La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 59

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By marlysaba2


Alba entró en los baños con precipitación y se acercó al lavabo, mojó el pañuelo y, en silencio, se lo pasó por la frente y la cara, limpiando los restos de sangre seca y mostrando en su expresión el miedo y la preocupación que sentía.

- Ven – le dijo con cierta brusquedad – Germán quiere que te tome la tensión y la temperatura.

- Pero... ¿para qué! ya os he dicho que estoy bien.

- ¿Para qué va a ser Nat? – respondió cortante – deja de quejarte y déjame que haga lo que tengo que hacer – habló con seriedad y el ceño fruncido.

- Ni tengo fiebre, ni tengo la tensión alta, ¡si lo sabré yo! – exclamó con una sonrisa conciliadora que no obtuvo la respuesta que deseaba.

- Sí, tú lo sabes todo, por eso te pasa lo que te pasa – refunfuñó entre dientes y la pediatra no pudo evitar una sonrisilla de satisfacción, sabía que esa actitud solo era muestra de su preocupación.

- Alba... - comenzó a decirle pero la enfermera la silenció con decisión.

- Chist, calla y no te muevas – le ordenó quitándole el peto y apretándole la goma en el brazo – ya veremos si tienes o no razón.

Natalia la observaba con cara de circunstancias, sabía que estaba enfadada con ella por haber desobedecido y sabía que le había hablado con brusquedad y se arrepentía de haberlo hecho, además no soportaba la idea de discutir con ella o de que Alba se enfadase de verdad. La veía tan agobiada y molesta que se decidió a hacerla cambiar de humor.

- Cariño, no me mires así – le pidió con una leve sonrisa – no lo soporto.

- No te miro de ninguna manera – respondió secamente quitándole la goma del brazo.

- ¿Qué? ¿tenía razón? – le preguntó en voz baja.

- Si - musitó teniendo que dar su brazo a torcer aunque profundamente aliviada de que así fuera – la tensión est{a mejor que ningún día.

- Lo sabía, si cuando la tengo alta....

- A ver deja que te limpie las manos – la interrumpió.

- No te enfades, por favor – volvió a pedir melosa levantando las manos hacia ella y dejándola hacer - solo es una pequeña hemorragia, es algo normal, me ha dado demasiado sol, tomo anticoagulantes, solo es eso, no te preocupes.

- ¿Cómo quieres que no me preocupe? – preguntó entre molesta y asustada quitándole el termómetro – tampoco tienes fiebre – la miró satisfecha.

- Estoy bien, de verdad – repitió con tranquilidad y una sonrisa que entontecía a la enfermera.

- Eso me dijiste antes y mira lo que te ha pasado por no hacernos caso...

- Tienes razón, pero Nadia me pidió que saliera con ella, ¿has visto cómo estaba la explanada? – le dijo conciliadora – y vosotros teníais que entrar en quirófano, y Sara... – se calló a punto de revelar lo que sabía de ella – no iba a poder con todo... y yo ya había descansado y comido un poco.

- ¿Has comido?

- Si – sonrió – pensaba haceros caso y quedarme dentro, de verdad, pero... ¿qué podía hacer?

- Pues negarte, Nat, que cuando quieres bien que sabes decir "no" – le dijo con genio, pero luego más suave y mostrando toda su preocupación continuó - aún no estás bien.

- Alba...

- No, Nat, no me pongas esa voz porque las cosas no se hacen así. Ya está bien de hacer siempre lo que te da la gana sin pensar en los demás – le dijo enfadada - ¿sabes el susto que me has dado?

- Alba... por favor... no me eches la charla.... Además... estoy bien, no me ha pasado nada, no saques las cosas de quicio.

- Antes estabas muy pálida y parecías mareada y... ¡joder! ¡que estuviste en coma!

- Ya lo sé Alba, y sé lo que temes pero que me sangre la nariz no tiene nada que ver con eso.

- Pero y esos dolores de cabeza, y la tensión tan alta y ahora esto ¿y.... si todo está relacionado? - dijo con temor, había visto casos así y no se le ocurría nada bueno – y... si... y...

- Y... y.... y.... ¡deja de preocuparte y ven aquí! – tiró de ella melosa - ¿quieres que te demuestre lo bien que estoy?

- ¡Nat! ¡aquí no! – exclamó – ya te lo he dicho, puede entrar cualquiera.

- ¿Y?

- Como que ¿y? ¿hace falta que te repita que aquí las cosas son diferentes?

- Vale, pero ahora... estamos solas... ¡completamente solas! - se insinuó – y yo llevo todo el día deseando abrazarte y...

- ¡Y nada! – exclamó cortándola – ya te he dicho que aquí, no.

- Pero antes... - intentó protestar, sin embargo, decidió cambiar de estrategia para lograr su objetivo - ¿no me vas a dar ni un besito?

- No. Hasta que no te portes bien, te quedas sin besitos – le dijo señalándola con el dedo, pero sus ojos iniciaron un baile que le descubrió a la pediatra que estaba comenzando a flaquear y que en el fondo lo deseaba tanto como ella.

- Anda, un besito, que estoy mareada y necesito una enfermera milagro – le pidió melosa – que me cuide – susurró enronqueciendo la voz.

- Nat... - dijo comenzando a sonreír con la mirada incapaz de negarse a sus deseos.

- Uno solo... de recompensa por... por...

- ¿Por qué? –preguntó divertida, siguiéndole el juego.

- Por haber estado solita toda la mañana y echándote de menos.

- Espera que mire a ver si se te ha cortado la hemorragia – le dijo mirándole el taponamiento con cuidado – si, parece que esto ya está – sonrió aliviada – pero es mejor no quitarlo hasta que pase un rato, después de ducharte te lo quito.

- Lo que tú quieras – respondió sumisa.

- Nat, debes tener cuidado – le dijo mucho más suave que antes - aún estás débil y...

- ¿Débil? – preguntó con ironía.

- Bueno... muy débil no es que estés – reconoció, recordando la noche anterior, con unos ojos tan bailones que Natalia no pudo resistirse y tiró fuerte de su mano, haciéndola perder el equilibrio y sentándola en sus rodillas.

- ¡Mi besito! – reclamó sonriente perdiéndose en su boca.

Alba no pudo contenerse y se recreó en ese beso que también anhelaba, separándose, mirándola y volviendo a besarse cada vez con más intensidad. Las manos de la pediatra comenzaron a recorrer su espalda con lentitud y Alba dejó escapar un leve gemido. Volvieron a separarse, sus ojos enfrentados en una batalla dialéctica donde el silencio enmarcaba el momento, como preámbulo de lo que ambas pensaban, de lo que ambas anhelaban y deseaban cada vez con más intensidad, un silencio que las hizo cómplices de su amor, sonrieron y se besaron de nuevo, con parsimonia, deleitándose la una con la otra, disfrutando de la mirada puesta en la otra, descubriendo el deseo mutuo, sintiendo que no había nada más maravilloso que amarse en silencio.

- ¡Nat! – saltó de su regazo como una exhalación al escuchar pisadas en los escalones de entrada. El corazón galopando, todo su cuerpo palpitante y los ojos encendidos con un brillo especial que era testigo de la luz que la pediatra encendía en su alma.

- ¡Joder! ¿es que siempre van a tener que interrumpirnos? – preguntó enfadada – al que sea le voy a... ¡hola, Sara! – saludó a la recién llegada desplegando su mejor sonrisa ante la mirada socarrona de la enfermera.

- Hola – saludó la chica con voz débil, percibiendo rápidamente que había interrumpido algo – eh... yo... eh... - dudó un instante a punto de decirles que podía volver luego, pero estaba tan cansada y necesitaba tanto sentarse un momento al fresco del baño y echarse un poco de agua que descartó la idea.

- ¿Estás bien? – le preguntó Alba al ver su aspecto demacrado y su lentitud de movimientos - ¿Sara?

- Eh.. si, si, yo...si, venía a ver si Nat... vamos que Germán me ha contado y... creí que estabas sola – dijo dirigiendo su vista a la pediatra - y... quería saber si... si necesitabas algo – se explicó con precipitación y Natalia creyó entender que había buscado la ocasión para encontrarse con ella a solas, quizás quería decirle algo, de hecho se había acercado en varias ocasiones a Nadia y a ella a lo largo del día, siempre con distintas excusas relativas al trabajo y posiblemente buscando la ocasión de hablar con ella.

- No, gracias – le sonrío ampliamente la pediatra, demasiado, para el gusto de Alba - ¿seguro que estás bien?

- Si. Voy... voy a echarme un poco de agua – les dijo acercándose al lavabo - ¡este calor es insoportable!

- Sí que lo es – admitió la enfermera – por suerte ya parece que quedan pocos que atender.

- En un par de horas a lo sumo habremos terminado, y entrará el otro turno – comentó la chica con un suspiro de alivio - ¡qué ganas tenía de esto! – musitó entre dientes inclinada sobre el lavabo.

Natalia aprovechó que Sara les dio la espalda, para hacerle un gesto a Alba de que saliese, "Vete", dibujaron sus labios mientras le señalaba la puerta. La enfermera la miró con gesto interrogador, y negó con la cabeza, pero Natalia insistió y Alba, volvió a negarse con un gesto "ni lo sueñes", respondió. "Por favor", pidió Natalia de nuevo indicando con la cabeza hacia Sara con la intención de que comprendiese lo que pretendía y Alba, ligeramente mohína, pareció aceptarlo.

- ¿Ocurre algo? – les preguntó Sara descaradamente al verlas hacerse señas, ninguna se había percatado de que la joven se había vuelto hacia ellas.

- No – le sonrió Alba - me voy que Germán me está esperando – dijo de mala gana, si Natalia creía que iba a seguir e la explanada a que terminasen con todos lo llevaba claro, no pensaba consentírselo – Nat, en veinte minutos estoy aquí, para ayudarte al salir de la ducha, y ver si podemos quitarte el taponamiento, ¿de acuerdo?

- Vale, ahora nos vemos – la despidió y giró la silla hacia Sara que se había vuelto a inclinar en el lavabo y seguía echándose agua en la cara y el cuello – Sara, ¿querías hablar conmigo?

- Eh... lo cierto es que...si – se levantó y la encaró.

- Bien pues... estamos solas, dime.

- ¿Recuerdas el favor que te pedí el otro día?

- Claro, no te preocupes que no me olvido, solo estoy pensando... como podríamos hacer para...

- No, no... quería decirte que... que es mejor que... no hagas nada.

- ¿Cómo que no haga nada?

- Si, no quiero que hagas nada.

- Pero... ¿por qué! no entiendo... ¿ha cambiado algo?

- No, no, solo que... no quiero que hagas nada. No debí meterte en esto. ¡Olvídalo!

- Sara, ¿qué ha pasado esta mañana? – le preguntó directamente imaginando cuales podían ser los motivos de aquel cambio de opinión y apretando instintivamente los puños, en señal de rabia, solo de imaginarlo.

La chica bajó los ojos, descubierta, pero guardó silencio.

- Sara.... – la impelió en su tono a confiarse a ella.

- No hay nada que hacer – murmuro cabizbaja – ya está... él es mi superior y yo... no se puede hacer nada, Nat.

- Claro que se puede, tú déjame a mí.

- No, Nat, no lo hay.

- A ver, ¿por qué dices eso! ayer estabas convencida de lo contrario – le preguntó mostrándose cariñosa y paciente - ¿me vas a decir qué ha cambiado o no?

Sara se encogió de hombros, apretó los labios en una mueca de desencanto y a Natalia le dio la sensación de que incluso le temblaba la barbilla.

- Sara, ¿qué ha pasado esta maña? – insistió segura de que Oscar había vuelto a amenazarla.

- Le... le insinué que lo iba a denunciar y se ha reído de mí.

- Será imbécil, tú deja que se ría, a ver quien se ríe más cuando termine todo esto.

¿Qué es lo que te ha dicho?

- Se ha reído – musitó – me ha preguntado que si lo iba a denunciar como la otra vez y ha soltado una carcajada. Me.... me ha dicho que lo haga, que me estará esperando, que voy a escuchar sus risas toda la vida.

- Eso habrá que verlo – saltó mostrando una mirada tan furibunda que Sara no pudo evitar pensar en lo poco que la conocía y en que no querría tenerla de enemiga - ¿qué más ha dicho?

- Dice que nadie me va a creer, que si nadie me creyó la otra vez, esta vez menos.

- Eso no es así.

- Dice que él tiene una reputación, que no se le conoce relación alguna, que jamás ha dado un escándalo y que yo...

- Tú qué...

- ¿Qué va a ser, Nat! ¡Que estoy embarazada! – exclamó alterada, levando la voz y frotándose las manos nerviosa.

Natalia se quedó en silencio observándola y esperando a que se explicase aunque comenzaba a comprender lo que podía haber ocurrido. Su aversión hacia Oscar creció de forma desmedida y su rostro fue reflejo del asco que le daba aquel chico. Frunció el ceño, y ante el silencio de Sara, le preguntó.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- ¡Joder! ¡imagina! embarazada de un compañero de trabajo que ni siquiera es mi pareja, que... cualquiera pensaría que soy... que soy...

- Ya, una puta ¿no?

- Sí, eso es exactamente lo que ha dicho.

- Pues ahora sí que lo vas a denunciar, ya lo creo que sí. Y yo me encargaré de que tengas el mejor abogado, ese cabrón se va a largar de aquí y te aseguro que no va a ser de rositas.

- Pero Nat... ¿y si no es así! ¿y si la que tiene que irse soy yo! o... lo que es peor, arremete contra Germán o contra Alba o...

- No va a arremeter contra nadie.

- Pero... ¿y si lo hace? y si ellos pagan por algo que ni si quiera conocen, solo porque él quiere hacerme daño.

- ¿Me estás hablando en serio? Ni Alba ni Germán dejarían que esto ocurriese, ninguno de los dos, eso te lo aseguro – le dijo con genio y ella bajó los ojos – los conoces, y sabes que tengo razón – insistió – además, si te callas, solo lo proteges a él, no a ellos.

- No estés tan segura, Oscar es peligroso y... tiene amigos, ya te lo dije – la miró asustada.

- Yo también los tengo – aseveró - ¿confías en mí?

- No sé qué hacer Nat, no quiero que por mi culpa... - la miró inquieta y cambiando el tono le dijo con seguridad y cierto orgullo – es mi problema, ya lo resolveré.

- Desde que me lo contaste también es mío – respondió con firmeza – no puedo hacer como si no me hubiese enterado y dejarlo estar, ¡no puedo! – exclamó – ni quiero.

- No quiero que todo se líe aún más, creo que yo... puedo manejarlo y... si... no lo consigo y... tengo que renunciar a esto, lo haré.

- Pero yo no voy a dejar que sea así. Ya pensaremos algo.

- No sé - musitó aún sin convencerse.

- Confía en mí, no voy a dejar que se salga con la suya y tú, tranquilízate, no es bueno ni para ti ni para el niño y hazle caso a Germán, evita quedarte a solas con él. No le des más opciones.

- Vale... pero no es tan fácil... Germán....

- Germán sabe defenderse y, es más, creo que le tiene tantas ganas que está buscando la ocasión.

La joven la miró fijamente y suspiró, se llevó una mano al costado e hizo un leve gesto de dolor.

- ¡Gracias! ¡gracias por ayudarme! – dijo sentándose en el banco.

- ¿Te duele ahí? – le preguntó preocupada acercando la silla hacia ella.

- De vez en cuando me da un ligero pinchazo, pero no es nada, solo estoy cansada – reconoció – esa postura de rodillas me mata.

- Deberías descansar más a menudo y deberías hablar con Germán, Sara. No creo que sea bueno que vengas todos los días, ni que estés tantas horas ahí fuera trabajando. Puedes hacerlo en el hospital del campamento o aquí en los pabellones pero, ahí en el suelo, a pleno sol... Creo que no deberías, al menos...

- Aquí las mujeres trabajan hasta tener las primeras contracciones – le dijo mirándola con lo que a Natalia le pareció una mezcla de admiración por ellas y un sentimiento de vergüenza por la debilidad que sentía – cuando van a dar a luz se apartan y....

- Que hagan eso no quiere decir que sea lo mejor – la interrumpió.

- No te preocupes, sé lo que me hago – respondió con rapidez.

- Habla con Germán – le aconsejó dándole un ligero y cariñoso golpecito en la rodilla.

- Lo haré – sonrió – y... gracias, gracias de verdad, por escucharme y por... preocuparte por mí.

- De nada – Natalia le devolvió la sonrisa, tenía tal aire de indefensión allí sentada que Natalia sintió el deseo de consolarla – no le des más vueltas, ya verás como todo se arregla.

- Desde que he hablado contigo me... me siento mucho mejor.

- Me alegro – le dijo afable y mirando el reloj puso cara de asombro, Alba estaría allí en cinco minutos y aún no se había duchado – eh... lo siento pero... yo...

- Vete – sonrió comprendiendo lo que le ocurría - que Alba te va a echar otra bronca si te pilla aquí, de charla conmigo.

- Sí – admitió sin tapujos - ¡menuda me espera! – exclamó con complicidad - me voy a la ducha, y tú deberías tomarte un respiro, sentarte aquí un rato, darte una ducha y comer algo.

- Solo necesito unos minutos de descanso, ya estamos terminando.

- ¡Cuídate!

- Tú, también – le respondió con un guiño – deberías tomarte la tensión y ver si esa hemorragia se debe a algo más que el sol, y deberías descansar.

Natalia asintió, incapaz de protestar después de haber estado ella aconsejándole lo que debía hacer, se despidió y salió de los baños cruzó el pasillo y entró en las duchas, con la esperanza de que Alba se hubiese entretenido y le diese unos minutos de más, porque era imposible que allí, y sin medio alguno pudiese terminar de ducharse en cinco minutos.

Mientras, en la explanada central, Alba había llegado corriendo junto a Germán, que levantó la vista al sentirla aproximarse, se levantó de un salto temiendo que a Natalia no se le hubiese cortado la hemorragia.

- ¿Qué te pasa? – le preguntó la enfermera al ver una expresión de sobresalto en su rostro.

- ¿Cómo está Lacunza! ¿se le ha cortado?

- Sí – sonrió contenta de que así fuera.

- ¿Y la tensión como la tiene?

- Muy bien.

- ¿Cuánto? – insistió con el ceño fruncido.

- Doce, seis.

- Bien – musitó relajando el rictus de preocupación - ¿fiebre tiene?

- No. Tranquilo que está bien, ¡falsa alarma! – exclamó mostrando su alegría que, sin embargo, no parecía ser correspondida por el médico.

- Quiero examinarla, ¿dónde te la has dejado?

- En el baño con Sara, quería hablar con ella y luego ducharse, le he dicho que en veinte minutos la recojo – le explicó mirando su reloj.

- Te dije que quería...

- Sé lo que me dijiste – lo interrumpió observándolo con atención intentado descubrir a qué se debía su actitud casi nerviosa - pero, Germán, está bien, te lo aseguro – le sonrió con picardía y él la miró frunciendo el ceño ligeramente - ¿qué pasa! ¿tú crees que no lo esté?

- Yo no creo nada – musitó agachándose de nuevo junto a una chica de unos doce años que había llegado con un fuerte dolor en el costado.

- Germán... - lo instó a que le revelase sus temores.

- Alba... cuando termine con ella, por favor – la cortó secamente y la enfermera se agachó a su lado y se dispuso a ayudar en lo que pudiera.

Tras examinarla y comprobar que no tenía nada serio, el médico le indicó a su madre que entrase en el pabellón con el papel que él le había dado, después se volvió hacia Alba.

- Vamos a buscar a Lacunza – le dijo sin más.

- ¿Tú también?

- Ya te he dicho que quiero echarle un vistazo.

- Pero está bien... - lo miró sin convicción, esa insistencia en examinarla no le presagiaba nada bueno.

- Aún así quiero comprobarlo, quiero que descanse hasta que nos vayamos, le he pedido a Nadia que le deje su cuarto.

- Yo también me he preocupado, tiene ojeras de nuevo y sé lo que puede significar una hemorragia, pero se le ha cortado pronto y ella dice que se siente bien.

- Y la creo – respondió con una sonrisa – pero... deberíamos comprobar si no hay algo más.... ¿tú crees que dejará que la lleve a Kampala a hacerle unas pruebas! ni aquí ni en el campamento...

- Pero, ¿lo ves necesario?

- No sé Alba, estoy dándole vueltas a todo y... hay cosas que no me cuadran.

- Germán... - lo miró con tanto temor que él reculó.

- No te preocupes – le sonrió – ya sabes como soy. Me gusta tener todo bien atado.

- Por eso mismo me preocupo.

- Mira, vamos a hacer una cosa, le vas a sacar sangre y....

- ¿Otra vez?

- Si. Y la vamos a observar, al más mínimo dolor de cabeza, mareo, confusión... salimos pitando a la ciudad.

- Crees que puede ser consecuencia del golpe.

- Lo que quiero es descartarlo. Y se acabó eso de venir a trabajar, no quiero que vuelva a ponerse a pleno sol y menos a ciertas horas.

- Bien, pero se lo dices tú porque está muy contenta de poder hacerlo, ¡más que contenta!

- Lo sé – sonrió pensando en ella – ya te dije que le vendría bien hacerlo, pero ahora estoy pensando en su salud física, no en su ánimo. Lo cierto es que si no fuera por esa hemorragia yo creería que está mucho mejor – reconoció pensativo.

- ¿Mañana nos quedamos en el campamento?

- Sí, es lo mejor, quiero que se quede descansando. Además mañana no vendremos ninguno. Yo... quizás vaya a Kampala y luego me pase por aquí, pero los demás os quedáis en el campamento, he hablado con Jesús y está desbordado.

- Entonces... mañana trabajamos en el campamento – intentó ratificar.

- Tú no tienes porqué – le sonrió imaginando el motivo de su pregunta – y Nat menos, ya te digo que prefiero que se relaje y descanse.

- Yo había pensado llevarla a Jinja, y que conociera a Wilson y....

Germán la miró negando con la cabeza y esbozando una sonrisa.

- Me parece bien, pero con tranquilidad y sin esfuerzos.

- ¡Estupendo! – exclamó haciendo todo tipo de planes con rapidez - por cierto, tienes que llamar a Matthew, quiere que quedemos, si mañana estás en Kampala quizás podríamos...

- Yo tengo trabajo.

- Tú deberías cogerte ya algún día de descanso.

- Lo haré, pero no mañana. Anda ve a buscarla y haz lo que te he dicho, aquí estamos casi acabando.

La enfermera asintió y se marchó en busca de Natalia, a la que encontró aún dentro de la ducha. Esperó pacientemente a que saliera, estaba deseando preguntarle qué es lo que se traía con Sara, pero cuando la vio, le pareció tan cansada que optó por dejarlo para otra ocasión y llevarla cuanto antes a descansar. La puso al corriente de los deseos de Germán y, en contra de lo que había supuesto, Natalia no protestó y dejó que Alba le sacara sangre, consintiendo en echarse un rato en el cuarto de Nadia y tampoco mostró su disconformidad por tener que permanecer al día siguiente en el campamento. Alba insistió en que en realidad lo harían todos, pero Germán quería que ella se mantuviese descansando y a Natalia no le pareció mala idea. La enfermera la dejó acomodada en la cama y se marchó. Natalia permaneció con la vista fija en la puerta y una sonrisa de satisfacción en los labios, su mirada soñadora, mostraba lo feliz que se sentía. Se recostó y cerró los ojos, pronto Alba estaría de vuelta y no podía decir que le sentaran mal unos minutos de descanso, estaba realmente agotada.

Un par de horas después Alba y Germán habían terminado con el último de los pacientes de su grupo. El médico, le pidió que fuera en busca de la pediatra mientras ellos terminaban de recoger, quería salir cuanto antes y regresar al campamento. Alba corrió en busca de la pediatra, estaba deseando ver como se encontraba.

- Nat... - la llamó con suavidad abriendo la puerta - cariño... - dijo acercándose a la cama y comprobando que dormía - despierta.... Nat...

- Hummm – protestó dándose la vuelta, arrancando una sonrisa en la enfermera, "¡está preciosa cuando duerme!", no pudo evitar pensar, sentándose en el borde y acariciando su mejilla con suavidad.

- Nat... despierta cariño... hora de irse.

- Hummmm – protestó levemente, frunciendo ligeramente el ceño para, de inmediato, volver la respiración pausada y a relajar el rostro. Alba la miró con ternura, sintiendo tener que interrumpir su descanso.

- Nat – la zarandeó con más ímpetu – mi amor, despierta...

- Hummmm – volvió a protestar sin abrir ni siquiera los ojos.

- Venga, cariño despierta, nos marchamos ya - le dijo frotándole el brazo y acariciándole la mejilla, consiguiendo que al fin abriese los ojos y la mirase somnolienta - ¿o es que quieres quedarte aquí? – le preguntó burlona, ante aquella mirada desorientada.

- Sí – musitó - déjame – dijo adormilada, haciendo el intento de darse media vuelta para seguir durmiendo.

- Nat – rió sabiendo que le respondía dormida - ¡Nat! – alzó la voz de tal forma que la pediatra abrió los ojos de golpe, asustada y mirándola, ya sí, con claridad.

- Alba... - murmuró frunciendo el ceño, levándose una mano a la frente y volviendo a cerrarlos – me has asustado – murmuró exhalando un suspiro.

- Lo siento, cariño, pero es hora de irse.

- ¿Ya?.. pero... ¿y el desayuno? – preguntó aún aturdida sintiendo que estaba demasiado cansada para irse a trabajar.

- ¿Qué desayuno? – le preguntó riendo haciendo que Maca cayese en la cuenta de donde estaba y de la hora que debía ser.

- La cena – dijo mohína ante la burla de la enfermera.

- ¿Ya tienes hambre?

- ¡Si! ¡mucha! – le sonrió ya más despejada.

- Cenaremos en el campamento, aún es temprano. Hemos terminado antes de lo que pensábamos.

- Pero... ¿qué hora es?

- Las siete y diez, llevas apenas una hora aquí.

- No quería dormirme, pero.... me he quedado transpuesta – reconoció - ¡estaba soñando y todo!

- Y... ¿qué soñabas? – preguntó insinuante deseando que fuera con ella.

- Que... - comenzó con intención de contárselo, pero de repente cambió de idea - eh... nada... tonterías.

- No mientas – le puso el dedo índice en la nariz – ¡qué te va a crecer y se te va a poner como la de Germán!

- ¡No! ¡por dios! – rió divertida – ¡no digas eso ni en broma!

- Anda, levántate, Germán quiere que regresemos cuanto antes.

- ¿Me ayudas? – le pidió haciendo el intento de sentarse casi sin éxito - ¡uf! ¡estoy molida!

- Claro, ven aquí – le dijo tirando de ella con suavidad – Nat... ¿estás bien?

- Sí, solo un poco cansada, creo que tienes razón y que aún no estoy en plena forma.

- Mañana tendrás todo el día para descansar. Se acabó el echar una mano aquí. Tienes que estar fuerte para la vuelta.

- No seas exagerada. Reconozco que hoy me he pasado, sobre todo porque no he dormido en toda la noche, pero... mañana estaré...

- Nat... - la cortó - Germán está preocupado y... yo también.

- ¿Preocupado por qué?

- Teme que la hemorragia tenga que ver con el golpe en la cabeza y que...

- Tendría otros síntomas – la interrumpió – y no los tengo – la miró enarcando las cejas – ni me duele la cabeza, ni me mareo, ni tengo nauseas, ni...

- Pero hasta ayer sí que los tenías.

- ¿Ayer? – preguntó torciendo la boca en una mueca socarrona - que yo recuerde ayer fue... uno de mis mejores días...

- Bueno, antes de ayer – se corrigió con seriedad – Nat...

- No deberías escuchar tanto a Germán – volvió a interrumpirla - Ya le he dicho que no le busque los tres pies al gato porque no se los va a encontrar – habló con rotundidad – y no debería calentarte a ti la cabeza con cosas que no son ciertas.

- ¿Y si lo fueran?

- Alba... ¿tú confías en Cruz como profesional?

- Claro... pero... eso no tiene nada que ver, además recuerda que era Cruz la que consideraba que no estabas para hacer este viaje, que quería que descansases y...

- Valee – sonrió cogiéndola de la mano – si te vas a quedar más tranquila... descansaré estos días y no trabajaré más – aceptó conciliadora.

- Tú sabes que si a ti te pasa algo... yo... yo me muero – le reveló clavando sus ojos en los de la pediatra con tanta angustia que Natalia sonrió enternecida.

- Pero... ¡cariño!.. ¡qué tonterías son esas! – exclamó entre molesta y halagada – estoy bien Alba, tú misma lo has comprobado, o ¿no?

- Sí – musitó sin convicción.

- Princesa... no te preocupes – le dijo levantándole la barbilla – te lo digo en serio. Me siento mejor que nunca.

- ¿No me mientes?

- No te miento – le dijo con tal expresión de franqueza que Alba se convenció – ¡de verdad!

- Nat... - le sujetó la cara con ambas manos mirándola fijamente a los ojos.

- ¿Qué? – preguntó dibujando una sonrisa con ojos bailones.

- ¡Te quiero! – exclamó besándola con una infinita ternura que fue ganando en pasión a medida que prolongaban ese ansiado beso.

- ¡Alba! – la separó de pronto, con una enorme sonrisa, le encantaba escucharla decírselo - ¡qué estamos en el cuarto de Nadia! ¿y si entra? – imitó el tono que siempre le ponía la enfermera para recriminarla.

- No va a entrar – le dijo señalando la puerta que permanecía cerrada con el pestillo echado – ya me he encargado de eso.

- Serás perversa – susurró insinuante, siendo ahora ella la que la besó, deslizando con suavidad su mano por el muslo de la enfermera, que sintió desvanecerse el cansancio acumulado a lo largo de la jornada de trabajo.

- ¡Dios Nat! ¡no me hagas eso! – le pidió sintiendo que el deseo prendía en su interior.

- ¿No te gusta? – preguntó susurrando junto a su oído.

- ¡Me gusta demasiado! – exclamó acariciándola con delicadeza y sintiendo como la pediatra recorría, ahora, su espalda con sus manos – creo que... será mejor que... - un nuevo beso de Natalia la silenció – lo dejemos.

- No creo que sea lo mejor – musitó en su oído – lo mejor es... - la besó en el cuello subiendo poco a poco por él, hasta perderse en el hueco de su oreja como a ella le gustaba. Alba ahogó un gemido y Natalia sonrió –... esto ...y.... – paseó su lengua con parsimonia por sus labios y de nuevo se adentró en su boca - ... y esto.... – la miró fijamente a los labios y luego a los ojos.

- Nat... - casi jadeó tentada a dejarse arrastrar, pero en el último instante cuando ya estaba a punto de sucumbir recordó a Germán y su apremio – anda... vístete – le pidió levantándose de la cama donde se había sentado – y ¡vámonos de aquí!

- Sí – admitió sintiendo que la excitación crecía en ella de forma desmedida – será lo mejor – suspiró también. ¿Me alcanzas la ropa? – le dijo alargando la mano hacia ella.

- ¿Qué soñabas? – volvió a preguntarle intrigada, mientras cogía su camiseta y la ayudaba a ponérsela.

- Que... estaba aquí con Mara y que trabajaba de médico con vosotros y... - se calló y la miró de una forma tan extraña que Alba se sorprendió.

- ¿Y qué más? – inquirió preguntándose el motivo de aquella expresión entre soñadora, esperanzada y ligeramente triste.

- Nada – esbozó una sonrisa sentándose en el borde de la cama e intentando sentarse en la silla

- Nat... ¿el qué? – insistió.

- Podía andar, vamos que andaba como si tal cosa, que... nos íbamos al río como ayer y... paseaba contigo.

- Cariño – se inclinó y la besó - ¡te quiero! – repitió - ¡te quiero mucho!

Natalia sonrió, y suspiró. No le gustaban esos sueños en los que andaba, según Vero eran un paso atrás en su recuperación, pero lo cierto es que este había sido diferente. Simplemente ella era la de antes, sin miedos, segura de sí misma, compartiendo su vida con Alba, feliz. Ni siquiera se había sentido frustrada al despertar, muy al contrario, sentía que todo era posible, incluso, quién sabía, si hasta lograr levantarse de esa silla, pero lo más importante es que por primera vez desde el accidente, realmente le daba igual que no fuera así. Alba había logrado que se sintiese tan plena que por fin sentía que no le importaba. La miró con tal expresión de agradecimiento, veneración y deseo que la enfermera soltó una carcajada, se situó a su espalda dispuesta a empujarla, se agachó junto a su oreja y susurró.

- No me mires así que me vas a obligar a echar de nuevo el pestillo.

Natalia no respondió levantó su mano y acarició la de la enfermera apoyada en su hombro, Alba le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación, deseando llegar cuanto antes al campamento y cumplir aquella promesa que le hiciera por la mañana.

Dos horas después, el convoy entraba en el campamento, tras un viaje tranquilo y sin ningún tipo de sobresalto. Natalia no dejaba de sorprenderse de que fuera más seguro ir solo en un jeep, que formar parte de una caravana. Pero Germán insistía en que los asaltantes buscaban parte de los suministros que llevaban y que por eso era necesario ir juntos y protegidos por el ejército.

Al cerrarse los portones, Francesco, que los estaba esperando, salió a su encuentro. Alba le explicó a Natalia que era lo habitual, solía darles el correo que había llegado e informarles de las llamadas que habían tenido, si es que había habido alguna. Cuando descendieron del vehículo el italiano se dirigió directamente hacia la pediatra.

- Doctora Lacunza, la han llamado Verónica Solé y Adela Peralta – le dijo tendiéndole un papel en el que había apuntado ambos nombres.

- Gracias – respondió cogiéndolo y comprobando que Alba hacía un leve gesto de desagrado, pero antes de poderle decir nada el chico ya estaba dirigiéndose a la enfermera.

- Reche, Laura Llanos quiere que la llames en cuanto puedas y tienes correo – la informó tendiéndole un papel y dos cartas que Alba cogió con curiosidad.

- ¡Germán! – exclamó la enfermera – es de la central – lo miró con un brillo especial en los ojos - ¿crees que será...?

- Lo más probable – sonrió contento de haber obtenido respuesta en un par de semanas – te reclamé en cuanto me lo pediste – le dijo con una sonrisa sin percatarse de que Natalia los miraba y sus ojos se oscurecían con un velo de tristeza – pero no creí que se dieran tanta prisa.

La enfermera se apresuró abrirlas sin percatarse de la mirada casi desesperada de Natalia que temía el contenido de las mismas.

- El supervisor quiere hablar contigo – le dijo Grecco al médico, interrumpiendo su conversación, Germán se encogió de hombros en un gesto de resignación, seguro que Oscar ya se había quejado por el retraso con los informes trimestrales.

- Pues vamos a hacer esa llamada cuanto antes – le dijo al italiano - ¿vienes Alba? – le preguntó sin obtener respuesta, mirándola atento - ¿qué es?

- ¡Me aceptan! – exclamó – quiero decir que aceptan hacerme la entrevista previa a las pruebas.

- ¡Eso es estupendo niña! – Germán la izó en volandas y dio una vuelta sobre sí mismo con ella en brazos, Natalia que los observaba bajó la vista, al notar que se le hacía un nudo en la garganta, aunque no sabía de qué se sorprendía, Alba, siempre le había dejado muy claro que su deseo era permanecer allí, a pesar de que fuese a volver con ella a Madrid. Germán la bajó y volvió a preguntarle - ¿vamos a llamar?

- Si, vamos – respondió y volviéndose hacia Natalia - ¿quieres venir y devuelves tus llamadas?

- No, no me apetece llamar a nadie – le sonrió con cierto aire melancólico que la enfermera no fue capaz de captar, pero sí Germán que, con discreción, estaba en todo momento pendiente de ella.

- Entonces ¿te vas tu sola a la cabaña o nos esperas en el comedor?

- Aún falta un rato para la cena – intervino Germán – es mejor que te vayas a la cabaña, Lacunza – le recomendó mirándola con atención – descansa un poco antes de la cena.

- Sí creo que voy a hacer eso – suspiró abatida.

- Anda vamos, te dejamos allí y ahora llamamos nosotros – le dijo a Alba situándose tras Natalia y empujando la silla, prefería que no se esforzase más en lo que quedaba de día. La enfermera estaba tan contenta que aquella noticia que parecía no darse cuenta del cambio de ánimo de Natalia.

- No hace falta – intentó protestar mientras ya estaban girando la esquina de la parte trasera.

- Lo sé – respondió el médico ante la sorpresa de la pediatra – pero me apetece hacerlo. Además, quería aprovechar para darte las gracias por todo lo que has hecho hoy. Sé que debes estar agotada, que aún te faltan fuerzas y has dado el do de pecho, ¡sí señor! estoy orgulloso Lacunza – le reconoció hablando con tanta precipitación que Alba lo miró burlona, ¡estaba nervioso! - ¡muy orgulloso! – repitió intentando animarla.

- ¡Gracias! – musitó Natalia ligeramente abrumada.

- Oye que yo también he estado trabajando y no me mimas tanto – protestó Alba guiñándole un ojo haciéndose la ofendida – ni me echas tantos piropos, ni....

- Faltaría más, tú eres del equipo – le devolvió el guiño – y ya casi oficialmente – sonrió mostrando lo que también a él le había alegrado aquella noticia.

- Bueno... no echéis las campanas al vuelo que primero deberás pasar esas pruebas ¿no? – dijo Natalia con un tono tan cortante que Alba comprendió de inmediato lo que le sucedía, y sonrió para sus adentros, contenta de por partida doble, estaba claro que Natalia ya no disimulaba sus sentimientos ni su deseo de compartir la vida con ella.

Justo en ese momento llegaron a la parte trasera y Germán se detuvo en la puerta de la cabaña.

- Bueno, Lacunza, aquí te quedas, luego me paso a recogerte para la cena.

- No – se negó con rapidez – no hace falta, ya voy yo.

Germán suspiró y asintió consintiendo.

- Pero no te vayas a dormir... - la señaló con el dedo burlón y Natalia supo que Alba ya le había contado lo sucedido en el campo de desplazados.

- No – respondió girando la silla.

Germán le echó el brazo a Alba por encima del hombro y ella lo abrazó por la cintura haciéndole a Natalia un gesto de despedida. Pero cuando estaba a punto de marcharse con él, Natalia la llamó.

- Alba... ¿puedes... quedarte un momento? – le preguntó con tal cara de agobio que la enfermera pensó que le ocurría algo.

- Germán adelántate tú – le pidió al médico que se marchó con grandes zancadas y volviéndose hacia Natalia la miró preocupada - ¿qué te pasa?

- Nada... – la miró fijamente – que... quería saber... - balbuceó sin saber muy bien como preguntarle - ¿qué es eso de que Germán te ha reclamado?

- Ya... – le devolvió la mirada torciendo la boca en una mueca de comprensión y ojos risueños - tienes que hacerlo si quiero volver – le explicó.

- Pero.. yo creí entender que... que... tú...

- Nat... Germán lo hizo antes de que tú y yo... en fin que ya me entiendes. Además que haga esa entrevista no significa nada.

- Ya... - musitó desviando la vista. No significará nada para Alba pero... ¡para ella lo significaba todo!

- No me pongas esa carita de pena – le dijo sonriente – cariño... - le levantó la barbilla mirándola a los ojos, se agachó y la besó - Te quiero, ¿cuántas veces tengo que decírtelo! y me voy contigo a Madrid, ¡tonta! – Natalia suspiró aliviada y Alba sonrió y le hizo una carantoña – y si no quieres que la haga, no la hago y ya está.

- No es eso. ...

- ¡Ay! ¡qué tontita que te pones! – exclamó besándola de nuevo - me voy a llamar. Seguro que Laura tiene ya ultimado los detalles del viaje.

- ¿Ya nos vamos a ir?

- ¡Seguro que antes de lo que piensas! – le dijo saliendo de la cabaña.

Llegó a la radio y esperó pacientemente a que Germán terminara. Luego, le dio el número de Laura a Grecco. No se equivocaba, Laura había insistido para concretar el día en que deberían ir a Nairobi, a recoger a los niños que volvían de la Clínica ya recuperados, Alba disimuló una alegría que no sentía por tener que marcharse, y mantuvo una conversación casi intrascendente preguntándole por todos, aunque en realidad su mente estaba puerta en otra llamada. En la que haría en cuanto terminase de hablar con ella. Si todo salía como esperaba, al día siguiente le daría a Natalia una gran sorpresa.

La cena discurrió con tranquilidad, entre comentarios del día, satisfechos por el trabajo realizado, contentos de que todo hubiese ido bien y de que la epidemia de malaria pareciese controlada. Entre charla y bromas, la enfermera no le quitaba ojo a Natalia que parecía agotada, comía con desgana y le costaba trabajo mantener la conversación con Sara que se había sentado a su lado. La chica se levantó para ir al baño y Alba aprovechó para dirigirse a ella.

- ¿Te está gustando la cena?

- Sí – admitió con un suspiro, pensativa.

- Tienes que reconocer que Edith se ha esmerado, el pudín de tapioca estaba exquisito.

Natalia asintió, sin responder apartando con el tenedor pequeños montoncitos en el borde.

- No tienes por qué comértelo todo – le dijo Alba sonriendo divertida al ver la que tenía montada en el borde del plato.

- ¿Qué? – le preguntó mirándola a los ojos por primera vez – perdona no...

- El pudín, que si no te gusta...

- Está bueno, pero... no tengo mucha hambre.

- En el campo sí que tenías – le comentó atenta a su reacción, Natalia volvió a asentir, apretó los labios en una mueca de circunstancias y encogió un hombro sin decir nada – Nat... ¿estás bien?

- Si.

- ¿Qué te pasa?

- Nada – esbozó una sonrisa y levantado la vista hacia ella le preguntó - ¿Cuándo me voy?

- Eh... ¿cuándo te vas a dónde? – la miró extrañada y preocupada, sin saber a qué se refería y temiendo que aquella desgana y apatía se debiese a un episodio de desorientación – Nat...

- A Madrid, ¿no te ha dicho Laura cuando viene?

- Sí me lo ha dicho – le lanzó una amplia sonrisa comprendiendo lo que le ocurría

– Laura sale para acá pasado mañana por la noche. Llegará dentro de tres días. Hacen escala en Sudán y luego vuelan a Nairobi. Ella irá a su campamento de Kisumu y yo la esperaré en Nairobi para trasladar a los niños hasta aquí, ¿sabes que Clarisse está tan bien que vendrá en este viaje?

- ¡Qué bien! – exclamó fingiendo alegría - veo que lo tenéis todo organizado.

- Nat... sé lo que te pasa – le confesó bajando la voz y acercándose a ella – nos iremos en unos diez días – le dijo con tono burlón – y ya te he dicho que me voy contigo. ¡Alegra esa cara, boba!

- Alba... yo... aunque es lo que más deseo no puedo pedirte que te vengas conmigo, ni que trabajes en la clínica – la miró con total seriedad y la enfermera sonrió, comprendiendo su reticencia.

- Ya hablaremos de esto – bajó aún más la voz y le acarició la rodilla bajo la mesa, sin recordar que Natalia no podía darse cuenta - y no le des más vueltas.

- Vale – aceptó mirando el segundo plato - ¿qué es?

- Ajomba de pescado – le dijo riendo ante la expresión de la pediatra – no arrugues la nariz y pruébalo.

- No sé... - musitó jugueteando con el tenedor sin saber muy bien como meterle mano a aquello.

- Abre las hojas, Nat - le explicó – mira – le mostró haciéndolo ella.

- ¿Qué lleva? – le preguntó siguiendo sus indicaciones.

- Te va a gustar, confía en mí – aseguró mirándola tan fijamente e incidiendo tanto en ese confía en mí que Natalia supo que no se refería solo al plato. Le devolvió la sonrisa y probó un bocado.

- No está mal, pero... es muy fuerte, sabe a... - hizo un gesto de saborear – como... a chili con carne, ¿qué pescado es?

- ¡Cualquiera sabe! – exclamó y soltó una carcajada ante la cara de asombro de Natalia – es un pez de río, Nat, el que estuviese más fresco en el mercado, para eso Edith es muy cuidadosa. No te tomes la salsa si ves que es muy fuerte – le aconsejó – lleva pimiento picante, cebolla, aceite de palma, y no recuerdo que más. Creo que un aliño picante especial.

- Ya veo – dijo sonriendo y bebiendo un largo sorbo de agua - buff, ¡cómo pica!

- Está asado a la parrilla dentro de las hojas de plátano. Sin salsa es muy ligero.

- ¡Ya está aquí el segundo! – exclamó Sara sentándose de nuevo a su lado - ¿lo has probado? – le preguntó a Natalia que asintió – a mí me encantaba el pescado así, pero últimamente... no sé qué me pasa, pero... hasta el olor me... revuelve el estómago – reconoció echando el plato hacia el centro de la mesa.

- Deberías decir que te preparen otra cosa – le sonrió Natalia comprensiva.

- Pero, ¡Sara! – exclamó Alba burlona al ver que no quería comer – si es tu plato preferido.

- Estoy llena – mintió mirándola – con el pudín tengo bastante.

- ¿Tú? ¿solo con el pudín? – la miró incrédula – definitivamente, ¡a ti te pasa algo! – le dijo continuando con la burla.

- ¿Qué quieres que me pase? – respondió de mal humor, pero Alba, al otro lado de Natalia no fue capaz de captar el tono de la joven y continuó.

- A ver si vas a estar embarazada – bromeó sin saber hasta qué punto había acertado.

- ¡No digas tonterías! – elevó la voz levantándose de la mesa casi de un alto dejando a Alba perpleja y a todos en silencio, comprobando que todos los ojos estaban puestos en ella y enrojeció levemente – bueno, yo... me voy a la cama, estoy muerta – habló con nerviosismo. Jesús le preguntó qué ocurría con una seña que Natalia percibió al instante y Sara negó con la cabeza, aún más sonrojada.

- Mujer, no te enfades con Albita y quédate al postre – medió Germán sin saber de qué iba el asunto.

- No puedo más, de verdad – esbozó una sonrisa que intentaba distender la tensión creada y le lanzó una mirada acusadora a Natalia que inmediatamente comprendió que creía que había traicionado su confianza.

- ¡Sara! – la llamó la pediatra - yo no... - dijo negando con la cabeza sin poder decir nada más allí delante de todos, pero Sara pareció comprender lo que aquella cara de angustia quería decirle y le sonrió.

- Buenas noches, Nat - le deseó posando su mano en el hombro de la pediatra tranquilizándola - descansa que tú también pareces agotada.

Sara se despidió de los demás y salió. Todos permanecieron terminando de cenar unos en silencio y otros volviendo a sus conversaciones.

- ¿Qué le pasa a ésta? – le preguntó Alba a Natalia.

- Yo que sé – respondió de mala gana, sin querer hablar del tema.

- Ya lo creo que lo sabes – le susurró, pero antes de que pudiera decirle nada más Germán intervino.

- ¿Se puede saber qué le habéis hecho a mi Sarita? – preguntó mirándolas acusadoramente y unos ojos burlones.

- Nada - dijo Alba dirigiendo su vista hacia la pediatra, segura de que sabía más de lo que parecía, pero Natalia volvió a negar con la cabeza y frunció el ceño, molesta con la insistencia. Alba sabía que no podía hablarle del tema y no entendía por qué seguía insistiendo, si quería saber algo era mejor que hablase en serio con Sara en vez de burlarse de ella.

- ¡Cómo está el patio! - exclamó el médico sonriendo y volviéndose al otro lado donde Gemma charlaba con Maika, entablando conversación con ellas.

Alba, permaneció en silencio terminando la cena y mirando de reojo a Natalia que seguía jugueteando con el tenedor sin apenas comer nada.

La pediatra no dejaba de pensar en Sara, en cómo lograr frenar a Oscar, en si sería él quien le hiciera la entrevista a Alba, en si tendría ella la culpa de la rapidez con que habían respondido a la enfermera, y sobre todo, en Alba, en lo que la amaba, en lo feliz que la hacía sentirse, en lo injusta que era la vida y en Ana. Tenía que hablarle de ella, pero le resultaba tan difícil, no sabía por dónde empezar pero tendría que hacerlo y quizás no debía demorarlo más. Daría cualquier cosa porque todo fuera diferente, por poder seguir allí, junto a ella, disfrutando como no lo hiciera en años, amándola por encima de todo y de todos y decidida a seguir junto a ella a pesar de las dificultades que seguro tendrían. Pero si Alba le estaba diciendo la verdad, si lo que deseaba era irse a Madrid con ella, debía hacerlo conociendo todo lo que ella se guardaba. La miró y se sorprendió al comprobar que la enfermera la observaba con un rictus de preocupación en el rostro, miró al plato y cayó en la cuenta de que apenas lo había probado, comprendiendo que aquella expresión de la enfermera se debía a ella, ladeo la cabeza y apretó los labios en una mueca graciosa sonriéndole con la mirada.

- Nat no hace falta que te quedes hasta el final, puedes irte a la cama cuando quieras – la sacó de sus pensamientos.

- Ya lo sé – la miró levantando una ceja interrogadora - ¿quieres deshacerte de mí? – le preguntó burlona.

- ¡Claro que no! – sonrió – pareces tan cansada que...

- Estoy empezando a hartarme de que me tratéis con tanta consideración – le respondió bajando la voz - si estoy cansada no es porque esté enferma, es porque no dormí nada en toda la noche y porque me ha sentado fatal el rato que me he echado en el cuarto de Nadia, y ni te cuento cuando habéis entrado a despertarme para venir a cenar.

- Tenías que descansar Nat.

- Pero me sienta fatal que me despierten – sonrió maliciosa – y que ni siquiera me compensen – bromeó recordando lo a poco que le habían sabido los besos que se dieran.

- Te prometo que esta noche te dejo dormir – le dijo haciéndose la desentendida sin caer en su trampa ni mostrar que había captado su indirecta.

- ¡De eso nada! – exclamó directamente mirándola a los ojos con tanta picardía que Alba soltó una carcajada y Natalia se acercó a ella susurrando - llevo todo el día esperando que cumplas tu promesa.

- Tranquila que la cumpliré – le dijo devolviéndole la mirada - pero esta noche toca descanso.

- Alba... - protestó frunciendo el ceño en una mueca de descrédito.

- ¡Órdenes del médico!

- ¿He oído médico? - preguntó Germán inclinándose por encima de Alba para ver a Natalia, con una sonrisa burlona - ¿Habláis de mí?

- Pues mira, sí, aquí tu Lacunza – comenzó Alba con sorna – que tiene ganas de jarana y no quiere meterse en la cama.

- Yo no he dicho que no quiera meterme en la cama – saltó con retintín y doble intención, consiguiendo sonrojar a la enfermera – solo que no quería dormir aún.

- Estupendo, entonces ¿nos tomamos un cafelito rápido? – propuso Germán ilusionado.

- ¡Lo estaba deseando! – exclamó Natalia que desde de que llegara había albergado la esperanza y el deseo de sentarse en el porche como hacían ellos dos.

- ¡Tú no! – dijeron al unísono.

- No pienso acostarme a la hora de las gallinas – amenazó – sé lo que estáis pensando y os puedo asegurar que os equivocáis. No estoy tan cansada. ¡Quiero mi café!

- Era una forma de hablar, Lacunza – continuó Germán – quien dice un café, dice un vasito de agua.

- ¿Agua? ¡ni lo sueñes!

- Agua, zumo, limonada... - enumeró Alba risueña – pero tú si que no sueñes en tomar café. Si me hubieras dejado esta mañana, me habría traído el descafeinado y... ahora....

- Un poco nada más no me va a sentar mal, ¿te ha dicho Alba la tensión que tenía?

- Si me la ha dicho, pero nada de café – la señaló con el dedo.

Natalia suspiró resignada, y en el fondo divertida con la situación. Germán, la observaba más tranquilo, en el coche se había mostrado contenta y de buen humor, hasta parecía con mejor cara que por la tarde, la ducha y el breve descanso habían obrado su efecto, quizás estaba demasiado obsesionado con cuadrar todos los síntomas y como siempre le decía la pediatra no debía hacerlo Lo que estaba claro es que no aparentaba estar más cansada que ninguno de ellos, es más, si tuviera que apostar por alguien diría que Sara tenía mucho peor aspecto que la pediatra. Risueño y aliviado, se levantó para preparar los cafés y las dos salieron en dirección al porche.

Cuando llegaron a la cabaña, Alba dejó a Natalia en el rellano y se sentó junto a ella en el último escalón.

- No te pierdes nada, el café de Germán está malísimo – le confesó con un gesto confidencial – aunque a mí me encanta que se moleste en ir a hacerlo y compartirlo conmigo. ¡La de horas que hemos echado aquí! – exclamó melancólica y la miró con ternura – pero ya te digo que le sale fatal.

- Hasta malísimo me tomaría uno – dijo viéndolo llegar con las dos tazas.

- Lacunza ¿no me vas a insistir con el café?

- No. Os lo dejo a vosotros – sonrió – no tengo ganas de discusiones y en el fondo debía haber dejado de tomarlo hace mucho, cuando Cruz me lo prohibió – reconoció torciendo la boca y enarcando las cejas en una mueca traviesa - aunque... ¿sabes lo que de verdad me apetecería?

- ¿El qué? – preguntó, mostrándose sinceramente interesado.

- Eh... - dudó un instante y se arrepintió de lo que iba a decir, al verlo llegar con aquellas dos tazas la mente le había jugado una mala pasada y se había visto al borde de la piscina de sus padres con Adela a su lado y él llevándoles las copas.

- ¿El qué? – insistió divertido ante su turbación.

- Bueno... es... una tontería.

- No seas boba y dinos qué – intervino Alba acariciándole la mano – voy y te lo traigo en un momento – se ofreció solícita. Natalia la miró y le sonrió agradecida.

- Nada, no me apetece nada, gracias – le respondió melosa, rozándole con suavidad el dorso de la mano.

- ¡Vamos, Lacunza! ¿qué quieres? – insistió el médico - café no podrás tomar, pero si quieres cualquier otra cosa... bueno alcohol tampoco que te conozco.

- No es eso – lo interrumpió – estaba pensando en.... hace años y... en tu guitarra y en cuando tocabas para nosotras y...

- ¡Eso está hecho! – dijo levantándose de un salto con un brillo especial en la mirada y clavando sus ojos en ella con tal ilusión que Maca no pudo evitar mostrarse impresionada.

- ¿La tienes aquí? – preguntó abriendo los ojos sorprendida de que así fuera. Germán asintió – pero... ¿tú vieja guitarra?

- ¡La misma! hace mucho que no toco, pero... ¡mi guitarra no se separa de mí!

- Ya... eso sí que lo sé – le dijo con un rictus de repentina seriedad y ligeramente pensativa.

- Voy a por ella – dijo Germán levantándose y dirigiéndose a su cabaña.

Alba clavó sus ojos en él, había visto su guitarra, pero jamás había consentido en tocar nada para nadie y ahora llegaba Natalia y a la primera que se lo pedía iba a tocar.

- ¡Si supieras la de veces que le he pedido que toque algo! – comentó mostrando su asombro – y tú lo has conseguido así, sin más.

Natalia no respondió y Alba la miró extrañada, le pareció ausente y sin poder evitarlo se preocupó ante aquellos ojos perdidos en el vacía, sin saber qué le ocurría, de pronto parecía triste, pero la mente de Natalia había volado al día en que Adela la llamó llorando y diciéndole que Germán se marchaba definitivamente, ella intentó calmarla diciéndole que sería un arrebato de los suyos, que lo entendiese, necesitaba tiempo para asimilar que lo hubiese engañado, pero que seguro que volvía y Adela sentenció con aquella frase que había vuelto a su mente "se ha llevado su guitarra, Nat, ¡su guitarra!".

- Nat... ¿estás bien? – le preguntó al verla tan absorta, temiendo que las sospechas de Germán fueran ciertas.

- Eh... sí, si, perfectamente – respondió casi ausente.

- ¿Seguro? – la miró incrédula - ¿por qué no te vas a la cama! pareces cansada.

- Estoy bien, Alba – le dijo con tan poco convencimiento que la alertó aún más.

- Hoy ha sido un día largo, ¡muy largo! y no tienes por qué demostrar nada – le sonrió posando su mano sobre las de la pediatra que solo la miró sin responder – cariño....

- Lo sé, Alba, pero estoy bien y no me importa quedarme un rato, es más, tenía muchas ganas de hacer esto con vosotros, ¡si supieras la de veces que lo he deseado cuando os escuchaba hablar aquí fuera!

- ¿Y por qué no lo dijiste? – sonrió ante esa confesión.

- Porque estaba hecha una mierda – reconoció – una cosa es que lo desease y otra que tuviese fuerzas para hacerlo.

- ¿Y ahora las tienes?

- ¿Lo dudas? – le respondió insinuante, disipando el temor de la enfermera y ganándose una picarona sonrisa de ella.

- Lo has pasado mal, ¿verdad?

- A veces sí, pero... ¡ha merecido la pena! – exclamó haciéndole una carantoña en la mejilla, mirando fijamente sus labios.

- Nat... - la recriminó echándose hacia atrás, al ver que todavía había gente pasando de un lado a otro del campamento y temiendo que la besara allí mismo.

- Perdona, se me olvida que no podemos ...

- No te pongas melosa y no me cambies de tema – le dijo con seriedad - No me hace nada de gracia la hemorragia que has tenido y deberías tener cuidado y... – se interrumpió ante la cara de Natalia que había enarcado una ceja y la mirada entre molesta y burlona – vale, vale, no insisto, pero yo... me puedo tomar un café rápido con Germán y en seguida entro.

- ¡De eso nada! quiero escuchar tocar a Germán, se lo he pedido, Alba.

- Pero yo le puedo decir que estás cansada y que.... – se interrumpió de nuevo al ver que Maca apretaba los labios en un gesto característico de impaciencia - Digas lo que digas tienes mala cara.

- Empiezo a pensar que lo que ocurre es que te estoy estorbando aquí – sonrió maliciosa a sabiendas de que eso provocaría lo que deseaba y sin ninguna gana de discutir con ella – y quieres para ti solita a tu Germán. Si ya me ha parecido a mí en la cena que tú lo que andas buscando es...

- No voy a picar – sonrió interrumpiéndola – y sí, has acertado, ¡me estorbas mucho! – le susurró en la oreja cediendo - ¡mucho! – enfatizó burlona dispuesta a reírse a su costa, pero la tos de Germán la hizo incorporarse.

El médico que las había visto a lo lejos, disimuló para que lo escucharan llegar. Se sentó en el segundo escalón con una pierna doblada y apoyada en el primero y la otra en el suelo y se giró hacia ellas con una sonrisa.

- Listo – dijo, sacando una pequeña petaca, ofreciéndole a Alba con un gesto al que la enfermera respondió con una negativa y vertiendo parte del contenido en su taza para dar acto seguido un pequeño sorbo – ¿qué quieres escuchar? – le preguntó a Natalia clavando sus ojos en ella de tal forma que Alba repentinamente recordó la conversación que tuvo con él la primera noche en que llegaron al campamento, cuando le confesó que habría sido de los pocos novios que Natalia presentó a sus padres.

- ¡Vaya! y yo... ¿no puedo pedir nada? – preguntó la enfermera haciéndose la dolida y ofendida.

- Claro que sí, pero... ¡las invitadas primero! – le dijo Germán.

- Ya... las invitadas – respondió la enfermera con retintín – por cierto, ya en serio, desde el día que llegamos quiero preguntaros algo – continuó la enfermera – y ahora que estamos aquí los tres...

- ¿Qué? – preguntó Natalia interesada a la par que sorprendida.

- Pues... ¿qué es eso de que fuisteis novios?

Germán y Natalia se miraron, la pediatra con un ademán recriminatorio y Germán enrojeciendo levemente, luego los dos soltaron una carcajada.

- Tonterías de Germán, Alba – dijo Natalia esquivando el tema.

- ¿No me lo vais a contar?

- No hay nada que contar – intervino él.

- Ya... - suspiró – no os creo.

- Pues es la verdad – le dijo Natalia con tal mirada bailona que Alba supo que si que escondían algo que no pensaban contarle.

- Anda toca lo que sea – pidió Alba, ligeramente molesta con ellos - que se va a hacer tarde.

- No te mosquees, niña, Nat y yo... solo fuimos novios... oficiales – reveló encogiendo un hombro y mirando a la pediatra, que sin que él pronunciase palabra le pareció escuchar un "lo siento, Lacunza, peor no voy a dejar que mi enfermera milagro se enfade".

- ¡Germán! – exclamó Natalia frunciendo el ceño, no quería que hablase del tema y estaba segurísima de que iba a hacerlo.

- ¿Qué pasa Lacunza, te avergüenzas? – le dijo socarrón.

Nunca fuimos novios – se adelantó Natalia, girándose y mirando a Alba – fue la mentira que le dije a mi madre, no podía contarle que Adela y yo... ya me entiendes... y Germán se prestó a... hacernos el favor – habló con rapidez, pero entrecortada, y Alba supo que había cosas que la avergonzaban y otras que le dolían. Recordó que Germán y Adela se habían liado y sintió que había metido la pata al sacar ese tema.

Germán, que también se dio cuenta de cómo se había violentado la pediatra, comenzó a tocar, con suavidad una melodía lenta que Alba no identificaba y que ayudó a disipar la tensión que se había originado. Natalia se abrazó a sí misma escuchándolo, él levantó un instante la vista y le guiñó un ojo con complicidad, viendo que a Natalia se le humedecían los suyos, mirándolo agradecida.

Alba observó el cuadro y no pudo evitar un gesto de desamparo que Natalia captó con rapidez, la vio fruncir el ceño y supo que se sentía al margen de todo aquello, fuera de lo que ellos dos recordaban y compartían. Inmediatamente, extendió la mano y le tomó la suya a Alba, lanzándole una cálida sonrisa que reconfortó a la enfermera disipando esa sensación de estar de más que había experimentado.

- ¿Aún te acuerdas? – preguntó Natalia cuando el médico dejó de rasgar la guitarra.

- ¿Cómo olvidarlo? – le sonrió cómplice, en una mueca entre divertida y tierna.

- Cuando os ponéis así, tengo la sensación de estar de más – protestó la enfermera, sin poder contenerse.

Natalia la miró sonriendo y luego miró a Germán, ladeando la cabeza burlona.

- ¡Así es la niña! – exclamó con un deje de resignación y ojos bailones.

- ¡Qué me vas a contar a mí que llevo cinco años aguantándola y cuidándotela! – exclamó el médico siguiendo la broma.

- ¿Aguatando vosotros! ¡lo que me faltaba por oír! – exclamó Alba riendo – aquí la única que aguanta vuestras peleas soy yo.

- ¡Ay! ¡pobrecita ella! – rió Natalia atrayéndola hacia sí, y besándola en la frente para que no volviera a recriminarla por sus muestras de cariño - ¡qué sacrificadita que es!

Germán las observó divertido y comenzó a tocar con suavidad otra melodía, también desconocida para Alba, pero que se le antojaba preciosa. Natalia sonrió enternecida de nuevo.

- Y ésta ¿qué! ¿aún la recuerdas? – le preguntó él.

- ¡Cómo olvidarla! – respondió imitándolo, mostrando la emoción que le producía.

Alba los miró y sonrió para sus adentros. Nunca había escuchado aquella melodía que se le antojaba preciosa, ligeramente triste, pero preciosa. Germán continuó tocando y ellas escucharon en silencio.





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