. No entendía nada de lo que ocurría. Y sin importarle lo que pudieran pensar se levantó bruscamente dejando su café entero.

- Yo también os dejo. Hasta luego – se despidió a toda prisa.

- ¡Espera Alba! voy contigo – Laura corrió tras ella - ¡Alba! – elevó la voz, logrando alcanzarla en el ascensor. La tomó del brazo frenándola y bajó la voz mirando hacia recepción - ¿qué haces?

- Quiero hablar con Nat – afirmó en tal tono que Laura comprendió lo enfadada que estaba.

- Alba...

- Laura, tengo que hablar con ella, me dijo que el sábado tenía una reunión y que luego se iba a Sevilla.

- Y a lo mejor ha sido así.

- ¿Has escuchado a Claudia? Nat no ha estado en Sevilla y Cruz lo sabe por eso no ha abierto la boca.

- Pero Cruz se ha sorprendido tanto como tú de que ya esté aquí.

- ¿Y?

- Como que ¿y? si Cruz sabe que Nat no ha estado en Sevilla y sabe lo que ha estado haciendo aquí... ¿por qué iba a sorprenderse?

- Bueno, no me líes. Voy a hablar con ella – la miró con decisión y luego suavizó el tono - ¿me esperas?

- ¿Te has traído la moto?

- Sí, y un casco para ti – le sonrió.

- Entonces te espero – aceptó – pero no te dejes llevar por tu genio... déjala explicarse y ¡escúchala!

Alba asintió y desapareció en el interior del ascensor. Cuando estaba a punto de alcanzar la puerta del despacho Natalia salía de él. El consejo de Laura martilleaba su cabeza y en contra de su primera intención se acercó a ella sonriente.

- Buenos días – la saludó y bajando la voz añadió – mi amor.

- ¡Alba! – sus ojos la recriminaron tanto como el tono de su voz.

- No hay nadie – volvió a susurrar – buenos días – repitió haciéndole ver con un gesto que no había respondido.

- Buenos días – suspiró.

- ¿Qué tal por Sevilla? – preguntó con toda la intención.

- Bien – respondió desviando la vista hacia las llaves que tenía en la mano, dispuesta a cerrar el despacho.

- ¿Bien? – preguntó en un tono entre molesto e incrédulo.

Natalia elevó los ojos hacia ella captando al instante el cambio en el tono, y supo que Alba estaba muy enfadada y sospechaba el porqué.

- Eh...esto... Alba, tengo... que hablar contigo, pero... – miró el reloj – es un poco tarde y...

- Me da igual que sea tarde.

- Alba... quedamos en que... disimularíamos un poco.

- Eso era antes de que fueras por ahí contándole a tus amigas lo que te da la gana, antes de que todos sepan de ti lo que yo no sé, ¿para quién hay que disimular? ¿para Sonia? ¿para Ana? ¿para quién?

- Alba... por favor... baja la voz.

- De acuerdo, pero quiero saber qué pasa.

- Eh, quiero decirte algo, pero... no sé si vas a molestarte.

Alba la miró, frunció el ceño y se cruzó de brazos ante ella.

- ¿Ves? aún no te he dicho nada y ya estás poniendo cara de...

- ¡Nat! ¡parece mentira! cuando a una le advierten que se puede molestar inmediatamente se molesta, es física femenina elemental.

- En eso tienes razón – sonrió.

- Dime lo que sea y dímelo ya.

- Verás, yo... este fin de semana... yo... eh... que... vamos que - empezó a hablar con una vibración de duda en la voz.

Alba mostró su impaciencia. La escudriñó con la vista y descubrió que su mirada parecía pedir perdón de antemano.

- ¿Tú qué? – preguntó mostrando abiertamente que sí que estaba molesta y que sí que la impaciencia se la comía.

- Que no fui a Sevilla, vamos, que sí que fui, pero... me volví el domingo por la mañana.

- Ya lo sé – respondió aliviada al ver que era sincera y preocupada porque se lo hubiera ocultado.

- ¿Lo sabes?

- Sí, acabo de enterarme en cafetería, y de paso de hacer el ridículo diciendo que llegarías más tarde.

- Nunca he llegado tarde por ir a Sevilla.

- También lo sé, se ha encargado de decírmelo Claudia. Y Vero de decirme que ya estás en el despacho y yo pensando que estarías tan cansada que ni siquiera me habías dado los buenos días.

- Lo siento, apenas he dormido, me he levantado temprano y pensé mandarte un mensaje, pero no quería despertarte y luego... he estado haciendo mis ejercicios y...

- Ya. Excusas, Nat – elevó otra vez la voz.

- Alba por favor, vamos dentro – intentó abrir la puerta del despacho, pero Alba le frenó la mano.

- No. Tengo prisa y no voy a entrar.

- Pues yo también tengo prisa, ¿por qué no dejamos esta conversación para...

- ¿Otro momento? no – se negó con firmeza - Si llegaste el domingo podías haberme llamado. Y... ¿por qué me mandaste el mensaje esta madrugada? también me despertaste.

- Debí mandártelo antes, pero, llegué tarde a casa y...

- No tienes que engañarme, ni mentirme Nat, si no quieres verme basta con que me lo digas.

- ¿Cómo piensas eso? ¡claro que quiero verte! regresé antes porque... tenía asuntos que tratar... y... no... no he tenido ni un segundo libre. Estuve aquí hasta las tantas.

- ¿En domingo? ¿trabajando? ¿y ni un momento para mandarme un mensaje? ¿tampoco viste mis llamadas?

- Sí, estuve aquí, con Cruz todo el día. Pregúntale a ella si no me crees. Y vi tus llamadas muy tarde, por eso no respondí y por eso te mandé el mensaje.

- Nat... - negó con la cabeza y suspiró – cuando te pones así es porque estás preocupada y mucho, ¿qué me ocultas?

- Alba...

- ¡Te has hecho las pruebas! Es eso ¿verdad?

- Estuve trabajando – afirmó de nuevo - todo esto – señaló con su mano alrededor - es mucho más complicado de mantenerlo a flote de lo que piensas.

- Nat... eso ya lo sé, pero a ti te pasa algo y sé que me lo ocultas, ¿por qué?

- Vale, me hice alguna prueba también, ¿contenta?

- No. Tenías que habérmelo dicho. ¿Por qué te empeñas en ocultarme esas cosas?

- Porque te conozco, te preocupas demasiado, querrías haberte venido aquí y ya te dije que no quiero.

- Ya... - la decepción se dibujó en su rostro – pero hay algo más ¿verdad?

- Alba...

- ¿Viste a Ana? – intentó averiguar si tenía que ver con ella.

- Sabes que sí, ¿para qué voy sino?

- ¿Y? ¿es por ella? ¿está peor?

- No he hablado con ella si es lo que quieres saber – respondió con rapidez.

- Ya... - chascó la lengua con el mismo deje de decepción.

- Alba... no es tan fácil.

- Lo sé – murmuró con tristeza.

Natalia miró de un lado a otro, seguían solas en el pasillo, pero aún así bajó la voz, odiaba hacerle daño, odiaba verla sufrir, y odiaba no ser capaz de reunir el valor suficiente para no alargar más esa situación.

- Alba... ya sé lo que te he prometido, pero dame un poco más de tiempo, te prometo que todo va a cambiar, solo necesito un poco de tiempo.

Ester suspiró con sus ojos clavados en ella. Cuando la veía suplicarle con esa cara de angustia y a punto de echarse a llorar, Natalia lograba desarmarla y olvidaba todos sus propósitos de mantenerse dura y enfadada con ella.

- Perdona cariño, ya sé que todo es... complicado y yo... no estoy ayudándote mucho.

- No creas que no sé lo duro que es para ti, lo sé cariño – le sonrió aliviada con sus palabras – y yo solo quiero que no te preocupes por nada, que voy a lograr que todo vaya bien y que...

- ¿Cenamos esta noche? – le propuso interrumpiéndola.

- ¿Esta noche?

- Nat, ¿qué compromiso tienes ya? – la impaciencia se reflejó en su tono y su ceño se frunció.

- Ninguno. Solo que... estoy muy cansada y había pensado...

- ¡Cómo no vas a estar cansada! Si no paras.

- Ya lo sé, por eso había pensado irme temprano a casa y... descansar. Pero mañana si quieres quedamos.

- ¿En serio?

- Lo estoy deseando.

- ¡Claro! Pero ¿seguro que podrás?

- Te prometo que termino temprano y nos vamos por ahí.

- Prefiero... algo... más íntimo.

- Alba...

- Podemos ir a tu casa como el viernes y así me la enseñas entera, estoy deseando ver esas piscinas – le dijo insinuante.

- Estará el servicio y... no me parece buena idea.

- Vale, vale, no me des excusas, una cena donde tú quieras.

- Perfecto ya buscaré un sitio discreto y...

- ¡Espera! mañana no puedo, tengo guardia – la miró con fastidio.

- ¿Tienes guardia? Y... ¿no puedes cambiarla?

- No puedo, Nat.

- Bueno pues... yo no puedo el miércoles. Tengo psiquiatra y sesión doble de fisio. Hasta las diez no termino.

- ¿El jueves entonces?

- Mejor hablamos.

- Nat... - protestó y guardó silencio al ver abrirse el ascensor y llegar a Cruz a paso ligero.

- Nat – las interrumpió Cruz – ¿puedo hablar contigo?

- Eh... había quedado en cafetería con... Vero y... ya iba para abajo.

- Es importante, Nat.

- Vale... - miró a la enfermera - Alba, ¿me disculpas?

- Sí, si yo ya me marchaba. ¿Quedamos en eso?

- Luego te llamo – le prometió.

Alba se marchó mientras escuchaba como Natalia abría el despacho, pero algo en su interior la hizo volver sobre sus pasos, preocupada. Estaba convencida de que le ocultaba algo, y tenía la sensación de que Cruz sabía qué era. La cara de la cardióloga pidiendo hablar con ella con urgencia y la de Natalia al verla llegar, le ratificaron que Cruz parecía tener algo importante que decirle y sospechaba que podía tratarse de los resultados de las pruebas. Sabía que no tenía derecho a hacer lo que iba a hacer, pero necesitaba conocer qué ocurría.

Habían entrado en el despacho, pero la puerta permanecía entornada, señal de que la conversación sería breve. Alba se apoyó en la pared, junto a la puerta, donde podía escuchar perfectamente la voz de Cruz que hablaba en ese momento.

- Nat, es importante, muy importante que... te lo tomes en serio y me hagas caso – Alba frunció el ceño, segura de que sus sospechas eran ciertas.

- Ahora no puedo Cruz, es... imposible.

- Nat... no digas tonterías, no tienes tiempo.

- Pero... tengo que pensármelo.

- No hay tiempo para pensar nada, si quieres tener una oportunidad, tienes que empezar ya.

- ¿Y si no lo hago? – Alba no podía creer que Natalia fuera tan cabezota estaba claro que Cruz quería convencerla de que iniciase un tratamiento cuanto antes.

- Si no... no creo que aguantes este ritmo más de cuatro o cinco meses.

- ¿Tan poco? – la voz de Natalia le sonó débil, imaginó su expresión de temor y sintió que la desesperación se apoderaba de ella. Le temblaban las piernas, creía a punto de desmayarse, ¿Nat iba a morir? ¿le quedaban solo unos meses de vida? no podía ser, no estarían hablando tan tranquilas de eso. Tenía que ser otra cosa.

- Eso me temo. Tú misma lo has visto. Todo indica que...

- Vale – dijo con voz entrecortada, "¡No la interrumpas!" murmuró la enfermera que se llevó una mano a la boca temiendo ser escuchada – yo...

- Nat... sé que... es duro... pero... deberías decírselo a todos, no debes callarte algo así, ni pasar sola por esto.

- ¡No! no quiero que se lo digas a nadie.

- Nat...

- No Cruz... por favor. Quiero... quiero intentarlo y... si dentro de un mes o dos vemos que... que no hay solución... entonces... ya veré lo que hago.

- Bien, pero... piénsatelo y... al menos deberías decírselo a Mónica, es tu socia.

- Sí, debería decírselo... – Alba la escuchó suspirar.

- ¿Quieres que sea yo quien hable con los demás?

- No. No, gracias. Debo hacerlo yo, pero... necesito tiempo.

- Te entiendo, pero es justo lo que no tienes, ¿le has echado un vistazo a eso? ¿has hablado con Vero?

Alba se sorprendió de la pregunta, daría lo que fuera por saber a qué se refería, y esperaba ansiosa la respuesta de Natalia.

- La llamé esta mañana, pero... no fui capaz de hablarle del tema... he quedado con ella, ¿tú crees que podrá ayudarme?

- Ya lo hizo una vez.

- Sí... no sé qué hacer Cruz – su voz le sonó entrecortada, parecía a punto de echarse a llorar – yo... no sé... - Alba la imaginaba negando con la cabeza, desviando la mirada de su interlocutora como solía hacer con ella. La imaginó luchando consigo misma, incapaz de sincerarse con nadie, ¡cuánto le costaba abrirse con los demás! Sintió deseos de entrar ahí, abrazarla y decirle que todo iba a salir bien, fuera cual fuese el problema, pero Natalia habló de nuevo y parecía más dueña de sí – en fin, es lo que hay.

- Sí y tú tranquila... vamos a coger el toro por los cuernos y... vamos a hacer todo lo posible por... porque salga todo bien. No te preocupes.

- ¿Cómo no voy a preocuparme? y... ¡dios!... ¿cómo se lo digo a mi madre?

- Creo que, con todos mis respetos, antes que en tu madre deberías pensar en otras personas.

- Tienes razón - suspiró – ¿estás segura de que... saldrá...?

- Sí, Nat, no puedes esconder la cabeza debajo del ala. Saldrá.

- Bueno, pues... si no hay forma de atajar esto... tendré que enfrentarme a ello.

- Sí, así me gusta, es fundamental que estés animada y dispuesta a luchar. ¿Sigues con los ansiolíticos que te recetó Vero?

- Sí, pero Alba dice que me sientan fatal – la enfermera no pudo ver la cara de Natalia sonriendo al hablar de ella – la verdad es que me atontan un poco.

- Hazle caso a Alba, se ve que te quiere mucho.

- ¿Se ve? – la voz de Natalia le llegó molesta y Alba maldijo a Cruz, ¡lo que le hacía falta a Natalia!

- Sí, se desvive por su trabajo, por hacerlo bien, porque tú estés contenta... se desvive por ti, le cambia la cara cada vez que sales en una conversación y... es evidente que te quiere de verdad.

- Cuando llegó no pensabas lo mismo.

- Bueno... tenía mis reservas por lo que pasó cuando se marchó, pero siempre me ha caído bien – fue Alba ahora la que sonrió al escuchar lo que decían de ella – y... a ti te veo más animada a pesar de todo lo que tienes encima y creo que ella es la culpable.

- Sí – suspiró de nuevo y sonrió – lo es.

- ¿Y tu matrimonio?

- Hace mucho que... que no es un matrimonio.

- Entonces... ¿es cierto?

- ¿El qué?

- Que Alba y tú... ya me entiendes.

- Cruz...

- Si yo me alegro y no pienso decir nada.

- No quiero que llegue a oídos de Sonia, ni de mi familia hasta que yo no... hable con ellos.

- Entiendo, pero en ese caso deberías mantener las distancias, al menos aquí, porque hay rumores y no creo que te vayan a beneficiar en nada.

- Lo sé.

- Estas cosas nunca son fáciles, pero después de esto tu situación ha cambiado – Alba se mordió el labio inferior deseando saber qué era el famoso "esto", y qué era lo que había hecho cambiar la situación de Natalia.

- Sinceramente hoy no tengo la cabeza para otra cosa que no sea esto – Alba oyó golpear la mesa y sus ideas se aclararon, ¡Natalia tenía delante las pruebas! seguro que era eso, solo podía pensar en esos resultados.

- Lógico. ¿Por qué no vas a casa? te vendrá bien descansar y habla del tema con Vero, seguro que ella...

- Sí, voy a hacerlo.

- Y... ¿por qué no le cuentas todo a Alba? siempre ha sido una chica inteligente, madura... y su apoyo te vendría bien...

- No voy a decirle nada de esto. Bastante tiene ya.

- Pues opino todo lo contrario, precisamente a... ella...

- ¡Cruz! ya veré lo que hago.

- Bueno... no te enfades, solo digo que estas cosas mientras antes se sepan mejor. No te lo guardes para ti sola y cuenta conmigo para todo.

- Gracias, Cruz.

- Me voy que... – miró el reloj – entro en quirófano en media hora y quiero prepararme - Alba corrió hacia el ascensor todo lo que le permitió la debilidad que sentía en sus piernas, y no pudo escuchar el final de la conversación. Convencida de que esas pruebas habían dado los peores resultados llamó al ascensor.

- Bien... luego hablamos y te cuento lo que me haya dicho Vero.

- Nat, otra cosa...

- ¿El qué? – preguntó con temor

- A pesar de los resultados quiero que empieces cuanto antes con el tratamiento.

- Pero... ¿es necesario?

- Sí, lo es y... tranquila que... todo irá bien.

La enfermera bajó a recepción. Laura estaba allí con cara de pocos amigos.

- ¡Vamos a llegar tardísimo! –protestó, pero al ver su cara guardó silencio.

- No te preocupes – respondió mecánicamente, sin poder dejar de pensar en todo lo que había escuchado y en lo que podía significar.

A Laura le parecía a punto de echarse a llorar. Permanecía inmóvil, miró hacia un lado y hacia el otro.

- ¿Vamos, Alba? – tiró de ella – es muy tarde.

Pero la enfermera no respondió, parecía distraída y preocupada y Laura creyó saber qué ocurría.

- Te dije que la escuchases, seguro que le has cantado las cuarenta y ya habéis discutido.

- ¿Qué?

- Nat – susurró - ¿has discutido con ella?

- No.

- ¿Y esa cara de funeral?

- Déjame Laura – protestó dirigiéndose hacia la salida, había estado a punto de subir y buscar a Cruz o de encararse con Natalia, pero necesitaba pensar sobre lo que había escuchado para asegurarse de que no iba a meter la pata, y tampoco podía presentarse allí diciéndoles que había estado escuchando su conversación, a fin de cuentas no estaba segura de qué hablaban – y vamos, ¿qué haces ahí parada? ¡qué llegamos tarde!

- ¡Será posible! – refunfuñó tras ella – está claro que te has levantado con el pie izquierdo, ¡qué mal te sientan las guardias!

Alba montó en la moto, pero su mente seguía en aquel pasillo, algunas de las frases que había escuchado revoloteaban en su mente, "no te doy más de cuatro o cinco meses", "tiempo es lo que no tienes", "habla con Vero". Vero, ¡odiaba a Vero! odiaba la idea de que Natalia estuviese en esos precisos instantes tomándose un café con Vero, contándole sus problemas, pidiéndole consejo y ayuda, mientras ella se sentía cada vez más alejada de la pediatra y no sólo físicamente. Natalia quería protegerla, lo había escuchado alto y claro, pero dónde dejaba lo que ella quería, lo que tantas veces le había pedido...

- ¡Alba! ¡cuidado! - gritó Laura asustada.

Intentó reaccionar y esquivar el coche que acababa de saltarse le ceda el paso, pero perdió el control de la moto y el silencio y la oscuridad se apoderaron de su mente.




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