La Clínica

By marlysaba2

102K 5K 2.7K

Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 87

604 29 8
By marlysaba2


Al regresar, se detuvo un instante con curiosidad de ver lo que estaban organizando, comprobó que las mesas estaban colocadas en la misma disposición que el día en que llegaron. Edith y Margot pasaron junto a ella con unos manteles y la saludaron alegres. Alba parecía excitada y nerviosa. Volvía a correr de un lado a otro. ¡Una nueva fiesta esta de despedida! Natalia sentía cierta tristeza de dejar todo aquello, no quería ni imaginar lo que podía sentir Alba, creía entenderla mucho más que antes. Se dirigió a la cabaña Natalia la observaba en la distancia, desde el porche. No podía dejar de pensar en todo aquello, en las pruebas que debía hacerse, en los resultados que ya conocía, en la forma de afrontar aquello, de hablar con todos, incluida Alba.

Entró en la cabaña para dejar la ropa sucia y las toallas. Tenía que ir junto a los demás porque la cena estaba a punto de servirse. Pero se demoró comprobando que no se dejaba nada atrás, nada material, porque estaba segura de dejar atrás los mejores días de los últimos años.

¡Qué paradójica era la vida! ella, que en los primeros días creyó estar viviendo un infierno, ahora no podía dejar de pensar en lo acertado que había sido aquel viaje. Salió al porche, todos colaboraban colocando platos en las mesas y situando sillas. Alba continuaba moviéndose de aquí para allá, hablando con unos y otros, parecía estar despidiéndose de todos

¡Alba! ¡Alba! su mente no dejaba de repetir su nombre y su corazón temblaba de miedo. Miedo a perderla, miedo a no tener tiempo para demostrarle lo mucho que la amaba, miedo a que se estuvieran equivocando y regresar no fuera la mejor opción para ella, miedo, siempre el miedo atenazador, que de pronto le producía un calor que la asfixiaba, y un nudo en el estómago que no la dejaba probar bocado. Sí, conocía perfectamente esa sensación, la había experimentado demasiadas veces a lo largo de su vida, sobre todo, desde que ella la abandonara la primera vez, pero ahora, desde que Germán le diera los resultados, esa sensación se había convertido en permanente. Tenía ganas de llorar, de gritar, de sincerarse con ella, de lamentarse de su mala suerte, pero estaba allí sin hacer nada, sin saber si entregarse como le había prometido, sin reservas, sin tapujos, poniéndose el mundo por montera y enfrentándose a todo y al mismo tiempo, tenía ganas de no hacer nada de aquello, de no ofrecerle nada, de ser una cobarde y renunciar a lo que más amaba, total, ¿para qué? ¿para hacerla sufrir? ¿para abandonarla en contra de su voluntad? ¿en cuánto tiempo pasaría eso? ¿de cuánto tiempo dispondría para disfrutar de ella? ¡si al menos tuviese esa respuesta! ¡si supiese con qué tiempo contaba! Desechó esas ideas, ya era imposible dar marcha atrás, no podía. Era Alba la que le daba las fuerzas que necesitaba para enfrentarse a todo, incluso a su posible cáncer, la necesitaba, la amaba y quería darle lo mejor de sí misma, le gustaría ser valiente, muy valiente, por ella, por el amor que sentían, por su futuro, pero tenía miedo, mucho miedo.

Vio que Germán daba la vuelta a la esquina, se detenía a mirarla y encaminó sus pasos hacia la cabaña. El médico llegó con rápidas zancadas, en una mano llevaba una botella de agua, la otra metida en el bolsillo del pantalón.

- Lacunza, ¿te vas a hacer de rogar? ¡Qué ya estamos todos listos! – le dijo con una mueca burlona obligándola a dejar a un lado sus pensamientos.

- No, no, estaba... terminando de recoger algunas cosas.

- ¿En el porche? – le preguntó enarcando las cejas sin quitar esa sonrisa que exasperaba a la pediatra.

- ¡Déjame en paz, Germán!

- Uy, ¡qué humor tenemos! – sonrió afable, abandonando el tono de burla - ¿qué pasa?

- Nada – suspiró con desgana.

- ¿Estás muy cansada del viaje? porque si no te apetece la fiesta... la asistencia no es obligatoria.

- ¿Quieres deshacerte de mí para tener a tu enfermera para ti solito? – lo miró con el mismo gesto divertido que él le había puesto antes.

- Cumples de sobra condenar con todos para que te den... – se calló a punto de desvelar la sorpresa y Natalia no pudo evitar sonreír, no cambiaría nunca – No me mires así... hablo en serio Lacunza, si estás cansada... mañana tenéis un viaje largísimo y no ... quiero decir que nadie va a pensar ...

- No. Estoy bien, ahora voy.

- Y... si no es por la fiesta y lo poco que te gustan estas cosas... ¿por qué tienes esa cara?

- ¿Qué cara?

- ¡De funeral!

- Solo os observaba, formáis una gran familia y... me preguntaba hasta qué punto... - guardó silencio fijando los ojos en él.

- Ya... - chascó la lengua imaginando lo que le ocurría - habla con ella porque te estás destruyendo – le dijo sentándose en el escalón a su lado.

- Germán...

- Ya sé lo que vas a decirme, pero... antes escúchame... - le dijo con seriedad pasando la mano sobre su antebrazo para que no lo interrumpiera – tengo que decirte algo.

- ¿Qué pasa?

- Eh... tengo los resultados...

- ¿Los últimos?

- No, esos aún no han llegado, estos son de hace... dos semanas y algo

- ¿Y? – le tembló la voz.

- En sangre no hay toxinas

- ¿De verdad? – sus ojos adquirieron un brillo inusitado y se llevó las manos a la cara cerrándolas sobre su nariz y boca, visiblemente contenta, pero el médico no parecía tan eufórico.

- Sí, de verdad, pero...

- ¿Qué?

- El potasio y el calcio siguen alterados.

- Ya...

- Me preocupa sobre todo, los niveles de calcio...

- ¿Son muy altos?

- Bastante, aunque... algo menores que en los primeros.

- Pero eso...

- Lacunza... vas a tener que empezar a barajar la opción que te di.

- Germán... ¡por favor!

- Bueno... perdona, sé que no es el momento pero... tenía que decírtelo – suspiró - ya los sabes... si quieres mi opinión, cuando te hagas las pruebas no saldrá nada. Y entonces te acordarás de lo que te estoy diciendo.

- ¡Ojalá! No salga nada.

- Aún así habrá que buscar las causas para estos índices.

- Lo sé – miró hacia abajo y también suspiró – no dejo de pensar en ello y en... Alba.

- Bueno... basta de charla, ¿vamos a cenar?

- Sí – musitó sin convencimiento.

- ¿Prefieres esperar un momento?

- Si – en el fondo albergaba la secreta esperanza de que esos resultados fueran mucho mejores que los primeros, que fueran reflejo de cómo ella se sentía.

- ¿Has bebido agua del Nilo? – le preguntó de pronto sin levantarse, dispuesto a seguir allí hasta que ella, estuviese preparada para afrontar la fiesta.

- ¿Qué?

- Agua del Nilo, ¿la has bebido?

- ¿Crees que puede ser por eso? – lo miró con tal cara de desconcierto y esperanza, que Germán soltó una carcajada.

- Sabes lo que creo y en el fondo tú comienzas a sospechar que llevo razón, solo que no quieres aceptarlo.

Natalia lanzó un profundo suspiro, pero no dijo nada

- ¿La has bebido o no?

- No.

- Pues toma – le ofreció la botella que llevaba en la mano.

- ¿Qué es?

- Agua del Nilo – dijo riendo al ver la cara de Natalia – bebe, remilgosa – Natalia obedeció.

- Y esto... ¿para qué sirve? dolores de cabeza, náuseas, o quizás queréis quitarme de en medio tempranito, para despediros a gusto. ¡Si ya decía yo que ese interés porque no me quede a la fiesta...! – intentó bromear para demostrarle que la noticia no le había afectado, que tenía asumida la situación todo.

- Todo el que bebe agua del Nilo vuelve antes o después a su orilla, vuelve aquí – le dijo dándose la vuelta – y yo espero que lo hagas – se levantó, se giró y le guiñó un ojo – no solo lo espero, estoy seguro de que lo harás – afirmó con tal énfasis que Natalia comprendió que le decía que no se preocupase, que no creía que los resultados se debiesen a un tumor, y ella sintió un profundo alivio, gracias a él, estaba sentada en esa silla esperando a despedirse de todos, y como él vaticinaba quizás con un hasta pronto - ¡Vamos Lacunza! ¡qué estás en babia y nos esperan! – subió un escalón se apoyó en los brazos de su silla y la besó en la mejilla

Natalia se quedó sorprendida y a la vez sintió que había perdido muchos años. Germán seguía siendo aquel chico capaz de comerse un cocido frío en un banco con tal de acompañarla. Notó que se le humedecían los ojos y supo, que al día siguiente, le iba a resultar muy difícil despedirse de él. No disimuló su emoción y Germán volvió a sentarse a su lado, acariciándola con ternura.

- ¡Vamos, vamos! ¡dama de la media almendra! – la abrazó - ¡bebe! remilgosa – le tendió la botella y Natalia sonrió obedeciendo - Allí viene mi enfermera milagro, ¡prepárate porque debe estar que trina! llevan esperándonos más de veinte minutos.

Alba se aproximaba a toda prisa. Natalia la miró fijamente, estaba preciosa con esa camisa sin mangas y ese pantalón ajustado. Alba, su Alba, por fin podía decirlo, y llegaba como siempre corriendo, con aquella expresión feliz y a un tiempo acusadora, con esa sonrisa que tanto adoraba y que odiaría ser la culpable de que desapareciera, la amaba, amaba cada centímetro de su piel, amaba sus labios perfectos, sus ojos, su boca y sobre todo, la amaba a ella, su sencillez, su inocencia, su sentido del humor, su generosidad, su entrega, su capacidad de trabajo. Y ¿qué le estaba ofreciendo? ¿con qué moneda le estaba pagando? ¡mentiras! cambiaba amor por mentiras. Ni siquiera era capaz de compartir con ella algo tan importante como aquellos resultados, ni siquiera le daba la opción de decidir conociendo todo a lo que iba a tener que enfrentase en Madrid.

Germán no le quitaba ojo a Natalia que se había quedado ensimismada mirando a Alba, y, por primera vez en esos días, convencida de que debía de dejar de llorar en silencio y compartir con ella aquello que la preocupaba, solo así podía tener esperanzas en un futuro juntas, solo así le demostraría que había cambiado, que contaba con ella cuando tenía un problema, "habla con ella", se dijo, "no seas cobarde y habla con ella, aunque solo sea para compartir tus miedos, aunque no haya nada seguro, no hagas como con Jaime".

- ¿Se puede saber qué hacéis? ¡está todo el mundo esperando! – les dijo alterada y de pronto se fijó en la cara de los dos, pero sobre todo en Natalia - ¿qué te pasa? – le preguntó preocupada.

- Nada – respondió Natalia accionando la silla para entrar en la cabaña – ahora mismo voy – musitó y Germán le hizo una seña a Alba con los ojos, señalándole a la pediatra, instándola a que fuera tras ella.

Alba comprendió al instante que a Natalia le ocurría algo, miró a su amigo y asintió.

- ¡Espera Nat! – le pidió, subiendo los escalones de dos en dos, impidiéndole entrar - Germán ¿te importa dejarnos solas? – Él se levantó del escalón, se acercó a Natalia y volvió a besarla en la mejilla, ante la sorpresa de la enfermera.

- Aprovecha ahora – le susurró incorporándose - no tardéis – sonrió acariciando a la enfermera en el brazo.

Una vez solas, Alba se situó frente a Natalia que, tras su intento de marcharse había permanecido sin moverse, cabizbaja.

- Nat... - comenzó la enfermera

- Alba... - la interrumpió levantando los ojos hacia ella.

- Dime.

- No, tú primero.

- No, Nat, tú primero, ¿qué pasa?

- Nada – respondió por inercia.

- ¡Venga ya, Nat! ¿y esa cara? ¿y Germán? Está claro que pasa algo y estoy harta de...

- Yo... - la interrumpió, no podía seguir negando lo evidente y no quedaba tiempo - hace días que... quería... quería hablar contigo.

- Ya... - frunció el ceño ante la gravedad de su rostro - ¿Y me lo dices ahora?

- Sí – sus ojos mostraron la angustia que sentía.

- Deduzco que es algo que... te preocupa y... mucho.

- Sí.

La enfermera miró el reloj, por la cara de Natalia supuso que la conversación no iba a ser fácil. Comenzaba a sospechar que esos días idílicos habían desaparecido para siempre, que el regreso la atormentaba, o lo que era peor, que se había arrepentido de todo lo sucedido, a fin de cuentas estaba casada, y comenzar una relación con ella implicaba tener que terminar con su mujer, y estando como estaba y recordando lo reacia que era a dejarla, mucho se temía que Natalia quisiese echarse atrás en todas sus intenciones anteriores. De pronto no quería saber aquello que Natalia tenía que decirle.

- Están todos esperándonos, Nat. Recuerda la fiesta de nuestra llegada, ¿quieres plantarlos de nuevo?

- ¡No! claro que no, pero... pero yo... Alba, tengo que hablar contigo y... no... no puede esperar.

- Bien – suspiró sentándose en el escalón donde instantes antes había estado el médico - ¿Tengo que preocuparme? – le preguntó con seriedad – porque siempre que alguien me dice eso... me dan escalofríos.

- Alba, ¡por favor!

- Vale, vale... no bromeo más... a ver ¿qué pasa? – le preguntó posando su mano sobre las de la pediatra, pero Natalia continuó en silencio – Nat... ¿qué es eso tan importante? ¿no será otra vez tus dudas sobre si quiero o no irme contigo?

- No, no es eso.

- Entonces ¿qué? ¿eres tú la que no quieres que vaya contigo? ¿te arrepientes de estar conmigo? porque si es eso...

- ¡Alba! – casi gritó, ¿era posible que nunca la dejase explicarse? – escúchame – le pidió en voz baja.

- Perdona, dime.

Natalia la miró fijamente a los ojos y luego desvió la vista clavándola en sus pies situados en los reposaderos de la silla.

- Cariño... ¿qué es eso tan importante? – repitió – estás consiguiendo ponerme nerviosa, ¡muy nerviosa! Dices que te escuche y luego no dices nada.

- Eh... - la miró de nuevo - verás... yo... es que... Germán me ha dicho que....

- ¿Ya os habéis peleado? – volvió a interrumpirla sintiéndose aliviada – por eso está tan meloso contigo – dijo pensativa y luego la miró con recriminación - ¡Nat! qué es el último día, ¿ni hoy sois capaces de no estar con vuestros piques?...

- ¡No! – exclamó impaciente, le estaba costando mucho más trabajo del que imaginaba decirle aquello y encima Alba no dejaba de cortarla cada vez que se lanzaba.

- Entonces ¿qué es lo que pasa con Germán? ¿qué te ha dicho? – dijo mostrando condescendencia.

- Verás, el día que fuiste a Nairobi... eh... llegaron los primeros resultados de mis pruebas y... hoy los segundos... y hay algunas alteraciones que...

- ¿Qué? ¿cómo que llegaron los resultados? ¿por qué no me lo habéis dicho? – la acribilló a preguntas levantándose de un salto - ¿qué alteraciones? – casi gritó recordando sus palabras - ¡Nat! ¡no puedo creerlo! ¿cómo no me has dicho nada? – la miró acusadora.

- Pues... porque... porque esos resultados solo eran de los primeros análisis y del líquido del pulmón y... y desde entonces... he mejorado mucho y... porque... porque... no quería estropear estos últimos días aquí cuando... en realidad hay que repetirlos y... hacer pruebas... y...

- ¡Nat! ¡háblame claro! ¿qué alteraciones?

- Pues... aparecían unas toxinas en el líquido, pero... no en sangre y... el potasio está muy bajo y las vitaminas K y D y... el calcio, muy altos.

- No me des rodeos, ¿qué pasa? ¿es algo grave?

- Pudiera ser – musitó mordiéndose el labio inferior.

Alba palideció y se sentó en el escalón, sintiendo que las piernas no la sostenían, su pulso se aceleró, y repentinamente desapareció el hambre que sentía. Sus manos temblaban y Natalia percibió ese temblor, maldiciéndose por ser ella la que originase esa expresión desolada de su rostro.

- ¿Cómo de grave? – le preguntó con voz temblorosa - ¿mortal? – preguntó con tanto temor que Natalia se decidió a no hacerla sufrir innecesariamente. Por lo menos, hasta que no tuviera todas las pruebas hechas.

- ¡No! – negó con rapidez, incapaz de decirle toda la verdad de sus sospechas a pesar de los ánimos de Germán – no exactamente, pero... sería bueno que... vamos que es recomendable hacer... hacerme más pruebas cuando lleguemos a Madrid, para ver... para... para corregirlos y... ver si... si hay algo más.

- ¿Qué más? – la miró fijamente y Natalia desvió la mirada - ¿qué más, Nat?

- No estamos seguros, pero esas toxinas que aparecían en sangre y... en el líquido pulmonar... implican problemas cardiacos derivados de un posible... - los ojos de Alba se humedecieron sin poder evitarlo y Natalia no siguió, decidida a quitarle importancia - pero en el último análisis que me hice en Kampala ya no aparecían y... Germán dice que no me preocupe.

- ¿En Kampala? ¿para eso te llevó a comer?

- Sí - reconoció desviando los ojos ante su mirada recriminatoria.

- ¿Por qué no me lo dijiste?

- No quería preocuparte – repitió – había que repetir las pruebas y hacer otras que aquí no se pueden... y...

- Me estás asustando, Nat, háblame claro. Porque Germán no te hubiera llevado allí si no es porque... - se le quebró la voz levemente, tragó saliva y se repuso – dime qué sospecháis.

- Bueno... - dudó un instante - pudiera ser... inicio de... de un tumor... pero no te preocupes porque...

- Un tumor – musitó mirándola fijamente, sin dejarla terminar.

- Sí, pero... no te asustes porque no se ve nada en las demás pruebas y yo me siento bien y de hecho Germán... no cree que las pruebas vayan a salir positivas... pero... aunque lo fueran, el tumor no tiene porqué ser malo, pero... pero yo quería que tú que.. que lo supieras porque no quiero que vuelvas a Madrid... y... vamos que aquí puedes...

- Nat, no me hagas repetirte más veces que me voy contigo – le dijo mostrando su enfado – por favor, ¿crees que algo así me haría cambiar de idea? porque si es así me ofendes.

- No, yo... - lo último que deseaba era que Alba la atacase, que se molestase con ella. La enfermera leyó en sus ojos la desesperación y la angustia y se apresuró a disiparla.

- Me alegro de que me lo hayas dicho – le sonrió, pero fue ahora Natalia quien adivinó la tristeza en su mirada, no debía haberle dicho nada, eso era precisamente lo que no quería ver en ellos – ¡te amo! y no te vas a librar de mí tan fácilmente – intentó bromear.

- ¿No te enfadas?

- ¿Enfadarme? – la miró pensativa - bueno... un poco – esbozó una sonrisa - llevo deseando que hables conmigo desde ese día que volví de Nairobi y te vi tan afectada. No me tragué nada de lo que me dijiste, pero quería demostrarte que yo sí que aprendí de nuestros errores, y que nunca más voy a presionarte, que estoy aquí para ayudarte, para compartir contigo lo que tú quieras que comparta y... - la voz le tembló – Nat...

- Estaba asustada y... no quería preocuparte pero... creo que es mejor que sepas que tendré que hacerme pruebas cuando lleguemos – repitió - esos resultados no están nada claros y... aunque Germán cree que no debo preocuparme, que... esas alteraciones pueden no significar lo que parece... yo... también soy médico y...

- ¿Qué es lo que te ha dicho exactamente? – confiaba en su amigo al cien por cien.

Natalia la miró y dudó en su respuesta.

- Cree que debo dejar las vitaminas y... la heparina... cree que...

- No te sientan bien, lleva tiempo repitiéndolo.

- Sí – sonrió con timidez – estoy algo... asustada con todo...

- Eso es lo que te pasaba – la acarició con ternura - ¿por eso a veces estabas tan seria?

- Sí. No...no... ¡odio tener que hacerme pruebas!

- Pero eso ya lo sabíamos, ¡Germán no para de repetir que tienes que hacerte una buena revisión al llegar! ¿o es que crees que pensaba olvidarme de ello?

- Ya... pero...

- ¿Qué pasa, Nat? porque te conozco y te pasa algo más.

- Tengo miedo – reconoció – tengo miedo de que salga algo malo... – "y más aún de que no salga y Germán tenga razón" pensó, pero se lo guardó para sí - de que... no tengamos tiempo de...

- No tengas miedo, no va a salir nada malo. Y vamos a tener todo el tiempo del mundo – le sonrió con seguridad, tanta, que hasta Natalia sintió que iba a ser así.

- ¿Cómo puedes estar tan segura?

- Lo estoy, ¿recuerdas? soy la enfermera milagro – la besó en la mejilla con dulzura – todo va a ir bien, vas a hacerte esas pruebas y luego...

- Claro... van a salir bien – dijo con poco convencimiento.

- Nat... no puedes ser pesimista, si Germán cree que no debes preocuparte hazle caso, él nunca te diría eso si creyese lo contrario.

- Ya...

- ¿Qué pasa?

- Pues que... tengo miedo Alba, ya te lo he dicho.

- Lo sé, cariño – la tomó de la mano – pero ya verás como no es nada, estabas muy débil, y... ahora estás mucho mejor, seguro que si tuviésemos los resultados posteriores no estaríamos hablando de esto.

- Pero... a parte de las pruebas, cuando lleguemos... no va a ser como aquí.

- Ya lo sé, y lo acepto, ya lo hemos hablado

- ¿Seguro que quieres venirte conmigo para... para siempre?

- ¿Es eso? – sonrió - ¿cuántas veces vas a preguntármelo? ¿eh?

- Es que... allí... verás yo... no quiero que sufras.

- Nat, si se ama, se sufre, es inevitable.

- Entonces... ¿es seguro que quieres dejar todo esto por mí? porque yo entendería que tú...

- ¡Mírame Nat! – la interrumpió – mírame a los ojos, ¿crees de verdad que no estoy segura de mi decisión?

- No sé.... me gustaría creer que sí, pero...

- ¿Sabes? aquí se dice que cuando una persona no sabe leer una mirada, no sirve de nada una explicación. Y yo... no te lo voy a repetir más veces.

- Ven – le pidió elevando la mano hacia ella, ¡le encantaba esa Alba! firme y decidida, segura, repleta de todo lo que ella había ido perdiendo en esos años.

Alba se la estrechó e inclinándose se abrazaron con fuerza. Natalia suspiró profundamente, ¡le daba tanta fuerza ese abrazo! le daban tanta energía sus palabras y su apoyo... Luego se separó, cogió la cara de la enfermera con ambas manos y clavó sus ojos en ella, torciendo la boca en una mueca burlona, ¡la amaba tanto!

- ¿Estás ya contenta? – le preguntó.

- No te entiendo...

- Querías que te lo dijera, ¿no?

- ¿El qué?

- ¿No has sido capaz de leer mi mirada?

- Nat... - protestó risueña, ¡claro que había visto el amor en sus ojos! Pero ella quería un te amo de sus labios – no te burles.

- No lo hago – susurró – anda, vamos a esa fiesta.

- Nat...

- Albi... ¡gracias!

La enfermera miró a uno y otro lado segura de que todos estaban ya enfrascados en la fiesta, se inclinó y la besó con tanta dulzura que la pediatra se estremeció.

- Sí, vamos a esa fiesta – le sonrió al retirarse y se colocó a su espalda – yo te empujo.

Por una vez Natalia no protestó, la dejó entrarla en la cabaña y sacarla por detrás. Cuando estaban a punto de llegar a la explanada Alba se detuvo, volvió a inclinarse junto a su oído y le dio un beso en la mejilla.

- Tranquila, mi amor – le susurró - que vamos a poder con todo, tú y yo juntas, podremos con cualquier cosa que nos llegue, ¡ya verás!

Natalia sintió un nudo en la garganta, emocionada, apresó la mano de la enfermera que descansaba sobre su hombro y se la estrechó con fuerza incapaz de articular palabra, pero profundamente agradecida por su reacción, reconfortada con sus palabras y su fuerza y aliviada por haber hablado al fin con ella. Una repentina sensación de euforia la invadió. Necesitaba divertirse junto a ella, necesitaba disfrutar de esas últimas horas allí. Ya tendría tiempo, al día siguiente, de preocuparse por todo.

En la mesa dos sitios las aguardaban. Alba dejó a Natalia junto a Germán y se sentó a su lado con Sara flanqueándola en el otro extremo. La pediatra tenía la sensación de que el tiempo se había detenido, que todo estaba dispuesto como el día de su llegada, pero había una enorme diferencia, los ojos con que ella observaba todo. Se sentía contenta y profundamente aliviada, volvía a experimentar esa sensación de tener alas, de poder volar junto a ella sorteando todos los obstáculos, elevándose por encima de cualquier problema, y se juró a sí misma que jamás volvería a llorar en silencio. Deseaba compartir la vida con aquella mujer que, sentada a su lado, le daba furtivamente la mano.

Alba la observaba con una sonrisa en sus labios, pero con el corazón encogido por lo que la pediatra le había contado. Diciéndose que eso era precisamente el amor, un sentimiento que unas veces la hacía estar en una nube y, otras, sentir un dolor y un miedo profundo, miedo a lo que pudiera ocurrir con ellas, a lo que pudiera tener Natalia. Pero segura de que deseaba seguir adelante, de que había tomado la mejor decisión de su vida.

Se inclinó hacia delante y miró a Germán que le devolvió la mirada con un asentimiento. Había llegado la hora. El médico golpeó su vaso con el tenedor en un intento de lograr un silencio que parecía casi imposible.

- Un momento – pidió – un momento.

La autoridad que siempre mostraba en el campo de trabajo parecía haber desaparecido. Natalia sonrió, recordaba esa expresión, estaba nervioso. Sara se puso en pie y silenció a sus compañeros. La música cesó y todos se dispusieron a escuchar a Germán.

- Yo... no sirvo para estas cosas – comenzó clavando sus ojos en la pediatra – pero bueno Lacunza, me ha tocado decirte que... - se calló al ver los ojos burlones de la pediatra que se divertía con la escena – bueno... que estamos ha sido un placer tenerte entre nosotros y que... ¡toma! – le entregó un paquete envuelto en papel marrón de estraza – como comprenderás por aquí no tenemos papel de regalo.

- Pero... ¿y esto? – se sonrojó sin esperarse aquello, todos los ojos se centraron en ella, que a su vez, miró a una sonriente y connivente Alba - ¿lo sabías?

- Claro – rió - ¡ábrelo!

Natalia obedeció y levantó sus humedecidos ojos hacia todos.

- Yo... gracias... gracias – repitió – no... no imagináis lo que significa esto para mí.

Alba la abrazó y la besó en la mejilla. Germán le dio una palmadita en la espalda y también la abrazó. Sara se levantó y fue a hacer lo propio.

- Espero que te esté bien – le dijo la joven.

- ¿Lo has hecho tú? – preguntó pasando los dedos por las letras de su nombre que aparecía bordado en un peto de trabajo de Médicos sin Fronteras.

- No. Aquí el mejor con la aguja es tu amigo – señaló a Germán que le guiñó un ojo con gesto travieso.

- Bueno, Lacunza, ahora solo falta que un día de estos te decidas a venir por aquí y estrenarlo.

- No dudes que lo haré – sonrió emocionada - ¡gracias! ¡muchas gracias a todos!

La música volvió a sonar, todos continuaron con sus charlas y prestando atención a un espectáculo que a Natalia se le antojaba fascinante. Aferrada a su peto deseando que se le pasara la congoja que la había invadido. Una idea absurda había cruzado por su mente, permanecer allí, en ese mundo que la había llenado de satisfacciones, que la había ayudado y forzado a superarse a sí misma, que la había hecho ver que era capaz de afrontar sus miedos, sus incapacidades, sus limitaciones de una forma muy diferente, dándole a todo un valor distinto. La barbilla le tembló viendo emocionada como Alba era reclamada a bailar en el centro de las mesas y su mente voló a la discoteca cuando bailó para ella y con ella, el día de la inauguración de la Clínica, el día que volvió a verla después de esos años.

- Lacunza... - Germán reclamaba su atención - ¿estás bien?

Natalia sintió incapaz de pronunciar palabra. Y él sonrió, besándola en la mejilla.

- No, si mi enfermera va a tener razón y te has convertido en una llorona – bromeó luego le señaló el peto que aún tenía entre sus manos – esto es en serio, Lacunza, aquí siempre tendrás un hueco para cuando quieras volver, pediatras como tú no son fáciles de encontrar.

- Germán tiene razón, Nat – intervino Sara que había ocupado la silla de Alba – cuando querías las dos, aunque sea en vacaciones, para nosotros será un placer, ha sido todo un lujo y un honor conocerte y... ¡te llevas a nuestra mejor enfermera! Y... a mi amiga – fue ahora Sara la que se mostró emocionada – mi mejor amiga.

- Lo sé... - musitó.

- Bueno, bueno ¡la hora de las alabanzas! – las interrumpió Germán – parad ya que al final el que se echa a llorar soy yo.

- Eh... voy al baño – dijo con un nudo en la garganta, sonriéndole a su amigo agradecida.

- Voy contigo – se ofreció Sara levantándose.

Quería aprovechar la ocasión para hablar con la pediatra y posiblemente no tuviese muchas más a lo largo de la noche.

Alba observó de lejos como se marchaban y con rapidez se excusó, dispuesta a abordar a su amigo. Necesitaba hablar con él. Necesitaba quitarse de encima esa opresión que sentía desde que Natalia le había contado lo de los análisis. Estaba preocupada, muy preocupada y tenía todos sus anhelos puestos en que él despejara todos sus temores. Pero cuando estaba a punto de llegar junto a él Margot la tomó de la mano y tiró de ella. Todos querían compartir con la enfermera los últimos instantes de su estancia en el campamento y las jóvenes que, prácticamente había criado, se sentían tristes y emocionadas por tener que despedir de ella otra vez. La enfermera puso una amplia sonrisa cuando le entregaron una colcha tejida por ellas y le arrancaron la promesa de volver en cuanto pudiese. Luego, se apartaron y sola se quedó observando con nostalgia como se entregaban a un nuevo baile.

Germán se acercó por detrás y la abrazó por sorpresa.

- ¿Qué pasa por esa cabecita para tener esa cara de tristeza?

Alba suspiró profundamente desviando la mirada.

- Me va a costar mucho dejar todo esto... para... para siempre.

- No tiene que ser para siempre - le guiñó un ojo levantándole la barbilla.

Una sonrisa asomó a sus labios y una mirada soñadora bañó sus enrojecidos ojos, por las lágrimas que había derramado instantes antes. Asintió melancólica.

- Me temo que será así, no creo que Nat deje jamás aquello para venirse aquí, ni yo podría pedírselo.

- Pues yo la he visto muy a gusto en el campo de desplazados, trabajando, incluso interesada por todo.

- Ya... pero una cosa es echar una mano ocasionalmente o tratar de mejorar las condiciones que tenemos aquí y otra...

- Vivir aquí, ¡lo sé!

- Eso – ratificó con otro suspiro – no puedo pedirle más. He conseguido en este tiempo mucho más de lo que soñé, más de lo que imaginaba y... sé lo importante que es para ella su clínica y... no fallarle a... a nadie.

- ¿Te refieres a Ana?

- Sí – admitió con seriedad.

- Niña... ¿podrás con todo?

- Sí, ¡la quiero! y... no quiero separarme de ella. A su lado... estos días han sido los mejores de mi vida.

Él sonrió afable recordando las broncas y las peleas de los primeros días en el campamento.

- No me pongas esa cara de cachondeo, te hablo en serio y... sé lo que estás pensando pero si nos peleábamos era porque... ¡bobo! – le golpeó al ver que sus ojos bailaban divertido con sus explicaciones, se encogió de hombros y y esbozó una sonrisa – estoy enamorada Germán, ¡mucho! Y... no quiero perderla otra vez.

- Lo sé, lo sé...pero... será duro ¿estás segura de que... es lo que quieres?

- Lo estoy. No quiero perder más tiempo.

- ¡Me alegro! ¡mucho! de verdad – la abrazó de nuevo – pero... vas a tener que ser muy fuerte. No va a ser nada fácil.

Germán admiraba su decisión, su capacidad de amar, y más sabiendo que Natalia seguiría al lado de Ana, apoyándola, mientras la necesitase. Aceptarlo y vivir así podría resultar mucho más duro para Alba de lo que se imaginaba y el tiempo podía mellar el amor que ahora creían indestructible. Alba frunció el ceño, al escucharle decir aquello, interpretando que hacía referencia a las analíticas de la pediatra.

- ¿Por qué? – lo miró escrutando atentamente sus expresiones intentando adivinar hasta qué punto también estaba él preocupado – las dos sabemos lo que queremos y sabemos dónde estamos y los obstáculos que se nos pueden presentar, pero... - se detuvo un instante - ¿tú me estás hablando de eso o... de otra cosa?

- ¿A qué te refieres?

- Yo he preguntado primero ¿a qué te refieres tú?

- A... lo de Ana y... a... bueno sé que no debo meterme, pero... será difícil que lo mantengas oculto y...

- Germán... ¿puedo preguntarte algo? – lo interrumpió al ver que no iba por donde ella creía.

- Claro.

- He hablado con Nat y...

- Si es de lo que creo sabes que hay cosas que no puedo ni debo responder.

- Sí, es de eso. Pero... estoy muy preocupada... - lo miró con desesperación.

- ¿Te lo ha contado?

- Sí, y quiero saber tu opinión y me da igual el secreto profesional.

- Mi opinión la sabe Nat, ¿no te la ha dicho ella?

- Sí, pero quiero escucharla de ti.

- Ay, Albita- la abrazó de nuevo – no te preocupes tanto por todo. Eso sí, cuando se haga las pruebas... me gustaría ver esos resultados.

- Tengo miedo de que sea lo que ella teme.

- Ya le he dicho que no se ponga en lo peor, hay otras posibilidades, si los segundos resultados hubieran sido calcados o peores que los primeros, la cosa cambiaría, y yo sería el primero en estar muy preocupado, pero... han salido mejor y ya le he dicho que aunque debe cuidarse y tener... precauciones... no creo que...

- ¿Qué precauciones?

- Pues... las de siempre Alba, vigilar esa tensión, estar tranquila, comer bien y sobre todo es muy importante que no tome nada que ella misma no se compre... que siga el tratamiento que yo le he puesto y cuando se haga todas las pruebas y tenga todos los resultados.. entonces hablamos.

- Pero... ¿tú crees que... puede ser un tumor?

- Bueno... no voy a negar que hay índices que pueden apuntar a esa posibilidad, pero ya te digo que no te preocupes porque no lo creo, después de ver estos últimos resultados yo diría que... no van por ahí los tiros...

- ¡Dios! ¡qué peso me quitas de encima!

- Alba... es muy importante que Nat se tome en serio lo que le he dicho.

- Ya me encargaré yo de que no trabaje tanto y que siga tu tratamiento.

- No me refiero solo a eso, me refiero a lo de... - iba a hablarle de las vitaminas y sus sospechas, pero se detuvo un instante, eran acusaciones muy fuertes sin tener pruebas de ello, y aunque había considerado que debía poner sobre aviso a Natalia, no estaba tan seguro de hacer bien contándoselo a Alba, porque la conocía y era capaz de llegar a Madrid y armar una zapatiesta.

- ¡Alba! – Margot llegó de nuevo y la arrancó literalmente de los brazos del médico – vamos a bailar. Ya están preparados y quieren que abras tú el baile

La enfermera sabía que aquello era todo un honor y miró a Germán que asintió diciéndole que se marchase. Ya tendría tiempo de hablar con ella.

- ¿Y Nat? no puede empezar el espectáculo sin ella – intentó Alba frenar el ímpetu de la joven.

- Yo voy a buscarlas – se ofreció Germán alejándose hacia los baños.

Instantes antes Sara y Natalia habían entrado en el baño, durante el camino ambas se habían mantenido en silencio y al entrar la joven fue derecha al lavabo a refrescarse y luego se sentó en el banco corrido.

- ¿Estás bien? – Natalia temía que no fuera así.

- Sí, sólo algo acalorada.

- Sí, hace calor – sonrió con un aire de timidez esperando que la chica le dijese aquello que se guardaba. Pero no lo hizo.

- ¿Te está gustando la fiesta?

- Eh... sí – admitió – y... muchas gracias – levantó el peto que aún mantenía en su regazo.

- Fue idea de Germán.

Ambas parecían a punto de decir algo, algo importante y no simples frases de trámite como las que se dicen en el ascensor con tal de romper un incómodo silencio, Natalia sonrió pensando en ello y Sara, mecánicamente, le devolvió la sonrisa.

- Voy... dentro... - señaló al cabo de un instante la pediatra hacia la puerta de acceso al inodoro.

- Eh... claro... te espero.

- No hace falta.

- Prefiero estar aquí sentada un poco.

- ¿Seguro que estás bien?

- Sí, me apetecía quitarme un rato del bullicio.

- Te entiendo, yo también estoy algo cansada – suspiró – bueno... me entro... - volvió a señalar la puerta.

- Vale.

Minutos después Natalia salía y Sara seguía allí, esperando, como le prometiera. La pediatra se había demorado intencionadamente, tenía la sensación de que Sara quería hablarle de Oscar y ella le había prometido ayudarle con el tema, pero esos días en las montañas habían logrado que se olvidase de todo aquello y no estaba muy segura de qué poder hacer para animarla y, sobre todo, para evitar que él siguiera con el juego que se traía. Si ella pretendía conocer sus futuras actuaciones no sabría qué responderle, necesitaba pensar en ello con calma y no dar ningún paso en falso, porque se trataba de un tema muy delicado.

- Eh... Nat... al final pude traerme a la niña que operaste.

- ¿Qué niña? – su rostro mostró desconcierto.

- La pequeña que le cortaron las mano y la lengua – la miró sorprendida de que ni lo recordara.

- ¡Ah! ¿de verdad? ¡qué alegría! ¿está mejor?

- Dentro de lo que cabe ha evolucionado muy bien.

- Germán me dijo que con seguridad no estaría fuerte para hacer el viaje tan pronto y que debería aguardar al próximo.

- Pues gracias a ti no va a ser así – sonrió con admiración - ¡hiciste un gran trabajo!

- Eh... hice lo que pude.

- ¡Lo hiciste muy bien!

- Y... ¿se sabe ya quién es? – desvió la conversación sintiéndose incómoda con los halagos - porque Germán también me dijo que antes de llevárnosla a España había que localizar a su familia.

- Sí, en cuanto Samantha cursó la denuncia, se activaron los protocolos, esa misma tarde se había producido una desaparición en Jinja, y... la madre está ya con ella.

- ¿Se vendrá con nosotros?

- No, Nat, solo los enfermos. No hay dinero para...

- Pero yo puedo encargarme de eso.

- ¿Y también de sus seis hermanos? – la miró con cierto aire burlón aunque compresiva – viajará solo la niña, es lo mejor para todos.

- En ese caso yo me encargaré personalmente de ella. No quiero que le falte de nada.

- Estando Alba no habrá problemas porque sabrá como tranquilizarla.

- Sí – sonrió orgullosa – es un lujo contar con ella.

- Nat...

- ¿Volvemos?

- No. Espera... yo... quería hablar contigo.

- Si es de Oscar, mi promesa sigue en pie, en cuanto llegue me encargaré de que no vuelva a molestarte.

- Gracias... muchas gracias de verdad, pero... no era de eso...

- Ah – se sorprendió y se dispuso a escucharla.

- Verás, no sé si son exageraciones mías o... bueno... no te enfades con Alba, pero...

- ¿Alba? ¿enfadarme por qué?

- Ella... me comentó algo sobre... esas amenazas que sufres...

Natalia frunció el ceño, molesta. No le gustaba estar en boca de nadie, ni le gustaba que hablasen de sus cosas a sus espaldas. Pero guardó silencio esperando que Sara se explicase, porque no alcanzaba a comprender a qué podía referirse, ni que podía tener ella que opinar sobre ese tema.

- ... y.... no te enfades... - insistió al ver su expresión.

- Me voy a enfadar si no dejas de balbucear y me dices qué es lo que quieres saber del tema.

- No quiero saber nada – se excusó con rapidez – yo... verás... no sé cómo decirte esto, porque imagino que tú... bueno que sé lo que es estar amenazada y que sé que eso puede hacerte ver fantasmas donde no los hay y... bueno que lo mismo soy yo que sabiendo lo que me contó Alba pues...

- Eso dos tipos que se presentaron aquí buscándome, dijeron o hicieron algo que te hizo sospechar – intentó adivinar impaciente.

- Bueno... - pareció dudar y Natalia enarcó las cejas instándola a decirle si se equivocaba - En realidad, no. Fueron correctísimos. Se presentaron como periodistas.

- ¿Periodistas buscándome aquí?

- Sí, al parecer habéis encargado unos reportajes sobre el trabajo que hacéis en Madrid, y se han trasladado hasta aquí para...

- ¿Unos reportajes? - ¡no tenía ni idea de qué le hablaba!

- Sí, eso me dijeron y... tenían permisos, acreditaciones y hasta el director general les había dado una carta para que los dejáramos fotografiar el campamento.

- Pero... no... yo no sé... imagino que en mi ausencia... - musitó pensativa, ¿cómo nadie le había dicho nada? al menos podían habérselo comentado a Alba.

- Lo que me resultó extraño es que insistieron en verte, sabían que estabas aquí y... cuando les dije que no, que te habías marchado... se mostraron sorprendidos. Estaba a punto de decirles que estabas en las montañas y que regresarías en unos días y que mientras hicieran el reportaje en el campo de desplazados y entrevistaran a Oscar, cuando llegó Grecco.

- ¿Grecco? ¿qué pinta Grecco en todo esto?

- Yo tenía una llamada y vino a avisarme... pero cuando les presenté a los chicos se puso borde, pero borde con ellos, prácticamente los echó y les mintió diciendo que tú ya te habías marchado a España y que... sin Germán aquí ellos no podían filmar.

- Ya... - la miró desconcertada, ¿qué pintaba Grecco metiéndose en esos temas?

- ¿Qué opinas? Lo mismo soy yo... pero me pareció todo muy raro.

- Yo... no sé...No... no entiendo nada. Me estás dejando que... no sé qué decir ni que pensar. No tenía ni idea de esos reportajes ni alcanzo a comprender porque Grecco se puso así ni porqué les mintió sobre mí.

- El se justificó diciendo que no se fiaba, que Oscar era capaz de cualquier cosa y que sin Germán aquí no debíamos dejar que nadie revolotease por el campamento.

- No sé, Sara... no sé – la miró apretando los labios – no sé qué pensar - repitió.

- Yo tampoco, pero... creí que debías saberlo porque Alba me comentó que nadie sabía oficialmente que estabas aquí y sin embargo, ellos me dijeron que en la clínica les habían dado esa información y... me resultó raro.

- ¿En mi clínica? ¡eso es imposible!

- Eso mismo pensé yo... por eso sospeché y luego... lo de Grecco... me dio la sensación de que no los creyó, de que pretendía protegerte de algo y...

- Bueno... - murmuró pensativa – siempre está presente en todas vuestras conversaciones – recordó las normas del italiano cada vez que alguien usaba la radio - si Alba ha hablado con Madrid continuamente ha podido hacerse una idea de cómo están las cosas y... quizás lo que ha intentado es... guardarme las espaldas ante la prensa.

- Pero... ahora soy yo la que no entiende nada.

- Un proyecto como el que intentamos sacar adelante tiene muchos detractores que usan todos sus medios a su alcance para detenerlo y uno de ellos es cargar contra nosotros en prensa. Lo han hecho desde el principio. Y antes de venirme la cosa estaba muy calentita con el la que se montó en el derribo de las chabolas, imagino que eso unido a mi ausencia, debe estar originando más de un problema... - suspiró.

- Bueno... ¿ves...? ¡exageraba! Yo pensaba que poco menos venían a yo que sé... pero pensé en las amenazas de muerte y... até cabos...

- El loco que me manda esas amenazas no creo que sea de los que manda un par de matones, es un tarado, un sádico y lo que sea que tenga que hacerme lo hará personalmente.

- Joder Nat hablas de ello con tanta... naturalidad que...

- Estoy acostumbrada y... la detective que lleva mi caso me tiene prevenida y... preparada.

- Aún así... yo estaría muerta de miedo.

- Desde aquí... parece casi de película... allí... es diferente.

- Debe ser horrible.

- Voy a echar de menos esta tranquilidad – reconoció con un suspiro – y... a veces sí que... me resulta muy complicado de sobrellevar.

- Alba está muy agobiada con ese tema – le dijo de pronto, arrepintiéndose al instante de haber hablado.

Natalia la miraba fijamente y su rostro se ensombreció, palideciendo. Lo último que ella deseaba era hacer sufrir a Alba y había cosas que ella no controlaba de su vida y que no iba a poder evitarle a la enfermera. Sintió pánico de que aquel loco pudiera hacerle daño a Alba para vengarse de ella y un miedo intenso la invadió.

- Nat... yo... lo siento no tenía que haberte dicho nada. No vayas a pensar que Alba... tiene miedo o le importa que sea así, solo se preocupa por cómo te afecta a ti.

- No si... ya sé lo que piensa Alba – la cortó con rapidez – solo espero que en estas semanas... Isabel haya avanzado en su investigación y... todo haya cambiado.

- Seguro que es así – la animó – además Alba...

Unos pasos en la entrada las silenció. Germán asomó la cabeza sin entrar.

- ¡Estáis aquí! ¿se puede saber qué hacéis?

- Charlar – dijo Sara levantándose.

- Pues estamos todos esperando – enarcó una ceja indicándole a Sara que ella sabía para qué.

- ¡Uy! tienes razón, lo siento, ha sido culpa mía. Vamos.

- ¿Estáis bien? – miró a una y otra, consciente de que había interrumpido algo importante.

- ¡Perfectamente! ¡vamos! – sonrió Natalia que se había sentido aliviada con la conversación. El amor de la enfermera le daba unas fuerzas renovadas para enfrentarse a todo con otro espíritu. Hacía muchos días que se sentía mentalmente despejada, segura de poder enfrentarse a todo y aunque no sabía muy bien que pintaban dos periodistas mandados desde la clínica allí, ya tendría tiempo al día siguiente de enterarse de cómo estaban las cosas en Madrid, ahora solo deseaba divertirse y olvidarse de todo lo que la esperaba.

Los tres salieron del baño y se encaminaron de nuevo a la fiesta.

Alba los vio llegar y corrió hacia ellos. Una enorme sonrisa iluminaba su rostro. Se sentía profundamente aliviada tras su charla con Germán y unas inmensas ganas de divertirse y aprovechar esos últimos momentos allí, junto a Natalia, la embargaban.

- ¡Corred, corred qué va a comenzar la danza!

Los recién llegados se apresuraron a sentarse y, en esta ocasión, Natalia ocupó una plaza entre Sara y Alba.

Todos miran el espectáculo con la boca abierta. Era impresionante verlo en directo y Natalia, casi sin pensarlo buscó la mano de Alba y entrelazó los dedos con ella, lanzándole una sonrisa, disfrutando del espectáculo de música y danza bajo una noche africana de millones de estrellas.

- Aprovecha para sacar fotos – le dijo Germán a Natalia con un guiño inclinándose por encima de Alba, sentada a su lado.

La pediatra no lo dudó un instante. Siempre llevaba la cámara en la bolsa de la silla, la sacó y comenzó a fotografiar todo. En un momento dado echó la silla hacia atrás y se alejó de las mesas. Necesitaba una mayor perspectiva para lograr un buen encuadre.

Alejada de todos, se detuvo un momento a contemplar la escena, disfrutando de los sonidos, de las estrellas, y de una luna completamente llena y muy especial, una luna cómplice que la miraba y parecía sonreírle. En ese preciso instante sintió que comprendía todo aquello que Alba había estado intentando explicarle durante esos días, sintió que África ya corría por sus venas y supo que a ella también le iba a resultar muy difícil olvidar todo aquello. Clavó los ojos en Alba que bebía de su vaso y reía con Sara y Germán, estaba simplemente preciosa y comprendió que tenía que luchar por ella, por hacerla feliz a su lado y por no fallarle nunca.

Ahora entendía los comentarios de Alba cuando le decía que en África cada día era especial, diferente, que su gente era auténtica, ahora entendía lo que quiso decirle cuando le aseguró que estaba enferma y que su enfermedad era el Mal de África. Ahora lo entendía todo.

- ¿Qué haces? – se sobresaltó al ver a Alba plantada ante ella, con una sonrisa burlona.

- Eh... mirar la danza desde aquí.

- ¿Estás muy cansada? ¿quieres irte a dormir?

- ¡No! yo quiero seguir en la fiesta.

- ¿Seguro? que por mí no lo hagas que... luego...

- Que no es por ti, me apetece y me encanta la fiesta.

- ¿Bailas entonces? quieren que les acompañemos en el próximo

- No – respondió tajante

- Pero... ¡Nat!

- Que no.

- Venga, cariño, para ellos es importante.

- Que te he dicho que no ¿Tú has visto cómo bailan? ¿cómo quieres que salga ahí a hacer el ridículo?

- ¿Qué ridículo? no seas tonta.

- Que no voy a salir a bailar, no insistas.

- Pero Nat...

- Que no – repitió colocándose junto a Sara en la mesa – baila tú que lo haces muy bien

- Tú también lo haces muy bien – intentó convencerla.

Natalia negó con la cabeza y la enfermera no pudo seguir insistiendo porque de nuevo llegaron a por ella y se la llevaron al centro de las mesas. Natalia la observaba divertida. Alba en esos años había aprendido a moverse muy bien con esos ritmos y disfrutaba haciéndolo. Al terminar se sentó junto a ella y se tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso.

- Uff, no estoy ya para estos trotes, ¡estoy muerta!

- Lo haces muy bien – clavó sus ojos en lo de la enfermera y las dos sintieron una punzada de deseo, de buena gana la besaría, pero ambas se contuvieron.

- ¡Qué va! tengo mucho que aprender.

La danza y la cena continuaron. No dejaban de sacar platos con variedad de frutas tropicales, arroces, pescados y carnes. Natalia se sorprendía sabiendo la escasez de recursos, pero Alba acabó confesando que entre todos había puesto dinero para organizar la fiesta y contratar al grupo de danzantes. Natalia apretó los labios emocionada, era la mejor despedida que le habían hecho en su vida y venía de personas que apenas conocía. Tenía la sensación de que todo la hipnotizaba y la llenaba de felicidad. Nadie parecía tener prisa, allí todo tenía un tiempo distinto, que a ella empezaba a gustarle, justo cuando debía marcharse.

- La música y la danza son parte esencial de la cultura africana, representan cada una de las distintas actividades y ceremonias que hay por aquí.

- Siempre me ha llamado la atención, pero... siempre me han parecido todas iguales, sin embargo... hoy...

- Pues no lo son – sonrió – hay ritmos para muchas cosas como el que hicieron en la fiesta de nuestra llegada que era un ritmo para dar la bienvenida, ¿recuerdas las danzas del primer día que llegaste? ¿cuando te ofrecían los platos?

- La verdad es que de ese día solo recuerdo lo mal que me encontraba.

- ¡Mi niña! – exclamó junto a su oído acariciándole el brazo – pues aquellas eran danzas de fiesta y bienvenida y esta danza de ahora es una exhibición muy popular en la zona, se llama diansa.

- Diansa – repitió la pediatra intentando memorizarlo

- Sí, es originario de la gente Kassouke de la región de Kayes en Mali. Antes era un baile donde competían los hombres jóvenes, de la aldea, pero al occidentalizarse se ha convertido en un ritmo muy popular, que se toca en toda África Occidental, para turistas.

- Es una pena que se pierdan las costumbres.

- Eso pasa en todos los sitios, Nat.

- Ya...

- ¿Ves la diferencia con el de antes?

- Pues... - la miró y sonrió – no tengo ni idea de música africana.

- En el otro solo se usaban tambores graves y en este si te fijas también tocan el Kenkeni.

- ¡De ese sí que me acuerdo! ¡me martilleaba la cabeza! – rió feliz.

- ¡Eres imposible! si te aburre me lo dices y no te explico nada.

- Que no tonta, que me encanta que me expliques todo.

La música cesó y los danzantes se retiraron. De nuevo las jóvenes se acercaron portando más platos y jarras con más vino de palmera.

- Yo estoy llena, no puedo con nada más – avisó la pediatra.

- Tranquila que solo lo dejarán en la mesa, ¿tienes sed?

- Lacunza – Germán elevo la voz - ¿quieres un poco de esto?

- ¿Qué es? – preguntó mirando la jarra.

- Algo que te va a gustar, toma un vaso

- ¿No llevará alcohol? – miro a Alba hablándole en voz baja.

- Espera – lo probó y sonrió – no, puedes beberlo tranquilamente.

- Pero... ¿qué es?

- Pruébalo – insistió echándose ella otro vaso de vino de palmera.

Natalia obedeció, era un líquido denso, que producía una extraña sensación de frescor al deslizarse garganta abajo, produciéndole una extraña sensación de placer. Sus ojos se abrieron de par en par, reflejando su satisfacción y sorpresa.

- Está buenísimo.

- ¿Qué te dije? – le sonrió su amigo.

- No sabría decir a qué sabe es... algo...

- Diferente a nada que hayas probado

- ¡Exacto! – exclamó sin dar crédito a que allí siempre hubiese algo nuevo por descubrir.

Repentinamente las chicas que danzaban se situaron frente a la pediatra en fila, sacaron de sus espaldas unos pequeños instrumentos trenzados con cuerdas y que sostenían conchas y pequeños objetos que Natalia no era capaz de identificar y que le parecieron sonajeros y comenzaron a agitarlos produciendo un sonido peculiar.

- ¿Y esto?

- Es el djabara, se toca en honor de los huéspedes de la aldea. Y lo tocan para ti.

- ¡Qué instrumento más raro! jamás había visto uno, parecen sonajeros – murmuró y Alba rio.

- Son calabazas y conchas.

- ¡Es precioso! – reconoció, nada que ver con el tan tan de los tambores, de forma suave y tintineante crearon una melodía que se adentraba en ella y la hacía desear que la noche no acabase nunca.

Cuando terminaron, le toco de nuevo el turno a los danzantes que tras regalarles un nuevo espectáculo acudieron hasta ellas, uno tendido la mano para que Alba saliera a bailar con ellos y otro hizo lo propio con Natalia que se apresuró a negarse.

- Vamos Nat - fue Alba quien la instó tomándola de la mano.

- No, no... Alba... no.

- ¡Venga! ¿no querrás que se ofendan?

- Alba... - la miró angustiada.

- Pero si lo haces muy bien, ¡demuéstrales cómo se baila! como el día de la discoteca.

- No, de verdad que no.

- ¡Cobarde! – le susurró al oído y se marchó con los chicos, sin insistir más.

Germán aprovechó para sentarse a su lado ocupando la silla de la enfermera. Tenía que hablar con ella.

- ¿Qué Lacunza? ¿te diviertes?

Natalia lo miró fijamente y torció la boca con gesto interrogador, era evidente que Germán quería hablar con ella de otro tema.

- Claro – respondió - ¿qué pasa?

- ¿Pasar? nada, ¿qué quieres que pase?

- Es evidente que me estoy divirtiendo, y es evidente que a ti te preocupa algo, ¿qué es?

- Joder, Lacunza... pues sí – suspiró – ya sé que no es el momento y que... estamos de fiesta, pero... yo quería preguntarte algo.

- ¿El qué?

- ¿Has hablado con Alba?

- Sabes que sí.

- Me refiero a que... si le has contado todo.

- Sí.

- ¿Todo, todo?

- ¿Qué entiendes tú por todo?

- ¡Lacunza...! - mostró su impaciencia.

- Que sí, que le he contado todo.

- ¿Y se puede saber qué le has dicho? porque está preocupadísima.

- Le he dicho la verdad. Lo que sospechamos, lo que significaría si estamos en lo cierto... pero... le he dicho que no se preocupe que tú no crees que se trate de un tumor y que... hay que hacer más pruebas.

- Cree que la engañas, que... tienes algo serio y que... le has preparado el cuerpo.

- ¿Y no es así? – lo miró con seriedad – he intentado decirle que no hay porqué preocuparse... aún.

- Joder, Lacunza, sabes lo que pienso y... creo que no me equivoco... si los resultados de tus vitaminas y tu heparina...hubieran llegado.

- Bueno... - negó con la cabeza.

- ¿Se puede saber qué cuchicheáis? ¡Mirad a Alba! – Sara les llamó la atención, puesta en pie apoyándose en los hombros de ambos e inclinándose para quedar a la altura de su cabeza – no me hagáis de menos a la niña, que ese baile merece toda la atención.

- Tienes razón – dijo Natalia.

- Bueno yo me voy que tengo guardia y Jesús debe estar ya que trina.

- ¿Maika va contigo? – le preguntó Germán.

- Sí, ya ha ido para allá – le informó – bueno Nat, mañana nos despediremos, pero... - la besó en la mejilla – disfruta de lo que queda de fiesta y... buenas noches

- Buenas noches, Sara.

La chica se alejó camino del hospital y Germán se giró hacia la pediatra.

-Lacunza... sobre lo que le has contado a Alba... deberías hablarle de mis sospechas. No creo que sean infundadas. Aquí hay plantas capaces de provocar los síntomas que tú tienes... hay venenos de serpiente que...

- ¡Germán...! por favor, dejemos el tema.

- Como quieras.

- Voy al baño.

- ¿Estás bien?

- Sí.

- Es tarde y mañana os espera un viaje durísimo y tenéis que madrugar, deberías ir pensando en meteros en la cama.

- Llevo pensando en ello toda la noche – sus ojos bailaron burlones y Germán enrojeció de golpe.

- Lacunza...

- Bobo – lo atrajo y lo besó en la mejilla – gracias por preocuparte.

- De nada – sonrió.

Alba los observó abrazarse mientras continuaba con el baile y sintió una enorme felicidad, se alegraba de verlos así, recuperando su amistad.

- Lacunza... yo... me alegro de que... te la lleves – le señaló con la cabeza hacia Alba – has conseguido que parezca otra y te doy las gracias por ello.

- Yo sí que me alegro de que quiera venirse conmigo y... las gracias te las tengo yo que dar a ti. Si... si no hubieras insistido, si... no me hubieras hecho enfrentarme a mis inseguridades... nunca habría tomado la decisión más importante de mi vida.

- Yo no he hecho eso. Eso lo has hecho tú solita.

- Bueno... gracias de todas formas – le dijo accionando la silla y marchándose en dirección a los baños.

- Bueno... gracias de todas formas – le dijo accionando la silla y marchándose en dirección a los baños.

Minutos después regresaba y se sentaba junto a Alba que, acalorada, bebía y reía con Germán.

- ¿Ya has dejado el baile? – le dijo en tono recriminatorio.

- ¿Te molesta que te haya dejado solita?

- No, ¿por qué iba a molestarme?

- Sí que te molesta – rió observándola – ay, qué tontita que estás Nat – le susurró al oído.

- Bueno... un poquito... - reconoció recorriéndola con su mirada.

- No me mires así que... - se acercó al oído simulando decirle algo y le dio un fugaz beso que estremeció a Natalia.

- No seas mala – susurró con unos ojos que brillaban intensamente.

- ¿Por qué no bailas conmigo? ¡Me encantaría!

- Luego te bailo - bajó la voz insinuante – en privado.

- Pues vamos - le indicó hacia las cabañas con la cabeza - estoy deseando ver ese baile.

- Joder, ¿no piensan dejarnos un rato? – protestó, al ver que de nuevo reclamaban a la enfermera – diles que no.

- ¡No puedo hacer eso! – exclamó levantándose y acudiendo junto a Margot y las demás jóvenes que iniciaban otro baile.

Natalia cogió su vaso y se dispuso a disfrutar del espectáculo. A falta de poder tenerla a su lado, observar sus movimientos, su contoneo y su cuerpo moverse al son de aquellos ritmos, tampoco le parecía un mal plan.

Tres bailes después la enfermera regresaba para descansar un poco. Se estaba divirtiendo y mucho. Sabía que tenía a Natalia abandonada, pero era su última noche allí y sus amigos la reclamaban.

- Lo siento – se disculpó al sentarse junto a ella – estás muy solita – le dijo al ver que ni Germán ni Sara estaban en la mesa.

- Sara está en el hospital, tiene guardia y Germán ha ido al baño.

- ¿Por qué no te animas y bailas un poco?

- Estoy animada y... no quiero bailar, tú ya lo haces muy bien por las dos – sonrió demostrándole que no le importaba que la dejara sola – y ellos te quieren a ti y a mí me gusta verlo.

- ¿Te gusta verme bailar?

- ¡Mucho! aún recuerdo lo pato que eras y ahora... - suspiró nostálgica – ¡lo haces genial!

- Ya ves que todo se aprende.

- Lo veo.

- Nat... ¿de verdad que no te importa? – le preguntó bebiendo un sorbo todo el contenido de su vaso - ¡estoy seca!

- No me importa, pero... ¿no te parece que te estás pasando con el vino éste de palmera?

- No te preocupes mamaíta, que tiene poco alcohol y con el baile lo quemo todo.

- No si yo... vamos que... solo pensaba en el viaje de mañana – no quería que malinterpretase su comentario.

- Estoy bien, cariño ¿no lo ves?

- ¡Más que bien! – susurró insinuante.

- Un baile más y nos vamos a la cama, que tienes razón, mañana hay que madrugar.

- Bueno... ya veremos que a esto parece quedarle aún un buen rato.

- Falta el postre final, pero tú ya has cumplido no tienes por qué estar aquí si te apetece irte a dormir.

- ¿Dormir? ¡quién piensa en dormir! – le sonrió.

- Bueno entonces nos esperamos al postre y...

- ¿Otro postre? Yo no puedo comer más.

- Ya he visto que no has parado de coger de todo.

- Bueno... hoy me sabe todo mucho mejor.

- Ya... ¿es por que nos marchamos mañana? – le preguntó con cierta decepción.

- ¡Claro que no! porque me siento muy bien y porque... me gusta compartirlo contigo.

- Te lo prometo, un baile y nos retiramos – le guiñó un ojo satisfecha de su respuesta - ¡ah! y... ¡gracias!

- ¿Por qué?

- Por estar aquí, por... ¡hacerme feliz!

Natalia la miró con una enorme sonrisa en sus labios y unos ojos cálidos que la derritieron. Se olvidó del baile y sólo deseó marcharse a la cabaña con ella, pero inmediatamente Margot llegó a por Alba que salió de nuevo a la pista. En esta ocasión el baile era diferente, lejos de las danzas rituales que había visto hasta ese momento, las chicas se movían en una escenificación en la que simulaban engatusar a los chicos. Natalia se divertía y reía al ver los esfuerzos de Alba por seguir los ritmos y pasos, mientras se volvía hacia ella con graciosos gestos, cuando Germán se sentó a su lado.

- Lo hace bien mi enfermera ¿eh?

- Sí – lo miró asintiendo con una mueca divertida - ¡muy bien!

- Me dijo que tú también te defiendes bien en el baile – le guiñó un ojo con complicidad.

- Eso era antes – su rostro se ensombreció – cuando... podía bailar.

- Ella no opina lo mismo, dice que mueves esa silla con...

- Me da igual lo que opine – respondió cortante, arrepintiéndose en el mismo instante – perdona, Germán, es solo que...Alba exagera.

- Bueno... - posó su mano sobre las de ella – imagino que te gustaría poder bailar con ella como antes, pero no le des a las cosas más importancia de la que tienen. Si te apetecía bailar, ¿por qué no lo haces?

- Sabes porqué – su mirada se oscureció.

- Yo solo sé que debes dejarte llevar más, y hacer lo que tengas ganas. No pienses tanto en los demás y piensa más en ti.

- Esta conversación... no es por el baile ¿verdad?

Germán desvió la mirada y negó con la cabeza.

- No. Eh... tienes razón. Pensaba en... Alba.

- Ya... - lo miró con seriedad comprendiendo que estaba preocupado por ella – que no quiera bailar con ella porque me da vergüenza hacerlo sentada en esta silla, no significa que en Madrid la vaya a dejar sola, ni que la vaya a obligar a renunciar a todo lo que le gusta. He tardado en tomar una decisión, pero lo he hecho y... con todas las consecuencias. No soy una cría.

- Lo sé. Perdóname... yo... no quería inmiscuirme ni insinuar que no os vaya a ir bien...

- Germán – sonrió – no te disculpes. Me gusta que te preocupes por ella, me gusta que te tenga como amigo.

- Tú... también me tienes – adoptó un aire de timidez y Natalia le regaló una de sus sonrisas más francas.

- Tú a mí también.

Alba, que los vio besarse y abrazarse otra vez se acercó siguiendo el ritmo del baile. Casi todos se habían ido retirando ya. Solo quedaban los más jóvenes y la enfermera aprovecho y se echó sobre la mesa deslizándose por ella sensualmente, mientras Natalia la observaba, sentada en su silla situada al final la mesa, sintiendo una excitación especial, incapaz de controlarla. No podía evitarlo al contemplar aquel cuerpo menudo y bien formado, que ahora era suyo. Su pelo, corto, parecía tener vida propia, y la enfermera bailaba al ritmo que había aprendido contoneándose melosa y dirigiéndole furtivas miradas que la hacían sentir un cosquilleo cada vez más fuerte en el estómago. De pronto guiada por los pasos del baile se acercó a Natalia y la miró tan intensamente que la pediatra no pudo contener un suspiro de deseo, le gustaba nadar en esos ojos castaños. Alba le lanzó un beso desde la distancia mostrándole sus rojos y carnosos labios. Y Natalia sintió que de nuevo se volvía loca, que deseaba perderse con ella, que anhelaba que volviese a cogerla de la mano y llevarla al fin del mundo.

- ¡Lacunza! Quita esa cara ¡qué se te ve el plumero!

- Deja de decir chorradas – enrojeció levemente – voy... voy al baño.

Cuando regresó el tan-tan de los tambores retumbaba aún en su cabeza, aunque lo cierto era que hacía unos minutos que había cesado, otros instrumentos habían ocupado su lugar, pero Natalia tenía la sensación de que se extendía por todo el campamento y mucho más aún. Alba seguía con su danza en la que sus manos recorrían su cuerpo por encima del corto y vaporoso vestido que llevaba, hacía un rato que fue a cambiarse y ponerse algo más fresco. Natalia la observaba embelesada "Es preciosa y besaría el suelo que pisa. La amo a pesar de todo y de todos. La amo. La amo. Quiero que lo sepa y quiero que todos lo sepan", se dijo convencida de llegar a Madrid y hacer todo lo que fuera necesario para emprender una nueva vida junto a ella.

La enfermera se subió a la mesa con otras dos chicas. Formaba parte de la danza. Las jóvenes reían y bailaban. Natalia estaba mareada de tantos olores, sonidos y estímulos.

Pero al mismo tiempo sentía un placer indescriptible con todo aquello. Sabía que Alba estaba bailando para ella. Solo para ella. La enfermera se tendió sobre una de las mesas, la suya, y las demás hicieron lo propio. Sincronizadas reptaron por ellas. Alba quedó con su cara frente a la de Natalia, mirándola. Extendió sus brazos hacía ella. Natalia los cogió con una sonrisa y tiró suavemente para acercarla. Sus caras quedaron a pocos centímetros, Natalia sintió un deseo desmedido de besarla, necesitaba hacerlo, le daba igual que las estuviesen mirando, cerró los ojos y la enfermera que intuyó su deseo y lo que iba a hacer se los selló con un dedo, acercándose a su oreja "luego, impaciente". Natalia la vio alejarse y sintió que su deseo aumentaba en una espiral inversamente proporcional a la distancia que estaba poniendo entre ellas. No soportaba más aquella situación. Giró la silla dispuesta a regresar a la cabaña. Era muy tarde, tenían que madrugar y les esperaba un viaje muy largo.

Primero pasó por el baño y cuando estaba a punto de abandonarlo apareció Alba, que sin mediar palabra se agachó y la besó con intensidad. Natalia suspiró y tiró de ella sentándola en sus rodillas.

- Me has asustado.

- No soportaba más sin besarte – sonrió.

- Nos van a pillar – le dijo besándola de nuevo.

- ¡Qué nos pillen! – ronroneó Alba.

- ¿Ya no te importa?

- No. Solo me importas tú – le colocó el pelo tras la oreja levantándose - ¿me perdonas por tenerte abandonada? – impostó una voz lastimera que divirtió a la pediatra.

- Ven – elevó la mano hacia ella - ¿bailas?

- ¿Ahora?

- Sí, aquí y ahora.

Alba soltó una carcajada y la tomó de la mano, contoneándose ante ella. Natalia intentó seguirle el ritmo, y cuando la vio desprevenida hizo un hábil movimiento con la silla golpeándola en las pantorrillas haciéndola caer en sus brazos. Ambas rieron y luego permanecieron mirándose fijamente, sincronizadas, se fundieron en un nuevo beso mucho más intenso que encendió la mecha del deseo en ambas.

Natalia giró la silla para situarla de espaldas a la puerta, si alguien entraba no podría ver lo que hacían. Sus manos recorrieron las piernas desnudas de Alba, con parsimonia, sonriéndole, dándole pequeños besos en los labios, lentos y dulces que poco a poco, a medida que sus manos ascendían, se convertían en rápidos y pasionales. Alba no pudo soportarlo más.

- Nat... para... para...

- Alba... - protestó.

- Aquí no, vamos a la cabaña.

- De eso nada, ¿creías que nos íbamos a ir de aquí sin probar las duchas?

La enfermera sonrió comprendiendo por donde iba.

- Nat...

- Es lo que querías ¿no?

Alba torció la cara en un gesto travieso.

- Prefiero en la cabaña – susurró - allí estamos más cómodas.

- Si es porque yo aquí no puedo...

- No es por eso... bueno... en parte sí lo es – la besó y apretó los labios con cara de circunstancias – antes... deberíamos ir a la mesa y ...

- Te echarán de menos, ya lo sé – suspiró resignada accionando la silla y dirigiéndose a la salida.

- Y a ti – la interceptó en la entrada y se sentó a horcajadas sobre ella. Bajo ningún concepto quería que la pediatra la malinterpretase.

- Alba que ¡aquí sí que nos van a pillar! y...

- ¿Y qué? – la besó de nuevo, metió sus manos por debajo de la camisa de la pediatra que no puedo evitar dejar escapar un gemido de sus labios – ¡qué nos pillen!

- Alba... - la frenó sin convicción.

- ¿No quieres?

- ¡Ya lo creo que quiero!





Continue Reading

You'll Also Like

61.1K 3.7K 22
𝘋𝘪𝘤𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘪𝘮𝘱𝘳𝘦𝘴𝘪ó𝘯 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘮á𝘴 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘗𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰...
239K 23.6K 64
𝐄𝐋𝐄𝐂𝐓𝐑𝐈𝐂 𝐓𝐎𝐔𝐂𝐇 . . . !! 𖥻 ִ ۫ ּ ִ 𝖼𝗂𝗇𝖼𝗈 𝗁𝖺𝗋𝗀𝗋𝖾𝖾𝗏𝖾𝗌 𝒆𝒏 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 . . . En donde el regreso de Cinco trae co...
59.4K 6.4K 27
SECUELA DE JURAMENTO ETERNO DE SAL-PABLO GAVI Donde Aitana, la hija de Gavi y Dani está enamorada de Pedri, el cual le saca ventidos años y es el mej...
520K 12.2K 41
﹝🐍﹞ ── Traducciones de historias sobre los Slytherin Boys