La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 68

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By marlysaba2


Eran más de las doce cuando Natalia, tras dar un sorbo de su vaso de agua y perderse por enésima vez en la mirada de Alba, encantada de estar así con ella, solas, sin nadie que pudiera interrumpirlas, sin temor a que pudieran ver un gesto, una mirada que delataran el amor que sentía, sin coartar el impulso de besarla, que era continuo. Sonrió, suspiró y acercando la silla a la de Alba, recondujo la charla intrascendente y las risas que estaban compartiendo.

- Jamás podré devolverte todo lo que me has dado estos días – le dijo de sopetón, dejando sorprendida a la enfermera que la miró enternecida.

- ¿A pesar de lo de antes? – le dijo burlona, aún en tono de broma como llevaban manteniendo toda la cena – porque ¡vaya cara que me pusiste!

- Estoy hablando en serio – la miró enarcando las cejas y cogiéndola de la mano, se la acarició, pensativa, bajando los ojos hacia sus manos entrelazadas - ¡me has dado tanto!

- Y... ¿crees que tú a mí no? – respondió también adoptando un aire de seriedad, levantándole el mentón con la mano que le quedaba libre para perderse en la profundidad de aquellos ojos que adoraba.

- Seguro que no – la miró fijamente y apretó los labios negando con la cabeza - No es lo mismo.

- Pues, te equivocas – respondió con firmeza – ¡te equivocas completamente! – ratificó con una sonrisa, siendo ahora ella la que la tomó de la mano y acariciándola con suavidad, bajó ligeramente la voz, como si alguien pudiera escucharlas - ¿Sabes! antes de volver a verte, de ... de estar contigo, no soportaba que nadie me tocara, me... tenía que hacer un esfuerzo para soportarlo, ni siquiera era capaz de aguantar que Germán me echase el brazo por los hombros – confesó con un suspiro - ¿recuerdas mi primer día en la clínica? – le preguntó enarcando las cejas y Natalia asintió.

- Te eché la bronca – la miró sintiéndose culpable por haberlo hecho.

- Hiciste bien – le sonrió – pensé mucho en lo que me dijiste y pensé en que no podía reaccionar como lo hacía, pero no podía evitarlo, siempre que alguien me tocaba sin que yo lo esperase... - suspiró – o me quedaba paralizada o todo lo contrario.

- Nunca has tenido término medio cariño – intentó bromear, aproximándose para besarla, pero la enfermera la frenó colocándole una mano en el hombro.

- Ahora soy yo la que está hablando en serio.

- Es normal que reaccionaras así, Alba – admitió aceptando su negativa - pero yo me refería a que...

- Sé a lo que te referías, no me has dejado terminar.

- Perdona – se disculpó ante su rotundidad.

- No soportaba que nadie me tocara, porque...me daba asco de mí misma, solo imaginar... ¡si supieras las horas que estaba bajo la ducha! – reconoció por primera vez en voz alta, sin palabras veladas como ya le insinuara en alguna ocasión a Natalia, nunca lo había hecho hasta entonces con el corazón en la mano como en ese momento, y al escucharse a sí misma diciéndolo la hizo estremecerse, Natalia se dio cuenta de ello y la atrajo hacia ella, acunándola entre sus brazos, Alba le sonrió agradeciendo el gesto de ternura y siguió hablando – permanecía allí bajo el agua, intentando sentirme menos sucia, intentando que desapareciera ese olor, pero nunca se iba, ¡nunca! – exclamó – tenías razón Nat, el día que me gritaste que esas cosas solo estaban en mi mente, creo que ni siquiera imaginabas cuánta razón tenías.

- Me hiciste creer todo lo contrario – la miró con curiosidad.

- Bueno... tenía que jugar mis cartas y... quería convencerte – sonrió con malicia – quería que me dejases quererte, pensé mucho en ello y comprendí que a las dos nos ocurría lo mismo.

- Princesa... - musitó con los ojos humedecidos por la emoción – siento tanto todo lo que te pasó, si yo no....

- Chist – la silenció imaginando lo que iba a decirle – soy yo... la que me he sentido durante mucho tiempo culpable.

- ¿Culpable tú! pero... porqué, ¿qué culpa podías tener tú?

- Sí – suspiró de nuevo incorporándose y clavando sus ojos en lo de la pediatra - me sentía tan culpable por haber cedido, por no haber luchado, por haber sobrevivido y a la vez sentía ¡tanto asco! que no podía hacer mi trabajo, no podía dormir, no podía comer.... y... lo perdí todo, ¡todo! Y... llegó un día en que... pensé... pensé en acabar de una vez, en... dejar de molestar y terminar con todo... y.... pero... pensé en mi madre y... quise ir a... a despedirme de ella – le confesó bajando los ojos avergonzada por su debilidad, Natalia recordó las palabras de Teresa, recordó que pensaba que Alba estaba enferma o que le ocurría algo y fue ahora ella la que se estremeció al pensar lo cerca que había estado de perderla – pero... cuando llegué a Madrid y.. sin tiempo de pensar en nada... apareciste tú ... la posibilidad de volver a verte y... y... pensé que... - se calló y Natalia respetó ese silencio, abrazándola – no vuelvas a decirme que tienes que devolverme algo porque no me debes nada, eres tú la que has logrado que se borren mis pesadillas, has logrado que me sienta segura, que desaparezca ese olor para siempre, has logrado que disfrute de nuevo con un abrazo furtivo, con un beso, has logrado que desee vivir, Nat, ¡me has dado la vida! – exclamó con fuerza – así es que no digas más tonterías.

- Alba... no son...

- Nat, estoy convencida que sin ti, sin tu amor yo... no podría haberlo superado, me das fuerza, me das confianza en mí misma, yo me... me daba asco, tenías razón yo... no me perdonaba por dejar que... me hicieran... por dejar que... Margarette.

- Cariño... ya basta... - intentó interrumpirla, porque no quería oír de nuevo aquello, cada vez que lo escuchaba algo se rompía dentro de ella.

- No, Nat, puedo decirlo, necesito decirlo – la miró suplicante – me ... me violaron – bajó los ojos, sabía que no era la primera vez que pronunciaba esa palabra ante ella, pero tenía la sensación de que esa noche era diferente, que el vínculo que habían creado era distinto y que sí que era la primera vez que pronunciaba esa palabra en voz alta y le había costado muchos meses asimilarlo en su mente, pero pronunciarlo tan rotundamente aún más, y ahora, allí, junto a ella, lo reconocía y sentía una enorme liberación – no uno, ni... dos – musitó descubriéndole aquel detalle – ni siquiera soy capaz de recordar.... cuantos ... cuantos fueron ...

- Alba... - la voz se le quebró no quería que le siguiera contando, le hacía más daño del que la enfermera podía imaginarse, pero era consciente de que lo necesitaba.

- Y tú – la miró can tal intensidad – has conseguido que... ese olor... que... sus manos... sobre mí... que.... no entendía cómo sabiendo lo que sabías yo... no te daba asco, como me lo daba a mí misma, no entendía como... aceptabas mis caricias, como buscabas abrazarte a mí por las noches... como no te repugnaba...

- ¿Repugnarme? – preguntó con una sonrisa tierna y una humedad en sus ojos que mostraba lo turbada que se encontraba – estaría besándote toda la vida, ¡toda! y eres tú la que has conseguido que me olvide de todo, que las piernas que me robó el accidente se conviertan en unas alas, las alas que tú me has hecho sentir, las alas que me elevan a mundos que jamás visité. Tú...

- Nat....

- Princesa.... – la miró con ternura y sin mediar más palabras la besó, dulce e intensamente, sin que por una vez Alba se retirase abandonando el juego que había mantenido hasta ese momento.

Instantes después, se separaron y clavaron la mirada una en la otra, escudriñándose, con una leve sonrisa ambas y el deseo prendiendo mecha en sus miradas, unas miradas llenas de amor pleno, pero Alba adivinó, de pronto, que una sombra cruzaba por la mirada de la pediatra y se alertó. Fue una décima de segundo, pero para la enfermera no pasó inadvertida.

- ¿Qué pasa? – le preguntó frunciendo ligeramente el ceño y mirándola con atención.

- ¿Cómo que qué pasa? – respondió sorprendida.

- Si, ¿qué te pasa? - insistió.

- Nada – dijo abriendo los ojos extrañada, mostrando que no sabía a qué se refería.

- ¿En que estabas pensando ahora mismo? – volvió a preguntar con interés.

- En volver a besarte – sonrió torciendo la boca en una mueca de seguridad - ¿Qué te pasa a ti?

- No sé, me ha parecido ver que... te sentías... no sé... ¿incómoda?

- ¿Incómoda? No en absoluto, ¿por qué piensas eso?

- Pues si no es eso, dime qué es – insistió sin quitarle la vista de encima.

- ¡Eres increíble! – suspiró descubierta – no es eso, pero sí que no he podido evitar pensar en el poco tiempo que estaremos aquí y en lo mucho que me gustaría que no fuera así.

- ¿Eso es todo?

- Si – afirmó con franqueza – me gustaría poder estar aquí más tiempo – se recostó con mirada soñadora – esto es... tan diferente y tan.... especial.

- Si – suspiró con alivio, relajándose también, cogiéndola de la mano y perdiendo la vista en el horizonte allí donde el cielo y el mar formaban una línea casi imperceptible – cuando volvamos todo será diferente – comentó con temor.

- Si, lo será – admitió, mirándola de soslayo y comprendiendo a qué debía referirse, y continuó animosa – pero... ¡estamos aquí! – sonrió girándole el rostro hacia ella – y no quiero que pienses en eso, solo quiero que disfrutemos.

- Tienes razón – le sonrió recostándose en su hombro.

- ¡Es increíble cómo pasa todo tan rápido! – murmuró pensativa – aún no me creo que tú y yo... - se interrumpió y comenzó a pasear sus dedos entre el pelo de la enfermera, como siempre le había gustado hacer - ... Alba...

- ¿Sí?

- No, nada.

- ¿Qué ibas a decirme?

- Nada – repitió abrazándola y suspirando, la enfermera no insistió, levantó una mano y le acarició una mejilla.

- ¿Estás bien?

- ¡Muy bien! – exclamó temiendo que Alba creyera lo contrario – solo.. pensaba en... nosotras y... en Madrid... y en....

- Ana, ¿verdad? – la interrumpió.

- Si – admitió.

- ¿No será que te sientes culpable? – insistió incorporándose y observándola con detenimiento.

Natalia la miró y entornó los ojos, pensativa, ¿culpable? No había una etapa en su vida en que no hubiera sentido la culpabilidad, si no era por una cosa lo era por otra.

- Pues... para serte sincera, sí, me siento culpable – admitió viendo como Alba dirigía la vista otra vez al mar y se recostaba, ahora en el asiento, con cierto aire de preocupación que Natalia se apresuró a disipar – creo que me he sentido así toda la vida.

- ¿Qué quieres decir? – la miró de nuevo.

- Pues... que siempre he sentido la culpa, de pequeña por no sacar mejores notas, luego, por engañar a mis padres y no estar nunca a la altura, por dejarme llevar en contra de mis deseos y de mí misma hasta el punto de hacerle al pobre Fernando lo que le hice, por liarme con Alicia sabiendo que estaba casada, por .. por... todo – la miró fijamente – creo que siempre me he sentido culpable y, sí, hoy también me siento culpable, culpable de ser inmensamente feliz, de seguir con mi vida mientras... - suspiró de nuevo - culpable de desearte como te deseo, culpable de... - la miró y Alba sonrió esperando escuchar lo que tanto deseaba - pero, como diría Escarlata, hoy no quiero pensar en ello, hoy solo quiero pensar en ti.

- Nat... - sonrió – es normal que te sientas un poco culpable, pero... no siempre deberías sentirte así.

- Ah, ¿no?

- No – volvió a recostarse en ella - ¿sabes? eres de ese tipo de persona que siempre se carga con más culpa de la que tienes y... debes empezar a dejar de hacerlo, los demás también tenemos parte de culpa en las cosas que te pasan, no te cargues tú sola todo a la espalda.

- Alba... cariño...

- ¿Qué?

Natalia no dijo nada solo lanzó un profundo suspiro y la enfermera se quedó de nuevo con las ganas de escuchar un te amo, porque estaba segura de que Natalia había estado a punto de pronunciarlo.

- La noche está preciosa – comentó Alba resignada.

- Sí que lo está.

- Pero creo que en un par de horas va a llover.

- ¿De verdad? no lo parece.

- Si, mira aquellas nubes de allí, y ¿no notas la brisa que se está levantando?

- Aunque pare a ratos hay brisa desde que hemos llegado.

- Si, pero esta es diferente.

- Pues... tendremos que entrar, ¿no crees?

- En un rato, primero... quiero que pruebes algo que he traído.

- ¿Qué es?

- Pruébalo – le dijo levantándose – y sacando una botella que tenía metida en un cubo de agua y que Natalia ni siquiera había visto.

- ¿Cuándo has hecho eso?

- Mientras cenábamos – soltó una pequeña carcajada mirándola con una mueca divertida – solo tenías ojos para tu plato – se burló – ¡la que no era capaz de comer!

- Y ¿qué es?

- Es musk.

- Y eso... ¿qué es?

- Digamos que es... un licor de aquí, pero tranquila que no lleva alcohol. Te va a gustar.

Natalia lo probó saboreándolo tenía un gusto extraño, casi amargo pero había de reconocer que le gustaba y que le producía una sensación rara, como de cosquilleo y adormecimiento.

- ¿Seguro que no lleva alcohol?

- Seguro.

Bebió otro sorbo, con parsimonia y extendió su mano acariciando la de la enfermera, que se aferró a ella y entrelazó los dedos, sentadas frente al mar con las manos agarradas y sintiéndose inmensamente felices.

- Estás muy callada – rompió Alba el silencio que comenzaba a inquietarla, no quería que Natalia pensase más de la cuenta en Madrid, ni en Ana, ni en ninguno de sus problemas y, mucho se temía, que ya estuviese dándole vueltas a la cabeza, cuando ella necesitaba que se aislase de todo, que se relajase y que solo pensase en disfrutar.

- Perdona – se disculpó – estaba pensando en... la vida.

- ¡Uy! ¡la vida! no te irás a poner filosófica – se mofó con ojos chispeantes.

- No, claro que no – sonrió volviendo a regarle unas suaves caricias en el pelo – no pienso estropear esta maravillosa cena que me has regalado.

- No me importa, me gusta saber lo que piensas – le dijo con sinceridad – y si lo que piensas te hace ponerte seria, yo quiero saber qué es - insistió.

- Ya... - rió burlona - ¿desde cuándo te gustan mis pajas mentales, como tú las llamabas?

- Me gustas tú y todo lo que tiene que ver contigo – respondió con rapidez – y me encantan tus pajas mentales – se incorporó mirándola insinuante. Natalia le devolvió una sonrisa llena de gratitud, cada vez le resultaba más fácil decidirse a confiarse a ella, a revelarle sus sentimientos, sus dudas, sus temores, sus anhelos.

- Pensaba en que... ahora que estoy aquí... no sé – se interrumpió mirándola con seriedad y Alba se recostó de nuevo en ella abrazándola con cariño, comprensiva con su torpeza para expresar siempre sus pensamientos y sentimientos - pienso en todo lo que he dejado atrás, veo lo imbécil que he sido – confesó – ahora lo veo todo muy claro y, en cambio, cuando estaba allí, en Madrid... tengo la sensación de que solo me limitaba a seguir un camino que ni siquiera era el mío, sin pararme a mirar a otro lado. No... no me permitía... nada... no... podía.

- La verdad es que es una lástima que seamos así, que solo seamos capaces de ver en una dirección y dejemos pasar aquello que más queremos – la miró con la comprensión escrita en sus ojos – sé de lo que hablas porque a mí me ocurrió lo mismo.

- ¿Sí? ¿a ti?

- Si – ratificó asintiendo al mismo tiempo con la cabeza – aquí víi todo con... otros ojos.

- Te comprendo, aquí se ve todo de otra forma, aquí la vida es tan complicada y al mismo tiempo ¡tan sencilla! entiendo perfectamente todo lo que me contabas al principio, entiendo que sintieras que tu vida estaba aquí – suspiró nostálgica.

- No – sonrió ladeando la cabeza en un gesto de condescendencia – te equivocas, aquí lo que entendí y acepté es que había huido de ti, entendí que yo era de esas personas que no viven la vida, sino que huyen de ella, por miedo o por lo que sea y entendí que debía dejar de ser ese tipo de persona si quería recuperarte, porque estaba segura de que te había perdido por no saber escucharte, por no saber ayudarte y entendí que si algún día volvía a tenerte frente a mí no iba a dedicarme a pasar sin más, que me iba a parar a mirar, a escuchar y a vivir, lo que tuviera que ser.

- Eso suena a un plan de mucho tiempo.

- Eso suena a que nunca te olvidé, a que siempre te he seguido amando, a que fue aquí donde comprendí que había una belleza en tu interior que quería seguir desvelando, que necesitaba descubrir todos tus secretos y detenerme a mirarte, a disfrutarte y amarte, sin miedo, sin tiempo, sin distancia.

- Pero me dijiste que durante un tiempo me odiaste.

- ¡Claro que te odie! te odie por haberme apartado de ti, por haberme dejado al margen, por haber permitido que lo mejor que me había pasado en la vida se me escapara sin saber cómo, sin ser capaz de conservarte a mi lado – le reconoció con vehemencia, al tiempo que a Natalia se le saltaban las lágrimas emocionada – si, te odié, ¡te odié muchísimo! hasta el punto de no querer saber nada de ti.... durante demasiado tiempo

- Y eso... no es amor, Alba... eso....

- ¿Seguro que no? – le preguntó misteriosa, interrumpiéndola.

- Pues claro, si me odiabas cómo ibas amarme.

- Una vez Margarette me dijo una cosa que me hizo pensar mucho – la miró fijamente – yo estaba en uno de mis peores días, en uno de esos días en que la rabia y la ira me embargaban de tal forma que me costaba respirar, ella sabía que tú eras la causa y le pregunté cómo era posible haber querido a alguien tantísimo y ahora odiarlo con todas tus fuerzas, le pregunté cómo era posible que la misma persona fuera capaz de despertar en mí dos sentimientos tan encontrados, y sabes qué me respondió.

- ¿Qué? – preguntó con interés.

- Que no me equivocase, que te seguía amando tanto que no era capaz de seguir adelante y que por eso creía odiarte, que era el recurso lógico para justificar mi acción de abandonarte, pero que pensase bien en una cosa, en que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Que si te odiaba era porque todavía te amaba, solo me faltaba reconocerlo y dejar que el rencor desapareciera de mi corazón.

- Vaya, voy a tener que agradecerle a Margarette muchas cosas – comentó esbozando una tímida sonrisa.

- No te burles de ella – saltó malinterpretándola.

- Jamás lo haría, te lo he dicho muy en serio. Son sabias palabras, de hecho, creo que las dos sabemos que es cierto, que hoy no estaríamos aquí si no hubiéramos dejado atrás el rencor, ¿o no? – sonrió más abiertamente.

- Sí, creo que sí – admitió y frunció levemente el ceño – y tú...

- Yo tenía miedo, ¡mucho miedo! tanto que no quería reconocer lo evidente y... hablé con Vero – le confesó y Alba saltó en el asiento sin poder evitarlo girando todo el cuerpo hacia ella mirándola con atención, Natalia esbozó una sonrisa – le dije que me sacabas de quicio, que no te soportaba, que me hacías hacer y decir cosas que no quería y... me dijo que... me alejara de ti.

- Y.... ¿por qué no le has hecho caso? – le preguntó disimulando la alegría que sentía de que hubiera sido así y comenzando a descubrir hasta qué punto Natalia no solo había mantenido una lucha interna.

- Porque recordé lo que me dijiste de ella.

- ¿El qué? no sé a qué te refieres.

- Me refiero a cuando me dijiste que ella... que siente algo por mí, y recordé lo que ella me dijo en una ocasión en la que yo... no podía más con todo lo que me rodeaba en mi vida. Me dijo que no se podía vivir con miedo, que no debía vivir con miedo porque hacerlo era como no vivir, que debía enfrentarme a mis miedos y no huir de ellos.

- ¿Y?

- Y comprendí que Vero me estaba pidiendo que hiciera contigo lo que siempre me había aconsejado que no hiciera con los demás. Comprendí que tenías razón y que yo debía enfrentarme a lo que sentía por ti, por mucho miedo que me dieran esos sentimientos.

- Ahora voy a ser yo la que le tenga que dar las gracias a Vero – sonrió burlona.

- ¿Por qué? – preguntó sin comprender su ironía.

- Por ser tan torpe – soltó una carcajada y Natalia pareció molesta.

- No te rías de ella, es mi amiga.

- Lo sé, no me río, pero... - suspiró – no puedo evitar que no me caiga bien.

- No la conoces, cuando la conozcas mejor verás cómo cambias de opinión.

Alba frunció el ceño imaginando tener que aguantar a la psiquiatra. Si había algo que se le hacía cuesta arriba pensando en el regreso era precisamente ella, Vero, mucho más que Ana, porque tenía la sensación de que por mucho que Natalia siguiera sintiendo cariño y agradecimiento hacia su mujer, su verdadero problema al volver sería la maldita Vero que cada vez la aborrecía más. Natalia la observaba con atención e interpretó a la perfección lo que estaba pensando.

- No me mires así, cariño – le dijo Natalia dejándola perpleja, estaba claro que o sus pensamientos se habían reflejado en su rostro o Natalia había recuperado su facultad de leerle siempre la mente - Vero es mi amiga y si tú y yo vamos a... a estar juntas... tendrás que verla de vez en cuando.

- Bueno – sonrió, sin intención de que nada rompiese ni importunase lo que estaban viviendo – si el premio eres tú, soy capaz de verla todos los días, de comer con ella todos los días y hasta de invitarla a cenar.

- Bueno, bueno, para, para el carro – le pidió divertida con su vehemencia - que yo solo pensaba en algún día esporádico, un cafecito o una cervecilla pero nada de que la invites a cenar, cenas como ésta solo quiero que me las prepares a mí.

- ¿Solo para ti? – susurró insinuante.

- ¡Sí! te quiero para mí solita

- Ah... ¿sí? – preguntó mostrando una fingida incredulidad que buscaba provocar aún más a la pediatra.

- ¡Sí! – exclamó cogiéndola con ambas manos y atrayéndola hacia ella – solo para mí – susurró insinuante, clavando los ojos en sus labios.

Alba sonrió, y se acercó a su boca despacio, sin apartar la vista de sus ojos, rozándolos con su nariz, dibujando el ademán de besarla, pero sin llegar a hacerlo, notando cómo Natalia se removía temblorosa, esperando el beso, sintiendo el cosquilleo del deseo e intentando apresar la boca de Alba con la suya. Ágil, la enfermera se retiró, entablando una batalla de miradas insinuantes. Natalia tiró de nuevo de ella torciendo la boca en una mueca pícara, Alba respondió apretando los labios y negando con la cabeza, juguetona, los ojos enfrentados, entonces las manos de la pediatra buscaron su cintura, Alba nunca se resistía a aquellas caricias, pero esta vez fue diferente. La enfermera le retiró las manos y se las mantuvo sujetas mirándola fijamente a los ojos, acercando su cuerpo hacia ella, insinuante, aproximando su rostro al de Natalia y volviendo a retirarse, en un juego en el que ella marcaba las reglas y que a Natalia comenzaba a antojársele torturador.

Muy despacio, sensualmente, Alba se levantó del asiento, pero manteniendo su rostro a un palmo del de Natalia, paseando su lengua por sus labios, desesperándola aún más. La pediatra intentó empinarse y Alba volvió a retirarse risueña, entonces Natalia recurrió a algo que nunca le fallaba, apretó los labios en un gesto de niña caprichosa, solicitándole un besito e inmediatamente bajó la cabeza y dejó de desafiarla con un leve suspiro, batiéndose en retirada, y logrando su objetivo. Alba le soltó las manos y le levantó el mentón, la miró con una sonrisa tierna, conocedora de que iba a picar en su anzuelo pero era incapaz de no hacerlo, se derretía cada vez que Natalia le ponía esa cara de rendición, esa cara ni niña pícara y juguetona y a un tiempo enfurruñada por no recibir lo que deseaba, se agachó y le dio lo que reclamaba, la besó con suavidad, fue un beso corto e intenso que provocó en ambas un chispazo.

Se retiraron y volvieron a enfrentar sus miradas, a la de Natalia asomó un halo de triunfo, en la de Alba el reconocimiento de su amor por ella, de su rendición absoluta. Natalia asomó a sus ojos el deseo contenido e insistió, tirado de ella, Alba sonrió y se dejó hacer, sentándose en sus rodillas, sin dejar de mirarse se besaron de nuevo, con lentitud, saboreándose y cuando Natalia intentó imprimir más pasión, Alba volvió a retirarse, continuando con el juego que iniciara al principio de la noche.

Natalia la miró desconcertada, intentado comprender qué pretendía, pero no le dio tiempo porque Alba volvió a besarla, de nuevo con suavidad, de nuevo con calma, acariciándola casi imperceptiblemente con su lengua, retirándose un instante, observándola con aquella sonrisa que enloquecía a Natalia, y volviendo a besarla una y otra vez. Y en cada intento de Natalia de ir más allá, de desbocar su deseo, Alba la frenaba y paraba unos segundos que se le hacían interminables a la pediatra que, sin mediar palabra, y poco a poco, fue entendiendo el juego y se entregó a él, como alumna aventajada. Pequeños y dulces besos que la estaban llevando a un punto de excitación insospechado, juntas, acompañadas de la noche, incapaces de ver nada que no fuera la pasión que comenzaba a radiar en ambas. Con la melodía del mar de fondo arrullando su acompasado baile de besos y leves caricias que la enfermera nunca permitía que fueran a más. Sintiendo el latir de sus corazones, cada vez más acelerados, notando el calor que comenzaban a desprender sus cuerpos y que era aliviado por una suave brisa que, poco a poco, comenzaba a arreciar.

- Será mejor que entremos – le susurró Alba en el oído al ver que Natalia gemía en su última caricia con un apremio e intensidad que ella quería cortar.

- Alba... – intentó protestar – no seas mala – le pidió melosa besándola suavemente en el cuello, y subiendo hasta la parte posterior de la oreja.

- Espera – le pidió con cierta condescendencia en el tono.

- ¿Esperar a qué? – le preguntó mirándola fijamente - ... no me hagas sufrir más... – le pidió melosa – llevas toda la noche....

- Va a llover – se justificó interrumpiéndola, apartándola con delicadeza, encogiendo un hombro – y... será mejor recoger todo esto antes.

- Pero Alba.... – se detuvo al ver su cara pícara y sentir su dedo subiendo desde su vientre hasta su pecho donde permaneció circundándolo con leves caricias – uff – se quejó intentando besarla de nuevo.

- Te compensaré – prometió con otro susurro, sin dejarla hacer – dame la mano – se la tendió levantándose – y vamos dentro.

- Vale – exhaló un profundo suspiro, resignada a que esa noche la enfermera la torturara a su antojo.

- Entra tú que yo recojo esto en un momento.

- ¿Seguro?

- Si – sonrió levantándose de sus rodillas dándole un pequeño pico.

- Entonces... voy al baño.

- De acuerdo.

Natalia estaba a punto de entrar en la cabaña y antes de que pudiera avanzar más notó que algo le impedía hacerlo. Alba sujetaba la silla y tiraba hacia atrás, sacándola de nuevo al porche, con una sonrisa pícara y unos ojos que la miraban burlones y deseosos. Natalia se detuvo, sorprendida y desconcertada. La enfermera, con parsimonia, retomó su posición sobre sus rodillas. Le puso el pelo tras la oreja, le sonrió socarrona, bajó la mano por su mejilla y la paseó por su nuca, con suavidad, masajeándola lentamente. Natalia sintió que ya no podía más, la miró expectante, deseosa y Alba le devolvió una mirada tan profunda y tan llena de sus ganas que la pediatra se estremeció.

- ¿Tienes frío? – preguntó Alba junto su oído en un susurro lleno de deseo.

Natalia no respondió, era incapaz de hacerlo, aquella sonrisa y aquella mirada la tenían noqueada. Ante su silencio Alba enarcó una ceja, instándola a responder, la pediatra asintió, inmediatamente recibió un reconfortante abrazo. Natalia suspiró profundamente dejándose llevar por el placer que le proporcionaba notar el calor de su cuerpo y sintiéndose tremendamente protegida y amada. La enfermera la besó con suavidad en el cuello, olió su cabello, le besó en la oreja y Natalia creyó enloquecer. La separó un poco, su mirada expresaba aquello que más anhelaba, y por fin Alba se conmiseró y la besó, muy despacio al principio y luego con más pasión que hasta entonces. Natalia sintió que aquel beso la elevaba de la silla, llevaba esperándolo toda la noche, y supo que no había sensación más placentera que un beso de sus labios. Sentirla así, sobre sus rodillas, entregada a ella, conseguía ponerle el corazón a mil. Alba se retiró de nuevo, pero fue solo un instante, volvió a abrazarla para fundirse en un beso que las dejó sin aliento.

Natalia era incapaz de seguir por más tiempo aquel ritmo lento, se aferró a su cintura, recorriendo sus costados con la yema de los dedos como a Alba le gustaba, intentando incitarla y que olvidase el juego que se traía. Alba no la apartó, muy al contrario, le devolvió besos y caricias. Natalia accionó la silla y con la enfermera encima entraron en la cabaña. Alba le sujetó la cara con ambas manos y clavó sus ojos en ella, sonriendo maliciosa. Natalia levantó su camiseta y acarició sus pechos por encima del sujetador. Alba le frenó las manos, y la besó de nuevo. La brisa marina comenzaba a filtrarse en la cabaña, provocando un ambiente fresco, las primeras gotas comenzaron a caer sobre el techo de madera, pero ellas ajenas a todo, solo centradas en el juego de sus manos rozando la piel de la otra. En aquel lugar de ensueño, no deseaban nada, solamente el contacto puro y tierno de sus labios.

La noche se había ido cerniendo sobre la cabaña, Alba había apagado la luz la última vez que entró y la luz de la luna, cada vez más tenue, se filtraba por la puerta aún abierta, la oscuridad que provocaban las nubes, se había adueñado de casi todo, pero ni siquiera a Natalia le importaba, no les importaba nada, solamente, esos besos que se regalaban, como si fuera la primera vez.

- Alba... - murmuró Maca temblando por la excitación – tengo que ir al baño.

- Hummmm – respondió aferrada a ella, besándola tras la oreja, lamiendo con suavidad la misma y apresando con sus dientes su lóbulo.

- Uff, ahhhh – jadeó olvidando su intención - ven – intentó levantarle los brazos para despojarla de la camiseta – ven aquí.

- No – se negó de nuevo – espera un poco – le pidió acariciándola levemente, no quería precipitarse, quería que todo fuera con calma.

La puerta se cerró de golpe por el viento y las sobresaltó. Alba saltó de sus rodillas.

- Será mejor que entre todo – dijo la enfermera con un suspiro.

- Si – suspiró igualmente, sintiendo que la ausencia de la enfermera sobre sus rodillas y la privación de su cuerpo entre sus brazos le provocaba un desasosiego inmenso, un vacío que necesitaba llenar inmediatamente – yo voy al baño... no tardo.

- Eso espero... - le dijo insinuante.

Natalia sonrió con malicia y, Alba se agachó para besarla de nuevo, con suavidad, un ligero roce que le supo a poco a la pediatra, incapaz de refrenar el deseo que había crecido en ella, intentó atraerla, otra vez sin éxito.

- Espera, impaciente – le sonrió – recuerda que esta noche... cumpliré lo prometido – se insinuó – anda, entra de una vez – le señaló la puerta del baño a la que Natalia se dirigió consciente de que Alba tenía razón. Debía ir al baño primero, siempre estaba pendiente de ello pero Alba conseguía que se le olvidase absolutamente todo, hasta lo más importante.

Alba se quedó observándola un instante. Todo había salido como esperaba pero ahora le quedaba la tarea más difícil, conseguir que Natalia se olvidase completamente de todo, hasta de las limitaciones de su cuerpo, con el objeto de que la dejara hacer, y lograr canalizar todo su deseo, toda su pasión y energía, de forma que, sin dejar de escuchar a su cuerpo, no pensara en él y consiguiera llegar a experimentar que su relación era completa y satisfactoria, quería borrar aquella sombra fugaz que vio el primer día en sus ojos, y que ella estaba segura de saber a qué se debía. Estaba convencida de conocer cómo lograrlo, sabía que debía ir muy despacio, sin prisa alguna, que debía de estimularla hasta el punto de enloquecerla, que debía guiarla y conseguir que confiara en ella plenamente, hasta el punto de que se entregase a sus manos, para que pudiera transportarla al éxtasis. Tenía que conseguir que la mente de Natalia solo estuviese concentrada en lo que deseaba y en lo que ella iba a hacerle, así su impulso sexual se estimularía mucho más, y conseguiría transmitirlo a su cuerpo, eso era fundamental para triunfar en su cometido, pero antes tenía que relajarla de tal forma que desconectase de todo y se entregase al juego sin reparos.

Sumergida en esos pensamientos lanzó un suspiró lleno de dudas y temor. Había llegado el momento y no podía evitar sentir un nerviosismo especial. Salió a recoger todo con rapidez, mientras lo hacía, su cabeza repasaba una y otra vez todos los detalles. Luego, rebuscó entre sus cosas y comenzó a poner en marcha su plan.

Cuando Natalia salió del baño, se quedó impresionada. Sus ojos se abrieron de par en par, mostrando la sorpresa que se había llevado. Alba estaba sentada en el borde de la cama, mirándola fijamente con un esbozo de sonrisa traviesa en sus labios y dos pequeños vasos en sus manos. La pediatra paseó la vista por toda la estancia, que parecía otra. La enfermera la había transformado creando un ambiente lleno de sensualidad, algunas velas por la habitación situadas estratégicamente, un olor suave que se había extendido por toda la estancia y que no era capaz de descifrar a qué pertenecía, pero le resultaba agradable, embriagador, hasta juraría que de algún rincón en penumbra llegaba hasta ella una tenue música que no identificaba con claridad, ¿era jazz lo que sonaba! no podría asegurarlo, lo cierto es que nunca le había gustado demasiado ese estilo musical, pero esa noche, si lo era, le estaba resultando una de las más bellas melodías y reconocía que se ajustaba a la perfección al sonido del viento filtrándose por las rendijas y a las olas del mar que batían con fuerza en la playa, conformando una conjunción de ensueño. Como colofón descubrió encima de la mesa una bandeja con algunas frutas troceadas.

- ¿No vienes? – le preguntó una melosa Alba al verla parada en la puerta, mirando todo con suma atención.

- ¿Y todo esto? – preguntó aún perpleja avanzando hacia ella.

- Toma – le tendió el vaso sin responder – bebe un poco.

Natalia miró el contenido y lo olió, tenía un aroma suave, como a rosas. Levantó los ojos con una mirada inquisidora.

- ¿Qué es?

- Bebe, te va a gustar – sonrió misteriosa levantándose – y... siéntate en la mesa.

- ¿Qué? – preguntó sin comprender qué pretendía.

- Que te acomodes allí, Nat – le dijo señalándole la mesa situada frente a un pequeño sofá de dos plazas, donde había colocado la bandeja con las frutas – ahora voy yo.

Alba, apagó el generador, dejando la estancia solo iluminada por la luz de las velas, que conferían al lugar una calidez acogedora.

- Bebe un poco – insistió al ver que no probaba el contenido del vaso y lo miraba con desconfianza.

- No pienso probar nada si no me dices lo que es – se negó enarcando una ceja en un gesto de rebeldía.

- ¡Mira que eres cabezona! es una especie de licor.

- ¿Otra especie de licor? – le preguntó con retintín y una mirada burlona que divertía a la enfermera.

- Si, y también sin alcohol, es... una bebida especial.

- ¿Especial?

- Si – sonrió esquiva – anda bebe.

- Pero especial ¿por qué?

- ¡Pero mira que eres curiosa! ¿no puedes beber sin más?

- Pues no, me gusta saber qué tomo.

- ¿Ni aunque te lo pida yo? – le preguntó con aire de súplica y una mirada de niña traviesa que derritió a la pediatra que lanzó un profundo suspiro, negó con la cabeza y esbozó una sonrisa mostrándole que cedía – venga bebe.

Natalia obedeció, probó un sorbo ante la atenta mirada de la enfermera, soltó el vaso en la mesita y se dispuso a abandonar la silla. Alba se sentó a su lado, la miró con intensidad y le sonrió.

- ¿Te gusta? – le preguntó.

- Si, está muy bueno.

- Es muy cara, está hecha con un poco de musk que... – se interrumpió un momento y la miró fijamente – es un afrodisíaco – le explicó y Natalia enarcó una ceja y dibujó un gesto de burla en sus labios, pero antes de que pudiera decir nada para mofarse Alba continuó - y aquí solo la toman las familias adineradas es... un regalo especial para... para la noche de bodas – confesó con cierto azoramiento que enterneció a Natalia.

- Cariño... - la miró agradecida por cómo estaba obsequiándola – no tenías por qué....

- Prueba esto – cogió un pequeño trozo de una de las frutas y se lo metió en la boca, silenciándola. Natalia sintió que ese gesto le producía un placer intenso que se reflejó en sus ojos – sabía que te gustaría – confesó en tono cadencioso e insinuante.

Natalia no podía dejar de mirarla a los ojos, Alba se estaba comportando de una forma, tan diferente a lo que la tenía acostumbrada que no podía pensar en nada solo en el deseo de besarla, de estrecharla en sus brazos. Y ese deseo se vio incrementado cuando la enfermera se levantó insinuante, se acercó contoneándose a una de las velas y la apagó con un soplido, volviendo con la misma parsimonia a sentarse junto a ella, y a besar sus labios con suavidad, con un ligero roce, retirándose con rapidez. Natalia estaba empezando a creer que estaba en una nube, se sentía como flotar entre aquellos sonidos olores y sabores, y ante aquel juego de insinuaciones que la enloquecían. Se moría de ganas de desnudarla, de besar sus pechos, de dedicarse a ella en cuerpo y alma, pero llevaba toda la noche aprendiendo la lección, el juego consistía en esperar, en ir despacio y era Alba la conocedora de esas reglas y la que debía marcar la pauta.

- Quiero que esta noche sea especial Nat – rompió el silencio.

- Ya lo es – confesó imprimiendo intensidad a sus palabras indicándole el deseo que experimentaba.

- Me refiero a especial de verdad – le sonrió misteriosa levantándose y repitiendo la operación anterior apagó otra vela, mientras Natalia apuraba su vasito de aquel líquido de extraño sabor.

- Ven – le pidió incapaz de contener más sus ganas.

Alba se acercó despacio, obedeciéndola, volvió a sentarse a su lado y Natalia le regaló una mirada llena de amor y deseo.

- Alba... - murmuró clavando sus ojos en los de la enfermera y luego en sus labios – ven... - casi jadeó, atrayéndola y besándola.

La enfermera la dejó hacer, devolvió el beso, consciente de que la excitaría aún más, pero luego se retiró despacio, manteniendo el labio inferior de la pediatra apresado entre los suyos, mirándola intensamente, sintiendo que su deseo también se desbocaba, pero sabía que debía controlarlo, que quedaba mucho por hacer. Se separó y levantó las piernas de Natalia subiéndola al sofá, sentándose tras ella con las suyas abiertas.

- Échate en mí – le pidió recostándola sobre ella – quiero que escuches la música y el sonido del mar.

- Alba...

- Quiero que respires profundamente y te relajes – le indicó en un tono bajo y cadencioso pero autoritario.

- Pero... me voy a dormir...

- Te aseguro que no – respondió junto a su oído comenzando a masajear su pelo, lentamente.

- Hummm, ¡qué gusto! – exclamó dejándose hacer, le encantaban esos masajes de la enfermera, era única haciéndolos - ¿y sí me das otro vasito de eso?

- No es bueno pasarse – le respondió sonriendo para sus adentros.

- Pero.... si no lleva alcohol... y... está muy bueno.

- Si, pero... ya te dije que es una especie de licor y... no debemos tomar más.

Natalia levantó los ojos hacia ella intentando ver qué quería decir por su expresión, frunció ligeramente el ceño.

- Pero... ¿por qué! ¿qué es lo que lleva? – le preguntó mostrando una ligera preocupación.

- Nada – sonrió recorriendo el óvalo de su cara con el dedo índice mientras continuaba con la otra mano perdida en su pelo – es como... como... una tila.

- Ah – aceptó sin darle más importancia.

- Ahora vas a cerrar los ojos y no los vas a abrir hasta que yo no te de permiso – ordenó con dulzura.

- ¿Por qué?

- ¿Por qué quiero que los cierres?

- Si.

- ¿Por qué crees tú que cerramos los ojos al besarnos?

- Yo siempre no lo hago.

- Pues tú te lo pierdes – le respondió burlona.

- A ver – dijo condescendiente - ¿por qué los cerramos? – preguntó con un hilo de voz dejándose arrastrar por el masaje que Alba le estaba propinando en la cabeza - hummmm.

- Porque los ojos cerrados te permiten sentir mucho más, crean una magia especial – respondió con voz cadenciosa.

- Eso ya lo sé – sonrió con suficiencia.

- Pues ciérralos y ábrelos cuando yo te diga.

Natalia obedeció entregada a su juego, escuchaba la música de fondo, tan suave que parecía poder adormecerla, oía el mar y sentía las respiración pausada de la enfermera, sentía sus manos sobre ella y se dejó llevar, concentrándose en esas manos que siempre lograban transportarla a un mundo maravilloso y lejano, mientras sentía que la punzada de deseo crecía sin parar.

- ¿Oyes el mar? – le susurró Alba junto a su oído – piensa que estamos en él, como esta tarde, que las olas te mecen a su antojo.

Natalia no respondió, imbuida de aquel ambiente, su mente volaba con aquellos estímulos, se sumergió en ese mar imaginario, sintiendo que la calma se apoderaba de ella, una sensación única, hasta ahora desconocida para ella, que la hacía flotar, elevarse sostenida por aquellas manos que no dejaban de acariciarla con delicadeza, transmitiéndole la sensación de estar en un lugar paradisíaco, solo para ellas, lleno de paz, en el que no existía el tiempo solo un objetivo, el placer de amarse.

- Nat – habló en voz baja y cadenciosa.

- Hummmm

- Voy a levantarme – la avisó, empujándola hacia delante con dulzura.

Natalia se retiró, permaneciendo sentada, aún con los ojos cerrados, la enfermera sonrió y musitó un bajísimo "puedes abrirlos". Obediente, lo hizo a tiempo de ver como Alba se acercaba a la cama y se sentaba en ella, llamándola con el dedo índice.

- ¿No vienes? – terminó por preguntar al ver que la pediatra no se movía ante su indicación.

Natalia negó con la cabeza, esbozando una sonrisa. ¡Ella también sabía jugar! Pero Alba correspondió a su negativa levantado los brazos y quitándose la camiseta. Natalia se mordió el labio inferior, esperando que continuara desnudándose, pero la enfermera no lo hizo.

- ¡Ven! – le ordenó desde la cama como más fuerza.

Natalia volvió a negarse, imitándola y quitándose su camiseta. Alba sonrió, se levantó de la cama se acercó a una vela que estaba en el poyete de la ventana y la apagó, regresando al lecho, enredándose en las sábanas.

- ¡Ven de una vez! – le ordenó enronqueciendo el tono y pasándose la lengua por los labios recostándose en las almohadas, apoyada en un codo de lado, mirándola, mientras paseaba su dedo índice en un corto recorrido desde su rodilla hacia su cadera a través de su muslos - ¡ven! – susurró – te estoy esperando.

Natalia suspiró, no podía resistirse por más tiempo, la vio jugueteando entre las sábanas, con su cuerpo semidesnudo, y aunque estaba tentada a establecer un pulso con ella, no quería resistirse, ¡la deseaba! la deseaba con una fuerza inusitada e increíble y Alba la incitaba de tal forma que sabía que tenía el control de su cuerpo y de su alma, que sólo con llamarla como solo ella era capaz de hacerlo, acudiría sin remisión donde fuera que se encontrase. Saltó a la silla y acudió a la cama donde la enfermera ya la esperaba sentada en el borde con una expresión de triunfo. La ayudó a subirse a la cama, la recostó con delicadeza y comenzó a despojarla de la poca ropa que le quedaba, luego se alejó contoneándose y apagó las dos últimas velas, dejando encendida solo la de la mesilla.

- ¿Preparada? – le preguntó insinuante llegando hasta ella.

- ¿Preparada para qué? – continuó con el juego.

- Para decir adiós a los pseudoorgasmos.

Natalia la miró con cierto temor, un escalofrío le recorrió la espalda, temía sus intenciones, pero ese miedo no era comparable a la intensidad con la que un calor repentino comenzó a recorrer todo su cuerpo.

- No temas – le susurró besándola en la mejilla, imaginando lo que le ocurría, situándose de rodillas sobre la cama, a su lado – solo prepárate a disfrutar, déjate llevar.

Natalia no respondió, solo la miraba absorta, calibrado lo que podían llegar a significar aquellas palabras, deseando obedecer y dejarse arrastrar, pero sin poder evitar un miedo profundo a no estar a la altura.

- ¿Qué pretendes?- le preguntó con un leve deje de temor.

- Nada – sonrió tranquilizándola – solo quiero llevarte al cielo, mi amor, como te prometí – la besó de nuevo con mucha más intensidad que hasta entonces, un beso profundo y húmedo que provocó aún más excitación en la pediatra - quiero que me dejes hacerlo y que me obedezcas en todo.

- Pero.... – no supo qué decir, sus palabras la hicieron recordar aquel sueño que tuvo en los primeros días de su estancia en el campamento y solo recordarlo la hizo estremecerse. Alba percibió su turbación y temió haberse precipitado. Pero no estaba dispuesta a dar marcha atrás, en el fondo los ojos de Natalia le mostraban la excitación que le producía ese juego, lo había estado notando toda la noche y el deseo que tenía de estar con ella.

- ¿No me querías solo para ti? – preguntó burlona – pues yo también te quiero solo para mí - le dijo con seguridad.

Natalia se estremeció otra vez, presa de un miedo paralizante, mientras su cuerpo comenzaba a temblar de pies a cabeza.

- Tranquila, mi amor – le pidió con una sonrisa - ¿me vas a dejar?

- No sé... yo....

- ¡Déjame! – acercó su rostro al de ella, suplicante y segura a un tiempo – te prometo que no vas a olvidar esta noche.

- Pero es que yo.... – la miró con un aire entre compungido y avergonzado que Alba se apresuró en borrar, conocedora de lo que debía estar pensando.

- Tú me vuelves loca – le susurró al oído al tiempo que le rozaba con su lengua – no pienses en otra cosa que no sea esa.

- Te aprovechas de que no soy capaz de negarte nada cuando me hablas en ese tono – le dijo aceptando su propuesta a pesar de sus temores, decidida a llegar a donde ella quisiese.

- Ven – le dijo extendiendo su mano derecha, tirando de ella y sentándola frente a sí – confía en mí – le pidió con una sonrisa que a Natalia le pareció más encantadora que nunca, una sonrisa que la embriagó y que la obligó a asentir, estremeciéndose de nuevo.

- Échate – la empujó recostándola sobre las almohadas que previamente había colocado perfectamente – cierra los ojos y no los....

- ...abro hasta que no me des permiso – continuó por ella recordando una de las reglas.

- Exactamente – musitó extendiéndole las piernas – solo escucha el mar, ¿lo oyes?

- Si – murmuró entregándose de nuevo a la relajación de momentos antes.

- Imagina que estoy rozando tus manos – le dijo casi en un susurro haciendo lo que había dicho, pasando lentamente las yemas de los dedos por ellas, recorriéndolas con parsimonia – imagina que subo por tus brazos – siguió con un tono que la hipnotizaba al tiempo que sus dedos recorrían los brazos de la pediatra primero por fuera y luego por dentro – imagina que continúo por tu cuello – y pasó las yemas de sus dedos por él, provocando que Natalia se estremeciese otra vez y se le erizase el vello – imagina que mis dedos rozan... tus ojos, la nariz, tus labios – continuó cada vez más lentamente recreándose en cada uno de ellos, acariciándola con suavidad casi imperceptiblemente, originando que en cada contacto Natalia sintiese como un chispazo - y ahora imagina que bajo hacia tus pechos.

- Hummmm – gimió levemente sin poder refrenar más ese deseo que había crecido en cada contacto. Alba sonrió, descendiendo hasta los pies de la cama.

- Imagina que paso un dedo por la planta de tus pies – le dijo haciendo a sabiendas de eso sí que no lo notaría – ¿lo imaginas?

Natalia no respondió, a esas alturas tenía la sensación de que Alba acariciaba todo su cuerpo, a pesar de que le dijera que solo imaginara, a ella le parecía que sus manos la recorrían por entero y de que en cada contacto las cosquillas de su estómago descendía a su bajo vientre en forma de presión desmedida que se afanaba en controlar.

- Estoy acariciando tus pies y subo hasta tus rodillas – continuó con voz una cadenciosa, que la embelesaba y adormecía – y subo un poco más y beso tu ombligo.

- Hummm – se removió natalia abriendo los brazos y aferrándose a las sábanas y arqueando levemente la espalda.

- No te muevas, relájate, respira profundamente y relájate – le pidió dejando de tocarla durante unos momentos.

- ¿Alba? – la llamó al ver que no percibía ningún movimiento en la cama, que no continuaba hablando ni tocándola.

- Tranquila – la oyó decirle a su lado – mantén así la respiración, muy bien, ahora abre los ojos.

Al obedecer Natalia la vio completamente desnuda frente a ella, sonriendo y las cosquillas y la presión volvieron con toda su fuerza. ¡Estaba bellísima a la luz de la vela! Sintió una oleada de fuego subir sin control, se apoyó e intentó incorporarse.

- Aún no – le dijo Alba adivinando sus deseos.

- Tengo mucho calor.

- Lo sé – volvió a sonreír – es por lo que has bebido y por lo que te estoy untando.

Natalia descubrió que la enfermera tenía un pequeño tarrito en sus manos, y comprendió que había recorrido todo su cuerpo con él.

- Si ves que no aguantas más el calor – le dijo con retintín mientras frotaba sus piernas – me lo dices.

- Aguantaré – aseguró entregada completamente a ella.

La enfermera continuó su masaje, con suavidad y firmeza, Natalia permaneció echada con los ojos cerrados, lanzando un gemido de vez en cuando, intentando frenar esas oleadas que le subían cada vez más frecuentemente. Alba sabía que la estaba llevando a su límite, pero la pediatra cumplía su promesa de aguantar estoicamente, la veía aferrarse de vez en cuando a las sábanas y eso la hacía sonreír, satisfecha al comprobar que estaba teniendo éxito en su propósito. Natalia cada vez estaba más entregada y Alba consideró que había llegado el momento de dar un paso más y se decidió, echó su cuerpo sobre ella, rozándola con él y notando como Natalia ante ese contacto se removía anhelante, extendió sus brazos y aferró las manos de Natalia entrelazando sus dedos a los de la pediatra.

- Necesito tu permiso para continuar – le susurró al oído.

- Lo tienes – respondió con presteza, concediéndoselo sin importarle lo que fuera a hacerle – continúa – la apremió deseosa – continúa – casi jadeó.

- Voy a bajar – la avisó a sabiendas de que eso podía no agradarle y Natalia abrió los ojos un instante, intentando cruzar la mirada con ella, no estaba segura de querer que hiciera eso – ¡ciérralos! – le ordenó besándole uno y luego el otro - ¿recuerdas!? solo cuando yo te diga.

- Si – musitó, pero permaneció con ellos abiertos – pero Alba... no....

- Chist... tranquila... no voy a hacer nada que no desees - le dijo con cierto retintín que Natalia no comprendió, pero le daba igual, deseaba que continuara, ¡la deseaba! pero no podía evitar pensar en que ella no podía controlar ciertas cosas y eso la frenaba - ¡ciérralos!

Natalia obedeció y repentinamente sintió un calor desmedido que crecía y crecía, no creía que pudiera soportarlo como había prometido, pero era imposible, juraría que notaba a Alba entre sus piernas y no podía ser, ¡no podía ser! Tenía que abrir los ojos, tenía que abrirlos e impedírselo. Se removió inquieta y la enfermera se detuvo en las caricias que le estaba dedicando.

- Ponte de espaldas – le pidió al ver que se inquietaba necesitaba que aguantase un poco más, y necesitaba que la calma volviera a su espíritu, que confiara en ella y que deseara con todo su ser que la dejara hacer.

- Alba... - abrió los ojos desobedeciendo e intentó tirar de ella para que subiese a su altura – ven, necesito besarte, necesito....

- ¿No aguantas más? – preguntó socarrona e insinuante a un tiempo.

- No – admitió – estoy... estoy....

- Aún no, espera un poco y date la vuelta – insistió ayudándola a hacerlo.

Natalia se sentía a punto de explotar, no sabía como, pero tenía la sensación de que a esas alturas sería incapaz de refrenar lo que estaba experimentando, que no iba a poder esperar, ya no podía controlar las cosas como antes, sus pulsaciones se habían acelerado y Alba lo notó, y se echó sobre ella, haciéndola sentir sus pechos sobre su espalda.

- Alba.... – intentó girarse, necesitaba besarla, necesitaba terminar ya.

- Chist, respira despacio – le pidió – vamos a parar un poco – le dijo acariciando sus hombros y su cuello, comenzando a masajear su espalda, bajando sus manos por ella hasta detenerse casi en el final de la misma.

Natalia se entregó de nuevo al placer del masaje, intentado respirar más pausadamente, controlando su deseo. Nunca hubiera imaginado que aquel juego pudiera resultarle a un tiempo tan torturador y tan placentero. La enfermera comenzó de nuevo a acariciarla entre las piernas y Natalia, aún sin ser consciente, experimento un ligero desasosiego. El deseo crecía de nuevo y ella no era capaz de controlarlo, ni de comprender qué le estaba ocurriendo.

Alba comprobó su excitación y sonrió, como había podido comprobar esos días, Natalia podría no notarlo pero su cuerpo respondía a los estímulos a las mil maravillas, y eso le daba una enorme ventaja para lo que se proponía, conseguir que experimentara un orgasmo, sabía que era posible en determinados casos de lesiones medulares y si lo de Natalia era psicológico, como todos afirmaban, quizás podría tener aún más posibilidades. Ilusionada con ello, siguió con sus caricias unos segundos más, solo con una mano mientras la otra, hacía un recorrido por su espalda, hasta la nuca.

- Alba – se removió incapaz de aguantar más.

- Ven, siéntate – le permitió situándola frente a ella ayudándola a colocar las piernas cruzadas.

- ¿Qué haces?

- Prepararte para lo que estás deseando – respondió insinuante y misteriosa.

Cuando se incorporó Natalia notó que todo su cuerpo ardía, sentía sus mejillas encendidas, su corazón desboscado, sentía ansias por besarla, sentía deseos de explotar y estaba segura de que ocurría sin más, aunque Alba no la tocase. La miró con temor.

- Alba...

- ¿Qué?

- Noto una sensación muy rara... muy...

- ¿Es agradable?

- Si pero... no... no entiendo...

- Entonces no te preocupes, respira despacio – le dijo acariciando su mejilla, colocándose en el hueco de sus piernas, sentándose frente a ella, a escasos centímetros de su boca, y apresándola con sus piernas.

Natalia, levantó la mano e intentó devolverle las caricias, pero Alba la frenó con un "después, mi amor, ahora te toca a ti". Fue ella la que pasó el dedo índice por su labio inferior presionando suavemente. La miró a los ojos y la besó con dulzura, nada del beso apasionado que Natalia esperaba y, sin embargo ese beso, le provocó que otra oleada de calor subiera por su columna. No pudo evitarlo y comenzó a acariciar a Alba a pasear las manos por su espalda, por sus muslos, a besar sus pechos, sin que estaba vez fuese reprimida en sus deseos, la pasión encendida no la dejaba obedecer y Alba parecía que por una vez se lo estaba permitiendo.

La enfermera le había cedido unos instantes la iniciativa, consciente de que eso la haría excitarse aún más, la dejó hacer unos minutos, intentando controlar las oleadas de placer que también experimentaba, intentando mantener la cabeza fría para lograr su objetivo, pero sin poder evitar exhalar lentos y profundos gemidos que encendían y calentaban aún más a Natalia, que guió la cabeza de la enfermera hacia sus pechos. Alba se dedicó a ellos unos momentos, pero instantes después se detuvo y solicitó a Natalia que hiciera lo mismo. La pediatra obedeció y jugueteó con ellos. Cuando levantó la vista y clavó los ojos en Alba vio también su deseo desmedido, sus ganas contenidas, ya no había quien la parase, sentía que iba a terminar ya, su cuerpo comenzaba a experimentar leves estremecimientos su boca buscó la de la enfermera dispuesta a dejarse arrastrar, pero se equivocaba, Alba se había convertido en una experta en el arte de la seducción y contención y de nuevo, la frenó.

- Tranquila, no tengas prisa, tenemos toda la noche – le susurró abrazándose a ella recorriendo su espalda con la yema de los dedos – échate de nuevo.

- Alba.... – protestó con los ojos casi desencajados – no quiero esperar más – exhaló un suspiro.

- Sí que quieres – sonrió besándola con dulzura.

- Pero... no... no creo que deba... no... aguanto más.

- Sí que aguantas – le sonrió dándole la vuelta y situándola boca abajo – confía en mí.

Natalia obedeció no sin antes lanzar un profundo suspiro de resignación, aunque tremendamente excitada y entregada al juego. Jamás Alba había logrado llevarla hasta ese punto de locura, siempre había sido ella la que llevaba la voz cantante y ahora, estaba allí, a su merced, algo que la inquietaba, le producía inseguridad y a un tiempo un placer hasta entonces desconocido que la estaba enloqueciendo.

La enfermera acarició su espalda otra vez, hasta su nuca, mientras su cuerpo se recostaba sobre el de la pediatra. Comenzando a moverse lentamente sobre ella. Natalia extendió los brazos como le gustaba hacer y Alba hizo lo propio con los suyos, sintiéndose ambas, notando el calor que desprendían, la enfermera inclinó la cabeza, rozando la mejilla de Natalia, que con los ojos cerrados, buscó sus labios, entregadas a un beso mucho más intenso. Alba se retiró y sin dejar de moverse sobre ella, recorrió con pequeños besos y mordiscos los hombros de la pediatra, que ya no podía dejar de gemir, sintiendo su cuerpo, sintiendo su respiración, esperando el siguiente beso, el siguiente mordisco o un suave lametón tras la oreja que provocaba un estremecimiento tras otro. No quería que ese momento pase nunca, era increíble lo que la estaba haciendo sentir.

Entonces Alba se incorporó y sopló la única vela que quedaba. Natalia abrió los ojos, a sabiendas de lo que había hecho. La oscuridad absoluta por una vez no la inquietó, solo le importaba seguir disfrutando junto a ella, fuese como fuese. No podía verla, pero notó que deslizaba su cuerpo hacia atrás, con sus manos bajando nuevamente por su espalda.

- Ahora date la vuelta – la escuchó casi en los pies de la cama.

Natalia obedeció y Alba se tumbó junto a ella.

- Súbete encima de mí – le pidió.

- ¿Qué?

- Te toca a ti – le dijo con calma – quiero sentir tu cuerpo sobre el mío.

- Claro – aceptó deseándolo también.

No había nada que le gustase más, el hecho de solo pensar que se apoyaría sobre ella, sobre su espalda, que notaría sus movimientos llegando desde abajo la hicieron sentirse en las nubes.

Natalia reptó sobre ella, la besó, la acarició, y Alba se dejó hacer hasta que tampoco pudo más. Entonces se removió.

- Ha llegado el momento – la avisó en la oscuridad. Natalia se estremeció anhelante, deseosa, no sabía a qué se refería, pero le daba igual. El placer que sentía era infinito – túmbate boca arriba, voy a separarte las piernas y déjate llevar.

- No, Alba, no – se negó con rapidez, sentándose de improviso, comprendiendo lo que pretendía.

- Tranquila, te va a gustar.

- No, cariño, por favor yo.... sabes que yo no puedo controlar que...

- Chist, no te preocupes por eso, sé lo que temes, pero no te vas a orinar – le dijo revelando en voz alta el temor de la pediatra.

- Pero...

- Sé cómo hacerlo. Déjame intentarlo.

- Alba... sabes que si me presionas... que yo... no... - intentaba negarse pero el tono de súplica mezclado con ligera decepción de la enfermera le pedía que no lo hiciera y su interior gritaba que tampoco lo hiera, que cediera – Alba... y si... yo... - dudó, deseaba con toda su alma hacerle caso y dejarse llevar por ella, ¡deseaba tanto sentirla como antes! nunca se lo había confesado pero ¡lo echaba tanto de menos! y Alba estaba allí asegurándole que lo iba a conseguir, pidiéndole permiso, demostrándole que se había percatado de ello y ella no tenía fuerzas para oponerse, ¡si fuera verdad que era posible!

- Chist, mi amor, confía en mí – insistió recostándola de nuevo.

Alba había contado con su negativa, pero también con el deseo desmedido que había provocado en ella, con la pasión que había desbocado y que necesitaba ser saciada. Natalia se había negado, pero casi sin convicción, lo había notado en su tono inseguro, en sus dudas en sus manos que la buscaban, acariciándola con ternura. Y ella tenía ahora la tarea de estimular su vientre, de hacerlo vibrar y de alcanzar aquel otro extremo del clítoris, el famoso punto G y conseguir que Natalia sintiese lo que ya creía que no sentiría nunca. Puso en práctica todo lo leído, la pediatra respiraba cada vez con más agitación, asegurándose ir por buen camino, solo esperaba escuchar de sus labios su famosa exclamación, esa que aún no había oído.

Natalia se había echado de nuevo, guiada por su firme mano que la obligó a recostarse. Durante unos minutos se afanó en besar su abdomen, en acariciar sus pechos, para terminar adentrándose en ella, con suavidad, comprobando que Natalia estaba preparada, presionando su bajo vientre, asegurándose que daba con su objetivo, al tiempo que besaba su ombligo, que la recorría con la lengua. Instantes después su esfuerzo se vio recompensado.

- ¡Dios! – gritó Natalia de pronto - ¿qué me haces? – preguntó sin ser capaz de distinguir nada en la oscuridad - ¿qué me haces, Alba?

- Tranquila... – intentó calmar su nerviosismo.

- Dime qué me haces – preguntó alterada sin comprender cómo estaba sintiendo aquello.

- ¿Te duele? – preguntó temerosa.

- ¡No! – jadeó – pero... necesito... ¡moverme! – reconoció sintiendo frustración de no poder hacerlo, todo en ella la impelía a mover sus caderas, pero no podía y aun tiempo un placer intenso que crecía de forma desbocada, no podía creerlo pero sí, lo reconocía sin duda alguna, estaba a punto de tener un orgasmo - ¿qué me haces! no entiendo como...

- ¿Te gusta?

- ¡Sí! – jadeo – pero...

- No pienses... - le susurró melosa – no pienses en nada... échate y déjate llevar.

- ¡Dios! – exclamó de nuevo presa de una tensión que crecía y crecía - ¡Alba! – casi gritó.

- Márcame el ritmo, Nat – fue su respuesta – márcamelo tú.

Natalia no necesitó que se lo repitiera más, ya no podía pensar en su incontinencia, no podía pensar en nada que no fuera aquello que estaba experimentando. Extendió los brazos y apoyó sus manos en los hombros de la enfermera, agarrándose a ella, comenzó a moverla adelante y atrás con lentitud para luego ir acelerando poco a poco. De pronto se detenía y volvía a la carga, casi con desesperación, con fuerza, ansiosa. Alba seguía con sus besos y caricias, imprimiéndoles intensidad según le marcaba la pediatra.

- ¡Dios! – exclamó de nuevo – ¡Alba! – gritó – ¡Alba!... ¡Alba! ... ¡Dios!

Alba se detuvo, sonriente, ¡por fin escuchaba ese tono en su voz! ¡por fin la oía decir es "dios" apremiante! Natalia protestó.

- No te pares, ahora no, ¡por favor! ¡por favor! – suplicó.

- Chist, relájate, no puedes estar tan tensa – le indicó con calma.

- Pero... estaba a punto de...

- Lo sé, pero déjame – le pidió y Natalia aceptó, de nuevo con un profundo suspiro.

Alba tiró de ella y la sentó, luego comenzó a masajear su vientre con pequeños círculos que Natalia notaba perfectamente, al tiempo que sentía palpitar su cuerpo, la punzada del deseo continuaba alojada en su bajo vientre, esta vez no desaparecía, muy al contrario crecía y crecía en intensidad. Alba recorrió sus pechos, se esmeró en ellos y Natalia entonces creyó morir, no podía más.

- ¡Dios! – exclamó cerrado los ojos entregándose a aquello que crecía desbocado – ¡Alba!

La enfermera se sentó tras ella, a su espalda, y la abrazó con una mano, acariciando sus pechos, besando su cuello, con un beso húmedo, subiendo su lengua hasta la parte posterior de la oreja, Natalia ladeó la cabeza unos instantes disfrutando de ese contacto, después la giró buscando su boca, ¡necesitaba besarla! Alba la premió con un beso tan intenso que tuvo la sensación de que la estancia se llenaba de luz,. Alba continuó besándola, su lengua entraba y salía con fruición. Cogió las piernas de Natalia y las flexionó, situándolas sobre las suyas, abriéndolas un poco, luego se echó hacia atrás recostándose en el cabecero y recostó a Natalia sobre ella.

- ¿Estás cómoda así?

- Sí, ¡bésame! – le pidió Natalia que ya ni siquiera reparaba en nada que no fuera lo que sus manos estaban produciendo en ella.

Alba la besó de nuevo, acarició sus pechos con una mano y con la otra, retomó su trabajo, moviéndose tras ella, rozándose con su espalda, Natalia sentía esos movimientos rápidos pero suaves que producían sus caderas y la hacían latir de placer. La besó de nuevo, sus dedos jugaban con los pezones y su mano se introdujo en ella, con suavidad.

- Prepárate – le susurró al oído - vas a sentir cosas muy raras en tu cuerpo y cuando llegues a casi sentir un orgasmo apriétame una pierna.

- Alba... - jadeó asustada y tremendamente excitada, acariciando los muslos de la enfermera mientras, buscaba de nuevo su boca, no quería separase de ella.

- Respira como te digo y el resto déjamelo a mí – le indicó retirándose.

Natalia se recostó sobre ella, obedeció en todo y llegó el momento. Alba movía todo su cuerpo, consiguiendo que Natalia sintiese que era ella la que también estaba en movimiento. Sus manos se perdieron por ella, se adentró en sus profundidades, y su boca la buscó ahora con pasión. Natalia sintió un primer espasmo, no podía comprender como era posible pero allí estaba, recordó sus peticiones y controló su respiración al tiempo que apretaba la pierna de la enfermera, que suavizó sus movimientos un poco.

- Acompásate a mí – le indicó – respira despacio.

Alba aceleró de nuevo sus movimientos y Natalia sintió que se elevaba, que la cama se levantaba del suelo, miles de luces de colores deslumbraron sus ojos cerrados y apretados, sus manos se aferraron a los muslos de Alba, clavó la nuca en el hombro de la enfermera, separándose de su boca, concentrándose en aquello que se había adueñado de ella, y llegó otro espasmo este mucho más intenso y otro más, ya no podía controlarlos y Alba se dio cuenta de ello.

- ¡Dios! – gritó arrastrada por el infinito placer del que creyó su primer orgasmo.

Pero aquella sensación no paraba, permanecía instalada en ella, y volvió a estremecerse. Abrió los ojos, la vela estaba encendida y ella ni siquiera se había dado cuenta de cuando lo había hecho. La enferma seguía acariciándola tan suavemente que ni la sentía. Su relajación era tal que todo se prestaba al placer.

- Prepárate – le susurró Alba al oído – ahora comienzan más intensos.

Natalia no daba crédito, pero era cierto comenzó a notar que todo su cuerpo vibraba, un temblor que no podía controlar.

- Échate – le volvió a pedir saliendo de detrás de ella - ¿quieres terminar sola o prefieres que lo hagamos juntas?

- Pero si yo ya....

- ¿Qué prefieres?

- ¡Juntas! – exclamó aún sin creer que todo aquello no fuera un sueño.

Alba se echó sobre ella, continuó con las caricias y los masajes, y después de unos minutos se sentó sobre ella y comenzó a mover sus caderas, Natalia situó sus manos en ellas, sintiendo que la invadía una mezcla un placer que crecía de forma calmada y se mantenía así, deseando que el tiempo se eternizase. Alba la tomó de las manos, le besó los pechos sin dejar de moverse sobre ella, y terminó besándola como Natalia había deseado desde el principio.

Ahora sí el calor fue infinito, sus pulsaciones aumentaron desorbitadamente, Alba aceleró y aceleró, ambas se acariciaban presas ya de una pasión desbocada, que había ido creciendo y que habían contenido hasta hacerse insoportable. Natalia se aferró a ella y comenzó con un juego de dedos que arrancó unos entrecortados gemidos en Alba. La enfermera le mordió el labio inferior, tirando de él y clavó sus ojos en Natalia que movió sus dedos más y más rápido, con una habilidad y suavidad que Alba adoraba, sintiendo que toda la tensión que habían estado controlando estaba a punto de explotar, se detuvieron un instante, se miraron a los ojos, ya sí perdidas en la pasión irrefrenable, sus respiraciones se aceleraron, sus manos se movían frenéticas, se entrelazaron y se dejaron llevar en un violento baile que las transportó un interminable éxtasis y a una liberación tan duradera y placentera que las dejó extenuadas.

- ¿Te encuentras bien? – le preguntó la enfermera tras unos minutos abrazada a ella entregándose a la relajación y el descanso, al ver que continuaba con la respiración agitada y los ojos cerrados.

Natalia no respondió solo abrió los ojos y los clavó en ella, esbozando una leve sonrisa.

- Cariño... - insistió Alba, incorporándose y besándola con ternura en la comisura de los labios, le acarició la mejilla retirándole el pelo alborotado - ¿no me respondes?

- Si... estoy... bien – dijo aún sin resuello cerrando los ojos de nuevo, descansando, intentando que su corazón volviese a la normalidad.

- ¿Seguro? – preguntó continuando con sus tiernas caricias.

- Si – exhaló un suspiro abriéndolos de nuevo – me siento... me siento...

- ¿Cómo? – saltó frunciendo el ceño y acodándose en la cama.

- Extraña – musitó.

- Pero... ¿te duele algo! ¿el pecho o...?

- No... nada... - musitó cerrando los ojos.

- Mi amor, por favor, ¿seguro que estás bien?

- ¿Por qué estás siempre tan preocupada? – inquirió a su vez levantando la mano y colocándole el pelo tras la oreja, sin dejarla terminar. Alba se encogió de hombros y apretó los labios en una mueca de culpabilidad.

- Supongo que... lo he pasado tan mal cuando estabas enferma que... tengo miedo de que....

- No me va a pasar nada, ya estoy bien, ¿o es que no se nota? – le dijo con picardía.

- Bueno.... – sonrió burlona y aliviada – las he visto mejores – la provocó esperando una de sus rápidas reacciones.

- ¡Serás guarra! ¿con que mejores? – la atrajo besándola con pasión – voy a tener que darte una lección de las mías...

- ¡No! no, Nat, ¿no serás capaz?

- La verdad es que no – suspiró – me has dejado sin fuerzas. Ha sido...

- ¿Cómo? – preguntó con curiosidad y anhelo de haber logrado lo que pretendía.

- Maravilloso – la miró fijamente – has..has conseguido que me sienta como... como la primera vez.

Alba la miró, se aproximó lentamente sin dejar de mirar sus ojos y la besó. Natalia se estremeció bajo su cuerpo y Alba sonrió.

- Para mí también ha sido especial.

- Ven – la atrajo, besándola de nuevo – y abrazándose a ella.

- Te amo, Nat, ¡cada vez que pienso el tiempo que hemos perdido!

- Pues no lo pienses, piensa solo en el que nos queda – le dijo volviendo a besarla.

- Ay, me quedaría aquí toda la vida.

- ¡Y yo! ¡yo también me quedaría! – exclamó con tanta fuerza que Alba sonrió y se abrazó a ella aún más fuerte, pasando una de sus piernas sobre las de Natalia, sintiendo su calor.

La pediatra sonrió, y comenzó a acariciarle el pelo con una cadencia que seguía el ritmo de las olas. Alba cerró los ojos y se acurrucó en su pecho.

- Me haces tan feliz, y me das tanta paz.

- Duérmete – le susurró mientras le regalaba pequeños besos y suaves caricias.

- ¿Por qué te cuesta tanto expresar lo que sientes? – le preguntó de sopetón y Natalia permaneció callada. La enfermera interpretó que no obtendría respuesta – no importa que no me lo digas, lo siento en cada mirada, en cada beso, en cada caricia...

- Imagino que... me he refugiado demasiado tiempo en el silencio y... ahora.... Me cuesta aún más que antes, pero no dudes nunca de que eres tú la única que llena mi corazón como jamás nadie lo ha hecho, la que me hace sentirme viva, maravillosa e intensamente viva.

- Nat... - Alba se incorporó un poco, clavó sus ojos en los de la pediatra que brillaban más que nunca y la besó.

Y así, abrazadas, escuchando las olas batir contra la arena, escuchando las ráfagas del viento filtrarse por las rendijas Alba se entregó al sueño, sintiéndose protegida en sus brazos, sintiéndose querida y feliz. Mientras Natalia permaneció acariciándola con dulzura, disfrutando de todo aquello, luchando por no caer rendida y poder arañar segundos de placer al tiempo que se le escapaba entre las manos, con la sensación que nada de aquello era casual, que Alba había sabido planificar tantos detalles, tantas cosas que parecían insignificantes pero que eran las que precisamente más la llenaban, esas pequeñas cosas que, día a día, iban formando parte de sus vidas, esas cosas que compartidas con ella cobraban otra dimensión, porque al fin se había atrevido a entregarse por completo, sin miedo y lo más importante sin esperar nada a cambio, porque no le hacía falta, era feliz solo por estar allí asumiendo que al fin, había reconocido el camino, Alba le daba sentido a su vida, y el amor que sentía por ella fluía y lo inundaba todo. "Amarnos" murmuró, ese es el verdadero sentido de nuestra existencia: "amarnos, Albi, por encima de todo", "si, me has enseñado de nuevo a amar y eso no tiene precio".

- ¡Te amo, Albi! – musitó junto a su oído.

- ¿Qué dices? – murmuró somnolienta.

- ¡Qué te amo!

- Hummm ¿qué? – se removió un poco acurrucándose y aferrándose aún más a ella.

- Chist, nada, ¡duérmete, princesa!

Instantes después, Natalia perdía la batalla y caía rendida dejándose vencer por el cansancio. Esa noche no pudo evitar soñar con Loango, con sus espectaculares sabanas, con sus playas vírgenes, con el bosque y los manglares, soñó que volaban juntas bordeando ese bosque tropical que limitaba todo el litoral atlántico, que descendían a escasos metros de las playas donde se paseaban elefantes, búfalos, sitatungas, donde las ballenas saltaban a escasos metros de la orilla, donde había sido capaz de vencer su miedo y disfrutar del suave roce de las olas en su piel y, soñó que la suerte de la enfermera se extendía también a ella, sí, soñó que la suerte les sonreía, que pudieron ver los hipopótamos bañándose en el mar, sí, Alba la había llenado de felicidad y suerte, por algo había decidido compartir su vida con la ¡enfermera milagro!





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