La Clínica

By marlysaba2

102K 5K 2.7K

Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 65

743 29 1
By marlysaba2


En el interior, Nadia y Samantha ya se habían lavado y preparado y Alba ayudaba a Natalia a terminar de hacerlo.

- Está muy mal – asomó Nadia la cabeza preocupada – no tardéis.

- Ya estamos - dijo Alba haciéndole una seña al joven que aguardaba para izar a Natalia y llevarla a quirófano donde ya habían preparado el mismo banco que usara el día anterior.

- Te has ganado un enemigo – le dijo Samantha, acompañándolos hasta adentro mostrando en su tono lo poco que le agradaba el chico y lo mucho que agradecía a Natalia su actitud.

- No era mi intención, solo quería que nos dejara entrar – respondió mirando nerviosa a la mesa de quirófano que estaba vacía.

No tuvo tiempo de preguntar porque detrás del biombo de separación salió un joven y corrió hacia ellas alterado, cruzó unas palabras con Samanta que Natalia no entendió, pero por sus gestos comprendió que algo no iba bien.

- ¡Tenemos que entrar ya! – impelió Nadia.

El chico que la portaba aceleró el paso al tiempo que Alba y Samantha corrían hacia el interior. Cuando traspasaron la puerta, Natalia comprobó que un cuerpecillo, que apenas se adivinaba en el amasijo de vendas y carne, del que salían algunos cables y tubos conectados a uno de los aparatos más antiguos que había visto, yacía echado en la camilla del quirófano. El espectáculo le parecía dantesco. No era capaz de comprender lo que veía sus ojos, de la boca de la pequeña salían unas hojas ensangrentadas. Miró a Alba casi con desesperación, se sentía mareada y se le revolvió el estómago.

- Pero qué coño... - mascullo la pediatra desando saber qué había ocurrido con la pequeña. Alba se acercó a su oído.

- Le han cortado las manos y la lengua, han intentado cortar las hemorragias como han podido.

- ¿Qué? – casi gritó - pero... ¿qué le han metido en la boca?

- Hojas de aspilia, ya te explicaré... - la apremió con el tono.

- Necesito saber qué tiene esa planta.

- Básicamente metanol, frena la hemorragia y el riesgo de infección.

- Metanol – musitó pensativa.

- Tú dirás ¿qué hacemos?

- Si... - respondió sin convicción, ¿para qué se le había ocurrido decir que atendería ella la urgencia! no estaba preparada para algo así, una cosa era un parto con complicaciones y otra aquello.

- Vamos Nat lo vas a hacer muy bien pero no hay tiempo que perder – le susurró mientras Nadia y Samantha, preparaban todo.

- Alba... - la miró con temor ante aquella visión que se le antojó horrible, la cabeza vendada sin orden ni concierto, como habían podido, en un intento desesperado de presionar aquellas hojas y frenar la hemorragia, dos torniquetes en los brazos, las constantes completamente alteradas y la saturación por los suelos.

- Hay que intentarlo, ¡vamos!

- No sé si... - la miró asustada serían varias horas de trabajo y quizás no sería capaz de aguantar tanto tiempo sentada en ese banco y en esa posición – seré capaz....

- No es momento de dudas, Nat – le susurró al oído – haz lo que puedas. ¡Mira la tensión! Y satura por debajo de ochenta y cinco por ciento.

- ¿De... de que medios... dispongo? – preguntó casi sin querer saber la respuesta.

- Lo básico, Nat, pero casi de todo – escuchó con alivio – esto no es maternidad.

- ¿Solo tres derivaciones? – le preguntó mirando al monitor y a los electrodos en el pecho de la pequeña.

- Sí.

- ¿Y lo demás?

- Manualmente, no te preocupes de eso que yo me encargo.

- ¿Cómo está de temperatura?

- Muy baja.

- Cambia el electrodo bajo, ponlo en la izquierda – le ordenó con rapidez – y el manguito también.

- Luego habrá que volver a cambiarlo.

- Lo sé, pero voy a empezar por la lengua desde este lado y luego este brazo.

Aquella postura me es más incómoda – se justificó – y prefiero...

- Me parece bien – la interrumpió haciendo con rapidez lo que le había pedido – ha perdido mucha sangre, Nat.

- Sí – musitó asintiendo - ¿tenemos unidades para transfusión?

- Sí.

- Cógele otra vía, una subclavia.

- Entonces... ¿empezamos? – le preguntó – no podemos perder más tiempo.

La pediatra asintió consciente de ello, tomó aire como ya había hecho los dos días anteriores y se dispuso a comenzar. Aquello eran palabras mayores, lo primero era estabilizar a la niña para poder intervenir con un mínimo de garantías. En ese instante el monitor comenzó a emitir una señal acústica, reflejaron la caída en picado de la tensión y la detención del ritmo cardiaco.

- ¡Asistolia! la perdemos Nat – le gritó Alba preocupada ante su lentitud, Natalia siempre había sido de las que no perdía un solo segundo en quirófano – comienzo masaje, Nadia prepara las palas. ¡Nat!

- Sí, sí – reaccionó al fin haciéndose cargo de la situación.

Una hora después Natalia había conseguido cortar la hemorragia de la lengua, Alba observaba aliviada que tras las dudas iniciales la pediatra trabajaba con soltura, pero le sorprendió la parsimonia y el cuidado que dedicaba a ella sabiendo que le faltaban los dos brazos.

- Nat no sería mejor que cauterizaras sin más y ...

- Que qué - la miró temerosa al ver que guardaba silencio.

- Está muy débil y... habría que acabar cuanto antes – le recomendó – quedan los dos brazos – le recordó - corta por lo sano, no... te esmeres tanto.

Natalia miró a los monitores y suspiró.

- Tiene cinco años Alba, no voy a dejar que se pase la vida así.

- Pero Nat....

- Tengo que conseguir que una reconstrucción sea posible – aseguró con firmeza y la enfermera guardó silencio, comprendiendo cómo se sentía – si corto por lo sano como dices, no lo será y esta niña, si la salvamos se viene con nosotras – afirmó con tanta convicción que Alba no pudo evitar sonreír bajo la mascarilla – en la clínica reconstruiremos la lengua y.... tendrá prótesis.

- Te recuerdo que primero hay que salvarle la vida – sentenció con prudencia.

- Si – musitó al pediatra – lo sé – admitió en un tono que parecía molesto – tú, ve diciéndome como va.

- No te preocupes que yo te aviso. De momento aguanta bien.

Natalia trabajaba con cuidado, sabía lo que quería decirle la enfermera y mucho se temía que tuviera razón, pero ¡era tan pequeña! Sentía el estómago revuelto ante lo que veían sus ojos, y no porque no estuviese acostumbrada a ver casos de ese tipo, no era tan raro la amputación de la parte de la lengua, sino porque su mente ya estaba imaginando los motivos de la misma. Se sentía impotente ante tanta barbarie y estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviese en su mano por paliarla.

- ¿Qué clase de animal puede hacer algo así? – preguntó cuando comenzaba a trabajar en el primero de los brazos de la pequeña que aparecía completamente machacada a golpes, estaba claro que le habían cortado la mano con un hacha y que quien lo hiciera falló en una ocasión.

- Brujos – respondió secamente Alba atenta al trabajo y preocupada por adelantarse a cualquier necesidad que tuviese la pediatra. Levantó la vista un momento, Natalia parecía más serena que antes y muy segura en lo que hacía, el que hubiese preguntado era una señal de que no se equivocaba.

- ¿Brujos? – levantó con rapidez los ojos hacia ella para inmediatamente volver a bajarlos...

- Aquí la gente cree que los sacrificios humanos les dan suerte, sobre todo los de niños de corta edad.

- Jamás había escuchado algo así – dijo afectada por lo que veía y escuchaba – pero esto no es un sacrificio es... es... - no sabía cómo calificarlo – es tortura... es...

- Esta pequeña ha tenido suerte, debieron interrumpir el ritual a tiempo – comentó Nadia que estaba junto a ellas por si necesitaban algo.

- ¿A tiempo? – casi gritó – sin manos y sin lengua.

- En estos casos, buscan su sangre y sus órganos, y la muerte es segura.

- Pero cómo es posible que allí...no sepamos nada, qué nadie haga nada – preguntó casi para sí.

- Son prácticas habituales – respondió de nuevo la comadrona - capturan niños ajenos. Necesitan sus corazones y su sangre para ofrecérselos a los espíritus... los meten en pequeñas latas, que colocan debajo de los árboles donde escuchan las voces de los espíritus – les explicó.

- ¿Y qué si son habituales? ¡habrá que acabar con ellas! – exclamó – sujeta ahí Alba, joder que este se está resistiendo.

- Nat, deberías darte prisa.

- Lo sé, no me lo repitas más – respondió casi de mal humor.

- Perdona, no pretendía ponerte nerviosa.

- Perdona tú – la miró con ternura – tengo que conseguir que sea posible un futuro transplante.

- Vas muy bien – la animó.

Natalia resopló satisfecha cuando al fin consiguió terminar con el primer brazo, estaba cansada, muy cansada pero aún le quedaba el otro.

- ¿Quieres hacer un pequeño descanso? – le repuso la enfermera.

- No, vamos a terminar cuanto antes – se negó con firmeza – pero necesito cambiar de lado y que le cambies todo.

Nadia dio las órdenes oportunas y todo se hizo como Natalia había solicitado. Instantes después se disponía a comenzar con el brazo que le quedaba.

- Se me revuelve el cuerpo solo de ver lo que le han hecho – murmuró mirando a Alba que terminaba de colocar el manguito de la tensión.

- Pues aunque no lo creas en estos temas vamos avanzando – le contó Samantha - el año pasado ya se juzgaron veintinueve casos de estos como asesinato, y eso es un gran avance.

- ¿Veintinueve? ¿tantos? – preguntó estupefacta - pero ¡joder! ... ¿cuántos se producen?

- Nat, todos los años se producen decenas de casos - intervino Alba – ¿pinzo ahí?

- Sí, sí, por favor, joder esto está fatal – dijo mirando al monitor.

- Tranquila, que vas muy bien, y sigue estable –le sonrió con la mirada - ¡es una campeona!

- Si – se afanó en un vaso que se le resistía – es tan pequeña, si al menos... - se calló incapaz de expresar lo que se le venía a la mente, no iba a dejar que esa pequeña terminara sus días así, la iba a salvar, y se la iba a llevar a España, en la clínica podían hacer por ella mucho más.

- Te decía que hay muchos casos un brujo puede tener un promedio de tres clientes de este tipo a la semana.

- Pero eso es... horrible...

- Y eso solo los casos que se descubren, porque al año hay más de cien desapariciones de pequeños que nadie vuelve a ver y que pudieran haber sido víctimas de estas prácticas.

- ¡Es un gran negocio! – exclamó Nadia.

- Lo que es... es... es... - musitó la pediatra sin encontrar la palabra que expresase con toda su magnitud lo que le parecía aquello, estaba angustiada, abrumada y Alba se dio cuenta inmediatamente. Natalia sintió como la enfermera le secaba el sudor y la miraba con unos ojos sonrientes, mostrándole su apoyo y confianza y diciéndole con esa mirada que la entendía – gracias.

- De nada. Aquí hace mucho calor.

- Sí que lo hace – admitió – pero por suerte estamos terminando.

El resto de la operación, se mantuvieron en silencio. Alba siempre atenta a cualquier indicación, siempre intentando adelantarse a cualquier petición de la pediatra y Natalia concentrada en su trabajo. Samantha y Nadia, hacía unos minutos que habían abandonado el quirófano, comprendiendo que la situación estaba controlada y que no podían abandonar por más tiempo sus puestos. La enfermera, miraba a Natalia preocupada, cada vez tenía las ojeras más marcadas, cada vez estaba más pálida y a cada instante enderezaba la espalda en un gesto de dolor.

- ¿Estás bien? – terminó por preguntarle.

- Si – fue su escueta respuesta – solo es el calor.

- ¿Quieres que cosa yo! con Germán...

- No, ya lo hago yo – respondió con rapidez.

- ¿Voy avisando para que vengan a por ella y te bajen de ahí?

- Sí... porque...esto ya está – dijo al fin con un suspiro – gracias Alba.

La enfermera salió y Natalia permaneció allí sentada, observando a la pequeña, sin poder dejar de pensar en cómo podría superar aquellas mutilaciones, en la vida que le esperaría, en el horror que había vivido y volvió a notar que se le revolvía el estómago. Miró hacia atrás, ¿por qué tardaba tanto Alba? ¡necesitaba salir de allí!

Al cabo de unos segundos que a Natalia se le hicieron eternos minutos la enfermera volvía a entrar en el quirófano.

- ¿Por qué has tardado tanto? ¿dónde te habías metido?

- No he tardado – la miró extrañada - ¿pasa algo?

- No, que... necesito ir al baño – le dijo mientras el chico la sentaba en la silla y otros dos jóvenes trasladaban a la pequeña a la sala de vigilancia.

- Tranquila, ahora mismo vamos a lavarnos y refrescarnos un poco.

- Quiero ir primero al baño.

- ¿No te has puesto el pañal?

- Claro que sí – murmuró sonrojándose y fulminándola con la mirada.

- Perdona – se sonrojó también por su inoportunidad – no te preocupes que no nos han oído.

- Vamos al baño por favor.

- Sí, espera un momento que voy a decirles lo que deben... - se interrumpió observándola con atención - ¿estás bien?

- Sí, solo un poco mareada – confesó – es... este calor...

- Venga que te alargo al baño y ahora vuelvo yo – le propuso empujándola - ¿estás muy cansada?

- Sí – contestó con parquedad.

- Bueno pues ahora... nos duchamos y tomamos algo fresco y...

- ¿Tomar? No, puedo tomar nada, después de ver esa barbarie soy incapaz de...

- Nat debes tomar algo, un zumo o ...

- No voy a tomar nada, tengo el estómago revuelto y nauseas.

- Eso es del calor, recuerda la última vez, hazme caso que te sentará bien – sonrió haciéndole una carantoña – anda, entra que yo vuelvo en un momento. ¡Has estado genial! verás cuando se lo contemos a Germán.

Natalia torció la boca en una mueca de satisfacción, pero no dijo nada, accionó la silla y entró en el baño. Alba permaneció un instante escuchando, quizás necesitaría su ayuda, porque la había visto agotada y abatida. Pero tras un par de minutos sin que la reclamase, salió de allí a toda prisa, tenía que dar las indicaciones que debían seguir con la pequeña y volver cuanto antes. Aún seguía teniendo grandes planes para ese día.

Germán llegó al campo de desplazados completamente alterado y nervioso. Había llamado desde Kampala al campamento como siempre solía hacer cuando pasaba el día fuera y Jesús lo había puesto al corriente de la situación. Le faltó tiempo para coger el jeep y salir disparado. No quería dar lugar a que Oscar se pasara por allí y montara una de las suyas, que de seguro era lo que ocurriría si se enteraba que Natalia y, sobre todo Alba, entraban en quirófano.

Cuando estaba a punto de entrar en el pabellón central en busca de Samantha, vio salir de los baños a Natalia empujada por Alba. Estaba claro que había llegado demasiado tarde. Se acercó hacia ellas con una carrera y al ver el aspecto pálido y demacrado de la pediatra se preocupó.

- Lacunza, ¿estás bien? – preguntó directamente sin ni siquiera pararse a saludar.

- ¡Germán! ¿ya estás aquí? – preguntó la enfermera con calma, antes de que Natalia pudiese responder – te esperaba más tarde.

- Sí – masculló sin quitar los ojos de Natalia - ¿qué te pasa?

- Nada, estoy bien – sonrió extrañada de su expresión descompuesta - ¿qué te pasa a ti? o mejor dicho ¿pasa algo? – le preguntó con temor, sabía que había ido a Kampala y aquella cara solo podía significar que le habían dado sus resultados. Él negó con la cabeza.

- No, tranquila.

- ¿Y esa cara? – le preguntó Alba – ¿y esas prisas?

- Llevo un día de perros, no he podido hacer lo que quería. He venido cuanto antes, no me he parado a nada solo a dejar las muestras – miró a Alba y torció la boca – ese laboratorio es la leche – se quejó - Lo siento niña, no he podido hacer lo que te prometí.

- No importa, hazlo cuando puedas ya no me corre prisa – sonrió.

- ¿De qué habláis? – preguntó Natalia.

- De las pruebas psicológicas, quedé con Alba en hablar con la supervisora, pero no he podido pasar por la central.

- Ah – musitó Natalia apretando los labios, no se esperaba que Alba quisiera seguir con sus planes de presentarse a las pruebas.

- ¿Seguro que estás bien? tienes mal aspecto – insistió Germán – te dije que hoy quería que descansaras y....

- Ya sé lo que me dijiste, pero... era una urgencia y Sara no estaba en condiciones... y... no podíamos quedarnos de brazos cruzados – esbozó una leve sonrisa mirándolo a los ojos intentando descubrir porqué estaba tan preocupado.

- Vuelves a tener ojeras y estás muy pálida.

- Ha estado más de tres horas en quirófano – la justificó Alba temerosa de que el médico no la dejara llevársela a Jinja – y... se ha impresionado un poco. Era una carnicería lo que han hecho esos hijos de puta.

- Si, ya me ha contado Jesús, otra niña ¿no?

- Si – respondió la enfermera – ha tenido suerte. Samantha ya está poniendo la denuncia, pero necesita que tú firmes.

- Si, ahora subo – respondió y se volvió hacia Natalia - Lacunza, gracias, gracias de verdad por cubrirnos, ¡si Oscar se llega a enterar!

- Oscar ya se ha enterado – respondió con seriedad la pediatra que recordó el altercado antes de entrar en quirófano – estaba aquí cuando llegamos.

- ¡Joder! éste es capaz de hacer que se nos caiga el pelo.

- ¿Más? – preguntó Natalia burlona, mirando a su cabeza.

- No te cachondees, Lacunza, que esto es serio.

- Lo sé, pero tú no tienes culpa de nada.

- No es por mí, pienso en Sara, no sé qué le pasa con ella que no le admite ni una y mucho me temo que....la tome con ella.

- Pues.. tendremos que hacer algo para que eso no ocurra ¿no crees?

- Si, pero lo primero que vamos a hacer es entrar – la miró frunciendo el ceño – no quiero que estés mucho rato al sol y quiero echarte un vistazo.

- Pero si estoy bien, de hecho ahora mismo íbamos a tomarnos un zumo, ¿verdad Alba?

La enfermera la miró con una sonrisa de complicidad, llevaba negándose con insistencia a tomar nada y ahora decía todo lo contrario, y ella sabía el porqué, no quería que Germán la mandase a la cabaña a descansar.

- Sí, a eso íbamos.

- Pues no tienes buena cara y me gustaría tomarte la tensión y....

- Germán, si no tengo buena cara es porque Oscar me ha puesto de mala leche y lo de esos brujos me ha revuelto el cuerpo. No imaginaba que pudieran ocurrir esas cosas hoy día.

- ¡Ya lo creo que ocurren!

- Para vosotros será normal ver cosas así pero yo... cada vez que recuerdo esa imagen... me dan ganas de vomitar – reconoció mostrándose afectada.

- Venga que os invito a tomar algo en Jinja, que tu lo que necesitas es airearte un poco y comer algo.

- ¿Nos vas a invitar! ¿tú a nosotras? – preguntó Natalia sorprendida y ligeramente decepcionada, estaba deseando ir sola con la enfermera – de verdad que no hace falta. Nos tomamos un zumo y nos volvemos en la moto.

- Sí, yo, Lacunza, y no pongas esa cara que luego tendrás a tu enfermerita para que te cuide a ti solita. No querrás ir a Jinja en moto, ¿no! os llevo yo en el jeep y luego me vuelvo al campamento.

- ¡Germán! ¡eres un bocazas! – protestó la enfermera le había faltado contarle a donde la llevaba.

- ¡Uy! – se tapó la boca con la mano, y abrió desmesuradamente los ojos mirando hacia Natalia que soltó una carcajada, siempre había sido igual, incapaz de guardar un secreto.

- Y... ¿se puede saber qué vamos a hacer nosotras allí todo el día? – preguntó socarrona mirando a la enfermera.

- Pues nada, lo que te dije, comer y pasear – respondió molesta con el médico.

- Pero... si Germán nos lleva y luego se va ¿cómo volvemos al campamento?

- Tranquila que volvemos, de eso me encargo yo – le sonrió misteriosa.

Natalia los miró a los dos, tramaban algo, estaba segura, pero no dijo nada más. Ya averiguaría de qué se trataba.

- Voy a hablar un momento con Samantha y nos vamos, esperadme en el jeep – les dijo el médico entrando en el pabellón.

- Antes de irnos queremos beber algo – dijo la enfermera empujando a Natalia y entrando tras él.

- De acuerdo, ahora os busco en el comedor.

Las dos vieron como Germán subía las escaleras camino del despacho de Samantha. La pediatra se quedó observando por la ventana mientras Alba preparaba los zumos y de pronto, se empinó sobre los brazos de la silla apoyada en ellos para ver mejor, ¡no lo podía creer! ¿aquella era Josephiene?

- Alba, ¡Alba! – la llamó alzando la voz – ven, ven aquí un momento.

La enfermera acudió a toda prisa sorprendida por su apremio.

- ¿Qué pasa?

- Mira – le señaló el exterior y la enfermera se asomó sin comprender qué le ocurría.

- ¿Me equivoco o esa es Josephine?

- Sí, si que lo es.

- Pero... ¿cómo se marcha? – preguntó accionando la silla y dirigiéndose a la puerta - esa chica tiene que estar ingresada al menos una semana. Tenemos que vigilar el riesgo de infecciones y....

- Nat – la frenó la enfermera – espera.

- No puedo, tengo que impedir que salga del campo.

- No vas a hacerlo – se situó ante ella.

- Pero... ¿qué dices! ¡claro que voy a hacerlo!

- No. No vas – respondió con autoridad y firmeza - Natalia aquí las cosas son así.

- Pero todavía no ha pasado el riesgo de infección – casi le suplicó con lágrimas en los ojos, repitiendo sus palabras ante la impotencia que le producía el que no la escuchara.

Alba sonrió y le hizo una carantoña, demostrándole que no era así.

- Te entiendo, pero tienes que entender que se va a marchar de todas formas – le dijo con paciencia y al ver su cara de angustia continuó más suave - aunque podemos hacer una cosa.

- ¿El qué?

- Ven, vamos a despedirnos de ellas – le dijo empujándola, sabía que eso podía llegar a tranquilizarla.

Salieron al exterior y la enfermera llamó la atención de la joven que caminaba con dificultad hacia la zona de sombra, donde, bajo los árboles y sentados o recostados en esteras, esperaban los familiares de los ingresados.

- No te preocupes porque Josephine está ya recuperada – le iba diciendo.

- No puede estarlo, sé lo que le hice – respondió cortante – si no puede casi ni andar, ¡mírala! – dijo afectada imaginando el dolor que debía tener - ¡joder qué hace dos días que la operé!

Alba no respondió y la condujo hasta el lugar donde se encontraba la joven, Natalia comprobó que la chica llevaba en brazos a su bebé recién nacido. Alba cruzó unas palabras con ella y luego se volvió hacia Natalia.

- Le he dicho que quieres despedirte.

- Lo que quiero es que se quede – protestó.

La chica le tendió el bebé a la enfermera, luego se inclinó con dificultad a la altura de la pediatra y se abrazó a ella, como muestra de agradecimiento tocándole repetidamente el pelo. Natalia tuvo que tragar saliva para controlar la emoción que le producía ese abrazo.

La joven la miró sonriente, mostrando su blanquísima dentadura y pronunció unas palabras.

- Dice que te está agradecida, que es muy feliz de haber tenido tanta ayuda aquí y que gracias a ti su bebe está sano y bien.

- Dile que tenga cuidado, que no haga esfuerzos, que debe seguir tomando antibióticos y que si.. los puntos – se calló y frunció el ceño mirando a la enfermera - ¡joder Alba! no puede irse – protestó observando a Josephine que le daba ya la espalda acercándose a una anciana que estaba sentada en una estera con una pequeña que no tendría más de dieciocho meses.

- Nat - sonrió - va a marcharse lo quieras o no – le ratificó – nosotras no podemos impedirlo, aquí no hay ni camas, ni medios suficientes y, cuando una persona en su situación no tiene ningún problema en cuarenta y ocho horas, las mandamos fuera.

- Pero se va andando y debería estar en reposo.

- Si, tranquila que su madre sabrá cuidarla – le aseguró pacientemente – tienen una caminata de unos cinco kilómetros hasta su aldea, pero ella solo llevará a su bebé, no cargará con nada más, será su madre la que cargará con la otra pequeña.

- ¿Su madre? ¡pero si parece su abuela!

- La vida es dura para ellas – suspiró acariciándole la mejilla – no te preocupes, estará bien.

- Pues no sé cómo, ¡cinco kilómetros!

- Son muy fuertes – respondió con un deje de orgullo – y ahora vamos a por ese zumo, que se nos va a hacer tarde.

- ¿Tarde para qué? – preguntó interesada - ¿no me vas a decir cuál es el plan?

- No – rió – ya lo verás.

Minutos después Germán salía del pabellón tras ellas, dispuestos los tres a coger el jeep para comer en Jinja, cuando un imponente todo terreno negro llegó a gran velocidad. Oscar bajó de él con rapidez y se dirigió hacia donde se encontraban. Germán resopló preparándose para la que se avecinaba. Natalia miró a ambos y comprobó cómo se tensaban y no pudo evitar una oleada de desagrado, no solo por su comportamiento altanero si no por llegar allí siempre en la forma que lo hacía, a toda velocidad, obligando a apartarse de su camino a enfermos y ancianos, estaba segura que los veía como escoria, y no se equivocaba, Oscar era ese tipo de persona que jamás se encariñaba con nadie y que consideraba que todo el mundo debía rendirse a sus encantos y si se encontraba con alguien que no lo hiciera simplemente consideraba que estaba contra él.

- ¡Lo que nos faltaba! – exclamó entre dientes.

- ¿Qué hace éste otra vez aquí? – dijo Alba frunciendo el ceño mohína y segura de que iba a estropearle todos sus planes.

Natalia fue la única que se guardó el comentario, pero su cara de desagrado hablaba por ella. Alba la miró y luego miró a Germán.

- Tranquilo – le susurró la enfermera – no le entres al trapo - le aconsejó.

- No te preocupes – fue la escueta respuesta del médico que ya estaba preparado para el enfrentamiento.

Oscar se aproximaba a grandes zancadas y Germán respiró hondo. Tenía que defender las decisiones tomadas por su equipo, justificarlas y apoyar a Sara. Eran ya muchos meses aguantando los desaires, contrasentidos y rabietas de aquel engreído y era consciente de la bronca que le esperaba y estaba seguro de por dónde iban a ir los tiros.

- Hombre, ¡al fin te encuentro! – se encaró irónico con Germán ignorando por completo a sus dos acompañantes.

- Hola, Oscar.

- ¿Hola! creí que te habías pedido la mañana para llevarnos los informes - le espetó elevando el tono de forma airada, mostrando su enfado.

- No he tenido tiempo de terminarlos, hemos estado hasta arriba entre los accidentados de la mina, las inundaciones y el brote de malaria.

- ¡Y una leche! si no es una excusa, es otra. ¡Quiero esos informes mañana mismo! - casi gritó provocando que varios de los grupos más cercanos a ellos los miraran.

- Los tendrás cuando los termine – respondió con calma - y cálmate un poco, que no es sitio para...

- ¿Qué me calme? - preguntó con voz ronca, pero algo más baja - Mañana – lo amenazó con el dedo – y quiero que firmes esto.

- ¿Qué es esto? – cogió el papel que le tendía y comenzó a leerlo.

- Un expediente disciplinario para Sara.

- ¿Estás loco! no voy a firmar esto, Sara no ha hecho nada – dijo devolviéndoselo sin apenas ojearlo.

- Ese es precisamente el motivo, que no ha hecho nada y nuestra invitada – dijo señalando a Natalia - a pesar de su inca... estado – apuntilló con condescendencia arrugando casi imperceptiblemente la nariz, haciendo enrojecer a Natalia que apretó los labios en un gesto hosco y provocando que Alba, instintivamente, le pusiera una mano en el hombro en señal de apoyo y protección, ¿cómo podía decir eso en ese tono! si la hubiera visto en el quirófano no hablaría de ella de esa forma - ha tenido que sacar la cara por ella y cubrir su incompetencia.

- ¡Sara está enferma! – saltó Alba enfadada - ¿o es que tampoco puede?

- ¡García! – gritó fulminándola con la mirada – mientras estés fuera de la organización no voy a tolerar ninguna de tus intromisiones ni opiniones, bastante que estoy tolerando que sigas ocupando una cabaña que ya no te pertenece.

- Alba – la calmó Germán posando su mano sobre el antebrazo de la enfermera, era mejor no calentarlo más porque estaba claro que había llegado dispuesto a cualquier cosa, era mejor escucharlo e intentar evitar males mayores, ya sabría él cuando se calmase, llevarlo a su terreno – Oscar, Sara tenía el día libre, yo la obligué a tomárselo.

- Y si eso es así porqué en el planning del día aparece que era ella la que estaba de guardia para las urgencias.

- Esos planning son mensuales y lo sabes.

- Y ahora me dirás que se puso enferma de repente y que no tuviste tiempo de comunicar el cambio.

- Efectivamente.

- ¿Por qué no estabas tú cubriendo su puesto? dos médicos no pueden ausentarse el mismo día y lo sabes.

Germán suspiró y guardó silencio. Escucharía la bronca y cargaría con la culpa, estaba acostumbrado.

- Sancióname si quieres, ha sido culpa mía, nos corrían prisa unas analíticas y quería ir personalmente – se justificó y Natalia lo miró comprendiendo que la culpable última de todo aquello era ella - pero Sara no tiene nada que ver, solo ha hecho lo que yo le ordené.

- ¿También le ordenaste a García que entrase en quirófano? a pesar de lo que os ordené el otro día.

- No – dijo Natalia interviniendo en la conversación – fui yo la que tomó esa decisión y soy yo la que está dispuesta a afrontar las consecuencias de haberme entrometido en la organización del campo. Alba solo ha hecho lo que yo le he pedido. Y Germán no sabía nada.

- Usted puede hacer lo que desee en este campo – le dijo con una sonrisa dejando perplejos a todos – pero ellos no.

- Oscar... - comenzó el médico, pero el chico levantó la mano pidiéndole silencio.

- No tengo todo el día, tengo prisa y ya he dicho todo lo que tenía que decir. Quiero esto firmado – le tendió de nuevo el papel y Germán lo cogió - o te expones a una sanción por desobediencia y quiero los informes sobre mi mesa mañana a primera hora – elevó la voz y volviéndose hacia Natalia suavizó el tono

- Doctora Lacunza, necesito hablar con usted – le dijo mirando de nuevo a Alba y Germán – a solas, ¿os importa? – le indicó con la mano que se alejaran.

- Sancióname porque ni voy a firmar esto – se lo dio de nuevo - ni voy a ir mañana Kampala, si quieres los informes, ve al campamento a por ellos, que eso sí que es parte de tu trabajo – respondió Germán que cogió a la enfermera del brazo - vamos Alba.

- Nat... - la miró la enfermera preocupada, no quería dejarla sola con él, no le había gustando nada la forma en que había hablado a Natalia y en la que la había mirado, tenía la sensación de que ocurría algo y quería saber el qué. Era una aprensión extraña que jamás le había provocado Oscar hasta ese mismo instante. Pero tenía la sensación de que iba a hacer o decir algo que molestase o dañase a Natalia.

Natalia negó con la cabeza y esbozó una sonrisa, "estaré bien", pareció decir, y Alba no tuvo más remedio que acceder a los deseos de Oscar y dejarse arrastrar por Germán dejándolos solos.

La pediatra los observó mientras se alejaban y frunció el ceño girando la silla hacia el inspector, instintivamente se echó hacia atrás, no soportaba aquellos modales de suficiencia y altanería, no soportaba que les gritase y que los tratase como lo hacía y no soportaba ese abuso de poder. Ella sabía lo que era dirigir a un grupo de personas, lo que era trabajar codo con codo con los demás y jamás, a pesar de tratar con gentes muy diferentes y de que a veces se exasperaba con algunos de sus empleados, había antepuesto sus animadversiones a sus obligaciones y mucho menos a la educación y respeto que todos merecían.

- ¿Qué quieres de mí, Wizzar? – le preguntó directamente, dispuesta a terminar cuanto antes con aquella conversación.

- ¿Qué le parece, doctora? – le preguntó a Natalia, señalando el todoterreno en el que había llegado, con una amplia sonrisa. Natalia lo miró perpleja sin entender qué pretendía.

- ¿El coche? – preguntó sin dar crédito a que le hablase de eso.

- Efectivamente.

- Muy bonito – le respondió secamente - ¿qué es lo que quieres de mí? – repitió mirándolo fijamente, segura de que algo había cambiado en la mirada del chico, tenía un aire de seguridad y suficiencia cuando le hablaba que había sustituido al de ligero nerviosismo, incluso leve temor que siempre mostraba frente a ella, y Natalia se preguntaba qué era lo que había cambiado en esas horas.

El chico sonrió con suficiencia y le tendió las llaves.

- Quédeselo mientras está aquí – le ofreció, con otra leve sonrisa que a Natalia se le antojó sibilina, cada vez le desagradaba más y un escalofrío recorrió su espalda, ¿dónde había visto ella esa sonrisa con anterioridad! no lo recordaba, pero la incomodaba sobre manera, sin poderlo evitar miró hacia atrás, donde, en la lejanía permanecían aguardando Alba y Germán. La enfermera al ver su gesto dio un paso hacia ella, pero el médico la frenó susurrando un "déjalos, ya nos contará" y Alba, a regañadientes se vio obligada a hacerle caso – Lacunza, ¿quiere el coche o no?

- No... y no entiendo a qué viene....

- Son cosas del director general – la interrumpió – desde que le dije que está usted aquí, insiste en invitarla a cenar.

- Muy amable por su parte, pero... no hace falta...

- El director me insiste en que debería estar en una habitación de hotel que tenemos reservada en Kampala.

- No gracias, prefiero estar donde estoy – respondió sin poder evitar un gesto de desagrado, ¿no había dinero para algunas cosas y sí para mantener reservada una habitación en un hotel?

- No tiene por qué seguir en el campamento, es más, nos gustaría que no lo hiciera. Y nos gustaría que nos permitiese enseñarle todo esto, todo el funcionamiento.

- Ya veo el funcionamiento – no pudo evitar soltar con tal tono irónico que el joven enrojeció.

- ¿Me está queriendo insinuar algo?

- No, en absoluto – respondió torciendo la boca en una mueca irónica.

- Yo creo que sí. Y me gustaría que me dijera qué es lo que no aprueba.

- Lo que yo tenga que hablar al respecto ya lo haré con Luís.

- Soy inspector y si tiene alguna queja me gustaría....

- ¿Quejas? no, ninguna.

- Insisto en que yo puedo resolver todo lo que...

- No Oscar, no hay nada que tú puedas hacer por mí.

- Mire aquí hacemos todo lo que podemos – comenzó a hablar mucho más suave, temiendo que hablase mal de él a sus superiores - no hay dinero para más medios y... hay que saber tener mano dura con algunas personas que se creen dioses por salvar vidas.

- Ese es el problema.

- ¿Qué?

- ¿Me permites un consejo?

- Me lo va a dar de todas formas ¿no es así? – le dijo despectivamente y Natalia giró la silla dispuesta a dejarlo allí plantado. Pero él se lo impidió – dime lo que tengas que decirme – la frenó enfadado – y no vuelvas a darme la espalda – le ordenó olvidando el tratamiento que había estado usando hasta ese mismo momento.

Natalia comprendió que era más peligroso de lo que aparentaba y que todos deberían tener mucho cuidado con él. Aún así no pudo evitar la tentación de ponerlo en su sitio, a fin de cuentas, por muy inspector que fuera, no dejaba de ser un niñato altanero y mal educado.

- Nunca pienses que haces todo lo que puedes cuando la gente se muere a tu alrededor – le espetó enronqueciendo la voz y hablando con genio - nunca creas que ese coche es más importante que una partida de parachek y nunca creas que los médicos que trabajan aquí son propiedad tuya, te aseguro que nada de eso es así, y que si hasta ahora lo ha sido, ya me encargaré yo de que deje de serlo.

- Tú no eres nadie para venir aquí a cuestionarme, a decirme cómo tengo que hacer mi trabajo y mucho menos cómo debo tratar a esos – señaló despectivamente a Alba y Germán y Natalia enrojeció.

- Eso lo vamos a ver muy pronto - lo amenazó.

- ¿Qué quiere decir?

- Que como vuelvas a impedir que un médico entre en quirófano cuando es necesario, será lo último que hagas como inspector, que como vuelvas a gritarle a Germán, a Alba o a cualquier otro, como acabas de hacerlo antes, me encargaré de que te echen y – lo miró furiosa, mientras había ido hablando cada vez se iba calentando más y, sin saber cómo, aludió a lo que en realidad sabía que tenía a Oscar más que molesto – y que como vuelvas a acercarte a cien metros de Sara, te capo – lo amenazó con voz tan ronca y ojos tan fulminantes que Oscar se echó hacia atrás.

- ¡¿Qué?! – preguntó creyendo que había escuchado mal y con tal cara de perplejidad que Natalia se regodeó en su pequeño triunfo, sabía que le había dado donde más podía dolerle.

- ¿Encima sordo? – lo miró sarcástica – ¡que la que te denuncia soy yo! como sigas acosándola o chantajeándola, ¿crees que no me he dado cuenta?...

- Esa hija de puta... ¿qué le ha dicho de mí?

- Nada, no necesito que me digan nada para saber cómo eres con las mujeres, no soy imbécil y sé más cosas de las que te crees, sé lo que andas haciendo por ahí – dijo refiriéndose a Sara, sin ser consciente de que esa frase podía interpretarla él, en otro sentido, y del peligro que podía llegar a correr al decirle esas palabras.

- ¿Qué quiere decir?

- ¡Qué vayas buscando otro trabajo! porque en cuanto vuelva a Madrid perderás éste y que le digas a tu director, que no todos somos como tú y como él.

- No sabe con quién está hablando.

- Sí que lo sé, ¡ya lo creo que lo sé! el que no sabe que hay personas a las que no nos asusta el dinero de tu papá, ni tus amenazas, eres tú.

- A lo mejor sí hay amenazas que la asustan – le dijo bajando la voz e inclinándose hacia ella con aquella media sonrisa de nuevo – a lo mejor no es oro todo lo que reluce y a lo mejor soy yo el que no la deja salirse con la suya, a mí no me engaña con esos aires de dama que sabe comportarse adecuadamente en todas las situaciones, me he criado entre ellas y si hay algo que aprendí es que toda dama, por muy correcta que sea, por mucho que controle sus sentimientos y esgrima sus modales, esconde un secreto – rió con suficiencia – y yo conozco el suyo.

- ¿Qué quieres decir? – le tocó ahora el turno de preguntar a ella, y lo hizo con un deje de temor que no pasó inadvertido a su adversario, que se dispuso a jugar con ella.

- No es tan lista, adivínelo.

- No me asustas con tus bravuconerías, y menos con gilipolleces. No tengo ningún secreto.

- Puede que no lo tenga y que... yo esté equivocado – le dijo amenazante - pero usted me pidió un favor si mal no recuerdo... - le dijo con altanería - ¿quiere que Reche no vuelva a poner un pie aquí? – la amenazó y Natalia olvidó su compostura, no iba a permitir que es niñato se riera de ella y mucho menos la amenazara con Alba, imaginaba a qué secreto se refería.

- Pues mira, ahora que lo mencionas, es eso precisamente lo que quiero - sonrió irónica sin que él entendiese lo que quería decir.

- No voy a aceptar su admisión y le diré claramente quien tiene la culpa.

- No creo que vaya a solicitarla, pero si lo hiciera, ¡ya lo creo que la aceptarías! si es que todavía estás en tu cargo.

- Usted no es la dueña de esto, puede que tenga una clínica y que el director general sea su amigo, incluso que su colaboración sea importante en la organización, pero eso no le da ningún derecho a meterse en mi trabajo ¡aquí mando yo

- Pues si mandas, deberías ver más allá de tus narices y darte cuenta de una puta vez de que hay muchas vidas que salvar aquí, y que cuando que alguien viva o muera depende de – chascó los dedos en su cara – un segundo, no hay tiempo para papeleos ni burocracia. Si de verdad mandaras, sabrías hacer todo eso después y sabrías valorar a las personas que trabajan contigo y que tienen que tomar esas decisiones en décimas de segundo.

- Muy bonito, pero las cosas no se hacen así, y mientras yo sea el que tiene la última palabra, no se harán.

- Pues – torció la boca en una mueca sarcástica y recordó una frase que siempre decía Rafi y Alba repetía, "cuando un tonto coge un camino se acaba el camino y sigue el tonto", ¿acaso no tenía más argumentos que el manido "aquí mando yo"! evidentemente, no los tenía –en ese caso, habrá que evitar que la tengas.

Accionó la silla y le dio la espalda dejándolo con la palabra en la boca. En esa conversación la última palabra la iba a tener ella, era ya una cuestión de orgullo y de poder, una cuestión de posiciones y de control. Y no iba a dejar que él creyese que podría con ella. Pero sabía que el hecho de que ella se diera la vuelta y lo dejara allí podía ser interpretado, casi con seguridad, como una huída y eso era precisamente lo que ella quería que él creyese. Sonrió satisfecha, y comenzó a pensar en cómo afrontar la conversación que de seguro debía mantener con Luís, porque llegados a ese punto y sabiendo todo lo que sabía, ella ya no podía quedarse de brazos cruzados.

En la distancia Alba la observaba orgullosa, no había escuchado lo que hablaban, pero conocía a Natalia a la perfección, conocía cada gesto, cada movimiento y cada expresión y la que le veía conforme se acercaba a ellos le ratificaba lo que siempre había comprobado, Natalia no era ese tipo de personas que se arredran ante nadie, nunca le había dado miedo defender lo que era justo y lo que consideraba que estaba bien. Y esa cara que traía era la que ponía cuando se había revelado contra algo, sí, Natalia era ese tipo de personas que no solían resignarse ante lo que le deparaba la vida, y aunque cuando había vuelto a verla había pensado en alguna ocasión que eso había cambiado, allí le estaba demostrando que era la de siempre, que no se rendía y que era capaz de enfrentarse a quien fuera por defender sus principios, y eso era algo que siempre la había enamorado de ella. Natalia había cambiado, había cambiado mucho, pero había cosas que siempre perdurarían.

- ¡Qué se te cae la baba, niña! – bromeó el médico dándole un suave golpe en la barbilla.

Alba se volvió hacia él sonriente, pero sus ojos manifestaban cierta preocupación.

- ¿Vas a hacerlo o no? – le preguntó anhelante.

- Mira que eres pesada – ladeó la cabeza con una sonrisa de condescendencia - ¿qué quieres que le diga?

- No sé, lo que sea, invéntate una excusa, pero quiero que la examines antes de ir a Jinja, si se lo digo yo se va a enfadar.

- Y con razón, ya va siendo hora de que dejes de tratarla como su mamaíta.

- Pero tú querías que hoy estuviera descansando y al final mira...

- Ya lo sé, pero ha estado bien, ¿no? – preguntó retóricamente.

- No sé, creo que ha vuelto a vomitar y en el quirófano parecía cansada.

- Y yo creo que te estás empezando a obsesionar, y que Nat tiene razón, te preocupas demasiado.

- Quizás – murmuró cabizbaja, lanzando un suspiro resignada a que no le hiciera caso.

- A ver – dijo levantándole la cara – si ha vomitado será porque a todos se nos revuelve el estómago con ciertas cosas, y lo que ha tenido que ver en ese quirófano, es una de ellas y a ti y a mí ya no nos pillan de sorpresa, pero piensa que para ella es la primera vez, ya la conoces, va de dura pero luego...

- Ya... – sonrió sin mucho convencimiento, "¡vaya si la conocía!".

- Se ha tomado el zumo, ¿no?

- Si.

- Pues ya está, no le des más vueltas, yo la veo bien.

- Y yo la veo cansada y tú llevas semanas diciéndome que tenga cuidado y que...

- ¿Me estás queriendo decir algo? – le preguntó directamente.

- No te entiendo.

- Que si me dices que la ves cansada porque cuando.... – hizo un gesto de juntar los dos dedos índices – vamos que... si... da la talla.

- ¡Joder Germán! qué no voy por ahí, ya te dije que en ese sentido yo no le noto nada de lo que me preguntaste, ni parece dolerle el pecho, ni faltarle la respiración ni nada de nada. Me refiero a esta mañana, desde que se ha levantado, la noto... más... baja que ayer.

- No la dejas dormir – le dijo con una mueca burlona - te la has traído en moto, y habrá tenido que hacer esfuerzos para no caer y... es normal estar cansada tras una operación así, cualquiera lo estaríamos y ella aún está un poco débil – justificó sus palabras – y si llevo semanas diciéndote que tengas cuidado es porque tenía mis reservas en ciertos aspectos, pero lleva ya tres días sin medicación y está muy bien.

- Pero esta mañana me dijiste...

- Solo quería que tuvieses precaución, porque te conozco y te lías, te lías y eres capaz de tenerla en danza el día entero. Solo debes dejarla descansar y que esté tranquila y...

- ¡Ves!

- Alba, te digo que puedes llevarla sin temer nada, no podemos estar todo el día atosigándola, necesita hacer vida normal, solo debes tener cuidado de que no le de demasiado sol y no se la vaya a tragar ningún bicharraco, y en bicharraco estás ¡tú incluida!

- ¡Eres....! – terminó por sonreír negando con la cabeza y resignada a que no le hiciera caso.

Germán soltó una carcajada justo en el momento en que Natalia llegaba hasta ellos.

- ¿Qué quería? – le preguntó Alba mirándola preocupada intentando adivinar por su gesto si había algún problema.

- ¡Ese tío es imbécil! – dijo despectivamente.

- Eso ya lo sabemos – asintió Germán también preocupado, pero por otros motivos, a pesar de todo lo que le había dicho a Alba él seguía dándole vueltas a una posibilidad que no por descabellada podía dejar de ser cierta, de hecho, diría que cuadraba con casi todos los síntomas que había tenido la pediatra y que habían ido remitiendo - ¿Tú estás bien?

- Si – respondió arrastrando la palabra pensativa - ¿nos vamos ya? – les preguntó viendo que ninguno se movía.

- Dentro de un momento – respondió Alba mirando suplicante a Germán que permaneció inmóvil - ¿qué te ha dicho? – insistió, mientras esperaba qué él se decidiera.

- Nada, quería ofrecerme el coche y que me quede en un hotel en Kampala.

- ¿Y qué has respondido? – preguntó Alba temerosa de que le tomara la palabra y echara al traste todos sus planes.

Natalia la miró y sonrió por primera vez abiertamente, negando con la cabeza, ¿cómo podía ser tan boba! ¡qué iba a decirle! si solo deseaba estar con ella, salir de allí con ella, regresar a la cabaña con ella.

- ¿Tú qué crees? – la miró como solía hacerlo y Alba solo pudo devolverle la sonrisa no hacían falta más comentarios, Germán carraspeó para indicar su presencia porque estaba seguro de que en esas décimas de segundo en el que habían hablado sin palabras se habían olvidado de él – eh... vámonos ya que quiero llegar cuanto antes al campamento.

- ¿Al campamento? – saltó Alba – pero... ¡Nat! si habíamos quedado en...

- Ya pero... tengo que hacer una llamada importante y... sería mejor que viésemos cómo sigue Sara, ¿no? – los miró intentando buscar su connivencia – y decirle lo del expediente.

- No te preocupes por Sara que está en buenas manos – la miró ligeramente molesta – y lo del expediente se lo tendrá que decir Germán – enarcó las cejas diciéndole que no se metiera en esos temas - nosotras teníamos... otros planes... ¿lo recuerdas?

- Claro... pero... - bajó los ojos y los levantó – no tengo silla Alba, la hemos dejado en el campamento y esta.... ¿cómo me la voy a llevar? si no habrá más de dos o tres.

- Claro que te la llevas... si ya has visto que no se usan...

- Pero...

- Pero nada, Lacunza – las cortó Germán - vamos dentro, quiero hacerte una exploración para asegurarnos de que todo está bien.

- Pero... ¿por qué? – clavó sus ojos en él sorprendida y asustada – ¿qué pasa? – miró a Alba esperando que la enfermera le dijera algo.

- Nada – la tranquilizó con una carantoña que no la convenció.

- Germán.... ¿no te habrán dado ya los resultados y no me lo has querido decir? – se giró hacia él alertada, hacía unos minutos salían para marcharse y de pronto cambiaban de idea.

- No, aún faltan unas sedimentaciones y los que he dejado hoy tardarán un par de días, pero sí que me han dejado ver algo.

- ¿Y qué? – preguntó con temor - ¿qué pasa? – volvió a mirar a Alba creyendo que ella sabía algo, sin embargo la enfermera mostraba en su rostro la sorpresa que también se había llevado, sobre todo, después de la conversación que acababan de mantener, salvo que esa fuera una estrategia de Germán para conseguir que Natalia se dejara hacer.

- Nada, lo esperable, solo hay un par de desajustes, pero nada serio. Vamos dentro, solo serán unos minutos y luego nos marchamos.

- Pero... no lo entiendo... si ya nos marchábamos.... ¿qué pretendes ver con una simple exploración?

- Quiero monitorizarte un momento.

- Pero... ¿por qué?

- Nat no protestes más y hazle caso, sus motivos tendrá – saltó Alba mirando a Germán y luego a Oscar que pasó como una exhalación hacia su coche, con la radio en la mano y gritándole a quien sea "¡qué me llame cuanto antes! tengo un encargo urgente".

- Solo por precaución – respondió Germán que también tenía los ojos puestos en el inspector - quiero tomarte la tensión que te he visto muy alterada con Oscar y quiero ver cómo van esos puntos infectados – le explicó con calma girándose hacia ella - luego nos vamos a comer y... al campamento ya tendrás tiempo de ir.

La pediatra suspiró resignada a que hicieran con ella lo que quisieran y se dejó arrastrar hasta la sala de vigilancia. De las cuatro camas solo dos estaban ocupadas y le extrañó, pero no hizo comentario alguno. Estaba claro que allí como siempre le decía Alba las cosas eran diferentes.

- Tranquilas que no pasa nada, ya sabéis como soy, quiero que antes de... - miró a Alba y esta le hizo una señal de silencio, temiendo que se fuera de la lengua, y le dijera que era ella la que le había pedido a Germán, que le echara un vistazo, a donde la llevaba no había absolutamente nada y no era fácil salir de allí y lo último que quería era que Natalia le diese un susto – de... que bueno... quiero comprobar cómo sigues. Y... si estás en condiciones para que... te de el alta.

- ¿En serio? – preguntó Alba ilusionada - ¿crees que ya se la puedes dar? - disimuló.

- Bueno... está claro que es capaz de aguantar en quirófano como una jabata – la miró orgulloso y le dio una palmadita en el hombro, Natalia sintió que se le saltaban las lágrimas ante su muestra de cariño, tenía que reconocer que en esas semanas había recuperado y encontrado en él el amigo que perdiera y no sabía que le pasaba pero esa mañana estaba especialmente sensible.

- Eh... cariño... - le susurró Alba burlona.

- Vamos damisela – bromeó el médico izándola y sentándola en la camilla – que te me has vuelto una blandengue.

Natalia desvió la vista, para disimular su emoción y Alba la acarició con suavidad en el antebrazo. Los tres se mantuvieron en silencio mientras el médico hacía su trabajo. Natalia no dejaba de mirar a los monitores y a la cara de Germán, intentando interpretar algún gesto de contrariedad o preocupación, pero no fue así. De vez en cuando cruzaba una mirada cómplice con la enfermera que mantenía su mano apoyada en la rodilla de Natalia y que parecía igualmente tranquila.

- Te digo yo que estoy muy bien – sonrió contenta la pediatra al ver que Germán asentía satisfecho de la exploración - ¡muy, pero qué muy bien! – exclamó - Hace años que no estaba tan bien, estoy mucho menos cansada, con energía y ganas de hacer cosas. Y te aseguro que hasta en Madrid había días que me hubiera quedado tranquilamente en la cama.

- Pues deberías haberlo hecho.

- Claro – sonrió – lo mismo que lo hacéis vosotros – los acusó con una mueca burlona.

- Bueno pues... parece que todo está en orden, la tensión está controlada y la frecuencia en los límites normales – le dijo con satisfacción – ¿te ha dolido el pecho o has sentido alguna molestia?

- No. Ya te he dicho que estoy mejor.

- Pues... ¡arriba! – tiró de ella y la sentó en la camilla, ayudándola acto seguido a bajar a la silla.

- Entonces... - intervino Alba esperando de él alguna indicación que pudieran hacer en el viaje que las esperaba.

- Nos vamos a comer – fue la respuesta de él – eso sí Lacunza, quiero que lo que queda de día te dediques a descansar y a tomarte las cosas con tranquilidad – le dijo mirando a Alba y enarcando una ceja avisándola de que eso era lo único que le recomendaba – hasta que no estén todos los resultados es mejor que mantengas las precauciones.

- No te preocupes que no pienso salir de la cabaña – miró picarona a la enfermera que la golpeó discretamente para hacerla callar.

- ¿Cabaña! ¡hoy comemos en Jinja! – exclamó la enfermera contenta de ver que a pesar de todo sus planes se iban a cumplir.

Aproximadamente una hora después, el jeep en el que viajaban se adentraba en las primeras calles. Natalia observaba todo como si fuera la primera vez que lo veía, y es que cada vez que la paseaban por allí le parecía que aquella ciudad tenía un aire diferente.

Germán enfiló una larga avenida rodeada por grandes árboles a ambos lados, en la que Natalia no dejaba de asombrarse con aquellas edificaciones de estilo colonial. Algunas de ellas se encontraban semiderruidas y eso era algo que no percibiera los días anteriores, cuando Alba la llevó allí.

- ¿Qué árboles son esos! ¿cocoteros? – dijo mirando lo que creían que eran los frutos.

- Plátanos de sombra, Nat, y eso que confundes con cocos son... ¡murciélagos! – rió Alba conocedora del desagrado que le producían a la pediatra.

- ¿Qué? pero si hay...

- ¡Cientos! – saltó Germán divertido ante su espanto.

- ¡Dios, qué asco! – no pudo evitar exclamar, ante la carcajada de sus acompañantes, sin embargo se apresuró a corregirse no fueran a pensar que no aprobaba el lugar al que la llevaban - Todo esto es... precioso, digo esta parte del lago – se explicó mirando de un lado a otro - Es temprano para comer, ¿no? – les dijo con la esperanza de dar una vuelta por allí, y ver un poco más. Aún no tenía demasiada hambre y le encantaba ese aire oriental de esa parte de la ciudad.

- Tenéis que comer temprano – respondió Germán ganándose una colleja por parte de Alba que se encontraba en el asiento de atrás, como solía hacer, acodada entre los dos asientos delanteros.

- Quiere decir que tenemos que comer temprano porque el vuelve al campamento – lo puntualizó para que Natalia no sospechara nada.

- Sí, eso precisamente era lo que quería decir .

- Eh... vale – aceptó sin ganas – hay mucho estilo oriental por aquí, no me imaginaba yo esto así.

- Si, es que buena parte de la población era asiática – le explicó Germán - básicamente hindú y paquistaní, pero fueron expulsados en la época de la tiranía de Idi Amin.

- Por eso ves tantos edificios estilo asiático – apuntilló Alba.

- La verdad es que parece que es una ciudad hindú – comentó Natalia.

- De hecho la mayoría de propietarios de restaurantes, joyerías y negocios, en general, son hindúes – le dijo Germán, observando de reojo a la pediatra que parecía realmente interesada en todo lo que veía.

- ¿Sabías que Mahatma Gandhi escogió Jinja como uno de los lugares dónde quiso que se desperdigaran sus cenizas una vez muerto? – le preguntó Alba.

- ¡No tenía ni idea! – se giró hacia ella con una sonrisa – hay que ver lo poquísimo que conocemos de algunos sitios, vamos que yo esta ciudad no la había oído mencionar en mi vida.

- Pues si te apetece y sacamos un rato te llevo al ver el templo hindú de las afueras, hay una estatua de Gandhi y el lugar es precioso.

- Claro... me encantaría...pero... tú te llevas el jeep, ¿no? – le preguntó al médico cayendo por primera vez en ese detalle – no creo que podamos ir a las afueras.

- Si me lo llevo, pero podéis pillar un boda-boda – dijo burlón conocedor de que en los planes de Alba no necesitaban el jeep.

- ¡Germán! – lo recriminó la enfermera sabiendo a lo que se refería.

- ¿Un qué? – preguntó Natalia.

- Eso – le señaló el médico a un chico que pedaleaba en bicicleta – aquí es lo más práctico, coger un bus es una tortura y según dónde quieres ir te llevan en bici o en moto, y... por lo que me han contado estás deseando repetir la experiencia.

- ¡Germán! – volvió a protestar la enfermera, era increíble cómo se iba de la lengua y no quería que Natalia se molestase con ella por contarle cosas al médico, pero la pediatra como siempre hacía últimamente, soltó una carcajada con las ocurrencias de él.

- Bueno pillamos uno con una condición – miró hacia atrás con un brillo especial en los ojos y la enfermera ya supo que iba a soltar una de las suyas.

- Qué condición.

- Que me dejes pedalear – respondió irónica.

- Lacunza, Lacunza, a ver si te fijas mejor, te llevan de paquete, en bici o en moto

- ¡Mira hay está el restaurante! – exclamó deteniendo el vehículo casi en la puerta del mismo.

- Esta zona parece de lujo – comentó Natalia cuando ya estaba sentada en su silla y cruzaban la calzada.

- Lo es, de hecho aquello de enfrente es el Jinja Sailing Club, una especie de club privado – le explicó Germán deteniéndose antes de entrar al restaurante – no se me había ocurrido pero que si prefieres que vayamos allí...

- ¿Pertenecéis a un club privado? – preguntó perpleja.

- ¿Yo? ¿estás de coña? – la miró burlón – aquí tu enfermera milagro que tiene las puertas abiertas para ella y todos sus amigos.

- No te quejes que bien que me has acompañado alguna vez – intervino enrojeciendo levemente.

- Solo para bañarnos sin riesgos de cocodrilos – se justificó.

- Ya... solo por eso... ¿no?

- Bueno – la cogió por los hombros y la atrajo hacia él como solía hacer – tengo que reconocer que no tiene precio ver la puesta de sol y los pájaros pescando en el lago mientras nos tomamos una cerveza con absoluta tranquilidad – suspiró soñador y Natalia no puedo evitar pensar que a pesar de su falta de pelo había ganado un encanto especial y a pesar del cambio en su reacción con Alba tampoco pudo evitar sentir celos de esa amistad que mantenían, de esas horas compartidas de las que ella era completamente ajena – Lacunza, ahí donde lo ves ese club, ¡es todo un lujo asiático en el corazón de África! – exclamó – y podemos disfrutarlo todo gracias a nuestra enfermera milagro.

Natalia permanecía mirando a Alba con la boca semiabierta, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar y barajando la opción de que estuviesen burlándose de ella. La enfermera al verla con aquella cara entre sorprendida, incrédula y estupefacta, rió también.

- No le hagas caso, Nat, ya sabes cómo es – dijo empujándolo levemente, para separarlo de ella.

- Ya decía yo, no te pega nada eso del club privado.

- No, si eso si es cierto – la sacó de su error – pero no por lo que crees.

- ¿No me digas que aún no le has contado tu primera hazaña por estos lares? – intervino Germán.

- No fue una hazaña, fue simple casualidad.

- Aquí nuestra enfermera milagro le salvó la vida al hijo del dueño, y desde entonces toda la familia le hace la ola cada vez que la ven por aquí.

- No seas exagerado que Nat va a pensar que...

- ¿Exagerado? – la miró enarcando las cejas y volviéndose a Natalia le dijo - ¡si han llegado a ir al campamento solo para invitarla a algunas fiestas!

- Por qué no dejamos el temita – propuso Alba mostrándose cada vez más incómoda.

- Pero, cariño, parece que te avergüenzas – le preguntó Natalia sin reparar en lo que acababa de decirle y la enfermera la miró y le hizo una seña girando los ojos hacia Germán.

- No me avergüenzo, pero yo no pinto nada en ese club, y menos en esas fiestas.

¡Las odio!

- Pues en Madrid, tendrás que acompañarme a alguna cenita.... – le dijo burlona – que la clínica no se financia por arte de magia.

- Ah, de eso nada, vas tu sola que a mí esos actos no me van. O te llevas a Adela que... - se calló mirando a Germán que se había puesto algo serio al oír mencionar a su ex. No sabía lo que le ocurría, pero últimamente, y tras hablar con ella más a menudo por culpa de Natalia, empezaba a pensar que quizás se hubiera equivocado en muchas cosas – lo siento, perdona - lo miró disculpándose – no quería....

- Anda dejaos de historias y vamos para adentro, que quiero coger una de las mesas con vistas al lago – las instó colocándose tras Natalia y empujando la silla con velocidad – ya verás, Lacunza, te va a gustar – le aseguró a la pediatra que sonrió alegre, deseando quedarse a solas e interrogar a Alba por esa hazaña, porque le agradase o no hablar del tema ella estaba muerta de curiosidad por conocer aquella "hazaña" como la había llamado Germán.

Franquearon la puerta y Natalia comprobó que se trataba de un local de escasas dimensiones, totalmente diferente al que la llevara la enfermera un par de noches antes. Estaba casi vacío y no tuvieron problemas para ocupar la mesa que Germán deseaba, pegada a la parte trasera, junto a un inmenso ventanal que proporcionada unas espléndidas vistas sobre el lago Victoria.





Continue Reading

You'll Also Like

173K 14.4K 66
Ella odia la atención Él adora la fama que tiene como jugador Ella ama leer Él ama el fútbol ¿Conseguirán ser más que amigos aunque ella sea vasca...
130K 20.9K 49
Yoongi un alfa que nació en una familia de dinero, en la cual tenían esclavos. Esta historia se basa en el siglo XV donde la venta y compra de esclav...
519K 12.1K 40
﹝🐍﹞ ── Traducciones de historias sobre los Slytherin Boys
103K 11K 26
Elissabat de Andalasia conoce al joven Harry Hook y eso desatará una gran historia de amor de dos mundos diferentes. Con la opinión de los demás se h...