La Clínica

By marlysaba2

93.4K 4.6K 2.7K

Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 90

507 27 40
By marlysaba2


La mañana era fresca, pero siempre le había agradado el ambiente de esas primeras horas, cuando las ciudades despiertan al día. Un par de jóvenes caminaban abrazados intentando darse calor y evitar caer al suelo, se tambaleaban por los efectos del alcohol y avanzaban hacia él por su misma acera. Instintivamente se cruzó al otro lado. Desde la reunión de hacía dos días tenía la sensación de que algo iba a ocurrirle y a pesar de ello, había declinado la posibilidad de trasladarse en coche oficial. Necesitaba pensar y aclarar sus ideas. Llevaba horas esperando escuchar la noticia y se había levantado antes del amanecer buscando los titulares del asesinato de Lacunza, pero no había sucedido, y eso no le cuadraba. Habían desestimado su propuesta y, sin embargo, no parecían haber hecho nada para lograr su objetivo o, no se lo habían comunicado, lo que era mucho peor. No confiaban en él, eso estaba claro. El mayor de sus temores parecía que iba a cobrar forma, su hija debía estar tras ese fallo. Estaba convencido de ello. Algo le decía que sus horas estaban contadas, pero antes tenía que poner a salvo a alguien. Su hija.

Entró en su despacho con un paso, más cansino aún que en los últimos días. El timbre del teléfono lo recibió, sobresaltándolo.

- ¿Si? – corrió hacia él extrañado de recibir una llamada a esas horas, ni siquiera su secretaria había llegado.

- ¿Martínez?

- Sí, soy yo – respondió, reconociendo la voz al instante.

Era él, al que nunca debió haber cedido, el que tenía su vida profesional y quien sabía si su vida sin más, en sus manos.

- Cambio de planes.

- No entiendo.

- Vía libre para que ejecute su idea.

- ¿Ahora?

- Desde ya. Queremos a Lacunza hundida, ¿podrá conseguirlo?

- Sí, sin problema, quizás lleve algo de tiempo – buscó una excusa, cada vez sentía más escrúpulos cuando trataba con aquel tipo - ¿seguimos con el plan original o... abortamos?

- Seguimos... siempre que nadie pueda relacionarnos con ello.

- Nadie puede, le aseguro que es un método indetectable.

- Pero ¿demasiado lento? ¿seguro que podrá acabar con ella?

- Seguro, lo que tenemos de ella es... suficientemente fuerte...

- Suficiente no me basta, la quiero hundida.

- Lo estará, déjelo de mi cuenta.

- Ni que decir tiene que... cuando todo esto acabe, valoraremos en su justa medida su inestimable ayuda.

- Gracias ¿me permite una pregunta? – necesitaba saber qué es lo que había cambiado - ¿por qué ahora? si lo hubiésemos hecho mucho antes...

- Nuestro proveedor ha desviado el cargamento, hasta dentro de un mes o mes y medio, no enviarán otro. Ese es el tiempo con el que cuenta para hundir a esa... - se interrumpió, no hacían falta calificativos para la persona que estaba echando por tierra tantos años de esfuerzo y contactos, hasta establecer una red solvente - ¡húndala! y... tendrá todo lo que desea.

- Hay... una condición.

- ¿Condiciones a estas alturas? Martínez... no está en posición de imponer condiciones.

- Yo creo que sí, es algo tan simple como que...

- ¿Qué condición?

- Mi hija. No quiero que se vea implicada.

- ¿Su hija? precisamente es ella la que ha echado todo a perder – bufó de mal humor.

- No es negociable – mostró una firmeza que no sentía.

- Bien – pareció pensárselo - no hay problema. Es usted quien tiene que salvaguardarla. Contrólela. Por nuestra parte... si ella no molesta... no la molestaremos.

- Eso no es suficiente, quiero que me prometa...

- Promesas, promesas – chascó la lengua pronunciando cada una de las palabras como un disparo – yo no hago promesas que no sé si voy a poder cumplir. Si no quiere que su hija salga perjudicada o algo peor, simplemente, destínela a otras competencias. Si sigue en ese campamento... para cuando llegue el cargamento... nosotros no respondemos – su voz sonó a velada amenaza y Martínez comprendió que todo aquello era mucho peor de lo que imaginara en un primer instante - ¡póngase en marcha! – fue la orden que recibió antes de escuchar como su interlocutor colgaba el teléfono.

Permaneció en pie, mirando el aparato unos instantes. Luego rebuscó entre las carpetas de su escritorio y cogió un expediente "Natalia Lacunza", suspiró y comenzó a ojearlo de nuevo. Tenía que conocer al detalle, todos los pormenores. El día que la tuviese enfrente no quería cometer ningún fallo, tenía que cumplir su palabra, por su bien y por el de su hija.



----------




Alba, dejó su moto en el aparcamiento y echó un vistazo al reservado para la directora, o no había llegado o lo había hecho sin su coche ¡estaba deseando verla? el solo hecho de pensar en el próximo encuentro le hacía sentir un nerviosismo especial. Entró en la clínica con una enorme sonrisa, Teresa la recibió en correspondencia con un enorme abrazo, contenta de tenerla de vuelta.

- Para, para, Teresa que me vas a espachurrar – bromeó zafándose de ella.

- Si es que me parece increíble que estéis de vuelta. Ya creía que Nat no se recuperaría nunca, allí, con tan pocos medios...

- Allí ha estado muy bien cuidada.

- No lo dudo – respondió escrutándola con la mirada – pero... ¿se puede saber qué le pasó para que hayáis tardado tanto en volver?

- Nada... - respondió esquiva.

- No me lo cuentes si no quieres... pero...

- No es eso... es que... - la miró y se encogió de hombros.

- Mujer... no te estoy pidiendo que me cuentes un secreto, solo qué pasaba.

- Ya lo sé Teresa, pero ya sabes cómo es Nat, no le gusta que hablen de ella, ¿por qué no le preguntas tú?

- Lo haré, ¡vaya si lo haré! esto no se hace, tenernos como nos tuvisteis, con esa incertidumbre, sin saber que pasaba... ni...

- Bueno, bueno Teresa... - la besó en la mejilla – no te preocupes tanto que ya estamos aquí.

- Y tú... ¿por qué estás tan contenta?

- ¿Contenta yo? no... lo normal – desvió la vista temiendo un interrogatorio de la recepcionista - ¿ha llegado ya alguien?

- Cruz está en la cafetería y Claudia y Gimeno también.

- ¿Y Nat? – preguntó para asegurarse.

- Nat no, y mira que es raro porque ella siempre es la primera, le gusta subir al despacho antes del primer café, y creí que hoy... al ser el primer día...

- Hablando de café, ¿te tomas uno conmigo?

- ¡Creí que no me lo pedirías nunca!

- Pues vamos, que ya no estoy acostumbrada a estos madrugones – bromeó encaminándose ambas en busca del café.

La cafetería estaba casi desierta a esas horas de la mañana. Cruz y Claudia tomaban un café y parecían enfrascadas en una seria conversación. Gimeno, se encontraba literalmente tirado sobre la barra después de una dura noche de guardia y se disponía a marcharse. Alba se acercó a saludarlo mientras Teresa, por una vez haciendo gala de la prudencia de la que carecía a menudo, se sentaba en una mesa alejada de los demás, buscando en realidad un poco de intimidad con Alba para poder saber por qué había vuelto la enfermera con esa sonrisa de oreja a oreja y con ese brillo en los ojos, que distaban mucho del aire triste y enfermizo con el que regresara a sus vidas hacía apenas unos meses atrás, porque estaba convencida de que eso tenía mucho que ver con Natalia. Y se temía lo peor, que las dos hubiesen vuelto a las andadas.

- ¿No te sientas con Cruz? – le preguntó Alba extrañada de verla sola, llegando con los dos cafés, tras despedirse de Gimeno.

- No. Están con sus cosas – respondió dejándola sorprendida.

- Pues... yo debería saludar a Claudia – comentó sentándose frente a ella y mirándola con atención, esperando que dijese algo – Teresa, ¿qué pasa?

- Nada, ¿qué quieres que pase? – se mostró esquiva.

- ¿Va todo bien... por aquí?

- Eh... sí...

- ¡Teresa!

- Por mí no vas a saber nada, que luego... Teresa es la que se va de la lengua – se mostró ofendida y Alba comprendió que se debía a su negativa a contarle nada sobre Natalia.

Cuando estaba a punto de hablarle de la pediatra y establecer un "toma y daca" en el que ella se enterase de las novedades que había, Claudia se levantó y acudió hacia ellas con una sonrisa, seguida de Cruz que llegaba con su taza de café en la mano.

- ¡Hola! – exclamó, colocándole un beso por mejilla - ¿qué tal ese viaje?

- Bien.

- ¿Puedo sentarme con vosotras? – preguntó Cruz, haciéndolo sin esperar respuesta.

- ¿No te sientas? – Alba se dirigió a Claudia que permaneció en pie.

- No, gracias.

- ¿Ya te vas? – le preguntó Teresa a la neuróloga.

- Sí, ¡estoy muerta? ha sido una noche movidita, no hemos podido dormir ni un segundo.

- Pero... ¿no esperas a Nat?

- Si me he tomado un café precisamente para verla, pero... se está retrasando – comentó mirando el reloj.

- Pero mujer espérala – insistió la recepcionista – se alegrará de verte. Tómate otro café y...

- No, Teresa, ya la veré esta tarde que a las tres hay programada una operación en la que debo estar y quiero dormir un rato – se excusó – bueno Alba, que me alegro de que estéis aquí – le puso una mano en el hombro, en señal de despedida, dispuesta a marcharse.

- Claudia, luego hablamos – le recordó Cruz.

- Sí, tranquila, que esta tarde me paso por tu despacho – respondió alejándose.

- Bueno – suspiró Cruz - y tú ¿qué? – puso su mano sobre la de Alba - ¿qué nos cuentas de esos días fuera?

- Variados – sonrió y sus ojos comenzaron a bailar solo de recordar algunos de los momentos compartidos con Nat – ha habido de todo.

- Pero... ¿tan mal ha estado Nat para que no pudierais regresar antes? – se lanzó Teresa confiada en que la enfermera respondiera al estar Cruz presente – porque yo anoche la vi muy bien.

- Ya sabéis como ha estado, ¿no? Germán os ha mantenido informadas – respondió con seriedad, aludiendo a sus conversaciones diarias con Adela y Cruz.

- Sí, tengo el informe que me hizo llegar y hemos hablado con él con regularidad – admitió Cruz.

- Pues qué queréis que os diga, yo no he visto a Maca con señales de haber estado tan malita – insistió Teresa.

- Yo no sé qué estás pensando, Teresa, pero te aseguro que Nat ha estado muy mal – Alba se mostró molesta imaginando por donde iba su amiga – y necesitaba recuperarse bien antes de hacer un viaje tan largo.

- Pero esos niños que traéis de allí sí que están malitos y aguantan el viaje.

- ¿Se puede saber qué te ha dado con eso? – rió Cruz – Alba tiene razón, Nat necesitaba descanso y que esa ha sido una forma de que se relajara y se tomara tiempo libre. Quizás podría haber vuelto un poco antes, pero hablé con Germán y estuvo de acuerdo en que debía tomarse un respiro de unas semanas.

- La verdad es que sí, ¡sí que va a necesitar estar fuerte para enfrentarse a todo lo que ha pasado! – admitió la recepcionista

- Pero ¿qué ha pasado? – preguntó Alba ya visiblemente preocupada.

- Nada, no te preocupes, exageraciones de Teresa – respondió Cruz - ¡buenos días, Adela!

La pediatra llegaba como siempre, con paso firme, aires de diva y una expresión de suficiencia que incomodó a Alba nada más verla. Estaba claro que aquella mujer nunca le caería bien.

- ¡Buenos días! – las saludó y se quedó plantada ante Alba - dos besos, perdida ¿no? – le pidió con lo que a Alba le pareció cierto retintín.

- Eh... claro... perdona – se levantó con rapidez a besarla y tomaron asiento las dos.

- Le decía aquí a Alba que entre todos hemos sacado la cosa adelante – rompió Cruz el silencio que había creado la recién llegada.

- ¡Y trabajo que nos ha costado! – exclamó asintiendo.

La enfermera se tomó el café que le quedaba de un sorbo y se levantó con rapidez.

- Voy a por otro café, Adela ¿tú quieres algo?

- No te preocupes que ya saben lo que tomo, ahora me lo traen.

Alba abrió los ojos perpleja, ¿cómo que se lo llevaban a la mesa? era autoservicio, aquella mujer era insufrible, siempre con esa pose de señorona como diría su madre si la conociera. Se fue hacia la barra sin apartar la vista de la puerta ¿dónde se había metido Nat? ¡estaba deseando verla aparecer! en el mensaje de buenos días que le había mandado esa misma mañana le prometía que la vería en la cafetería, por eso había salido como una exhalación de casa de su madre con la intención de poder desayunar con ella.

No soportaba a aquella mujer y lo peor de todo es que se temía que a partir de ese día tendría que trabajar con ella porque dudaba mucho que Maca volviese al poblado a visitar chabola por chabola como hicieran semanas atrás. Tendría que ponerse al día de todo y estaba convencida de que iba a ser una tortura ser la enfermera de Adela, ¡ojalá se equivocase y Mónica saliese con Adela? así Laura y ella trabajarían juntas.

- Tú café – le dijo el chico de la barra al ver que, distraída, no se había percatado de que ya lo tenía delante.

- Gracias – sonrió torciendo la cara con una graciosa mueca. Iba a tener que dejar de darle vueltas a la cabeza porque era la tercera vez que alguien en esa mañana la miraba con aquella expresión divertida.

Al darse la vuelta sus ojos se clavaron en la entrada. Natalia acababa de cruzar la puerta y lo primero que había hecho es clavar sus ojos en ella y levantar la mano a modo de saludo. Sin poderlo evitar sus labios dibujaron una sonrisa y sus ojos brillaron felices de verla al fin.

Natalia hizo ademán de ir junto a ella, pero una joven enfermera se levantó a saludarla, interceptándole el paso. Alba no la conocía, de hecho, aún no conocía a toda la plantilla de la clínica, sobre todo, a los trabajadores de planta. Sin saber si ir a sentarse con Teresa y Cruz o esperarla, permaneció en pie, con la taza en la mano, embobada observando a Natalia hablar con unos y otros. Teresa le dio un codazo a Cruz y le señaló la actitud de la enfermera.

- ¿Qué te estaba contando? – miró a la cardióloga con suficiencia – Alba está muy contenta y muy distraída, te digo yo que allí estas dos...

- Ay, teresa, que siempre estás con lo mismo – protestó Cruz – no digas tonterías que Nat quiere a su mujer.

- Yo no digo que no la quiera – se mostró ofendida – pero ya... ya me dirás si tengo o no razón

Alba, ajena a los comentarios que suscitaba seguía mirando hacia Natalia deseando que terminara de saludar y se acercase a ella. Solo tenía ojos para Natalia, de buena gana la besaría delante de todos.

- Buenos días, Alba – la enfermera dio un respingo, ni siquiera se había dado cuenta de que se había colocado nadie junto a ella y menos Vero, que la miraba con una sonrisa irónica que ella no era capaz de comprender a qué se debía.

- Buenos días – respondió mirando a Natalia que acababa de sumarse al grupo con una enorme sonrisa, "¿por qué estará tan contenta?", pensó frunciendo el ceño, hace un instante hubiera jurado que se debía al encuentro, pero ahora, al ver a la psiquiatra, su humor cambió - ¿venís juntas? – no pudo evitar preguntar sintiendo que se despertaban todas sus alarmas.

- Sí – sonrió Vero con tal cara de satisfacción que la mecha de los celos se prendió sin remisión en Alba – venimos juntas.

- Alba... - pronunció su nombre como solo ella sabía hacerlo, y la enfermera notó que las mariposas de su estómago volvían a revolotear. Era increíble lo que Natalia era capaz de provocar en ella tan solo al decir su nombre - ¿puedes pasarte a última hora por mi despacho? – le preguntó, disimulando un guiño y enarcando las cejas para que comprendiera sus intenciones.

- Claro, lo que tú digas – respondió cortante y Natalia supo que estaba molesta.

- Nat me estuvo contando el viaje – la miró Vero y Alba sintió que deseaba abofetearle la cara, pero debía ser agradable con ella porque tenía algo que preguntarle y quería que le respondiera – y ya veo que no solo a ella le ha sentado bien – continuó la psiquiatra – te veo muy guapa, Alba y... te sienta muy bien ese moreno.

- Gracias – dijo secamente – tú, parece que has engordado en estas semanas.

Natalia la miró con reprobación, pero la psiquiatra pareció no inmutarse.

- Pues sí, desde que no acompaño a Nat en sus ejercicios diarios me he vuelto una perezosa, así es que ya sabes – dijo dirigiendo sus ojos a la pediatra – si ya estás bien, tenemos que empezar de nuevo con las tablas de ejercicios – sonrió con inocencia y Alba sintió que los celos se la comían por dentro. Estaba claro que Vero iba a estar todo el día pegada a Natalia y ella no era capaz de soportar eso, podía haberse estado con la boquita cerrada - por cierto Alba – se volvió hacia la enfermera - ¿qué has hecho para lograr que Nat deje las vitaminas? – le preguntó de sopetón, sorprendiendo a ambas

Natalia la miró ahora a ella con recriminación y Alba abrió los ojos perpleja.

- Lo digo porque... ¡no sabes el trabajo que me ha costado que las tome otra vez! – le guiñó un ojo a Natalia que frunció el ceño sin saber qué pretendía Vero con aquellos comentarios.

- ¿Las has tomado? – le preguntó Alba a Natalia ignorando a la psiquiatra.

Natalia se encogió de hombros y asintió. Alba mostró su disconformidad, frunciendo el ceño y negando con la cabeza, ¿en qué pensaba Nat? Germán había insistido en que le sentaban mal y en que debía hacerse pruebas para saber el motivo, no debía haberlas tomado hasta conocer esos resultados.

Natalia miró a una y otra y suspiró. Rápidamente comprendió lo que estaba ocurriendo y de buena gana pondría las cartas sobre la mesa, pero allí era imposible. Suspiró y se volvió hacia Vero.

- Vero, ve cogiendo mesa y espérame que ahora voy yo – su petición fue tan tajante que sonó a orden.

- Como quieras, pero... ¿no nos sentamos con los demás?

Natalia dudó un instante, quería hablar con ella seriamente y pedirle que no fuera hablando de sus cosas con tanta libertad y menos, sabiendo lo que sabía de Alba. Eran ganas de provocar a la enfermera y no estaba dispuesta a consentírselo.

- Eh... bueno... si claro – aceptó – ahora voy yo.

La psiquiatra se marchó y Natalia encaró a una Alba que no disimulaba su enfado.

- Buenos días – le repitió melosa bajando mucho la voz, de forma insinuante.

- Hola – respondió cortante, mostrándole que no estaba para zalamerías.

- ¿Qué pasa? ¿te enfadas por lo de las vitaminas? – le preguntó, adivinando los motivos para esa actitud, pero Alba siguió sin responder y sin cambiar su gesto de contrariedad – entiéndeme, Vero y mi madre se pusieron en mi contra y la verdad es que no encuentro un motivo razonable que darles para dejar el tratamiento.

Alba la miró con tal cara de decepción que Natalia bajó los ojos.

- Alba... no te enfades – le pidió sin que surtiera efecto.

- ¿Que no me enfade?

- Sí, tú no sabes cómo se puso mi madre...

- Me da igual cómo se pusiera, ¡joder? sabes que no debes tomarlas. Al menos hasta saber por qué te sientan mal.

- Bueno... me las tomé y aquí estoy, ¿no? – Alba volvió a mirarla y a negar con la cabeza, Natalia leyó algo más que decepción, le pareció ver desprecio en sus ojos y sintió que se le hacía un nudo en la garganta – Alba...no me mires así, fui incapaz de negarme – intentó explicarse y buscar su comprensión, pero la enfermera continuaba en silencio – Alba...dime algo.

- No has perdido el tiempo – la frase sonó a latigazo.

- ¿A qué te refieres?

- A tu amiguita...

- Alba... - la recriminó con el tono.

- ¿Has hablado con Cruz? ¿le has pedido que te haga las pruebas? deja que responda yo, no ¿verdad? pero con ella – dijo señalando con la cabeza hacia donde Vero se encontraba – te ha faltado tiempo para ponerla al día.

- Alba... somos amigas...

- Has pasado la noche con ella, ¿no?

- Alba... - sus ojos suplicaron que no siguiera por ese camino.

- ¿Sí o no?

- Sí. Se ha quedado en casa – admitió - Se nos hizo tarde charlando.

- Ya... charlando.

- ¿Qué pasa, Alba? estaba deseando llegar aquí y... verte – susurró – desayunar contigo...

- ¿Qué pasa? pasa que yo no puedo tener muestras de cariño, pero ella no deja de sobarte, pasa que no vamos a poder vernos casi nada en el día, pasa que no tienes tiempo de hablar con tu mujer, pero con ésta sí, ¿no?

- Alba... pero... ¿qué pasa? ya habíamos hablado de todo esto, ¿dónde queda eso de que tenía todo el tiempo que necesitase? – la miró acusadora y fueron los ojos de Alba los que ahora buscaron el suelo - ¿cómo quieres que hable con Ana? ¡joder? ¡qué tú sabes cómo está! – bajó la voz.

- ¿Y Vero?

- ...y Vero siempre se ha quedado en casa cuando hemos cenado juntas...

- ¡Ya no es lo mismo! – exclamó cortándola - ahora... - bajó también la voz – tú y yo...

- Chist... creía que esto ya estaba hablado – repitió con genio, comenzando a perder la paciencia.

- No me dijiste que en la espera tendría que aguantar que duermas con ella.

- Alba....no me montes una escena – casi le exigió – ¡por favor!

- Ya... que me toca tragar y callar ¿no? ¿ese es el papel que me tienes reservado?

- Alba... te estás equivocando.

- ¿Sí? no lo creo... al final mi madre va a tener razón.

- Razón en qué – preguntó secamente.

- ¿En qué...? vah, ¡da igual! digas lo que digas la realidad es que te ha faltado tiempo para dormir con ella.

- ¡Joder? Te digo la verdad, le pedí que se quedara, solo me hizo la cena y charlamos, solo eso.

- ¿Toda la noche charlando?

- Yo no te he dicho que estuviéramos toda la noche charlando. Solo que se nos hizo tarde y... no quería que se fuera sola a esas horas.

- ¿Y esas ojeras? Solo una noche aquí y vuelves a tenerlas.

- La culpa es tuya.

- ¿Mía? sí, ¡ahora la culpa va a ser mía!

- Sí, me has acostumbrado a tus besos, a tus abrazos, a darme la mano y sin ti no he sido capaz de pegar ojo.

- Ya... - musitó incrédula.

- ¿No me crees? – preguntó consciente de que era así - ¡joder Alba! que mi madre también ha dormido en casa – intentó convencerla.

- ¿Y ella? – señaló a Vero con la cabeza.

- Ella ha dormido en uno de los cuartos de invitados y yo sola y echándote de menos.

- Nat...

- Me encanta cuando te enfadas y te pones celosa,... pero... no tienes motivos. Y... no quiero que dudes de mí a las primeras de cambio. Si tengo ojeras es porque he dormido fatal, Isabel me ha metido el miedo en el cuerpo ¡si hasta quiere que ponga cámaras!

- ¿Por qué? ¿ha pasado algo?

- No sé, he quedado con ella esta mañana, ya me contará. Y... deberíamos sentarnos que ya están mirando hacia nosotras.

- Pues que miren, solo estamos hablando, ¿o eso tampoco podemos?

Alba clavó sus ojos en ella, sentía rabia y sentía decepción, pero Natalia tenía razón, ni era el lugar para hablar seriamente de ciertas cosas ni el momento oportuno, además todos parecían darse cuenta de que estaban discutiendo. La pediatra permanecía con los labios apretados, en silencio y ligeramente abatida.

- Perdona... no sé qué me ha pasado, Nat. Es que... la veo y.... ¡me hierve la sangre!

- Sé que es difícil ca... - se interrumpió mirando a un lado y otro asegurándose de que nadie las oía – cariño, pero vas a tener que controlarte un poco, y... esperar.

- Lo sé... perdóname. Es que... me hubiera gustado poder hacer lo que dijiste... ver una película juntas..., echarnos en el sofá... y... cuando pienso que ella entra en tu casa como si tal cosa y yo....

- Tú te has levantado muy tontita, hoy es el primer día y... vamos a tener que disimular mejor.

- ¿Hablarás con Ana este fin de semana?

- Si.

- ¿Me lo prometes?

- Alba....

- Ya sé que te dije que no iba a presionarte, pero... mi madre cree que... Vero y tú...

- ¿Tu madre?

- Me estuvo calentando la cabeza con no sé qué que ha salido en la prensa y luego... cuando te he visto llegar con ella... no he podido evitarlo, no soporto la idea de que... no soporto verte con ella y yo...

- Tú – sonrió abiertamente – no debías dejarte llevar por tonterías, es mi amiga y me verás con ella, pero eso no significa nada. Te lo dije en Jinja y te lo repito.

- Lo sé – suspiró - ¿me perdonas?

- Si me dices qué es lo que ha salido en la prensa

- No sé.

- Alba... ¿qué ha salido?

- De verdad que no lo sé, solo me dijo que tú y ella... bueno... que habéis salido en unas fotos comprometidas.

- ¿Nosotras? ¿Vero y yo?

- Sí.

- ¡Eso es imposible! – exclamó con el ceño fruncido – te juro Alba que jamás... ¡jamás! han podido hacerme fotos comprometidas, ni con ella, ni con nadie – Alba la miró con incredulidad, unas fotos eran unas fotos y Natalia leyó su duda - ¡que es imposible! ¡te lo juro!

- Te creo, no te alteres – le sonrió mirando hacia la puerta - ¿y ese quién es?

Alba tenía la vista fija en un chico alto y bien parecido que charlaba animadamente con Mónica y que le había llamado la atención nada más verlo aparecer.

- ¡Joder! – la pediatra parecía más que sorprendida y molesta.

- ¿Lo conoces?

- Sí, y no lo aguanto.

- Pero... ¿quién es?

El joven se acercó a ellas y agachándose junto a Natalia la saludó.

- Hola, Nat, me alegro de verte – la besó.

- Hola – "no pienso lo mismo" se dijo, mirándolo sin disimular su animadversión dejándolo cortado en espera de que le presentara a Alba, pero la pediatra no lo hizo.

- Hola, soy Raúl – le tendió la mano con una sonrisa que a Alba se le antojó encantadora.

- Yo, Alba, encantada.

"Sí que pareces encantada", Natalia la miraba y su rostro se ensombreció "¡quita ya esa cara de boba!". Él pareció dudar un instante y luego se decidió.

- Nat, quería agradecerte que hayas permitido que trabaje aquí, después de... bueno... ya sabes.

- No sé de qué hablas Raúl y... si no te importa... - le señalo a Alba y él rápidamente comprendió que las había interrumpido.

- Perdonad, eh... solo quería saludar y... sobre lo del trabajo... creo que deberías hablar con Mónica y Fernando.

Raúl se retiró y Natalia permaneció con un gesto hosco.

- ¿Tan mal te cae? – Alba parecía divertida con la situación – has sido bastante borde.

- Sí, es... ¡un cantamañanas!

- Pero ¡Nat! – rió – parece simpático el chico.

- ¿Simpático? espera a aguantarlo un par de días.

- No sé... se volvió a mirarlo, es mono y... agradable, ¿de qué lo conoces?

- Del central, vino al poco de irte tú. Y no es mono – le dijo tajante.

Alba se volvió hacia ella con una sonrisa traviesa, Natalia estaba celosa y a ella le divertía verla así.

- No lo aguanto – fue su cortante respuesta - está claro que Mónica lo ha contratado sin consultarme sabiendo que...

- Nat... no estabas, es normal que en este tiempo hayan tenido que tomar decisiones.

- Lo sé – sus ojos echaban chispas.

- Pero... ¿qué te pasa con él?

- Eh... – la miró y se contuvo - nada. Se puso de parte de Javier cuando... ¡es igual! es agua pasada.

- Con un poco de suerte, trabajará con nosotros en el campamento y no tendrás que... aguantarlo – le repitió la palabra con retintín.

- Anda – suspiró experimentando un gran desagrado ante esa idea - vamos a la mesa que ya llevan un rato mirándonos. Y vas a conseguir que Teresa levante las antenas.

- Perdona, pero Teresa nació con ellas levantadas.

Ambas soltaron una carcajada y ahora sí que todas miraron hacia ellas. Adela levantó la mano y las llamó y ambas se acercaron a la mesa, pero Alba vio que la psiquiatra se levantaba a la barra y pensó que esa podía ser su oportunidad.

- Nat... se me ha olvidado pedirme más azúcar voy a por un sobre y... ¿quieres comer algo?

- No, no tengo hambre.

- ¿Ni un bollo?

- ¿Un bollo? no, no me apetece y tú no deberías comer tanto dulce.

- Anda y vete que ya están todas impacientes – sonrió Alba que corrió a la barra y se puso al lado de Vero. La psiquiatra la miro de reojo y siguió esperando que le sirvieran lo que había pedido.

- Vero yo... quería disculparme por... por lo de antes, he sido... grosera.

- No te preocupes, es cierto que he engordado, y... a mí eso no me molesta. Tenemos que aceptar nuestro cuerpo tal y como es.

- Ya, pero... disculpa

- ¿Te ha pedido Nat que lo hagas?

- ¿El qué?

- Disculparte.

- ¡No! claro que no – se mostró ligeramente ofendida.

- Bien, pues gracias Alba – le sonrió sin atisbo de molestia - ¿querías algo más? – le preguntó al ver que seguía mirándola fijamente, sin pedirse nada.

- Sí, yo... quería preguntarte una cosa...

- Bien...- asintió esperando la pregunta, pero Alba parecía dudar - ¿de qué se trata? – terminó por preguntar ella al ver que no abría la boca.

- Es... de Nat – confesó y la psiquiatra cambió la sonrisa por la seriedad más absoluta, un hermetismo que cohibió a la enfermera.

- Alba... no creo que yo tenga nada que hablar de ella contigo.

- ¿Ni siquiera por su recuperación? – jugó su baza convencida de que Vero amaba a Natalia.

- ¿A qué te refieres?

- Nat no te lo va a contar porque ella no le ha dado importancia, pero yo creo que es algo que... ya que la tratas – dijo con un tono que Vero captó al instante como recriminándole que fuera así – deberías saber.

- Alba... no sé a dónde quieres ir a parar.

- Tú... ¿tú crees que una persona con su bloqueo puede... sentir algo y luego... negar que ha sido así?

- Perdona, pero... sigo sin entender a qué te refieres.

- Me refiero a que... si puede notar una caricia o dolor, dolor físico en las piernas y luego.... decir que no lo ha sentido.

Vero dudó un instante si continuar con aquella conversación o cortarla allí mismo. No le hacía ninguna gracia hablar con Alba de Natalia y mucho menos de nada relativo a sus problemas. La enfermera la miraba expectante, con una ilusión y esperanza en sus ojos que desconcertaron a Vero, segura de que Alba no era tan inocente como aparentaba, pero aquella mirada, echaba por tierra todo lo que su mente había fraguado sobre ella y sus intenciones. Finalmente, suspiró y se decidió.

- Pues... no sé qué decirte. Tendría que saber cómo ha sido y si... se dio cuenta o no realmente...

- ¿Qué quieres decir?

- ¿Crees que Nat ha sentido dolor en las piernas? – le preguntó siendo ahora ella la que dejó ver tal alegría en su mirada con esa posibilidad, que Alba volvió a cerciorarse de que Vero la amaba.

- Yo... creo que sí – dijo recordando el día que en la cama la acarició y luego la pediatra le confesó que había tenido la sensación de que había sido así y sobre todo, pensando en el pellizco que le dio en el jeep - de hecho hasta se quejó pero... luego... cuando quise hablarle de ello, lo negó categóricamente.

- Necesito saber cómo paso, y qué fue lo que le provocó ese dolor, si es que se lo provocó.

- La pellizqué y...

- La pellizcaste – repitió pensativa - ¿te vio hacerlo?

- No sé, creo que sí, que me vio... - se interrumpió, no quería contarle con detalle cómo había sido porque le revelaría que entre ellas había pasado algo más y sabía que Natalia podía enfadarse mucho con ella y con razón.

- Hay actos reflejos – le dijo con calma – y... no tiene porqué significar que haya sentido dolor. Es... algo así como esto – dijo con rapidez levantando la mano como si fuera a golpearla instintivamente la enfermera se cubrió y se echó hacia atrás - ¿entiendes lo que quiero decir? – preguntó con ojos burlones ante la cara de desconcierto de Alba.

- Sí. Pero... se quejó y... se le saltaron las lágrimas.

- Se le saltaron las lágrimas – murmuró frunciendo el ceño, pero al ver que Adela se acercaba – será mejor que... hablemos de esto en otro momento y con más calma – le dijo bajando la voz y Alba asintió – ¡buenos días, Adela!

- Buenos días – le respondió a la psiquiatra - Alba... yo me marcho ya al campamento, tú ¿te vas con los demás o prefieres que vayamos en mi coche?

- No, yo... me he traído la moto.

- Allí nos vemos entonces – le sonrió y dirigiéndose a Vero – ¿puedes atenderme un minuto?

- Claro, dime.

Laura asintió y se alejó de la mesa, Natalia se quedó mirándola pensativa y repentinamente salió tras ella, dejando a Alba con la sensación de que la rehuía.

- ¡Laura? ¡espera! – alzó la voz, intentando alcanzarla. Todas se quedaron mirándola extrañada, sobre todo Alba. Pero ninguna hizo comentario alguno y continuaron con la conversación.

- Dime, Nat – se volvió con rapidez.

- Verás... necesito que me hagas un favor.

- ¿Yo?... sí claro... ¿de qué se trata? – preguntó mirando instintivamente hacia la mesa donde se encontraba Alba, convencida de que sería algo que tuviese que ver con la enfermera.

- Verás... necesito...un abogado y... había pensado que como en tu familia... hay muchos...

- ¿Un abogado? claro... pero...creí que tenías uno.

- Sí, sí, suelo trabajar con un bufete, pero... es para hacer algo que... bueno que no quiero que sea el mío, ¿podrías darme el teléfono de alguno? Necesito... consultarle algo.

- Eh... si, claro... yo te doy el teléfono del bufete de la familia – su aire de sorpresa y extrañeza hizo sentirse a Natalia obligada a darle alguna explicación más.

- Es que...necesitaría a alguien de confianza, que sea discreto y desconocido, y... por eso... he pensado en ti... y... en tu familia.

- Claro... no tienes que darme explicaciones – le sonrió.

- Pero quiero hacerlo... no quiero que pienses que... verás, necesito hacer una inversión, una inversión importante y... fuera de España. Pero... no quiero que se entere nadie y... mis abogados... son del mismo bufete que los de mi padre y... bueno... ¡ya me entiendes!

- Entiendo, ya te he dicho que no me tienes que explicar nada.

- ¿Conoces a alguien que se mueva en ese ámbito?

- ¿El de las inversiones?

- Sí, y... compra ventas.

- Sí. Te voy a dar el teléfono de mi hermano, es el que se encarga de eso y trabaja siempre con un bufete inglés muy solvente, o eso dice él – volvió a sonreírle.

- Gracias Laura – respondió visiblemente aliviada – eh... me gustaría que esto... no se lo comentes a nadie – fue ahora ella la que miró hacia la mesa donde las demás seguían la charla y Laura tuvo la impresión de que en ese "nadie" solo estaba incluida Alba.

- Por supuesto, tranquila que yo no digo nada.

- Gracias.

- Te mando el número a tu móvil en un mensaje, ¿te parece?

- Perfecto, pero no te olvides.

- No tranquila... en cuanto llegue al campamento te lo mando que se me está haciendo tarde.

- ¡Gracias! – repitió visiblemente aliviada – espera, una cosa más, ¿tú sabes algo de Sonia?

- ¿Yo? no, vamos que no sé a qué te refieres.

- Me extrañó no verla en el aeropuerto y... creí que quizás supieras...

- Pues no, como he estado unos días en Nairobi... – se excusó - ¿por qué no le preguntas a Cruz? – le dijo sorprendida de que recurriese a ella.

- Sí, eso haré. Gracias, Laura.

- Dile a Alba que no se retrase – le sonrió con lo que a Natalia le pareció algo de complicidad y no pudo evitar pensar que Alba había hablado con ella de su relación, y si era así no podía decirle nada, ella había hecho lo mismo con Vero.

Regresó a la mesa con decisión, la misma que le daba tener la sensación de que iba a coger las riendas de su vida. Se terminó eso de que todos decidieran por ella. Se sentía con energías y feliz, tanto, que no pudo evitar sumarse al grupo con una sonrisa de satisfacción, a partir de ese día estaba dispuesta a que todo fuese diferente, miró de reojo a Alba, aún parecía molesta, pero le dejó hueco para que se colocase a su lado, ya se encargaría ella de que cambiase esa expresión por aquella otra que la volvía loca, porque esa noche tenía grandes planes para las dos. Todas la miraron guardando silencio, expectantes.

- ¿Algún problema? – terminó por preguntar Cruz que parecía muy interesada en saber si ocurría algo, porque conocía a Natalia y estaba convencida de que así era.

- No. Ninguno – mantuvo la sonrisa mirando a todas – seguid con la charla, ¿o es que hablabais de mí? – bromeó de buen humor.

Negaron con la cabeza sin dejar de observarla. Teresa escrutándola con la mirada, Alba y Vero sentadas juntas y con un aire que destilaba una tensión que se podría cortar, Cruz interrogante y, repentinamente, sintió el deseo de alejarse de la mesa, angustiada, la seguridad de instantes antes se esfumó y le pareció que el tiempo no había pasado, que todo seguía como lo dejara y que nada iba a ser tan fácil como se había propuesto.

- Eh... bueno... pues... me subo al despacho – les dijo incómoda – así podéis seguir con la charla. Teresa, cuando llegue el correo, avísame.

- ¿Te subes ya? – Vero parecía decepcionada, habían quedado a desayunar y ni siquiera se había tomado un café – te he pedido el café como a ti te gusta.

- Gracias, pero... ya te dije que lo he dejado – miró a Alba de reojo esperando su aprobación, pero la enfermera no cambió su expresión de contrariedad.

- ¿Cómo que te subes ya? – Adela llegó por detrás y la abrazó por la espalda dándole un beso en la mejilla – pero ¡nena? si acabo de llegar – le protestó sentándose a su lado, ante la mezcla de asombro y desagrado que se había reflejado en el rostro de Alba que no se esperaba ese regreso de Adela.

- Eso te pasa por estar enganchada al móvil – bromeó Natalia que se separó de ella con una enorme sonrisa.

- Ya me dirás eso cuando tengas hijos adolescentes. Anda, siéntate que me tienes que contar ese viaje.

- No puedo Ade, luego charlamos – le dijo aferrada a su mano – Cruz ¿vienes ahora? necesito hablar contigo y que me pongas al día y... he quedado con Isabel dentro de... - miró el reloj – veinte minutos.

- En ese caso ¿por qué no te tomas algo tranquilamente? – le propuso Cruz – no puedes llegar el primer día y pretender abarcarlo todo y...

- Eso mismo le venía diciendo yo por el camino, que se tomase las cosas con calma – la interrumpió Vero - ¿verdad Alba? – buscó la connivencia de la enfermera que lo último que deseaba era estar de acuerdo con ella, pero en esa ocasión no podía llevarle la contraria.

- Sí, verdad – admitió mirando a Natalia que cada vez parecía más incómoda ante las "sugerencias" de todas, estaba claro que nada había cambiado, podía esperarlo de las demás, pero de Alba, no – debes ser prudente, Nat, que Germán...

- Bueno... ¡ya está bien! – les sonrió a las tres – ¡mamaítas! no soy una cría y sé lo que debo hacer.

- No se trata de eso, Nat – Vero se puso seria - se trata de todo, debes cuidarte y seguir el tratamiento – le dijo recordando sus confesiones de la noche anterior - ¿sabes Cruz que le sientan mal las vitaminas?

- ¡Vero...! - Natalia la fulminó con la mirada.

- ¿Cómo que te sientan mal? – Cruz miró a Natalia y luego a Alba esperado que una de las dos le revelara a qué se referían.

- No sé si son las vitaminas o si... es otra cosa, solo ha sido un par de coincidencias y... nada serio.

- ¡Claro que son las vitaminas Nat! – Alba se mostró enfadada – sabes que Germán opina lo mismo y que te dijo...

- Bueno ¡ya está bien! – las interrumpió elevando la voz – creo que tú llegas tarde a la grabación – miró a Vero – y que tú hace un rato que deberías haber salido para el campamento – miró a Alba con el ceño fruncido, la enfermera enrojeció sin esperarse aquella reacción y apretó los labios en una mueca de disgusto.

- Tienes razón – admitió, pero sus ojos echando chispas manifestaban que aquella recriminación nos se iba a quedar en esa mesa – ya me voy.

- Sí, será mejor que nos vayamos todas a trabajar, ¿no Teresa? – Cruz se levantó instándola a moverse. Ni sabía en qué pensaba, pero por una vez se había mantenido en silencio y solo observaba a la pediatra con gesto preocupado.

- Claro, claro - se levantó la recepcionista.

- Yo también me voy – Vero se puso al lado de Natalia y posó su mano sobre su hombro – tómatelo con calma que hoy es el primer día.

- Eso Nat, no vayas a pretender recuperar el tiempo perdido en unas horas. Hazle caso a Vero – fue ahora Alba la que posó su mano sobre el hombro de la pediatra que la miró visiblemente aliviada de que no se hubiese enfadado por su pequeña bronca, aunque su tono parecía encerrar cierta ironía.

- Lo haré – le sonrió dándole un par de golpecitos en la mano - ¿veis cómo se preocupa mi enfermera? ¡así ha estado todos los días! – bromeó – no me ha pasado ni una.

- Y muy bien que ha hecho – rió Cruz – porque por lo que veo sigues tan tozuda como siempre.

- Ahora lo que hace falta es que sigas haciéndole caso – Vero habló con el mismo tono que usara la enfermera instantes antes, una ironía que solo Natalia captó.

Se miraron y Natalia frunció el ceño. No entendía que estaba ocurriendo, pero le daba la impresión que Vero estaba a la defensiva y Alba más aún. Tendría que hablar seriamente con la psiquiatra para que abandonase esa actitud, que la incomodaba sobre manera. Vero, se bebió el café de un sorbo y se levantó, dispuesta a salir junto a las demás.

- Vero... luego... - Natalia la retuvo un instante, necesitaba pedirle que no hablara públicamente de cosas que ella le había contado en confianza.

- Si lo que quieres es que coma contigo, lo siento, pero hoy tengo todo el día de grabación – le sonrió ante el gesto mohíno de Alba – pero esta noche nos vemos.

- No sé Vero, esta noche no creo, pero sí que quiero hablar contigo – le respondió molesta.

- Pues... recógeme en el estudio y comemos juntas – le propuso sonriente.

- Luego... hablamos – le dijo viendo que Alba se marchaba.

- ¡Alba! – la llamó, no quería que se fuera sin comprobar que no estaba enfadada con ella.

- Tengo prisa Nat, no puedo pararme – le dijo apretando el paso y dejándola con la palabra en la boca.

- Yo también te dejo Nat – Vero se encaminó hacia la salida y Natalia suspiró dirigiéndose hacia el ascensor.

- Uy, uy, Natita – Adela la sobresaltó hablándole casi al oído – creo que has enfadado a tu enfermera.

- Ade...

- ¡Ya me contarás! pero tú a mí no me engañas, que esa cara la conozco – le dio una palmadita en el hombro - o si no ya me informaré por otros medios.

- Ade, por favor, no vayas a molestar a Alba.

- ¿Molestar yo? ¿por quién me tomas? ¡le voy a hacer un interrogatorio en toda regla!

- ¡Ade!

- Lo siento, Natita, así son las cosas – rió saliendo de la clínica y dejando a Natalia con una desagradable sensación. Mucho se temía que Alba acrecentase su animadversión hacia su amiga.



----------




El rugido del motor de su moto hizo asomarse, a la puerta y ventanas de sus viviendas, a alguno de los chabolistas, que a esas tempranas horas aún dormían. Alba sonrió para sus adentros, era más que evidente que ya habían olvidado su presencia allí. Los más parecieron reconocerla, y los menos se mostraron molestos por su intromisión. Cuando llegó al campamento se encontró el portón abierto de par en par, y aunque le pareció algo extraño, no le dio mayor importancia.

Al final, y a pesar de todas sus promesas se le había hecho tarde. Había conducido despacio, pensando en todo lo que había sucedido esa mañana, pensando en Natalia, en su relación con Vero, molesta con ella por haber vuelto a tomar las vitaminas y preocupada por el futuro, tenía la sensación de que nada iba a ser fácil. No le gustaba la mirada que le había echado Natalia cuando, en la mesa, todas hicieron piña contra ella, le había parecido leer en sus ojos decepción, y eso la hacía sentirse aún más molesta y enfadada. No quería decepcionarla, pero tampoco estaba dispuesta a apoyarla en contra de su propia opinión. Hubiera deseado poder haber hablado con ella, haber encontrado unos minutos para besarla en la soledad del despacho, pero Natalia no parecía haberse dado cuenta de ello. Estaba además enfadada por haberle recriminado su presencia en el desayuno en vez de haber salido para el campamento con los demás y, lo estaba aún más, porque no había sido igual de tajante con Adela, estaba segura de que, a fin de cuentas, ella también iba a llegar tarde. Pero para su sorpresa, la pediatra ya estaba allí, esperándola.

Fernando la saludó con seriedad, visiblemente contrariado con su retraso y le dijo que Adela ya la pondría al día del trabajo, porque le tocaría hacer la ronda con ella. Laura y Mónica ya habían salido. Había una epidemia de gripe en el poblado y muchos de los pequeños estaban enfermos. Disimuló lo poco que le gustaba la idea de trabajar junto a ella y con una sonrisa se ofreció solícita a salir cuanto antes.

Al encaminarse a la salida miró de reojo al despacho de Isabel, quería hablar con ella. Pero tendría que ser luego porque la inspectora parecía no estar allí, como indicaban las persianas completamente echadas.

Salió al camino de tierra y escuchó cerrarse el portón a su espalda. Miró de soslayo a su acompañante. Tan altiva y estirada como siempre, ni siquiera cambiaba de atuendo para andar por aquellas chabolas, no entendía cómo podía hacerlo con aquellos tacones, cualquier día le iban a dar un serio disgusto. Sin embargo, Adela parecía querer desdecirla a cada instante y la vio moverse con ellos con total naturalidad a pesar de la irregularidad del terreno.

- Vamos hacia las últimas casas de esta calle, ayer nos quedamos por allí – le explicó intentando mostrar amabilidad. Una amabilidad que la enfermera estaba convencida de ser completamente falsa.

Alba asintió y no dijo nada, solo la siguió, manteniéndose a su lado, incómoda por cómo la miraba y segura de que quería preguntarle algo.

- Alba... ¿Nat está bien?

Su pregunta la sorprendió, estaba claro que era una persona directa, nunca daba rodeos y siempre iba al grano de lo que quería saber. La enfermera recordó las palabras de Germán cuando se despidieron y su charla con Natalia la noche de la fiesta, pero no iba a ser a ella a quién le confesase sus temores.

- Eh, sí – masculló con desgana.

- No me mientas.

- No tengo porqué mentirte – le soltó molesta – y lo que quieras saber de Nat se lo preguntas a ella.

- Bueno, bueno... no te enfades, que has vuelto un poquito... alterada.

- No he vuelto alterada, simplemente no tengo nada que hablar contigo de ella.

- Solo intentaba mantener una conversación y... como tú y yo no tenemos nada en común – le dijo con suficiencia – excepto Nat, claro – puntualizó con lo que a Alba le pareció era un tono burlón – creí que podría interesarme por ella, a fin de cuentas, es amiga de las dos, ¿no?

- Jummm – masculló.

- Yo, a pesar de esa sonrisa con la que ha vuelto y ese moreno, no la veo bien y... me gustaría saber si le ocurre algo.

- Pues está muy bien – enfatizó el "muy bien" – y no le ocurre nada.

- Que tú sepas.

- ¿Qué quieres decir?

- Que... conozco a Nat y... lo burra que puede llegar a ser... es capaz de no estar recuperada y volver al trabajo como si tal cosa.

- Sí, en eso tienes razón – suspiró.

- Me preocupa su salud, las veces que he hablado con Germán... no sé... también lo conozco a él y aunque han pasado muchos años... yo apostaría lo que fuera a que está preocupado.

Alba guardó silencio, en eso también estaba de acuerdo con ella, pero no pensaba confesárselo y Adela esperó a que le ratificara sus sospechas, pero la enfermera no lo hizo.

- ¿Tú qué opinas?

- Yo veo a Nat muy bien y muy recuperada – respondió deseando llegar al final de la calle y que dejara de interrogarla.

- Pero en el desayuno... parecías también preocupada.

- Te repito que Nat está muy bien.

- No me respondas, pero no me mientas, a Nat le pasa algo, lo sé, se nota y tú, también deberías notarlo.

- ¡Mara! – gritó la enfermera al ver pasar a la pequeña corriendo hacia el mismo lugar al que se encaminaban ellas y deseando cortar aquella conversación - ¡eh! ¡Mara!

La niña se detuvo y las esperó saltado de un pie a otro con nerviosismo, su rostro serio y demacrado, con una mirada huidiza que Alba captó en cuanto llegó a su altura.

- ¡Hola, guapa! – la enfermera la cogió de la barbilla y le levantó la cara – ¿no nos dices nada? – la niña negó con la cabeza – uy, uy ¿y esa cara tan seria? ¿te ha reñido tu abuela? – la niña volvió a negar con la cabeza.

- Alba... tenemos prisa, que ya vamos con retraso.

- Un momento – le pidió extrañada por la actitud de la pequeña y volviéndose hacia la niña se agachó a su altura - ¿no te acuerdas de mí?

La pequeña asintió sin mirarla a los ojos.

- ¿No te alegras de verme?

Nuevo asentimiento.

- ¿Y qué te pasa? ¿estás enfadada o estás malita? – le preguntó comenzando a preocuparse.

Siempre había sido alegre y confiada y le parecía temerosa y esquiva, con una timidez propia de los primeros encuentros, pero que con ella ya había perdido. De pronto creyó comprender el motivo ¡Adela!

- ¿O te ha comido la lengua un gato?

La niña le lanzó una tímida sonrisa y Alba la abrazó, dispuesta a descubrir qué le ocurría.

- ¿Sabes? ¡Nat ya está buena! Y muy pronto va a venir a verte y a jugar contigo, y te ha traído un regalito – le confesó al oído – pero no le digas que te lo he contado, es un secreto.

La cara de la pequeña cambió de nuevo, sus ojos se llenaron de lágrimas y se retiró de la enfermera.

- ¡No quiero! no quiero verla, no quiero regalos, ¡son feos! – le gritó.

- Pero...

- ¡La odio! – le gritó y salió corriendo.

Alba se levantó sin comprender qué ocurría. Se volvió hacia Adela que la miraba con desaprobación, pero Alba no prestó atención aquella mirada, más interesada en saber qué es lo que desconocía.

- ¿Qué le pasa?

- ¡Cualquiera sabe!

- Mara era un cielo de niña y... parece tan triste.

- ¿Vamos? – le preguntó sin ningún interés en la pequeña - ¿o es que no piensas trabajar en todo el día?

- Nat quiere mucho a esa niña – Alba buscó su punto débil y lo encontró – y la niña a ella, seguro que Nat quiere saber qué le ocurre.

- No sabemos qué le ocurre, está así desde que desapareció unos días – le confesó deteniéndose frente a ella – Sonia ha intentado averiguar, pero no hay forma de que diga nada.

- Pero... no es normal... ¿qué le pasó?

- No lo sabemos, lo único que es evidente es que no quiere saber nada ni de Nat ni de nosotros. Nos rehuye, no se acerca por el campamento ni cuando su abuela ha estado allí viviendo.

- ¿Isabel no...?

- Alba – le dijo con impaciencia – nadie sabemos nada, serán cosas de críos.

Seguro que está molesta porque Natalia faltó a su palabra.

- Mara no es así – la defendió mirando al lugar por donde la pequeña había desaparecido – bueno... si lo es – recordó algunos de sus pequeños enfados – pero... si se habla con ella es razonable.

- Todo lo razonable que son estos críos – suspiró cansada.

- ¿María José qué dice?

- Ya te digo que no sé nada.

- ¿Entramos? – le señaló la chabola convencida de que no iba a sacarle nada.

- Sí, vamos.

Entraron y salieron de tres chabolas vacunando y revisando a los pequeños y a los ancianos. Adela parecía una persona completamente diferente cuando estaba dentro. Amable, sencilla e incluso simpática, y Alba no dejaba de preguntarse cuál sería la verdadera, esa que trataba con paciencia e incluso cariño a aquellos pequeños o la cursi y pija que le dejaba ver en el día a día. Justo cuando entraban en la cuarta chabola, Alba recibió una llamada, que provocó un gesto de desagrado en Adela, que ya le había dicho que quería terminar con aquella calle en esa mañana y aún les quedaban más del doble de chabolas de las que llevaban. Alba, pensó no atender la llamada para evitar que Adela le llamara la atención, pero no pudo evitar mirar la pantalla, ¡era Natalia!

- Perdona Adela, ¿puedo? – le preguntó temerosa.

- Alba... ¡estamos trabajando! – protestó, pero ante la cara de desesperación que le puso cedió – anda, cógelo si es tan importante, ya me encargo sola – le dijo con seriedad, Alba se dio cuenta de que a pesar de su permiso no estaba de acuerdo con que se marchara, pero era Natalia y estaba deseando hablar con ella, aunque fuera para recriminarle su actitud de aquella mañana.

Se levantó y se alejó unos metros hacia la puerta.

- ¿Sí?

- Cariño, ya creí que no me lo ibas a coger.

- Estoy trabajando – su respuesta sonó seca.

- Y yo, yo también estoy trabajando – Alba adivinó una sonrisa en aquel tono burlón e insinuante.

- He dejado sola a Adela... - reveló con recriminación - ¿ocurre algo?

- Si, ¡qué te echo de menos!

Alba miró hacia atrás, por encima del hombro y salió a la calle, no quería que Adela la escuchase, porque al final iba a descubrir que se trataba de Natalia.

- ¿No me dices nada? – preguntó Natalia ante su silencio – ¿no me echas de menos?

- No, Nat. Estoy trabajando ya te lo he dicho, y estoy con Adela, no tengo tiempo de echarte de menos.

- Vaya – murmuró divertida, le iba a costar más trabajo del que había creído que Alba la perdonara – perdona si te he molestado. ¿Hay algún problema con Adela? – se hizo la inocente sin prestar atención ni a sus palabras ni a la entonación.

- No hay ningún problema, pero lo habrá si no dejas de mandarme mensajes y llamarme cada dos por tres.

- Pero ¡si es la primera vez! – protestó - ¿no te alegras de que me acuerde de ti?

- ¿Quieres que lo mantengamos en secreto? pues así me es bastante difícil, además, Adela no deja de interrogarme...

- ¿Es eso lo que te tiene de mal humor? – intentó adivinar.

- Bueno...

- Ya... - sonrió para sí – deja que averigüe ¿sigues enfadada porque Vero se quedó a dormir?

- No - arrastró la respuesta.

- ¿Entonces? ¿es por lo que te dije en el desayuno?

- No, aunque... te pasaste... ¡te pasaste mucho!

- Perdóname, me estabais acorralando y... me agobié.

- Ya...

- Alba... ¿qué pasa? tampoco fue para tanto...

- Ya te he dicho que no es por eso.

- Entonces... ¿por qué es?

- Por nada.

- No me digas eso porque sino, no estarías así conmigo.

- Así, ¿cómo?

- Fría, distante, enfadada – enumeró y esperó alguna respuesta que no obtuvo - ¿no me vas a decir qué pasa?

- Nada, Nat, ¿quieres algo o no? porque Adela se va a mosquear.

- Sí, que me digas qué pasa – insistió, pero solo obtuvo silencio del otro lado - Cariño... ¿qué te pasa? ¿es porque tomé las vitaminas?

- Ya hablaremos de eso – soltó con genio – ahora no puedo – le dijo con impaciencia bajando la voz. Si no quieres nada voy a tener que colgar.

- Vale, te dejo. Si tienes un rato.... ¡llámame! que tengo grandes planes para esta noche – le confesó insinuante - ¿o seguirás enfadada?

- ¿Planes para qué? – preguntó sonriendo y con una luminosidad especial en sus ojos, que no dejó translucir en sus palabras, la idea de pasar la noche junto a ella le hacía olvidar todo lo demás, y más si era Natalia quien tomaba la iniciativa.

- Ya lo sabrás... a su debido tiempo, ¡gruñona!

- No seas mala, sabes que... aquí no puedo hablar, ¡las paredes oyen!

- Y más si son de chapas y cartones – bromeó.

- ¡Nat! dime qué es ese plan.

- Hasta luego, ¡princesa! Tengo prisa que he quedado en el centro, Y... ¡prepárate! – le susurró insinuante. Cuando unos golpes en la puerta la hicieron levantar la cabeza, ¡Isabel!

- ¡Nat! – protestó.

La pediatra le había colgado. "Será posible", se dijo con un nerviosismo especial pensando en esos planes y al mismo tiempo, ligeramente enfadada por como la había dejado con la palabra en la boca. Ahora tendría que buscar un momento para hablar con ella y mucho se temía que eso no sería tan fácil.

- ¿Has terminado ya con la llamadita?

Alba se volvió hacia Adela con desgana. Aquella mujer era rápida en el trabajo, era casi increíble que hubiese terminado ya con la chabola y sin ayuda de nadie.

- Sí, perdona... ¿has acabado?

- ¿Seguimos? – fue su respuesta, Alba odiaba que nunca respondiera a las preguntas y cuando lo hacía casi siempre era con otra.

- Claro.

Adela dibujó una maléfica sonrisa en su rostro, había encontrado el punto débil de Alba y se divertía tocándolo.

- ¿Qué quería Nat?

- ¿Qué?

- Nat, era ella ¿no?

- Eh... sí – la miró sorprendida, parecía tener un radar cuando de Natalia se trataba.

- ¿Qué quería?

- Nada.

- Para no querer nada, habéis estado de charla casi media hora.

- ¿Tanto? – miró el reloj sorprendida – eh... lo siento... no me di cuenta.

- No seas muy dura con ella, le ha costado dar el paso, pero cuando Nat toma una decisión es difícil que se eche atrás. Necesita tiempo para reordenar las cosas.

- ¿Ha hablado contigo? – preguntó enfadada, Natalia parecía querer mantener en secreto su relación solo con algunas personas porque con otras bien que corría a contárselo.

- Además... estos días van a ser duros para ella y deberías apoyarla – Adela ignoró la pregunta.

- ¡Es increíble! a mí me... - se calló al ver la cara que estaba poniendo Adela entre burla y triunfo - ¿ha hablado Nat contigo sí o no?

- No. No hemos tenido tiempo de hablar seriamente – sonrió triunfante - pero acabas de hacerlo tú – la cara de Alba se ensombreció imaginando cómo Natalia iba a tomarse su indiscreción – tranquila, que por mí no sabrá nada. Dejaré que me lo cuente ella... cuando quiera – volvió a sonreír.

Alba suspiró y se quedó mirándola fijamente, no podía evitarlo, le resultaba insoportable y encima tendría que agradecerle el gesto. No quería deberle nada, pero mucho se temía que en aquella ocasión ya era demasiado tarde, eso le pasaba por no saber mantener la boca cerrada y dejarse llevar siempre por sus impulsos y su imaginación.

- Gracias – musitó cabizbaja.

- Alegra esa cara mujer, y vamos a seguir con el trabajo que aún nos queda un buen rato.








Continue Reading

You'll Also Like

725K 107K 99
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
61.2K 6.8K 45
☆ y me pueden decir diez mil cosa' de ti pero yo pongo mi alma en el fuego por ti nadie sabe, lo que yo haría no saben que ni con cien mencione' van...
154K 21.6K 64
nacido en una familia llena de talentos aparece un miembro sin mucho que destacar siendo olvidado sin saber que ese niño puede elegir entre salvar o...
111K 19.9K 56
Jimin es un humano común y corriente, un día va a una excursión en el bosque y al recostarse en un árbol es transportado a un mundo mágico, llamado f...