La Clínica

Od marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... Více

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 94

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Od marlysaba2


Alba sonrió al ver sus dudas. Apartó las sábanas que la cubrían y salió de la cama completamente desnuda, acercándose a la pediatra. Sin mediar palabra se sentó con decisión en sus rodillas, la tomó con fiereza de la nuca y la besó con pasión. Natalia ahogó un gemido, Alba hacía mucho que no la besaba con tanta vehemencia, esa era la única respuesta que necesitaba de ella. Las dos se enzarzaron en una lucha de caricias y besos que las ahogaba. Natalia bajó los brazos de la silla con apremio y Alba cambió de postura sentándose a horcajadas sobre ella. Una mirada llena de penetración, sus labios entreabiertos invitándose mutuamente de nuevo a besarse y una pasión que tenía a ambas al borde del delirio. Alba propulsó la silla con sus talones hasta un extremo del dormitorio provocado un fuerte choque con la pared que pasó inadvertido para las dos, arrastradas ya por la fuerza de la pasión contenida que comenzaba a desatarse sin control. Maca intentó ahogar un ¡uff? pero la fuerza del choque fue brutal.

- Alba...

- Chist... estoy bien.

Natalia se dejó arrastrar por sus besos y caricias, por su fuerza y su ímpetu, aunque intuía que todo aquello podía encubrir una rabia contenida. Su mente estaba empeñada en luchas con su cuerpo, convencida de que podían estar cometiendo un error. Sin embargo, fue incapaz de seguir pensado, se inclinó hacia delante y apoyó su frente en el hombro de la enfermera, mientras ésta metía las manos bajo su camiseta, desabrochándole el sujetador. Natalia volvió la cara hacia Alba, cerca de su oreja y con sus labios aprisionó su lóbulo.

- Te quiero – le susurró al oído y Alba pudo sentir su aliento cosquilleándole en la piel.

- Y yo a ti... – murmuró arrancándole la camiseta con rapidez.

Ambas permanecieron un instante frente a frente, mirándose, con las yemas de sus dedos recorriendo con suavidad la piel de la otra. Natalia se acercó aún más y apoyó su frente en la de Alba, que comprendió que aún dudaba.

- Tranquila estoy bien – le dijo comprendiendo el motivo de su reticencia.

Natalia la besó con dulzura, suspirando aliviada de que fuera así.

- Tenía miedo de que solo intentases... olvidar.

Alba la tomó de la mano y besó su palma sin quitar los ojos de los de la pediatra.

- No – sonrió - solo necesito sentirte... – confesó quedamente.

Natalia aceptó su explicación y volvió a besarla, las manos de Alba ya recorrían su espalda y sus costados, y ella ya no tenía fuerzas para oponerse más a lo que ella también anhelaba. Posiblemente era una locura y ella, después de tantas sesiones con Vero, posiblemente era quien más consciente de ello era. Pero no podía evitarlo. No podía refrenar el deseo, ni escondérselo a Alba. Elevó los brazos y dejó que Alba la ayudara a sentarse en la cama. La arrastró hacia sí por los hombros y la abrazó.

- Alba... - susurró con un leve jadeo fruto de la excitación que la hacía sentir.

La enfermera respondió rodeándola por la cintura y hundiendo la cara en su hombro, besándola con calma, como a Natalia le gustaba, pequeños y húmedos besos que la excitaban sobremanera. Alba permanecía en pie, entre sus piernas, inclinada sobre ella, que sentada en la cama, deslizaba las manos por su espalda, arriba y abajo, en unas breves y suaves caricias. Natalia estaba siendo especialmente cuidadosa en todos sus roces, huyendo de cualquier violencia que pudiera hacerle recordar el día de su agresión. Alba notó la diferencia de sus caricias y besos al instante y se detuvo, tomando la cara de la pediatra con ambas manos y levantándole la barbilla hacia ella.

- Nat...

- ¿Qué...? - susurró clavando sus ojos en los de ella. Sintiéndose impotente ante esas heridas invisibles que marcaban todo su cuerpo y odiando a todo aquél que había puesto sus manos sobre ella. Daría cualquier cosa por poder sanarlas, por saber cómo borrarlas de su alma para siempre.

- Estoy bien cariño, quiero que... seas como siempre.

Natalia sonrió descubierta y asintió.

- Lo siento. No... no puedo evitar pensar que... - se le saltaron las lágrimas y se le quebró la voz – que... te hicieron daño y...

Alba se apartó y la miró, sentándose a su lado, la cogió de la mano.

- Nunca te había visto llorar... – le dijo dejando perpleja a Natalia.

- Me has visto llorar muchas veces.

- No así.

- ¿Así cómo?

- Así, como ahora... por mí.

- Te equivocas, la mayoría de las veces que he llorado ha sido por ti - respondió con sinceridad – creo que ya te lo dije.

Alba sonrió y la estrechó hacia ella.

- Abrázame, Nat - le pidió en un susurro – abrázame.

La pediatra obedeció al instante. Permanecieron fuertemente abrazadas unos largos segundos, hasta que Natalia, comenzó a besarla una y otra vez en todos aquellos rincones en los que podía mientras Alba permanecía aferrada a ella. Alba suspiró llena de satisfacción, el calor de Natalia inundaba su cuerpo, y el deseo prendía mecha en ella de nuevo, beso tras beso.

Natalia se recostó hacia atrás empujada por la enfermera que le subió las piernas a la cama y le colocó las almohadas para que estuviera cómoda, sentándose luego sobre ella. Siempre que Alba hacía aquello Natalia echaba de menos secretamente poder mover sus caderas, pero había aprendido a refrenar ese deseo y la frustración que le producía y entregarse a otro tipo de juegos. Se fundieron en un nuevo abrazo, sus cuerpos comenzaron a experimentar los efectos de la batalla que libraban, perlándose de sudor, mientras sus respiraciones se aceleraron, acompasándose. Afanadas en alcanzar su objetivo con movimientos calmados y suspiros ahogados que rasgaban el silencio de la habitación.

- ¡Te amo, Nat! – susurró la enfermera junto a su oído entrelazando sus manos con las de ella - ¡te amo!

Natalia respondió con un beso apasionado, apremiante, que mostraba lo cerca que estaba de terminar. Mordió el labio inferior de la enfermera y aceleró el moviendo de sus manos, buscando la misma respuesta en ella, que ya estaba concentrada en sus pechos, consciente de que aquello la llevaría al inminente orgasmo. Natalia dejó escapar un sonoro gemido.

- ¡Dios, Alba! – exclamó indicándole que estaba a punto. Buscó su boca y aceleró sus caricias.

- Ummmm ¡mi amor! – sus caderas se aceleraron sobre ella.

- Bésame – la impelió, deseando terminar juntas.

- ¡Te amo!

- ¡Bésame! – repitió apremiándola a hacerlo.

Pero de pronto Alba se detuvo y se separó de ella, recostándose a su lado, boca arriba.

- ¿Qué te pasa? - preguntó Natalia temerosa de haber cometido algún error que la hubiera hecho recordar - ¿te he hecho daño?

- No – suspiró con la respiración entrecortada – no...

- Pero ¿qué pasa? ¿no puedes? – le acarició con ternura la mejilla, comprensiva, haciendo esfuerzos por situarse de costado para verla mejor, le parecía triste y pensativa – cariño... - intentó volverle la cara hacia ella – si no puedes no pasa nada... lo entiendo

- No – murmuró – no es eso.

- Entonces... ¿qué te pasa?

- ¿Por qué nunca me dices que me amas? – la miró fijamente.

Natalia le devolvió la mirada y una sombra de oscuridad pasó por sus ojos, sintiendo que todo su cuerpo se tensaba.

- Alba... - su nombre sonó como una queja en sus labios - sabes que es así.

- Necesito oírlo. Hoy más que nunca necesito escucharlo mientras me tocas, necesito... - su voz se quebró y Natalia la abrazó con fuerza.

- Cariño...

Alba perdió la mirada en el techo, su barbilla temblaba, cerró los ojos con fuerza, sin comprender por qué Natalia era incapaz de pronunciar aquellas dos palabras, que tanto repitiera en el pasado.

- Alba... ¡perdóname! perdóname por no saber demostrártelo, por... no poder... - fue ahora su voz la que se quebró y sus ojos los que se anegaron en lágrimas.

- Chist, ¡cállate!

- Lo siento, lo siento – musitó - ¡te quiero muchísimo, Alba, muchísimo? por favor, créeme.

Alba abrió los ojos y se acodó a su lado, las miradas fijas la una en la otra. Natalia suplicando un perdón que temía no recibir y Alba arrepintiéndose por hacerla sufrir pidiéndole unas palabras que ya sabía no era capaz de pronunciar. La enfermera se agachó lo suficiente como para que sus labios rozaran los de Natalia, quería demostrarle que no pasaba nada, que todo estaba bien. Acto seguido volvió a situarse sobre ella y se movió levemente, notando como Natalia temblaba respondiendo a ese contacto, buscándola de nuevo.

- Te amo – dibujaron los labios de Natalia, aunque la voz no salió de su cuerpo. Necesitaba que Alba la mirara como antes, entregada a ella. Necesitaba que la creyera.

Alba le regaló la sonrisa que tanto ansiaba, complacida. "Algo es algo", pensó besándola de nuevo. Natalia se aferró a ella con fuerza, la separó un instante y la besó de nuevo poniendo todo su amor en ello, intentado disipar las dudas de la enfermera. Lo que Natalia no sabía es que Alba no dudaba de su amor, solo necesitaba oírselo decir.

La enfermera se esmeró en volver a escuchar de sus labios el apremio con que la llamara antes. Minutos después, llenos de caricias y besos, Natalia la miró llena de excitación, volvía a estar a punto y todo su cuerpo se lo indicó. Alba sonrió al ver su desesperación cuando se detenía de nuevo.

- ¿Qué pasa ahora? – jadeó.

- Que me gustaría detener el tiempo en este instante, y verte siempre así, completamente entregada a mí – le susurró inclinándose junto a su oreja.

- Alba... - suplicó casi sin aliento, estremeciéndose - por favor... no seas mala.

- Ten paciencia... mi amor... - respondió melosa recorriendo con su lengua todo el abdomen de la pediatra, deteniéndose en sus endurecidos pezones, continuando con el contoneo de sus caderas sobre ella.

Natalia sintió que alcanzaba el orgasmo solo de verla así, dedicada a ella. Clavó la nuca en la almohada y enarcó la espalda. Alba entrelazó los dedos con los de Natalia y le abrió los brazos. Besó sus pechos, besó su cuello cuyas marcadas venas le indicaban la tensión previa al orgasmo, besó sus ojos y la punta de su nariz a medida que aceleraba los movimientos de cadera y la rozaba con sus pechos.

- Alba..., ¡Dios, Alba!...- repitió, sintiendo que la enfermera la complacía adentrándose en su boca y haciéndola convulsionar violentamente.

- Naaat... - gimió cayendo sobre ella extenuada.

Permanecieron acurrucadas, disfrutando de los sucesivos y pequeños espasmos que se transmitían de una a la otra, embriagadas por la pasión que se apoderara de ellas, en silencio, besándose de vez en cuando, sintiendo como sus cuerpos se entregaban poco a poco a la relajación extrema, descansando.

Natalia no tardó en quedarse dormida. Una sonrisa marcaba el rictus de sus labios. Labios que Alba besó, llena de amor y agradecimiento por tenerla a su lado esa noche y deseando alcanzar junto a ella todos sus sueños. Le encantaba verla dormir tranquila, y disfrutaba sintiendo que la pediatra solo lo conseguía cuando estaba reconfortada con sus brazos. No quería dejarse vencer por el sueño, quería seguir entregada a su calor, a su olor, a la impagable sensación de saberla suya. Sin embargo, se levantó y con sumo cuidado, le puso el pañal sin que la pediatra despertara. Natalia debía estar agotada, era la primera vez que caía rendida sin reparar en ello y eso la satisfacía aún más, aunque también le preocupaba que estuviese excediéndose y agotándose en esos primeros días de trabajo. Se echó a su lado, e inmediatamente Natalia se aferró a ella como solía hacer en Jinja. Alba la abrazó y cerró los ojos, dispuesta a dormir y deseando que hubiera muchas más noches como aquella, en las que pudiera dar rienda suelta a su amor, en las que pudiera tenerla a su lado, abrazarla y amarla, disipando todos sus temores.

Natalia permanecía abrazada a Alba, su sueño se había vuelto más ligero tras las primeras horas. De pronto, abrió los ojos. Sobresaltada se sentó en la cama con brusquedad asustando a Alba.

- ¿Qué ha sido eso? – preguntó en voz tan baja que Alba apenas la oyó.

- ¿Qué?

- Chist, eso... - susurró - ¿qué ha sido?

- No sé... – bajó también la voz - ¿el qué?

- Como... un golpe.

- Yo No he oído nada.

- Sí, se ha oído.

- Estarías soñando Nat

- ¡No? se ha oído – ratificó.

- Échate, cariño – tiró de ella con suavidad.

- Pero... se ha oído.

- Tranquila mi amor. Que no es nada. Será el vecino, que aquí se oye todo.

- ¿Cómo lo sabes?¿y si ha entrado alguien?

- No ha entrado nadie – intentó calmarla - estaba despierta y no he oído... Tuvo que callarse porque se escuchó alto y claro otro golpe.

- ¿Oyes? – preguntó asustada.

- Sí, seguro que es Laura, no te asustes – le acarició la mejilla y se inclinó a darle un suave beso en los labios – voy a ver.

- No vayas.

- ¿Cómo no voy a ir? – sonrió - ¿qué quieres que la deje en la calle? eché el cerrojo.

- ¿Y si no es ella?

- Nat... - la recriminó saltando de la cama, poniéndose una bata con rapidez y enfundándose las zapatillas.

- Alba... - musitó sintiendo que un miedo atenazador se apoderaba de ella.

La enfermera llegó a la puerta, se empinó y vio a Laura por la mirilla, pero no estaba sola alguien más, que no alcanzaba a identificar estaba junto a ella. Abrió la puerta con cierta aprensión, Natalia estaba consiguiendo meterle, también a ella, un miedo en el cuerpo que nunca había tenido.

- ¡Laura! – susurró reconociendo a su acompañante – hola Sacha.

- Buenas noches.

- ¿Cómo se te ocurre echar el cerrojo?

- ¿No has visto mi mensaje?

- No. Apagué el móvil después de hablar contigo.

Alba les franqueó la entrada y ambos se dirigieron al salón. Alba frenó a Laura agarrándola por el brazo y la arrastró hasta la cocina.

- ¿Cómo se te ocurre traerlo a casa sabiendo que está Nat?

- ¿Qué pasa?

- ¡Joder Laura? ¿qué va a pasar?

- Lo siento... no creí que... os molestase. Nos metemos en el cuarto y...

- No me molesta, es solo que... ya sabes... nadie debe saber que Nat está aquí y menos, nadie del campamento.

- Alba... ¿qué paranoias son esas? Nat puede estar aquí como lo estás tú.

- Ya... si no me refiero porque ella y yo... me refiero porque está amenazada y... ya sabes todas las recomendaciones que nos ha dicho siempre Isabel.

- Vale, vale, lo invito a una copa y le digo que se marche, pero me debes una – la señaló con el dedo.

- ¡Gracias! Nat se va a levantar temprano, y... no quiero que se encuentren, ni que Sacha sepa...

- Que sí, anda vete a la cama – le dijo con retintín y antes de que Alba desapareciera fue ella la que corrió para detenerla - ¿qué tal? ¿estás mejor?

- ¡Mucho mejor! ¡mañana te cuento! – sonrió ampliamente y Laura le devolvió una sonrisa cómplice, besándola en la mejilla.

- ¡Me alegro!

- Alba llegó al dormitorio ligeramente preocupada por lo que Natalia pudiera decir de la situación. Se metió en la cama y se abrazó a la pediatra, que respiraba agitada.

- Nat, ¡estás helada!

- Sí, tengo frío – castañeteó los dientes.

- ¿Estás bien? – le tocó la frente como de costumbre, pero la pediatra le retiró la mano con brusquedad - ¿qué te pasa? – preguntó al verla tan alterada.

- Nada. Estoy bien.

- También estás sudando.

- No es nada, solo me ha dado frío.

- Nat... no me digas que nada, el sudor frío...

- Solo tengo frío – la interrumpió cortante.

- ¿Y por qué no me lo dices? – le reprochó con paciencia comenzando a adivinar el motivo de su estado - espera que busco algo para echarte...

- ¡No! no busques nada, ven aquí – le pidió sujetándola y abrazándose a ella - es solo que... te has ido – le susurró – y...

- ¿Qué me he ido? – preguntó extrañada y cierto tono burlón.

- No te rías.

- A ver ¿qué te pasa?

- Nada.

- Nat...

- No puedo evitarlo... tengo miedo y... cuando me pasa eso... me cuesta respirar, es... es la ansiedad, pero... pronto se me pasa.

- Cariño... - la abrazó con ternura - solo era Laura, bueno solo no, ¡se ha traído a Sacha!

- ¿A quién?

- ¿No lo recuerdas?

- Eh... - intentó hacer memoria – no...

- Sí, Nat, Sacha... un chico del poblado chabolista.

- ¡Pero cómo es así de imprudente! – se sentó en la cama mostrando su contrariedad - ¡cómo mete en vuestra casa a un desconocido y...!

- Nat... Laura es mayorcita y Sacha... se busca la vida como puede, pero es un buen chico que nos ayuda mucho en el campamento – la cortó con energía - Hace tiempo que... tontean – le reveló más suave.

- Lo siento... perdona no... no me malinterpretes... - se disculpó al verla responderle molesta.

- Es que a veces dices las cosas de una forma que...

- Ya lo sé... lo siento – repitió – no pretendía que sonara a ofensa. Es solo que... - se calló.

- ¿Qué? – le acarició con ternura el costado mientras las dos permanecían de lado mirándose fijamente.

- Que... estoy siempre en alerta, tengo miedo a todas horas, de hecho... desde que he vuelto... tengo mucho más miedo que antes.

- Cariño...

- Sé que debería estar acostumbrada, pero en Jinja... me relajé de tal forma que ahora... - suspiró y volvió a callar.

Alba esperó a que dijera algo más pero no fue así.

- ¿Qué piensas? – terminó por preguntarle, volviendo a acariciarla, al tiempo que pasaba su pierna por encima de las de ella para darle calor.

- ¡Qué fue un error ir allí!

- ¿Un error? ¿eso es lo que sientes, qué lo nuestro es un error? – fue ahora ella la que se sentó.

- ¡No! claro que no ¿Por qué siempre te tomas las cosas por donde no son?

- No sé... dices que fue un error y para mí han sido unos días maravillosos a pesar de los malos ratos.

- ¡Y para mí también!

- Entonces... ¿por qué dices eso?

- Pues... porque mi vida aquí es una puta mierda, comparada con aquello.

- Mi amor... - volvió a echarse a su lado, y a rodearla con sus brazos, dándole un suave beso – eh, vamos, cariño – la besó de nuevo al ver como se humedecían sus ojos – no te pongas así que hay fácil solución.

- ¿Sí? ¿cuál?

- Pues... nos vamos allí y todo solucionado – le susurró al oído dándole un pequeño beso.

- No digas tonterías Alba, ¡cómo voy a irme de aquí! aunque quisiera no podría hacerlo.

- ¿Por qué no?

- Pues porque no. Porque aquello está bien para verlo y pasar unos días, pero vivir allí... es otro tema. Además, aquí tengo todo, la clínica, mis amigos, mi familia – enumeró sin querer mencionar a su mujer.

- Y a Ana también.

- Sí, Ana, también.

- Ya – chascó la lengua decepcionada.

- Cariño ya hemos hablado de esto.

- Lo sé... - suspiró besándola y acariciándola – bueno... siempre nos queda ir a Jinja en vacaciones y que te relajes.

- Sí – suspiró – odio sentirme así.

- ¿Cómo?

- Siempre asustada, yo no era así.

- Es normal cariño, la verdad es que yo no sé qué haría si estuviese en tu situación.

- Irte a Jinja – bromeó.

- Sin ti no – la besó con suavidad.

- ¿Piensas cargar conmigo allá donde vayas?

- ¡Por supuesto! donde yo vaya mi niña va conmigo.

- ¿Tu niña? Estoy muy crecidita para ser tu niña.

- Mi niña asustica, como diría mi madre, ¡qué eres una asustica! – la besó.

- Tu madre... – musitó en tal tono que Alba se acodó para ver su rostro.

- ¿Qué pasa con ella?

- Nada... pensaba en... el momento en que tengamos que decirle que tú y yo...

- Ah, ¿pero llegará ese momento? – la miró irónica.

- ¡Claro que llegará! – se mostró segura y firme y Alba sonrió - Alba...

- ¿Sí?

- Bésame.

La enfermera obedeció de momento. Se mantuvieron regalándose pequeños besos y caricias durante unos instantes en los que Natalia recuperó su temperatura y Alba comprendió que su malestar solo había sido reflejo del pánico.

- ¿Estás mejor?

- Sí, cuando me abrazas y me besas se me olvida el miedo – sonrió.

- Pues... vamos a tener que repetir nuestras citas para que se te pase ese miedo.

- ¡Todas las noches! – susurró.

- ¿En serio?

- Mañana mismo te invito a cenar.

- ¿De verdad?

- Claro.

- Te invito yo que hoy has traído la cena.

- No, te invito yo que en Jinja no has parado de hacerlo tú.

- Vale, acepto – la besó de nuevo - ¿y dónde me vas a llevar?

- ¿No querías conocer mi casa?

- ¿Ya? Creía que íbamos a esperar a que... fuera oficial.

- Bueno... es verdad... tienes razón – admitió - además... primero quiero que haya seguridad. Mejor... reservo en algún sitio.

- ¿Dónde?

- No sé – bostezó – ya pensaré mañana.

- Sí, es mejor dormir que mañana vamos a estar muertas.

- La que va a estar muerta es Laura, ¡vaya horas y entre semana!

- Sí ya sabía yo que la vena de jefa te iba a salir.

- No puedo evitarlo – soltó una pequeña carcajada.

- Mañana no tiene que ir al campamento me ha dicho que estará toda la mañana de papeles para los nuevos ingresos.

- No la justifiques – la besó – ven aquí – la besó de nuevo – ¡abogada de pobres!

- Anda calla ya y cierra los ojos – pasó su mano por ellos y permaneció acariciándole la cabeza.

- Ummm qué gusto.

- Duérmete – apago la luz.

- No apagues.

- Ya lo creo que apago, ¡cómo quieres dormir con la luz encendida!

- Es que... no sé si podré dormir porque yo... cuando ya me despierto... luego...

- Claro que podrás, tienes que descansar Nat.

- Ya lo sé – respondió con hastío – es fácil decirlo, pero...

- Decirlo y hacerlo.

- Intento hacer lo que me dice Vero, pero nunca sirve de nada – mostró su resignación.

- Tú déjame a mí – la besó en los labios – y ahora date la vuelta.

- Cariño... tú también estás cansada y deberías...

- Chist... - la silenció poniéndole un dedo en los labios – vamos, date la vuelta.

Natalia obedeció con un profundo suspiro, ¡era tan feliz a su lado! Todo parecía diferente cuando Alba la animaba y la reconfortaba con sus palabras, sus caricias, su seguridad, su confianza... Con ella todo parecía posible. Deseó que ese masaje al que Alba ya se estaba dedicando en cuerpo y alma fuese eterno, deseó poder disfrutar siempre de sus manos recorriéndola, de sus dedos rozándola con delicadeza y ternura, de sus labios sorprendiendo su espalda con furtivos besos.

- Hummm – dejó escapar un leve gemido de placer, que arranco una sonrisa pícara de Alba.

Al cabo de unos instantes Natalia volvía a sentir que le pesaban los párpados, que todos sus músculos se habían relajado y que su cuerpo se dejaba llevar por el sopor después de haber estado alerta por el miedo. Su respiración se ralentizó y se hizo casi imperceptible. Solo entonces Alba dejó su tarea y se echó a su lado, abrazándose a ella con una sonrisa de satisfacción. ¿Qué diría Vero si supiera que ella le curaba el insomnio con un par de besos y unas caricias? esa idea la llenaba de regocijo, fuera pastillas y fuera consejos, ella y solo ella tenía la clave para que Natalia olvidase sus miedos y fuera de nuevo, la Natalia segura y firme, que ella conoció.



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Amaneció un día soleado y de agradable temperatura. Alba tenía la sensación de que a pesar de estar entrado el otoño ese sol brillaba con más fuerza que nunca. Con la misma que sentía ella en su interior. Llegó a la clínica con una enorme sonrisa. Saludó a los vigilantes de la puerta y a Teresa con especial alegría.

- Hija, quién te ha visto y quién te ve – la miró la recepcionista por encima de las gafas – ayer parecías un alma en pena y hoy llegas como unas castañuelas.

- Ya ves Teresa – la besó en la mejilla - ¡la vida! ¡qué es maravillosa! ¿Has visto qué día hace? ¡Con un día así quién puede estar triste! – rió guiñándole un ojo - voy a cafetería.

- La vida, la vida – murmuró mirando de reojo como se marchaba – no, si al final, tendremos títeres. ¡Si lo sabré yo!

- ¿Qué decías?

- Ay, ¡qué susto! Pero... ¿no ibas a cafetería?

- Sí, pero quería preguntarte...

- No. No ha llegado.

- ¿Quién?

- Nat, que no ha llegado.

- Pues no era eso, pensaba invitarte a un café. Además... ya sé que no ha llegado.

- ¿Cómo lo sabes?

- No está su coche – disimuló.

- A veces la trae Vero, cuando pasa la noche con ella – Teresa lo dijo con toda su intención, necesitaba comprobar la reacción de su amiga ya que no le contaba nada, porque ella estaba segura de que había algo que se le escapaba.

- Ya... pero hoy no – sonrió misteriosa y tan convencida que hizo sospechar aún más a la recepcionista - ¿quieres ese café o no?

- No puedo, hasta que no llegue Nat y le de el correo...

- Pero qué correo va a haber antes de las ocho de la mañana.

- No son excusas si es lo que piensas, mira... - le mostró un montón de cartas – hay correo interno y paquetes que llegan a cualquier hora. Y me tiene dicho que todo lo que llegue después de las ocho de la tarde se lo suba al día siguiente salvo que sea urgente.

- Bueno... bueno... no te molestes, vosotras sabréis vuestros líos – sonrió agarrándose a su brazo – anda, Teresita, vente a tomar café – le pidió conciliadora.

- ¿Teresita? ¡¿qué querrás tú?!

- Nada, ¿qué voy a querer?

- ¿Me vas a contar porqué estás tan contenta?

- A lo mejor – rió al ver que Teresa recogía todo con velocidad.

Natalia llegó a la clínica demasiado tarde para ver a Alba antes de que se marchase al campamento y demasiado tarde para pararse a desayunar. Llegó a recepción y saludó a Teresa esquivando sus veladas preguntas acerca de la hora de llegada. Recogió el correo y se subió directamente al despacho. Estaba cansada, quizás iba a tener que hacerles caso a todos y tomarse las cosas con más calma, además no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido el día anterior. Había pasado una noche estupenda con Alba, pero le preocupaba el hecho de que hubiese vuelto a bloquearse y no las tenía todas consigo. No estaba segura de que Alba fuese a cumplir su promesa y buscar ayuda. Se acomodó en su sillón y suspiró mirando el montón de documentación que le faltaba por revisar. No le apetecía en absoluto. Cogió su agenda y volvió a suspirar. Tenía que decidirse ya por una empresa de seguridad, ¡menuda bronca había vuelto a echarle Isabel esa misma mañana! Pero antes quería hablar con Cruz y con Vero. Con desgana marcó el número de la cardióloga.

- Buenos días Cruz – dijo en cuento la escuchó responder.

- Hola, Nat, ¿ya estás aquí?

- Sí, siento haber llegado tarde...

- Es lo que debes hacer, tomarte todo con calma. Tengo los resultados de tu analítica.

- ¿Y? – preguntó con temor después de sus palabras.

- En un momento estoy en tu despacho.

- No Cruz, tengo que salir. Dime lo que sea.

- ¿Salir? pero... ¿no íbamos a estudiar la oferta y a empezar con... las pruebas?

- Las pruebas las vamos a dejar para el fin de semana.

- Nat...

- No voy a poder por la tarde y no quiero que nadie se entere, ya hemos hablado...

- Sí, ya me lo has dicho, pero Nat, yo creo que es importante que cuanto antes sepamos a qué atenernos.

- El fin de semana está a la vuelta de la esquina y tres o cuatro días más, no van a cambiar nada.

- Nat...

- Cruz, no voy a discutir – le dijo con cansancio – me las haré el fin de semana.

- Bueno... como quieras, pero hasta entonces deberías...

- Sí – arrastró la sílaba – me lo tomaré todo con calma.

- Nat, hablo en serio, estás cansada ¿verdad?

- Algo – suspiró.

- Estás algo baja de defensas...

- ¿Bajas? pero sí estaban bien en la última analítica que me hice en Jinja.

- No te preocupes porque es normal que con el ajetreo de los viajes y de estos días, ¿sigues con la medicación?

- Solo lo que me dio Germán.

- Bien... no vamos a cambiar nada hasta que no te hayas hecho todas las pruebas, pero no te preocupes porque la analítica no está mal aunque me gustaría pedirte algunos contrastes más y hasta que no hagamos todos los resultados me gustaría que te marchases a casa y...

- Cruz, tengo un montón de cosas que hacer, no voy a irme a casa.

- Te he dicho que deberías, aunque ya sé que no vas a hacerlo, pero sí que te vas a pasar por aquí para que te haga otra extracción.

- Cruz, no puedo, hoy no puedo.

- Nat ¿no te estarás echando atrás? ¡qué nos conocemos!

- No es eso. Voy a hacerme esas pruebas, pero... me ha surgido un imprevisto y... debo salir.

- ¿Algo grave?

- Espero que no. Cuando vuelva te cuento.

- ¿Vas al banco?

- Sí, a las diez tengo que estar allí.

- Deberías decirle a Adela que se quede aquí, se le ha dado muy bien eso de lidiar con los bancos y podría echarte una mano.

- No. Ya estoy de vuelta y me encargo yo. Luego nos vemos Cruz.

Colgó el teléfono con decisión, dispuesta a no demorarse más en aquella conversación. Sabía que Cruz tenía razón en todo lo que le había dicho, pero había otras cosas que requerían su atención inmediata y una de ellas era buscar ayuda para Alba.

- Hola Vero – saludó en cuanto escuchó descolgar.

- ¡Nat! ¡qué sorpresa!

- Sí – dudó un instante – eh... tengo que hablar contigo.

- ¿Pasa algo?

- Eh... no, pero... necesito un favor y me preguntaba si... tú podrías ayudarme.

- A ver, ¿de qué se trata?

- Necesito que me recomiendes a un colega tuyo, uno... que sea bueno y que...

- Vaya... ¿ya no te fías de mí? – bromeó.

- No es para mí, es... para alguien que... necesita ayuda.

- Ya... ¿una amiga tuya? – preguntó con intención.

- Eh... no, no... de... de mi madre.

- ¿Una amiga de tu madre?

- Sí.

- Ah, ¿te refieres a si conozco a alguien en Sevilla?

- No. No exactamente, te lo pediría a ti pero como me dijiste que estás hasta arriba y que... las grabaciones no te dejan tiempo libre.

- Mujer, pero si es para hacerte un favor ya busco un hueco.

- No, no.

- ¿No quieres que la vea yo?

- No, vamos que no es eso. No quiero que... ya sabes como es mi madre y yo...

- Ya, que prefieres que sea otra persona – la cortó mostrándose molesta - vaya a ser que esa amiga suya no se quede contenta.

- Joder Vero, no te ofendas, no es eso. Es que... se trata de una mujer que... verás... que... es muy tradicional y...

- Ya, entiendo, no se fía de una mujer y menos si es joven.

- Algo así – suspiró aliviada – tiene un problema serio.

- Un problema de qué tipo.

- Mi madre no me ha dado detalles.

- Pero no puedo darte un nombre sin saber de qué se trata.

- Creo que es una especie de bloqueo... eh... algo relacionado con una violación.

- Comprendo... tiene problemas en sus relaciones ¿no es eso?

- ¡No! Ninguno – se negó con tanta rotundidad que levantó las sospechas en Vero.

- Pero... ¿no decías que no conocías los detalles?

- Quiero decir que no creo que sea eso... que... es relacionado con... el miedo al asalto.

- Nat... me estás mintiendo – afirmó convencida de que era así.

- ¿Me das ese nombre o no? – respondió molesta de que la conociera tan bien.

- He colaborado en un par de casos de ese tipo con el doctor Alfonso Laguna es muy bueno, creo que el podrá ayudar a la amiga de tu madre – le dijo reafirmándose en su impresión al verla impaciente.

- Gracias Vero.

- De nada. Yo lo llamo y le concierto cita a esa amiga de tu madre, por cierto ¿me das el nombre?

- No hace falta que te molestes.

- No es molestia

- Eh... te vas a reír, pero... no le he preguntado a mi madre cómo se llama su amiga.

- Ya... bueno pues... nada... ya me contarás.

- Sí, claro, ya... te contaré – respondió nerviosa - oye, ¿te llamo luego?

- Deberías – respondió con rapidez denotando una alegría que no pasó desapercibida a Natalia.

- Pues... luego te llamo y nos tomamos un café – le ofreció.

- ¿Un café? Yo esperaba que me invitases a cenar y saliésemos por ahí.

- Vero...

- Ya... ¡Alba! perdona había olvidado que ya no estás tan libre – le dijo con cierta sorna.

- Sí, he quedado con ella.

- Pues nada... ¡qué os divirtáis!

- No te enfades.

- No me enfado, pero... cuando uno descuida a sus amigos, al final acaba solo.

- ¿Qué me estás queriendo decir?

- Nada. Nada. Ya nos vemos otro día, no me hagas mucho caso que hoy no estoy de buen humor.

- ¿Por qué? ¿te ha pasado algo? – preguntó con sincera preocupación. Vero siempre estaba de buen humor, eso era algo que siempre le había atraído de ella.

- No te preocupes por mí, cosas del trabajo.

- Vero...

- Nat tengo que colgar que empiezo la grabación. Si no quieres nada más, ya te llamo mañana.

- ¿Mañana? pero... ¿no nos íbamos a ver hoy?

- No. No tengo tiempo para un café. Acabaré tarde. Y si no podemos vernos para la cena... no voy a ir hasta allí solo para un café.

- Pero... ¿estás bien?

- Bueno... he tenido días mejores.

- Vero, si necesitas algo... cuenta conmigo.

- No. Tranquila, tú sal por ahí y diviértete.

- Estás molesta.

- Que no Nat, no seas pesada – elevó la voz cortante.

- Sí que lo estás.

- No lo estoy.

- Vero... quedaría contigo si pudiera, pero... ya había quedado.

- Ya lo sé, y... está muy mal romper una cita. No te preocupes por mí.

- Vero... ¿es muy importante eso que te tiene de mal humor?

- Nat no voy a hablar por teléfono de esto y tengo prisa.

- Pero Vero...

- Tengo trabajo Nat, ya hablamos – la cortó con rapidez con tono de decepción.

Natalia se despidió y colgó con una extraña sensación. Respiró profundamente, le faltaba el aire. Su discusión con Isabel esa misma mañana, luego con Cruz, ahora con Vero... ¡y aún tenía que ver al director del banco! No eran ni las diez y vaya día llevaba y mucho se temía que las cosas no iban a cambiar a lo largo del mismo. Pensó en llamar a Alba para quejarse un poco y que la hiciera reír, pero ya iba con el tiempo justo para llegar al centro.

Se disponía a marcharse cuando tras escuchar unos golpes en la puerta ésta se abrió sin que le diese tiempo a responder. Cruz entró su rostro serio y preocupado la alertó y se quedó parada tras la mesa.

- Menos mal que aún te pillo.

- ¿Qué pasa?

- Pasa que lo he pensado mejor y no voy a dejar que te marches sin que primero te saque sangre – cerró la puerta y se giró hacia ella - ¡las llaves!

- Cruz... no tengo tiempo, ya voy tarde.

- Nat sabes que en eso no tardo ni un minuto.

- Pero ¿aquí?

- Sí, aquí, por eso te pido las lleves, para que no me pongas la excusa de que no quieres que nadie se entere, ni nos descubra – sonrió levemente – vamos, lánzamelas.

Natalia obedeció y negó con la cabeza derrotada.

- Lo que yo opine o desee te importa una mierda ¿no?

- No. Me importa y mucho, por eso quiero que estés en plena forma y para eso tenemos que saber qué es lo que no anda bien.

- Cruz... ¿qué es lo que has visto?

- Nada. No te preocupes.

- Cruz... le decía eso a los padres de mis pacientes cada vez que necesitaba más tiempo para saber qué ocurría.

- Touché – bromeó – pues entonces ya sabes mi respuesta – le sonrió – ve levantándote la manga.

- ¿Tan bajas están las defensas?

- No. Ya te digo que no te preocupes.

- Vale. En ese caso, no pasa nada por esperar unos días, ahora...

- Ya sé que tienes miedo, pero esconder la cabeza debajo del ala no es la solución.

- No pretendía hacerlo. Solo tengo prisa.

- Muy bien, no tardo nada – le sonrió poniéndole la goma – y esta tarde ya puedes ir anulando todo lo que tengas previsto porque vamos a hacer esas pruebas.

- Después de cerrar.

- No hay problema. Candela está aquí y se queda con Mara, ya lo tengo todo resuelto.

- Pero... había quedado esta noche y...

- No te preocupes porque antes de las diez habremos terminado. Y según salgan las pruebas de esta tarde, el fin de semana ya vemos si hacemos alguna más o no hace falta.

- ¿Cuándo estarán los resultados?

- Sí meto prisa a última hora de hoy podremos tener algunos.

- Cruz – desvió la vista de la extracción y la cardióloga sonrió percatándose de ello - ¿tú sabes algo de Sonia?

- Poca cosa, apenas viene por aquí.

- He intentado hablar con ella, pero no me coge el teléfono ni me devuelve las llamadas. Y... ¿tú sabes si pasó algo más de lo que Isabel me ha contado?

- ¿Qué te ha contado Isabel?

- Que interrogó a su novio y que desde entonces está molesta porque cree que fui yo la que le dije algo a Isabel de él.

- No creo que haya pasado nada más. En el campamento hay mucho lío. Está organizando todo para el módulo educativo y creo que no tiene ni un segundo – la justificó quitándole importancia - ¿por qué no vuelves a intentarlo? – le propuso con la intención de ser ella quien llamase a la chica para instarla a que hablase con Natalia.

- Sí, eso haré – suspiró – imagino que... habrá tenido problemas con el patriarca. Que detengan a su hijo... - murmuró pensativa y Cruz le acarició el brazo con ternura sabía lo importante que era Sonia para Natalia.

- ¿Quieres que vaya contigo al banco?

- No. No hace falta, estoy bien.

- ¿Vemos la propuesta cuando vuelvas?

- Sí, cuando vuelva te llamo.

- Deberíamos planificar también lo de la visita.

- Sí, esta tarde nos ponemos con eso.

- Bueno pues esto ya está – le quitó la goma – ya sabes sujétate aquí un momento.

- Al final siempre te sales con la tuya, ¡mira qué hora es! – frunció el ceño – me presento tarde para luchar por el crédito y la línea de descuento, ¡vaya imagen que voy a dar!

- Le enseñas el pinchazo y le dices que has tenido una revisión médica que se ha alargado, si es como todos los hombres, cuando vea la tirita, se mareará.

Natalia soltó una carcajada.

- Anda y tira que ya le contaré yo a Vilches lo que vas diciendo de ellos.

- Suerte en el banco.

- ¡Creo que voy a necesitar algo más que suerte! – exclamó cerrando la puerta del despacho.

Se despidieron y mientras esperaba el ascensor, marcó el número de Alba, le apetecía escuchar su voz, pero no tuvo suerte, saltó el contestador y Natalia se resignó a no hablar con ella. "Te echo de menos", escribió un breve mensaje, con la esperanza de que la enfermera la llamase, aunque fuera a la hora de comer.

Una idea le llevó a otra y volvió a coger el teléfono al tiempo que subía a su coche y accionaba el "manos libres".

Esperaba que Adela si contestase a su llamada, seguro que estaba con Alba y aunque no pudiera hablar con la enfermera quizás así mirase el móvil y le respondiese a su mensaje, porque repentinamente sentía una enorme necesidad de tenerla a su lado. Pero tampoco tuvo suerte. Arrancó y marcó otro número, uno que estaba convencida de que no obtendría respuesta.

- ¿Sí? – escuchó responder.

- ¡Sonia! – exclamó sorprendida, estaba claro que ese día nada iba a salir como pensaba.

- Hola – respondió sin atisbo de alegría.

- Soy Nat.

- Ya sé quién eres.

- Eh... - dudó un instante, ya sabía que estaba molesta pero no esperaba que fuera con esa tan seca, decidió comportarse como si no lo notase - ya creí que no me lo ibas a coger el teléfono ¿qué pasa, ¿cómo estás?

- Bien, y tú – preguntó por cortesía, Cruz la había llamado para pedirle que no siguiera sin atender las llamadas de Natalia. No quería hacerle daño y Cruz insistía en que se lo estaba haciendo, por eso se había decidido a ceder y responder esa llamada.

- Bueno... mejor que cuando me fui – le dijo afable – he estado intentado hablar contigo, pero...

- Sí – la cortó – vi tus llamadas, pero... no he tenido tiempo de responderlas.

- Ya... Sonia, ¿me vas a decir qué pasa?

- Nada.

- ¿Y lo que te pasa conmigo?

- Ya te he dicho que nada.

- ¿Por qué no te pasas por el despacho o por casa y nos vemos un rato?

- No puedo.

- Cariño, que he estado varias semanas fuera y... ¿pretendes que me crea que no pasa nada?

- Cree lo que quieras.

- Sonia... ¿es por lo de tu novio? – preguntó sin obtener respuesta - Isabel me dijo que interrogó a Elton, te juro que yo no he tenido nada que ver en ello.

- ¿Estás segura?

- ¡Claro que lo estoy! si ni siquiera he estado aquí.

- No hace falta estar aquí para eso. Además... sé que estás mintiendo.

- ¡Sonia! ¿cómo puedes decir eso?

El silencio al otro lado la dejó sin saber qué más decirle. No esperaba que la conversación fuera fácil pero tampoco esperaba tanta frialdad por su parte.

- Sonia... por favor... necesito saber qué pasa. No puedo creer que sea solo por eso.

- Ya te he dicho que nada. Tú haces lo que quieres y yo también.

- ¿Me aceptas una invitación a cenar? necesito hablar contigo y proponerte algo.

- ¿No cenas con tu nueva amiga? – su tono seco y cortante la hizo sospechar que la joven conocía su relación con Alba, ¡ahora comprendía todo! era Alba y no Elton el motivo de sus desplantes.

- ¿De qué hablas?

- Hablo de Alba, por aquí se dice que volvéis a ser inseparables.

- Sonia... ¿cenas conmigo o no?

- ¿No lo niegas?

- Estoy llegando al banco y... me gustaría charlar contigo, pero con calma y cara a cara, pásate por el despacho, por favor.

- No. Imposible.

- Sonia...

- Hasta luego.

- ¡Sonia! – la llamó aún sabiendo que le había cortado la comunicación

La joven se quedó mirando el móvil y sintió que se le saltaban las lágrimas. Odiaba comportarse así con Natalia, pero no tenía más remedio.

- ¿Quién era?

Elton la miraba interesado. Sonia no respondió, ni siquiera elevó la cabeza por temor a que descubriera su estado.

- ¿Malas noticias? – insistió él.

- No. Era... era Nat...

- ¡Pero bueno! – se mostró alegre y sorprendido a un tiempo - ¿y cómo mi payita trata así a su jefa?

Sonia se encogió de hombros.

- Así me gusta que no andes siempre tras ella como un perro faldero.

- Sí – musitó – tenías razón.

- ¡Claro que la tenía! – exclamó extrañado de su comportamiento – entonces... ya está de vuelta – dijo más para sí que para ella - ¿cómo está? – preguntó mostrando en su tono un interés que a Sonia se le antojó exagerado.

- Quiere... quiere que cene con ella – lo miró a los ojos casi con temor de su reacción, casi pidiéndole permiso.

- Pues invítala y que cene en casa, le debemos una cena, ¿no?

- ¿No te importa?

- ¿Importarme? ¡estaré encantado! – exclamó "ya lo creo que lo estaré", pensó sonriendo para sus adentros.

De pronto el día le presentaba una gran ocasión de divertirse y de calibrar ciertas cosas.

- Gracias cariño – respondió besándolo con rapidez en los labios.

- Voy a pedirle a mi madre una de sus recetas y te voy a demostrar que no soy un patán en la cocina.

- ¿Piensas cocinar tú?

- Sí, payita, quiero que estés orgullosa de mí.

- Nat no es de comer mucho, mejor preparas algo ligero.

- ¡De eso nada? si viene a casa tiene que irse más que satisfecha – sonrió mientras su mente ya imaginaba la escena.

- Elton...

- Tú déjame a mí que cuando se marche de casa será otra – bromeó con ella "ya lo creo que lo será", se va a arrepentir de haber echado tras de mí a su perro de presa – me voy que quiero que esta noche sea todo perfecto.

- ¿Esta noche? mejor la avisamos con tiempo y...

- No. Esta noche y no admitas una negativa – se agachó y la besó en la mejilla – ¿de acuerdo payita?

Sonia sintió sumisa.

- Y tú deberías aligerar si quieres terminar con el censo de esta zona antes de que Adela y Alba te llamen para que les eches una mano con los recién llegados.

Sonia vio que sus ojos brillaban con intensidad especial como hacía semanas que no lo hacían. Notó su excitación y nerviosismo y se preguntó si Isabel no tendría razón en todo lo que le había dicho de él. Comenzaba a sospechar que era así, cada vez le costaba más hacer todo aquello, ¡sí Natalia supiera? pero debía disimular si querían que cometiese algún fallo y cogerlo. Esperaba que el plan de Isabel surtiera efecto cuanto antes porque ella cada vez tenía más dificultades para fingir ante él, y si lo hacía solo era por Natalia, porque era capaz de hacer cualquier cosa por ella y si Isabel creía que esa era la mejor forma de tenerlo controlado y de conseguir descubrir quiénes fueron sus agresores e incluso su acosador, ella estaba dispuesta a ayudarla.

- ¿Payita? ¿estás bien? - Elton la tomó por la cintura.

- Sí, pero... ¿qué haces aquí? ¿no te ibas?

- Sí, pero te he visto ahí parada, tan... preocupada... que ¿te pasa algo?

- No – le sonrió – que estoy deseando verte cocinar.

- ¡Es un día precioso! ¿a qué sí payita?

- Sí – admitió elevando su rostro al cielo que sobre sus cabezas parecía un mar en calma.

- Ven – tiró de ella hacia las afueras.

- ¡Elton! ¿qué haces?

- Es una pena desaprovechar un día como éste – le dijo sin más - ¡demos un paseo, payita!

- No puedo, tengo que trabajar.

- Vamos... no seas así payita – se puso meloso – mira que verde está ya el campo

– le dijo insinuante – ven – volvió a tirar de ella por un pequeño sendero de tierra que se alejaba del campamento en dirección al cercano arroyo.

Anduvieron unos metros y Elton volvió a tomarla por la cintura.

- Te quiero, payita - le susurró al oído provocando un fuerte escalofrío en la joven que le recorrió toda la espalda. Cada vez le costaba más soportar sus caricias y besos.

- ¿Estás incómoda?

- ¡No! claro que no – le sonrió mostrándose cariñosa. Él le devolvió la sonrisa convencido de que sus ojos reflejaban un inmenso amor.

- ¿Me quieres? – le preguntó de pronto dejándola perpleja, ni en los primeros momentos de su relación le había preguntado eso, quizás notaba que algo no andaba bien y tenía que tener cuidado porque Isabel ya le había dicho lo peligroso que podía resultar jugar con él y que se diese cuenta.

- ¡Mucho! – exclamó - ¡muchísimo!

- ¿Cómo puedes estar segura de que en verdad me quieres?

- ¿Tú no lo estas de quererme a mí? Antes me lo has dicho.

- Es diferente. Los hombres queremos de otra forma y...

- ¿Estás tonto? queréis igual.

- Yo no – sus ojos se clavaron en ella deteniéndose y Sonia volvió a experimentar esa sensación de temor que últimamente no la abandonaba. Le acarició la mejilla y se inclinó a besarla – eres mía payita, solo mía – sus ojos se oscurecieron al decirlo.

- Elton...

- Dime... ¿por qué me quieres?

- ¿Se puede saber qué te pasa hoy?

- Que ha vuelto tu ama – le dijo con retintín – y... no estoy dispuesto a seguir compitiendo con ella. Te quiero para mí solito.

- No tienes que competir con nadie y menos con Nat. No la conoces, pero es una persona maravillosa y se alegrará muchísimo por nosotros.

- Eso espero – suspiró y a ella le pareció sincero. A veces cuando se comportaba así, dulce y cariñoso, no podía evitar pensar que se equivocaba con él, que Isabel no tenía razón y que ella lo estaba traicionando.

- ¿En qué piensas para mirarme así?

- En lo que me has preguntado antes... en... porqué te quiero.

- Dímelo.

- Pues... - lo tomó de la mano y lo miró a los ojos - te quiero porque me gusta cómo eres, me gusta lo que veo en ti y... me gusta cómo me tratas.

Él pareció satisfecho con su respuesta se inclinó y la besó con pasión atrayéndola. Ella le devolvió el beso. No podía evitar seguir amándolo a pesar de todo lo que Isabel le decía de él.

- Vamos al campamento cariño – Sonia lo tomó de la mano y emprendió el camino de regreso.

Elton sonreía. A pesar de que a veces notaba en ella algo que antes no veía, Sonia seguía enamorada de él y seguía comiendo en la palma de su mano. No había más que ver cómo le había respondido a "su Nat". Una frase rondaba por su cabeza, "el amor es ciego", ¡vaya si lo era! Y el día que Sonia abriese los ojos y viese de verdad quién era él, ese día sería demasiado tarde para darse cuenta de que se había equivocado en todo.



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Unas calles más allá. Adela y Alba salían de la última chabola antes de marcharse a comer. La doctora hizo un gesto de cansancio y Alba la miró sorprendida, era la primera vez que la veía manifestar algo que no fuera suficiencia o control. Sin embargo, no le dijo nada y caminó a su lado en silencio. Buscó su móvil deseando ver si Natalia le había mandado algún mensaje, sonriendo para sus adentros al ver que efectivamente allí lo tenía. Lo leyó y vio que también la había llamado, rápidamente su mente voló a las pruebas que Natalia debía hacerle y una sensación de desasosiego la invadió. Pensó en responder inmediatamente, pero decidió aguardar a llegar al campamento, así no tendría que disimular delante de Adela. Se decidió a escribirle un mensaje "¿Qué tal el día? ¿a qué hora nos vemos esta noche?". No había pasado ni treinta segundos cuando recibía la respuesta "Luego te llamo, pero creo que no va a poder ser. Tengo trabajo". Alba frunció el ceño, no estaba dispuesta a que Natalia volviera a las andadas y respondió tajante "No admito negativa". De nuevo obtuvo una rápida respuesta "Lo siento. Mejor mañana. Luego te cuento".

Adela llevaba unos minutos observando a la enfermera que, con la vista clavada en el móvil, parecía ir cambiando de ánimo a medida que recibía mensajes.

- ¡Cuidado! – la sujetó por el brazo a tiempo de evitar que metiese el pié en un profundo hoyo.

- ¡Ay! – se quejó del tirón.

- Lo siento, ¿te he hecho daño?

- Pues sí.

- De nada – le dijo con sarcasmo – la próxima vez dejo que te estampes en el suelo.

- Perdona – se disculpó con rapidez comprendiendo que Adela no tenía culpa de sus despistes.

- ¿Qué pasa? ¿algún problema?

- No.

Adela apretó los labios incrédula y sus ojos parecieron interrogarla con más intensidad que sus palabras.

- Esta mañana estabas de muy buen humor y ahora... - la miró esperando que le confesara lo que ocurría – es evidente que algo pasa.

- Nada, no pasa nada.

- ¿Qué ha hecho ya mi Natita? – preguntó burlona y directa al grano.

- No es por Nat.

- Claro ¡y yo me lo creo! Mira chica, nunca seremos amigas, pero si no quieres contestarme dilo de frente, lo entiendo.

- Nat está hasta arriba de trabajo – confesó con resignación – solo es eso.

- Y no te dedica ni un segundo, eso me suena – le dio un par de palmaditas en el antebrazo con una familiaridad y connivencia que molestaron aún más a Alba, que no estaba dispuesta a compartir con ella confidencias sobre Nat - Llámala y ponle las cartas sobre la mesa. En la vida hay que tener tiempo para todo.

Alba se quedó mirándola sorprendida, no esperaba que Adela se pusiera de su parte frente a Natalia.

- Le prometí no agobiarla y es lo que voy a hacer – respondió airada, intentado hacerle ver que no estaba dispuesta a aceptar sus consejos.

- Tú sigue así y en un mes, te vuelves con mi ex.

- ¿Qué quieres decir?

- ¡Qué ya habrá alguien que sepa arrancarla de sus papeles!

- ¿Vero?

- Yo no digo nada, pero... ándate con ojo.

- ¿Y a ti qué es lo que te va en ello?

- La felicidad de mi mejor amiga. Tú podrás no ser el tipo de persona que... imaginaba para ella, pero si la haces feliz, a mí... me da igual como seas. Y por lo que he podido comprobar sí que la haces feliz y sí que ha vuelto que parece otra.

- Ya...

- Sí, ya – recalcó - yo nunca seré santo de tu devoción, pero chica, es lo que hay.

- Ya... - murmuró deteniéndose frente a la entrada al campamento.

- Pasa – le abrió el portón dejándola entrar primero – y hazme caso, llama a Natalia y cántale las cuarenta, es lo que necesita.

- Voy... voy al baño – le dijo deseando quedarse a solas y llamar a Natalia. Odiaba que Adela pareciera conocer todos los pasos que pensaba dar.

- Ya... no tardes y no seas muy dura con ella – soltó una pequeña risilla que exasperó a Alba.

- ¿Siempre crees que lo sabes todo?

Adela la miró con una sonrisa divertida y se alejó camino del comedor sin responderle, con su aire altivo y su paso seguro. Alba se detuvo en medio del patio. Y se dispuso a hablar con Natalia.

Natalia había vuelto del banco con la sensación de tiempo perdido y un saco de sonrisas y buenas palabras que de sobra sabía que no llevarían a nada que de verdad le interesase. Nada más entrar Teresa se encargó de recordarle que Isabel y Cruz la esperaban y le comunicó que Alba necesitaba hablar con ella, al parecer la estaba llamando al móvil y no obtenía respuesta. Fue entonces cuando la pediatra recordó que lo había apagado al entrar en el despacho del director del banco. Era la hora de almorzar, pero cansada y falta de apetito, optó por encerrarse en su despacho pidiéndole a Teresa que no le pasase llamadas y nadie la molestase, iba a reunirse con Cruz para planificar la estrategia con la comisión europea que debía dar el visto bueno a la liberalización de parte del dinero de la subvención y quería hacer un par de llamadas. Isabel tenía buenas noticias, al parecer había alguien en el campamento que había visto a un par de chicos salir con las motos tras su coche el día del asalto y aseguraba que uno de ellos era Salva.

- ¿Y por qué lo dice ahora después de tantos días?

- Mis hombres lo pillaron con "maría" para un regimiento, mínimo le caen dos años y con sus antecedentes no se libra de la cárcel, quería un trato de favor a cambio de darnos la información.

- Pero eso ya lo sabías tú ¿no?

- Sí, Salva no me interesa, me interesan los demás.

- ¿Ya sabes quiénes eran?

- No. Pero... hay algo que... deberías saber.

- ¿El qué?

- Nuestro testigo – recalcó con retintín la palabra testigo y Natalia no entendió muy bien porqué, pero no quiso preguntar deseando saber lo que tenía que decirle Isabel – asegura que un tipo bien trajeado estuvo con ellos esa misma mañana y que se marchó por la carretera vieja.

- ¿Y qué?

- Tú... ¿qué recuerdas del asalto?

- Ya te lo he dicho, no recuerdo casi nada, cosas sueltas – respondió cansada.

- Creo que ese tipo bien trajeado fue el que mencionaste la primera vez que hablé contigo.

- ¿No es Elton?

- Creo que Elton sí participó, pero creo que ese tipo es quien encargó que te asaltaran y creo que es tu acosador.

- Pero... pero... - un escalofrío recorrió su espalda - ¿cómo puedes saberlo?

- Es cuestión de olfato. Sé cuando alguien me miente. Salva mintió, Elton mintió y tú...

- Yo no te miento – la interrumpió con energía creyendo que como siempre dudaba de ella.

- No iba a decir eso – respondió con rapidez – tú... ¿no has recordado a alguien distinto, alguien que... pretendía ayudarte?

- ¿Cómo sabes eso? – su voz se enronqueció.

- He estado en contacto con Alba todo este tiempo, Verónica nos dijo que debías recordar poco a poco, sin presiones, pero yo necesitaba saber cualquier detalle que te viniese a la mente y...

- Alba se brindó encantada – murmuró frunciendo el ceño.

- ¿Te molesta? – preguntó captando su tono.

- Me gustaría haberlo sabido, yo... hay cosas que no sé si las recuerdo o... las soñé.

- Entiendo... - dudó un instante si decirle que ya lo sabía y optó por no hacerlo – lo importante es que había alguien más, alguien que... no se manchó las manos y... quiero que sepas que estoy en ello. Estamos cerca Nat. No voy a parar hasta que lo cojamos, pero... debes extremar las precauciones... si... se siente acorralado puede... tomar una decisión drástica.

- ¿Qué decisión? – preguntó con temor.

- Terminar con el juego.

- Ya... quieres decir conmigo.

- Sabes lo que quiero decir.

- Bien – su voz sonó débil y cansada.

- No te entretengo más Nat, solo quería que lo supieras y que... no te tomes en serio lo de la seguridad.

- Sí, ya lo hago.

Se despidió de ella con más aprensión que antes. Valoraba las buenas intenciones de Isabel, pero ella ya había perdido la esperanza de que la detective pudiese cumplir la promesa de detener a su acosador y que todo terminase. Tenía miedo, mucho miedo de que, si todo acababa, fuera cuando ese loco lograra acabar con ella. Se pasó la mano por la frente y se mantuvo unos segundos con la vista clavada en el móvil. Se decidió y marcó el número de Alba. Esperó con paciencia que diera más de cinco llamadas y cuando ya creía que saltaría el buzón de voz, escuchó responder a la enfermera.

- ¡Nat!

- Hola.

- ¿Dónde te metes? te he estado llamando.

- Lo siento, estaba en el banco y apagué el móvil.

- ¿Todavía no sabes que hay una opción para no tener que apagarlo? – le preguntó burlona sin poder evitarlo.

- Alba... - dudó un instante, pero a la enfermera su voz le sonó cortante.

- Es broma Nat, no te mosquees.

- No es por eso...

- ¿Entonces qué te pasa, por qué estás tan seca? ¿has tenido problemas en el banco? – preguntó con interés.

- Nada que no me esperase – su desgana fue patente - eh... esto... Alba, ¿puedo preguntarte algo?

- Claro, ¿qué pasa?

- ¿Tú le has contado a Isabel lo de mis pesadillas?

- ¿Yo? ¡claro que no? ¿por qué crees eso?

- Alba... no me mientas.

- No te miento Nat.

- Ella dice que habéis mantenido el contacto mientras estábamos en Jinja y que has sido tú la que le contaste que yo... que... que...

- Nat no sigas – la interrumpió – yo solo la he llamado cada vez que recordabas algo, ella me pidió que lo hiciera, pero de tus sueños te juro que no le conté nada.

- ¿Y cómo sabe que yo... que soñé que alguien más estaba allí? – preguntó molesta.

- Nat... los primeros días estabas muy confusa y te costaba centrarte, pero... hay cosas que... no las soñabas, ¿recuerdas el día que te indispusiste en el comedor? ¿recuerdas que me comentaste que te venían imágenes sueltas? esas son las únicas cosas que le he contado a Isabel. Necesita saber qué recuerdas, puede ayudarle en su investigación. Siento si te ha molestado, pero... creí que esa información podría ayudar para coger a esos hijos de puta.

- No me gusta que habléis de mí a mis espaldas... pero... gracias...

- Nat no te enfades – le pidió creyendo intuir un deje irónico en sus palabras.

- No me enfado, te lo digo de verdad, gracias por... por preocuparte tanto por mí.

- ¿Cómo no voy a preocuparme? te quiero – susurró y Natalia sonrió imaginando a Adela pululando entorno a ella.

- ¿De verdad? – preguntó insinuante y Alba sonrió aliviada – pues... en ese caso... ¡dímelo otra vez!

- ¡Te quiero! – repitió con intensidad esperando una respuesta que no llegó – y tú no me dices nada.

- Yo también.

- ¡Eres imposible! – Natalia escuchó una risilla - Oye... ¿lo de los mensajes va en serio?

- Sí, perdóname por... por el plantón, pero no voy a poder quedar.

- Nat... ¿ni un ratito? – preguntó melosa.

- No puedo, cariño.

- Bueno – aceptó de mala gana - ¿hablaste con Cruz?

- Sí, ya me ha hecho una analítica.

- ¿Ya? ¿y cómo ha salido?

- Hay que esperar.

- En cuanto sepas algo de los análisis... llámame o si no... ya te llamo yo dentro de un rato, cuando pueda escaparme de Adela.

- Sí – arrastró el sí sin convencimiento - oye, yo... quería decirte algo más.

- ¿Qué pasa?

- Verás, no quiero que me malinterpretes, pero yo... – dudó un instante y se decidió - cuando no me encuentres en el móvil... no llames aquí, no quiero darle motivos a Teresa para sospechar más de lo que ya lo hace.

- Ya... ¿te ha dicho algo?

- No, pero...

- No lo entiendo, te llama todo el mundo ¿por qué yo no?

- Alba... entiéndelo, Sonia ya me ha insinuado que tú y yo... y no quiero que todos empiecen a hablar.

- ¿Has conseguido hablar con Sonia?

- Sí.

- ¿Y qué tal?

- Bien – respondió escuetamente – Alba te lo digo en serio, tenemos que ser prudentes

- Nat... solo es una llamada, nadie tiene porqué pensar nada raro.

- No quiero – le dijo seca y tajante – respétalo.

- Vale. No volveré a llamarte, si es lo que quieres – demostró lo mucho que le molestaban sus palabras.

- Alba... sabes a qué me refiero, puedes llamarme siempre que quieras, pero al móvil no al despacho.

- Ya... - suspiró convencida de que era su mala conciencia la que la hacía decir esas cosas, comenzaba a sospechar que a Natalia le pesaba mucho estar engañando a su mujer – bueno Nat, tengo que trabajar, esta noche nos vemos.

- Ya te he dicho que no puede ser.

- No puedo llamarte y... ¿tampoco podemos vernos después de trabajar? quiero verte.

- Lo sé, cariño... y yo a ti, pero voy a terminar muy tarde y estoy cansada.

- Si estás cansada vete a casa y esta noche nos damos una vuelta.

- No seas tan simple Alba, no puedo irme a casa, tengo cosas que hacer. Cosas importantes.

- Esas cosas han estado esperando semanas, podrán esperar unas horas – fue ahora ella la que se mostró firme y tajante – ya te he dicho que no admito negativa ¿a qué hora paso a recogerte?

- Alba... no nos vamos a ver hoy, tengo una cita con Cruz.

- ¿Para cenar? – preguntó extrañada.

- No – bajó la voz y no pudo evitar sonreír imaginando la expresión que habría puesto – para hacerme el resto de las pruebas cuando cerremos la clínica.

- Nat... quiero estar.

- Lo sé cariño y yo querría que estuvieses – le reconoció con sinceridad - pero... prefiero que... seamos discretas hasta que vaya a Sevilla y hable con todos.

- Vale... - aceptó – Nat...

- Dime - la instó al ver que se callaba.

- Te echaré de menos esta noche – bajó la voz tanto que la pediatra apenas pudo adivinar lo que le decía.

- Y yo a ti – sonrió - ¿no te enfadas?

- Un poquito, pero ya se me pasará.

- Cariño...

- Tengo que colgar Nat. Adiós.

- Alba...

Escuchó el clic del corte de comunicación y apretó los labios disgustada. Cada vez le resultaba más difícil soportar esa situación y se propuso acabar con ella ese mismo fin de semana. Estaba haciéndole daño a Alba y eso era lo último que deseaba. Iría a Sevilla y hablaría con sinceridad con sus padres y sus suegros, porque no podían seguir así.





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