Complicaciones III
Conan
Solté un suspiró justo estábamos en un caso complicado.
Me estiré un poco antes de volver a los documentos.
—Investiga las colillas encontradas cerca de la puerta, puede que nos den información. —comenté frotándome el puente de la nariz.
—Sato lo está investigando. —me dijo Chiba pasándome unos documentos, seguramente con la información de lo que pedí.
—¿Tienes alguna idea de lo que pasó? —preguntó Takagi revisando de nuevo los archivos que ya tenían.
—Algo, pero necesito más información. —respondí tomando los papeles que me entregó Chiba.
El timbre de mi teléfono empezó a sonar, contesté sin dejar de leer los papeles.
—Edogawa al habla, ¿qué necesita? —pregunté, no le di importancia debido a que estaba muy atento al caso.
—Conan. —me dijo Kaito de forma seria, eso me descolocó por completo.
No muchas veces escuchaba a Kaito hablar de esa forma. —Hey, ¿qué pasa? —pregunté preocupado.
—Ai… está en el hospital. —comentó suavemente seguramente con miedo a mi reacción.
—¡¿Qué?! —grité alarmado. —¿Qué pasó?
—Ehh, jejejeje. —escuché su risa nerviosa, cosa que me frustraba aún más.
—No te rías imbécil, ¡¿qué mierda ha pasado?! —gruñí enojado levantándome de la mesa de golpe.
—Te… explicaré todo más tarde, solo quería avisarte que estamos en el hospital Beika y… —me dijo, seguramente mantenía una mirada preocupada.
—¿Le dijiste a Ai? —hablé tirándome en la silla soltando un largo suspiró.
—A eso iba, estaba pensando en llamarla después… ya sabes, para darte tiempo y eso. —me respondió preocupado.
—Estoy en medio de un caso, pero iré lo más rápido posible. —sentencie decidido.
—Nos vemos acá. —fue lo último que dijo antes de colgar.
—¿Ha pasado algo? —me preguntó Takagi preocupado, estaba seguro que mi expresión era oscura en estos momentos.
Solté un suspiró frotándome el puente de la nariz. —Ai está en el hospital.
—¡¿Qué?! —exclamó conmocionada Sato entrando a mi despacho. —Tienes que ir de inmediato. —me ordenó.
—Y claro que voy a ir. —afirme con las manos juntas llevándolas a mi boca. —Les voy a dejar labores a cada uno, si encuentran algo importante, Sato estará a cargo, dejo en tus manos el caso. —afirme extendiendo todos las carpetas que tenía en mi poder. —¿Entendieron? —pregunté al ver sus miradas llenas de desconcierto y preocupación.
—¡Si! —me contestaron los tres oficiales.
Hakuba
Sonreí de forma autosuficiente al darme cuenta de sus nervios, se encontraba ligeramente sonrojada y removía levemente su flequillo tratando de no dañar su peinado.
Era extraño ver a Aoko-chan tan cohibida pero valía la pena, al darme cuenta que la "chica fría" solo es una joven de pocas demostraciones expresivas.
—Tomemos el té antes de que se termine de enfriar. —le dije con una sonrisa.
Haibara-san… Haibara asintió lentamente antes de acercar su mano a la taza.
No fue tan malo este día, después de todo.
—¡Saguru, vine para inspeccionar tu vestuario de mañana! —exclamó mi padre entrando a la sala con la mirada en unos documentos. Paso unos segundos de pie, al lado del sofá.
Haibara me envió una mirada interrogante, supongo que se debe a que mi padre se plantó en la sala después de hablar y se quedó en silencio a nuestro lado.
Al darle una sonrisa nerviosa, soltó un suspiró antes de tomar su té como si nada hubiera pasado.
—Entonces Sugu… —se detuvo al notar a mi invitada. —Oh, discúlpeme no la había visto. —le dijo cordialmente en forma de saludo. —Saguru si tienes invitados te agradecería y me lo dijeras.
—Si, padre. —le respondí en el mismo tono. —Acabamos de terminar un trabajo y…
—Saguru… —me llamó Haibara con una tierna y dulce mirada, Aoko-chan se veía más angelical que nunca. —¿No me vas a presentar a tu padre? —me preguntó con un tierno mohín en sus labios.
—Ehh, ¿qué? —fue lo único que logré decir ante el cambio radical de ambiente.
—¡¿No me quieres presentar porque te avergüenzo?! —preguntó triste, lágrimas amenazando por derrumbarse de sus lindos y azules ojos.
Olvidándome por completo que esta era Haibara Ai, la esposa de mi amigo, además de que soy un admirador de él por sus hazañas en la policía.
Yo hasta ahora logré entrar, pero él ha sido el más joven detective de policía, según lo que escuché era un detective donde vivía antes aunque era de forma independiente, una vez se trasladó a Japón a mediados de su último año de secundaria entró a la policía con honores.
Por lo que obviamente es mi superior, aunque prefiere que no lo trate de esa forma, además he escuchado que lo ascenderán a Inspector, sería el más joven en conseguir ese puesto.
—¿Q-Que? N-No, no, no es así, yo… no es…
—Saguru, ¿es tu novia? —me preguntó mi padre.
Mi cerebro estaba frito, nunca pensé que terminaría en una situación como esa.
—Amm, ehh. —balbuceé.
—Lo soy, mucho gusto. —dijo levantándose e inclinándose levemente ante mi padre. —Soy Aoko Nakamori, es un placer.
—Oh, no, el gusto es mío. —le dijo con una gran sonrisa. —Soy el Superintendente…
El timbre del teléfono de Aoko nos sorprendió, rompiendo la rara atmósfera y devolviéndome a la tierra.
—Discúlpenme un momento. —comentó Haibara todavía de forma cordial. Se alejó de nosotros dándonos la oportunidad de reprocharle a mi padre por la sonrisa que obviamente tenía segundas intenciones.
—Simplemente debiste decirme, en vez de oponerte tanto. —me comentó aún con esa extraña sonrisa.
—¡Padre! —reproche incómodo con la situación.
Un fuerte golpe llamó mi atención, miré en dirección de Aoko-chan o más bien Haibara, se encontraba arrodillada, su cuerpo temblaba sin parar.
—¿Q-Qué estás… diciendo, Kaito? —la escuché murmurar con la voz quebrada.
Me asusté al escuchar el tono de su voz, me acerqué rápidamente a ella, temblaba cual gelatina.
—He-Hey. —murmuré tomando uno de sus hombros, al voltearla me quedé petrificado.
Su labio inferior no paraba de temblar, la iris de sus ojos estaba demasiado dilatada, lágrimas se deslizaban por sus mejillas una tras otras.
Mi corazón se encogió al verla de esa forma, que tuviera el cuerpo de Aoko-chan no ayudaba para nada.
—E-El hospital Be-Beika, te-tengo… tengo que… tengo que ir. —susurró con dolor.
—¿Eh? —solté entre confundido y consternado. —¿Qué pasa?
—Ai por favor tranquilízate, ya llamé a Conan. —logre escuchar la voz de Kuroba desde el móvil.
—¡¿Qué está pasando?! —exclamé molesto tomando el celular de Aoko-chan.
—Hakuba… sabía que terminaría así, pero no podía decirle por mensaje. —escuché la voz débil de Kuroba, era sumamente extraño escucharlo de esa forma.
—Hey, que…
—Hazle caso en todo y trata de que no se sienta peor. —fue lo único que dijo antes de colgar.
—¡Kuroba! —exclamé al teléfono molestó. —Tsk, ¡¿Qué demonios sucede?! —solté fastidiado.
Haibara se levantó se secó las lágrimas y tomó sus cosas. —Me voy al hospital de Beika. —afirmó con la voz tambaleante, saliendo de la sala.
—¿Eh?
—¿La vas a dejar ir sola? —me preguntó mi padre con una mirada acusadora.
Una mueca surco mis labios incómodo. —Espérame. —grité corriendo tras ella, no por lo que dijo mi padre, tenía curiosidad por la situación.